Mi vida después de una violación

El daño está hecho. Lo que sigue es un largo proceso para volver a la vida. Han pasado casi tres décadas, más de 10 mil días, pero la memoria de Michelle Solano aún guarda el diseño del mosaico de las escaleras del edificio donde fue violada la mañana del 13 de agosto de 1991. Una imagen que a la fecha sigue acechando sus sueños y su realidad.

Michelle, quien entonces tenía 16 años, logró escapar de aquel departamento en la colonia Roma de Ciudad de México. Corrió a su casa y no le dijo a nadie lo que había pasado.

Todo la hacía sentir acorralada. Sentía que había quedado rota. “Estaba convencida de que todo había sido mi culpa y que nadie más me iba a querer», cuenta.

En ese momento no tuvo la fuerza ni halló los caminos para contarle a sus padres, maestros, amigos o autoridades.

Luego vinieron 4 años de infierno y silencio. Todo ese dolor, la tristeza y las dudas se las tuvo que comer sola.

Su entorno se pintó de gris y vino un intento de suicidio. Michelle odiaba su belleza, su ropa y todo aquello que ella sentía que podría despertar el deseo sexual. Ella tenía una necesidad imperiosa “de ser invisible a los hombres”.

“Si mis padres lo hubieran sabido, me habrían ayudado. Para ellos, saberlo años después fue muy doloroso, porque no es que yo viviera en una familia que no me apoyara, o que no fuera sensible. Lo que pasa es que uno a veces no tiene forma de hablarlo porque sientes que todo a tu alrededor te culpa(…) y al final no pudo ser puesto en manos de nadie más, para buscar apoyo, buscar contención”, dice Michelle, escritora, música y activista política.

Con el paso del tiempo, el silencio se convirtió en una ley autoimpuesta. A pesar de ello, Michelle pudo mantenerse en pie. Comenzó a escribir y a cantar, “para oír afuera de mí un ruido más fuerte del que había dentro de mí”.

“El silencio derivó en una gran carga de dolor emocional. Y entonces, durante mucho tiempo el dolor se convirtió en un valor estético, se volvió mi materia de estudio, mi materia de análisis. Todo lo que escribí en ese tiempo tenía que ver con el dolor, con una necesidad personal, una búsqueda de explicaciones”, dice Solano.

La intervención terapéutica de Michelle llegó cuando ella tenía 21 años y era estudiante universitaria. La bruma por la violación seguía ahí, pero ella se aferró al arte y a la terapia; después conoció a más sobrevivientes. Ayudar a otras mujeres fue para ella “la tabla de salvación definitiva”.

“Comencé a ayudar a otras personas a encontrar el camino del proceso terapéutico o a hacer acompañamiento para denuncias; a encontrar la institución adecuada, el especialista», comparte Michelle. «Intento ser la persona que me hubiera gustado tener a un lado cuando eso me ocurrió”.

A sus 43 años, Michelle es una mujer esbelta con voz firme y una mirada profunda. Nos habla desde un jardín en su casa en Tepoztlán, Morelos, donde dedica horas a su próximo libro, al canto y al cuidado de su hija. El resabio por la violación nunca desaparecerá y ella está consciente de eso, pero sigue en pie. Sabe que aquel episodio no la define, que no fue su culpa, que ella no hizo nada para provocarlo y que no lo merecía.

“La experiencia está ahí, creo que está absolutamente trascendida, no tengo ningún rencor en mi corazón, no siento odio por mí misma, ya no odio mi cuerpo, ya no siento eso que antes me quemaba por dentro”, reflexiona Michelle Solano.

Pero no solo es ella. Miles de mujeres sobrevivientes de violación en México han atravesado o se encuentran en un proceso para superar la agresión. “No es algo de lo que te curas, no hay una receta de cocina para sanar. Aprendes a vivir con esto”, dice Adriana Núñez, coordinadora del área de Capacitación y Difusión de la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas (Adivac), con 28 años de experiencia en la atención, detección, prevención y capacitación de la violencia sexual.

Núñez detalla que el proceso de recuperación es largo y requiere del acompañamiento social para lograr recuperar la confianza en el entorno y desarticular la sensación de víctima que deviene de un hecho traumático de esta naturaleza.

“Las mujeres deben de lidiar primeramente con la culpa y el estigma social, y por eso muchas veces lo mantienen en silencio, agravando los signos y síntomas”, explica la especialista.

En México, cada día se abrieron 30 carpetas de investigación por violaciónen el lapso que va del 1 de enero de 2016 al 30 de noviembre de 2018, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

De acuerdo con estos datos, en 2018 se registraron 10 mil 748 casos (hasta noviembre), mientras que en 2017 la cifra fue de 10 mil 722, y en 2016 se reportaron 10 mil 897 violaciones.

Sin embargo, el nuevo gobierno federal cambió la metodología, basándose en llamadas de emergencia realizadas al 911 y no en carpetas de investigación. Con este nuevo modelo solo se reportan 10 mil 891 casos, de enero de 2016 a noviembre de 2018; es decir, en ese mismo periodo de casi tres años. Solicitamos una explicación de estos datos a la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana federal pero no obtuvimos respuesta.

Adriana Núñez señala que en el país no existe una cifra exacta ni una metodología estandarizada. “Difícilmente una metodología te va a poder dar cuenta de la gravedad del fenómeno y hay un sesgo dentro de las propias instituciones públicas de no querer registrarlas”, agrega.

¿No lo quieres ver?

Con 33 años, Aida Mulato ha tenido que cambiar muchas cosas de su vida, que quizá no habría tenido por qué. Primero, tuvo que modificar las rutas por donde antes caminaba en la colonia Roma, Ciudad de México, para no encontrarse de frente con el hombre que la violó, su antiguo doctor y amigo.

También dejó de frecuentar a amistades que la cuestionaron, personas cercanas que le pidieron que lo olvidara, que lo dejara pasar, que no hablara de ello. Tuvo además que dejar de ir con la psicóloga que no le dio contención, y prescindió de los servicios de seis abogados que no querían llevar su caso.

También ha tenido que ser fuerte y soportar a un sistema de justicia que no le cree y que descartó su agresión, en un peritaje de apenas cuatro líneas.

Aida cree que las autoridades quieren archivar su caso porque no denunció al momento de la agresión. Pero ¿cómo podía denunciar? Luego de que su doctor y entonces amigo la violó, ella estuvo en shock varias semanas. Tuvieron que pasar meses para recuperar fuerzas, conciencia y acudir a las autoridades de CDMX.

“Inicialmente la atención —porque fue un grupo de licenciadas— fue muy buena, pero la psicóloga que tenía que hacer el peritaje no hizo una buena labor, porque no ligó los hechos. Ella reconoce que tengo rabia, enojo, tristeza, coraje, impotencia, pero no lo liga a los hechos de la violación (…) Entonces ahí puedo decir que no están haciendo bien su trabajo, podría decir que hizo ese peritaje porque quieren archivar mi caso”, recuerda Aida.

Ella se ha enfrentado a un sistema con diferentes instituciones que no están coordinadas entre sí. Ejemplo de ello es que para la fiscalía especializada ella no sufrió violación, pero al acudir a la Clínica Condesa y al Instituto Nacional de Psiquiatría sí se pudo comprobar el delito. Aún falta el peritaje del Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales (CTA).

“No están articuladas las instituciones de gobierno, porque cada una te dice algo distinto. En el caso de Clínica Condesa y el Instituto Nacional de Psiquiatría sí coinciden, de hecho, el último peritaje es más grave porque los trastornos que me identificaron ya se agudizaron”, relata Aida.

Ella narra que además acudió con cuatro abogados varones y dos mujeres. No querían llevar su caso o simplemente no creían del todo en sus palabras. Después de un año de búsqueda, solo una abogada aceptó el reto y sigue con Aida.

Es un proceso muy solitario, nadie quiere saber qué es lo que está pasando. Nadie quiere saber qué fue lo que me pasó a mí, nadie quiere saber qué es lo que les está pasando a las mujeres», dice. “Solo quieren estar detrás, viendo a lo lejos”.

Aida es emprendedora. En los últimos ocho años, se ha encargado de gestionar proyectos culturales e impulsar el trabajo de artesanos mexicanos. También ha hecho diferentes proyectos que visibilizan a los 68 pueblos indígenas y a las mujeres. Por eso, en su colonia, todos la conocen. Ella camina y todos la saludan, los albañiles de las obras, los comerciantes, restauranteros, las madres que van por sus hijos a la primaria. Su casa es un punto de encuentro de músicos, artistas, amigos que se toman un descanso para tomar un vaso con agua y hablar de cosas de la vida. Porque Aida es de esas personas que escucha, que tiene siempre un rostro afable para animar cualquier mal día.

A pesar que la denuncia que interpuso ante la Fiscalía Central para la Atención de Delitos Sexuales de Ciudad de México parece no avanzar, ella se ha aferrado a sus proyectos artísticos para mantenerse a flote. También regresó a las aulas, a un diplomado sobre violencia.

«Me ocupo pintando, bordando, leyendo, estudiando, bailando, y para mí ha sido bien bonito ver que el coraje que he tenido durante este año se ha transformado en murales en la calle que justamente buscan darle voz a las mujeres, que las hacen visibles. Yo no quiero entrar en un proceso de odio, de enfrentar esto con más enojo”, dice Aida, un mujer de mediana estatura, piel morena y cabellos largos y brillantes como azabaches que contrasta con su vestimenta multicolor hecha por manos de artesanos de Chiapas, Guerrero u Oaxaca.

Aida ha tenido que construir su proceso de recuperación desde sus proyectos personales y no desde la atención gubernamental que le ofrece el gobierno de Ciudad de México. Pero no se trata de un hecho aislado, pues la experta Adriana Núñez nos dice que desde Adivac han detectado que el gobierno mexicano tiene una deuda en la atención de sobrevivientes de violencia sexual.

“Adivac recibe diariamente contacto por medios electrónicos de diferentes partes del país solicitando atención o canalización para la atención a la violencia sexual, sin embargo, quedan sin poder atender ya que no existen capacidades institucionales. Asimismo no se cuenta con formación especializada dentro de las universidades para atender este tipo de trauma que es tan específico y que requiere un acercamiento especial más allá de lo clínico, en lo social y comunitario”, refiere Núñez.

Es muy importante hablar de la violencia sexual en el ámbito público, agrega Núñez, pues por tratarse de sexualidad, hay muchos mitos que reproducen la culpa y la estigmatización a las víctimas y perpetúan la impunidad, tanto legal, como social.

«Para 2016, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) reporta en Diagnóstico de la Violencia Sexual en México un 97% de impunidad en los delitos sexuales, cifra que se deriva solamente de los casos que se denuncian, sin embargo; hay un alto índice que casos que jamás se hablan por miedo”, ejemplifica.

La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de la ONU emitió una recomendación al gobierno mexicano en julio de 2017 porque en muchos estados, la legislación que aborda la violencia de género contra la mujer sigue siendo “inexistente, inadecuada y/o mal implementada”.

Además, el documento agrega que en el país persisten marcos legales erosionados por la violencia de género, en ocasiones justificada por la tradición, la cultura, la religión y los fundamentalismos. El Comité hizo énfasis en que, todo lo anterior, abona a una cultura de impunidad.

Aida comenta que está consciente que puede que las autoridades no hagan nada en contra de su agresor. Y para ella sigue siendo difícil caminar por las calles. En ocasiones, la tristeza le ha impedido levantarse de la cama. Pero el miedo y la incertidumbre no la han dominado por completo y ha ido poniendo color a esos tramos sombríos por los que le cuesta transitar.

Ha ido recuperando sus espacios. Incluso, en diciembre pasado terminó junto con otros artistas un mural dedicado a las mujeres zapatistas, afuera de la estación Centro Médico. Un mural de fuerza y color que decidió pintar a un lado de la casa de su violador.

Cerrar ciclos

Más de dos décadas después de haber sufrido la violación, la pintora Margarita Nava regresó al lugar de los hechos. Ya no era aquel terreno baldío donde fue arrastrada por un desconocido y donde ella pensó que perdería la vida. Ahora era un edificio de departamentos, del cual salió una familia en su coche.

“Era la mamá, el papá, el hijo y hasta el perrito. Esa escena me impresionó mucho porque este lugar que para mí tenía una connotación tan negativa y tan dolorosa, era otro. La Margarita que estaba ahí de 40 y tantos años no era la Margarita de 19 que le tocó vivir la violación en ese mismo lugar. Entonces fue como cerrar el ciclo”, dice Margarita, una mujer madura de 49 años y de cabello ondulado, cuya risa llena la galería de arte donde trabaja.

Ella no recuerda exactamente la fecha en que ocurrió la violación, lo que sí tiene claro es cómo respondió su familia: “A las cuatro o cinco de ese mismo día, yo ya había estado con la psicóloga, con los doctores, fuimos a ver la posibilidad de la denuncia, pero yo no recuerdo cómo era la persona que me agredió, entonces me sentía sin elementos para poder denunciar, y yo recuerdo que al solo ver las instalaciones dije que no quería eso”.

«Lo que más me ayudó fue hablarlo, no ocultarlo, y sobre todo tener la atención profesional inmediata”, recuerda Margarita, quien además explica que el apoyo de la familia y sus amigos fue incondicional.

Solo reposó unos días. No esperó a que los golpes que tenía en el rostro sanaran. Tenía ganas de regresar a la universidad. Al entrar a clases, todo mundo la arropó. Ella les dijo que fue violada. Sus compañeros realmente estaban dolidos.

“Recuerdo mucha solidaridad, mucho apoyo, mucho amor. Yo tenía un amigo que era como el dealer de la escuela, el malote. Guapo, rompe corazones. Me acuerdo que yo platicaba con él, porque éramos amigos. (…) En algún momento en que estaba sola, él llegó y se sentó junto a mí y me dijo: ‘solo señálame quién fue y yo me encargo todo’. Le dije: ‘No, no, Tigre —así le decíamos—, no es alguien de aquí y es alguien que no podría reconocer’. Entonces me abraza y me dice: ‘¿Sabes que te quiero mucho? Me duele lo que te pasó’. Se levantó y se fue. Eso fue un gesto importante, porque quienes me apoyaron fueron mujeres y hombres”, narra Margarita.

Brenda Rodríguez Aguilar, doctora en Ciencias de la Salud especializada en género y violencia, explica que los procesos de recuperación son menos lentos cuando existen entornos con el apoyo de familia y amigos.

“Se debe profundizar en el concepto de resiliencia como proceso dinámico que depende no sólo de los factores personales de la víctima, sino también de que exista un entorno favorable y de que la intervención de los distintos agentes sea capaz de favorecer la autonomía y las condiciones que permitan a la persona desarrollar todas sus capacidades y fortalezas”, explica Rodríguez Aguilar.

Cada sobreviviente de violación tiene procesos distintos de sanación, dice la experta. Margarita Nava pudo cerrar el ciclo pero le tomó casi dos décadas, a Michelle Solano, 27 años, y para Aida Mulato es el comienzo. Ellas tres han tenido que ir transformado su entorno, incluso, para hacer visible la situación de violencia que sufren las mujeres cada día.

Las tres se consideran resilientes, un término que desde su punto de vista no solo tiene que ver con superar el dolor, sino con emplear ese dolor al servicio de los demás, unir fuerzas con más sobrevivientes y hacer del arte un megáfono de su experiencia.

*** En mexico.com estamos en contra de la revictimización y evitamos reproducir prejuicios, estereotipos y actitudes que culpan a quienes hemos entrevistado. Para este proyecto trabajamos de la mano tanto de expertas como de las sobrevivientes de violación. El reportaje y testimonios tienen el objetivo de hacer visibles los diferentes procesos a los que se han enfrentado. Buscamos promover una reflexión profunda sobre qué estamos haciendo ciudadanos, autoridades, profesionales de la salud mental y educadores al respecto del abuso sexual y de la violación. Este trabajo pone de manifiesto que los procesos de recuperación deben ser dinámicos, es decir, no solo dependen de las sobrevivientes, sino de todos nosotros.

Números de atención

Línea de emergencia 911

Asociación para el desarrollo integral de personas violadas, A.C. (Adivac) Tel. 56827969

La Casa Mandarina A.C. Tel. 52504859

Clínica Especializada Condesa Tel. 52716439 o 55158311

Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales Ciudad de México Tel. 52009634

Fiscalía Central de Investigación para la Atención de Delitos Sexuales de Ciudad de México Tel. 53468116

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