«No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedan imponer a la libertad de mi mente»: la escritora Virginia Woolf, de la que se cumplen 140 años de su nacimiento, está más vigente que nunca. Su defensa del feminismo, de la necesidad de un espacio propio para ser libres o la revolución que supuso su literatura hacen que nunca pase de moda.
El nombre de Virginia Woolf está vinculado tanto a una corriente de renovación literaria que cambió la prosa a principios del siglo XX como al feminismo, de la que se considera una de las principales pioneras. Nació el 25 de enero de 1882 en Londres como Adeline Virginia Stephen, hija de un historiador y una enfermera. Fue educada en casa, leyó muchos de los volúmenes de la biblioteca victoriana de su familia y de joven, se la recuerda como una muchacha creativa y curiosa: se inventó un periódico para contar las noticias de su familia llamado Hyde Park Gate News.
Pero pronto empezaron los problemas, pues sufrió abusos sexuales por parte de sus hermanastros, su madre murió cuando ella era adolescente (lo que le provocó sus primeros problemas mentales) y, dos años después, otra hermanastra. Estudió en el King’s College, donde entró en contacto con un grupo de feministas que estaban intentando emprender reformas educativas. La muerte de su padre le provocó otra crisis mental que le llevó a ser ingresada por primera vez.
Los tres hermanos Woolf se mudaron a Bloomsbury, donde Virginia conoció a varios intelectuales del Grupo de Bloomsbury: el crítico de arte Clive Bell, el novelista E.M. Forster, el pintor Duncan Grant, el biógrafo Lytton Strachey, el economista John Maynard Keynes y el ensayista Leonard Woolf, con quien se casó en 1912. Tres años después publicó su primera novela, ‘Fin de viaje’, en el que ya experimentó con herramientas literarias. En 1917, los Woolf crearon su propia editorial, Hogarth Press, en la que publicaron algunas de sus obras, así como las de Sigmund Freud, Katharine Mansfield y T.S. Eliot.
Tras mudarse al campo, a Rodmell, en 1919, Woolf publicó ‘Noche y día’, ambientada en la Inglaterra eduardiana, y en 1922 llegaría ‘La habitación de Jacob’. Fue un año muy importante para ella, pues conoció a la escritora, poeta y paisajista Vita Sackville-West, musa de su novela ‘Orlando’ que primero se convertiría en su mejor amiga y después en su amante. Su relación terminó pero fueron amigas hasta la muerte de Virginia. Su siguiente obra fue ‘La señora Dalloway‘, por la que recibió excelentes críticas, y en 1928 publicó ‘Al faro’ y ‘Orlando’, en 1928.
‘Una habitación propia‘ (1929) sería el ensayo que marcó su nombre, en el que reflexiona sobre la independencia económica y personal que las mujeres necesitan para poder escribir tranquilamente. En 1931 publicaría una mezcla de obra de teatro y poesía, ‘Las olas’, mientras que en 1937 llegaría su última novela publicada en vida, ‘Los años’, sobre la historia de una familia a lo largo de una generación.
Su trabajo como intelectual le llevó no solo a escribir novelas y ensayos, sino también a dar conferencias en colegios y universidades y a redactar numerosos relatos. Fue reconocida por su capacidad para equilibrar escenas oníricas con tramas de gran tensión, pero su enorme éxito no impidió que siguiera padeciendo problemas de salud mental. Se suicidó en 1941 y, aunque pasó unos años en el olvido, su nombre fue recuperado en la ola feminista de los años 70 y ya desde entonces no ha pasado de moda.
¿Por qué Virginia Woolf sigue siendo moderna?
Por ser pionera del feminismo
En sus libros, Virginia Woolf se interesó por la vida interior de las mujeres, por sus emociones. Y lo hizo no solo expresándolas, sino escribiendo frases que surgían del pensamiento de ellas. La autora británica, además, supo ser progresista dentro del feminismo y hablar, en ‘Una habitación propia’, de algo de lo que se hablaría muchos años después: la diferencia de salario entre hombres y mujeres que no permitía a ellas ser independientes.
En ‘Tres Guineas’ (1938), una carta en la que responde una duda sobre cómo evitar la guerra, asegura que no se trata solo de pacifismo, sino de valorar sus ideas políticas que, solo por ser mujer no se tienen en cuenta. Escribió: «Detrás de nosotras se encuentra el sistema patriarcal; la casa privada, con su nulidad, su inmoralidad, su hipocresía, su servilismo. Ante nosotras está el mundo público, el sistema profesional, con su posesividad, sus celos, su pugnacidad, su codicia».
Por su estilo de vida
En la época en la que vivió Virginia Woolf, las mujeres tenían pocos derechos, pero ella supo convertir esa dificultad en una fortaleza. No pudo participar en la Primera Guerra Mundial, un acontecimiento bélico del que escribieron todos sus contemporáneos, pero ella le dio la vuelta al contratiempo en ‘La habitación de Jacob’, donde habló de cómo la guerra había afectado a la vida doméstica. Aunque fue criticada por no hablar del conflicto de forma más directa, siguió haciendo lo que consideraba.
Además de reconocer abiertamente su relación con su amiga Vita Sackville-West, tuvo un punto de vista realmente moderno sobre la identidad de género -algo que definía como fluido-. En una carta explica que los deseos de género son a menudo una fuente de violencia, como desarrolló en ‘Fin de viaje’. Por otro lado, defendió el poder del individuo para tener sus propios criterios sobre cualquier cosa, por encima de lo establecido, algo de lo que ella misma fue ejemplo pues mantuvo siempre sus puntos de vista a pesar de que la criticaran por no tener formación universitaria.