La ilustración vive su edad de oro. Un ‘boom’ mundial que en España comandan nombres como Paula Bonet, Aitor Saraiba o Ricardo Cavolo, cuyo sello naíf se ha vuelto inconfundible y que vio cómo sus miles de seguidores en las redes empezaban a tatuarse sus dibujos.
De un tiempo a esta parte, están por todos lados: en carteles, libros y soportes de lo más variado. Contando historias a través de su arte. Las agencias de publicidad se rifan sus diseños para vender todo tipo de productos y las marcas apuestan por el color y la frescura que aportan. Y, además, cada vez hay más mujeres «en terrenos tradicionalmente masculinizados como el cómic», explica Raquel Lagartos (Oviedo, 1982), una de las asturianas que lidera el emergente panorama ilustrativo regional.
Lagartos ya lo ha conseguido: ilustradora por la Escuela de Arte de la capital, licenciada en Matemáticas y una apasionada de Japón, el pasado agosto dejó su trabajo como docente para dedicarse de lleno a dibujar. Porque la verdad es que no para: es coautora junto con Julio César Iglesias de ‘Mary Shelley: La muerte del monstruo’ -que ya va por su segunda edición- y ‘La hierba del estío’ -una deliciosa historia de samuráis nominada en los Premios de la Crítica de Cómic- tras firmar con la editorial Diábolo, prepara su tercer libro y acaba de disfrutar de una residencia en la localidad francesa de Angouleme (capital europea del cómic) «para fomentar la visibilidad de las artistas».
Y, sin embargo, esta mujer que también ha participado en varias exposiciones individuales y colectivas no oculta que «el de la ilustración es un terreno incierto» y que «en España los precios que se pagan no son como los de Francia o Estados Unidos».
Precisamente allí, en EE UU, tiene un agente dedicado a mover sus trabajos la gijonesa María Díaz Perera (alias ‘La Perera’), otra de las máximas exponentes de la nueva generación de ilustradoras ibéricas que llegan pegando fuerte.
Según confesión propia, Perera descubrió siendo muy pequeña que había pocas cosas en la vida que le entusiasmasen tanto como escuchar a los Beatles y dibujar. Así que, cuando creció, se licenció en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo y, un poco más tarde, estudió Diseño Gráfico en la Escuela Superior de Arte de Avilés.
Esta creadora -que hoy sigue escuchando a los Beatles y se siente afortunada por poder dedicarse a lo que más le gusta- recibe encargos de todo el país. «Tengo muy pocos clientes de Asturias. Sobre todo, trabajo para fuera. Por ejemplo, para agencias de Madrid y Barcelona». Y es que las nuevas tecnologías han borrado fronteras y barreras. «Cuando yo empecé, la ilustración aún era algo bastante desconocido, mientras que ahora los chavales salen del instituto y ya se ponen a ello», apunta.
Tiene también agente -ella, en Inglaterra- Carmen Saldaña, ‘freelance’ y otra de las que lo han logrado: «Me costó lo mío, porque los comienzos son difíciles, pero hace ya cinco años que me dedico solo a la ilustración».
Sus dibujos tienen como destino, sobre todo, «editoriales inglesas y norteamericanas», cuenta esta gijonesa que combina técnicas tradicionales y digitales y que cree que esta disciplina gráfica «debería empezarse a valorarse más en España» desde el punto de vista económico.
Sin embargo, ella asegura que cuenta con una ventaja extra, que es estar centrada en la literatura infantil, «un mercado que no se extinguirá jamás a menos que deje de haber niños», bromea. Y todo, con un toque verde, porque le encantan «los animales, los pájaros, los bichos y todo los relacionado con la naturaleza», su principal fuente de inspiración.
También Raquel Blázquez (en el mundillo, Raquel Bonita o Bonita del Norte), nacida en Gijón pero afincada en Inglaterra desde hace tres años, trata de vivir de su arte centrada en los libros para los más pequeños y en ello está volcada, «poco a poco y sufriendo mucho».
Así que, tras cambiar el mundo de la publicidad por el dibujo y trabajar para editoriales Jaguar, Combel o Edebé o marcas como Lego, piensa que «es bueno que haya este auge, porque, además, en muchos casos la ilustración va de la mano de la literatura y todo eso ayuda a potenciar la cultura».
Como la mayoría de sus colegas, Raquel Bonita, que combina la estampación con la creación digital, no cree «que haya una ilustración de mujeres o para mujeres», pero sí admite que, en ocasiones, ha utilizado sus personajes para «dar visibilidad a las mujeres y que las niñas tengan referentes».
Y, si de visibilidad hablamos, tampoco tiene duda de que, en esta explosión sin precedentes, juegan un papel fundamental las redes, con Instagram como gran escaparate viral. Una vitrina virtual en la que se promociona Natalia de Frutos, capaz de alegrarle a cualquiera un día gris con sus diseños.
Esta mujer criada y formada en Oviedo a la que nacieron por casualidad en Valladolid y «asturiana de corazón» es una de las ilustradoras a las que hay que seguir.
Afincada en Madrid, De Frutos se considera «una coleccionista de imágenes». Así que, además del diseño y la ilustración, le encantan «la fotografía, la caligrafía, el cine, los tonos pastel, los malabares, el origami, el sol, viajar…», enumera. Y eso que la suya fue una revelación que se hizo de rogar: «Aunque siempre había tenido muy presente mi lado creativo, antes de esto era administrativa, y es que a algunas nos llega la pasión un poco más tarde».
En la actualidad, Natalia trabaja para la ‘startup’ Lingokids, una plataforma de aprendizaje de inglés para niños, y combina su tarea allí con su labor como ilustradora, en la que adora crear «a partir de formas geométricas y la poesía visual», un recurso que suele utilizar cuando lleva a cabo proyectos personales. «Proyectos que, por supuesto, no podrían salir adelante sin la inspiración que obtengo del cine, los libros, los viajes y el trabajo de muchos y muchas artistas a los que admiro», cita entre sus fuentes de inspiración.
Al ‘hazlo tú misma’ de la mano de otros se apunta también Paula Fernández. O lo que es lo mismo: Dudel Sea. Una ovetense que, de pequeña, quería ser florista.
Hasta que, gracias a una profesora de un ciclo de moda que cursó en Barcelona, decidió dedicarse profesionalmente a la ilustración. Así que, a pesar de estudiar Bellas Artes, su formación como ilustradora es «prácticamente autodidacta».
Fernández ha autoeditado libros para niños y fanzines y ha ilustrado carteles de conciertos y obras de teatro. Ha hecho instalaciones para empresas de decoración, diseñado logotipos y otras muchas cosas. «Y, de todos esos trabajos, el 90% han llegado gracias a las redes».
Fernández -completamente analógica a la hora de dibujar- sabe que «esto es una carrera de fondo», así que sus trabajos también pueden verse en paredes y muros de lugares abandonados de toda Europa, además de formar parte del colectivo Wreckatsea, un proyecto que une ilustración, fotografía, diseño, serigrafía y autoedición y de haber puesto en marcha en Ciudad Naranco una galería que es también estudio de nombre OHZ.
Es lo que tiene este oficio, que es un poco «como dedicarse a ser maga», resume tomándole prestada la frase a una amiga María Ortiz, ovetense del barrio de Ventanielles y una de las benjaminas de las nuevas hornadas. Y no solo porque sea «complicado vivir de esto» y tenga algo de alambre, sino porque la magia del ratón y los pinceles, del papel y la pantalla, sirve, como si de una chistera se tratase, para hacer más bonitas tazas y cojines o para «tratar temas que están haciendo ruido como, por ejemplo, el feminismo». Alto y claro.
María -que participa en la exposición colectiva ‘Sexualidades’- solo ha encontrado eso que algunos llaman sororidad en las redes: «Sigo a muchas ilustradoras y te ayudan mucho si tienes dudas o si necesitas consejos a la hora de hacer algo». Y en las distancias cortas: «Nos gusta participar en proyectos de forma conjunta. No existen egos que impliquen que lo que tú haces es mejor que lo demás».
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