La intención de los organizadores, la escuela IEBS, es presentar experiencias y buscar oportunidades para que más mujeres puedan hallar desarrollo profesional y personal en la industria de nuevas tecnologías e innovación.
El foro Women in Tech Day, que reúne a mujeres de todo el mundo expertas en nuevas tecnologías, se realizará nuevamente en México, ahora a través de Internet y de manera gratuita el jueves 17 de diciembre.
La intención de los organizadores, la escuela IEBS, es presentar experiencias y buscar oportunidades para que más mujeres puedan hallar desarrollo profesional y personal en la industria de nuevas tecnologías e innovación.
Todas las conferencias serán de acceso libre desde las 11:00 y hasta las 13:30 horas.
Las ponentes que se desarrollan desde ciencia y la innovación compartirán sus experiencias sobre cómo han logrado superar los retos y las barreras en su camino, además de trasladar ideas y recomendaciones inspiracionales a seguir.
Women In Tech Day contará con ponentes del nivel de Mónica Díaz, de Panda Security; Mariana Costa, CEO en Laboratoria; Edurne Balmori, directora en METCO; Sandra Sinde, directora de innovación en IDOM; María Gutiérrez, CEO en Hitwook y María Teresa Nieto, de Telefónica.
Aída Mulato, de 35 años, se apoya sobre las más de mil hojas que tiene su carpeta de investigación por violación. La montaña de papeles pesa tanto que para transportarla, la joven de cuerpo delgado, cabello negro y ojos rasgados utiliza una bolsa de mercado. Parece una guía telefónica. Manoseada, señalada y estudiada al detalle. Mulato conoce los recovecos del expediente porque en estos dos últimos años, su vida ha girado en torno a él. Conseguir justicia se ha vuelto un proceso desgastante y revictimizante en el que ha aprendido junto a sus abogadas no solo a defenderse de su agresor, sino también del sistema de justicia. “Entiendo que las mujeres no denuncien o no concluyan sus procesos legales porque, tal y como funciona el sistema, los agresores nos pueden seguir violentando en complicidad con las autoridades. En este sistema machista en el que vivimos, pesa más cómo ibas vestida, si te defendiste, si te practicaste un aborto o si has tenido varias parejas. El Estado mexicano no está interesado en resolver la violencia contra las mujeres”, sentencia Mulato.
La mujer entra por la puerta de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJ), un edificio que ocupa toda una cuadra y al que se conoce como “el búnker”, agarrada a sus papeles. Hace unas semanas, un grupo de mujeres encapuchadas atacaron las instalaciones y quemaron cajas con expedientes como protesta por la represión policial a tiros en una manifestación contra el feminicidio de la joven Alexis en Cancún, Quintana Roo. Este 25 de noviembre, día para erradicar la violencia de género, miles de mujeres protestarán en el país contra un Estado que no las protege. El hartazgo y la sensación de que la justicia nunca alcanza a las mujeres en México, ha convertido a las fiscalías y procuradurías ―encargadas de investigar las denuncias― en uno de los blancos de las protestas feministas. En un país en el que 10 mujeres son asesinadas al día y la tasa de impunidad de los delitos supera el 95%, solo una de cada diez se atreve a denunciar, de acuerdo con datos oficiales.
Hay una palabra que flota sobre todos estos casos de violencia: revictimización. A la sensación de inseguridad en el país, se suma un sistema incapaz de proteger a las mujeres que las violenta en cada paso. La investigación de Aída estuvo plagada de tantas irregularidades, que acabó en el fondo de un cajón, como la mayoría de experdientes. En el primer peritaje psicológico que le hicieron, las especialistas de delitos sexuales copiaron y pegaron la información de otro caso que no tenía nada que ver con la denuncia de Mulato. En 2020, la Fiscalía reconoció en un informe que había hecho mal su trabajo y por lo tanto, que no podía cerrar el caso. Se faltó al debido proceso y no se aplicó en ningún momento la perspectiva de género. Ahora, el Estado mexicano está obligado a reparar el daño. “Mi caso ya había sido archivado, pero fue rescatado de nuevo cuando la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México lo incluyó junto a otros 16 casos de víctimas de violencia sexual en la recomendación 08/2019, por violencia institucional”, subraya.
“La violencia institucional se ejerce contra las mujeres en todos los niveles del Estado y está recogida en la ley a nivel federal y en las leyes estatales”, explica Suhayla Bazbaz, directora de la organización Cohesión Comunitaria e Innovación Social (CCIS). Policías, fiscalías y jueces violentan a las mujeres cuando no les dan un trato digno, se las intenta disuadir para que abandonen la denuncia, se las prejuzga o no se aplica la perspectiva de género ni en la investigación ni en el juicio. Un ejemplo de ello es el feminicidio de Abril Pérez hace un año y la cadena de errores jurídicos y periciales que acabó con su vida, su marido, el principal sospechoso está prófugo.
Retrato de Aida Mulato Salinas, victima de abuso sexual, apoyada sobre la carpeta de su caso, Colonia Roma CDMXSEILA MONTES
“También violentan los funcionarios del poder legislativo y ejecutivo cuando se criminalizan las protestas feministas o se aprueban leyes en contra de sus derechos”, explica Bazbaz. Desde que llegó la nueva fiscal al cargo hace dos años, Ernestina Godoy, la FGJ ha abierto 300 carpetas de investigación por delitos sexuales contra policías y elementos de la Guardia Nacional y la Sedena. Ocho de cada 10 ocurrieron cuando los servidores públicos se encontraban de servicio, señalan desde CCIS. Solo han conseguido llegar ante un juez el 13% de ellas. “La Fiscalía de delitos sexuales tiene ahora mismo 9.000 carpetas sin resolver y otras 19.000 en la Fiscalía que se encarga de violencia familiar”, comenta Ximena Ugarte, Asesora Jurídica del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio.
Aída, que forma parte de ese 10% visible que denuncia, se adentra en el laberinto de ventanillas y despachos del “búnker” hasta dar con el escritorio del ministerio público (MP) que lleva su caso. La silla está vacía. La funcionaria que investigaba su carpeta ha sido transferida a otra unidad sin previo aviso y su compañera será la encargada de dar continuidad a las investigaciones: 235 casos más que acaba de heredar además de los propios. La funcionaria comienza a leer un expediente equivocado hasta que la víctima le explica que ese no es su caso. Vuelve a revisar entre las montañas de archivadores y pasados unos minutos da con la carpeta correcta. Mientras, los papeles apilados y las cajas de cartón llenas de documentos se acumulan en los pasillos, sobre las mesas y las sillas. La sensación es caótica.
Como la nueva fiscal no conoce el asunto, la joven tiene que volver a contar, otra vez, detalles de su violación a manos de un médico, un funcionario público. Alguien que, según el relato de la víctima, se aprovechó de la relación de confianza para drogarla y abusar de ella. Pese al tirón de orejas de la Comisión de Derechos Humanos, la Fiscalía volvió a incorporar una nueva evaluación psicológica llena de prejuicios, detalles de su vida personal que nada tenían que ver con la violación y nuevos datos falsos.
“Hay una falla sistémica que tiene que ver con la cultura patriarcal y con actos y omisiones de los servidores públicos que no cumplen la obligación del Estado de respetar y garantizar el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Decir que es un problema sistémico no reduce la responsabilidad de quienes están en un cargo público”, concluye Suhayla Bazbaz. Ximena Ugarte está de acuerdo con esta afirmación y agrega: “En este país las mujeres consiguen justicia a base de pelearla ellas mismas. Si ellas no luchan, el Estado no las protege”.
Después de más de dos horas, Aída Mulato sale de la Fiscalía con un sabor amargo en la boca. “Debemos hablar de la importancia que tiene poder juzgar y condenar a los agresores sexuales, porque la violación es la antesala del feminicidio. Si están matando a 10 mujeres al día en México es porque el Estado no está haciendo lo que le corresponde”. Su lucha por conseguir justicia todavía no acaba.
Hace 30 años no preocupaban los vientres de alquiler ni circulaba un sustantivo específico para definir la fraternidad entre mujeres (sororidad). Las feministas españolas peleaban entonces por una ley que despenalizase el aborto (desde 1985 se permitía solo en tres supuestos: violación, riesgo para la salud de la mujer o malformación del feto). Había corrientes y divisiones en el movimiento (¿cuándo no?) y el regusto amargo de que la democracia había traído el marco teórico sin transformar la sociedad. Las marchas del 8 de marzo no estaban en su mejor momento.
Varias mujeres hacen el signo feminista en una manifestación a favor del aborto libre y gratuito a las puertas del Congreso de los Diputados, durante el debate sobre la despenalización parcial del aborto en casos de violación, grave peligro para la vida de la madre y malformaciones en 1983.MARISA FLÓREZ
Pero había gente que, desde o contra, el poder siguió trabajando para desmontar las estructuras políticas, económicas, sociales, culturales y mentales que relegaban a las mujeres. La historiadora Isabel Morant Deusa fue una de ellas. En 1990 impulsó desde la Universidad de Valencia, con la colaboración del editor de Cátedra Gustavo Domínguez, una colección de estudios feministas que se movía entre dos vocaciones: rescatar voces que se alzaron en el pasado contra la desigualdad (de Émilie du Châtelet y Poulain de la Barre a John Stuart Mill y Harriet Taylor Mill) y airear a las nuevas pensadoras y los estudios de género que comenzaban a implantarse en las universidades españolas. “Lo que nos dio fuerza en ese momento era el convencimiento de que estaban en marcha una producción intelectual y una acumulación de conocimientos en los países occidentales que debían ser difundidas”, recuerda.
Aquella iniciativa, a la que se sumó el Instituto de la Mujer durante varios lustros (hasta que en 2012 se rompió el convenio en la etapa de Juan Manuel Moreno Bonilla como secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad), ha permitido editar 145 libros que acaso constituyen el corpus feminista de más largo aliento editado en España sin interrupción. El último de ellos es un regalo para celebrar el 30 aniversario: el ensayo colectivo Ser ferministas. Pensamiento y acción, que se presentará el jueves online.
La imagen de miles de mujeres en Bilbao formando un triángulo y cantando «A la huelga» dio la vuelta al mundo. Lo hicieron en la manifestación de la huelga feminista, en la que salieron a gritar más de 60.000 personas, según la Policía Municipal.VINCENT WEST / REUTERS
“La colección va en paralelo al feminismo de este país que asombró al mundo en 2018, y que es muy singular respecto a Inglaterra, Francia o EE UU porque está anclado en la vida cotidiana. Hay una comprensión mayor sobre cuáles son los mecanismos que reproducen las desigualdades en cualquier campo y esos libros nos han ayudado a darnos cuenta y cambiar la percepción de la realidad”, reflexiona la filósofa Ana de Miguel, que publicó en 2015 Neoliberalismo sexual (El mito de la libre elección), uno de los grandes éxitos de la colección, nacido de “un baño de realidad”.
Tras ser madre de dos hijos, De Miguel percibió las diferencias sociales que condicionaban la crianza entre niños y niñas, al tiempo que se topaba de bruces con la prostitución de menores cada vez que la familia acudía a la Casa de Campo. “Vi la gran contradicción de una sociedad que no sabía quién era, que cree que está haciendo una cosa y está haciendo otra. Y vi como en una sociedad que apoya activamente la igualdad se han encontrado nuevas formas de sometimiento al patriarcado como la pornografía, que legitima la violencia contra las mujeres”, sostiene.
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Nuevas preocupaciones para una vieja lucha que en España ha tenido precursoras como Gertrudis Gómez de Avellaneda, Carolina Coronado, Rosalía de Castro, Concepción Arenal, Teresa Claramunt, Carmen de Burgos o Emilia Pardo Bazán, por no citar a la prodigiosa generación de la edad de plata que en la Segunda República conquistó el voto y se sacudió el sombrero. A ninguna de ellas se le pasaría por la cabeza que las feministas de hoy debatan sobre el género no binario, la brecha salarial, el ciberacoso, el mansplaining (si se prefiere, machoexplicación) o la ética del cuidado. Hay temas que se arrastran desde el pasado, pero la conversación se ha enriquecido en este tiempo por caminos impensables en los noventa. “La evolución se produce al hilo de los debates sociales. No hay temas que se hayan quedado atrás porque no hay ninguno cerrado, pero hay debates nuevos que no existían hace 30 años a los que tratamos de dar respuesta, como los vientres de alquiler, la cuestión de las indígenas o cómo afecta la contaminación a la salud de las mujeres”, plantea Alicia H. Puleo, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valladolid y autora de Ecofeminismo para otro mundo posible.
Algunos ensayos de la colección Feminismos, de la editorial Cátedra y la Universidad de Valencia.
En 2014 Puleo asumió la dirección de Feminismos y dos años después observó un crecimiento en las ventas. Una señal de la marea morada que estaba a la vuelta de la esquina aunque por entonces nadie lo intuyese. En 2017 estalla el MeToo y en 2018, el feminismo español. “Creo que de forma directa e indirecta la colección ha contribuido a ello”, prosigue Puleo, “el hecho de que haya provisto de material sólido en humanidades ha permitido el desarrollo de estudios feministas en las universidades y ha generado una masa crítica formada en el feminismo”. Los acontecimientos parecen dar la razón a Celia Amorós, referente del feminismo latino y premio Nacional de Ensayo en 2006 por La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias… para las luchas de las mujeres, publicado en la colección: “No hay nada más práctico que una buena teoría”.
Buena parte de esas teóricas escriben en el libro colectivo que conmemora los 30 años y que ha ilustrado Verónica Perales. Alicia H. Puleo invitó a 43 autoras a reflexionar a partir de una consigna, un concepto o una frase sobre la lucha feminista. Ahí están desde clásicos de pensadoras como Simone de Beauvoir (“No se nace mujer, se llega a serlo”) o Mary Wollstonecraft (“No deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas”) a los nuevos cánticos del siglo XXI: “¡Hermana, no estás sola!” (difundido masivamente en solidaridad con la víctima de La Manada) o “Si nosotras paramos, se para el mundo”.
También “La revolución será feminista o no será” sobre el que Beatriz Gimeno, una histórica del movimiento que ahora dirige el Instituto de la Mujer, cuenta en el libro una reveladora anécdota. “En mayo de 2011, en plena acampada en la Puerta del Sol, las feministas colgaron una pancarta con ese lema sobre una de las bocas del metro y poco después algunos de los allí acampados la arrancaron entre aplausos, alegando que la revolución no será ni feminista ni machista”, recuerda. “Aquella rabia contra el lema de la pancarta”, continúa, “ponía de manifiesto algo que el feminismo ha denunciado desde siempre: su exclusión de todas las revoluciones”.
La discriminación aleja a las mujeres de áreas profesionales porque los estereotipos y prejuicios limitan sus expectativas.
A pesar de los obstáculos de los estereotipos y prejuicios de género, las mujeres hemos avanzado en la participación laboral remunerada pero no lo suficiente en el campo laboral de la tecnología donde están quedando relegadas. El avance de la tecnología y la transformación del mercado laboral influyen en los cambios en las relaciones sociales e interpersonales.
El “internet”, el “software” virtual, la nanotecnología, la inteligencia artificial y la ciberseguridad, forman parte de esta nueva ola de la sociedad de la información y economía del conocimiento que demandan nuevos profesionistas con habilidades indispensables para integrarse a las cadenas globales de valor e innovación de esa industria.
Conocimientos en integración de sistemas, automatización, supervisión y control; gestión de operaciones, análisis de datos, gestión documental o de órdenes de fabricación, ingeniería e impresión 3D, entre otras precisas habilidades, definen los perfiles profesionales de la cuarta revolución industrial, pero sólo el 30% de estudiantes de carreras afines a ingeniería o STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics), por sus siglas en inglés, son mujeres (Forbes, 2019).
En nuestro país, 2 de cada 10 profesionistas en áreas de ingeniería son mujeres y en las profesiones relacionadas con tecnología de la Información y la Comunicación y Ciencias de la Computación, sólo el 23.5% y 37.5% respectivamente, son mujeres (UNDP, 2019).
De acuerdo con un estudio de las universidades de Nueva York, Illinois y Princeton (2017), desde los 6 años, las niñas comienzan a asociar la “brillantez” con el sexo masculino y no con su propio sexo, lo cual provoca que rehúyan las actividades que son para “muy inteligentes”. La discriminación aleja a las mujeres de las nuevas áreas profesionales porque los estereotipos y prejuicios limitan sus expectativas.
En los medios de comunicación es evidente la ausencia de referentes femeninos, que destaquen su inteligencia, valentía o fuerza –cualidades asociadas habitualmente con los hombres–, así influyen negativamente en la frágil imagen que las niñas construyen sobre sí mismas y las metas que pueden alcanzar. Por esa razón es importante conocer los ámbitos donde se discrimina a las mujeres y encontrar formas eficientes de combatir esas violentas distorsiones.
En las revoluciones tecnológicas y de conocimientos que precedieron a la actual, las mujeres sólo han ocupado los espacios que los hombres dejan vacantes en las profesiones tradicionales sin analizar lo que significa reducir la brecha de género en el mercado laboral remunerado del futuro. Si continúa esa tendencia, alcanzar la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres se alejará más allá de 200 años como se señaló en el Foro Económico Mundial de 2018.
La incorporación de las mujeres, niñas y adolescentes al estudio de las disciplinas STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) es una prioridad, inaplazable ya que la pandemia de Covid-19, intensificó y aceleró el uso de las novísimas tecnologías de la información en todos los sectores del mercado laboral remunerado, incluyendo a los más tradicionales.
Las mujeres tienen que preparse para las nuevas circunstancias de la nueva era o corren el peligro de desaprovechar oportunidades a medida que la indetenible innovación automatice procesos que hasta ahora continúan siendo realizados por personas.
Para que las mujeres no pierdan esas valiosas oportunidades, todos debemos evitar estigmas, prejuicios y estereotipos que las alejan de la posibilidad de estudiar carreras STEM, sólo así podremos prevenir que, nuevamente sean las mujeres las que sufran situaciones de pobreza y tengan empleos precarizados.
Magistrada de la Sala Superior y Presidenta de la Comisión para la Igualdad de Género del Tribunal Federal de Justicia Administrativa.
Twitter: @z_mosri
La crisis derivada de la pandemia por COVID-19 está provocando impactos específicos sobre las mujeres, profundizando las desigualdades de género existentes. Según la Organización de los Estados Americanos (OEA), a través de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM), esta realidad requiere que la participación igualitaria de las mujeres en las decisiones y el enfoque de género sean elementos centrales de las políticas de mitigación y recuperación de la crisis.
La United Cities and Local Governments (UCLG) Women, establece que es claro que las emergencias sanitarias no impactan de la misma forma a hombres y mujeres, debido a las diferentes circunstancias sociales, políticas y culturales de cada país.
“Este simple reconocimiento será crítico para vencer esta y futuras pandemias. Mujeres y niñas empoderadas nos llevarán a liderar sociedades resilientes y más seguras”, señaló la organización.
Las organizaciones reconocen que mucho se ha hablado de las posibilidades de “volver a la normalidad”, lo cual los expertos han descrito que será imposible, derivado de esto, cada vez más se utiliza el término “nueva normalidad”, en la que según diferentes organismos el ascenso de más mujeres a puestos de responsabilidad se convertirá en una práctica obligatoria para las compañías más competitivas.
“Es tiempo de ser ambiciosas y asumir la igualdad de género como una parte integral de la solución a los muchos desafíos que enfrentamos en términos de salud, clima, economía y derechos humanos fundamentales”, estableció la UCL Women en un comunicado.
Diferentes organismos establecen la necesidad de mujeres líderes para afrontar la crisis por Covid-19:
ONU Mujeres anunció el tema para el Día Internacional de la Mujer 2021: “Mujeres líderes: Por un futuro igualitario en el mundo de la Covid-19”, el cual está en consonancia con el tema prioritario del 65º período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer.
La OCDE defiende la igualdad de género, estableciendo que las líderes femeninas han facilitado resultados diferencialmente mejores: “los países dirigidos por mujeres son más igualitarios y tienen más mujeres en puestos de poder”.
La UCLG WOMEN realiza un llamado a la acción de lideresas locales y regionales, con el fin de seguir buscando la igualdad de género y promoviendo que el liderazgo de las mujeres ya no sea una excepción sino la nueva normalidad.
Según datos de LinkedIn se están observando cambios en la alta dirección, con más mujeres ocupando cargos ejecutivos, incluso cuando la contratación a este nivel se ha reducido.
La igualdad de género había sido tomada como un área prioritaria por las redes de gobiernos locales y regionales y sus miembros antes de la crisis del COVID-19. En este contexto, la igualdad de género sigue siendo más relevante que nunca.
En un gesto positivo, esta semana la Cámara de Diputados de México reformó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para fortalecer los 44 centros de justicia que brindan servicios a las mujeres sobrevivientes de violencia. Pero los legisladores no incluyeron ningún proveído para garantizar que los centros, que en algunos casos incluyen refugios para las sobrevivientes y sus hijos, sean accesibles para mujeres con discapacidad.
Las reformas no abordan las barreras sistémicas que enfrentan las mujeres con discapacidad para acceder a los servicios. Human Rights Watch documentó estas barreras en cuatro estados de México entre 2019 y 2020 en relación con la violencia familiar contra personas con discapacidad. Los centros de justicia que visité y los que conocí en mi investigación carecían de accesibilidad física, comunicaciones accesibles y estándares claros para brindar apoyos razonables a las mujeres con discapacidad. Las mujeres con discapacidad enfrentan una violencia persistente en México, pero la ley actualmente no garantiza que los centros de justicia u otros mecanismos respondan a sus necesidades específicas.
Tomemos a Guadalupe Huerta Mora, de la Ciudad de México, quien fue golpeada brutalmente por sus tres cuñadas, con quienes vivía, con la aquiescencia de su esposo. El ataque le provocó una lesión en la columna que le impide caminar. En ausencia de un refugio accesible, servicios de apoyo u otras opciones para mantenerla a salvo, Huerta Mora se vio obligada a regresar a vivir con quienes la golpearon.
Cuando la minuta de ley llegue al Senado, los integrantes del Senado deben garantizar que las medidas de emergencia, preventivas y de protección para las víctimas de la violencia sean accesibles y se brinden a las mujeres con discapacidad, incluidas las mujeres con altos requerimientos de apoyo. Las reformas a la ley deben hacerse cargo de que las mujeres con discapacidad pueden depender económicamente de los perpetradores y también para recibir apoyo en sus actividades diarias, lo que les dificulta mucho sustraerse de la violencia.
El Congreso no debe perder esta importante oportunidad, al reformar esta ley, para cerrar la brecha en la asistencia a las mujeres con discapacidad que experimentan violencia.
La marea verde en las calles estalla en vítores al conocer el resultado de la votación después de más de 20 horas de debate.
“Aborto legal en el hospital”. Después de acompañar el debate legislativo en las calles durante 20 horas, la marea verde estalló en aplausos, cánticos y vítores al conocer el resultado de la Cámara de Diputados: 131 votos a favor del proyecto de interrupción legal del embarazo, 117 en contra y seis abstenciones. Una diferencia más amplia que dos años atrás, cuando se aprobó por 129 votos a favor y 125 en contra. Falta el último obstáculo, el Senado, que tendrá la palabra definitiva.
La fecha elegida para el debate tenía una gran carga simbólica. El 10 de diciembre, Día internacional de los Derechos Humanos. Se cumplía también el primer aniversario de Alberto Fernández como presidente, el único mandatario argentino en ejercicio que ha respaldado la legalización del aborto. Los diputados comenzaron a debatir alrededor de las once de la mañana en una sesión muy polarizada mientras miles de personas seguían sus intervenciones a través de pantallas gigantes en una plaza dividida en dos por vallas: a un lado, la marea verde a favor de la legalización del aborto. Del otro, los celestes que lo rechazan.
La norma aprobada por la Cámara de Diputados regula el aborto libre hasta la semana 14 de gestación. Y establece un plazo máximo de 10 días entre que se solicita la interrupción del embarazo y se la lleva a cabo.
“Nadie promueve el aborto, las mujeres no quieren llegar a esa situación, mucho menos se usa el aborto como método anticonceptivo. Pero los abortos, por múltiples razones suceden. Resolver este tema en favor de las mujeres del pueblo implica que todas tengan acceso a un aborto seguro, es un problema de salud pública y justicia social”, defendió el proyecto oficial el diputado Juan Carlos Alderete, del gobernante Frente de Todos, cerca de las dos de la madrugada.
Desde 1921, en Argentina el aborto es un delito penado con hasta cuatro años de cárcel excepto en caso de violación o de riesgo para la vida de la madre. Aun así, cada año se realizan en Argentina más de 300.000 abortos, según cifras extraoficiales, y cerca de 40.000 mujeres argentinas tienen que ser hospitalizadas por complicaciones derivadas de los mismos. En 2018, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, pero el Senado la rechazó. A diferencia de entonces, la iniciativa ha sido impulsada esta vez por el Gobierno y cuenta con el apoyo del presidente.
“Durante 100 años, los legisladores nos transformamos en inquisidores e hicimos un escrutinio moral. Le preguntamos a la mujer que viene a abortar si tuvo consentimiento o no a la hora de tener sexo. Eso ya fue ley en 1921. Hoy vamos a dejar de ser hombres de 1921. Nos vamos a resetear a 2020”, proclamó el diputado opositor Waldo Wolff. “Estamos cruzando la última valla para el reconocimiento legal, pleno de la autonomía de las mujeres”, agregó su colega Silvia Lospennato.
Desde que Argentina recuperó la democracia, en 1983, hasta la actualidad, más de 3.000 mujeres han fallecido por abortar en Argentina. Una de ellas fue la abuela de la diputada Alicia Aparicio, quien la recordó entre lágrimas durante su discurso: “Te lo debía abuela, por vos, por todas las que perdieron su vida y por todas las mamás, abuelas, bisabuelas, tatarabuelas, y así hasta el fin de los tiempos. Entonces, pido: educación para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal, seguro y gratuito para no morir. Que sea ley”.
Con argumentos religiosos y políticos, los legisladores en contra de la legalización advirtieron que se trata de una ley inconstitucional y que de aprobarse el aborto se convertirá en un método anticonceptivo más. Muchos sostuvieron además que no es el momento oportuno por la pandemia de covid-19 y la crisis económica que atraviesan al país. “Quiero defender a quien en toda esta situación no tiene voz, no tiene la posibilidad de defenderse, que es el niño por nacer”, dijo el diputado opositor Federico Angelini. “Con que cara nos vamos a espantar cuando un joven de 15 años mata a alguien por una bicicleta si el mensaje dirigencial es que la vida es relativa, que en nombre de la libertad se puede disponer de la vida por nacer, por cierto, la más vulnerable”, agregó la legisladora Graciela Camaño casi al término del debate.
Opositores al proyecto de ley se manifiestan con un crucifijo.NATACHA PISARENKO / AP
Fuera del recinto, en el lado celeste, hubo cadenas de oración, cánticos y gritos en contra del aborto. “La vida no se debate”, dice una pancarta. “Adoptar, no abortar”, puede verse en varios carteles. Cristina lleva uno de ellos. “La vida empieza en la concepción y hay que defenderla. Argentina ya votó hace dos años y votó a favor de la vida, Argentina es celeste y volverá a demostrarlo esta vez”, dice convencida esta mujer de 37 años, que se moviliza junto a su marido.
“Ni una muerte más por aborto clandestino”, puede leerse en una pancarta gigante en el lado verde. “La maternidad será deseada o no será”, dice otra. “Estamos haciendo historia”, está escrito en las camisetas de algunas militantes que pasaron la noche en vela, cantando y bailando en una gran fiesta callejera. Otras durmieron unas horas y se despertaron al amanecer, bajo una breve llovizna. Todas se pusieron en pie para escuchar la votación.
“Estar acá es un abrazo colectivo porque este fue un año durísimo para el feminismo”, comentaba a media tarde María Cristal, profesora de primaria, quien se ha acercado a la plaza con su hija adolescente. “Hubo un gran retroceso para las mujeres, que fueron las que más perdieron fuentes de laburo [trabajo] y las que lo conservaron tuvieron, tuvimos, que adaptarnos al teletrabajo y compatibilizarlo con el cuidado de les hijes y de abuelos y abuelas, ayudar con las tareas escolares, limpiar la casa… Necesitamos cerrar el año con una buena, conquistando el derecho al aborto legal, seguro y gratuito”, auguraba. “Hace 100 años que tenemos la misma ley y las mujeres nunca dejaron de abortar. El debate no es aborto sí o aborto no, es aborto legal o aborto clandestino. El Estado tiene una deuda histórica con nosotras y la tiene que cumplir”, exige Marina, de 16 años.
El feminismo confía en que el apoyo gubernamental decante la balanza a favor de la legalización del aborto y contribuya a extender el debate a otros países de América Latina. Los números en la Cámara alta parecen más ajustados que en 2018, pero nadie da por segura la victoria.
Durante los tres mil años de historia faraónica, el título de soberano de las Dos Tierras recayó casi siempre en manos masculinas. Pero en algunas ocasiones el faraón no fue un hombre, sino una mujer que normalmente alcanzó el trono en períodos de regencia, y en tiempos convulsos o de vacío de poder.
«¿qué es el rey del Alto y Bajo Egipto? Él es el dios gracias al cual se vive, el padre y la madre de todos los hombres, él solo, sin igual». Para los antiguos egipcios era algo que estaba en armonía con las leyes naturales y con el mantenimiento del equilibrio cósmico que el cargo de faraón, la más alta autoridad en la tierra, el representante de los dioses e interlocutor entre ellos y los humanos, fuese ostentado por un hombre; de hecho, los reyes eran identificados con Horus, el dios representado como un hombre con cabeza de halcón, hijo de Isis y Osiris, dos de las divinidades más importantes del panteón egipcio.
Para los antiguos egipcios era natural que el cargo de faraón, la más alta autoridad en la tierra, interlocutor entre los dioses y los humanos, fuese ostentado por un hombre.
Sabemos, eso sí, que durante toda la historia de Egipto, hubo muchas reinas, esposas y madres de faraones, que ejercieron gran poder e influencia sobre las decisiones de Estado, e incluso algunas de ellas contribuyeron a cambiar la historia, como es el caso de las grandes reinas tebanas de la dinastía XVII (h. 1540 a.C.), como Tetisheri o Ahhotep, cuyas actuaciones fueron fundamentales en la guerra contra los hicsos (A Ahhotep incluso le concedieron una valiosa condecoración militar al valor, el «collar de las moscas»). Muchos de los nombres y las gestas de estas mujeres han llegado hasta nosotros: Hetepheres, Khenthaus, Ahmosis Nefertari, Tiy, Isis Nofret, Nefertari, Nefertiti… Sabemos que ellas transmitían el poder, y también sabemos que fueron influyentes y escuchadas, pero siempre actuaron a la sombra de sus esposos, que eran en realidad quienes ejercían el poder efectivo que comportaba el título de faraón.
La reina Nefertari jugando al senet. Escena de su tumba en el Valle de las Reinas. Foto: Cordon Press
¿UNA MUJER EN EL TRONO DE LAS DOS TIERRAS?
Sin embargo, también sabemos que a lo largo de la historia del País del Nilo hubo algunas mujeres que, más allá de su condición de esposas o madres, ocuparon ellas mismas, de pleno derecho, el trono real. De todas ellas, tal vez la más destacada sea Hatshepsut, a principios de la dinastía XVIII (1539-1292 a.C.). Hija y esposa de faraones, Hatshepsut alcanzó el poder como regente de su sobrino e hijastro Tutmosis III, pero acabó gobernando Egipto durante unos veinte años, y no sólo como regente de un faraón menor de edad, sino presentándose ella misma como faraón coronado. Otra famosa reina que ostentó el título de faraón fue Cleopatra VII, ya a finales del período ptolemaico, poco antes de la conquista definitiva de Egipto por Roma.
Cleopatra y su hijo Cesarión. Relieve del templo de Dendera. Foto: iStock
Hatshepsut alcanzó el poder como regente de su sobrino e hijastro Tutmosis III, pero acabó gobernando Egipto durante unos veinte años como faraón coronado.
Pero, además de Hatshepsut y Cleopatra, ¿hubo otras mujeres que ocuparon el trono de las Dos Tierras como faraón reinante? Pues al parecer sí, aunque no fueron muchas. Según el historiador romano Diodoro Sículo, que vivió en el siglo I a.C., sólo hubo cinco, aunque se piensa que pudo haber habido hasta ocho. Aquí exponemos las historias fascinantes de algunas mujeres que posiblemente gobernaron Egipto como faraón a lo largo de sus más de tres mil años de historia.
Estela del rey Djet. Museo del Louvre, París. Foto: Cordon Press
MERNEITH, EN LOS ALBORES DE EGIPTO
Durante la dinastía I (2900-2730 a.C.), en los albores del Egipto faraónico, surge de las sombras del tiempo la figura de esta reina, cuyo nombre significa «la amada de la diosa Neith», que al parecer ostentó una titulatura real. Fue esposa del rey Djet/Uadyi, y tras enviudar tuvo que ejercer como regente de su hijo Den, el heredero del trono, por entonces un niño. El egiptólogo Flinders Petrie descubrió en Abydos la suntuosa mastaba real donde se hizo enterrar Merneith y la catalogó al principio como perteneciente a un faraón masculino. Pero ¿llegó a ostentar Merneith el título de faraón? El hallazgo de un templo funerario dedicado a esta mujer en Abydos, y los descubrimientos en Saqqara de una barca solar, el hallazgo de varios vasos con el nombre de Merneith inscrito que se localizaron en la mastaba 3503, sumados a que su nombre aparece en una lista real procedente de la impresión de un sello cilíndrico descubierto en la tumba de su hijo Den parecen confirmar que, como mínimo, mientras duró su regencia, Merneith ejerció el gobierno con las prerrogativas y poderes de un faraón, actuando como rey efectivo de Egipto. Pero años después, en la Lista Real del Horus Kaa, de finales de la dinastía, su nombre ya no aparece entre los de los monarcas.
Pirámide de Userkaf, hijo de la reina Khentkaus I y primer faraón de la dinastía V, en Saqqara. Foto: iStock
KHENTKAUS I Y KHENTKAUS II
Estas dos reinas vivieron respectivamente a finales de la dinastía IV (2543-2436 a.C.) y durante la V (2435-2306 a.C.) y, curiosamente, se han hallado representaciones de ambas con atributos reales, como la barba postiza y el ureo (la cobra y el buitre, símbolos del poder faraónico). A la primera se la menciona incluso como «La Rey del Alto y del Bajo Egipto y Madre del Rey del Alto y del Bajo Egipto». Pero ¿quiénes fueron estas mujeres que compartieron nombre y dinastía? Khentkaus I fue una hija de Micerino, el propietario de la pirámide más pequeña de Gizeh. En 1932, el arqueólogo Selim Hassan halló su tumba, una magnífica mastaba en forma de gigantesco sarcófago. La reina fue la esposa del último faraón de la dinastía IV, Shepsheskaf, y la madre del primer faraón de la dinastía V, Userkaf. Al parecer actuó como regente de tres de sus hijos: Userkaf, Sahure y Neferirkare. En la tumba de la soberana en Gizeh, las inscripciones la muestran como faraón gobernante, pero tampoco consta en las listas reales posteriores. En cuanto a la segunda Khentkaus, poca cosa sabemos en realidad. De ella nos queda una pirámide auxiliar y un templo funerario en la necrópolis de Abusir, además de alguna representación de la misma con los atributos del poder faraónico.
El banquete de Nitocris. Grabado. Foto: Cordon Press
NITOCRIS LA VENGADORA
Una lista de reyes de Egipto como el Canon Real de Turín menciona el nombre de Nitocris como faraón efectivo de Egipto, y el sacerdote Manetón, autor de una lista de reyes de Egipto, la reconoce como último faraón de la dinastía VI (2305-2118 a.C.). En su Historia de Egipto, Manetón dice lo siguiente: «Hubo una mujer, Nitocris, que reinó; era más valiente que todos los hombres y más bella que todas las mujeres de su tiempo, dotada de una hermosa piel y de sonrosadas mejillas. Se dice que construyó la tercera pirámide que tiene aspecto de montaña». Parece ser que Nitocris se desposó con su hermano Merenre II, pero al quedar pronto viuda (al parecer, el rey fue asesinado) gobernó en solitario durante dos años como faraón. Su leyenda atravesó los siglos, y llegó a oídos del historiador griego Heródoto, quien durante su viaje a Egipto, en el siglo VI a.C., contó lo siguiente sobre la venganza de Nitocris: «Me contaron que ella, para vengar a su hermano, hizo perecer con engaños a muchos egipcios». Al parecer, invitó a los culpables del crimen a un banquete y los ahogó inundando la sala con agua del Nilo. Al final, cuando la reina logró su venganza, siempre según Heródoto, «se precipitó en una cámara llena de cenizas para evitar las represalias…».
Cabeza de la reina Sobeknefrure. Museo Egipcio, Berlín. Museo Egipcio, Berlín.
SOBEKNEFRURE, EL FINAL DE UNA DINASTÍA
Tras los tiempos convulsos del final del Reino Antiguo, los monarcas tebanos de la dinastía XII (1939-1760 a.C.) llevaron a cabo la segunda reunificación de Egipto. Estos doscientos años de la historia de Egipto son calificados como un tiempo próspero y con grandes beneficios para el país. Pero a finales de la dinastía, una serie de disputas entre gobernadores provinciales (nomarcas) volvieron a traer un período de inestabilidad. Es en este contexto cuando surge la figura de la reina Sobeknefrure. Pero ¿quién era esta mujer? Su nombre aparece en varias listas reales e inscripciones, y se han localizado cinco estatuas suyas. Parece ser que fue hija de Amenhemat III y hermana de Amenhemat IV, al que posiblemente desposó. Lo que sí está claro es que aparece como último rey coronado de la dinastía XII con los siguientes títulos: «Amada de Re», «Señora de las Dos Tierras», «Hija del Poder», «Eterna de Apariciones Radiantes», «El Rey del Alto y del Bajo Egipto Sobeknefrure».
Interior de la tumba de Tausert, en el Valle de los Reyes, posteriormente usurpada por su sucesor Sethnakht. Foto: iStock
LA ENIGMÁTICA TAUSERT
Tras el gobierno en solitario de Hatshepsut durante la dinastía XVIII (1539-1292 a.C.), hubieron de pasar varios siglos hasta que otra mujer accediese al trono de las Dos Tierras. Fue a finales de la dinastía XIX (1292-1191 a.C.), cuyos primeros reyes, como Seti I y Ramsés II, son los más conocidos. Tras la muerte de Merneptah, hijo y sucesor de Ramsés II, subió al trono de Egipto su hijo Seti II. Seti tuvo un hijo enfermizo llamado Siptah, de una esposa secundaria. Seti también desposó a una mujer llamada Tausert, de origen incierto. Tras la muerte de Seti II, al parecer Tausert ejerció como regente del joven Siptah, que murió poco tiempo después. Tausert decidió entonces gobernar en solitario y se proclamó «Rey del Alto y del Bajo Egipto», incluso incluyó en su nombre la titulatura de «Sa-Re», que significa hija de Re (el dios Sol). Tausert ordenó construir para ella una tumba en el Valle de los Reyes, igual que sus predecesores masculinos, y también mandó erigir un Templo de Millones de Años (templo funerario) cerca del Ramesseum. Pero Tausert no tuvo un largo reinado. Dos años después fue destituida por Sethnakht, el fundador de la dinastía XX (1190-1077 a.C.), un personaje tan ambicioso como ella, que persiguió la memoria de la reina y borró su nombre de todos sus monumentos. Incluso usurpó la magnífica tumba que ella mandó erigir en la necrópolis tebana.
El faraón Hatshepsut se representa en este relieve junto a su padre, el dios Amón. Templo de Karnak.
Foto: Cordon Press
«COMO RE, ETERNAMENTE…»
No podemos acabar esta relación de faraones femeninos sin hacer referencia a cómo Hatshepsut legitimó su ascenso al trono de las Dos Tierras, con el apoyo del clero de Amón. Para ello, se ideó el mito de la «teogamia» o nacimiento divino de la soberana, haciéndola hija del dios Amón, quien, tomando la figura de su padre, Tutmosis I, fecundó a su madre, la reina Ahmosis. El dios principal de la dinastía legitimaría su reinado con estas palabras: «Amón hizo que los dioses todos del Alto y Egipto la vieran (a Hatshepsut). Palabras dichas por Amón Re, Señor del Cielo y Rey de los dioses: ‘Ved a mi hija Henemet-Amón Hatshepsut, que viva. Amadla y complaceos en ella’ (…). Ella permanecerá al frente de los ka de todos los vivientes, junto con su ka, como Rey del Alto y Bajo Egipto sobre el trono de Horus, como Re, eternamente».
«Las protestas y manifestaciones son esenciales en las democracias sanas, ya que permiten llamar la atención sobre aquellas necesidades sociales que no han sido atendidas».
A lo largo de la historia en todo el mundo, los movimientos, manifestaciones e iniciativas de las mujeres han dado origen a importantes avances políticos y normativos que buscan la garantía del ejercicio de sus derechos humanos y, en general, han impulsado el avance democrático y sostenible de las sociedades.
En México, las movilizaciones de mujeres que han reclamado un alto a las violencias que las afectan –como la violencia feminicida y la desaparición de mujeres y niñas– y el acceso efectivo a la justicia, han sido fundamentales para concretar la creación de legislación, políticas públicas y asignación de presupuestos para atender tales demandas. Pese a reconocer estos avances, aún falta mucho para lograr una sociedad libre de discriminación. Las continuas movilizaciones de las mujeres en el espacio público son un recordatorio de los enormes desafíos que tiene el país en este sentido y es fundamental escucharlas.
En el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y los 16 días de activismo, es pertinente recordar que en México, en promedio, al menos 10 mujeres son asesinadas cada día y 66% de las mujeres ha sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o de discriminación a lo largo de su vida [1].
Además, en el contexto de la pandemia causada por el covid-19, se ha observado un incremento en las cifras de violencia contra ellas. Así, ante la prevalencia de la violencia hacia ellas y una respuesta limitada en los resultados para prevenirla y atenderla, la alternativa que han encontrado miles de mujeres, sobre todo las adolescentes y jóvenes, es ocupar los espacios públicos y, desde ese entorno visible para las instituciones y para la sociedad, demandan con urgencia la protección de su vida y de su integridad, así como justicia y verdad, haciendo presentes los nombres de las víctimas de las violencias: #JusticiaParaAlexis en Cancún, #JusticiaParaÁmbar en el Estado de México, #JusticiaParaFátima –de siete años– en la Ciudad de México, #JusticiaParaTodas.
A pesar de que el Estado tiene la obligación de garantizar el acceso a una vida libre de cualquier forma de violencia, protegiendo los derechos a la libertad de expresión y opinión, a la reunión pacífica y a participar en los asuntos públicos, vemos con preocupación la reiteración de casos en que la respuesta ha sido el uso desmedido de la fuerza por parte de las corporaciones de seguridad pública: se han denunciado abusos, detenciones arbitrarias, criminalización y violencia sexual cometidos por cuerpos policiacos contra las mujeres y niñas manifestantes. Se deben prevenir conductas que ya han merecido una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a México [2].
Las protestas y manifestaciones son esenciales en las democracias sanas, ya que permiten llamar la atención sobre aquellas necesidades sociales que no han sido atendidas y garantizan un espacio a la población para incorporar sus preocupaciones como parte de la agenda pública. Por ello, la escucha de las legítimas demandas de la sociedad, y particularmente de las mujeres y niñas, es condición necesaria para enriquecer y fortalecer los esfuerzos dirigidos a la eliminación de todas las formas de violencia en su contra.
Desde la sociedad civil se han hecho importantes llamados a las autoridades mexicanas de todos los niveles a garantizar tanto el derecho a la protesta social de mujeres y niñas como la cobertura periodística de ésta, con actuaciones apegadas a estándares internacionales.
Esta exigencia de la sociedad civil ha sido apoyada por Expertas Independientes de las Naciones Unidas, que hace apenas unos días manifestaron su preocupación por la intimidación y las amenazas contra quienes promueven los derechos de las mujeres y expresaron que: “la violencia no puede utilizarse en absoluto para reprimir a las mujeres que sólo quieren vivir una vida libre de violencia para ellas mismas y para todas las mujeres y niñas, que protestan contra el feminicidio, la forma más letal de violencia contra las mujeres y que exigen justicia por las víctimas” [3].
El derecho internacional y la normativa mexicana regulan la actuación de las autoridades en contextos de manifestación. La primera obligación de las autoridades es garantizar el derecho de manifestación apegado a las normas de derechos humanos, protegiendo a todas las personas participantes, incluyendo a transeúntes y periodistas.
Además, las autoridades deben priorizar el diálogo con quienes ejercen su derecho de manifestación, actuar sin discriminación, respetando los derechos de niñas y niños, e incorporar la perspectiva de género.
Solamente debe aplicarse el uso de la fuerza en casos excepcionales y acatando los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad y responsabilidad. El uso de armas de fuego en contextos de manifestación está prohibido por el derecho internacional.
El justo reclamo de las mujeres y niñas por sus derechos no se ha detenido, y continuará en los próximos meses y años en tanto alcanzamos sociedades más igualitarias y respetuosas de los derechos humanos. Por ello, desde las entidades de las Naciones Unidas que representamos, nos parece fundamental que las instituciones de seguridad de todos los niveles protejan y garanticen la libertad de reunión pacífica, actúen con estricto respeto a los derechos humanos y eliminen y sancionen todas las prácticas que promueven y sustentan la violencia contra las mujeres.
De igual manera, consideramos de la mayor importancia que todos los poderes y niveles del Estado sigan trabajando en la atención de las causas estructurales que dan lugar a estas movilizaciones sociales, como lo son la violencia de género y las violaciones a derechos humanos, y que fortalezcan todos aquellos esfuerzos orientados a proteger los derechos de mujeres y niñas desde un enfoque de género y adecuado a las necesidades de cada contexto.
Una respuesta fuerte y articulada para ponerle punto final a la violencia de género es fundamental para garantizar la construcción de sociedades pacíficas y, por ello, apostamos por la construcción de una paz feminista, que defienda los derechos básicos de todas las personas y en la que se escuche la voz de todas y todos, con todos los grupos incluidos de manera plena y significativa en las decisiones que afectan sus vidas, en la que las organizaciones de mujeres tienen un papel vital que desempeñar, ayudando a las mujeres y otros grupos marginados a obtener acceso a los espacios de toma de decisiones y brindándoles los recursos y la confianza para participar.
Desde ONU Mujeres y ONU-DH nos solidarizamos con las mujeres víctimas de violencia de género, con sus madres y hermanas, familiares y amigas, con los grupos y colectivas de mujeres, personas defensoras de derechos humanos, activistas y periodistas que hacen uso de su voz para exigir un alto a la violencia de género, que día con día cercena los derechos de mujeres y niñas y entorpece la construcción de una sociedad más igualitaria, más justa y más pacífica. Reconocemos la importancia de su labor en la lucha por el acceso a la justicia y la búsqueda de reparación integral del daño que la violencia patriarcal genera. En esta lucha estamos todas juntas.
*Belén Sanz Luque es representante de ONU Mujeres en México. Guillermo Fernández-Maldonado es representante de la ONU-DH en México.
Según registros de Ges Mujer, el Istmo de Tehuantepec y los Valles Centrales son las regiones más violentas para las mujeres a pesar de que existe la Alerta por Violencia de Género.
Una mujer de 30 años y originaria de Juxtlahuaca fue hallada sin vida, semidesnuda y con una soga atada a su cuello el pasado miércoles por la mañana, informaron las autoridades de justicia. Se trata de la oaxaqueña número 101 asesinada en lo que va de 2020, de acuerdo al colectivo feminista “Rosario Castellanos” GES Mujer.
Además de esta mujer, el domingo 29 de noviembre en Ocotlán de Morelos, otra joven de 26 años de edad fue asesinada a golpes, su cuerpo fue localizado sobre la vía federal Oaxaca-Puerto Ángel.
El 3 de diciembre en el municipio de Miahuatlán, una fémina fue asesinada con proyectil de arma de fuego, y el viernes 4 de diciembre una mujer de 75 años de edad recibió también impactos de bala que la dejaron sin vida en San Antonino Castillo Velasco.
Hasta el momento, según registros de Ges Mujer, el Istmo de Tehuantepec y los Valles Centrales son las regiones más violentas para las mujeres a pesar de que existe la Alerta por Violencia de Género.
En el Istmo de Tehuantepec 24 mujeres han sido asesinadas y en los Valles Centrales se han registrado 22 feminicidios.
Mientras, que en la zona del Papaloapan (Tuxtepec) colindante con el estado de Veracruz, 15 oaxaqueñas han sido asesinadas, al igual 12 feminicidios en la costa y 10 en la mixteca, en donde también hay desapariciones de mujeres.
La zona con menos incidencia feminicida es la zona de la cañada, sierra norte y sur de Oaxaca donde se han registrado 4, 5 y 9 muertes violentas contra oaxaqueñas.
En cuanto al lugar de ocurrencia de los feminicidios, Ges Mujer reporta que su hogar se ha convertido en el sitio más peligroso para las mujeres, pues 27 muertes ocurrieron desde sus casas, seguido de la vía pública, interior de vehículo o lote baldío.
Respecto a la forma de muerte, 68 de los 101 feminicidios ocurrieron por impacto de bala de fuego, después por golpes, arma blanca y estrangulación, además de dos mujeres calcinadas.
Hasta el momento, el mes de enero del 2020 ha sido el mes más violento para las oaxaqueñas, pues 19 mujeres fueron silenciadas y en lo que va del mes de diciembre son 4 feminicidios.
Al respecto, Angélica Ayala, feminista y presidenta de la organización GES Mujer refirió que 429 oaxaqueñas han sido asesinadas del 1 de diciembre de 2016 a la fecha, es decir, en el periodo de Alejandro Murat, lo cual visibiliza altos niveles de violencia en el estado.
Dijo que a pesar de que existe una Declaratoria de Violencia de Género desde agosto de 2018 en Oaxaca, los feminicidios no paran y se suman también los transfeminicidios que entre 2019 y este año suman cinco personas de la comunidad de la diversidad sexual.
“La impunidad es un problema grave, que ha llevado a la denuncia y exigencia pública de las familias de las víctimas, a las que cada días se suman más voces demandando justicia, las 484 mujeres, adolescentes y niñas asesinadas de manera violenta es un doloroso costo social, pues cada una representa el fracaso de una política pública que no pudo salvaguardar su vida”, señaló Ayala.
Al respecto, la Fiscalía General del Estado de Oaxaca indicó que avanza en el esclarecimiento de feminicidios, y ha enviado a prisión a 31 personas por los delitos de feminicidio y tentativa de feminicidio en lo que va del año.