Importante mecanismo establecido en la ley desde 2007, para poner fin a la arbitrariedad, a la impunidad y a la indiferencia. Al asesinato de mujeres por ser mujeres. Misoginia, que al decir del sociólogo Allan G. Johnson, “es la parte central de los prejuicios e ideologías sexistas y, como tal, es una de las bases para la opresión de las mujeres en las sociedades dominadas por hombres. La misoginia se manifiesta de diferentes maneras, desde bromas a pornografía, violencia y el sentimiento de odio hacia su propio cuerpo al que las mujeres son instruidas a sentir”.
La alerta ha sido muy eficiente para hacer visible lo insoportable. La alerta misma es insoportable, pero no por eso deja de ser indispensable. Las múltiples resistencias a declararla lo demuestran. Hoy dicen que no ha dado resultados. No los esperados, pero ¿por qué molesta tanto a quienes tienen el poder? Si ha incidido en la política criminal, en los medios de comunicación y en las conciencias. Pero aún falta.
En la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre el caso de Mariana Lima (2015), se estableció el criterio de que toda muerte violenta de mujeres debe ser investigada como feminicidio. Aún no se cumple ampliamente, hay que insistir. Pocas plumas se atreven hoy a calificar de “crimen pasional”, lo que a todas luces, es un asesinato sin disculpa; casi nadie duda de que “ser mujer significa vivir en desigualdad y con el riesgo de ser acosada en el transporte público, secuestrada, desaparecida, violada y/o asesinada”.
En la academia se insiste en que se hable de lo que la ley califica de violencia feminicida: “forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres”.
Margarita Bejarano Celaya apunta que “se necesita cambiar el uso del término femicidio como un acto aislado que coarta el ejercicio de derechos de las mujeres y las priva de la vida, hacia la utilización del de “violencia feminicida”, que debe entenderse como la forma extrema de violencia hacia las mujeres y que puede culminar con su muerte profana, aunque no necesariamente”. Importante reflexión, pues aún en los casos ocurridos en el servicio de transporte público, los perpetradores pudieran calificar como violentadores frecuentes.
La AVG, según la ley, “es el conjunto de acciones gubernamentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia feminicida en un territorio determinado, ya sea ejercida por individuos o por la propia comunidad”. Si las acciones gubernamentales no han dado el resultado esperado, lo que hay que hacer es instrumentar otras acciones, que con la experiencia ya obtenida, resulten mucho más efectivas. El objetivo fundamental es “garantizar la seguridad de las mujeres, el cese de la violencia en su contra y eliminar las desigualdades producidas por una legislación que agravia sus derechos humanos”.
Rita Segato (2003) dice que la violencia moral es el más eficiente de los mecanismos de control social y de reproducción de las desigualdades, “por su sutileza, carácter difuso y su omnipresencia, su eficacia es máxima en el control de las (personas-mujeres) subordinadas”.
La relación entre los roles sociales y la moral crean los estereotipos femeninos, tan difundidos por los medios, a través de los cuales se sanciona y se autorregula la conducta de las mujeres, por los que son aceptadas y validadas. En caso de no acatar dichos estereotipos, tendrán que enfrentar la violencia moral, la condena, que no dejará marcas visibles, pero en muchas, mina la autoestima, la confianza, la capacidad de acción y búsqueda de autonomía. Éste es el malestar que manifiestan en sus vidas como vacío y frustración por asumir la subordinación sin resistir, ya sea por imposición, por propia seguridad o por ignorar sus derechos, aun por amor. Pierre Bourdieu afirma que esto no se puede aliviar por la simple fuerza de voluntad. La desigualdad se perpetua por y perpetua la violencia. Urge incidir en la cultura.
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