Autor: Editora

  • Las mujeres en el mercado laboral padecían obstáculos… y llegó la pandemia a empeorarlo todo

    Las mujeres en el mercado laboral padecían obstáculos… y llegó la pandemia a empeorarlo todo

    La recuperación de los empleos en 2020 se produjo principalmente en el mercado informal y en el sector del comercio. Para las mujeres, la antigua precariedad de sus empleos y las disparidades en las tareas domésticas y de cuidados se vieron profundizadas por la pandemia.

    La participación femenina en el mercado laboral se mantuvo en crecimiento durante 15 años. Las remuneraciones de las mujeres y su acceso a prestaciones y puestos de liderazgo, también. Pero el tiempo fue insuficiente para igualar la situación respecto a los hombres. Y entonces vino la pandemia de coronavirus. Su persistencia ha implicado obstáculos importantes para esta positiva tendencia en términos de igualdad.

    Las problemáticas laborales como el desempleo, la subocupación, la informalidad y la precariedad del trabajo se han intensificado de forma importante para las mujeres. Adicionalmente, la desproporción con la que las mujeres realizan tareas domésticas no remuneradas respecto de sus pares hombres se intensificó con los confinamientos pandémicos.

    En términos laborales los meses más difíciles fueron abril y mayo: la tasa de participación laboral femenina se contrajo cerca de 10 puntos porcentuales pasando de 45 a 35%, de acuerdo con cifras desestacionalizadas del Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía).

    El proyecto ECOVID-ML levantado por el Inegi durante abril, mayo, junio y julio para medir el impacto de la pandemia reveló que sólo en abril cerca de 13.6 millones de mujeres fueron expulsadas del mercado laboral, pero declaraban disposición para trabajar si tuvieran una oferta.

    Al corte de diciembre del 2020, el año terminó con una recuperación laboral importante, con una tasa de 41% de participación laboral femenina. La tasa de desempleo femenina cerró el año en 4.3%, después de haber tocado niveles de 5.7% en los peores meses. Esta situación muestra que, paulatinamente, las mujeres fueron reintegrándose al mercado laboral, pero en diferentes puestos, con distintas remuneraciones y bajo nuevas dinámicas.

    Más mujeres en la informalidad y con sobrecarga laboral

    La recuperación de los empleos se ha dado principalmente bajo dos líneas: el trabajo informal y el sector del comercio. Y, a diferencia de sus pares hombres, la situación laboral de las mujeres no sólo fue impactada por la crisis económica; el nuevo esquema de educación a distancia ha sido determinante en los cambios de sus dinámicas de trabajo.

    En medio del colapso de muchas empresas y negocio en el país, el empleo formal (los afiliados a instituciones de seguridad social como el IMSS y el ISSSTE) ha eliminado miles de plazas. La alternativa de los hogares para generar ingresos ha sido el comercio de mercancías y servicios al por menor, especialmente para las mujeres.

    Al cierre del 2020 cerca de la mitad de las mujeres que trabajan son informales, de acuerdo con datos desestacionalizados del Inegi. Esto implica que 5 de cada 10 trabaja bajo esquemas que limitan su acceso a derechos laborales como prestaciones sociales, remuneraciones establecidas, contrato de trabajo o incluso acceso a instituciones de salud. Por su parte, cerca del 25% de las mujeres que trabajan lo hacen en el comercio minorista.

    Adicionalmente, la pandemia se llevó miles de negocios o empresas de mujeres que daban empleo a otras personas; al corte de diciembre eran 82,361 empleadoras las que salieron de ese grupo. Sólo medio millón de mujeres entre una población de 65 millones tienen la posibilidad de dar trabajo a terceros, para los hombres esta cifra es casi tres veces mayor.

    El primer año con Covid-19 cerró también con una cifra importante de precariedad laboral femenina: 31% de las mujeres ocupadas perciben como máximo un salario mínimo, alrededor de 3,700 pesos cada mes. Esta cifra se reduce a 18% para la población masculina.

    La ECOVID-ML del Inegi también mostró que la pandemia golpeó con más fuerza los negocios de las mujeres, por dos razones principales: la mayoría de las trabajadoras por cuenta propia tiene un negocio que no cuenta ni siquiera con un local, y la mayoría tiene negocios que son exclusivamente para la subsistencia familiar.

    Los datos reflejan una exacerbación de las problemáticas laborales de género que ya existían antes de la pandemia y una complicación mayor para resolverlas: las mujeres ya eran un grupo laboralmente vulnerable; la crisis las alejó de los empleos formales, de las ocupaciones mejor pagadas y de los sectores con mayor nivel de profesionalización.

    Esta situación también puede entenderse en gran medida porque a la par de la crisis económica y laboral, todo el sistema educativo paró las actividades presenciales, y las mujeres se han tenido que convertir en las principales guías escolares de los niños y adolescentes.

    De acuerdo con las cifras de la ECOVID-ML casi el 60% de las mujeres encuestadas había mudado sus actividades laborales a su casa y de ellas el 34% declaró que su jornada de actividades de limpieza y cuidados había aumentado con la pandemia. Esta situación refleja que, aunque muchas mujeres se integraron a la informalidad o al sector del comercio por necesidad de ingresos, algunas otras pudieron haberlo hecho voluntariamente como respuesta a la necesidad de tener más tiempo disponible para los quehaceres domésticos, cuidado de menores o adultos mayores, monitoreo de familiares enfermos o incluso guía escolar ante la ausencia de clases presenciales.

    El 2020 cierra con una recuperación casi total de la participación laboral femenina que se registraba antes de la pandemia, pero aunque muchas mujeres han vuelto a trabajar, las condiciones en las que lo hacen se han modificado de manera importante: menos mujeres cotizan en el IMSS e ISSSTE, más mujeres tienen puestos informales en las calles con riesgos laborales y hasta sanitarios, más mujeres conservan sus empleos pero tienen una jornada extra en casa sin pago, más mujeres emprendedoras cerraron sus negocios y más mujeres perciben ingresos bajos.

    A la espera de la vacunación y posteriormente de una reactivación económica, el mercado laboral mexicano, todavía resiente el impacto de la pandemia.

    Toda la información e imágenes son de EL ECONOMISTA.
    Link original: https://www.eleconomista.com.mx/empresas/Las-mujeres-en-el-mercado-laboral-padecian-obstaculos-y-llego-la-pandemia-a-empeorarlo-todo-20210131-0004.html

  • Mujeres de la tercera edad, y de 25 a 29 años, definirán elecciones 2021

    Mujeres de la tercera edad, y de 25 a 29 años, definirán elecciones 2021

    Las mujeres no solo serán más visibles en las boletas del 2021 gracias a la paridad en todo, también acaparan el 51.76 por ciento de las credenciales vigentes hasta este momento.

    Las mujeres adultas mayores y con edades de los 25 a los 29 años definirán los resultados del proceso electoral del 2021, el más grande de la historia de la democracia mexicana.

    Así, en el 2021, las mujeres no solo serán más visibles en las boletas gracias a la paridad en todo que por primera vez será una realidad. También serán las que más presencia tengan en las urnas para definir la renovación en los cargos de elección popular.

    De acuerdo al Instituto Nacional Electoral, existen 94 millones 523 mil 413 personas con credencial de elector con corte a primera quincena de enero, de las cuales, 92 millones 701 mil la tienen vigente.

    De esos 92 millones de ciudadanos y ciudadanas registradas en la lista nominal vigente, el 51.76 por ciento son mujeres, es decir, 47 millones 983 mil 839. Mientras que 44 millones 717 mil 161 son hombres, lo que representa el 48.24 por ciento del total.

    Los datos oficiales de INE estiman que el mayor porcentaje de votantes se centrará en las y los adultos mayores pues son quienes tienen más credenciales vigentes alcanzando los 11 millones 310 mil 558 del total de 11 millones 454 mil 042 personas de la tercera edad en el país.

    El segundo rubro con más votantes es de las y los jóvenes de entre 25 y 29 años de edad pues de los 11 millones 457 mil 910 que pueden votar, 11 millones 292 mil 914 tienen su credencial vigente.

    Seguido del grupo de entre 20 y 24 años, de los que hasta este momento, 11 millones mil 870 no la tienen vencida.

    Los jóvenes que votarán por primera vez, de 18 y 19 años con tres millones 274 mil 720 y aquellos que puedan votar pero no cuenten con identificación, tienen hasta el 10 de febrero para tramitarla y poder participar en los comicios del próximo año.

    Aquellas credenciales que perdieron vigencia en el 2019 o en el 2020 podrán participar en las elecciones, pero caducarán inmediatamente el día después de la jornada electoral.

    Los comicios de este año son los más grandes de la historia pues todos los estados tendrán algún proceso electoral, con más de tres mil elecciones simultáneas para renovar más de 21 cargos públicos.

    Campeche y Tlaxcala son los estados en los que más elecciones se disputarán pues habrá renovación de gubernatura, del Congreso loca, presidencias municipales y alcaldías con sus ayuntamientos completos con síndicos y regidores; además de juntas municipales, concejales o presidencias de comunidades.

    Mientras que estados como Hidalgo y Coahuila tendrán poca actividad pues acaban de concretar su proceso electoral el 18 de octubre. Hidalgo ahora renovará su congreso y Coahuila sus alcaldías, a la inversa del proceso electoral de este año.

    Toda la información e imágenes son de MILENIO.
    Link original: https://www.milenio.com/politica/elecciones-2021/mujeres-definiran-resultados-de-comicios-en-mexico

     

  • ¡Vándalas!, reflejo de la explosión creativa de mujeres en la protesta social chilena

    ¡Vándalas!, reflejo de la explosión creativa de mujeres en la protesta social chilena

    El Museo Universitario del Chopo exhibió de manera virtual la exposición ¡Vándalas!: gráfica feminista chilena callejera, que refleja la explosión política y creativa urbana de mujeres en la protesta social en el país sudamericano.

    Con la participación de las artistas Neftalí Garrido, la Brigada Laura Rodig 8m, Lolo Góngora, Paloma Rodríguez, la Brigada Propaganda Feminista y la agrupación Ser & Gráfica, la muestra en línea estuvo integrada por imágenes de 360 grados, cuyo lenguaje expresivo se nutre fundamentalmente de la técnica serigráfica para la impresión de carteles, y del paste up, método de composición de imágenes y textos que se pintan o imprimen sobre papeles que luego son pegados sobre muros y estructuras.

    ¡Vándalas! formó parte de las actividades organizadas por la cátedra Rosario Castellanos de Arte y Género en ese recinto con el fin de compartir y reflexionar en torno a las artes y el activismo en Latinoamérica, desde Chile hasta México.

    La curadora de la exposición virtual, Mariela González Casanova, explicó que las artistas y agrupaciones disidentes han activado la protesta y la denuncia callejera, al plasmar en los muros las luchas sociales y políticas, así como demandas feministas, a las puertas de un proceso que busca abolir la Constitución vigente, heredada de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1989), para instalar los principios irrenunciables de la agenda feminista en la nueva Carta Magna.

    En la presentación de la muestra, la cual comenzó en diciembre pasado en el sitio web del Museo Universitario del Chopo (https://n9.cl/z8ik ), González Casanova recuerdó que en mayo de 2018 el movimiento feminista en Chile encabezó movilizaciones en todo el país para denunciar la desigualdad que viven las mujeres, además de criticar la educación sexista y visibilizar la violencia de género, que incluye acoso y abuso sexual en espacios académicos y en general.

    También explica que la manifestación, conocida como “revolución feminista chilena”, puso de manifiesto la capacidad de organización autogestiva y de expresiones colectivas que el movimiento venía gestando, y que fue precisamente en octubre de 2019 cuando las mujeres y disidencias sexo-genéricas feministas llevaron la expresión artística, el cuerpo y su protesta política a las calles, especialmente a los muros.

    Leyes y abuso policial

    En la exposición se incluye la intervención Revolución feminista, que nace en respuesta a la Ley Anticapucha, que se tramitó en el Senado en noviembre de 2019 por instrucción del presidente Sebastián Piñera. Esa normatividad buscaba aumentar las penas contra manifestantes que oculten su rostro. Esta pieza muestra a mujeres encapuchadas realizadas por la serigrafista chilena criada en Buenos Aires, Neftalí Garrido.

    Los ojos del pueblo, también de Neftalí Garrido, se originó para denunciar de manera pública uno de los rasgos más horrorosos de la actuación de la policía contra los manifestantes a partir de octubre de 2019 .

    De la artista Paloma Rodríguez se presenta Santísima dignidad, inicialmente instalada en la fachada de la casa central de la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde fue rápidamente censurada.

    En la obra, Rodríguez añade elementos alusivos a la situación contextual como la pañoleta abortista, luego la alusión a una manifestante conocida por vestir la botarga del anime Pikachu en las marchas y finalmente las palabras “Santísima Dignidad”, refiriéndose al valor más reclamado por las chilenas en las calles.

    La exhibición incluye también la obra La copia infeliz del Edén, de Rodríguez. La imagen alude a un fragmento del himno nacional chileno, que expresa que Chile “es la copia feliz del Edén”. El trabajo de la artista puso de manifiesto que ese país no será el Edén prometido, ni un territorio libre de violencia, abusos y represión del Estado.

    En los muros del museo del Chopo también se aprecia No necesito a un príncipe azul, de la Brigada Laura Rodig 8m, realizada en principio en acuarela a partir de una fotografía tomada durante la marcha del 8M de 2019 que luego fue digitalizada y convertida en serigrafía. La exhibición virtual de ¡Vándalas! concluyó ayer.

    Toda la información e imágenes son de LA JORNADA.
    Link original: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/01/31/cultura/vandalas-reflejo-de-la-explosion-creativa-de-mujeres-en-la-protesta-social-chilena/

  • Ya no nos engañan más: técnicas masculinas para hacer sufrir a las mujeres

    Ya no nos engañan más: técnicas masculinas para hacer sufrir a las mujeres

    El patriarcado educa a los hombres para que crean que el fin justifica los medios. Y como el fin, para muchos, es tener a una y a varias mujeres a sus pies para que siempre estén disponibles para ellos, no se paran a pensar en la dimensión ética de su comportamiento. No se paran a pensar que hacer sufrir a una persona para tener poder sobre ella es maltrato y violencia. 

    Una mujer libre con la que tienes sesiones de sexo divertidas puede decirte que sí o que no cuando tengas ganas de sexo, en cambio una mujer enamorada irá corriendo a cualquier hora a tus brazos. Esta es la diferencia entre las mujeres libres, y las mujeres prisioneras del amor. Los hombres educados en el patriarcado creen que el amor es como una guerra, y para ellos hacer prisioneras a las mujeres es como un juego: es un desafío a su virilidad, parecido al que juegan cuando van de caza. Les encanta acumular trofeos para hacer alarde de su poder, para aumentar su prestigio, para reafirmar su virilidad, para sentirse importantes, para obtener los aplausos y despertar la envidia de los demás, y para tener a su alrededor muchas mujeres disponibles.

    No sólo les pasa a los machos alfa, también les pasa a los hombres de izquierdas, y a los aliados feministas, y a los poliamorosos progres: creen que sus técnicas para ligar son las adecuadas porque las usaron sus tatarabuelos y sus padres. Las aprenden en las películas y en las series, en las novelas y en la prensa del corazón, pero también las aprenden de los hombres que tienen a su alrededor: todos, casi todos lo hacen, es lo «normal».

    Desde muy pequeños aprenden que una pelota vuelve a ti a mayor velocidad cuanto más fuerte la golpeas contra la pared. Hay varios chistes sobre la similitud entre las pelotas y las mujeres: saben que si las mujeres se enamoran y sufren, serán más sumisas, y podrán manipularlas para tenerlas a mano cuando las necesiten.

    ¿Y cómo enamoran a las mujeres? Casi todos siguen los mismos pasos: primero las hacen reír, luego las colman de orgasmos y atenciones, y después se alejan para que no se crean que han conseguido enamorarles al cien por cien, y para que empiecen a sufrir.

    Los hombres patriarcales saben que las mujeres tenemos un problema muy grave de autoestima, y que por consiguiente, somos inseguras, y celosas. También saben que tenemos mucho miedo a quedarnos solas, y a que nadie nos quiera, porque todos los días nos bombardean con la idea de que hay que esforzarse para tener pareja e invertir mucho dinero, tiempo y recursos en estar guapa, estar a la moda, ser buena en todo, y ser perfecta para ser amada, y para que tu amado no busque a otras mujeres.

    Son muchos los hombres que se aprovechan de esta baja autoestima para hacernos tocar el cielo con los dedos, y luego bajarnos a los infiernos. Sus técnicas son muy eficaces, por eso hay tantísimas mujeres sufriendo por amor: mujeres rotas por el dolor, mujeres con su salud mental terriblemente dañada, mujeres deprimidas y medicadas, mujeres que se suicidan, mujeres en terapia intentando sanar las heridas…

    Somos millones las que queremos dejar de ser esclavas del amor, y le ponemos mucho empeño. Pero el amor es una droga muy potente y desde pequeñitas nos hacen adictas para convertirnos en yonquis del amor, para que seamos dependientes de un mito que nos revoluciona el cuerpo, el corazón, las entrañas y el sexo. Gastamos mucha energía y tiempo tratando de ser amadas, y luego nos cuesta años desengancharnos del amor romántico. El precio que pagamos al enamorarnos es demasiado alto, pero nadie nos habla del coste tremendo que tiene sufrir por amor a un hombre.

    Los hombres patriarcales no evalúan el impacto que sus deseos y necesidades tienen en los demás: simplemente usan las estrategias que les funcionan sin pararse a pensar en si hacen sufrir o no. No piensan en si es ético poner de rodillas a las mujeres para beneficiarse de ellas. Les han dicho que en el amor todo vale, que no hay reglas ni restricciones para que ejerzan su poder. Les han dicho que las mujeres somos malas y que tienen que defenderse de los encantos femeninos: saben que la única forma de domesticar a las mujeres que tienen derechos y que se sienten libres es a través del amor.

    Muchos no han oído hablar siquiera de la responsabilidad afectiva: no se responsabilizan de las estrategias que utilizan para conseguir lo que quieren porque son las que se han usado de toda la vida.

    Algunos creen que sufrimos porque queremos, nos dicen que en realidad somos libres y podríamos dejarles cuando quisiésemos. Creen que nos gusta y que disfrutamos sufriendo, que está en nuestra naturaleza, y que es innato en las mujeres.

    Pero no es innato: las mujeres aprendemos a sufrir antes que a disfrutar del amor. Desde niñas nos presentan a las grandes sufridoras como mujeres bellas y especiales, nos las mitifican para que colaboremos con el patriarcado, que nos quiere amargadas y entretenidas con el tema del amor de pareja. Cuando somos más mayores, no creemos tener derecho a recibir cuidados y amor: solo nos han enseñado a darlos.

    El maltrato en la pareja está normalizado y romantizado: nos hacen creer que para vivir una pasión hay que sufrir, nos hacen creer que cuando Cupido nos dispara sus flechas estamos condenadas a sufrir por amor. Vamos desarmadas y desnudas al amor, y ellos van con casco, con escudo y con espada. Vamos ilusas al amor pensando que ahí está nuestra salvación, y el golpe que nos llevamos cuando descubrimos que el amor romántico es una estafa y no hay recompensa por sufrir por amor, duele en el alma. 

    Por eso es tan importante tomar conciencia de que hay que dejar de sufrir por amor, y para ello hay que conocer las técnicas que algunos hombres heterosexuales utilizan para someternos y tenernos bajo control.

    ¿Cómo hacen para que las mujeres sufran por ellos? 

    -Te dan una de cal y otra de arena, para que primero goces intensamente, te enganches, te montes tu película, y luego sufras por ellos.

    – Algunos usan la ambigüedad: no expresan sus sentimientos con claridad, se muestran confusos, a veces dicen una cosa y luego la otra, a veces te avivan la esperanza y otras te la quitan, y algunos se muestran atormentados para que empatices con ellos.

    – Otros aparecen y desaparecen: es una técnica muy efectiva para angustiar a las mujeres, ir y venir, estar y no estar, moverse para delante y atrás, como las olas del mar.

    – Unos te hacen sentir muy especial y te hablan de futuro, porque han aprendido muy bien las técnicas de los don juanes para ligar en el siglo XXI. 

    – Otros te hacen sentir poca cosa y se hacen más grandes a tu lado para bajarte aún más la autoestima.

    – Unos se enamoran locamente, y hacen muchas promesas de futuro que no saben si podrán cumplir. Pero saben que las promesas son esenciales para alimentar la ilusión. Saben que nos están engañando, con alevosía y premeditación.

    – Otros no se enamoran, pero fingen que están enamorados para enamorarte a ti también. Saben que con palabras bonitas pueden abrir todos los corazones que quieran: entran en ellos, los destrozan y se largan.

    – Unos te imponen su modelo de pareja sin preguntarte a ti por tus apetencias o tu forma de entender y de vivir el amor,

    -Otros son negacionistas de la pareja y juran que a pesar de los años que lleváis juntos, tú no eres nadie, tú no eres nada para ellos, y jamás seréis pareja. Algunos de ellos te ocultan a su gente querida, otros no, pero la mayoría se aprovecha del privilegio del no compromiso para hacer lo que les venga en gana, según sus apetencias o necesidades.

    – Unos provocan celos en sus amantes para que no se crean las únicas, para que sean complacientes y se esfuercen, y para que vivan con miedo constante a ser sustituidas.

    -Otros lloran y se victimizan para que siempre estés pendiente de ellos,y para que atiendas sus necesidades y te olvides de las tuyas

    -Algunos te encierran en una relación monógama: te hacen creer que son monógamos para que tú seas fiel y leal, pero no lo son. Es simplemente machismo y egoísmo: ellos viven una vida sexual y amorosa diversa mientras que para ti él es el centro de tu mundo. Mira como están los burdeles de cualquier pueblo y cualquier ciudad a mediodía: repletos de hombres. La monogamia es una gran estafa que sirve para coartar nuestra sexualidad y para tenernos domesticadas y encerradas en casa.

    – Otros proponen relaciones abiertas y les encanta juntar a varias de sus mujeres en un mismo espacio para verlas competir y rivalizar.

    – Algunos son muy «sinceros» y te detallan con todo lujo de detalle como ligan con otras mujeres y lo mucho que disfrutan.

    – Otros son muy deshonestos: ocultan información o mienten deliberadamente todo el tiempo. Cuando son descubiertos piden perdón y vuelven a mentir, hasta que las mujeres se resignan, o les dejan.

    – Unos se enfadan para que te sometas: por ejemplo si saben que estás enfadada, te montan una bronca para que tu enfado quede en un segundo plano.

    -Otros te aplican la ley del hielo: te dejan de hablar y te muestran una indiferencia total para que sufras remordimientos y te sientas culpable.

    – Unos te hacen creer que te amarán para siempre pero no te cuidan en el presente, otros son unos tacaños del amor y te lo dan en dosis mínimas para que siempre quieras más

    – Unos triangulan: te hacen creer que llegaste a la vez que otra chica, o te ponen a una ex en medio de la relación. Así viven como reyes, con dos mujeres pendientes de él, y sufriendo porque él se va con la otra. Puede alternarlas sucesivamente o estar con las dos a la vez: para ninguna de ellas es fácil liberarse de esa cárcel triangular.

    – Otros te piden que te des por completo y te hacen creer que tu libertad, tus proyectos, tus redes sociales y afectivas y tus pasiones son un obstáculo para la relación. Te piden que los dejes todo y te dediques a ellos.

    – Unos te hacen creer que sin ellos no eres nada, que no vas a poder ser feliz lejos de ellos, que les debes todo, que tu felicidad depende de ellos, y que sola no tienes valor.

    – Otros te elogian para que te sientas como una diosa, pero no sólo te lo hacen a ti.

    – Unos creen que eres una buena candidata a esposa, otros creen que solo sirves como amante: aunque huyas de los estereotipos y los mandatos patriarcales, ellos tienden a etiquetarte y a tratarte como te mereces, según el tipo de mujer que seas (mujer buena/mujer mala, mujer para casarse/mujer para follar)

    -Algunos carecen completamente de empatía y son insolidarios: les da igual que llores por ellos. Piensan que es tu problema, que tú te lo has buscado, y les importa muy poco que te rompas por dentro. Otros en cambio disfrutan viéndote desesperada, triste, amargada, angustiada, y con ansiedad. Se sienten importantes cuando ven llorar a sus parejas, y cuando ven cómo se arrastran mendigando unas migajas de amor. Siempre intentan que creas que lo que te pasa es que estás loca, y que la culpa de tu sufrimiento la tienes tú.

    -Unos quieren que les des siempre la razón, que les arregles sus problemas y que les salves de sí mismos,

    otros quieren que respetes su libertad para vivir su vida como quieren,

    pero todos ellos saben que para tener a una mujer de rodillas, hay que enamorarla y hacerla sufrir, y creen que no importa si para ello tienen que mentir, jugar con tus sentimientos, engañar y manipular sus emociones.

    Esta forma de relacionarse está tan normalizada que apenas nos damos cuenta de que hacer sufrir a una persona es violencia. 

    La manipulación emocional es violencia, pero nos la presentan como un acto de amor: nos han dicho mil veces que «quien bien te quiere, te hará llorar». Nos hacen creer que el amor y el odio es lo mismo, y que «los que más se pelean son los que más se desean», pero lo cierto es que cualquier relación, sea del tipo que sea, y dure lo que dure, ha de estar basada en los cuidados mutuos.

    No importa si es una relación virtual o presencial, si es una noche o tres años: cualquier relación de dos personas que se juntan a disfrutar del sexo ha de estar basada en la empatía, el respeto, la complicidad, la solidaridad y los cuidados.  

    El amor no es un juego si duele: si haces sufrir a los demás, es porque te estás portando mal.

    La buena noticia es que todo se puede trabajar, y todo se puede despatriarcalizar.

    Y nosotras que sabemos ahora quién se beneficia del sufrimiento de las mujeres, y para qué nos quieren sufriendo, debemos rebelarnos y no permitir que ningún hombre nos manipule emocionalmente y juegue con nosotras.

    El corazón del patriarcado está en las relaciones que construimos en pareja, por eso es tan importante conocer estas técnicas masculinas, y negarse a vivir de rodillas frente al amor.

    El sufrimiento se acabó: ahora nos toca a todas empezar a disfrutar.

    Somos todas dueñas de nuestro amor: ya no nos engañan más.

    Toda la información e imágenes son de HAIKITA.
    Link original: https://haikita.blogspot.com/
  • No podemos perpetuar el modelo masculino como el universal ¿Cuándo vamos a aprender?

    No podemos perpetuar el modelo masculino como el universal ¿Cuándo vamos a aprender?

    Me sorprende tanto una y otra vez que, con la crisis de la pandemia del COVID-19, el marco de la Agenda 2030 y el compromiso que tenemos de no dejar a nadie atrás, hablar, pensar y actuar de los retos al desarrollo y de la movilidad humana sigue siendo términos neutros. “Los migrantes, las migraciones” se usan indistintamente para explicar un fenómeno que es altamente diferenciado entre hombres y mujeres, niños y niñas.

    Cada vez que trabajamos temas clave para el desarrollo humano empezamos asumiendo que las comunidades y los grupos sociales son “casi” homogéneos. Y, en consecuencia, estrategias y políticas públicas para enfrentar los retos del desarrollo frecuentemente se diseñan desde un patrón universal.  El problema es que, no solo no son homogéneos, sino que, en esa generalización usamos el modelo y la realidad masculina como la universal y determinante. La norma continúa siendo la masculina

    Teresa salió de Venezuela a finales de 2018 con su compañero Daniel, una hija de 12 años y un hijo de 8. Es educadora, pero la migración la aleja de su profesión. Para sobrevivir vende comida en un semáforo; levantarse, cocinar, preparar las viandas, vender en el cruce de avenidas, son las actividades que puede hacer mientras está con su hijo e hija. La superposición del trabajo remunerado y el trabajo de cuidados es una constante en las mujeres en general y más en las mujeres migrantes. Cuando Daniel, su compañero, no encuentra otro trabajo también la acompaña en el semáforo. Cuando él no va, Teresa sabe que se enfrentará a un acoso sexual sistemático. Un día, un hombre desde su carro, la tocó y le dijo que ella era pobre porque quería, porque las curvitas de su hija le podían dar de comer. Cuando Daniel se enteró, tomó la decisión de que no volvería al semáforo y se quedaría en casa. En un segundo perdió su medio de vida (aunque fuera muy precario) y su presencia en el espacio público.

    La vida de las mujeres como Teresa gira en torno al espacio doméstico, la precariedad laboral, y la familia. En 2018 el 62% de las mujeres migrantes venezolanas indican haber viajado con familiares, frente al 42% de los hombres[1], y 1 de cada 4 mujeres lo hacen con menores de 5 años (en contraste, solo 1 de cada 10 hombres viaja con niños)[2]. Para ellas, la familia es apoyo material y emocional y una protección frente a la violencia sexual en los espacios públicos. Pero también las familias se convierten en una carga que las alejas de sus trayectorias laborales. Sin las redes estatales y sociales trabajar y cuidar a la familia se vuelve casi en tarea imposible. La escasez de ingreso, las viviendas precarias y multifamiliares, la carencia de agua, luz y electrodomésticos, la presencia de niños y niñas, que en muchos casos no están escolarizados por su situación de migración y actualmente por el impacto de la pandemia del COVID-19, son la rutina diaria de muchas mujeres migrantes. Además, muchas de ellas viven la violencia intrafamiliar y situaciones de discriminación y abuso que se han incrementado con la pandemia.

    COVID-19 ha creado una crisis sin precedentes que ha revelado y exacerbado grietas existentes en nuestras sociedades como son las grandes desigualdades estructurales, muy especialmente las desigualdades de género. Según el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) 2020, las amenazas naturales como las olas de calor, las inundaciones graves, las tormentas, los deslizamientos de tierra y las sequías generan riesgos que afectan a la migración, la urbanización, la desigualdad y la degradación de los ecosistemas. A pesar de que la migración es una estrategia de adaptación, las pautas sociales de discriminación y exclusión suelen persistir incluso después de que las personas se trasladan (Singh 2012).[3]

    Las mujeres migrantes, especialmente aquellas que se involucran en el cuidado doméstico, están enfrentando mayor posibilidad de exposición cuando mantienen su actividad económica, y cuando no pueden hacerlo, como consecuencia de restricciones de viaje y de movilidad, experimentan duras consecuencias socioeconómicas derivadas de las pérdidas de ingreso[4]. COVID-19 es una oportunidad para revertir las desigualdades estructurales y hacer realidad el principio de la Agenda 2030 de no dejar a nadie atrás en la consecución del desarrollo sostenible. En este sentido, es importante reaccionar y abandonar esa mirada sesgada sobre la migración que invisibiliza a las mujeres.

    Después de muchos años de aprendizajes, datos y estudios que explican las desigualdades de género y desigualdades intra-hogares (en cualquiera de sus múltiples formas), las políticas migratorias y la ayuda humanitaria conciben a la familia biparental como un concepto único y universal, y a las mujeres -por ser buenas administradoras y garantizar el buen uso de los recursos- como únicas responsables e implementadoras de programas. Aunque éstas sean medidas prácticas y efectivas en los contextos de desarrollo y humanitarios, ya es hora de que entendamos lo que implica para las mujeres un modelo utilitarista y los impactos que éstos tienen en su tiempo, en la carga de trabajo, en sus deseos y expectativas de vida.

    Aunque no tenemos aún suficientes datos estadísticos para conocer con precisión la situación de las mujeres en la migración en general, si tenemos suficiente información para hacer cambios en las respuestas y poner a las mujeres con sus decisiones y propuestas en el centro y al frente de los programas de desarrollo, apoyo humanitario y de recuperación.[5]

    Por ejemplo, en el caso de las mujeres migrantes venezolanas en Perú, sabemos que ellas tienen en promedio niveles más altos de educación formal que los hombres migrantes (educación superior técnica o universitaria incompleta o completa 62,6% y 53,6% respectivamente)[6]. Aun así, triplican el desempleo comparado con ellos; tardan más en encontrar trabajo y reciben por su trabajo en promedio el equivalente al 86,7% de lo que los hombres migrantes perciben. La mitad de ellas trabaja en restaurantes y limpiando casas, actividades que solo el 19,6% de los hombres migrantes hacen[7].

    La descualificación, como parte de la pérdida de capital humano, en los procesos migratorios es un problema bien conocido que afecta a mujeres y hombres. La vuelta al espacio doméstico no. Desde el Sistema de Naciones Unidas (SNU) tenemos la obligación de revisar nuestra actuación para no acrecentar este problema, y de relacionarnos con las mujeres migrantes como sujetas y protagonistas. De lo contrario las estaremos dejando atrás.

    Entender y transformar las desigualdades de género en todo el ciclo de vida de las personas, considerando su estatus migratorio y condición étnica-racial, es un principio central del desarrollo sostenible y los derechos humanos y es al mismo tiempo un imperativo ético que debe guiar nuestra generación de datos, políticas públicas, instrumentos globales, respuestas sectoriales y alianzas estratégicas. Desde PNUD hemos decidido apostar por este camino y estamos orgullosos/as de haber presentado recientemente la Estrategia Regional sobre la Movilidad Humana y el desarrollo Sostenible, que busca transformar esta manera de ver, pensar y hacer sobre el reto de la movilidad forzada en los contextos de desarrollo.

     

    1. OIM. (2018). Analysis: Venezuelan migration flows  in South America. May 2018.
    2. DTM4 Ecuador. (2019). Monitoreo de Flujo de Población Venezolana: Ecuador Ronda 4. Quito: OIM.   Recuperado de https://reliefweb.int/report/ecuador/dtm-ronda-4-monitoreo-de-flujo-de-poblaci-n-venezolana-ecuador-marzo-2019
    3. PNUD. Informe de Desarrollo Humano (2020)
    4. PNUD, “Nota técnica: los impactos económicos del covid-19 y las desigualdades de género. Recomendaciones y lineamientos de políticas públicas”, 2020.
    5. La Encuesta sobre condiciones de vida de las personas venezolanas viviendo en Perú, aplicada en 5 ciudades que reúnen 85% de la población venezolana según censo de 2017, mide con precisión diversos aspectos de la condición de mujeres y hombres de nacionalidad venezolana viviendo en Perú en el año 2018.
    6. INEI. (2019). Condiciones de Vida de la Población Venezolana que reside en Perú. Resultados de la “Encuesta dirigida a la población venezolana que reside en el país” ENPOVE 2018. Lima: INEI.   Recuperado de https://data2.unhcr.org/es/documents/download/70521
    7. INEI. (2019). Condiciones de Vida de la Población Venezolana que reside en Perú. Resultados de la “Encuesta dirigida a la población venezolana que reside en el país” ENPOVE 2018. Lima: INEI.   Recuperado de https://data2.unhcr.org/es/documents/download/70521

    Toda la información e imágenes son de NOTICIAS PNUD.
    Link original: https://www.latinamerica.undp.org/content/rblac/es/home/blog/2020/no-podemos-perpetuar-el-modelo-masculino-como-el-universal–cuan.html

  • Exigen paridad de género en la Corte-IDH

    Exigen paridad de género en la Corte-IDH

    Lideresas de AL en derechos humanos piden romper el dominio masculino.

    Una docena de lideresas de América Latina y el Caribe en defender los derechos humanos, proteger al sexo femenino, luchar contra la discriminación, salvaguardar la libertad de expresión y enfrentar al cambio climático clamaron ayer por romper el dominio masculino en los puestos de jueces de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) y elegir a mujeres para alcanzar la paridad de género.

    En una declaración emitida en esta capital, las 12 recordaron con pesar que desde que la Corte empezó a funcionar, en septiembre de 1979, sólo cinco de sus 39 cargos jerárquicos en casi 41 años fueron ocupados por mujeres y que en la actualidad hay una jueza y seis jueces.

    “Nuestro continente cuenta con mujeres juristas altamente calificadas en materia de derechos humanos para ejercer como juezas”, plantearon.

    “Su designación para el cargo no sólo debe hacerse como medida para corregir la desigualdad de género, sino también como reconocimiento del capital humano y valor de las mujeres y la importancia de su aporte en la protección de los derechos humanos en el hemisferio”, adujeron.

    La Organización de los Estados Americanos (OEA) deberá elegir en 2021 a cuatro miembros de la Judicatura de la Corte para un periodo de seis años.

    Los nombramientos serán hechos por los Estados parte de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, suscrita en 1969, en vigencia desde 1978 y con dos instancias de cumplimiento: la Corte, en Costa Rica, y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Washington.

    “Esta elección presenta una oportunidad única para transformar una desigualdad histórica en la composición del Tribunal” y contribuir “a consolidar los valores y principios de igualdad, inclusión, representatividad y pluralismo democrático a los que aspiramos en el continente”, indicaron.

    Las 12 exhortaron a nominar y elegir a mujeres para “la más alta” corte de derechos humanos de la región para “alcanzar la paridad de género”.

    “Ello requiere una acción decidida, enérgica y urgente”, afirmaron.

    Las firmantes son las costarricenses Elizabeth Odio, presidenta de la Corte; Sonia Pica, exvicepresidenta, y Christiana Figueres, exsecretaria ejecutiva de Naciones Unidas para cambio climático; la chilena Cecilia Medina, expresidenta de la Corte; la peruana Gladys Acosta, vicepresidenta del Comité para Eliminación de la Discriminación contra la Mujer de las Naciones Unidas, y la paraguaya Lina Bareiro, experta del Comité.

    También figuran la colombiana Catalina Botero, exrelatora de libertad de expresión de la CIDH; las argentinas Stella Maris Martínez, defensora General de Argentina, y Mónica Pjnto, especialista en derechos humanos; la brasileña Sylvia Steiner, exjueza de la Corte Penal Internacional, y las jamaiquinas Tracy Robinson y Margarette May Macaulay, expresidentas de la CIDH.

    Toda la información e imágenes son de EL UNIVERSAL.
    Link original: https://www.eluniversal.com.mx/mundo/exigen-paridad-de-genero-en-la-corte-idh
  • Sara Omar, la escritora que da voz a las mujeres musulmanas

    Sara Omar, la escritora que da voz a las mujeres musulmanas

    Nacida hace 34 años en el fragor de la guerra del Kurdistán iraquí, la escritora danesa Sara Omar denuncia en sus libros la violencia infligida a las mujeres en nombre de un islam reaccionario, un “sacerdocio” asumido que va acompañado de tener que vivir con protección.

    Su primera novela, “La lavadora de los muertos”, ha vendido más de 100.000 ejemplares en Dinamarca, un resultado impresionante en un país con 5,8 millones de personas. Es como el “MeToo de las musulmanas”, dice durante una entrevista con la AFP en Copenhague.

    En su literatura y en el debate público, la joven novelista describe las vejaciones que sufren mujeres y niñas (violaciones, maltratos, crímenes de “honor”) detrás de las puertas de los hogares, y molesta a una franja oscurantista de la comunidad musulmana, que la ha llevado a tener que vivir con protección.

    “Gracias por darme voz”

    Publicado en 2017, este éxito de ventas cuenta la historia de Frmesk, “lágrima” en kurdo. El relato comienza con el nacimiento de la protagonista en 1986 en Solimania, Kurdistán, el mismo sitio en que nación la autora. Termina en una cama de hospital en Dinamarca en 2016, donde Frmesk conoce a una joven interna, también kurda, atrapada entre su deseo de emancipación y el control excesivo de su padre.

    Muchas son las mujeres, sobre todo en las comunidades musulmanas nórdicas, atrapadas entre el liberalismo de su país de adopción y el conservatismo de su familia, que se han acercado a ella para agradecerle haberle dado forma a su sufrimiento a través de Frmesk.

    “Mis libros han iniciado un movimiento muy discreto entre las mujeres, particularmente las de origen musulmán en Escandinavia, ya que se identifican con los personajes y los temas de las novelas”, explica.

    “Una reacción que me conmovió hasta las lágrimas fue la de una mujer entre los 45 y 50 años, que se me acercó y mi dijo al oído: ‘gracias por darme voz’”, cuenta todavía emocionada.

    Tan combativa como su heroína, que fue violada por un tío en su infancia, la escritora prefiere no dar detalles sobre su vida, una decisión que se ha hecho necesaria por “su situación de seguridad”, según contó su asistente.

    La escritura

    Llegada a Dinamarca a los 15 años, tras haber pasado varios años en campos de refugiados, Sara Omar comparte una señal distintiva con su heroína: una mecha blanca en el centro de una cabellera negra como el azabache.

    En el pasado aseguró que había estado casada y que era “madre de una niña asesinada” y que empezó a escribir la historia de Frmesk durante un ingreso en un hospital psiquiátrico tras varios intentos de suicidio.

    Para ella, la escritura no es “un sueño, la vivo como un sacerdocio ya que he sacrificado todo por ella”, resume con una mirada determinada y una sonrisa triste.

    Pese a las amenazas, esta “musulmana agnóstica” rechaza enjuiciar al islam y subraya el alcance universal de su mensaje.

    “Toda religión monoteísta tiene un lado oscuro y un lado luminoso. El islam tiene también este lado oscuro pero deja lugar a la interpretación. Todo depende de quién tiene el libro en la mano”, sostiene.

    En un país obnubilado por los riesgos del comunitarismo y todavía impactado por el explosivo caso de las caricaturas de Mahoma, Sara Omar defiende con uñas y dientes la libertad de expresión.

    “Mientras haya gente que amenace a los escritores y a aquellos que luchan por el derecho de utilizar las palabras, seguiremos teniendo problemas”, dice.

    La saga de Frmesk tiene un segundo tomo que también ha ganado un premio en Dinamarca.

    “No he terminado con la historia de Frmesk ya que pienso que es más que una niña abusada y una mujer oprimida. Es una luchadora y necesito escribir el resto de su historia”, dice la joven con voz dulce.

    Mientras estudia un máster de ciencias políticas, Sara Omar trabaja actualmente en la traducción de su libro en kurdo y en árabe, que espera editar ella misma para evitar la censura.

    Toda la información e imágenes son de REVISTA ARCADIA.
    Link original: https://www.revistaarcadia.com/libros/articulo/sara-omar-la-escritora-que-da-voz-a-las-mujeres-musulmanas/202129/

  • La violencia de género digital debe tratarse como un fenómeno estructural y no como delito aislado

    La violencia de género digital debe tratarse como un fenómeno estructural y no como delito aislado

    El acoso, la difusión de contenidos íntimos, el hostigamiento o el envío de contenidos sexuales no solicitado no deben tipificarse sólo como delitos; deben visibilizarse y entenderse como parte de una estructura de violencias que suceden en espacios físicos, digitales, públicos y privados, coincidieron expertas en materia de ciberseguridad y género.

    La violencia ejercida contra las mujeres y niñas no ocurre sólo en las calles, en los hogares o en las oficinas. El internet y las plataformas que operan virtualmente se han convertido en nuevos espacios en los que es posible acosar, discriminar, amenazar y hasta violentar la intimidad de las personas.

    En México y en gran parte del mundo el blanco de estas agresiones personales son las mujeres, especialmente las más jóvenes. Y la intervención del Estado a través de la tipificación de estos delitos no ha sido suficiente para frenar este tipo de violencias, adicionalmente las medidas tomadas por las plataformas y redes sociales tampoco han impactado positivamente en la erradicación de agresiones.

    Visibilizar y entender esta problemática como un problema estructural y no como un delito aislado son claves para la erradicación de estas violencias, coincidieron expertas durante sus ponencias en la mesa de discusión Visibilización y prevención de la violencia digital en redes sociales como parte de un foro organizado por el INAI (Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la información y Datos Personales).

    En México sólo 19 entidades han incorporado la violencia digital como parte de la ley de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia, es decir como parte de una estructura sistemática y no como una agresión aislada que ocurre en espacios digitales. En contrasentido, 28 (casi la totalidad de los estados) sí tienen tipificada la violencia digital como un delito.

    Esta situación produce que sólo se castigue penalmente una agresión virtual sin que se entienda la raíz de la misma y sin que esta perspectiva se integre dentro de todas las leyes y programas de prevención de la violencia de género, dijo Fátima Gamboa, abogada y Codirectora en la organización Equis Justicia.

    La problemática adicional de sólo castigar es que, aún con la tipificación del delito la mayor parte de las víctimas de cualquier modo no reciben justicia. Por ejemplo, en los últimos tres años las autoridades han recibido 2,143 carpetas de investigación relacionadas con agresiones virtuales de las cuales 80% de las víctimas eran mujeres y cerca del 83% todavía no se han resuelto, de acuerdo con cifras del estudio Violencia digital en trámite de la organización Luchadoras.

    Otra de las omisiones de considerar la violencia digital como un delito aislado es que omite la responsabilidad de las plataformas y los espacios donde suceden las agresiones, Paz Peña Ochoa, resalta la importancia de insistir en la implementación de normas y protocolos de prevención y acción ante situaciones de acoso, amenazas, suplantación de identidad, difusión de contenidos íntimos sin consentimiento o discriminación.

    “No se puede omitir la responsabilidad de las plataformas que fungen como intermediarios privados y mientras no sean obligadas a cambiar sus modelos de extracción de datos y de crecimiento mediante interacciones la violencia digital no sólo seguirá sino que se hará endémica. También hay que obligar a las plataformas a elaborar informes y estadísticas sobre la ocurrencia de estas agresiones”, aseguro Paz, consultora en Tecnologías, Derechos Humanos y Género.

    La tipificación de la violencia digital como delito es importante, sí, en la lucha para visibilizar que existen dichas agresiones, que los espacios virtuales no son completamente seguros para las mujeres y que la violencia ejercida por esos medios también tiene consecuencias. Pero es importante acompañar dicha tipificación con una perspectiva integral y transversal en todos los entes involucrados, así como con presupuesto destinado no a castigar sino a prevenir toda expresión de violencia contra mujeres y niñas, coincidieron las expertas.

    No basta con hacer leyes, y quedar bien, hay que meterle dinero a esas leyes para que no queden de adorno. Hay que capacitar a autoridades, a plataformas, a usuarios. Hay que invertir más en la prevención”, comentó Paz Peña durante su intervención.

    Las agresiones ejercidas a través de plataformas y redes sociales violentan el derecho a la libertad de expresión, a la protección de datos y a la privacidad y el acceso a la justicia; pero fundamentalmente vulneran el derecho de las mujeres y niñas, en su mayoría, a una vida libre de violencia y el impacto que tienen estas agresiones puede salir de los espacios virtuales donde fueron cometidas.

    De acuerdo con el estudio de Luchadoras, el 33% de las víctimas sufrió daño emocional causado por la agresión digital, el 20% sufrió daño reputacional e incluso un 9% reportó daño sexual.

    La perspectiva de género es necesaria y debe ser integral; las mujeres no son el único blanco de la ciberviolencia pero sí son víctimas desproporcionales de ataques intencionados y personales. A diferencia de los hombres que generalmente son víctimas de delitos virtuales como el fraude o el robo de datos financieros, delitos más relacionados con la delincuencia que con una estructura de violencias.

    Lo personal de los ataques virtuales contra mujeres se observa y se entrelaza con la cercanía que tienen las víctimas con sus agresores; cerca del 40% de las agresiones son cometidas por personas conocidas o incluso muy cercanas a las víctimas.

    En este sentido también es importante resaltar el derecho de las víctimas a procesar sus situaciones o a negarse a enfrentar los procesos legales para acceder a la justicia. Incluso para quienes están dispuestas a denunciar tienen obstáculos para probar las agresiones, “a veces las plataformas mismas donde sucede la violencia no atienden tus solicitudes, tardan en actuar o no te brindan las herramientas o informes necesarios para fortalecer la denuncia”, dijo Jessica Matus, fundadora de Datos Protegidos, organización para la privacidad de datos, libertad de expresión y ciberseguridad con perspectiva de género.

    Bajo estas omisiones, la tarea es formar sistemas integrales que más que castigar el delito se enfoquen en capacitar para prevenir cualquier tipo de violencia en redes sociales o plataformas virtuales. Y que, al momento de ejercer justicia, protejan y brinden atención especializada a las víctimas.

    Toda la información e imágenes son de EL ECONOMISTA.
    Link original: https://www.eleconomista.com.mx/politica/La-violencia-de-genero-digital-debe-tratarse-como-un-fenomeno-estructural-y-no-como-un-delito-aislado-20210130-0006.html

  • Mujeres pierden empleos en turismo, entretenimiento, ventas y salud

    Mujeres pierden empleos en turismo, entretenimiento, ventas y salud

    Desarrollar nuevas habilidades y formar a más jóvenes en carreras orientadas a tecnología y ciencias, será la ventaja competitiva para que recuperen terreno en el ámbito profesional, señaló Mónica Flores, presidente de ManpowerGroup Latam.

    Los sectores con predominio de mujeres profesionales, como turismo, entretenimiento, ventas y salud, son los de mayor impacto en pérdidas de empleo, por la pandemia, y los más complicados en recuperación.

    Desarrollar nuevas habilidades y formar a más jóvenes en carreras orientadas a tecnología y ciencias, será la ventaja competitiva para que recuperen terreno en el ámbito profesional y se posicionen en puestos de mayor responsabilidad, señaló Mónica Flores, presidente de ManpowerGroup Latam.

    “Debemos aprovechar la natural propensión a tener las habilidades demandadas en el siglo 21, con la formación de competencias STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas), para crear modelos sustentables donde las mujeres tengan participación y más independencia económica. Para disminuir los niveles de violencia y la repetición de estereotipos, el enfoque es mujeres independientes en lo financiero”, dijo Barragán durante su participación en el Women Economic Forum, en España, desarrollado en esta ocasión de manera virtual.

    Las empresas, por su parte, deben convertirse en organizaciones que prometan a las mujeres la capacidad de aprender nuevas habilidades transversales y desarrollarse, precisó Flores Barragán.

    Una formación o entrenamiento que involucre cualquiera de las competencias STEM ayuda a que las mujeres se posicionen en cualquier de las áreas que hoy tienen una importante salida profesional. Flores precisó que la investigación y exploración, destrezas STEM, son clave para despertar el interés en querer saber más sobre un negocio o empresa, aprender a diseñar modelos de trabajo propios, desarrollar un pensamiento crítico y otras cualidades con gran demanda en periodos de crisis.

    Creatividad y el liderazgo, como parte de las destrezas sociales, también tienen una demanda creciente en las empresas y son el tipo de habilidades que se pueden transferir de un trabajo a otro, entre industrias, pero solo uno de cada cinco empleadores (19%) está invirtiendo en programas de perfeccionamiento de competencias centrados en las habilidades sociales, arrojó el informe ‘La Revolución de Habilidades’, de ManpowerGroup, en el que se revela el impacto del COVID-19 en la digitalización y las soluciones innovadoras de la fuerza laboral.

    Mayores desafíos en América Latina 

    Para las empresas, contar con mujeres en cargos de dirección ejecutiva puede incrementar sus resultados financieros y generar ventajas competitivas, de manera particular en un periodo de crisis, pues son ellas las que suelen promover de manera más activa la capacitación y la superación. Ésta fue una de las conclusiones a las que se llegó en diversas ponencias del Women Economic Forum.

    Mónica Flores puntualizó que si bien existen avances, la pandemia ha agudizado una realidad para el mercado laboral, y ésta consiste en que las mujeres no alcanzan equidad profesional, pero además están más expuestas a perder su fuente de empleo y, en muchos casos, son víctimas de violencia psicológica y física en los hogares.

    “Las cifras al respecto son contundentes, nos ha tomado muchos años llegar a los niveles en Europa, donde 33% de la participación en puestos de alta dirección y consejos está representado por mujeres. En América Latica sumamos menos del 25%”, aclaró la presidente de ManpowerGroup.

    Aseveró que el cambio no ocurrirá con rapidez mientras no se cumpla con dos elementos. El primero es romper con la idea de que hay carreras para mujeres y otras para hombres. Además, los estereotipos sobre cómo es la vida laboral de las mujeres sigue siendo “un fantasma” en su desarrollo. El estereotipo que prevalece es el de mujeres felices en su trabajo, pero infelices en su vida personal y social.

    “Este tipo de perspectiva son un lastre. Son modelos que se han perpetuado, que condenan al fracaso como economía y nos impide generar negocios sustentables”, agregó la directiva.

    Por lo tanto, las mujeres, así como las marcas y las organizaciones deben alinearse bajo nuevas perspectivas, visiones post crisis, donde ellas tienen la capacidad de elegir qué habilidades deben desarrollar, qué tipo de carrera buscan desarrollar y no centrarse en que el mercado profesional y la vida en la empresa las espera solo para cumplir ciertos roles.

    Toda la información e imágenes son de EL UNIVERSAL.
    Link original: https://www.eluniversal.com.mx/cartera/mujeres-pierden-empleos-en-turismo-entretenimiento-ventas-y-salud

  • Cuerpos que importan: la lucha feminista en pandemia

    Cuerpos que importan: la lucha feminista en pandemia

    Resulta imposible separar las luchas que se vienen llevando adelante desde los movimientos feministas de la situación actual de pandemia. El coronavirus ha logrado exponer las enormes desigualdades de clase y el alto grado de precarización en que se encuentras las mujeres y disidencias en Argentina. Desde hace años venimos denunciando las violencias a las que estamos expuestas en tanto debemos continuar con nuestras tareas productivas y reproductivas.

    Hoy resulta indispensable pensar la situación actual de crisis sanitaria en clave de género, poniendo de manifiesto el rol fundamental de las mujeres en el sostenimiento de los hogares, en el marco del desarrollo de un sistema capitalista cada vez más opresor. Desde la economía feminista se construye una perspectiva para hacer frente a la crisis proponiendo una salida que nos incluya a todxs.

    Desde el espacio donde vengo trabajando, me toca pensar las juventudes. Íntimamente comprometidas en la ola feminista de los últimos años, las mujeres y disidencias jóvenes han copado la escena con su glitter y su increíble entusiasmo de querer cambiarlo todo. Esa potencia feminista de la que habla Gago (2019) se ve encarnizada en los cuerpos de todas las que salimos a la calle para protegernos, defendernos y reivindicar otros modos de vivir.

    Se vuelve necesario gritar “niñas, no madres” cuando ciertos sectores de la sociedad, representados por los medios hegemónicos de comunicación, buscan aferrarse al ideal de la mujer madre, cuidadora y sumisa, aunque estas tengan a penas 12 o 13 años. Las que tienen que cuidar a sus hermanxs, las que no pueden ir a la escuela porque tienen que quedarse en su casa ayudando a su mamá, las que no consiguen empleo por estar embarazadas, las mismas que salieron de Ciudad Juárez en busca de una vida mejor.

    Todas ellas, todas nosotras nos merecemos una sociedad que no nos confine dentro de nuestros hogares, que no nos condene a una trayectoria laboral precarizada o nos mate en manos de un femicida. Es necesario pensar salidas posibles para nuestras jóvenes, aquellas que más padecen la crisis y deben poner el cuerpo en sus casas y en sus barrios.

    Hace décadas atrás, las feministas ya alzaban sus voces para denunciar las relaciones de violencia a las que estaban sometidas las mujeres. En los 70, las feministas marxistas instalaban el debate en torno al trabajo reproductivo y su función dentro del capitalismo. Ellas piensan la reproducción social como condición necesaria para la explotación de las mujeres y su desvalorización frente a los hombres.

    Federici (2018) considera al trabajo doméstico como la base de las desigualdades de género. Históricamente, las mujeres al quedar relegadas al espacio privado del hogar se vuelven dependientes del salario masculino, en lo que define como patriarcado del salario. Al tener el poder del salario, el hombre desarrolla un poder disciplinar y violento sobre las mujeres. Este modo de organización familiar no solo jerarquiza a los hombres por sobre las mujeres, sino que permite un desarrollo exponencial del capitalismo, lo cual demuestra la complicidad entre ambos sistemas.

    Esto se puede constatar con las estadísticas que se encuentran en nuestro país. Según el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), en base a la última Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAUH) del INDEC, la tasa de participación de las mujeres, es decir las que realizan trabajo doméstico, llega casi al 90%, contra el 58% de los hombres que declara hacerlo. A su vez, las mujeres que realizan trabajo no remunerado dedican una cantidad significativamente mayor de tiempo a esas tareas que los hombres que participan de las labores domésticas. Otro dato que arroja la encuesta es que las mujeres de hogares de menores ingresos son las que más tiempo destinan al trabajo no remuneradoenfrentando mayores demandas de cuidado y accediendo a empleos peores remunerados.[1]

    Mies (2019) también forma parte del movimiento de mujeres en los 70’ y de la “Campaña salario para el trabajo doméstico”. Esta campaña busca poner sobre la mesa la necesidad de pensar las violencias machistas en clave económica y la relación existente entre capitalismo y patriarcado. Considera que es necesario lograr un entendimiento materialista e histórico de la división sexual del trabajo para comprender las desigualdades sociales entre hombres y mujeres.

    De acuerdo con estas feministas, se vuelve evidente la necesidad de sublevarnos contra la naturalización de las tareas domésticas y luchar por el reconocimiento salarial del trabajo doméstico (Federici, 2018), sobre todo en un contexto de aislamiento donde las tareas se hacen cada vez más pesadas. Mientras ocupamos cada vez más horas en limpiar, cocinar y sostener a nuestras familias, es necesario gritar más fuerte “que eso que llaman amor es trabajo no pago”. Exponer la raíz de la opresión de las mujeres permite visibilizar los mecanismos con los que el capitalismo se ha sostenido a lo largo de la historia y su vinculación con la violencia hacia las mujeres.

    En momentos de enorme incertidumbre donde vemos como se profundizan las desigualdades, sostenemos la premisa de Susy Shock, “no queremos ser más esta humanidad”. Pero ¿cómo construir una sociedad más justa e inclusiva cuando nuestras compañeras villeras se mueren por falta de agua? ¿De qué modo nos organizamos los feminismos para hacer frente a esta nueva crisis mundial que golpea como siempre con más crudeza a los sectores más vulnerables? ¿Cómo peleamos contra las cada vez más precarias condiciones de existencia que nos ofrece el neoliberalismo?

    Lorey (2016) nos propone pensar a la precariedad no como una situación pasajera o eventual, como podría pensarse en este contexto de pandemia, sino como un nuevo modo de regulación de nuestras vidas. A partir de la imposición del sistema neoliberal y con el fin de las coberturas sociales de los Estados de Bienestar, se instaura lo que ella denomina un Estado de Inseguridad donde se reproduce y normaliza lo precario como condición social.

    Esta normalidad no solo se manifiesta en las condiciones de explotación laboral o en la vulneración de nuestros derechos, sino también a partir de la inseguridad traducida en una amenaza. En este sentido, la precarización de la vida no solo produce subjetividades sino también un estado de inseguridad constante que se busca revertir a través del aumento del aparato punitivo y represivo. Las nuevas formas de gobierno están marcadas por esta definición de “defensa contra una amenaza”.

    Este análisis resulta muy pertinente al pensar la realidad actual. Nos vemos enfrentados a una enfermedad que genera incertidumbre y un estado de paranoia constante. El temor al otrx se vuelve algo común, en tanto aumentan la cantidad de denuncias entre vecinxs y de discursos en defensa de la policía.

    Frente a esta situación, Lorey nos plantea la posibilidad de pensar en alternativas a los estados inducidos de miedo e inseguridad como forma de gobierno. Ante este aumento del “sálvese quien pueda” y de discursos liberales e individualistas, recuperar las formas de organización colectiva aparece como contrapartida. Ella nos propone pensar la precariedad como activismo político. En contra de estos discursos punitivos y sus promesas de seguridad, podemos pensar en la necesidad de otros modos de acción política. Pensar la precariedad como un devenir común que nos conduzca a nuevas formas de organización y comunidad.

    Butler (2006) también reflexiona en torno a las condiciones de precariedad de la vida como modo de relacionarnos con lxs otrxs. Piensa en una precariedad jerarquizadora la cual opera de forma diferencial sobre los cuerpos. Se produce un reparto desigual de las condiciones de vida y de su protección.  La estigmatización ha generado un acceso desigual y una atención médica deficitaria que ha provocado un aumento de los fallecimientos en zonas con mayor población afroamericana.

    Al comienzo de la pandemia en los medios de comunicación decían que este virus “no distinguía entre ricos y pobres” y que “cualquier persona está expuesta al contagio”. Hoy podemos afirmar que el virus no es inocente, es el claro reflejo de las políticas neoliberales y de su impacto diferenciado sobre los cuerpos. No afecta de la misma forma a todxs: impacta sobre los cuerpos pobres, racializados y feminizados.

    Frente a este escenario desesperante, podemos retomar los aportes de Gago (2018) en torno a lo comunitario. Ante el avance del neoliberalismo y a la normalización de las condiciones de explotación, nos propone pensar nuestras luchas desde la organización comunitaria: “la noción de lo comunitario como teoría del cambio, donde la cuestión reproductiva de los cuidados toma un papel político clave en tanto se evidencia como recurso a la vez de los momentos de crisis y resistencia abierta pero también como engranaje de unas flexibles formas productivas que lo ponen en juego, evidenciando ser un campo en disputa.”

                En tiempos donde abunda la incertidumbre y afloran las violencias, esas redes de mujeres que venimos construyendo se hacen fundamentales. En los últimos años hemos aprendido que entre todas nos cuidamos mejor. Frente un sistema opresor, buscamos las formas de construir trayectorias marcadas por el deseo, que rompan las cadenas de la heteronorma patriarcal. Pensarnos desde lo comunitario, rompe con la idea de familia nuclear y de mujeres privatizadas, al mismo tiempo que atenta contra los modos de producción capitalista.

    Desde los comedores en los barrios, pasando por la organización de alumnxs para defender la ESI, hasta los grupos de WhatsApp de socorristas, nuestros lazos colectivos han sostenido y reivindicado la lucha por el reconocimiento del trabajo reproductivo que hacen las mujeres. Las tareas que se vuelven más pesadas en tiempos de pandemia hacen aún más notoria la necesidad de poner sobre la mesa la importancia de los trabajos no remunerados que hacen las mujeres y como esto crea la base de una relación desigual frente a los hombres.

    Es en ese sentido, seguimos tejiendo redes y espacios colectivos, aunque sea en este contexto de virtualidad, para repudiar la violencia machista y su impacto sobre nuestros cuerpos. Continuamos desafiando los límites que nos han impuesto, contraatacando desde la cocina como dice Federici, organizándonos a pesar de la dificultad de estar juntas. Como afirma Gago (2019) “invención común contra la expropiación, disfrute colectivo contra la privatización y ampliación de lo que deseamos como posible aquí y ahora.”

    A pesar de la tristeza de no poder encontrarnos hoy en las calles, hoy más que nunca, gritamos bien fuerte: “Vivas y desendeudadas nos queremos!”

    [1] Rodriguez Enriquez, C. El trabajo de cuidado no remunerado en Argentina: un análisis desde la evidencia del Módulo de Trabajo no Remunerado.

    por Victoria Grinstein

    Toda la información e imágenes son de HYSTERIA.
    Link original: https://hysteria.mx/cuerpos-que-importan-la-lucha-feminista-en-pandemia/