Autor: Editora

  • Mujeres ocupan sólo 6% de puestos directivos en el sector salud

    Mujeres ocupan sólo 6% de puestos directivos en el sector salud

    En México solamente 6 por ciento de las mujeres en el sector salud ocupan posiciones directivas, y en esos niveles existe una brecha salarial de 18.33 por ciento.

    Lo anterior son algunos de los datos revelados en el estudio «El sector salud: un ambiente disparejo para las mujeres».

    El análisis detalla “por cada 100 pesos que un hombre gana en puestos directivos las mujeres perciben 81.67”.

    Remarca que “las brechas salariales por sexo son persistentes en el sector, en casi todas las ocupaciones, a excepción de enfermería”. En general “los hombres tienen una mayor percepción salarial que las mujeres, sobre todo en puestos directivos”.

    Al presentar la iniciativa Medicina con M de Mujer, que busca visibilizar la “enorme relevancia de las mujeres y su triple rol en la salud: como paciente, como cuidadora y como trabajadora”, se destacó que “97 por ciento de los enfermos en el mundo son cuidados por una mujer”, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

    El análisis remarca el papel fundamental de las mujeres, sobre todo en las instituciones hospitalarias directamente comprometidas con la atención clínica de la población.

    La propuesta intenta “generar una conversación pública en torno a la baja participación de las mujeres en posiciones directivas en hospitales públicos y privados, así como la brecha salarial que siguen experimentando la mayoría de las mujeres en este sector”.

    Sofía Ramírez Aguilar, directora de la agrupación civil ¿Cómo vamos?, refirió que “las mujeres representan alrededor de dos terceras partes de las personas ocupadas en el sector salud” y añadió que el acceso de las mujeres a los puestos de dirección “generalmente está bloqueado dentro del sector salud por una inequitativa distribución del tiempo”.

  • Mujeres liberadas tardan hasta 5 años para obtener una identificación oficial; burocracia entorpece reinserción

    Mujeres liberadas tardan hasta 5 años para obtener una identificación oficial; burocracia entorpece reinserción

    “Si alguien sabe lo difícil que es conseguir una identificación, soy yo”, asegura Fabiola Ferruzca, quien apenas hace tres semanas obtuvo su credencial para votar del Instituto Nacional Electoral (INE), después de cinco años de vivir en libertad condicional sin tener cómo identificarse.

    En 2005, ingresó al penal de Barrientos y salió casi 13 años después, en 2017, del reclusorio de Neza Sur, mediante un beneficio por buen comportamiento pero bajo ciertas condicionantes, como firmar primero cada semana y luego quincenalmente y permanecer bajo tutela. Aún le restan ocho años para cumplir su sentencia en libertad, pero desde el inicio había querido retomar sus estudios. Sin la credencial del INE —que en México es el equivalente al carnet de identidad oficial— le fue imposible y, hasta ahora, cinco años después, podrá revalidarlos.

    Define su historia como “la clásica, en la que estás con la persona equivocada en el momento equivocado”. En este caso, esa persona era el padre de sus hijas, que entonces tenían tres y nueve años, un hombre violento que solía encerrarla. “En algún momento estuvo a punto de matarme”, recuerda. No sabe exactamente qué sucedió el día que terminó en el MP, y aunque pensó que ahí acabaría todo, la historia apenas empezaba: él la involucró en su declaración y ella fue sentenciada a 25 años por privación de la libertad.

    En ese momento, como toda persona sentenciada, perdió sus derechos políticos, es decir, a votar y ser votada. Antes, una vez dados de baja del padrón electoral, quienes habían sido liberados de manera condicionada no tenían acceso a una credencial del INE, que en México es también la identificación más común. Cuando, como en el caso de Fabiola, se sigue cumpliendo una condena en libertad, los derechos políticos permanecen suspendidos.

    En 2020, a partir de la sentencia SCM-JDC-1 050/2019 del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, el INE emitió los lineamientos para garantizar el derecho a la identidad de las personas suspendidas en sus derechos político-electorales y expedir credenciales únicamente con fines de identificación, sin derecho a voto. Aunque en el papel esta medida resuelve el tema, con frecuencia funcionarios del sistema penitenciario y defensores de oficio desconocen, niegan o desincentivan la posibilidad de este trámite, como le sucedió a Fabiola.

    La sentencia del tribunal afirma que el hecho de que una persona esté cumpliendo una pena privativa de la libertad, bajo un beneficio penitenciario que le da la posibilidad de estar libre, no le niega la calidad de ciudadanía mexicana, además de que la credencial para votar es el mecanismo que garantiza el derecho a la identidad.

    De acuerdo con información proporcionada por el INE, desde la emisión de los lineamientos y hasta el 8 de junio pasado, se han expedido 4 mil 897 credenciales a personas suspendidas en sus derechos político-electorales para ser utilizadas únicamente como medio de identificación: 4 mil 541 a hombres y 446 a mujeres. Al Estado de México corresponden 616: 560 a hombres y 56 a mujeres.

    Daniela Ancira, directora de la organización La Cana, asegura que el tema sigue siendo un obstáculo, porque más allá de las barreras legales a las que se enfrentan las personas liberadas para ejercer su derecho a la identidad, que están en apariencia resueltas con los lineamientos vigentes, es necesario eliminar barreras fácticas, como la falta de capacitación y sensibilización del personal del sistema penitenciario, de los defensores de oficio y de otras autoridades, que disuaden a las mujeres de atreverse siquiera a pedirla.

    Ancira recuerda el largo camino para lograr obtener la identificación de Fabiola, que empezó desde la complejidad para algo tan básico como ingresar al edificio en el que se encuentra el despacho que les ayudó con el trámite. “Llegamos y literalmente no podía ni subir, porque no tenía una identificación”, relata.

    Después, los obstáculos van de no poder entrar a una oficina a la imposibilidad de ser dada de alta en el Servicio de Administración Tributaria (SAT) o en cualquier instituto de seguridad social, hasta no poder ingresar a un trabajo donde lo primero que se solicita son documentos. Además, en el caso de Fabiola, los primeros en decirle que no podía tener acceso a una INE fueron las autoridades penitenciarias encargadas de recabar su firma cada 15 días, al igual que su defensora pública.

    “Dices: ‘no manches, voy a sacar la de la tercera edad y el INE no lo voy a obtener’; es parte del proceso y cuesta, pero hay gente buena que te apoya. Es el acceso al estudio, al trabajo, a decir ‘yo soy…’, pero ahora compruébalo; ni rentar una bicicleta puedes”, lamenta Fabiola.

    Con el miedo que sintió tras la advertencia, ella misma le pidió al despacho no hacer el trámite. Si bien el dicho de las autoridades penitenciarias no era verdad, al comprender su temor, sus abogadas y La Cana decidieron apoyarla para tramitar un pasaporte. Inicialmente, le pidieron una identificación, que no tenía, pero accedieron a validar su identidad mediante la mayor cantidad de documentos posible.

    Ella se dedicó a reunir todos los certificados y testimonios que pudo, pero cuando volvió a intentar el trámite, se topó de nuevo con la intención de disuasión de funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), quienes le aseguraron que el pasaporte se define como un documento de viaje, por lo que si lo expedían, podría alertar al juez de una posible fuga. Después de la larga travesía, Fabiola finalmente se animó a tramitar el INE.

    Sofía Torres y Guadalupe Lecona, sus abogadas, también recuerdan el sinuoso camino y coinciden en que es un tema de desinformación, además del temor que las autoridades hicieron crecer en Fabiola en torno a que el trámite sería señal de que quería violar su medida preliberacional. A eso se sumaba que tampoco tenía en su poder ninguna de sus sentencias, por lo que era “como estar prácticamente a ciegas”. Ellas la ayudaron a conseguir la documentación, definir su estatus y animarse a ejercer su derecho.

    “Hicimos varias gestiones, y lo que nos encontramos fue a personas que le decían todas lo mismo: que tenía que esperar a compurgar su pena, que les hacía perder el tiempo y mejor debía esperar ocho años más sin identificación, lo que implica no poder estudiar, trabajar formalmente o cosas tan sencillas como contratar un servicio de cable, de gas, pasar a nuestra oficina… encontramos de parte de las autoridades un poco de cerrazón”, señala Lecona.

    Ahora, Fabiola está más tranquila porque puede usar su INE “sin bronca”: “No tengo el pendiente de que si se da cuenta el juez, me revoque mi beneficio, y son ocho años que les debo, no dos meses. Para mí sí fue muy importante después de cinco años tan solo poder seguir estudiando; es lo único que yo quería, no quería irme a bailar ni nada, solo una identificación para estudiar”.

    “Nada me costaba buscar la manera de tener una (credencial) ‘fuera de’, pero pensando en hacer las cosas correctamente, me fui sobre los lineamientos; le buscamos primero al pasaporte, y algunas veces me fue muy mal porque la gente te trata mal; te ve y no pasa nada, pero cuando explicas la situación, es cuando cambia la actitud y la manera de tratarte”, relata.

    Desde que empezó a ocupar el internet para la escuela, tuvo que hacerlo mediante favores, como pedirle a su hermana que lo tramitara a su nombre. “No tenía una identificación, no podía ni estudiar ni decir que era mamá de mis hijas. Tenía que andar pidiendo favores, que alguien me acompañara porque no podía decir quién era… La verdad es que se te cierran las puertas, no puedes avanzar porque la gente es muy prejuiciosa, la sociedad te tacha de lo peor sin saber la historia, sin saber cómo ganaste ese beneficio para salir”, relata Fabiola.

    Después del difícil proceso no solo para obtener sus documentos, sino para reintegrarse, volver a reconocer a su familia —en la que hubo quienes la aceptaron y quienes la rechazaron—, y retomar su vida y sus responsabilidades, ahora trabaja en un taller, a partir de las capacitaciones que le dio La Cana, pero también con los nuevos conocimientos que obtuvo ahí mismo, consiguió una vida independiente y ha recuperado la relación con sus hijas, ahora de 21 y 27 años.

    “Ahorita voy a hacer mi examen para certificar prepa; tenía cinco años que no podía hacerlo porque no tenía identificación, y ya la obtuve. Fue un proceso muy difícil… A final de cuentas es absurdo, porque cuando quieren volver a delinquir, con un INE o sin un INE, lo van a volver a hacer. Eso no limita para volver a hacer las cosas mal, pero si hay quienes queremos hacerlas bien, por qué ponernos tantas trabas para avanzar y reinsentarnos”, cuestiona Fabiola.

    Mucha de la labor, recuerdan sus abogadas, recayó también en que ella se sintiera lo suficientemente capaz para pedir su identificación, pues primero no sabía que podía hacerlo, y después, otras personas reforzaban esa idea. Todo ello a pesar de que los lineamientos del INE lo convierten en un trámite relativamente sencillo, para el que basta que el juzgado extienda un oficio dirigido al instituto, probar la medida preliberacional con copia certificada de las resoluciones y, a partir de ahí, seguir los pasos habituales para recibirla en aproximadamente tres semanas.

    “Es importante tomar cartas en el asunto y que la gente sepa que existe este procedimiento, porque si no lo dicen en el juzgado, que es donde la gente que va a firmar tiene acceso a las herramientas para reincorporarse a la vida en sociedad después de haber salido de la cárcel, es muy difícil que lo conozcan”, apunta Torres.

    A esto se suma que la mayoría de las mujeres en reclusión se quedan solas; el 90% no recibe visitas. “Este punto es muy importante porque a final de cuentas, cuando salen de la cárcel están solas… a lo mejor ni se ponen a pensar en que pueden tramitar una identificación porque primero están viendo cómo sobrevivir; lo más importante sería hacer las cosas fáciles, casi que cuando se decreta una sentencia de ese tipo, decirles: ‘aquí está el oficio al INE para que te den tu identificación’, como un derecho”, concluye.

  • Estudiantes mapean sitios de riesgo para mujeres en la ciudad de Oaxaca; 9 de cada 10 enfrentan violencia

    Estudiantes mapean sitios de riesgo para mujeres en la ciudad de Oaxaca; 9 de cada 10 enfrentan violencia

    Para visibilizar las violencias que viven cientos de mujeres en la capital oaxaqueña, estudiantes lanzaron el mapeo “Caminar sin miedo”, que revela que en Oaxaca de Juárez hay zonas de alto riesgo, pues nueve de cada 10 enfrentan violencia en las calles.

    En entrevista con EL UNIVERSAL, Aleida Ruiz Sosa, quien hizo equipo con Gustavo Pineda y Helena Robles, estudiantes de PrepaTec, relata que el proyecto nació como asignación escolar en la materia Metodología de la Investigación.

    Pero el grupo optó por realizar un trabajo que trascendiera al aula y sirviera a las mujeres para visibilizar violencias cotidianas que suceden en las calles, para así poder erradicarlas.

    Aleida señala que “Caminar sin miedo” es un mapeo donde se localizan puntos de peligro para las mujeres en la capital. En la  investigación participaron 4 mil 200 mujeres, quienes contestaron 38 preguntas y compartieron sus experiencias sobre la violencia en las calles.

    Los datos del estudio se recabaron a través de un cuestionario que se aplicó en redes sociales, en las calles, en restaurantes, en cines, parques; se hizo de manera presencial y virtual.

    La ciudad de Oaxaca, puntualizan, fue elegida porque además de las denuncias que se difunden con regularidad, este municipio es uno de los 40 que en 2018 recibió la declaratoria de Alerta de Violencia de Género.

    98.9% de mujeres han sufrido violencia

    El estudio revela que 98.9% de las entrevistadas han sufrido algún tipo de violencia en espacios públicos o transporte y su   agresor es un hombre.

    También que en 60% de los casos, donde hubo testigos, nadie intervino y sólo en 16% les ofrecieron ayuda. Además, indica un grave problema: las víctimas no saben dónde denunciar alguna situación de acoso callejero (66%), lo que explica que en más de 99% prefieran no dar parte a las autoridades.

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    El estudio identifica a las agencias de Santa Rosa Panzacola y San Martín Mexicapam, paradas de autobús, el puente Valerio Trujano, en la Central de Abasto, así como un taller mecánico, cuyos datos no se revelan por seguridad, como sitios de riesgo, donde las mujeres sufren desde acoso hasta agresiones sexuales, como violación.

    Los datos coinciden con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (Envipe) de 2020, que indica que 13 mil 480 mujeres fueron víctimas de delitos en el estado y sólo 48.3% perciben seguridad en las calles. Bancos, carreteras y mercados son los sitios más inseguros.

    Mientras que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) señala que hasta abril, Oaxaca  suma 268 casos de violación, 12 de abuso sexual y 76 de acoso.

    “El mapeo ya está hecho, falta colocarlo en una página web, donde el objetivo es que las mujeres vayan nutriendo los datos del proyecto, que vaya evolucionando la información de manera constante”, propone Aleida.

    Piden que autoridades se sumen a la iniciativa

    Sin embargo, para que la página se actualice, hace falta el financiamiento. “Ojalá el edil y las dependencias se sumen a la iniciativa”, llama la joven.

    Añade que los datos que estarán en la red “servirán para ayudarnos entre mujeres de todas las edades, sobre todo a las nuevas generaciones que buscamos transitar seguras por las calles de la ciudad”.

    “Lo que estamos haciendo puede contribuir a la seguridad  del municipio y sus agencias”, reitera la joven, quien lamenta que exista un mapeo de la Secretaría de las Mujeres para la ciudad, pero esté inhabilitado.

  • En Ecatepec, el 10% de las mujeres presas podría salir libre con 8 mil pesos, pero la falta de recursos alarga su reclusión

    En Ecatepec, el 10% de las mujeres presas podría salir libre con 8 mil pesos, pero la falta de recursos alarga su reclusión

    El 1 de diciembre de 2017, Seiba Pérez, médica veterinaria y maestra en ciencias agropecuarias, salió de su casa a hacer compras para su negocio y ese mismo día terminó en el penal de Chiconautla, Estado de México. Sin entender muy bien qué pasaba y sin saber de qué se le acusaba, pensó que era un malentendido que no pasaría a mayores, pero perdió la libertad por poco más de un año.

    Ante la perspectiva de que pudieran ser cinco u ocho años más —y de que volvería a ver a su hijo, que en el momento de su detención tenía cinco años, cuando prácticamente fuera un adolescente—, optó por declararse culpable para que el juez le concediera la pena mínima y el beneficio de pasar los meses que le restaban a su sentencia con un brazalete en su domicilio.

    Como ella, muchas mujeres privadas de su libertad, a pesar de ser inocentes o haber cometido delitos menores, permanecen en la cárcel por falta de recursos legales o económicos: alrededor de un 10% de mujeres internas, tan solo en el penal de Chiconautla, en Ecatepec —donde hay cerca de 300—, podría obtener su libertad por un monto promedio de 8 mil pesos (que es el costo de la reparación más los trámites), de acuerdo con un análisis de la asociación La Cana, que puso en marcha un proyecto para la liberación de mujeres en prisión y en su primer año lo ha logrado en 11 casos.

    Según el INEGI (2020), a nivel nacional la población penitenciaria es de 211 mil 154 personas, de las cuales el 5.6% son mujeres. Del total de personas, hasta ese año el 40.9% estaba en la cárcel sin sentencia o con una medida cautelar de internamiento preventivo, 14.4% con sentencia no definitiva y 44.7% con sentencia definitiva. Animal Político publicó que, actualmente, en México cada día se encarcela a 300 personas, y en el caso de las mujeres, ya son mayoría aquellas que permanecen privadas de la libertad sin sentencia.

    Aun con las pérdidas económicas y familiares, el apoyo de la asociación fue esencial para la liberación y reinserción de Seiba, porque el sistema judicial es ineficiente desde el momento mismo de la detención, en el que nadie le mostró una orden de aprehensión, y después porque se empieza a pagar una pena sin haber tenido un juicio y en condiciones deplorables, relata. Ahí, recuerda, conoció a mucha gente frustrada por ser inocente, no conocer bien su situación y no tener recursos, herramientas o una familia.

    “La gente está ahí frustrada, enojada con la sociedad, y al final salen peor: enojadas por haber estado dentro de esa manera injusta, y ahora sí salen con ese coraje”, lamenta.

    Después de que finalmente supiera que la acusaban de haber robado dinero y de tener acceso a su expediente, donde había múltiples incongruencias en las supuestas pruebas, el juez accedió a optar por un proceso abreviado, que requería que ella confesara y cumpliera solo unos meses más, además del año que ya había cumplido interna.

    “Te preguntas por qué vas a admitir algo que no hiciste, pero al final no hubo opciones porque mi hijo me necesitaba, mi papá se enfermaba, mi esposo con trabajo y peleándose con abogados, mi hijo con mi papá, mi marido trayendo dinero que ya no alcanzaba, y al final tu familia sufre, tú sufres… hubo muchas noches en que pensé que era mejor ya no estar”, relata Seiba. Esos momentos representaron para ella una inestabilidad jurídica muy complicada a pesar de que siempre había tenido sus papeles en regla.

    Finalmente, con el acuerdo de reducción, salió del reclusorio el 16 de enero de 2019, y cumplió el resto de su sentencia hasta el 1 de mayo con un brazalete desde su casa. Mediante La Cana, también tuvo la oportunidad de trabajar desde su domicilio, a partir de la labor que empezó a hacer con ellas en los talleres que imparten dentro de Chiconautla, donde se la pasó “bordando y capacitando, hasta que pasó el tiempo”.

    Daniela Ancira, directora de La Cana, explica que el Proyecto Libertad surgió luego de conocer muchas historias como las de Seiba, que revelan los verdaderos motivos por los que las mujeres están en la cárcel, pues en muchas ocasiones lo que se criminaliza es la pobreza: “Son mujeres que no tienen acceso a una defensa adecuada, que no pueden pagar un abogado privado; sabemos que los defensores de oficio están rebasados o quizá no llegan siempre a las últimas instancias, o mujeres que están en la cárcel por delitos menores con una sentencia muy alta”.

    Otro caso que conocieron como parte del proyecto fue el de una mujer que estaba con su pareja cuando él robó un celular en el Metro y fue sentenciada a 17 años. Para lograr su liberación, argumentaron ante el juez que ella tenía tres hijas, y al final el impacto sería mayor para su familia y la comunidad. Al igual que con Seiba, lograron que saliera con un brazalete para ser monitoreada, pero en libertad.

    “Son ese tipo de casos en los que consideramos que la cárcel no siempre es la mejor opción para esa persona y para su reinserción social. A partir de que los detectamos, tenemos chavas que no podían salir de la cárcel porque no tenían 2 mil o 3 mil pesos (para acceder a los acuerdos reparatorios)”, dice Ancira.

    Para el Proyecto Libertad, La Cana trabaja con dos abogadas y una trabajadora social, a partir de ciertos filtros antes de asumir la defensa legal de los casos, por ejemplo, que sean delitos menores, que no tengan acceso a un defensor particular, que tengan una red de apoyo afuera, y que sean candidatas a un beneficio preliberacional, a una amnistía o a un acuerdo reparatorio. Con base en eso, realizan entrevistas, tanto con las internas como con la familia, y se trabaja en la liberación. Más adelante, pretenden llegar a litigios estratégicos, como el amparo directo.

    “Ahorita nos estamos enfocando en despresurizar las cárceles; son procedimientos relativamente cortos en los que puedes tramitar una amnistía o un beneficio, y que las mujeres que están por delitos menores no tengan que pasar tanto tiempo en prisión”, señala.

    Aunque, admite, trabajar con el sistema penitenciario y de justicia de este país es siempre un reto, porque se trata de un sistema sobrepasado, roto, en el que hay “muchísimas injusticias, mucha burocracia, y esto conlleva muchísimos retos, sobre todo porque tenemos recursos limitados: una abogada y una trabajadora social”.

    Tras la libertad, otra batalla 

    En el caso de Seiba, cuando salió de la cárcel su situación laboral estaba más o menos resuelta, porque pudo seguir elaborando productos en casa como parte de La Cana. Hoy sigue trabajando ahí. En cambio, para ella el primer problema fue recuperar la confianza porque, cada vez que veía una patrulla, temblaba. En principio, tuvo el impulso de irse a otro estado, cambiar de teléfono y empezar de nuevo, pero toda la gente que conocía estaba en Ciudad de México.

    “Después de un tiempo, empecé a generar un poco más de confianza; me decía la psicóloga que tenía que superarlo, pero cómo le vas a decir a mi mente que la ley no es manipulable, cómo le vas a explicar que alguien llega con dinero y hace lo que quiere, que sales de tu casa y a lo mejor no regresas, porque la ley es completamente modificable; aquí la justicia no es ciega, no existe”, reclama.

    Ancira explica que, cuando las mujeres salen, para La Cana no solamente se trata de obtener libertades y ya no volverlas a ver: el objetivo es que no regresen a los contextos de violencia o de pobreza que las llevaron a prisión en primer lugar. Ya sea por el Proyecto Libertad o porque compurguen su sentencia o salgan absueltas, es indispensable que la reinserción sea integral.

    Por eso, con el programa Seguimiento en libertad, la asociación da atención psicológica a ellas y a sus familias, o al núcleo que las va a recibir afuera, colabora para que consigan trabajo ahí mismo o con empresas aliadas, e imparte talleres educativos como casa de medio camino, entre ellos, computación, storytelling, amor propio, etcétera. Uno de los aspectos más importantes es que ellas mismas hacen comunidad, se apoyan y comparten experiencias.

    “Se me hace increíble que en el Estado de México no exista un programa de atención postpenitenciaria. La gente sale de la cárcel después de 10, 20 o 30 años sin darles ni siquiera un folleto para acudir a oficinas o un lugar donde puedan pasar una noche. Nosotras nos encargamos de que, si van a salir, las estén esperando afuera, tengan un cambio de ropa —muchas veces ni siquiera tienen eso— o un lugar donde dormir”, dice Ancira.

    La importancia de acompañarlas a retomar su vida la reconocieron un miércoles que llegaron al penal de Neza Sur, para las actividades que llevan a cabo dentro del centro penitenciario, y una mujer a la que habían conocido en ese contexto estaba sentada en la banqueta con su uniforme. Cuando le preguntaron qué hacía ahí, contestó que había salido desde el lunes, pero no sabía en qué parte del estado estaba, a dónde ir ni cómo ponerse en contacto con su familia. Después de 23 años en prisión y un traslado de reclusorio, era normal que no reconociera siquiera la zona.

    “Qué esperamos de la gente que sale de prisión: si no hubiéramos estado ahí, quizás hubiera regresado a la vida en las calles… Pensamos que mágicamente van a encontrar un trabajo, una casa; hacen muchísima falta esos programas de atención postpenitenciaria y de reinserción social”, subraya Ancira.

    Todo empieza con pequeñas cosas tan cotidianas que, a veces, ni siquiera las notamos, por ejemplo, cuando se les consigue trabajo, tienen que desplazarse para llegar a él, y algunas no recuerdan ni siquiera cómo usar el Metro. Durante años no lo han usado, ni se han relacionado con su familia, que también ha crecido o cambiado.

    “Hay muchos retos personales, familiares, profesionales, laborales, económicos a los que se enfrentan las mujeres al salir de prisión, y aquí en La Cana lo que buscamos es eso: acompañarlas en este proceso, darles las herramientas para que puedan encarar los retos de la vida en libertad”, explica su directora. Y aunque es comprensible que algunos empleadores tengan resistencias, es igualmente importante la labor de concientizar acerca de que no todas las personas que están en prisión son culpables y, cuando lo son, es importante conocer los contextos en los que delinquieron.

    “Aquí llegan muchas mujeres que dicen: yo sí vendía droga porque tenía hijos y no tenía forma de conseguir dinero, o una chava que mató a su vecino porque lo encontró abusando de su hija. Hay que ver el contexto, hay que escuchar las historias antes de juzgar a la persona solamente porque estuvo en la cárcel. También conocemos a gente que sí cometió el delito, salió de la cárcel, y simplemente ya no se dedica a eso y quiere cambiar. Debemos estar mucho más abiertos como sociedad, ser mucho más empáticos, y sobre todo, escuchar las historias”, añade.

    La posibilidad de aprender y autoemplearse la trabajan desde dentro en cinco reclusorios del Estado de México: Barrientos, Neza Sur, Neza Bordo, Ecatepec y Chalco, y Santha Martha Acatitla en Ciudad de México. Ahí, mediante su eje de capacitación y empleo, las mujeres pueden formarse en técnicas de tejido, bordado, corte y confección, carpintería y serigrafía.

    Esos productos se venden para que ellas tengan un ingreso incluso si siguen dentro. Eso se complementa con un eje de salud mental para trabajar temas como depresión y ansiedad, pero enfocados sobre todo en la prevención, educación y erradicación de la violencia de género, pues muchas veces las mujeres terminan en prisión a causa de las relaciones desiguales y de sometimiento que tenían con sus parejas.

    “La cárcel no es lo que nos dicen, ni podemos juzgar a toda la gente que entra, porque es una realidad que hay muchísima gente inocente; por otro lado, valorar lo que tenemos en casa: que tengas libertad y puedas estar con tu familia y abrazar a tus hijos, eso no tiene precio. No lo valoramos hasta que lo perdemos; puedes ser un profesionista, el presidente, quien tú quieras, pero sales de tu casa y a lo mejor no regresas; esa es nuestra triste realidad”, concluye Seiba.

  • ¿Se está recuperando el empleo de las mujeres?

    ¿Se está recuperando el empleo de las mujeres?

    Hace 14 meses que el Poder Legislativo aprobó la reforma al esquema laboral de outsourcing en el país y siete desde que comenzó a aplicarse.

    Desde su entrada en vigor, al menos 3.2 millones de personas han ingresado al mercado laboral formal, pero un millón se quedó en esquemas de informalidad, de las que, de acuerdo con cifras de la Asociación Mexicana de Empresas de Capital Humano (AMECH), al menos 60% son mujeres.

    «La mayor afectación se dio para mujeres que trabajan en servicios y el sector financiero, que es donde se registraban más altos niveles de contratación en outsourcing», dice en entrevista con Expansión Mujeres Francisco Martínez, CEO de Addeco Group y miembro de AMECH.

    Información del Inegi detalla que 1,552,974 mujeres trabajaban bajo este esquema en 2019.

    María Fernanda Cámara Morales, vocera de REDefine y activista, sostiene que antes de la reforma las mujeres eran las más afectadas por la subcontratación ilegal, lo que las dejaba en una situación de vulnerabilidad respecto a su acceso a seguridad social y a otras consecuencias a largo plazo, como no tener recursos suficientes para un retiro digno. Con el cambio en la regulación, no todas se fueron al esquema de nómina, algunas empresas optaron por los esquemas de honorarios.

    Además, opina Cámara, la recuperación de empleos se ha dado en término de cantidades, pero no de calidad, pues si bien las mujeres han accedido a nuevos puestos, siguen sufriendo la brecha salarial que las mantiene con ingresos menores. De los poco más de 1.3 millones de trabajadores que cobran más de 21,255 pesos (cinco salarios mínimos), 29% son mujeres y 71% hombres.

    «Estamos enfrentándonos a una crisis en el mercado de trabajo, pero no la estamos viendo con perspectiva de género», advierte.

    Sunny Villa, socia fundadora del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), señala que el problema no fue el cambio en la regulación, sino el entramado general del mercado laboral que ofrece las opciones más precarias a las mujeres que buscan esquemas de flexibilidad. «No le echaría la culpa al outsourcing, no hay manera de trabajar con sin un sistema federal de cuidados», afirma.

    La pandemia sirvió para visibilizar problemas que existían respecto al empleo de mujeres, dice Villa, pero también para transparentar la situación que viven la mayoría en sus hogares y quienes sostienen la economía del cuidado trabajando 58.4 horas semanales sin ningún pago a cambio.

    Explica que el empleo en general se está recuperando, pero el de las mujeres no, pues la tasa anual de desocupación para ellas en 2019 era de 3.5 y en 2021 era de 3.8, mientras que la de hombres bajó de 3.4 a 3.3, de acuerdo con los datos del Inegi.

    Las alternativas

    Para Sunny Villa hay una prioridad y ésta tiene que ver con las labores de cuidado. «Tenemos que desfeminizar ese trabajo y pagar por el trabajo que ya se hace», apunta.

    La especialista sostiene que la creación del Sistema Nacional de Cuidados no puede estar más tiempo congelada en el Senado y que, en cambio, debe sumar a más actores, como la Secretaría de Trabajo y Previsión Social.

    También exhorta a apoyar programas como el piloto del Instituto Mexicano de Seguridad Social para que las personas empleadoras de trabajadoras del hogar las inscriban en el seguro. Una medida específica sería que fuera un proyecto oficial, no un piloto, y que tuviera carácter obligatorio.

    Además, considera que deberían analizarse estrategias de estímulos fiscales para aquellas personas que decidan pagar por cuidados, como hacer deducibles esos pagos en sus declaraciones anuales.

     

  • Refugios para mujeres reciben recursos anuales sólo para 10 meses

    Refugios para mujeres reciben recursos anuales sólo para 10 meses

    Indica que el presupuesto total es de poco más de 420 millones de pesos, y que la RNR representa alrededor de 80 por ciento de los espacios de protección para mujeres, y cuenta que finalmente el refugio que dirige ya firmó el convenio, pero «no sabemos cuándo recibiremos la primera ministración de dinero, y además falta definir las reglas de operación”.

    Ayer la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), informó que “en menos de tres semanas se dictaminó el 95 por ciento por ciento de los proyectos presentados para ingresar al programa de Apoyo para Refugios Especializados para Mujeres Víctimas de Violencia de Género, sus hijas e hijos”.

    Precisó que, al corte del pasado viernes 17 de junio, “se han aprobado y formalizado 71 proyectos, y se han entregado 77.7 millones de pesos, equivalente al 42 por ciento de lo programado”. Añadió que en los próximos días se continuará con el “proceso de transferencia”.

    La Conavim dijo que el 4 de julio habrá un encuentro con los refugios y centros de atención externa para “buscar áreas de oportunidad y ejemplos de buenas prácticas” y así “enriquecer la operación de estas instancias”. Wolf confirmó esa reunión.

    El fin de semana la RNR, señaló en su Facebook que era el “día 73 de solicitar la liberación del presupuesto 2022 para refugios.

    Tras casi cuatro meses de atraso en el proceso”. Advirtió que “80 por ciento de los refugios no cuenta con recursos, acumulando deudas y con limitaciones en la atención”.

    Wendy Figueroa, directora de la RNR dice a La Jornada que “al menos hasta este fin de semana, lo que compartimos en la publicación (Facebook), es lo que existe” e hizo hincapié en que la RNR hará un análisis, “porque hasta ahora la realidad es la misma”.

    Wolf, indica que, en términos reales, del año pasado a este no hubo aumento de presupuesto, porque no se consideró la inflación. “De por sí los recursos son insuficientes”, y además se requiere tener “presupuestos bianuales”.

    Lo refugios, que “previenen feminicidios”, brindan servicios gratuitos”, sin embargo, su operación cuesta, porque “implica el pago de servicios como agua, luz, gas, teléfono, internet -que se volvió fundamental con la pandemia para la escuela de los niños y las reuniones de la red-, y con el Covid-19 se incrementaron los gastos por las pruebas rápidas, guantes, cubrebocas y sanitizantes.

    También pagan los honorarios del personal profesional y calificado que atiende a las mujeres y a sus hijos: sicólogas, médicas, enfermeras, nutriólogas, trabajadoras sociales, abogadas, y para cubrir los sueldos del personal de cocina, limpieza y mantenimiento.

    Todo suma: la compra de las despensas, la gasolina para los vehículos de traslado a otros refugios, a las atenciones médicas externas, a las diligencias jurídicas, a la aplicación de periciales.

    Algunos, narra, afortunadamente, “no pagamos renta, porque el lugar está en comodato”, pero otros no tienen esa ventaja, y recuerda que tras la firma de los convenios suelen pasar unas semanas para que se liberen los recursos.

    En estos meses sin dinero, apunta que han modificado los menús para economizar, pero las nutriólogas se aseguran que sean nutritivos. Hemos ahorrado en gasolina; hacemos varios trámites por viaje, por ejemplo, cuando vamos a Ciudad de México”.

    Han buscado donaciones, préstamos, créditos para pagar la despensa y servicios. “Estamos buscando mecanismos para sustentarnos, nos endeudamos para subsistir. La violencia no entiende de situaciones burocráticas. Se han hecho malabares económicos”.

  • Hay más mujeres con orden de protección #CDMX

    Hay más mujeres con orden de protección #CDMX

    Brenda tenía 17 años cuando enfrentó una situación de violencia que la orilló a denunciar. No era el caso típico en que el agresor es la pareja de la mujer; el suyo se trataba de un agresor que ni siquiera era su amigo, sino un compañero de universidad que comenzó insistiéndole por teléfono pues quería conquistarla a través de 80 llamadas en sólo unos minutos, hasta caer en amenazas.

    Miguel, su agresor, se aparecía en todos lados. La encontraba en el Metro, la buscaba afuera y adentro de la escuela, le mandaba mensajes con palabras altisonantes, pero el miedo la invadió cuando la siguió hasta su casa, con lo que ya no tenía ningún lugar seguro para evadirlo. Brenda decidió denunciar, pero señaló que no le hicieron caso.

    Ante la improcedencia de la denuncia, la única medida por la que se pudo proteger fue una de protección que le impidió al agresor acercarse a ella por un periodo de seis meses. La orden la obtuvo después de que visitó a un juez directamente, en el Reclusorio Norte, quien les señaló que, al no haber pasado más allá de miradas y mensajes “no se podía proceder”; sin embargo, fue un paso para que bajo la intervención de una abogada accediera a una medida de protección para que Miguel no se acercara a ella durante un periodo de seis meses.

    En 2022, las medidas de protección en materia penal ordenadas por jueces para mujeres que sufren violencia en la Ciudad de México aumentaron 84 por ciento con respecto a 2021, y en algunas medidas específicas, llegaron a los números más altos del último año.

    Según cifras del Tribunal Superior de Justicia de la CDMX (TSJCDMX), de enero a mayo de 2021, se ordenaron dos mil 507 medidas, mientras que en este año fueron cuatro mil 613 en el mismo periodo.

    Las medidas de protección tienen una duración máxima de 60 días, prorrogables hasta por 30 días y en caso de no cesar la violencia, las medidas de protección se mantienen vigentes con una revisión trimestral que justifique su permanencia.

    Una de las medidas con las mayores cifras es la “Prohibición para asistir o acercarse al domicilio de la víctima directa o indirecta, así como acercarse al lugar de trabajo, estudio o cualquier lugar que frecuente”: en mayo alcanzó su número desde 2021, con 206 medidas.

    El auxilio inmediato por integrantes de instituciones policiales al domicilio en donde se localice o se encuentre la víctima llegó a su número más alto también en mayo de este año, con 30 casos. Antes de ese número, el mes con más medidas de este tipo fue abril, con 21 casos.

    La medida “prohibición de realizar conductas de intimidación o molestia a la víctima u ofendido o a personas relacionados con ellos” también obtuvo en 2022 las cifras más altas en el número de mujeres beneficiadas: durante 2021, el número más alto fue de 179; en 2022 llegó a 237 en marzo y 208 en mayo.

    En entrevista con El Sol de México la Jueza Trigésima Novena Familiar del Tribunal Superior de Justicia local, Reyna Concepción Mince Serrano, señaló que la pandemia generó una serie de actos al interior de los hogares en donde fue más perceptible la violencia. Además, hay un mayor manejo de la información que está al alcance de las víctimas.

    «lo primero que se realiza es tener una entrevista con ella, escucharla y dedicarle el tiempo para que ella expresa cuál es la situación que está enfrentando y qué es lo que ella espera», dijo.

    Expuso que acuden al día hasta cinco mujeres, en su mayoría son canalizadas ante agentes del Ministerio Público. Registran entre cinco y 10 medidas de protección a la semana, aunque es variable, y los actos que más preocupan son intimidación y golpes en contra de mujeres.

  • Ataques a mujeres con ácido, sin castigo y con un largo tratamiento

    Ataques a mujeres con ácido, sin castigo y con un largo tratamiento

    Hace un año, Jazmín Hernández iba saliendo de su trabajo, cuando una mujer que traía entres sus manos un recipiente se le acercó y le aventó acido en la cara. En ese momento, su acompañante le quitó la ropa; personas que iban pasando, corrieron a la tienda a comprar agua y leche, pues una doctora les dijo que eso le generaría alivio en la piel.

    La mujer de 34 años lleva 10 meses acudiendo a la Clínica Dermatológica Isela Méndez, donde le han hecho 10 tratamientos estéticos, pues el ataque del 21 de mayo de 2021 le lastimó el rostro de lado izquierdo y le generó la pérdida de la oreja de ese parte.

    En entrevista con Forbes México, Jazmín recuerda que ese día había planeado encontrarse con un amigo que desde hace años no veía, pero todo cambió: “Dije ‘llego, me alisto y hago lo que tenga que hacer y por la tarde salimos’, y no fue así”.

    Clinica Dermatológica Isela Méndez
    17 de abril 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle
    Clinica Dermatológica Isela Méndez
    17 de junio 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle.
    Clinica Dermatológica Isela Méndez
    17 de abril 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle

    En México no existen cifras oficiales del número de ataques con ácido hacia mujeres; sin embargo, la Fundación Carmen Sánchez -que brinda ayuda a quienes son afectadas por este tipo de agresiones- lleva un registro de 28 víctimas en las últimas dos décadas. Además, en 85% de los casos, el autor intelectual fue un hombre: 5 de ellos eran sus parejas y 11 de ellos, exparejas sentimentales.

    Días después del ataque, Jazmín acudió a la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México para denunciar lo sucedido; sin embargo, hasta el momento no se conoce quién era la mujer que le aventó el ácido ni quién fue el autor intelectual de éste, y apenas las autoridades realizarán un retrato hablado sobre la atacante.

    “Lamentablemente no hay un avance como hubiera querido que fuera. Después de un año se va a hacer el retrato hablado de esa persona. Todo lo recabado que tienen en la Fiscalía, pues es gracias a mi familia, porque el día del ataque se movilizaron y tocaron casa por casa para que nos dieran los videos de las cámaras. No ha hecho nada la Fiscalía”, relata.

    Ella aún no sabe quién la atacó con ácido, pero sí recuerda que 15 días antes de esto, su expareja la amenazó, pues se había negado en verlo.

    “Dijo que me iba a mandar a golpear, que conocía gente de Tepito, 15 días antes estaba insistente que me quería ver, que no trabajara los turnos, que él me los pagaba. En tres ocasiones lo rechacé, porque sus llamadas eran ofensivas. A la tercera vez que lo rechazo, me dijo que me anduviera con cuidado y a los 15 días me pasa esto”, dice.

    Clinica Dermatológica Isela Méndez
    17 de abril 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle
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    17 de abril 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle
    Clinica Dermatológica Isela Méndez
    Isela Méndez dermatóloga. 17 de abril 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle

    Yo no quería sobrevivir, sino vivir

    “Dicen que debemos estar agradecidas, porque sobrevivimos al ataque con ácido, pero les digo ‘no, yo no quería sobrevivir, sino quería vivir’”, dice María López, quien en 1988 le aventaron ácido en la cara.

    La mujer recuerda que hace 33 años ella iba caminando con su hermana por las calles de Indios Verdes, cuando un carro en el que iban tres hombres que portaban pasamontañas se paró y la subieron solo a ella. La llevaron a un río donde antes de arrojarla, la hincaron, le alzaron la cara y le aventaron ácido.

    “Este tipo de ataques es lo peor que podemos sentir, porque es un ardor indescriptible, te acaban completamente. En ese momento cuando me lo arrojan, ya ni podía hablar, porque me paralice. El ácido te va carcomiendo, sentía que mi boca y lengua no reaccionaban”, narra María López.

    Al igual que Jazmín Hernández, aún no sabe quiénes eran las tres personas que la atacaron ni quién fue el autor intelectual de este ataque. Ello, pese a que sí denunció la agresión ante las autoridades.

    Según datos de la Fundación Carmen Sánchez, de los 28 casos que tienen registrado de ataques con ácido a mujeres mexicanas, en 96% de los casos no ha habido sentencia, pero cuatro agresores ya fueron vinculados a proceso: 3 por feminicidio en grado de tentativa y uno por violencia familiar.

    María López ha contabilizado más de 31 cirugías por las que ha pasado, pues el ataque con ácido fue en todo el rostro, pero dejó de contar los procedimientos a los que se sometía, pues señala que es un martirio pensar cuál es el siguiente.

    “(Este tipo de ataques) es un cambio de 360 grados, porque cambia completamente (tu vida). Yo lo visualizo en mi vida, la tengo en mente como que estuvo parada cinco años en operaciones, cinco años aislada, cinco años en que no quería saber de nada, de dolor, de angustia. Tuve 31 cirugías, ya no quise seguir contando, porque psicológicamente es un martirio”, describe.

    Clinica Dermatológica Isela Méndez
    17 de abril 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle
    Clinica Dermatológica Isela Méndez
    17 de abril 2022. Foto: © Andrea Gama Del Valle

    ‘Lo primero que sentí es que me quemaba horrible el ácido’

    En agosto de 2019, Karina Mendoza fue agredida. Ese día, eran cerca de las 7:15 de la noche cuando se dirigía a su trabajo. Se encontraba a dos cuadras de su casa cuando un hombre en bicicleta se bajó, se acercó a ella y le aventó ácido en la cara.

    “Lo primero que sentí es que me quemaba horrible”, recuerda Karina Mendoza, la mujer de 26 años, quien asegura que su hijo de 7 años y sus padres le dan fuerza para “salir adelante”.

    El ataque se dio a menos de dos metros de distancia de una farmacia, por lo que la mujer inmediatamente se acercó a este lugar para pedir ayuda. Entró y les dijo que había sido agredida, por lo que el doctor de este lugar la atendió.

    “Gracias a Dios estaba una farmacia, a unos cuantos pasos; fui gritando. Pensaban que los iba a asaltar, el doctor me pasó, me enjuagó la cara y me hecho spray y se me calmó un poco el dolor. Sí me ayudó demasiado que luego luego actuaran”, narra.

    Pese a que llevaba el rostro quemado, una clínica 53 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) le dijo que debía esperar su turno para ser atendida, por lo que aguardó entre 2 y 3 horas para ser recibida. Posteriormente, fue atendida en el Hospital de Magdalena de las Salinas, donde tuvo tres cirugías. Actualmente, es atendida en la Clínica Dermatológica Isela Méndez.

    Desde 2018, este clínica atiende gratuitamente a mujeres que fueron atacadas con ácido por medio de diversos tratamientos estéticos con el fin de mejorar la calidad de su piel. Según datos de la Fundación Carmen Sánchez, 90% de las agresiones de este tipo tiene como objetivo el rostro.

    “Consiente de que no podemos quedarnos de brazos cruzados ante la violencia contra la mujer, espero que esta ayuda motive a qué más colegas apoyen a las mujeres en su lucha contra la violencia”, señala la doctora Isela Méndez.

  • En el Día del Padre, ONU Mujeres impulsa visibilizar ausencias

    En el Día del Padre, ONU Mujeres impulsa visibilizar ausencias

    En el Día del Padre, ONU Mujeres llamó a hacer visibles las ausencias en las paternidades en México, al señalar que las mujeres dedican el doble de tiempo a las tareas y cuidado de los hijos, lo que hace que los padres se pierdan de la crianza, una sana interacción, además de que afecta el desarrollo de las familias y los hogares.

    En México los padres solamente tienen permisos de hasta cinco días para ejercer su derecho al cuidado a sus hijos recién nacidos, lo que hace urgente que haya políticas públicas que les permitan gozar de ello, refirió Belén Sanz, representante de ONU Mujeres en México.

    Como parte de la campaña “Por Más Paternidades Presentes” lanzada en conjunto con la UNICEF y la secretaría de Movilidad de la Ciudad de México (Semovi) busca visibilizar las ausencias de las paternidades en nuestro país y llamar a concientizar sobre la importante de que los padres jueguen un rol más activo y corresponsable.

    En entrevista con MILENIO, refirió que además de esta campaña que se lanzó en el Día del Padre se apoyan reformas legislativas que buscan reducir la brecha que existe entre las responsabilidades y los derechos de las madres, frente a los que tienen los padres.

    «Necesitamos revisar los marcos de política pública para que el estado garantice un mayor número de días de derecho a la paternidad y el primer cambio tiene que ver con revisar estas políticas del estado para favorecer un mayor número de días y que vaya equiparando con el permiso de maternidad”.

    Destacó que aunque falta mucho para poder equiparar a México con países como los nórdicos que tienen igual número de días de paternidad que para las madres que tendrán a sus hijos, el legislativo ya avanza en reformas para lograrlo.

    Países como Uruguay y Costa Rica en América Latina tienen los mayores avances en cuanto a legislaciones para promover paternidades más activas, mientras que en México prevalecen estereotipos de que la mujer es asignada como la cuidadora, la que permanece en casa y tiene la obligación de cuidar a los hijos.

    “Estos estereotipos han sido muy dañinos para la sociedad, porque impide que hombres y mujeres desarrollen todo su potencial y parte de esto hace que no tengamos suficientes datos que visibilicen esta situación porque no ha habido una acción hacia esta problemática”. Sin embargo, existen avances como la iniciativa de Ley de Cuidados que se impulsa desde el Senado, así como una reforma en materia Constitucional que reconozca el derecho al cuidado, es decir, «a recibirlo desde la infancia o personas que lo requieran como adultos mayores o con alguna discapacidad y que el Estado mexicano desarrolle las políticas que garanticen esa corresponsabilidad, lo que sentaría las bases de un antes y un después en la distribución de los cuidados», destacó Belén Sanz.

    Destacó que la campaña busca insistir en que se requieren políticas públicas y campañas de cuidado desde el Estado pero también desde las empresas y donde se promuevan centros de cuidado infantil para que cuando los padres vayan a trabajar, los niños tengan espacios seguros, así como flexibilidad laboral y añadió que “lo que aprendimos de la pandemia es que nos demostró que podemos poner en marcha medidas mixtas de flexibilidad laboral cuando existan responsabilidades de cuidado”.

    Con el hashtag #PaternidadesPresentes, ONU Mujeres, UNICEF y la Semovi llevan a cabo esta campaña de visibilización durante la jornada dominical Muévete en Bici, donde cientos de padres acompañados de sus hijos han salido a las calles a celebrar el Día del Padre.

    Cabe destacar que los padres destinan solo 11 horas a la semana para cuidar a sus hijos, además de que las mujeres en promedio dedican 39.7 horas a la semana a realizar trabajo doméstico, mientras que los hombres solo 15.2 horas.

  • Las mujeres y los niños: los más olvidados e invisibles dentro de las cárceles en México

    Las mujeres y los niños: los más olvidados e invisibles dentro de las cárceles en México

    Kenya es una mujer indígena que no habla español y que fue detenida por presunta posesión de drogas en una comunidad fronteriza en el sur de México, desde el momento de la detención hasta su actual estancia en el Centro de Readaptación Social (Cereso) “El Amate” en Cintalapa, Chiapas ha sufrido sistemáticas violaciones a sus derechos humanos.

    No contó con un traductor que le hiciera saber sus derechos, enfrentó acoso sexual y hostigamiento al momento de su captura ejercido por las autoridades, discriminación racial dentro de la cárcel, no tuvo acceso efectivo ni oportuno a productos de gestión menstrual y tampoco a medicinas y tratamiento especializado cuando fue diagnosticada con cáncer. Sin mencionar las condiciones de hacinamiento, escasez de agua, inseguridad alimentaria y hasta el pago de “protección” dentro del centro penitenciario.

    Bajo las mismas condiciones de precariedad, Miguel nació en el Centro Femenil de Readaptación Social Santa Martha Acatitla y entre cuatro paredes, limitadas revisiones pediátricas y un ambiente de hostilidad ha pasado el primer año de su vida junto a su madre a quien le faltan cinco años para cumplir su condena. Él tendrá que separarse de ella cuando cumpla tres y algún familiar tendrá que encargarse de sus siguientes años.

    Kenya y Miguel son nombres ficticios, pero estas son las realidades de miles de mujeres, niñas y niños al interior de los cárceles femeniles en México. Aunque las mujeres representan el 6% del total de la población privada de la libertad, pareciera que nadie se entera de que existen. Ellas y sus hijos son los más olvidados del sistema de justicia mexicano.

    Los hijos, dentro y fuera de las cárceles

    Las deficiencias que enfrenta todo el sistema penal mexicano, particularmente los centros penitenciarios femeniles, no sólo impactan a las mujeres que están privadas de la liberación, también a sus hijos e hijas.

    De acuerdo con cifras de la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2021 del Inegi, 7 de cada 10 mujeres que se encuentran en prisión tienen al menos un hijo y casi el total son menores de edad. Y 8 de cada 10 mujeres privadas de la libertad algún dependiente económico (hijos, padres u otras personas) antes de su detención.

    Para todos los niños, niñas y adolescentes cuyas madres se encuentran en prisión no existen programas ni leyes encaminadas a acompañarlos en sus procesos ni que garanticen su derecho a ser cuidados. La asociación civil Reinserta calcula que en todo el país hay medio millón de menores de edad que tienen padres o madres en las cárceles.

    Las vulnerabilidades y violencias que enfrentan los menores de edad se pronuncian para quienes nacen pasan sus primeros años de vida dentro de los centros penitenciarios. En los últimos 10 años alrededor de 10,000 niñas y niños han nacido dentro de las prisiones mexicanas.

    Estos embarazos mayoritariamente se dan porque las mujeres ya estaban embarazadas al momento de su detención o se embarazaron a través de las visitas conyugales. Según los datos de la ENPOL, el 12% de las mujeres ha estado embarazada durante su estancia en el centro penitenciario. Pero enfrentar el proceso de gestación al interior de la cárcel puede implicar no contar con la atención fundamental para un embarazo digno.

    Dos de cada 10 mujeres en esta situación enfrentaron su proceso de gestación sin haber acudido a servicios de revisión y seguimiento prenatal (en la mayoría de los casos porque les negaron el servicio o porque el penal no tenía personal o equipo necesario).

    Al corte del 2021, casi 400 niños y niñas se encontraban viviendo en las prisiones junto a sus madres. Y ya nacidos también enfrentan importantes deficiencias en sus procesos de desarrollo infantil. Algunos de estos menores ni siquiera cuentan con identidad certificada por las autoridades, no logran realizar actividades básicas como hablar o caminar debido a las presiones en el ambiente de la prisión o presentan inseguridad alimentaria y enfermedades altamente prevenibles.

    Así como los derechos reproductivos son altamente vulnerados al interior de las cárceles mexicanas, los derechos sexuales también. El 6% de las mujeres privadas de la libertad dijo que el centro penitenciario no le proporcionó preservativos cuando los solicitó e incluso el 1% dijo que el personal sí tenía pero ellas tenían que pagarlos.

    Menstrúa como puedas y no se te ocurra enfermar

    Otras de los rezagos del sistema penitenciario en materia de género es la invisibilización y el olvido de un proceso fundamental en la vida de las mujeres: la menstruación y las condiciones o enfermedades relacionadas con la menstruación.

    En las cárceles femeniles del país, las mujeres que menstrúan tienen dos caminos: pedir a sus familiares o conocidos que les provean toallas, tampones y otros productos de higiene en sus visitas o improvisar con lo que puedan para gestionar el sangrado.

    Organizaciones de la sociedad civil y medios de comunicación han visibilizado que con trapos, calcetines, playeras o papel higiénico las mujeres se las arreglan para atrapar los flujos menstruales de cada periodo porque el Estado mexicano todavía no ha implementado estrategias universales que garanticen los artículos de gestión menstrual a todas las mujeres en prisión.

    Detectar endometriosis, cáncer de mama, cáncer cervicouterino y hasta enfermedades de transmisión sexual también es todo un reto para las mujeres presas. Según las cifras de la ENPOL, sólo a 4 de cada 10 mujeres en prisión se les ha aplicado un papanicolaou y sólo a 3 de cada 10 se les hizo un examen médico para detectar cáncer de mama.

    Las medicinas y la atención clínica y hospitalaria tampoco son uno de los destacables del sistema penitenciario mexicano. El 17% de las mujeres privadas de la libertad han sido diagnosticadas con alguna enfermedad y de este total más del 90% no está tomanto tratamiento para erradicarla o contenerla.

    Las cifras muestran realidades preocupantes: las mujeres enfrentan significativamente más violencia a la hora de ser acusadas de un delito, a la hora de ser detenidas, a la hora de ser sentenciadas y su vida dentro de los centros penitenciarios parece pensada como si no fueran mujeres. Las mujeres que son madres o que se embarazan dentro de las cárceles enfrentan violaciones a sus derechos y los niños y niñas que nacen y son criados dentro de la prisión son completamente invisibles e ignorados.

    La Corte Interamericana de Derechos Humanos en sus resoluciones y declaraciones globales señala que todos los Estados tienen el deber de respetar los derechos y libertades consagrados y deben garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, incluidas las personas privadas de la libertad. Antes de ser reclusas, son personas.