La organización emitió un comunicado acerca de la falta de acción por parte de las autoridades mexicanas en respuesta a un documento de CEDAW de 2018.
Este jueves Amnistía Internacional (AI) México emitió un comunicado en el que señaló la falta de avance significativo del Estado mexicano en materia de feminicidio, alerta de violencia de género y la desaparición de mujeres y niñas.
De acuerdo con este comunicado, en 2018 la organización, en conjunto con el Comité sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), crearon una serie de recomendaciones en estos temas para que la violencia contra la mujer disminuyera.
AI explicó que reconoce el interés de las autoridades del país para hacer avances dentro del respeto, garantía y protección de los derechos humanos de las mujeres y niñas. No obstante, evidenció que el diseño e implementación de políticas públicas tiene problemas, lo que impide que se cumplan las recomendaciones.
Agregó que “la asignación de recursos y el excesivo uso del derecho penal” han disminuido la capacidad del estado para lograr cambios reales.
El diseño e implementación de políticas públicas tiene problemas, lo que impide que se cumplan las recomendaciones (Foto: EFE/Federico Anfitti)
En materia de feminicidio AI y CEDAW recomendaron tipificar el feminicidio como un delito en los códigos penales estatales, acorde con la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia aprobada en 2007.
A pesar de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) determinó, en 2015, que toda muerte violenta de mujeres debe investigarse como un posible feminicidio, una gran parte de las instituciones de procuración de justicia no atiende estos precedentes y se convierte en un obstáculo de la búsqueda por la justicia.
Además, AI señaló la impunidad en estos casos como un factor en la persistencia de los feminicidios. Y agregó datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) que comprueban esto. Pues de 2015 a 2018 fueron asesinadas en México un total de 12,378 mujeres y únicamente se dictaron 407 sentenciascondenatorias por delitos de feminicidios.
La organización entonces hizo hincapié en que se asegure que “todas las muertes violentas de mujeres sean investigadas con perspectiva de género y asegure recursos financieros, materiales, técnicos y humanos para que las instancias encargadas de la investigación del delito de feminicidio, a nivel nacional y local, lleven a cabo sus actividades”.
Existen ambigüedades en la reglamentación de la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (Foto: Cortesía)
AI advirtió que el gobierno nacional tiene activos 21 protocolos de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres (AVGM), pero esto no ha sido suficientes. Pues aunque se ha visibilizado la violencia sistemática contra las mujeres y los vacíos legales y de políticas, no ha habido cambios en la violencia feminicida.
También señaló que aunque el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) evaluó las recomendaciones, a la fecha no se ha definido una ruta de trabajo. Existen ambigüedades en la reglamentación de la AVGM, además de ausencia de estrategias e insuficiencia de recursos desde humanos, hasta materiales.
Aunado a esto, el financiamiento de la AVGM se ha agravado por la pandemia del COVID-19 y por las medidas de austeridad implementadas por el gobierno federal. Por lo que AI pidió asegurar un presupuesto para instituciones y programas orientados a promover la igualdad.
Las recomendaciones en el tema de personas desaparecidas, eran agilizar su búsqueda, además de adoptar protocolos específicamente orientados a aminorar los riesgos asociados con la desaparición de mujeres y niñas.
El financiamiento de la AVGM se ha agravado por la pandemia del COVID-19 (Foto: REUTERS/Edgard Garrido)
“Al respecto, el movimiento advierte que la desaparición de personas en México es alarmante. El Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) reportó 75.060 personas desaparecidas y no localizadas, en el periodo del 15 de marzo de 1964 al 4 de septiembre de 2020. De ellas, 18.772 (25.01%) son mujeres”, explicó en el documento.
Durante el 2017 entró en vigor la Ley General en Materia de Desaparición Forzada de Personas, Desaparición Cometida por Particulares y del Sistema Nacional de Búsqueda de Personas. Sin embargo, AI advirtió que actualmente 17 entidades federativas no han aprobado la legislación, seis aún deben conformar su fiscalía especializada en delitos de desaparición y siete tienen pendiente designar titular de la comisión local de búsqueda.
En respuesta a las recomendaciones realizadas en 2018, el comunicado informó que el Estado mexicano debe emitir un informe para el año 2022.
Las cinco entidades con mayores brechas en desventaja para las mujeres son Zacatecas, Guerrero, Oaxaca, Sinaloa y Veracruz.
En México, las mujeres trabajan 6.2 horas más a la semana que los hombres. Según el INEGI el promedio de horas semanales de tiempo total de trabajo (TTT) para las mujeres de 12 años y más es de 59.5 horas y para los hombres de 53.3, por lo que existe una “brecha desfavorable para las mujeres”.
De acuerdo con la Encuesta Nacional Sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2019 , a nivel nacional, el 66.6% del TTT realizado por mujeres corresponde a labores del hogar no remuneradas, además de que pasan otro 30.9% de él en ocupaciones del mercado.
Para los hombres, el 68.9% del tiempo concierne al trabajo para el mercado y solo el 27.9% para las labores no remuneradas del hogar.
Además, las mujeres dedican 2.8% del tiempo de trabajo para producción de bienes para uso exclusivo del hogar, y los hombres un 3.1%.
Las cinco entidades con mayores brechas en desventaja para las mujeres son Zacatecas, Guerrero, Oaxaca, Sinaloa y Veracruz, con -12.2, -9.6, -9.1, -8.7 y -8.7 horas, respectivamente.
En contraste, los cinco estados con menores brechas son Campeche, Quintana Roo, Yucatán, Tabasco y Nuevo León, con -0.4, -1.0, -2.1, -3.5 y -3.7 horas, respectivamente.
En promedio de horas a la semana, la población de 12 años y más tuvo un tiempo total de trabajo de 56.6 horas: 43.7 horas a trabajo para el mercado y 28.3 para labores no remuneradas del hogar.
Pese a su jornada completa de trabajo para el mercado, para las mujeres no existe una reducción importante de las horas de trabajo no remunerado, que es de 257 horas a la semana en labores domésticas para el propio hogar, contra 11.0 horas de los hombres, ambos bajo la misma condición de trabajar 40 horas o más para el mercado.
Las mujeres hablantes de alguna lengua indígena trabajan en promedio 5.4 horas más a la semana que las no hablantes de lengua indígena (30.5 contra 35.9 horas).
Estudio, entretenimiento y cuidados personales
En las actividades de estudio, la tasa de participación de personas de 12 años y más es muy parecida: 19% de hombres y 18% de mujeres. El promedio de horas es de 39.9 y 40.2 semanales, respectivamente.
Acerca de las actividades de convivencia familiar y social, las mujeres reportan una mayor tasa de participación (83%) y promedio de horas semanales (8.6), en comparación con los hombres (76%, con 7.6 horas).
Los hombres asisten más a eventos culturales, deportivos y entretenimiento (76%) en comparación con las mujeres (21%); en ambos casos reportan un promedio de 3.7 horas a la semana dedicadas a estas actividades.
También participan más en deportes y ejercicio físico los hombres (39%) en comparación con las mujeres (25%). Reportan que pasan 5 y 4.5 horas, respectivamente.
Finalmente, dentro de las necesidades y cuidados personales los hombres reportan en promedio 6.2 horas a la semana al cuidado a la salud, muy similar al de las mujeres, que es de 5.7 horas.
Los hombres dedican 4.4 horas a la semana a rezar, meditar o descansar y las mujeres registran 3.8 horas. Sin embargo, las mujeres reportan una tasa de participación de 53.5% en esta actividad y los hombres de 43.7 por ciento.
En las disciplinas de la Química, Física, Literatura, Paz, Fisiología o Medicina y Economía han sido reconocidas más de 50 mujeres. Te presentamos a las ganadoras y sus trabajos.
Entre las sorpresas que nos ha dado la entrega de los Premios Nobel 2020 es el reconocimiento a las mujeres por sus investigaciones, descubrimientos o contribuciones notables a la humanidad. En Física recibió el galardón Andrea Ghez por haber investigado el «más exótico secreto» del universo, el agujero negro; mientras que en Química, la francesa Emmanuelle Charpentier y la estadunidense Jennifer Doudna fueron laureadas por reescribir el “código de la vida”. Pero, ¿quiénes son las mujeres que si han sido galardonadas en los 112 años de este galardón?
El Premio Nobel es otorgado anualmente por la Real Academia Sueca de Ciencias, la Academia Sueca, el Instituto Karolinska y el Comité Noruego del Nobel a las personas que hacen contribuciones sobresalientes en los campos de la Química, Física, Literatura, Paz, Fisiología o Medicina y Economía. Desde 1901 hasta la más reciente edición, el galardón ha sido otorgado a más de 800 hombres y a un aproximado de 56 mujeres.
Nobel de Física
Marie Curie: Fue la primera mujer en recibir el premio Nobel de Física en 1903, junto a su marido «por los extraordinarios resultados de las investigaciones alrededor de los fenómenos de la radiación descubierto por Henri Becquerel».
Maria Goeppert Mayer: Ganó el premio en 1963 junto con J. Hans D. Jensen y Eugene Wigner por “sus descubrimientos sobre la estructura de capas nuclear”.
Donna Strickland: La canadiense recibió el galardón en 2018 por “su método para generar pulsos ópticos ultra cortos de alta intensidad”. Compartió el premio con Gérard Mourou y Arthur Ashkin.
Andrea Ghez: La ganadora del Premio Nobel de Física 2020 junto a Roger Penrose y Reinhard Genzel por demostrar «que la formación de un agujero negro es una predicción sólida de la teoría de la relatividad general», formulada por Albert Einstein hace más de cien años.
Nobel de Química
Marie Curie: En 1911, se convirtió en la primera mujer en ganar dos Premios Nobel en diferentes categorías. El Nobel de Química, esta vez en solitario, le fue otorgado por el descubrimiento de dos nuevos elementos químicos: el polonio y el radio.
Irène Joliot-Curie: La hija de Marie Curie, recibió el premio Nobel de Química en 1935 junto con Frédéric Joliot-Curie “por sus trabajos en la síntesis de nuevos elementos radiactivos”.
Dorothy Crowfoot Hodgkin: Fue galardonada en 1964 por “sus resoluciones a través de técnicas de rayos-x de las estructuras de importantes sustancias bioquímicas”.
Ada E. Yonath: La química bióloga se convirtió en la ganadora del premio Nobel de Química en 2009 «por sus investigaciones sobre la estructura de los ribosomas”. Compartido con Venkatraman Ramakrishnan y Thomas A. Steitz
Frances Arnold: La estadunidense recibió el premio en 2018 junto con George P. Smith y Gregory Winter «por su investigación de métodos de evolución dirigida para crear sistemas biológicos útiles”.
Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna: Las científicas son las ganadoras del Premio Nobel de Química 2020 por reescribir el «código de la vida» y «el desarrollo de un método para la edición del genoma».
Nobel de Medicina
Gerty Theresa Cori: Se convirtió en la primera mujer estdaunidense en conseguir un premio Nobel de Fisiología y Medicina 1947 por “su descubrimiento del proceso de la conversión catalítica del glucógeno”. El galardón lo compartió con Carl Ferdinand Cori y Bernardo Houssay.
Rosalyn Sussman Yalow: Se convirtió en la ganadora del premio junto a Roger Guillemin y Andrew Schally en 1977 “por el desarrollo de radioinmunoanálisis de la hormona peptídica».
Barbara McClintock: Obtuvo en 1983 «por sus descubrimientos en el campo de la transposición genética.»
Rita Levi-Montalcini: La neuróloga italiana compartió el premio en 1986, con Stanley Cohen por “haber descubierto el factor de crecimiento nervioso”.
Gertrude B. Elion: La bioquímica y farmacóloga estadunidense recibió el premio, junto con James W. Black y George H. Hitchings en 1988 «por sus descubrimientos en el campo de la farmacología sobre los principios clave en el desarrollo y tratamiento de medicamentos”.
Christiane Nüsslein-Volhard: fue la ganadora del prestigioso premio en 1995 por “sus descubrimientos sobre el control genético del desarrollo temprano del embrión”. Compartió el galardón con Edward B. Lewis y Eric F. Wieschaus.
Françoise Barré-Sinoussi: La bioquímica obtuvo el galardón junto con Harald zur Hausen y Luc Montagnier en 2008 por el descubrimiento del VIH.
Elizabeth Blackburn y Carol W. Greider: Las bioquímicas ganaron el premio en 2009 por “arrojar luz sobre una parte del cromosoma humano relacionado con el envejecimiento de las células”. Lo compartieron con Jack W. Szostak.
May-Britt Moser: Recibió el reconocimiento compartido con John O’Keefe y Edvard I. Moser en 2013 «por sus descubrimientos de los mecanismos que utiliza el cerebro para interpretar y representar el espacio que nos rodea”.
Tu Youyou: La médica y química china fue reconocida junto con William C. Campbell y Satoshi Ōmura en 2015 «por haber descubierto la artemisinina, un fármaco que permite curar la malaria».
Nobel de Economía
Elionor Ostrom: La estadunidense fue primera mujer galardonada en 2009, compartió el premio con Oliver E. Williamson “por su análisis de la gobernanza económica, especialmente los bienes comunes”.
Esther Duflo: La economista francesa recibió el premio en 2019, compartido con Abhijit Banerjee y Michael Kremer y se convirtió en la segunda mujer en ser galardonada con este premio y la más joven en la historia. Sus investigaciones se centran en aspectos microeconómicos de países en vías de desarrollo, incluyendo el comportamiento de las familias, educación, acceso a financiamiento, salud y evaluación de políticas públicas.
Nobel de Literatura
Selma Lagerlöf: La primera mujer en conseguir el premio Nobel de Literatura en el año 1909 en «reconocimiento de los nobles ideales, la vívida imaginación y la percepción espiritual que caracteriza sus obras». Su novela más conocida es El maravilloso viaje de Nils Holgersson (1906-1907).
Grazia Deledda: Obtuvo el distinguido galardón en 1926 por «sus escritos inspiradores en los que relata la vida de su isla natal con claridad plástica y los problemas del género humano con compasión e intensidad”. Entre sus obras se encuentran Elias Portolú (1900) y La huida a Egipto (1925).
Sigrid Undset: La escritora noruega fue galardonada en 1928 «sobre todo por sus potentes descripciones de la Edad Media nórdica. Puedes acercarte a sus obras con sus novelas La esposa fiel (1936) y Madame Dorothea (1939), su autobiografía, Los años más largos (1934) y su famosa biografía sobre Catalina de Siena (1951).
Pearl S. Buck: Obtuvo el premio en 1938, «por sus certeras y ricas descripciones de la vida rural en China y por sus obras maestras biográficas”. Sus obras más leídas han sido La buena tierra (1931) e Hijos (1932).
Gabriela Mistral: El trabajo poético de la chilena le valió el galardón en 1945, «por su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, convirtió su figura en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano.»
Nelly Sachs: La escritora y poeta alemana ganó el premio Nobel de Literatura en 1966 «por sus excepcionales escritos líricos y dramáticos que interpretan el destino de Israel con una fuerza conmovedora”. Puedes leer su obra En las moradas de la muerte.
Nadine Gordimer: Le fue entregado el premio en 1991 debido a «que, a través de su extraordinaria escritura, ha sido de gran beneficio para la humanidad”. En sus obras retrató los conflictos del apartheid.
Toni Morrison: Chloe Anthony Wofford, conocida como Toni Morrison, se hizo acreedora del premio en 1993 «por la fuerza visionaria de su obra, que dan vida a los aspectos esenciales de la realidad americana”. En sus novelas representó su compromiso con los derechos civiles.
Wisława Szymborska: Después de ganar un gran número de premios en Polonia e internacionales, recibió el Nobel de Literatura en 1996 «por una poesía con precisión e ironía que permite que el contexto histórico y biológico emerja entre líneas”. Algunas de sus obras Mil alegrías, un encanto (1967) y Hasta aquí (2009).
Elfriede Jelinek: Obtuvo el galardón en 2004. La escritora y activista feminista fue reconocida «por las múltiples voces de sus novelas y obras teatrales que con extraordinario afán lingüístico revelan los absurdos clichés sociales y su poder”.
Doris Lessing: Recibió el reconocimiento en 2007. Su trayectoria literaria es conocida por obras como El cuaderno dorado (1962) y Hijos de la violencia (1969).
Herta Müller: En 2009 recibió el premio por “una prosa que con franqueza, describe el paisaje de los despojados”. Entre sus obras más destacadas son En tierras bajas (1984) o El hombre es un gran faisán en el mundo (1986).
Alice Munro: La canadiense obtuvo el galardón en 2013 «por la maestría de sus relatos cortos contemporáneos”. Con el premio, se convirtió en la primera mujer canadiense en obtener un Nobel.
Svetlana Aleksiévich: La periodista y escritora fue la ganadora en 2015 «por sus escritos polifónicos, un monumento al sufrimiento y al coraje de nuestros tiempos”. Sus obras más conocidas son Últimos testigos. Los niños de la Segunda Guerra Mundial (1985) y Voces de Chernóbil (1997).
Olga Tokarczuk: La escritora, activista e intelectual polaca ganó el Premio Internacional Man Booker por su novela Bieguni (Los corredores) en 2018. El jurado de los Nobel premió su «imaginación narrativa y la pasión enciclopédica» en 2018.
Nobel de la Paz
Greta von Sutner: Originaria de Austria, se llevó el premio en 1905. Fue presidenta honoraria de la Oficina Internaciional de la Paz en Berna, Suiza. Es autora del libro Lay Down Your Arms.
Jane Addams: Obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1931, compartido con Nicholas murray Butler. Esta socióloga originaria de Estados Unidos fue pionera en el trabajo social y feminismo. Además, fue presidenta de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad.
Emily Greene Balch: Fue galardonada en 1946, recién acabada la Segunda Guerra Mundial. Fue fundadora de la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad durante la Primera Guerra Mundial y posteriormente presidenta honoraria. Antes fue profesora de Historia y Sociología. Compartió el galardón con John Raleigh Mott.
Betty Williams y Mairead Maguire: Las mujeres originarias del Reino Unido obtuvieron el premio en 1976. Fueron fundadores del Movimiento por la Paz de Irlanda del Nombre, posteriormente llamada Comunidad de Gente Pacífica.
Madre Teresa de Calcuta: Este polémico personaje fue reconocido con el Nobel en 1979. Originaria de la India, fue la líder de las Misioneras de Caridad y se dedicó a ayudar a los pobres.
Alva Myrdal: Compartió el Nobel en 1982 con Alfonso García Robles. Originaria de Suecia, esta diplomática y escritora creó una serie de políticas del bienestar.
Aung San Suu Kyi: Activista originaria de Birmania que siguió la filosofía de la no violencia de Gandhi. Realizó prácticas pudistas pacíficas a pesar de estar bajo arresto domiciliario y sufrir de una persecución política. En 1991 fue premiada con el Nobel de la Paz «por su lucha no violenta por la democracia y los derechos humanos».
Rigoberta Menchú: Originaria de Guatemala, esta mujer activista fue premiada en 1992 «en reconocimiento a su trabajo por la justicia social y la reconciliación etno-cultural basada en el respeto de los derechos de los pueblos indígenas».
Jody Williams: Compartió el premio con la Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona en 1997. Es originaria de Estados Unidos y trabajó en la prohibición y limpieza de minas antipersonales.
Shirin Ebadi: Luchó a en la defensa de la democracia y los derechos humanos en Irán, en específico de mujeres y niños. Fue premiada con el Nobel de la Paz en 2003.
Observadora aguda y mordaz, la autora de Apegos feroces repasa su trayectoria feminista, celebra el rol cada vez más poderoso de la mujer y alerta de peligros como el dogmatismo, la corrección política o la “furia” emocional. Le preocupa la “cultura del rollo de una noche” y —dos veces separada— sostiene que estar sola es una postura política.
UNA MAÑANA DE finales de noviembre, ágil y lúcida, Vivian Gornick (Nueva York, 1935) recibe con amplia sonrisa en su apartamento en el corazón del West Village neoyorquino y posa paciente para las fotos. Disfruta de su reciente éxito internacional y acaba de terminar un nuevo libro. Está viviendo un buen momento: las memorias que publicó originalmente en los ochenta, Apegos feroces (Sexto Piso, 2017), se han traducido a 13 idiomas en los últimos cuatro años y han sido aclamadas por la crítica y también, entre otros, por apasionados lectores en español que, al fin, la han descubierto.
Tras la publicación de la segunda parte de sus memorias, La mujer singular y la ciudad, se ha traducido recientemente también una antología, Mirarse de frente —ambas en Sexto Piso—. En los textos reunidos en este último libro recuerda los veranos que pasó trabajando en los Catskills y descubriendo las relaciones de poder que rigen el mundo; explica lo que para ella significa el feminismo; repasa la asfixiante vida académica en los campus universitarios; y reflexiona sobre la postura política implícita en la decisión de vivir sola.
En Estados Unidos, mientras tanto, está a punto de reeditarse una historia oral que escribió hace décadas sobre los comunistas estadounidenses, y tiene nuevo libro. En Unfinished Business: Notes of a Chronic Re-reader Gornick retoma su faceta de certera crítica literaria y hace balance de las lecturas que más la han marcado y de cómo el correr de los años ha cambiado su actitud hacia esos textos. La prensa estadounidense ha señalado como «tiene la claridad del observador imparcial incluso cuando siente el celo de un converso»; sus opiniones nunca son tibias. Mordaz y desarmantemente sincera a sus 84 años, esta autora, que nunca ha ocultado cuánto le costaba escribir, está en racha.
La escritora y ensayista Vivian Gornick, durante la entrevista en Nueva York.ERIK TANNER
Como comprometida reportera del legendario semanario The Village Voice, Gornick cubrió en los setenta el mismo movimiento de liberación feminista en el que acabó militando, la llamada Segunda Ola. Dice que aquello le dio la clave para ver y entender el mundo de otra manera, desde un prisma rabiosamente feminista, político y personal. Todo ello lo ha plasmado en su escritura de ensayos memorialísticos, un género —en el que confluyen el análisis del mundo y la subjetividad del punto de vista—por el que ella apostó cuando aún era algo difuso y poco explorado.
Aguda, divertida y directa, Gornick tiene unos inmensos ojos azules que podrían dejar clavado a cualquiera, un acento neoyorquino franco y claro, y una carcajada fácil que subraya el descaro y fuerza, que mantiene intactos. Habla del “síndrome de la respuesta aproximada” para explicar que ante su natural vehemencia ha encontrado muchas veces tibias adhesiones a sus opiniones, algo que la sacaba de sus casillas, y reconoce que, aunque de joven lo único que le importaba era ganar una discusión, hoy prefiere no llevarse la razón y no herir a nadie.
Ha tratado el feminismo como movimiento social, y también a escala íntima y personal. ¿Cómo ve los cambios desde esos años setenta que describe como electrizantes?
“Conozco a hombres que han recibido castigos mucho más severos de lo que merecían, y eso me duele”
Aquellos años fueron un momento revolucionario, descubrimos que ser mujer implicaba ser ciudadano de segunda, y que había una larga historia de subyugación y opresión femenina. Para nosotras ese punto de vista era algo original y nuevo, pero lo cierto es que no estábamos inventando la rueda. Y, sin embargo, creo que fuimos visionarias porque empleamos un marco amplio, existencial y filosófico en nuestro análisis. Es decir, yo veía que nuestra condición de mujeres era emblemática de algo que afectaba al conjunto de la condición humana.
En Mirarse de frente recuerda un verano que trabajó de camarera y la bronca que un cliente le echó a su jefe, y cómo comprendió entonces que todos estamos atrapados en algún tipo de sometimiento.
Sin el feminismo yo no hubiera entendido eso. Profundizar en lo que implicaba la condición de mujer, reconocerlo y descubrirlo, me permitió entender las luchas de poder que rigen la vida. Fue muy estimulante abrir los ojos y tomar una perspectiva amplia de las cosas, de pronto veíamos ejemplos en todas partes. Fue como una conversión.
¿Qué pasó luego?
Luego se apagan los tiempos de revolución, se acaban los sesenta y el momento político de los ochenta se evapora. Aceptamos que lo que fuera que hubiéramos expuesto se quedaba ahí y debía ser desarrollado a nivel individual, persona a persona. No había un movimiento porque no se puede ser activista 50 años. Hicimos lo que hicimos, progresamos lo que progresamos y eso era todo, aunque no fuese ni remotamente suficiente. En las siguientes generaciones fue interesante ver a esas mujeres que por separado entendieron el mensaje y lo vivían cada cual a su manera como mejor podían. Esto ocurrió por todo el mundo, incluso en Europa, donde el sentimiento de injusticia no arraigaba.
¿Cree que el feminismo en Europa ha tardado más en cuajar?
En los últimos años he viajado allí bastante por la publicación de Apegos feroces y en todas partes he visto a jóvenes que me hablan de sus relaciones personales o laborales, como lo hacíamos nosotras hace 40 años. Es verdad que muchas ocupan puestos a los que antes no llegaban; en el sector editorial hoy hay tantas mujeres brillantes y profesionales que podrían dirigir el mundo o empezar la tercera guerra mundial, y esto me hizo sentirme orgullosa, pero todas y cada una de ellas me decían que se sienten subyugadas por los hombres con quienes viven o trabajan. Está todo muy vivo.
También en Estados Unidos ha habido un fuerte terremoto feminista.
Tras los aires de cambio hubo una reacción en contra y un frenazo. Cuando llegó el MeToo me sorprendió lo poco que se había progresado en materia de acoso sexual, algo que es delito desde hace 50 años. Esto no iba solo de Harvey Weinstein, sino de todos esos hombres corrientes que de forma corriente hacían esas mismas cosas que ya hacían en cualquier trabajo cuando yo tenía 20 años. No había una sola oficina en la que algún hombre no estuviera tocándote o haciéndote alguna proposición. Era constante, ibas a la oficina con un nudo en el estómago porque sabías que alguno te entraría. Nos pasaba a todas, lo aceptábamos y no lo hablábamos.
Ese silencio se ha roto.
Al oír a estas mujeres que trabajan en oficinas, fábricas y restaurantes o en Hollywood no me lo podía creer. Estaban enfurecidas porque no había habido suficiente cambio en la cultura, en la forma de relacionarse hombres y mujeres en todo este tiempo. Querían tirar el mundo abajo, querían sangre, las cabezas de estos tipos, ¡degüéllenlos!
¿Y qué opina?
ERIK TANNER
Estoy sorprendida, pero lo entiendo históricamente. Cuando las cosas no avanzan lo suficiente, el enfado va creciendo, hasta que se convierte en algo asesino. Es como si estuvieran junto al cadalso en la Revolución Francesa pidiendo que corten las cabezas. [Ríe]. Simpatizo con esto inmensamente y al mismo tiempo me horroriza. Conozco a hombres que han recibido castigos mucho más severos de los que merecían, y eso me duele. También hay algo de política parapolicial, de hipervigilancia, cuando en realidad las mujeres a menudo son cómplices.
Parece que nadie se atreve a hablar de eso. Señalar los excesos no es políticamente correcto.
Pues yo lo digo. Mira, cuando nosotras empezamos en los años ochenta nos acusaban de ser dogmáticas, y es que nos volvimos dogmáticas muy rápidamente. La corrección política afloró, aunque no era tan fuerte como hoy. Muchas que no eran feministas, mujeres normales y corrientes, se sentían intimidadas porque decíamos que ser ama de casa era no tener vida.
Escribió que una idea pasa a ser teoría, la teoría pasa a ser una postura, y la postura, dogma. ¿Hoy también se da ese dogmatismo?
Cuanto menos se avanzaba, crecía el enfado acumulado y más políticamente correcto se volvía todo. Pero hay que forcejear con estas cosas, cada cual tiene que dar esa batalla. La ensayista Meghan Daum ha escrito ahora un libro sobre el control dominador que ejerce lo políticamente correcto, y es un libro valiente porque, como ella dice, se la está jugando. Yo nunca he dejado de abrir la boca. Desde el principio, hace 40 años, me levantaba y decía lo que me parecía mal si sentía que muchas teníamos tanta culpa como los hombres a los que señalábamos, y explicaba que no estaba en el negocio de odiar a los hombres. Hoy mucha gente no se atreve, pero yo sigo diciendo y escribiendo lo que quiero. El campo está minado, pero hay que hablar.
¿Cree que la victoria de Trump, que presumía de acosar a mujeres, influyó en el MeToo?
Todo lo que le ha llevado a la Casa Blanca ha estado cociéndose en los últimos 40 años. Su base, la derecha religiosa, nos odiaba, clamaban contra el aborto y el matrimonio homosexual. Los Estados conservadores o el Tea Party estaban ahí antes. Eran la oposición, y cuanto peor se ponían las cosas, más aumentaba la corrección política. Trump es el final de eso.
¿El final?
La corrección política empezó con los mismos movimientos de liberación con los que yo me identifico, la lucha de los negros, las mujeres y los homosexuales. Abrimos la caja de Pandora y salieron todos los problemas, pero es que además ese enfado que brotó fortaleció la corrección política. Dos cosas ocurrieron al mismo tiempo: liberación y represión, porque las revoluciones contienen eso, y todo depende de quién gane. En la Unión Soviética había comunistas que creían y eran honestos junto a asesinos y cínicos. Estos últimos se impusieron. En Estados Unidos no sabemos qué pasará.
En la conversación de las mujeres de los últimos tiempos ha habido algunos desencuentros generacionales. ¿Hay algo que la haya sorprendido del feminismo de hoy?
Las jóvenes del movimiento MeToo están furiosas, responden de una manera emocional, pero creo que nosotras teníamos una visión más política. Ellas viven en un mundo que yo no habito porque no estoy en Internet, su cultura es tan diferente de la mía que no puedo criticarlas.
“En el mundo editorial hoy hay tantas mujeres brillantes que podrían dirigir el mundo o empezar la tercera guerra mundial”
Ha reflexionado sobre la renuncia al amor romántico. Ese sentimiento aparece como la antítesis de la búsqueda del camino propio. ¿Esto aún es así?
Sigue siendo así para millones de mujeres, pero también hay muchísimas que hoy lo tienen claro, que saben que el trabajo debe ser central; es decir, saben lo que ya sabían los hombres. Cuando yo crecía no había una sola mujer que no dijera que lo más importante en la vida era el matrimonio y los hijos. Había brillantes excepciones en los negocios, la política o las artes, pero, salvo ellas, nadie contradecía ese principio.
Hoy parece que hay que triunfar en varios frentes, en el familiar y en el profesional.
Esa presión por tener éxito siempre ha existido. Es terrible, pero nadie en ninguna sociedad es ajeno a la idea del triunfo.
Describe la vida como un constante recordar cosas que ya sabía.
¿Cuántas veces una se dice a sí misma “no voy a volver a hacer esto” y luego se te olvida y repites ese mismo “nunca voy a hacer esto más”? No podemos evitarlo porque las emociones tiran de ti en seis direcciones distintas al mismo tiempo, es un caos. Eso es a lo que me refiero.
En uno de sus ensayos habla de una amiga que despreciaba a los hombres y al mismo tiempo necesitaba su atención y reconocimiento. ¿Una batalla interminable?
Ella hasta los 70 años quería tener éxito sexual cada minuto. Necesitaba tener un amante todo el tiempo para sentirse viva, algo que, por otro lado, le ocurre a millones de hombres. Mira todos los que se acuestan con mujeres que realmente no les importan para renovarse sexualmente y sentirse vivos y exitosos.
Describe cómo presenció “la muerte del apego sentimental” entre los sexos en una cena, cuando esta misma amiga le dio un corte brutal a un hombre. ¿Qué fue aquello?
Es algo que pasó en los primeros años del despertar feminista como ocurre ahora con el MeToo, porque estoy segura de que las mujeres les están diciendo cosas tremendas a los hombres. Antes de los años ochenta, las mujeres no se atrevían y excusaban el peor comportamiento masculino diciendo que los egos de ellos eran tan frágiles que había que protegerlos. Eso era el apego sentimental. Mi amiga esa noche decidió que no iba a tener eso en cuenta nunca más, estaba dispuesta, si hacía falta, a hacer saltar de una patada la mesa donde cenábamos.
Ese apego, empatía o terreno común, ¿se reconstruyó?
Eso ha mejorado con el tiempo. Al principio todo era enfrentamiento, la gente se odiaba de por vida. Hoy hay más comprensión mutua. Pero, por otro lado, está la cultura del hookup o del rollo de una noche. Se acuestan en dos segundos y luego están enfadados, se sienten dolidos. Uno de los hombres que conozco, que fue acusado por el MeToo y perdió su trabajo, era solo culpable de ser un mujeriego. Nunca salió con una mujer que no quisiera salir con él, ni se acostó con ninguna que no quisiera hacerlo. Iba a una fiesta y rápidamente conocía a alguien, se emborrachaban, se acostaban y al día siguiente o en unas semanas rompía. Él ocupaba un puesto de poder y ellas no, y creo que todas pensaban que podrían sacar algo y cuando las dejaba se enfurecían. La cultura del hookup conlleva mucha permisividad y muchos castigos.
Las dinámicas de poder en las parejas pueden ser bastante complejas, como el arquetipo de hombre poderoso que siente que una mujer ejerce un fuerte control sobre él en la intimidad.
Es complejo porque muchas veces no nos miramos como iguales. Lo prueba hasta que hablemos de “hombre poderoso” y no de ser humano. Nos usamos unos a otros. Y eso es lo que queremos que cambie. Si llegamos a un punto en el que nos percibimos como semejantes y cuando veo a un hombre, antes que nada, le veo como un ser humano equipado con las mismas debilidades que yo, los mismos miedos, las mismas vulnerabilidades…, bueno, pues puede que entonces lo primero que desaparezca del mundo sea la excitación erótica. [Ríe].
Sostiene que fue una actitud política lo que la empujó a combatir el miedo a la soledad. ¿Cómo encaja la política en la decisión de estar sola?
Con el feminismo, una de las primeras cosas que entendimos es que la gente resiste en matrimonios infelices porque tiene miedo de quedarse sola. Lo que planteamos era que, si te quedabas en un matrimonio infeliz, te estabas rebajando. Así que el respeto a una misma era clave para afrontar la infelicidad de estar sola. Eso es una postura política.
¿La infelicidad no es parte de la vida estés sola o en pareja?
Algo tiene que pesar más. Tomas decisiones cada minuto del día y todo tiene un precio, así que hay que pensar con qué puedes vivir y con qué no. Eso es todo. No es que quieras estar sola, es que no quieres estar en una relación en la que te sientes disminuida o exiliada. Me casé con prisas dos veces. Me decían que aguantara, pero yo no podía porque era puro impulso.
Escribe sobre una amiga con la que luego pasaba horas charlando sobre el matrimonio de ella.
Al final se quedó con su marido.
Ha explicado que estar sola le ha permitido pensar y hacer, y que el amor interrumpía eso.
Cuando estás solo tú ocupas todo el espacio sin interrupción. Estar solo es bueno, pero sentirte solo no tanto.
¿Es entonces cuando hay que salir a pasear?
Bueno, las aceras de Nueva York están llenas de teatro callejero y puedes oír todo tipo de cosas. ¿Tú caminas?
La brecha de género también es un factor decisivo para el acceso al crédito de vivienda para las mujeres, destacó el Infonavit.
En México el 66% de los créditos de vivienda se otorgan a hombres y sólo 34% a mujeres, de acuerdo con datos de Infonavit.
En conferencia de prensa, Carlos Martínez, titular de Infonavit, explicó que el panorama en el otorgamiento de crédito tiene desigualdades para hombres y mujeres.
Entre los principales motivos para que las mujeres tengan menos posibilidades para comprar una casa están la brecha salarial (las mujeres ganan menos que los hombres), el hecho de que el salario crece más lento para las mujeres y el menor número de semanas cotizadas, generalmente asociado a la maternidad.
Para los hombres, el otorgamiento de crédito inicia generalmente entre los 18 y 29 años, mientras que las mujeres pueden hacerse de una casa hasta alcanzar el rango de edad de los 30 a 40 años.
“El género también está asociado a las preferencias de compra de vivienda: las mujeres buscan adquirir vivienda más grande que los hombres y privilegian que las viviendas cuenten con cuestiones de seguridad como casetas de vigilancia”.
El titular de Infonavit explica que durante la pandemia, las mujeres se han visto más afectadas por la pérdida de empleo y también se vislumbra que tienen menores oportunidades de recuperar un trabajo formal.
La producción y la inversión residencial se vieron afectadas por la contingencia, y a partir de junio de 2020, cuando fueron declaradas como actividades esenciales, experimentaron una recuperación de 8.7% y 21.4% mensual, respectivamente.
La originación de créditos Infonavit presentó una recuperación al reportar 40 mil créditos mensuales en promedio, que son los estándares mínimos para la capacidad del organismo.
Al cierre del primer semestre de 2020, la variación en el saldo de la cartera hipotecaria registró un crecimiento de 2.9% real anual, después de haberse visto afectado por el cierre de actividades a causa de la emergencia sanitaria.
Este 8 de octubre, se dio a conocer que la poeta de Estados Unidos, Louise Glück, ganó el Premio Nobel de Literatura 2020. Sí, de hecho, desde 1996 no ganaba este galardón una poeta, cuando lo obtuvo Wislawa Szymborska.
Sobre la nueva ganadora, la Academia Sueca señaló: “En sus poemas, el yo escucha lo que queda de sus sueños e ilusiones, y nadie puede ser más duro que ella para afrontar las ilusiones del yo”.
¿Quién es Louise Glück?
Esta poeta estadunidense nació en Nueva York en 1943, creció en Long Island y se graduó en 1961 de la George W. Hewlett High School. Luego ingresó al Sarah Lawrence College en Yonkers y a la Universidad de Columbia.
Imagen: @NobelPrize
Antes del Nobel ganó el Premio Pulitzer de poesía en 1993 por su poemario El iris salvaje, y recibió el National Book Award en 2014.
La obra de la ganadora del Premio Nobel
De acuerdo al crítico Antonio Ortega, en El País, esta escritora es considerada una de las más dotadas de su generación por su “excepcional capacidad para hacer que la experiencia sea asumida como propia por un lector sorprendido ante la intensa percepción de unos poemas que iluminan acontecimientos absolutamente comunes”.
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Hablando de su obra, ella ha publicado 11 libros y el primero fue Firstborn (1968), con el que logró que se le considerara una de las poetas más destacadas de la literatura contemporánea de Estados Unidos. Después, gracias a sus obras El triunfo de Aquiles (1985) y Ararat (1990), se comenzó a dar a conocer en otros países.
Por ejemplo, la Academia Sueca resalta sus libros Averno (2006) y su última colección, Faithful and Virtuous Night (2014). Así como sus ensayos, donde Ander Olsson dice que mantiene un diálogo con otros poetas como T. S. Eliot y John Keats.
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¿Cuáles son algunos de sus mejores libros y poemas?
De acuerdo con El Confidencial, todos sus libros han sido traducidos por la editorial Pretextos y apunta que algunos de sus mejores libros son: Praderas, con traducción de Andrés Catalán; Vita Nova, traducción de Mariano Peyrou; El iris salvaje, traducido por Eduardo Chirinos; y Averno, con traducción de Abraham Grajera y Ruth Miguel.
Por otra parte, ABC destaca tres poemas de Louise Glück para celebrar que ganó el Premio Nobel de Literatura 2020, como “El Jardín”, en El iris salvaje: “Ellos no pueden verse/ en el polvo fresco aún, empezar/ sin ninguna perspectiva,/ con las colinas al fondo, verdes y pálidas, nubladas de flores…”.
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“El vestido”, en Vita Nova: “Se me secó el alma./ Como un alma arrojada al fuego,/ pero no del todo,/ no hasta la aniquilación. Sedienta,/ siguió adelante. Crispada,/ no por la soledad sino por la desconfianza,/ el resultado de la violencia…”.
Y por último “Amante de las flores”, en Arat: “No todo prospera en Long Island./ El verano es, a veces, muy caluroso,/ y a veces, un aguacero echa por tierra las flores./ Así murieron las amapolas, en un día tan sólo,/ eran tan frágiles…”.
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Estos son solo algunos versos de tres poemas de Louise Glück, para que te claves un poco en lo que ha hecho y explores más en su literatura. “Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”, escribió alguna vez en Proofs and Theories.
Despidos injustificados, jornadas extenuantes y nuevas responsabilidades sin pago extra son parte de la realidad de las trabajadoras domésticas en la Covid. Marilú cuenta cómo es cuidar un hogar ajeno en la pandemia.
Cuando la emergencia sanitaria por Covid-19 llegó a México, Marilú Padua llevaba apenas tres meses en su nuevo empleo como trabajadora doméstica. No podía darse el lujo de descansar.
Mientras la mayoría de la población en México permanece en sus casas, trabajando a distancia, Marilú se traslada desde Ixtapaluca, en el Estado de México, a la colonia Del Valle, en la Ciudad de México. Son 34 kilómetros: una hora de camino como mínimo.
Madre de dos hijos y esposa de un hombre trabajador de una fábrica que con la pandemia perdió el empleo, Marilú se volvió el único sustento del hogar. Su única fortuna, cuenta en entrevista telefónica, fue tener lo que ella llama “un empleador consciente”.
Desde que la pandemia llegó al país, acordaron apoyarse mutuamente. Un taxi pasa por ella hasta la puerta de su casa y la lleva a su centro de trabajo. Otro taxi pasa por ella a la casa de la colonia Del Valle y la lleva hasta su hogar al término de la jornada. Aumentó su salario, porque Marilu ya no es sólo la encargada del aseo, ahora también es cuidadora de los más pequeños habitantes de su centro de trabajo.
Su historia, desafortunadamente, no es común. La mayoría de las trabajadoras domésticas encontraron un panorama diferente: despidos injustificados, recortes salariales, nuevas actividades que sumaron a las viejas sin la paga correspondiente, riesgos de salud, riesgos emocionales, enfermedad y muerte.
El Covid, dice la joven, que es también la secretaria de Género y Derechos Humanos del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar, vino a acentuar las históricas vulneraciones contra los trabajadores del hogar.
“Aunque el marco normativo se encuentra de la mejor manera, las relaciones laborales siguen teniendo las mismas carencias y el Covid vino a reflejar toda la precariedad”.
LA POSIBILIDAD QUE AÚN NO ES
El 2019 dejó un halo de esperanza para las trabajadoras domésticas. Se reformó el capítulo XIII de la Ley Federal del Trabajo y se estableció que, como en cualquier otro empleo, el trabajo del hogar debía fijarse por medio de un contrato por escrito.
Esto quiere decir que las personas trabajadoras del hogar deberían contar con prestaciones sociales: vacaciones, pago de días de descanso, seguridad social, aguinaldo.
Luego, el gobierno mexicano ratificó el Convenio 189 sobre las y los trabajadores domésticos, con el cual se prevé que las personas que ejercen este empleo gocen de los mismos derechos que el resto de los trabajadores. Un año antes, se había instaurado un programa piloto para afiliar al seguro social a las y los trabajadores del hogar.
Este panorama, cuenta la activista, pintó al 2019 como un año de logros en la lucha por el respeto al trabajo doméstico.
Pero llegó 2020, el Covid-19 y ese halo de esperanza fue cubierto por la realidad: “La pandemia trajo precariedad escalonada y puso la desventaja en quienes menos oportunidad han tenido de estudiar, organizarse y conocer sus derechos básicos”.
Marilú se refiere a que, aunque la pandemia dejó sin empleo a miles de personas –el IMSS calcula un millón 133 mil empleos formales perdidos con la pandemia– hubo escalones que marcaron diferencias entre los ciudadanos mexicanos.
Marilú Padua es secretaria de Género y Derechos Humanos del Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar. Foto: Méxicos Posibles.
Por ejemplo, están los empleadores de trabajadoras domésticas que no tienen seguridad social, los que trabajan por honorarios y los que se dedican al comercio formal o informal. Estas características generan, a su vez, que la precariedad que viven se recargue en las personas que se dedican al trabajo doméstico.
“Los empleadores, al ver vulnerados sus derechos, cargan eso en las personas que emplean: despidos, recortes salariales, aumento en la carga de trabajo”, enumera la activista.
Y es por ello que con la pandemia uno de los sectores más afectados es el de las trabajadoras del hogar.
–¿Cuáles son las principales afectaciones que han detectado en el Sindicato?
–Recibimos casos de quienes eran obligadas a hacer repetidamente las mismas actividades con la idea de mantener desinfectado el hogar. Muchas se quedaron sin horario fijo de salida. A otras les tocó afrontar el impacto del uso excesivo de químicos por el tema de la limpieza y el aseo. Además de sumar nuevas actividades como el cuidado de niños y adultos mayores.
–¿En materia laboral?
–Despidos injustificados, récord de días de trabajo sin previo aviso y sin goce de sueldo. Descansos indefinidos, que no son más que despidos.
Marilú dice que dentro de ese mar de vulneraciones están los casos de personas que llevaban entre 15 y 20 años trabajando para una misma familia y que el Covid dio la pauta para que fueran despedidas, sin ninguna indemnización, como corresponde.
“Desafortunadamente el mismo trabajo del hogar se trata en lo privado, como trabajo especial, te hacen creer que hay un vínculo de cariño y amor, y eso desvirtúa la relación laboral; no se asume como relación laboral, los empleadores aprovechan esto sin asumir su responsabilidad”, explica Padua.
Esto, recalca, se acentúa con el desconocimiento de las trabajadoras domésticas sobre sus derechos y el temor que les produce enfrentarse legalmente a sus exempleadores.
–Esto, me imagino, conlleva también un impacto emocional.
–Primero viene la decepción porque las compañeras dejan ahí su vida, dejan hasta a su familia y sus propios sueños personales por cubrir ese espacio del que creían ser parte. Viene un golpe emocional y empieza la confusión: quién era yo, qué valor tenía, yo que di tanto. Luego empiezan a preocuparse porque ya no tienen la edad suficiente para acceder a un trabajo digno, les genera la preocupación si son jefas de familia, sus dependientes. Es una depresión terrible.
ACCESO A LA SALUD
Marilú se dice consciente que en México el acceso a la salud es un privilegio y que, al no ser un derecho velado por el Estado mexicano, se deja de lado, hasta que algo obliga a buscar el acceso.
Para cualquier trabajador esto es un reto, para las personas trabajadoras domésticas es un reto doble. “Nos preocupamos por seguir trabajando y generar ingresos, pagar escuelas, gastos, la salud se vuelve importante hasta que nos ocurre un accidente laboral o algo le pasa a la pareja o a los hijos”.
En una pandemia se mira con mayor preocupación y, al mismo tiempo, se percibe como un favor extra que el empleador o el gobierno realizan, pero no como un derecho, aunque lo sea.
Las trabajadoras del hogar con su lideresa, Marcelina Bautista, en la presentación de un programa piloto de afilición al IMSS. Foto: Graciela López / Cuartoscuro.com
La afiliación al seguro social, pese a los esfuerzos sindicales de las y los trabajadores domésticos, se mira lejana. En las últimas cifras, diciembre 2019, y tras ocho meses de haber puesto en marcha el programa piloto de afiliación al IMSS, el gobierno mexicano encontró que de las 2.4 millones de trabajadoras domésticas que hay en México, sólo el 1% tenía acceso al seguro social.
El acceso a la salud depende de una pareja o un hijo que tiene un trabajo formal y logra afiliarlas o bien, de los servicios privados que ofrecen atención médica a bajo costo, como el Dr. Simi o las Farmacias del Ahorro. Esto, detalla Padua, impide que se detecten enfermedades crónicas a tiempo, que haya una atención preventiva: vacunas, papanicolau, detección temprana de diabetes o cáncer.
–Con el Covid esto empeora, ¿qué tanto impacto ha tenido la pandemia en contagios y defunciones del sector?
–Los contagios son comunes por los trayectos, por la falta de insumos de protección y por el poco cuidado de los empleadores.
“Somos las trabajadoras domésticas las que hacemos las compras y los pagos, estamos en los focos rojos, seguimos manteniendo contacto con el exterior y pocos empleadores ofrecen material de protección”.
–¿Han registrado defunciones en el Sindicato?
–Tenemos tres compañeras adultas mayores que han perdido la vida. Hasta la fecha seguimos en los procesos con los familiares para demandar que los empleadores cubran los gastos como lo marca la ley.
La falta de conciencia de la sociedad, señala Padua, es el principal obstáculo del acceso a los derechos de las personas que se dedican a esta profesión.
“Debemos insistir que el trabajo del hogar es lo que permite a los empleadores a realizar otras actividades. Eso hay que valorarlo y generar así trabajos dignos para la persona trabajadora y su familia. Hay que asumir las responsabilidades como empleadores, trabajadores y como gobierno”.
Louise Glück fue galardonada con el premio 113 de Literatura “por su inconfundible voz poética que, con una belleza austera, hace universal la existencia individual”.
La poeta estadounidense Louise Glück es la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2020, por «su inconfundible voz poética que a través de una belleza austera hace universal la vida individual», anunció hoy la Academia Sueca, con sede en Estocolmo.
Glück, nacida en 1943 en Nueva York, vive en Cambridge, Massachusetts y es profesora de inglés en la Universidad de Yale (New Haven, Connecticut).
Las obras de Glück, que ha publicado doce colecciones de poesía y algunos volúmenes de ensayos sobre poesía, se caracterizan por un esfuerzo por la claridad, según destacó la Academia Sueca.
«En sus poemas, el yo escucha lo que queda de sus sueños e ilusiones, y nadie puede ser más duro que ella para afrontar las ilusiones del yo», agregó la institución sobre Glück.
Sus temas son la infancia y la vida familiar, la estrecha relación con padres y hermanos a través de los cuales busca lo universal, para lo que se inspira en los mitos y motivos clásicos, presentes en la mayoría de sus obras.
BREAKING NEWS: The 2020 Nobel Prize in Literature is awarded to the American poet Louise Glück “for her unmistakable poetic voice that with austere beauty makes individual existence universal.”#NobelPrizepic.twitter.com/Wbgz5Gkv8C
Su primera obre fue «Firstborn» (1968) y pronto fue aclamada como una de las poetas más destacadas de la literatura contemporánea estadounidense. Ha recibido varios premios de prestigio, entre ellos el Pulitzer (1993) y el Nacional del Libro (2014).
Con libros como «El triunfo de Aquiles» (1985) o «Ararat» (1990) Glück ha encontrado una amplia audiencia dentro y fuera de Estados Unidos.
«Averno» (2006) es, en opinión de la Academia Sueca, «una colección magistral, una interpretación visionaria del mito del descenso de Perséfone al infierno en el cautiverio de Hades, el dios de la muerte».
«Otro logro espectacular es la última colección de Louise Glück, ‘Faithful and Virtuous Night’ (2014)», añade la institución sobre la obra de la galardonada.
Según el secretario permanente de la academia, Ander Olson, en sus ensayos, Glück ha dialogado con otros poetas claves de la lengua inglesa como T.S. Eliot o John Keats.
En los 120 años de historia del premio, la Academia Sueca -que lo ha dejado exento en varias ocasiones y en otras ha premiado a más de un autor- ha distinguido a 116 escritores, de los que solo 16 son mujeres y el 80 % originario de Europa o América del Norte, con un claro dominio de la lengua inglesa (30 galardonados, con Glück), por delante de la francesa y alemana (14) y española (11).
El premio de Literatura, como el resto de los galardones Nobel, se entrega el 10 de diciembre, aniversario de la muerte del fundador de estas distinciones, Alfred Nobel
El año pasado, el merecedor del Nobel de literatura fue el austriaco Peter Handke, quien compartió la premiación con la polaca Olga Tokarczuk, misma que no pudo obtener su reeconocimiento en 2018 debido a una polémica de abuso sexual que se dio en el seno del academia sueca.
Hasta el momento, los nobeles entregados durante 2020 corresponden a las categorías de Física, Medicina y Química.
Representan la mitad de la humanidad pero solo 16 de los 117 Premios Nobel de Literatura fueron atribuidos a mujeres, tras la coronación este jueves de la estadounidense Louise Glück.
Esta es la lista de literatas consagradas por la Academia Sueca desde la creación del premio en 1901.
Aproximadamente 617.000 mujeres dejaron la fuerza laboral solo en septiembre, en comparación con solo 78.000 hombres, según datos del Gobierno publicados el viernes. La mitad de estas mujeres se encontraban en la mejor edad laboral, de 35 a 44 años.
Si bien el gran número de salidas también redujo la tasa de desempleo, la tasa de desempleo femenino en todo el país se mantuvo en 8% en septiembre. Para las mujeres negras e hispanas, las tasas de desempleo son más altas.
Las mujeres se han visto más afectadas por esta recesión que por las anteriores. Las industrias que emplean a muchas mujeres, como la hostelería y el ocio, están peor durante la pandemia.
Las mujeres también son más propensas a asumir responsabilidades de cuidado en el hogar. Lo que durante un tiempo de educación en el hogar y cuidado del hogar puede ser demasiado para que muchas continúen sus carreras profesionales.
Y las mamás tienen más de tres veces más probabilidades que los papás de asumir la mayor parte de las tareas domésticas y del cuidado, según el informe Mujeres en el Lugar de Trabajo de McKinsey y LeanIn.
Lana D. en California, por ejemplo, quien solicitó que solo se usara su nombre de pila por motivos de privacidad, dijo que ella y su esposo decidieron que uno de ellos tenía que dar un paso atrás en sus carreras para apoyar la educación primaria de sus dos hijos pequeños. Al final, fue Lana quien dejó en suspenso su carrera en la gestión de productos para quedarse en casa.
La tasa de deserción masiva de mujeres en la fuerza laboral del mes pasado se debe al menos en parte a la falta de opciones de cuidado infantil, dijo Russel Price, economista jefe de Ameriprise, en comentarios enviados por correo electrónico. El empleo en los servicios de guardería infantil todavía se redujo casi un 18% en septiembre desde su nivel anterior a la pandemia, agregó.
No es fácil tomar la decisión de dejar la fuerza laboral. En un hogar con dos personas que ganan un sueldo, las parejas pueden decidir que el que tiene ingresos más bajos dé un paso atrás.
Los padres solteros no tienen ese tipo de libertad de acción.
«Realmente desearía que pudieran encontrar algo para ayudar a las madres solteras». Así dijo Jessica R. de Carolina del Norte, madre soltera que también solicitó que solo se usara su primer nombre por motivos de privacidad.
«Siempre he sido muy trabajadora», agregó Jessica. «No me gusta depender del gobierno y estoy segura de que las otras mamás en mi posición sienten lo mismo. Tiene que haber algo que el Gobierno pueda encontrar para ayudarnos».
Pero las esperanzas de un mayor estímulo del gobierno se volcaron el martes cuando el presidente Donald Trump cerró las negociaciones hasta después de las elecciones.
Jessica está cobrando beneficios por desempleo por primera vez en su vida y se mudó con su madre para llegar a fin de mes. Su puesto de asistente de gerente en el comercio minorista desapareció con la pandemia. Ahora que la educación de su hijo se realiza de forma remota, no sabe cómo podría regresar al trabajo, le dijo a CNN Business.
Y no es solo el salario lo que desaparece después de dejar un trabajo, los beneficios también desaparecen.
«Me preocupa que ahora no esté contribuyendo al 401 (k), y que será difícil volver a la fuerza laboral», dijo Teresa Derdiarian de California. La excoordinadora de propuestas para Associated Right of Way Services dejó la fuerza laboral para cuidar a sus dos hijos pequeños durante la pandemia.
Aunque ha pensado en volver al trabajo, la perspectiva de pagar miles de dólares en costos de cuidado infantil cada mes, así como posiblemente exponerse ella o a su familia al covid-19, es un argumento en contra, le dijo a CNN.
«Tengo la esperanza de que el Gobierno apruebe pronto otra ronda de asistencia adicional. El virus no ha desaparecido, así que no veo por qué dejaron de ayudar a las familias», dijo Derdiarian.
Hasta que los padres vuelvan a tener opciones adecuadas de cuidado para sus hijos, muchos no podrán regresar al trabajo. Ese será un peso continuo en la recuperación económica.
Carlos Martínez Velázquez, director general del Infonavit, comentó que durante la pandemia las mujeres fueron las más afectadas en pérdida de empleo.
En México, sólo el 34 por ciento de los créditos de vivienda se otorgan a mujeres mientras que a los hombres se otorga el 66 por ciento, de acuerdo con el Reporte Anual de Vivienda 2020, del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit).
Problemas para encontrar trabajo, brecha salarial, el menor número de semanas cotizadas generalmente asociado a la maternidad y el hecho de que el salario crece más lento para las mujeres hacen que ellas tengan menos posibilidades de comparar una casa.
En ese sentido, Carlos Martínez Velázquez, director general del Infonavit, comentó que durante la pandemia las mujeres fueron las más afectadas en pérdida de empleo y tienen menores oportunidades de recuperar un trabajo formal.
El director general explicó que el panorama en el otorgamiento de crédito tiene desigualdades para mujeres y hombres: el 75 por ciento de los derechohabientes que cumplen con los requisitos para adquirir un crédito no tienen la capacidad de compra de una casa debido a que el costo de más del 50 por ciento de los inmuebles exceden el monto de financiamiento al que tienen acceso los trabajadores.
«De la vivienda disponible sólo se puede adquirir la mitad de una vivienda. La producción no corresponde con los salarios», mencionó el funcionario.
Por último, Velázquez declaró que a pesar del cierre de actividades por la emergencia sanitaria, la cartera hipotecaria registró un crecimiento del 2.9 por ciento real anual.
Igualmente, señaló que la producción e inversión residencial también experimentaron recuperación del 8.7 y 21.4 por ciento mensual respectivamente, cuando fueron declaradas actividades esenciales.