Todos debemos estar conscientes de que históricamente las mujeres han estado siempre relegadas, marginadas y sometidas. Las mujeres carecen de historia porque la historia de la humanidad ha sido desde tiempos prehistóricos misógina.
Cuando los historiadores y estudiosos han tratado de ver hacia atrás para dar con el pasado de media humanidad, lo que han encontrado ha sido peor que nada: estereotipos fielmente transmitidos por generaciones, en una especie de genealogía intelectual que va desde lo que piensa mi cuñado de su esposa hoy en día hasta la mitología griega sobre Medusa. La mayor parte de esta historia es una caótica, pesimista y desalentadora sucesión de afeites y modas: celestinas, brujas, prostitutas y adúlteras, reinas y vírgenes, obedientes esposas, madres abnegadas, monjas recluidas, reinas de belleza y objetos publicitarios que no dejan mucho espacio a la discusión y a la reivindicación feminista.
Así, el resultado es concluyente: la mitad de la humanidad no aparece en la historia, sino vista siempre en función de la otra mitad. Hombres, los ha habido de todas clases: artistas, esclavos, científicos, políticos; pero las mujeres han sido, ante todo y antes que nada, mujeres. Una mujer, en general, se identificaba como hija de su padre, mujer o viuda de su marido, madre de sus hijos y hasta ahí, y eso se comprueba porque incluso tienen su día —como los abuelitos y los elefantes—, como si ser mujer las determinara o como si fuera más importante que todo lo demás. El hecho es, como dicen Bonnie S. Anderson y Judith Zinsser: “La ideología de la inferioridad de las mujeres estuvo tan profundamente arraigada en la estructura de la vida de hombres y mujeres, que pocos la cuestionaron».
Pero no todo está perdido
Aunque la mayoría de las mujeres ha tenido que manipular, agradar, soportar, chantajear y causar lástima aceptando así su condición dentro de este mundo y sobrevivir, algunas han legado más que eso, confiriendo a sus vidas valor y poder pese a la desventaja de su sexo; para muestra están Safo, Hidelgarda de Bingen, Juana de Arco, Cleopatra, sor Juana Inés de la Cruz, Mary Wollstonecraft, Isabel de Inglaterra, Jane Austen, Emily Davidson, Mata-Hari, Alexandra David-Néel, Rosa Bonheur, Marie Curie, George Sand, doña Josefa Ortiz de Domínguez, Margaret Thatcher, mi tatarabuela Luisa —que se hizo rica con la cochinilla en las Islas Canarias— y muchas más que quiera agregar a la lista.
Eso sí, el mundo no puede dividirse por sexo porque esta clasificación es pobre y poco significativa; además, ya no se justifica. Es más divisible en términos de educación, ignorancia, ideología, inteligencia, conciencia, juicio, y en eso tanto hombres como mujeres pueden rifársela para uno y otro lado. No hay nada que hacer al respecto porque si examinamos a los hombres pasa lo mismo. Como bien dice Jorge Ibargüengoitia: “la inteligencia es asexual”.
Del machismo a la misoginia
Pero, como decía al principio, lo que es insoslayable es el hecho de que la sociedad ha sido machista y en ésta se ha insertado la tradición misógina, y tomando en cuenta esto, me he dado a la tarea de recopilar una selección de frases en contra de las mujeres; algunas ciertas, otras no tanto y muchas otras que reflejan el miedo que se les tiene desde tiempos ancestrales. Disfrútelas y eso sí: no se las tome demasiado en serio.
“Yo no creo en algo que sangra más de tres días y no muere”.
Mr. Garrison en South Park
“Misógino: hombre que odia a las mujeres tanto como ellas se odian entre sí”.
H. L. Mecken
“La hembra es hembra en virtud de cierta falta de cualidades. Es un hombre inferior. La naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres”.
Aristóteles
“La mujer es un hombre frustrado, un ser ocasional”.
Santo Tomás de Aquino
“Las mujeres, como las escopetas: siempre cargadas y detrás de la puerta”.
Refrán popular
“Una vez que ambos os hayáis retirado a la habitación, prepárate para la cama lo antes posible (…) si él siente la necesidad de dormir que sea así, no le presiones o estimules la intimidad. (…) Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la tuya. Cuando alcance el momento culminante, un pequeño gemido por tu parte es suficiente para indicar cualquier goce que hayas podido experimentar. Si tu marido te pidiera prácticas inusuales, sé obediente y no te quejes”.
Pilar Primo de Rivera (Ideario Opus Dei)
“Así como la Iglesia está sometida a Cristo, así sean sumisas en toda cosa las mujeres a sus maridos”.
San Pablo
“La Naturaleza quiso que las mujeres fuesen nuestras esclavas, son nuestra propiedad, nos pertenecen tal como un árbol que pare frutas pertenece a su granjero”.
Napoleón Bonaparte
“La mujer, no estando oprimida, propende instintivamente a ser déspota”.
Honorato de Balzac
“No hay manta ni saya que peor siente a la mujer o a la doncella que querer ser sabio”.
Martín Lutero
“Hay un principio bueno que ha creado el orden, la luz y el hombre, y un principio malo que ha creado el caos, las tinieblas y la mujer”.
Pitágoras
“La mujer es un animal de ideas cortas y cabellos largos”.
Arthur Schopenhauer
“Dios y la naturaleza dieron a la mujer diversas labores que perfeccionan y complementan la obra encargada a los hombres”.
Juan XXIII
“Cojera de perro y lágrima de mujer, no son de creer”.
Refrán popular
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Minificción
Siempre tuvo la razón
Victoria García Jolly
Giordano Bruno —que desde hace siglos arde en el Infierno luego de haber sido condenado a la hoguera por suponer que más allá del Sol había otros planetas y soles, con su propia Tierra, su propio Dios y su propia Iglesia— está de muy buen humor en estos días pensando en lo maravilloso que es tener la razón, ahora que la NASA y la UNAM han esparcido la noticia que confirma la existencia de un sistema planetario a 40 años luz del nuestro: con su propio Sol, su propia Tierra, su propio Infierno, en el que el propio Giordano Bruno piensa, a su vez, lo maravilloso que es tener la razón.
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El exonario
Oribasia
Las raíces de esta palabra provienen del latín os, ‘boca’, y basio ‘besar’. “Sensación de haberle dado un beso en la boca a alguien”. En ciertas ocasiones sucede que la velocidad del saludo o el movimiento mal coordinado de las cabezas de los implicados provocan que el beso se imprima en alguna otra porción del rostro, a veces hay un choque de narices o alguna situación incómoda similar. Dada la velocidad o la torpeza del saludo, resulta muy difícil saber a ciencia cierta si el beso se dio de forma equivocada, quedando sólo una sensación de extrañeza y vergüenza. A este fenómeno se le conoce como oribasia.
“Creo que acabo de cometer oribasia con mi suegra”.
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