A principios de diciembre, en The Guardian, la periodista Diane Taylor contóla historia increíble de una joven yemení que “cruzó ocho fronteras, dos desiertos y un mar” para llegar al Reino Unido y solicitar asilo político. La que viajó en avión el 14 de noviembre de 2019, es una joven de 29 años, llamada Noor, quien luego continuó en jeep por un primer desierto, luego a pie por un segundo desierto, hasta llegar a Europa y cruzarla (concretamente, España) hasta llegar, en julio de 2020, a la ciudad de Calais, al norte de Francia, donde luego se embarcó en un bote y navegó por el Canal de la Mancha hasta las costas de Inglaterra. Obviamente, no se trataba de una travesía normal: en muchos momentos la joven yemení corrió el riesgo de ser engañada o abusada, o incluso de morir. Solo para cruzar la frontera entre Argelia y Marruecos, tuvo que hacer 17 intentos. Corrió el riesgo de morir ahogada en las aguas del Canal, y tuvo que pagar miles de euros para pagar a los traficantes y sobrevivir.
No es frecuente que las mujeres yemeníes se embarquen en un viaje de este tipo sin compañía, pero Noor estaba decidida a huir de su país, no solo para salvarse a sí misma, sino con la esperanza de salvar a sus cuatro hijos, a quienes tuvo que dejar atrás, ya que en su país están en riesgo todos los días a causa de la terrible guerra civil que acontece en esta parte del mundo desde hace cinco años. Además de lo extraordinario de su viaje y su determinación, Noor también es una mujer excepcional por otro motivo: obligada por su padre y su tío a casarse a los 14 años, consiguió el divorcio y se ha convertido en una activista de derechos humanos y de los de las mujeres, defendiendo el derecho de las niñas y mujeres a la educación a través de su trabajo como periodista, y luchando contra el problema del matrimonio forzoso, que, por cierto, supone una amenaza para su hija mayor en este momento.
Mientras esperaba que su solicitud de asilo fuera aceptada por el gobierno británico, Noor dijo, refiriéndose a su trabajo como activista: “Tal vez haya sobrevivido a este terrible viaje para poder transmitir mi mensaje”. De hecho, este intenso testimonio nos recordó una vez más no solo lo difícil que es la vida y la supervivencia de los refugiados políticos en todo el mundo, sino también lo grave que es la situación de las niñas, niñas y mujeres en Yemen. Como informaThe Guardian, el estado ubicado en el extremo sur de la Península Arábiga en 2019 ha sido descrito por la Oficina de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas como uno de los peores lugares del mundo para ser mujer, una afirmación que también comparte Amnistía Internacional. Esta verdad también se refleja en el Índice Global de Brecha de Género del Foro Económico Mundial, en el que Yemen lleva ocupando el último lugar durante 13 años consecutivos.
Como informó ONU Mujeres en 2018, la mayoría de los desplazados internos son mujeres (en ese momento eran el 76%, y el 21% de las familias están lideradas por niñas menores de 18 años), por lo que son las que pagan el precio más alto de la guerra civil en Yemen; que sabemos en sí mismo es uno de los conflictos más preocupantes del mundo, y que hasta ahora se ha cobrado un número inimaginable de víctimas, debido al conflicto, pero también a la falta de alimentos, agua, medicinas y servicios básicos. A pesar de la gravísima situación en el frente de la violencia de género (las tasas de violencia sexual y matrimonio precoz son muy altas), en Yemen las mujeres ocupan ahora roles tradicionalmente reservados a los hombres en la economía familiar (todos los hombres están muertos, heridos o sin trabajo), al mismo tiempo que siguen desempeñando un papel fundamental en la ayuda a sus hogares y comunidades.
La pandemia solo ha llegado a acrecentar la gravedad d el situación, ya trágica e inhumana: como informó el pasado julio ONU Mujeres, Covid-19 ha interrumpido los esfuerzos intentos que estaban realizando muchos yemeníes para mantener económicamente a sus familias.El cierre de escuelas ha incrementado la carga de cuidados y cuidados de las madres, y sabemos con certeza que los casos de violencia doméstica y de género se han incrementado aún más, aunque la situación actual del gobierno dificulta mucho la obtención y verificación de datos sobre la situación.
La ONU y sus agencias, así como muchas ONG, continúan haciendo todo lo posible para defender y apoyar a las niñas y mujeres de Yemen: pero es importante que su destino también se convierta en una prioridad para todos nosotros, que la cobertura de los medios crezca y tantas fuerzas como sea posible se comprometan a revivir estos pueblos, ya increíblemente valientes y resilientes. Además, según un informe publicado este año por la Red Mediterránea de Mujeres Mediadoras, esto es absolutamente necesario para el proceso de paz en Yemen. #PazEnYemen
En los años 60 y parte de los 70, surgió en Estados Unidos la corriente feminista que identificó la raíz de la desigualdad social entre hombres y mujeres, lo que constituye la supremacía masculina, es decir, la raíz de la dominación en el sistema patriarcal. Un movimiento de mujeres intelectuales que analizaron las relaciones de poder dentro de las familias y el ámbito sexual, a esto conocemos como Feminismo Radical, en el que se ha venido entendiendo los privilegios que tienen los hombres, conjuntando todo esto en un lema: “Lo personal es político”, extendiendo la lucha contra el sistema opresor a lo social y privado, además de lo económico y público. Ya no se buscaba una negociación con los hombres para lograr la igualdad del género, sino que sean las mujeres las únicas sujetas activas de su propio cambio. El feminismo radical expone la principal opresión de la mujer a partir de las relaciones con hombres, ya sean padres, maridos o parejas a través de las relaciones sexuales, sostiene que el fin del capitalismo y la igualdad de la educación no son suficientes para acabar con la dominación masculina, pues las relaciones de poder se ejercen desde el matrimonio y la familia.
Para entender más sobre estas teorías, LUNA, Escuela de Pensamiento Feminista, te invita a leer las principales obras de las mujeres precursoras del feminismo radical:
1. Sulamith Firestone, especialmente conocida por su libro: “La dialéctica del sexo: el caso de la revolución feminista” publicado cuando tenía 25 años, en septiembre de 1970, convertido en un influyente libro en la historia del movimiento feminista.
2. Kathleen Barry, activista en primera línea del feminismo radical en los años 60 y 70 fue pionera en la denuncia del tráfico de mujeres y la explotación sexual. Su primera obra fue “Female Sexual Slavery” (1979) en español “Esclavitud Sexual de la Mujer” (1988), fue clave para la concientización internacional sobre el tráfico de mujeres con fines de explotación sexual.
3. Betty Friedan, fue una teórica y líder feminista estadounidense de origen judío de las décadas de 1960 y 1970. En 1963 escribió “La mística de la feminidad”, un libro clave en la historia del pensamiento feminista y considerado como uno de los libros de no ficción más influyentes del siglo XX. En el libro planteó la visión de las mujeres como seres psíquicos que configuran su identidad individual al hilo de sus relaciones sociales afrontando lo que denominó “el problema que no tiene nombre” manifestado en autodestructivas patologías como ansiedad, alcoholismo, desmedido deseo sexual, neurosis o incluso suicidio, propiciadas por la imposición de estereotipos que en la sociedad estadounidense de la posguerra relegaban a la mujer a su papel de esposas y madres ajenas a todo lo que ocurriera fuera del hogar.
4. Germaine Greer, es una académica, escritora y locutora australiana reconocida por ser una de las representantes feministas más importantes del siglo XX. Su libro más representativo es “La mujer eunuco” (The Female Eunuch)
5. Anne Koedt, es una activista feminista, cofundadora del Grupo de Mujeres Radicales de Nueva York en 1967 y conectada con el feminismo radical estadounidense. Su obra más conocida es “El Mito del Orgasmo Vaginal”(1968) considerada una publicación feminista histórica sobre la sexualidad de las mujeres. En esta obra critica el psicoanálisis que patologiza a las mujeres como frígidas.
6. Kate Millett, fue una escritora feminista radical estadounidense cineasta, escultora, filósofa, activista y profesora. Su obra “Política sexual”(1970) se sitúa entre las obras clave de la corriente del feminismo radical.
7. Andrea Dworkin, fue una escritora estadounidense, activista del feminismo radical. Es conocida por su crítica a la pornografía por su relación con la violación y otras formas de violencia contra la mujer. Al mismo tiempo, mantuvo un diálogo con los conservadores políticos, y escribió un libro temático relacionado, “Right-Wing Women”.
8. Susan Brownmiller, es una periodista, escritora y activista feminista estadounidense. Es especialmente conocida por el libro que escribió en 1975 “Against Our Will: Men, Women, and Rape (Contra nuestra voluntad: Hombres, Mujeres y Violación)” uno de los primeros en los que se planteó que la violación no era una cuestión pasional sino un problema político, un acto de poder y la que denunció su utilización para controlar a las mujeres y como “arma de guerra”.
9. Colette Guillaumin, en 1972, publica “La Ideología racista” en el cual ella cuestiona la noción de raza y los mecanismos del racismo, analiza el racismo como un hecho social y hace el paralelo entre la producción de categorías de razas y de sexos. Da el nombre de «sexage» (sexado) a la apropiación de una clase de sexo por otra.
10. Catharine Alice MacKinnon, es una jurista académica, abogada, profesora, escritora y activista feminista estadounidense. Especializada en igualdad de género en derecho internacional y constitucional y en teoría política y legal, fue pionera en reclamar legislación contra el acoso sexual y junto a Andrea Dworkin, creó ordenanzas que reconocían la pornografía como una violación de los derechos civiles. Es autora de “Sexual Harassment of Working Women” (1979).
Dentro de la agenda política de los estados integrantes de la Alianza Federalista, el tema de la violencia contra las mujeres ha figurado poco, a pesar de que las cifras tanto de violencia, asesinato y feminicidio en esas entidades son de las más graves de todo el país.
Hasta el pasado 25 de noviembre, día en que se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la Alianza Federalista incluyó en la lista de sus intereses el tema de la violencia contra las mujeres en el país.
Aunque dejaron de manifiesto ese día en que el tema tenía que ser incluido en la agenda, fue hasta el 21 de diciembre que solicitaron una reunión “urgente” con el Gobierno federal para definir una estrategia federal, pero no por la situación de las mujeres que viven en las entidades que gobiernan, sino por el asesinato del exgoberndor de Jalisco, Aristóteles Sandoval.
Estos estados tienen una deuda en cuanto a la seguridad de las mujeres. De acuerdo con los datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de enero a noviembre de 2020, mil 440 mujeres fueron sido asesinadas en esos 10 estados, es decir, el 42 por ciento a nivel nacional. De esa cifra, solo 241 están investigadas como feminicidio.
Además, 555 mujeres han sido víctimas de corrupción de menores y 101 de trata de personas. En ese periodo se registraron 74 mil 051 casos de violencia familiar y 4 mil 546 delitos de violación.
El 21 de diciembre pasado, en una conferencia de prensa, los gobernadores dijeron que están preocupados por la situación de violencia que padece el país, y se requiere poner en marcha, políticas y estrategias y acciones sustanciales, porque la tranquilidad en las calles no volverá con inercia ni displicencia.
El 26 de noviembre, también en un mensaje conjunto, los 10 gobernadores se comprometieron a erradicar el feminicidio y el clima de violencia que viven niñas y mujeres. Por esa razón, añadieron, la Alianza Federalista no solo funcionaría para temas políticos y económicos, sino también sociales para aplicar acciones transversales.
Y concluyeron con un “¡Por una alianza contra la violencia de género!”.
A pesar de la enjundia, a la fecha en el portal web de la Alianza Federalista aún no contiene información ni su posicionamiento sobre el tema.
Pero para entender la situación en las que están Aguascalientes, Coahuila, Colima, Chihuahua, Durango, Jalisco, Guanajuato, Michoacán, Nuevo León y Tamaulipas, es necesario ver las cifras de todo el país.
En el caso del delito de mujeres víctimas de corrupción de menores, Guanajuato está a la cabeza con 203 casos (los datos de enero a noviembre de 2020); en el top 10, están también Nuevo León con 106 casos, Jalisco con 87 y Chihuahua con 69.
En presuntas víctimas mujeres de trata de personas, está Nuevo León en tercer lugar con 41 casos (después del Estado de México y la Ciudad de México). Está Chihuahua también en los primeros lugares y también Coahuila.
En cuanto a los datos de violencia familiar (que son denunciados tanto por hombres y mujeres), los estados aliancistas que están en los primeros lugares son Nuevo León (segunda posición) con 16 mil 656 casos, Jalisco con 11 mil 023 casos, Chihuahua con 10 mil 525 casos, Guanajuato con 9 mil 259 y Coahuila con 8 mil 599 casos. En el caso de violación también están en los primeros lugares Nuevo León y Chihuahua.
Sobre los delitos de feminicidio, la lista la encabezan el Estado de México, Veracruz y la Ciudad de México. Después está, otra vez, Nuevo león con 62 casos, Jalisco con 54 casos y Chihuahua con 30 casos.
En cuanto a la cifra total de asesinatos de mujeres, Guanajuato está en la posición número 1, con 400 delitos. En tercer lugar está Chihuahua con 271; Jalisco en la quinta posición con 246 asesinatos y en la sexta Michoacán con 225 casos.
De acuerdo con los mismos datos, estos diez estados tienen 36 de los municipios más letales para las mujeres.
De los 3 mil 425 homicidios dolosos y feminicidios registrados de enero a noviembre, las entidades que concentran el mayor número de ambos delitos son Guanajuato (400), Estado de México (366), Chihuahua (271), Baja California (260), Jalisco (246), Michoacán (225), Veracruz (171), Ciudad de México (150), Guerrero (138) y Puebla (128).
La Secretaría de Seguridad Pública y Ciudadana (SSPC) informó en diciembre que el feminicidio tuvo un incremento de 1.7 por ciento y la violencia familiar subió 4.4 por ciento, estos dos datos de enero a noviembre de 2019 al mismo periodo de 2020. Mientras que de octubre a noviembre, hubo un aumento de siete víctimas de feminicidio de 79 a 85, una variación mensual de 2.2 por ciento.
“Este mundo ha pertenecido siempre a los hombres”. Publicado por primera vez bajo el sello de la editorial francesa Gallimard en 1949, así empezaba El segundo sexo, obra esencial de la filósofa existencialista Simone de Beauvoir que contiene en sus casi mil páginas todo lo que significó la tercera ola del feminismo que estalló con determinación durante la segunda mitad del siglo XX.
Como en la mayoría de seres humanos, en el relato de la vida de Simone de Beauvoir reinan las contradicciones. Nacida el 9 de enero de 1908, su familia pertenecía a la clase pudiente parisina aunque su situación económica era mala debido a las malas inversiones de su padre. A pesar de estas dificultades, Simone y su hermana recibieron una educación elitista y católica, doctrina que una joven De Beauvoir de 15 años rechazó con convencimiento.
Simone de Beauvoir (derecha) junto con su hermana Hélène y su madre en 1912, cuando la escritora tenía cuatro años.
Foto: CordonPress
EMANCIPACIÓN FAMILIAR
El fuerte determinismo de su pensamiento liberal y de izquierdas la alejó de su familia, especialmente de su madre y del círculo de amigos al que supuestamente pertenecía. Pronto consiguió emanciparse y empezó estudios de filosofía y letras en la Universidad de París, la Sorbona. Desde su etapa de estudiante de instituto, Simone de Beauvoir destacó por su brillantez, una línea que mantuvo durante sus estudios superiores y que le permitió convertirse en profesora.
Su primer destino como docente fue Marsella pero, a pesar de que suponía su realización profesional, había un inconveniente. En La Sorbona había conocido a Jean Paul Sartre, con quien había establecido una relación amorosa, y el traslado suponía un duro alejamiento físico. Sin embargo, los principios de libertad y tolerancia sobre los que cimentaron su relación permitieron que ésta durase hasta la muerte de Sartre en 1980.
Los principios de libertad y tolerancia sobre los que se cimentó la relación de Sartre y De Beauvoir fueron la base de su éxito
Después de Marsella vino Ruán y, a continuación, su periplo como profesora la condujo de nuevo a París, donde siguió trabajando hasta la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En 1943, un escándalo sexual que vinculaba a la filósofa con una alumna suya precipitó el fin de su carrera docente, aunque no el de su relación sentimental, pues las aventuras de Sartre y de De Beauvoir fueron consentidas por ambos a lo largo de toda su vida en común. Dos de las más importantes para ella fueron la que mantuvo durante varios años con el escritor estadounidense Nelson Algren y con el director de cine Claude Lanzmann, quien la acompañaría hasta su último aliento.
Tras terminar sus estudios de filosofía y letras en la Universidad de París, Simone de Beauvoir se convirtió en profesora, una profesión que la llevó a trabajar en Marsella. En la imagen se la puede ver en el centro rodeada de sus alumnas del Lycée Montgrand.
Foto: CordonPress
UNA ESCRITORA CONSOLIDADA Y COMPROMETIDA
La siguiente etapa vital de Simone de Beauvoir estuvo marcada por su éxito como escritora y por la militancia política motivada por la deriva de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias. En 1943 publicó su segunda obra titulada La invitada, que se convirtió en un gran éxito editorial y la animó a dedicarse a la escritura a tiempo completo.
Durante la contienda participó en programas de la radio libre de Vichy, y en 1945 fundó junto a Sartre y Merleau-Ponty la revista política Les Temps Modernes (Tiempos modernos), en alusión a la obra de Charles Chaplin. En sus ensayos se reafirma como una ferviente defensora del pensamiento marxista y existencialista, y del ateísmo como única visión del mundo espiritual.
Plenamente dedicada a su faceta de escritora y pensadora, emprendió una serie de viajes junto a Jean Paul Sartre que la llevarán a conocer a grandes personalidades del siglo XX vinculadas al comunismo como Fidel Castro y el Che Guevara en Cuba o Mao Zedong en China. Este periplo se alargaría hasta la década de 1960.
Tras conocer al también filósofo Jean Paul Sartre en la universidad, se estableció una relación sentimental entre ellos que nunca fue formalizada, pues ella rechazaba el matrimonio. La imagen sobre estas líneas fue tomada cuando la pareja visitaba Pekín en 1955.
Foto: CordonPress
EL SEGUNDO SEXO
Con tres novelas y varios ensayos recibidos con éxito por el público y la crítica, en 1949 ve la luz una de sus obras cumbre: El segundo sexo. Publicado hace más de 70 años, las ideas que reivindica el texto siguen siendo hoy en día de plena actualidad. “No se nace mujer, se llega a serlo”, afirma De Beauvoir en el que se convirtió en libro de cabecera del feminismo. En él la autora explica que el sistema ha creado una construcción social de la idea de mujer basada en la biología, cuyos principios y diferencia entre sexos son utilizados para justificar una supuesta debilidad femenina.
Defiende que la mujer debe ponerse al mismo nivel que el hombre, definiendo así el concepto básico de la teoría feminista
La solución pasa por la emancipación de la mujer, con la libertad como concepto central y directamente vinculado con el existencialismo latente en toda su obra. Y, puesto que concluye que no hay diferencias entre géneros, no se trata de un enfrentamiento entre sexos, sino de una igualación, de ponerse al mismo nivel que los hombres; el punto de partida que define el movimiento feminista que ella misma revitalizó y revolucionó.
Portada de «El segundo» sexo publicado en 1949 por la editorial francesa Gallimard.
Foto: CC
De Beauvoir, en línea con sus principios, no podía entender la literatura sin compromiso político. Además de en El segundo sexo, así como en la mayoría de sus escritos, es algo que se hace evidente en la novela Los mandarines (1954), por la que recibió el Premio Goncourt, y que trata sobre como los intelectuales toman partido en la nueva realidad de pos guerra.
Durante su activismo político, se posicionó en contra del dominio colonial francés en Argelia, de la guerra de Vietnam y participó de manera activa en las protestas del Mayo del 68.
EXISTENCIALISMO HASTA LA MUERTE
En sus ensayos posteriores se puede identificar otro tema central y que de nuevo lleva implícito una fuerte relación con la filosofía existencialista como fue el acercamiento a la muerte mediante profundos análisis (e incluso apologías) de la vejez. Son ejemplo de ello Una muerte muy dulce (1964), La vejez (1970) o La ceremonia del adiós (1981), este último escrito en motivo de la muerte de Sartre en 1980.
Además de tratar temas tan polémicos para el momento como la eutanasia, Simone de Beauvoir siguió luchando de manera activa a favor del feminismo. En 1971 apareció como firmante de El Manifiesto de las 343, un documento compuesto por una lista de nombres de mujeres públicas que se habían sometido a un aborto. Mediante esta acción se pretendía reclamar el derecho al aborto, un hito que se conseguiría cuatro años después gracias a reinvindicaciones de este tipo.
Retratada en la terraza de un bar en 1978, De Beauvoir mantuvo su activismo también durante los últimos años de su vida. Trataba temas polémicos como la eutanasia y reivindicaba el derecho al aborto.
Durante los últimos años de su vida siguió escribiendo instalada en su casa de la calle Victor-Schœlcher, en París. Falleció el 14 de abril de 1986 a los 78 años y sus restos fueron enterrados en el cementerio de Montparnasse. Sabía que su muerte no iba reunirla con Sartre. “Así es.” Había afirmado, “Ya es demasiado bonito que nuestras vidas hayan podido juntarse durante tanto tiempo.”
Un tribunal de Seúl ordena a Tokio pagar cerca de 75.000 euros por «daños y perjuicios» a doce mujeres que fueron esclavas sexuales en los prostíbulos militares japoneses entre 1932 y 1945.
Japón tuvo alrededor de 200.000 esclavas sexuales en tiempos de guerra. Era la época del Imperio del Sol Naciente. El Ejército imperial, a medida que extendía sus colonias en Asia, iba reclutando a miles de mujeres -engañadas y por la fuerza- para prostituirlas en los burdeles que atendían a los soldados durante la Segunda Guerra Mundial. Las llamaron con el eufemismo «mujeres de confort». Fueron capturadas en China, Corea, Filipinas… Sus historias se guardaron en el cajón hasta que hace dos décadas, algunas de las supervivientes, ya ancianas, demandaron a Japón una disculpa por las atrocidades del pasado.
Todas las semanas, durante los últimos 29 años, frente a la Embajada japonesa en Seúl, decenas de personas se manifiestan instando a Tokio a disculparse y compensar a las supervivientes que fueron esclavas sexuales. Este viernes, después de muchos años de lucha, las víctimas surcoreanas obtuvieron su primera victoria legal contra el Gobierno japonés. En un fallo histórico, el Tribunal del Distrito Central de Seúl ordenó a Tokio pagar 100 millones de wones (74.667 euros) por «daños y perjuicios» a 12 «mujeres de confort» que fueron arrastradas a los prostíbulos militares entre 1932 y la derrota de Japón en 1945.
«Las pruebas, materiales relevantes y testimonios muestran que las víctimas sufrieron un dolor mental y físico extremo e inimaginable debido a los actos ilegales de los acusados. Pero no se ha compensado su sufrimiento», afirma el veredicto del tribunal. «Fue un crimen de lesa humanidad que fue cometido de manera sistemática, deliberada y extensa por Japón en violación de las normas internacionales», dice el juez Kim Jeong-gon. «Incluso si se trataba de un acto soberano de un país, la inmunidad estatal no se puede aplicar ya que se cometió contra nuestros ciudadanos en la península de Corea, que fue ocupada ilegalmente por Japón», concluye el magistrado.
Una sentencia más simbólica que efectiva. Probablemente, Tokio nunca indemnizará a las víctimas, pero al fin la Justicia ha podido devolver un reconocimiento de dignidad que muchas de esas mujeres llevaban años reclamando.
Una docena de víctimas presentaron su demanda en 2013 por ser forzadas a la esclavitud sexual y exigieron que se les indemnizara con 100 millones de wones a cada una por su sufrimiento. Pero el caso no se estudió en los tribunales hasta una primera audiencia que se celebró el año pasado. De las 12 demandantes, sólo cinco siguen con vida. «Estamos todos muy emocionados. Ahora toca estudiar las posibilidades para que Tokio realmente pague los daños y perjuicios a las víctimas según lo establecido», dijo Kim Kang-won, el abogado de las demandantes, tras conocer la sentencia.
La respuesta desde Japón llegó cuando el viceministro de Relaciones Exteriores, Takeo Akiba, convocó al embajador surcoreano en Tokio, Nam Gwan-pyo, para presentar una protesta. «La decisión judicial es absolutamente inaceptable», dijo Akiba según ha recogido la agencia Kyodo News. Para Japón, este problema se resolvió hace seis años, cuando ambos países firmaron un acuerdo en el que el que Tokio se comprometía a ayudar con mil millones de yenes (más de 7 millones de euros) a una fundación para apoyar a las supervivientes y a sus familias. El entonces primer ministro Shinzo Abe también ofreció sus «más sinceras disculpas».
Sin embargo, el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, anuló el acuerdo en 2018 porque «no reflejaba los deseos de las mujeres o la fuerza de los sentimientos del público surcoreano». Ahora, el tribunal de Seúl ha considerado que todos los acuerdos bilaterales, incluido el tratado de posguerra de 1965, cuando ambos países normalizaron sus relaciones diplomáticas y dieron por resueltas todas las reclamaciones de indemnización, no anulaban los derechos de las víctimas a buscar reparaciones por todas las dificultades que han pasado a lo largo de su vida.
He pensado mucho en la cantidad de interesantes voces literarias que desconocemos, en las maravillas ocultas del inmenso árbol de la ficción. He pensado en cajones cerrados, en silencios, en olvidos, mientras leía los cuentos que componen Vindictas, una antología llena de descubrimientos que me ha permitido acceder a los territorios hasta ahora vírgenes para mí de 20 narradoras que comparten la misma lengua, el español, y que han permanecido fuera de los cánones, alejadas por diferentes motivos de los caminos más accesibles, más frecuentados por el público lector.
Os hablo de 20 biografías, 20 maneras de narrar, 20 miradas, 20 sensibilidades diversas. Os hablo de 20 descubrimientos. Pieza a pieza, las autoras van abriendo puertas que nos permiten acceder a espacios singulares, diferenciados. Cada una de ellas es única, pero en el conjunto, en la combinación de unas con otras, apreciamos conexiones, afinidades, complicidades, que van tejiendo una continuidad de relato compartido, comunitario, absolutamente sorprendente.
Socorro Venegas, escritora y editora mexicana, y Juan Casamayor, editor de Páginas de Espuma, sello que publica el libro en España (el proyecto fue puesto en marcha por la Universidad Nacional Autónoma de México en una primera edición), han realizado una selección nada fácil, teniendo que elegir un solo nombre por país. Hay 19 escritoras latinoamericanas y una española exiliada en este recorrido cargado de deslumbramientos. Imposible abandonar las páginas sin quedarnos con las ganas de seguir leyendo, conociendo, cada cual según sus gustos, a algunas de las protagonistas; porque los nuevos paisajes que se han desplegado ante nuestros ojos, hasta ahora ocultos, en espera, exigen nuevas incursiones que deseo puedan llevarse a cabo a través de futuros, imparables, rescates y ediciones (tarea en la que la UNAM está muy implicada).
Casamayor habla de “un viaje en el tiempo y en el espacio”. Se refiere a la manera en la que se ha desarrollado el proceso de elaboración de la obra, a través de un diálogo entre México y España sostenido en tiempos de confinamiento, enriquecido por las aportaciones de escritoras y profesoras de los distintos países que fueron proporcionando pistas, nombres, referencias, inspiraciones. Pero la frase también vale para definir el resultado final, pues en la antología conviven voces de distintas generaciones, de épocas y lugares diferentes. La forma de diálogo que adquiere el prólogo es el primer acierto de la entrega. Ofrece un tono vivaz, próximo, apasionado, alejado de academicismos, que se agradece, que invita a seguir caminando con brío, con ganas de conocer, de dejarse impresionar.
PIEZA A PIEZA, LAS AUTORAS VAN ABRIENDO PUERTAS QUE PERMITEN ACCEDER A ESPACIOS SINGULARES, DIFERENCIADOS. CADA UNA DE ELLAS ES ÚNICA, PERO EN EL CONJUNTO HAY CONEXIONES, AFINIDADES, COMPLICIDADES, QUE VAN TEJIENDO UNA CONTINUIDAD DE RELATO COMPARTIDO, COMUNITARIO, ABSOLUTAMENTE SORPRENDENTE.
Venegas se refiere a la búsqueda de “madres literarias”, de “voces tutelares”. El objetivo, nos dice, ha sido “trazar una genealogía indispensable para volver a mirar al canon literario del siglo XX del que ellas están ausentes”. Y alude a un “esfuerzo de memoria colectiva” para visibilizar a “esas autoras que injustamente no fueron publicadas o reeditadas y quedaron en el olvido”.
Ellas son, por orden de aparición: María Luisa Puga (México); Mimí Díaz Lozano (Honduras); Marta Yáñez (Cuba); Gilda Holst (Ecuador); Marvel Moreno (Colombia); Armonía Somers (Uruguay); Mercedes Gordillo (Nicaragua); María Luisa Elío (España); Hilma Contreras (República Dominicana); Susy Delgado (Paraguay); Silda Cordoliani (Venezuela); Rosario Ferré (Puerto Rico); Pilar Dughi (Perú); Magda Zavala (Costa Rica); Ivonne Recinos Aquino (Guatemala); Marta Brunet (Chile); Bertalicia Peralta (Panamá); María Luisa de Luján Campos (Argentina); Mercedes Durand (El Salvador) y María Virginia Estenssoro (Bolivia). Casi todas han nacido entre los años treinta y los cincuenta del siglo XX, pero hay biografías que se sitúan más atrás.
El listado indica una amplia travesía, un cruce de senderos, una conversación coral que nunca llegó a producirse, pero que sobre el papel, pese a las distancias, refleja vivencias y pulsiones compartidas. Poco nos dicen los nombres, pero os aseguro que cada una de las puertas que abren las autoras os llevarán a lugares que os impresionarán, a miedos que merece la pena atravesar, a experiencias diversas, llenas de contrastes.
Indica Socorro Venegas que es importante tener en cuenta el tiempo en el que vivían las 20 autoras, porque, indudablemente, “la época deja su marca de agua en el relato individual de cada una: el siglo de la tercera ola de la lucha feminista, del acceso a la píldora anticonceptiva, de las discusiones sobre el aborto o la reconsideración del papel de la maternidad”. Nos hace conscientes de que mientras adquirían protagonismo movimientos como el del aclamado y masculino “boom” latinoamericano, ellas realizaban un trabajo “silencioso y silenciado”.
Llegada a este este punto me planteo una pregunta pertinente. ¿Por qué estas voces y no otras? Siempre habrá narraciones sepultadas, nunca podremos acceder a todos los rincones, a todos los afluentes del gran río de la literatura… Se trata de una propuesta, una propuesta valiente, y ojalá sigan llegando otras en la misma línea, voy reflexionando [Páginas de Espuma también publicó recientemente otra sugerente antología, Insólitas, que reivindica a un ramillete de autoras que se sumergen en lo fantástico, pero en este caso sus trayectorias son por lo general más conocidas].
INDICA SOCORRO VENEGAS QUE ES IMPORTANTE TENER EN CUENTA EL TIEMPO EN EL QUE VIVÍAN LAS 20 AUTORAS, PORQUE “LA ÉPOCA DEJA SU MARCA DE AGUA EN EL RELATO INDIVIDUAL DE CADA UNA: EL SIGLO DE LA TERCERA OLA DE LA LUCHA FEMINISTA, DEL ACCESO A LA PÍLDORA ANTICONCEPTIVA, DE LAS DISCUSIONES SOBRE EL ABORTO O LA RECONSIDERACIÓN DEL PAPEL DE LA MATERNIDAD”.
Lo importante es ir despejando caminos, dando paso, dejando que la historia, la vida, también la cuenten y la escriban las mujeres, desde sus corazones, a través de lo acontecido, de lo padecido, de lo callado. Contar lo que duele, lo que se desea, lo que mueve o paraliza a las personas, a las sociedades. Contar lo que sucede por fuera y por dentro; ese sentir, ese transcurrir, no siempre visible, que se va transmitiendo generación a generación.
Durante demasiado tiempo las mujeres hemos observado el mundo bajo la mirada impuesta por el patriarcado y hemos asimilado ideas, discursos, costumbres, consignas, prejuicios, estructuras de poder que han tapado las propias percepciones, creencias y emociones. La literatura está impregnada de todo ello. Los relatos de los hombres, esos que tantas veces hemos admirado, han eclipsado los de muchas mujeres que no nos han llegado a su debido tiempo. Y son necesarias las dos partes para completar la visión, para dotarla de la complejidad del existir. “Uno de los grandes logros del feminismo en los últimos tiempos es que ha encontrado maneras de nombrar cosas que antes no se nombraban”, nos dice la escritoraMarta Sanz. “A las mujeres nos ha permitido revisar toda nuestra biografía y todas nuestras genealogías, con otro vocabulario que nos ha ayudado a entender cosas que antes formaban parte del territorio de lo incomprensible...”, declara.
Según voy escribiendo esto acude a mí otra autora, la estadounidense Grace Paley, quien en uno de sus ensayos señala: “Las mujeres escriben diferente a los hombres. Tenemos mucha conversación doméstica o personal. Las mujeres se sienten cómodas hablando de lo personal, a diferencia de los hombres. Se cuentan más cosas, y tienen muchos problemas en común. Algo interesante es que las mujeres han comprado libros escritos por hombres desde siempre, y se dieron cuenta de que no eran acerca de ellas. Pero continuaron haciéndolo con gran interés porque era como leer acerca de un país extranjero. Los hombres nunca han devuelto la cortesía”.
Ser mujer y, además, cuentista, ha supuesto siempre una doble dificultad, un pasaje directo a la periferia, constata Socorro Venegas en el prólogo. “Es fundamental cuestionar y desestabilizar la convicción de que ya hemos leído a los mejores cuentistas latinoamericanos. Como en muchos otros campos, los lectores se han perdido, ni más ni menos, que la mitad de la creación literaria, concebida por la otra mitad del mundo: se han perdido la mirada de las mujeres, su mundo interior contado por ellas mismas”, apunta, mientras que Juan Casamayor indica que “hay que asediar con argumentos, que no son otros que las obras y las escritoras, a una convicción larvada a lo largo de más de un siglo, a un canon sujeto a un espacio heteropatriarcal blanco, que fundamenta una mirada de leer excluyente y, por tanto, crea una invisibilidad”.
En Vindictas las sugestivas ilustraciones de Jimena Estibalizacompañan a los textos, dialogan con ellos. Otro acierto de esta antología que podemos leer simplemente como un conjunto de relatos que nos resultarán más o menos atrayentes, pero que contiene algo más valioso y profundo, como os decía antes, una especie de narración colectiva, coral, subterránea. Una narración que es un grito, un aullido, un ahogo contenido que explota, un llanto que se derrama de pronto. El título alude a la venganza y sí, estos cuentos nos llegan como una gran venganza. Aquí la literatura ayuda a mostrar lo que se escondió. Aquí la literatura se convierte en la mejor arma para dar cuenta de los daños, para registrar y reparar las ofensas. La lucha de generaciones de mujeres por alzar la voz, por expresarse, por defenderse de la humillación a la que han sido sometidas, se refleja en el recorrido, un recorrido que por momentos se vuelve extremadamente duro, sombrío, sobrecogedor.
Hay en este trayecto cuentos perturbadores, oscuros, extraños, incómodos, osados, irreverentes, insólitos, reveladores… Hay revolución en estas páginas y originalidad de puntos de vista, tonos y formas. Si he de calificar el conjunto con brevedad diría que no es nada apacible. Su tiempo es el de la inclemencia; su efecto, el de la agitación. Cuando leemos estas piezas, escritas por mujeres tan distintas y distantes, sentimos que estamos pisando terrenos de minas, enfrentándonos a emociones soterradas, a vivencias que, aunque lleguen de muy atrás en el tiempo, nos siguen doliendo, afectando, porque la lucha por la igualdad sigue en pie; porque la violencia contra las mujeres llena de negro la actualidad con demasiada frecuencia; porque el acoso y la exigencia de sumisión siguen presentes en el tecnologizado siglo XXI, del mismo modo que perviven obligaciones, figuras entronizadas como la de la buena madre y esposa, normas de comportamiento y de estética que oprimen y someten.
HAY EN ESTE TRAYECTO CUENTOS PERTURBADORES, OSCUROS, EXTRAÑOS, INCÓMODOS, OSADOS, IRREVERENTES, INSÓLITOS, REVELADORES… HAY REVOLUCIÓN EN ESTAS PÁGINAS Y ORIGINALIDAD DE PUNTOS DE VISTA, TONOS Y FORMAS.
Emprendemos esta aventura con la motivación del descubrimiento, del asombro ante piezas tan heterogéneas y a la vez tan cómplices. El realismo anima muchos de los relatos, pero también el experimentalismo, la introspección, el cariz onírico. Hay ajustes de cuentas y lucha de clases, despertares y muertes; paisajes exuberantes y parajes de absoluta pobreza y desolación en el conjunto.
Pero quiero insistir en esa dirección compartida que marca el recorrido y que construye una única narración hecha de afinidades, de latidos y gritos en compañía. Cada lectura es un mundo y cada cual encontrará sus propias coordenadas en este mapa tan especial que es Vindictas. En mi opinión, si hay un cuento que puede, de algún modo, marcar el centro, el corazón de esta aventura, es Soledad de sangre, de la autora chilena Marta Brunet (1897-1967). Al llegar a él sentí que englobaba las búsquedas de muchos otros y al cerrar las páginas del libro me quedé con la sutileza y la fuerza –difícil combinación– de esta historia, con su ahogo, como una representación de la potencia de todas las voces, de todos los gritos juntos.
Brunet, quien fue la segunda mujer en obtener el Premio Nacional de Literatura de su país, en 1961, y destacó como diplomática en Argentina, Brasil y Uruguay, según consta en su semblanza (apartado final de la antología que se agradece y ofrece interesantes claves sobre las autoras), construye una pieza que habla de la importancia de la memoria y de la “vida interior» como fuga de una realidad impuesta, no deseada. La protagonista construye un lugar paralelo, hecho de unos pocos recuerdos felices, gozosos, luminosos, en el que refugiarse para resistir los embates de una vida sórdida, mezquina. Y viaja a ese lugar a través de su objeto más querido, un fonógrafo en el que siempre escucha los dos mismos temas musicales. Ese es su acceso al paraíso, a la ternura perdida. El fonógrafo es un tesoro solo suyo, es lo único que de verdad le pertenece y en torno a él se desata el drama cuando dos hombres, su marido y un visitante, osan compartirlo.
«SOLEDAD DE SANGRE», DE LA AUTORA CHILENA MARTA BRUNET, ENGLOBA LAS BÚSQUEDAS DE MUCHOS OTROS RELATOS. ESTA HISTORIA REPRESENTA DE LA POTENCIA DE TODAS LAS VOCES, DE TODOS LOS GRITOS JUNTOS.
“Desaparecer. Pero antes sollozar, gritar, aullar...”, piensa la mujer, expresando acciones en las que yo veo un abrazo a las féminas de los demás relatos. “Esa vida aborrecible que no quería conservar para provecho de otro. Eliminándola, vengaba su constante estado de humillación, rencores acumulados sordamente, resentimiento de existencia frustrada”, sigue planteándose, reflejando lo que sienten muchas de sus hermanas de ficción, nombrando el deseo de venganza, a través de la palabra, que anima este libro.
Todo lo dicho, junto con la maestría en el manejo del ritmo, en el giro imprevisto de los acontecimientos, convierte a este cuento en inolvidable. Pero son muchos otros los que se quedan grabados. Me ha sucedido con el demoledor Ella y la noche, de Mimí Díaz Lozano (Honduras, 1928), una narración de gran dureza sobre el parto, el dolor, el grito y la brutalidad masculina. Me he encontrado en más de una ocasión recordando Reunión, de Gilda Holst (Ecuador, 1952), un acto de afirmación donde el cuerpo de la protagonista se rebela, a través de su olor, de las mordazas impuestas a la condición femenina. “El olor se dilataba en ondas, irrumpía en las cosas, impregnaba las paredes, se filtraba por las puertas y ventanas, no podía esconderme en ningún lugar, el olor me acusaba: en mi boca, ademanes, piel; hasta las palabras olían. No había nada que hacer, el olor quedó quieto, siempre…”, transcribo este párrafo para que os hagáis idea de la intensidad de un relato que, a través de la aceptación del propio cuerpo, de sus particularidades y llamamientos, tiende puentes con otros de los textos de Vindictas.
“La consciencia del cuerpo supone también una consciencia no solo del placer sino también del deseo. Estas escritoras se zambullen en el derecho al placer y en un lenguaje del deseo con las parejas sentimentales y sexuales. En sus historias no hay un reconocimiento de la sexualidad de la mujer. Nuevamente estamos ante un cuerpo silenciado, un cuerpo despojado de su sexualidad, ante un proceso de cosificación de la mujer por parte del hombre”, expone Socorro Venegas en las páginas iniciales de la antología, citando piezas como Guayacán de marzo, de Bertalicia Peralta (Panamá, 1939), donde “la pareja de la protagonista es un hombre cuyo único lenguaje es la violencia”, y La sangre florecida, de Susy Delgado (Paraguay, 1949), “donde la sexualidad va quedando con el paso del tiempo cercenada”.
El descubrimiento del lenguaje del cuerpo está también presente en la exuberante y sensual Barlovento, de Marvel Moreno (Colombia, 1939-1995), una narración realista que relata una iniciación sexual llevada a cabo por las mujeres de una misma familia, mujeres que tienen la oportunidad de conocerse y saber lo que es el placer, la plenitud, en las profundidades de la selva, más allá de las convenciones sociales.
Los ambientes cerrados, restrictivos, con sus reglas e imposiciones están muy presentes en el conjunto. Al respecto es muy significativo Las chicas de la yogurtería, de Pilar Dughi (Perú, 1956-2006), sugerente cuento sobre la adaptación de una recién llegada a una ciudad, Ayacucho, donde las buenas costumbres quedan en entredicho por la doble moral de sus habitantes. Y también resulta significativo Cuando las mujeres quieren a los hombres, de Rosario Ferré (Puerto Rico, 1938-2016), ingeniosa entrega sobre dos mujeres amadas y utilizadas por el mismo hombre que también puede leerse como el reflejo de una doble personalidad, de dos identidades que se complementan.
El miedo, la violencia, las desigualdades, la prostitución, la muerte, la infancia, aparecen en estos relatos en los que las escritoras se afanan por reflejar lo que acontece por fuera, en los entornos en los que se mueven sus protagonistas (cómo se relacionan y se rebelan contra ellos) y sobre todo en sus mundos interiores. Las búsquedas que acometen las veinte autoras rescatadas en Vindictas son profundas y en ocasiones se desarrollan en el terreno de lo visionario, de lo onírico, como sucede en Locura, de María Luisa Elío (Pamplona, España, 1926 – México, 2009), una exiliada española cuya biografía, como se indica en su semblanza, cuenta con una llamativa curiosidad, la de ser una de las destinatarias de la dedicatoria de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. Su pieza, fragmentada, experimental abierta, se mueve entre la realidad y las espesuras del sueño, de la locura, tal vez de la muerte, en ese otro lado de lo inaprehensible.
EL MIEDO, LA VIOLENCIA, LAS DESIGUALDADES, LA PROSTITUCIÓN, LA MUERTE, LA INFANCIA, APARECEN EN ESTOS RELATOS EN LOS QUE LAS ESCRITORAS SE AFANAN POR REFLEJAR LO QUE ACONTECE POR FUERA Y SOBRE TODO EN SUS MUNDOS INTERIORES.
En cada uno de los relatos, como os decía, descubrimos puntos de interés, ya sea por la temática, por el estilo, por el ángulo de visión. No quiero dejar de referirme a Nadie llama de la selva, de la autora cubana Mirta Yáñez (La Habana, 1947), que aborda, con una original perspectiva, el tema del paso del tiempo, de la decadencia, en un enigmático relato, que dice, sugiere, más de lo que cuenta explícitamente y que tiene como protagonistas a un perro abandonado por una familia, de cuyo paradero nada se sabe, y a una anciana que ve pasar los años en espera de tiempos mejores, mientras su hija le manda desde el extranjero “paqueticos con jabones y la medicina para el corazón”.
Os animo a adentraros en las espesuras, búsquedas y desasosiegos de Vindictas. Y no pongo el punto final sin citar otros dos cuentos que me han parecido muy especiales porque indican alentadores caminos de avance. Uno de ellos es el titulado De la que amó a un toro marino, de Magda Zavala (Costa Rica, 1951), donde se narran magníficamente los cambios, la transformación que experimenta una mujer que se da cuenta de que no es feliz y de que tiene la posibilidad de abandonar al hombre con el que vive (“Afuera, pude reconocerme de pie, íntegra, dispuesta a nacer entre las aguas”).
El otro relato al que me refiero es Inmóvil sol secreto, de María Luisa Puga (México, 1944-2004), una hermosa narración, una fuga introspectiva, reflexiva, que abre la antología y que habla del final de una relación, de los celos y la culpabilidad. Aquí, de forma excepcional, el hombre no es una figura de poder. Se siente herido y ambos, los dos miembros de la pareja, están unidos en la desesperación, en la búsqueda de respuestas, en el autoconocimiento. “Pero hay siempre un momento en el día en que yo me siento perdida, son esas horas en que siento pánico ante el blanco espantoso que se forma entre la hora que vivo y la siguiente”, escuchamos la voz femenina de esta cautivadora entrega.
La aventura se cierra con El occiso, de María Virginia Estenssoro (La Paz, Bolivia, 1903 – Sao Paulo, 1960) un relato sobre la muerte con cierta resonancia de Pedro Páramo, de Juan Rulfo, escrito tiempo después, como indica Venegas. En este caso, sorprende la biografía de la escritora, en el centro de la polémica, del escándalo social, en su época, por su breve obra literaria, donde narra, entre otras cosas, la relación con un hombre casado, experimentada por ella misma, y un aborto voluntario. Tras la reacción despertada decidió no editar ningún otro libro y, a su muerte, fueron sus hijos los que se encargaron de darle visibilidad rescatando sus escritos.
En un momento dado del diálogo que mantienen Casamayor y Venegas en el prólogo, el primero mira con malos ojos a los responsables de cómo se ha leído y cómo se ha editado. “No hay otro diagnóstico que una falta de rigor y de profundidad lectora y un estereotipo forjado desde el olvido y desde el prejuicio”. Es mucho lo que hay que rescatar, son muchos los espacios que hay que abrir para que entren, con todo su ímpetu, las voces sepultadas. “Vindictas es una palabra muy generosa en sus distintas acepciones (…) Significa venganza pero también resguardar, proteger, reivindicar”, señala Socorro Venegas, quien llama a la generosidad de lectores y libreros para hacer que las historias de todas estas mujeres silenciadas se escuchen. Dejémonos seducir, incomodar, sorprender, pues. Compartamos nuestras impresiones y experiencias al atravesar estas 20 puertas hasta ahora cerradas. Hagamos posible de este modo la gran venganza literaria.
Vindictas ha sido publicada en España por Páginas de Espuma, tras una primera edición en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Los relatos de las 20 autoras que componen esta antología, preparada por Socorro Venegas y Juan Casamayor, se acompañan de las ilustraciones de Jimena Estibaliz.
“Somos la generación de transición”, dice Laura Barnator, la flamante CEO de la angloholandesa Unilever. La alta ejecutiva es parte de una nueva camada de mujeres que toman el timón de una empresa y que también asumen la responsabilidad de impulsar la igualdad de género dentro de las organizaciones. Una tarea nada fácil ya que “el 95% de los directorios de las 1.000 compañías de mayor facturación de la Argentina están presididos por hombres”, indica un estudio elaborado por KPMG, WomenCorporateDirectors Foundation (WCD) y Management Circle.
Si bien la presencia femenina en los directorios empresariales es baja, los nombramientos son más usuales. Propiciados en parte por instrucción de las casas matrices de multinacionales, pero también por el empuje, el talento y la decisión de quebrar mandatos familiares y culturales viejísimos. “Las mentalidades son prisiones de larga duración”, decía el historiador Fernand Braudel. La frase expone la magnitud del desafío que implica romper “el techo de cristal” en las empresas. “Somos parte de la generación que rompimos con esos mandatos y tenemos que dar a conocer que se puede”, completa Verónica Marcelo, CEO local del grupo brasileño Natura.
Visto desde la perspectiva de género, la igualdad es por ahora un horizonte lejano. El porcentaje de las CEO mujeres en la Argentina se registra en casi toda la región, subraya Tamara Vinitzky socia de KPMG y co-chair de WCD. “¿Cuál es el punto de equilibrio? No lo sé, creo que la proporción de hombres y mujeres debería ser más pareja. Lo que sí es seguro es que 1 mujer de cada 10 está mal y habría que mejorarlo”, sentencia.
Con esa desventaja, las mujeres reclaman un rol más protagónico. En este marco, el Económicoconvocó a 6 altas ejecutivas de diferentes rubros para contar sus historias. Además de Barnator (Unilever) y Marcelo (Natura), aceptaron el reto Gabriela Renaudo (Visa), Constanza Bertorello (Pernod Ricard), Silvia Bulla (Dupont) y Gabriela Bardin (Procter & Gamble). De sus relatos y recuerdos surgen patrones comunes, los prejuicios propios y ajenos con los que tuvieron que batallar y también sus particularidades. Lo que sigue a continuación es una síntesis de las charlas.
Laura Barnator (Unilever)
Laura Barnator, CEO de Unilever. Es licenciada en Ciencias de la Computación e ingresó a la multinacional angloholandesa hace 26 años.
De 52 años, esta licenciada en Ciencias de la Computación tiene una larga historia dentro de Unilever. Ingresó a la multinacional angloholandesa hace 26 años, con un antecedente muy cercano. Su padre, Julio, ingeniero de profesión, trabajó en la compañía 29 años hasta que se jubiló. “Por política interna, entré 4 años después de su retiro, como parte del plan Jóvenes Profesionales, un programa semillero de nuevos gerentes”, dice.
Desde 2011 hasta junio del año pasado, Barnator era la vicepresidente de Ventas, un ámbito considerado «masculino». “Cuando me lo ofrecieron, pensé que no estaba preparada. Eso es algo característico de esta primera generación de mujeres, como que nos falta algo, sobre todo confianza”, dice. Lo mismo pensó cuando la propusieron para ponerse al frente de toda la operación y conducir un equipo de 3.500 empleados. Fue un cambio abrupto, pero no fue el primero. “Cada dos años cambié de puesto, pero ocupar llegar a CEO fue algo distinto. Soy la primera mujer en lograrlo dentro de la compañía, aunque nunca me lo propuse”, señala.
Laura recuerda que entendió la importancia del nombramiento por la cantidad de felicitaciones y mensajes que recibió, sobre todo de mujeres. Marcó también un quiebre incluso para su familia. “Cuando quedé embarazada por primera vez, mi suegra me sugirió que dejara de trabajar. Pero tuve mucho apoyo de mis padres. Mi mamá, de 82 años, todavía trabaja, y es parte de una generación que luchó por sus derechos y muy poquitas lo lograron”, dice.
Su prioridad, hoy, es “ayudar a las empresas a entender la importancia de la diversidad para sus propios negocios. Porque los consumidores -subraya- también son variados”. También la emociona el recuerdo de su padre y sobre todo, que “otras empresas grandes estén transitando por ese mismo camino. Y repite: “Somos la primera generación que está rompiendo mitos”.
Gabriela Bardin (Procter & Gamble)
Casada con 3 hijos (5, 9 y 12 años), de 45 años, la historia de Gabriela Bardin tiene muchos puntos de contacto con Barnator. Asumió como CEO de P&G meses antes que su colega de Unilever (competidora directa en el mercado de consumo masivo) y también ingresó a la compañía como parte del programa de formación de cuadros ejecutivos llamado “Jóvenes Profesionales”. Hoy conduce una compañía que tiene 2 plantas de producción y 1.800 empleados directos e indirectos.
“Mi nombramiento fue algo sorpresivo, especialmente porque la cúpula gerencial estaba integrada por hombres en un 70%”, dice. Recuerda que fue el presidente regional de la multinacional, el mismo que le ofreció el cargo, que ingresó sorpresivamente en una reunión de directorio para hacer el anuncio. “Fue algo muy lindo, recibí muchas muestras de cariño y respaldo, lo que me dio confianza”, añadió la alta ejecutiva.
Bardin sostiene que su objetivo es imprimirle su impronta a la gestión y “construir un legado” para las generaciones futuras. No sólo para el interior de P&G sino también para afuera. Porque al igual que el resto de sus colegas, el rol de CEO requiere una participación activa en cámaras empresariales, proveedores y con clientes de una industria, como el consumo masivo, donde predominan los hombres. “Mi presencia en esas reuniones cambió las pautas. Por ejemplo, ya no se habla de fútbol”, ironiza.
Pero además, en discusiones calientes mano a mano, se derriten algunos prejuicios. “ Recuerdo que un director de una cadena, muy enojado, me dijo ‘no sabés lo que desearía que fueses un hombre’. Yo lo tranquilicé y le respondí, irónicamente, que discutir con una mujer le podía ayudar a mejorar sus relaciones”.
Bardin lleva 23 años dentro de la empresa. Tuvo sus momentos críticos, especialmente cuando volvió a trabajar despues de su primera licencia de maternidad. “Le dije a mi jefe que renunciaba, pero me convenció de no hacerlo. Me convenció de lo contrario. Me dio flexibilidad horaria, ‘trabajá menos horas’ por lo menos en el primer año”, dice.
Silvia Bulla (Dupont)
Rosarina, de 51 años, casada con 2 hijos, Silvia Bulla reconoce que la presencia de una mujer en una planta industrial, como la de Dupont, es “un bicho raro”. Licenciada en Estadísticas, una carrera basada en matemáticas aplicadas, fue designada para trabajar con un equipo de 6 hombres como parte del área de calidad. “En la industria había pocas mujeres y no estaba preparada para eso. Sólo en la parte administrativa. Por ejemplo, para ir al baño de mujeres había que caminar muchísimo”, grafica.
El desarrollo de su carrera la llevó a ocupar distintos altos cargos, entre ellos el de gerente de Recursos Humanos, en una empresa “con mucha historia sindical”. A pesar de las diferencias, el trato con los gremialistas, recuerda Bulla, fue siempre en tono amable. “Nunca me sentí incómoda, una vez que establecimos las pautas de conducta, los líderes sindicales entienden el negocio”.
Saltó al puesto de CEO en diciembre de 2017, una pionera. “Ya estaba en el directorio de la empresa, para mí fue un paso natural, pero mi designación fue muy rara. Como estaba a cargo de la confección de la lista de potenciales candidatos para ese puesto, el en ese entonces presidente, primero me preguntó si estaba disponible y posteriormente me pidió que me incluya”, dijo. En un primer momento la asaltaron las dudas.
A la distancia, Silvia interpreta que lo primero que analizó fueron sus propias limitaciones. “Las mujeres se sienten observadas, son muy autoexigentes y eso te limita. Hay muchas batallas internas que dar, como estar disponible muchas horas. No es falta de ambición, son negociaciones internas entre el trabajo, la familia y las responsabilidades”. De a poco, agrega, esas barreras se van relajando y “se comienza a valorizar las miradas de las mujeres dentro de las organizaciones”.
El día que anunciaron su designación como CEO salieron a relucir las cargas culturales, incluso dentro de su propia familia. “Yo lo sabía hacía 4 meses, pero muchos creyeron que se trataba de un error. Fue una gran sorpresa, ni mi marido lo podía creer. Fue sorpresivo no sólo por ser mujer sino porque la responsabilidad recayó sobre alguien de Recursos Humanos”. Todo un proceso que conjuga sensaciones de orgullo y las dudas por la alta responsabilidad. “Hoy el 60% del directorio son mujeres. Pero esto no se construye de un día para el otro. Hace 20 años que la compañía trabaja la igualdad de género”.
Constanza Bertorello (Pernod Ricard)
Asumió como CEO del grupo francés en julio de 2019. De 53 años, casada y con dos hijos, hoy maneja toda la operación de Pernod RIcard para la Argentina, Uruguay y Paraguay. Conduce toda las áreas de un negocio enfocado en las bebidas alcohólicas, “una industria muy machista”, define. Egresada de la carrera de Letras, dice que históricamente los hombres prevalecen, principalmente en la parte industrial. Su designación como gerente general, aclara Constanza, se produjo por una combinación de factores. “Por un lado, ya integraba el directorio de la compañía y tenía la voluntad de crecer. Pero también es clave que la empresa ofrezca esa posibilidad”, analiza.
Pernod Ricard, al igual que otras multinacionales, promueve con distinta suerte políticas de igualdad de género. “Desde hace 5 años vienen dando pasos muy concretos para mejorar el balance entre hombres y mujeres. Ya se venía diciendo en los pasillos que esa posibilidad era factible. Cuando mi jefe me llama y me avisa que tenía algo para ofrecerme, no fue sorpresa e inmediatamente dije que sí”, recordó la alta ejecutiva.
Bertorello sostiene que una mujer en la dirección coincide con el desarrollo del negocio de su compañía. En la Argentina, al igual que la gran mayoría, es la primera mujer en ocupar el máximo cargo. También implica, según dice, varias ventajas en la relación con clientes, proveedores y ejecutivos de cámaras empresariales. “Antes también participaba, siempre con mucho respeto, por lo cual ya me conocían. Si bien estoy acostumbrada a ser la única mujer en esos ambientes masculinos, siento que mi mirada ayuda a plantear negociaciones en otros términos y en forma más conciliadora”.
Gabriela Renaudo (Visa)
Nativa de Tandil, esta licenciada en administración de empresas egresada de la UCA tiene un largo recorrido en los negocios financieros. A lo largo de su carrera, pasó entre otros lugares por el Hipotecario y llegó a conducir la banca minorista del Citi (80 sucursales), antes de su venta. En 2017, Visa le ofreció el cargo de CEO, como parte de su salida de Prisma. Arrancó con la misión de formar todo el equipo de trabajo y “el directorio, que hoy está conformado en un 40% por mujeres”.
Gabriela Renaudo, CEO de Visa.
Dice que una característica muy marcada entre las mujeres es cierta falta de seguridad. “Es algo cultural, muy propio de los países latinos: lo primero que surge son las debilidades. Si de 10 habilidades tenés 8, lo primero que te planteás son las 2 que te faltan”, subraya Renaudo. El dato coincide con los análisis de muchas consultoras. Diferencian, por un lado, la autoexigencia de las mujeres en la autoevaluación de sus propias capacidades. “Los hombres son más arriesgados”, comentan. Pero por otro, la inexperiencia por la falta de oportunidades para el personal femenino.
“A lo largo de mi carrera, nunca tuve la ambición de conducir una compañía, Recién barajé esa posibilidad cuando fui jefa de la banca minorista en el Citi”, admite Gabriela. También dice que “el desafío es tomar conciencia, como empresa y como sociedad, de equilibrar la responsabilidad profesional y familiar, como la maternidad”. Las mujeres, “vivimos muy intensamente el presente a cambio de hipotecar el futuro”.
Verónica Marcelo (Natura)
De 48 años y con dos hijos, Verónica Marcelo asumió como CEO en marzo del año pasado, al inicio de la cuarentena. Al mando de la filial de la compañía brasileño, hoy el 4° grupo mundial de cosmética, afrontó como primer tarea el desafío de reorganizar toda la operación en función de la pandemia. “Tenemos el rol de romper los mandatos culturales: no sólo criamos hijos. Y tenemos la obligación de manifestar y dar a conocer que se puede”, proclama la ejecutiva.
La igualdad de oportunidades, asegura, exige la doble responsabilidad de ser parte de la generación pionera en ocupar altos cargos en las compañías. La conducción empresaria, por un lado, y “la posibilidad de abrir puertas y generar ambientes más propicios para la equidad”, dijo.
Verónica Marcelo, CEO de Natura, asumió el cargo este año, en plena cuarentena.
Esos ambientes propicios parten, en primer lugar, de una decisión corporativa “para que cualquier profesional tenga las mismas posibilidades de llegar adonde quiera y construir los marcos adecuados para buscar el máximo potencial de las personas”, remarca Verónica. Y remata que, con miras al futuro, “todavía queda mucho por recorrer en las organizaciones y también en el mercado laboral”.
La trayectoria de Marcelo dentro de Natura es curiosa. Como licenciada en turismo, ingresó a la compañía como vendedora de cosméticos hace 20 años, el mismo año que nació su segunda hija. Su carrera, a partir de ese momento, cambió drásticamente, fue ocupando distintos cargos ejecutivos de relevancia, hasta que en marzo del año pasado le comunicaron que sería la sucesora de Diego Leone. “Para las generaciones de mi abuela y mi mamá esto es muy extraño. Sin embargo, mi hermana y yo fuimos las primeras en completar una carrera universitaria”, cerró.
Apenas 5% empresas tienen conducción femenina
Un estudio reciente refleja la enorme disparidad de género que existe en las empresas. “El 95% de los directorios de las 1.000 compañías de mayor facturación de la Argentina están presididos por hombres”, indica un estudio elaborado por KPMG, WomenCorporateDirectors Foundation (WCD) y Management Circle. “Los datos totales confirman un estancamiento de la representación femenina en la alta conducción empresaria que operan localmente. Mientras que 2019 el porcentaje fue de 11,71% el informe 2020 muestra una baja al 10,19%”, dice.
De los 4.218 miembros de los directorios analizados solo 430 son mujeres (10,19%). Entre ellas, 49 mujeres cumplen el rol de presidenta (5% del total de los 911 cargos de presidentes/as relevados), y 72 como vicepresidentas (9% del total de los 807 puestos de vicepresidentes/as); en tanto que 309 mujeres se desempeñan como directoras titulares (12% de los 2.500 cargos de directores/as registrados).
Esto significa que el 95% de los directorios de las 1.000 compañías de mayor facturación de la Argentina están presididos por hombres; en el caso de las posiciones de vicepresidente la proporción asciende a 91% y, en el de directores, a 88%.
Visto así, los avances en cuanto a las políticas de género son relativos. “Vemos una contradicción muy grande entre lo que dicen las empresas y lo que realmente hacen. Según las estadísticas, el 80% de las compañías aseguran que las políticas de diversidad son muy importantes, pero sólo un 29% tienen una estrategia real al respecto”, detalla Cecilia Giordano, CEO de la consultora Mercer.
La alta ejecutiva, sin embargo, destaca que hay otros obstáculos que traban la llegada de las mujeres a los más altos cargos empresariales. Y distingue la conducta de los hombres con la reacción de las mujeres. “Primero son más agresivos para negociar salarios. Pero eso ocurre porque las mujeres no tienen tantos momentos para experimentar esas negociaciones. La falta de experiencias reales es un límite”, concluye la experta.
Tamara Vinitzky, socia de KPMG y co-chair de WCD, cree que existe un prejuicio, muy marcado entre las mujeres, en plantear ambiciones. “La ambición no es una mala palabra. Está muy bien tratar de ocupar un cargo más alto y pelear por ese cargo. Y también exigir lo que creemos merecer”, dijo, Datos curiosos y en apariencia contradictorios tienen que ver con la brecha salarial entre hombres y mujeres que registran las estadísticas. “Eso es cierto, pero muchos headhunters nos dicen que muchas veces las mujeres piden menos”, expresa Vinitzky.
Las expertas señalan que eso podría ocurrir por la falta de intercambio de información que existe y la escasa voluntad de las mujeres para participar de eventos que propicien esa posibilidad. “Los hombres suelen jugar al golf, al fútbol o reuniones para tomar cervezas. Son ámbitos ideales para compartir experiencias sobre exigencias laborales y los ingresos correspondientes para cada cargo”, señalan.
Claudia Boeri, CEO de SAP, la multinacional alemana del software, tiene a su cargo 1.500 empleados. Tal como ocurre con otras compañías del rubro, la promoción de la igualdad de género encabeza la agenda corporativa. Egresada de la UTN como ingeniera en Sistemas, describe “que la tecnología impulsa la innovación, la creatividad y eso requiere de miradas diferentes. No sólo en cuestión n de género. En mi empresa coexisten 5 generaciones diferentes”, dice.
Con respecto a las mujeres, señala que se abren posibilidades para progresar pero que eso no alcanza. “También hace falta que las mujeres acepten el desafío. Yo les dijo, el cargo está pero ahora hay que levantar la mano”, cerró.
Y como parte de la violencia, 3,455 mujeres fueron asesinadas, un promedio de 10.3 diarias, con 888 de estos delitos tipificados como feminicidios.
En 11 meses del 2020 se registraron 1.8 víctimas de trata de personas al día en el país. En total, 620 víctimas se contabilizaron de enero a noviembre del año pasado. Pero activistas alertan que centenas de víctimas más abundan, principalmente en giros negros.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en todo el 2019 fueron 676 víctimas; 574 en el 2018; 537 en el 2017; 782 en el 2016; y 1,171 en el 2015.
La presidenta de la Fundación Unidos Contra la Trata, Rosi Orozco, dijo a El Economista que el fenómeno de la trata de personas es mucho más grande de lo que muestran las cifras oficiales.
“En muchos de los estados este delito crece y ante el Secretariado (Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública) no hay trata, porque no reportan; muchos gobernadores ocultan el delito de trata y lo pasan por corrupción de menores, por lenocinio, y la pena es muy baja. Cuando es por trata no hay posibilidad de fianza”, aseveró.
“Hemos tenido casos de víctimas, una chiquita el 13 de diciembre en Morelos. Ella fue la última. Pero el año pasado recibimos varias chiquitas que eran usadas para (trasladar) mochilas con dinero», dijo. “Los datos del Secretariado deberían de ser leídos al revés: vamos a ver qué estados de la República sí reportan porque sí están trabajando o porque las fiscalías sí persiguen al delito. No al revés: vamos a castigar al estado que muestra la trata de personas”, recalcó.
La Fiscalía General de la República (FGR) abrió en el 2019 al menos 61 carpetas de investigación: 35 por explotación sexual; 19 por explotación laboral; tres por trabajos forzados; y cuatro por publicidad ilícita o engañosa conferida en el artículo 32 de la Ley General de Trata de Personas. Asimismo, tuvo pendientes cuatro averiguaciones previas por explotación sexual y servicios forzados.
En tanto, de enero a abril del 2020, la FGR inició tres carpetas de investigación por posible explotación sexual de personas.
En una respuesta de información con folio 0001700607220, la FGR mencionó que del 1 de enero del 2019 al 15 de abril del año pasado judicializó siete carpetas de investigación y obtuvo siete sentencias condenatorias, en ambos casos por el delito de trata de personas en las modalidades de explotación sexual (seis) y mendicidad forzada (una).
La Fundación Unidos Contra la Trata elaboró un índice para identificar a los estados que cuentan con refugio para personas rescatadas de la trata de personas.
Así, sólo Baja California, Estado de México, Puebla, Oaxaca, Colima, Chiapas y la Ciudad de México registran refugios especializados; mientras que Coahuila, Michoacán, Tlaxcala y Quintana Roo tienen un convenio para refugios. En el resto de las entidades no hay registros de que existan esos centros.
Homicidios y feminicidios
De enero a noviembre del 2020, en nuestro país al menos 89,913 mujeres habían sido víctimas de algún delito; la gran mayoría (58.8%) sufrieron lesiones dolosas. Mientras que 3,455 fueron asesinadas, un promedio de 10.3 mujeres muertas por día, con 888 de estos delitos tipificados como feminicidio.
Cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública muestran que del 2015 a noviembre del 2020, la violencia contra las mujeres presentó un incremento constante, especialmente en el caso de los feminicidios, ya que durante este periodo dicho delito se duplicó.
Los datos muestran que en el 2015 el delito de feminicidio contabilizaba 411 carpetas de investigación; mientras que en el 2016 creció a 605; en el 2017 fueron 742; en el 2018 se llegó a 893; y en el 2019 se elevó considerablemente a 940 casos. En 11 meses del 2020 se llegó a 860 indagatorias.
Asimismo, los homicidios dolosos contra mujeres también muestran un alza: en el 2015 se contaba con un registro de 1,735 de estos delitos; en el 2016 se incrementó a 2,191; en el 2017 fueron 2,535 víctimas; y en el 2018 fueron 2,763 crímenes. En el 2019 se rompió récord, al registrarse 2,869 casos. Hasta noviembre del 2020, sumaban 2,567.
La novelista nació el 16 de diciembre de 1775 en el Reino Unido. Para celebrar su aniversario, conoce el recorrido virtual en el que puedes descubrir el interior de su casa.
Jane Austen es una de las escritoras británicas del siglo XVIII más conocidas a nivel mundial. Sus obras literarias como ‘Orgullo y Prejuicio’ o ‘Emma’ la han llevado a ser la favorita de muchas amantes de las novelas de época, satíricas y románticas. Esta semana, el Museo de Austen celebró el aniversario de la escritora con un tour virtual por su casa disponible para todos sus fanáticos.
Se trata de una iniciativa de la Casa Museo de Jane Austen House, que durante la cuarentena por el covid-19 inició este proyecto para acercar a los fanáticos a lo que fue la vida de la escritora. Es un tour virtual por su hogar en Winchester Road, en Chawton.
En la visita 360° podemos conocer todos los ambientes del hogar, e incluso escuchar narraciones o partes de los escritos de Austen durante su adolescencia. A su vez, para celebrar las fiestas navideñas, se ha incluido entre las iniciativas ‘The twelve days of Christmas’, un recorriodo por los doce pasatiempos y recetas navideñas de Austen y sus personajes. También se encuentran disponibles dos exposiciones sobre el trabajo de la escritora.
(Foto: Captura de pantalla)
Si quieres visitar la casa de Jane Austen y disfrutar de la experiencia virtual, entra aquí.
Durante seis meses, la AFP y otros siete medios (Reuters, Schibsted, La Nación, Reach PLC, Deutsche Welle, Nikkei y Nice Matin) han analizado esta posibilidad. El grupo de trabajo, creado por Polis, un centro de reflexión de la London School of Economics, presentó sus conclusiones el martes en el festival JournalismAI.
Durante una semana del mes de noviembre, este grupo ha probado dos herramientas que permiten detectar los sesgos por género en textos en inglés y en fotografías.
Los resultados conjuntos muestran que los ocho medios participantes aún tienen mucho trabajo por delante: para los contenidos fotográficos, la proporción media de mujeres representadas es del 27,2%, frente al 72,8% de hombres. De los 1.430 textos en inglés analizados entre el 16 y el 20 de noviembre, el estudio muestra que las mujeres representan un 21% de las personas mencionadas y un 22% de las fuentes citadas. El algoritmo utilizado permite también calcular la extensión de las citas y muestra que las frases atribuidas a las mujeres son ligeramente más breves. La herramienta tiene otras aplicaciones posibles, como por ejemplo garantizar una cobertura equilibrada de los diferentes candidatos en una campaña electoral con el fin de garantizar contenidos más equilibrados.
Para tener más información sobre esta experiencia, se puede consultar la página web del grupo de trabajo: https://www.aijoproject.com/