La mortandad de mujeres, por causas exclusivas del género

La situación social de las mujeres en el mundo es bastante precaria, las afectaciones que estas desigualdades generan en su salud y como esto acrecienta la precariedad es escalofriante.

En días recientes comentábamos al respecto de algunos de los padecimientos más mortales para las mexicanas, destacando que en la mayoría de los casos responden a condiciones exclusivas de nuestro género, es decir somos vulnerables por el sólo hecho de ser mujer.

Podemos asegurar que la transición epidemiológica también nos ha beneficiado, pero hay causas de muerte que el desarrollo económico y social no han logrado abatir y siguen cobrando la vida de miles de mujeres al año. Lo anterior se fundamenta en la imperante desigualdad social, en la pobreza, y en la privación o negación al ejercicio pleno de los derechos de las personas que depende meramente de su género o condición social.

Cabe destacar que de acuerdo con la Secretaría de Salud Federal la primera causa por la que las mujeres acuden a consulta en el sistema público son las infecciones respiratorias agudas, que incluyen desde faringoamigdalitis y asma hasta neumonías y bronconeumonías, pero quisiera destacar la segunda causa que responde a enfermedades perfectamente prevenibles: infecciones en vías urinarias, que reflejan la necesidad de incrementar el acceso al agua y el acceso a hábitos de higiene e información adecuada, por último en tercer lugar se ubican las infecciones intestinales, que también se encuentran entre los primeros lugares sin diferenciación de género.

Cuando hablamos de la principal causa de mortalidad general entre los mexicanos sabemos que son las enfermedades cardiovasculares y aún cuando su presencia es mayor en hombres (58% de la población con enfermedades cardiovasculares es masculina), más mujeres mueren por causa de éstas, es decir para nosotras éstos padecimientos son más mortales.

La segunda causa de muerte son los tumores malignos, donde la lista es encabezada por el cáncer de mama y el cáncer de cuello uterino, ambos con estrategias nacionales para su detección temprana y su tratamiento adecuado, aún cuando estos padecimientos pudieran tener una sobrevida exitosa debido al acceso a terapias innovadoras que permitan detener su avance, en la mayoría de los casos las mujeres acceden a los servicios tardiamente debido a tabúes y creencias tradicionales al respecto de la autoexploración o la prueba de papanicolau, incluso por vergüenza en la consulta con un profesional de la salud.

Si nos referimos a causas violentas de mortalidad también podemos identificar un amplio rezago de las mujeres en el acceso a la justicia, ya que en los últimos diez años, en promedio cada cuatro horas ocurre la muerte violenta una niña, una joven o una mujer adulta. Es urgente reconocer que tan sólo en l a zona centro del país que incluye a la Ciudad de México, Estado de México, Guerrero, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala, se concentra el 35% de la incidencia nacional de muertes violentas de mujeres.

Estrategias van y vienen al respecto de la necesidad de disminuir el ejercicio de la violencia contra las mujeres que en casos extremos las lleva a la muerte, ya sea en las calles, en sus casas, en sus trabajos, en espacios públicos o en el transporte. De acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 38 por ciento de los asesinatos de mujeres en el mundo son cometidos por sus parejas. En México, también se ha identificado a los compañeros sentimentales —novios—, familiares directos, compañeros de escuela o del trabajo, alguna autoridad escolar o laboral y personas conocidas como los principales responsables, reconociendo que 43.1% de las mujeres que viven en pareja han sufrido violencia de parte de sus compañeros.

La situación social de las mujeres en el mundo es bastante precaria, las afectaciones que estas desigualdades generan en su salud y como esto acrecienta la precariedad es escalofriante, pues la red social de apoyo construida en las últimas décadas por los estados nacionales se ha ido desmantelando con la reducción de apoyos sociales como es: el acceso a métodos anticonceptivos o el acceso a estancias infantiles que afecta particularmente a las mujeres en su lucha por acceder a trabajos formales con los beneficios en seguridad social que éstos conllevan.

En la actualidad los programas de transferencias económicas directas que, de acuerdo con sus promotores,  eliminan «la terciarización», no permiten a los grupos más vulnerables acceder a servicios de calidad simplemente porque lo que se transfiere no es suficiente y el mercado no se adecuará a la baja para brindar los servicios, lo que una vez más limita a las mujeres en el proceso de desarrollo. El recorte de 18% respecto al año anterior en el proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2020 en programas de salud sexual, materna y reproductiva enfocados a disminuir el embarazo no planeado, la mortalidad materna y los dos cánceres más mortales en mujeres mexicanas no son una señal de que la agenda de derechos de las mujeres esté avanzando. Celebramos, sin duda, que cada vez más mexicanas tengan derecho a un aborto seguro y legal, pero siempre consignaremos el acceso desigual a los servicios básicos, pues lo que se gana con derechos debe contar con asignaciones presupuestales, sino en los hechos nunca será una realidad.

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