Desaparecidas en México: el dolor de buscar y buscar y…

Isaac hizo una llamada telefónica para preguntar por Liliana, su exesposa, sin saber que ese era el comienzo de una búsqueda que ya cumplió un año… y contando.

Habían hablado la noche anterior y ella le había encargado unas donas que le gustaban y vendían cerca de la casa de su exsuegra. También habían platicado sobre sus hijos, Isaacsito y Valeria. Aunque ya no estaban juntos mantenían un vínculo por ellos.

Con Liliana —de 26 años al momento de la desaparición— iba Valeria, su hija de un año y dos meses de edad. Ambas permanecen desaparecidas, como más de 9 mil 500 niñas, jóvenes y mujeres en México, lo que representa el 25.71% de las personas no localizadas, de acuerdo con cifras del Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas (RNPED), al 30 de abril de 2018.

Al día siguiente de la llamada que Isaac hizo a la familia de su exesposa, comenzó la búsqueda de Liliana y Valeria ante las autoridades de Coahuila. La desaparición ocurrió en Torreón, una ciudad ubicada al suroeste del estado.

“La buscamos todo ese domingo en dependencias de aquí de Torreón: en la Cruz Roja, en el Semefo (Servicio Médico Forense), en todos lados, en absolutamente todos lados. Hasta que de plano no tuvimos ningún resultado fue cuando decidimos ir a la Fiscalía, ese mismo domingo, y el lunes fue cuando nos tomaron en sí como una denuncia oficial”, relata a mexico.com Karla Ríos, hermana de Liliana, tía de Valeria y quien encabeza la búsqueda de ambas.

Pero pronto se toparon con un obstáculo para avanzar en la localización: las propias autoridades. En la Policía les dijeron: “bueno, van a regresar; al día siguiente o en dos días”, y ni siquiera les ofrecieron la activación de la Alerta Ámber —un sistema de notificación de menores de edad desaparecidos— para la pequeña Valeria. Hasta 12 días después fue difundida la Pre-Alerta Ámber, que tiene “un nivel de urgencia inmediata menor que una Alerta Ámber”, según el protocolo.

De la insensibilidad a la estigmatización

Buscaron ayuda en todo Coahuila y en Durango para hallar la camioneta en la que viajaban Liliana y Valeria. Se acercaron al Centro de Ayuda a la Mujer de Torreón, a organizaciones como la Red de Mujeres de la Laguna.Comenzaron a recibir apoyo, sin embargo, la búsqueda no daba resultados y la respuesta de las autoridades seguía siendo ineficaz.

“Hay veces que te desesperas porque ves que la gente no toma realmente como suyos los casos. Obviamente, no es la misma desesperación a nosotros como familias que como los Ministerios Públicos o demás personas que están ahí detrás de un escritorio y que les toca hacer el trabajo”, explica Karla.

Pero no es una situación particular de Torreón o del estado de Coahuila. Familiares de personas desaparecidas suelen enfrentarse a dificultades similares en diferentes ciudades del país, incluida la Ciudad de México. Fue el caso de Elizabeth Martínez, fundadora de la organización Familias Unidas por una Causa y quien se inició en el activismo después de vivir la desaparición de un familiar hace cinco años.

“Yo creo que todas las familias hemos pasado desde el paso uno: estar en el Ministerio Público, donde no son muy empáticos con estos temas los servidores públicos que se encuentran ahí. Desde ahí empieza uno a encontrar todas estas malas situaciones porque no te indican qué es lo que uno tiene que hacer, o qué decir”, describe Elizabeth a mexico.com.

Y cuando acudió a una delegación —hoy alcaldía— para solicitar la activación de la Alerta Ámber, quien la atendió le dijo que ignoraba a qué se refería con “Alerta Ámber”.

A pesar de lo anterior, hay un siguiente nivel: la estigmatización y la revictimización —el trato inadecuado que añade sufrimiento a las víctimas y sus familiares— por parte de los funcionarios públicos.

“La trabajadora social hace comentarios que todas las madres hemos pasado. Si es una hija: ‘se fue con el novio’, ‘que al rato no tardan’, ‘que al rato regresan tres’, ‘que no me preocupe’, ‘que ha de estar en Acapulco’. Esta revictimización. De por sí va uno en shock, no sabe uno ni qué hacer. De verdad uno está en crisis y de repente te llegan con estos comentarios”.

Elizabeth logró encontrar a salvo a su familiar, pero al ver de cerca el sufrimiento de otras personas que buscaban a sus seres queridos desaparecidos decidió fundar una organización con el propósito de ayudarles en su labor.

“Fue como nació mi cuenta @elizamarmar, porque empecé en primera a visibilizar mi caso. Empecé a solicitar el apoyo. Cuando ya pasa lo mío, que yo ya tengo localizada a la persona (el familiar que desapareció), pues resulta que me llegan igual por las redes sociales (preguntas sobre) cómo le había hecho yo para salir en la tele, para obtener una Alerta Ámber y me preguntaban así muchas mamás. Fue como el acercamiento con ellas, fue cuando empecé a asesorarles y decirles cómo hacer ese caminito, qué fue lo que hice yo que en mi caso me había resultado”, relata.

El dolor de la ausencia y la incertidumbre
El 7 de mayo pasado, a siete meses de la desaparición de Liliana y Valeria, se realizó una marcha en Torreón hacia la Subprocuraduría de Personas Desaparecidas de esa ciudad, en la que participaron familiares y amigos de la familia con pancartas, volantes y calcomanías.

También colocaron espectaculares para ampliar la búsqueda. Karla Ríos organizó una rifa para reunir el dinero para los anuncios. El vendedor fue sensible ante la situación de la familia y decidió cobrarles un costo menor del precio regular.

“Me costó aproximadamente 15 mil pesos tenerlos dos meses aproximadamente”, detalla.

El 7 de octubre pasado, se cumplió un año de la ausencia de Liliana y Valeria, pero Karla y su familia se mantienen unidos y no pierden la esperanza de que estén a salvo.

“Reímos y lloramos recordando a ellas dos en todo lo que vivimos al menos antes de que pasara todo esto. Estamos juntos y solo recordamos qué fue lo que pasó, pero seguimos con la esperanza de encontrarlas (…) A Valeria estábamos planeando bautizarla cuando sucedió todo esto”, narra.

Su esperanza radica en la posibilidad de que Liliana esté en un lugar donde la obligan a estar y en el que le impidan comunicarse. “Porque sé que si se hubiera ido por su propia voluntad ya se hubiera comunicado”.

También cree que alguien pudo rescatar a la pequeña Valeria. “Esa es mi esperanza, de creer en que existe gente buena y que pudo ayudarla; en haber visto a mi Laura Valeria y decir: ‘ese angelito’, y haberse apiadado”.

Karla, sin embargo, vive a diario con el dolor por la desaparición de su hermana y de su sobrina:

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