Lo que se espera de nosotras

De nosotras, las que nos asumimos feministas o más o menos feministas o feministas en ciernes o simplemente mujeres hartas y cansadas de ser víctimas, se espera una congruencia forjada a hierro y fuego. Se espera que no nos contradigamos, que tengamos claro el camino a seguir aunque lo vayamos recorriendo por vez primera, que uno tras otro nuestros argumentos se sigan con una concatenación lógica innegable y estricta. Cuidado con fallar o dudar, porque ponemos en riesgo nuestro movimiento (porque es solo un movimiento, tiene que ser solo uno, aunque las mujeres seamos plurales, distintas), peor aún, la propia reputación.

De nosotras se espera que sepamos exactamente cómo debemos actuar ante todas las circunstancias. No importa que estemos enojadas, desesperadas y hartas: no podemos equivocarnos. Parece que tenemos que seguir sentándonos con las piernas cerradas del alma.

Dejo el plural para hablar solo por mí. Como dije, somos distintas, somos individuos, personas independientes. Estamos juntas pero incluso dentro de nuestros grupos hay matices y opiniones diferentes.

Cuando esta ola de denuncias comenzó, con las acusaciones a Herson Barona, decidí apoyar a quien fuera que hubiera hecho la denuncia anónima, porque una de mis mejores amigas también había sido víctima de ese wei. De primera mano estaba completamente segura de las culeradas que era capaz de hacer; vaya, las vi pasar en vivo y en directo. Me ocupé de dar RT, aboné con algunas opiniones y vi cómo las denuncias empezaron a multiplicarse, a ramificarse y extenderse a diferentes gremios. Publicistas, periodistas, cineastas, escritores, músicos: parecía que no había un solo grupo que no albergara pederastas, violadores y golpeadores.

Quien crea que vivir esto como feminista es fácil es un estúpido. Quien crea que reconocer que entre tus propios amigos y familiares hay conductas gravemente machistas es algo que se hace con una mano en la cintura es, repito, un estúpido. Quien crea que esto no nos duele y no nos afecta no tiene idea de nada. Mantener una postura respecto a las violencias machistas es complicado y no es algo que podamos dominar de un día para otro. Ni como feministas ni como sociedad.

Las últimas semanas han sido complicadas y esto me ha afectado a nivel anímico y profundamente personal. Entre los hombres acusados vi amigos míos, muy buenos amigos. Hombres en los que confío plenamente pero por los que no voy a poner las manos en el fuego porque no puedo. ¿O acaso podemos afirmar saber lo que alguien hace las 24 horas del día? Ni siquiera cuando tenía pareja podía afirmar eso, ni cuando vivía con mis dos hermanos.

Uno de mis amigos más cercanos tuvo un episodio de ansiedad por haber sido acusado de algo que no hizo, a otro lo obligaron a firmar su renuncia de forma completamente injusta. Estas situaciones, si bien incomparables con el sufrimiento que una mujer violentada experimenta, también son consecuencias [indirectas] de un sistema judicial que no funciona, que no hace justicia a nadie, que no puede diferenciar a culpables de no culpables y nos obliga a tomar otras vías de denuncia.

El suicidio y la última carta de Armando Vega Gil terminaron de hacer que me diera cuenta del largo camino que nos queda por recorrer. No que no lo supiera, pero ahora la verdad me cae contundente y dolorosa: esto es un pinche desmadre. La inmediatez de las redes sociales me llevó a enterarme de cómo se suicidó, dónde, por qué. En instagram vi a una amiga querida compartir fotos con él, expresando la alegría de haber convivido con un ser humano que se ve bondadoso y sonriente. Sí, yo les creo a ellas, pero ¿qué pasa cuando ellas tienen diferentes puntos de vista, muchas veces irreconciliables? A fin de cuentas: ¿quiénes son ellas?

Esa misma inmediatez nos impidió guardar silencio para recogernos y pensar. Pensar. Lo que más necesitamos en este momento es pensar, escribir, hablar. Pero no, de repente empecé a ver tuits de personas que se alegraban ante el hecho de que una persona se había quitado la vida. Recuerdo que una vez dije, después del suicidio de Anthony Bourdain, que entendía por qué la gente se mata: el mundo es horrible. Fue una muy mala opinión que manifestar, una de esas cosas que uno puede pensar pero debe ser muy cuidadoso al momento de sacarlas. Todo por abrir el hocico rápido, por tener una opinión, por no detenerme a pensar.

Uno de mis amigos, que sé que es bienintencionado y poco patán, me dijo el otro día que al leer mi Twitter había notado una contradicción. Que una semana me le fui encima a alguien y a la otra me puse a proteger a un amigo de las acusaciones. “Te contradijiste”. Y pues claro que sí. No estoy en contra de un género entero, estoy en contra de los hombres que hacen daño. Me parece que tengo derecho a estar confundida y tengo derecho a trastabillar y a equivocarme y a no cumplir con “lo que se espera” de mí. Estoy en entrenamiento. Todos y todas deberíamos estarlo. Todos y todas deberíamos estar dispuestos a escuchar y entender, o por lo menos intentarlo.

Estamos enojadas. Estamos encabronadas. Pero también somos inteligentes y poseemos criterio y estamos formando a niñas y adolescentes que se van a quedar en nuestro lugar en el futuro. A nosotras nos toca cargar con la ira y la desesperación, pero yo espero, deseo, me gustaría que las mujeres que vienen después de nosotras dediquen más tiempo a pensar y menos a revolverse el estómago de ira y rencor.

Ahora, sumado a todo, tengo un miedo diferente. Un miedo a estar entendiendo mal el feminismo; a defraudar a las “verdaderas” feministas, sea lo que sea que eso signifique; a que mi postura sea tildada de tibia e inútil.

¿Qué se espera de nosotras? ¿Qué espero de las demás? ¿Qué espero de mí?No voy a dejar de preguntármelo y no voy a dejar de pensar. No voy a dejar de escribir. No voy a dejar de hablar de esto con mis amigas y amigos, de revisarlo desde diferentes perspectivas. No dejaré de escuchar. Por momentos me recogeré y dudaré, me desdiré o reiteraré lo que haya dicho. Seré compasiva conmigo cuando me equivoque y seguiré adelante.

También me callaré cuando sienta que debo callarme, como en este momento.

Toda la información e imágenes son de medium.
Link original: https://medium.com