Autor: Editora

  • Colectiva Caminantas lanza campaña para recaudar fondos para crear red entre mujeres migrantes

    Colectiva Caminantas lanza campaña para recaudar fondos para crear red entre mujeres migrantes

    Caminantas es una organización de mujeres migrantes que busca apoyar a otras mujeres en el proceso de migrar a otro país, y lo hacen mediante acompañamiento, información, talleres y asesorías que brindan desde Guadalajara, Jalisco.

    “Hace como dos años empezamos a juntarnos varias de nosotras para compartir información útil, especialmente lo del permiso de trabajo que fue como un problema para todas nosotras que queríamos trabajar acá regularmente, así fue como empezamos con el proyecto de difundir información”, comenta Laura Cortés de Caminantas.

    El motivo de realizar esta campaña de recolección de fondos es con el fin de tener capital suficiente para el desarrollo de proyectos, realizar trámites de la organización, pero todo con el objetivo de ayudar a más mujeres migrantes: “Es como para tener una caja chica para eventos, hacer acompañamiento o si se necesita asesoría de alguien especializado”, explica Laura.

    Quien forma parte de Caminantas, además, comenta que las causas por las que las mujeres migran son diversas, aunque en sus registros se han podido identificar causas repetitivas, como: la trata de personas, la imposibilidad de acceder a derechos como la educación y la salud, así la violencia de género.

    Dentro de los servicios que realizan en Caminantas está el acompañamiento psicosocial, el cual va desde asesorías psicológicas en temas puntuales o hasta situaciones más específicas, como; violencia de género, víctimas de trata o alguna imposibilidad que tengan las mujeres migrantes para acceder a sus derechos. También, Caminantas organizan talleres y grupos de fortaleza para las mujeres, así como actividades informativas y proyectos de integración.

    Sobre esto, Laura comenta que “el objetivo es ser una red de apoyo de mujeres migrantes en Guadalajara”.

    Uno de los proyectos más significativos de Caminantas fue la creación de un Manual para trabajar en México dirigido para personas migrantes, el cual realizaron en conjunto con el Centro de Reflexión y Acción Laboral (CEREAL); en éste ofrecen contenido informativo sobre cómo  obtener un permiso de trabajo; así mismo explican los pasos para registrarse como empleador y qué trámites se deben hacer para tener un negocio propio.

    Sobre esta misma línea, Caminantas se encuentra en el desarrollo de un proyecto de integración laboral, la idea es tener una especie de directorio donde se pueda ubicar a empleadores que puedan contratar a personas migrantes, esto con información brindada con la base de datos del Servicio Nacional de Empleo y con datos de personas registradas en el Instituto Nacional de Migración y la Plataforma Nacional de Transparencia, todo esto con el fin de poder identificar vacantes para mujeres migrantes.

    “Para este proyecto sí queremos implementar talleres sobre cómo poder utilizar el directorio que se está buscando desarrollar y además fortalecer la difusión de los derechos laborales”, explica Laura.

    La activista señala que el desarrollo de este proyecto se da a raíz de que han localizado que el poder encontrar empleos para mujeres migrantes y el tramitar permisos de trabajo son problemas muy comunes.

    “Es uno de los principales problemas que hemos tanto vivido como detectado es, en el caso de refugiados no, pero las personas migrantes no pueden hacer un trabajo formal normalmente porque pues es muy complicado obtener el permiso de trabajo”.

    Además, comenta que la búsqueda de profesionales para trabajar en la colectiva ha sido difícil, debido a que el colectivo es una propuesta nueva y que directamente no es un trabajo fijo: “No es totalmente trabajo gratis no es un trabajo fijo, entonces, es muy complicado encontrar a alguien que quiera entrarle por eso, no es un trabajo fijo, sino un proyecto en el que creemos, de carácter político y en el que, a veces, nos entra dinero”.

    Es por esto que considera realmente importante el poder recaudar los fondos de la campaña, ya que son necesarios para poder desarrollar todos estos proyectos, tanto de acompañamiento, de trámites como organización y de gestión de proyectos para las mujeres migrantes que buscan ayuda: “Por eso queremos como una caja chica, como para poder gestionar ese tipo de apoyos, o digamos herramientas para el trabajo, los talleres”.

    Otro proyecto para apoyar a las mujeres migrantes es el bazar que Caminantas organiza de manera semestral, donde las mujeres traen sus productos, lo que les genera una ganancia económica. Para realizar el bazar, Caminantas presta el espacio para apoyarlas de esta manera: “Van mujeres migrantes de diferentes lugares para vender sus productos lo que se recauda en el bazar es para cada mujer de la red que vende sus productos”, comenta Laura.

    Sobre la campaña de recolección Laura Cortés de Caminantas precisaa que no ha sido fácil, ya que encontrar personas o grupos que quieran ayudar es bastante difícil, incluso, por la situación en el país en la que por la economía no es fácil el poder donar.

    “Yo creo que es uno de los principales problemas de las organizaciones de la sociedad civil, el recaudar fondos, pues porque estamos desarrollando una actividad productiva en la que no queremos y no debemos cobrarle a nadie por lo que estamos haciendo. Las organizaciones de la sociedad civil se mantienen en medida que la sociedad civil la apoye”, comenta Laura.

    Otra dificultad que han podido identificar es el someterse a todos los trámites como organización, ya que al ser extrajeras desconocen el sistema: “es un rollo y más para una que no es mexicana todos estos trámites son muy raros”, comenta Laura.

    Caminantas se encuentra a unos cuantos pasos de constituirse como una Asociación Civil; con ello, esperan hacer un poco más atractivo las donaciones para continuar trabajando.

    Otro de los aspectos que se busca dentro de la colectiva es dignificar a las mujeres migrantes, ya que se tiene solo una idea de migración como una sola cara y la realidad es que vienen mujeres de diferentes lados y por distintas cuestiones.

    “Hay muchas variables: hay gente que es refugiada, hay gente que se viene caminando, hay gente a la que le pagan los pasajes y gente que ahorro toda la vida por uno y se quiere cruzar al otro lado. Hay muchas posibilidades, es muy heterogéneo. Yo siento que, a veces, se tiene como estoy de la sociedad mexicana de pobretear a las personas migrantes, y se tiene esta visión como de apoyar por caridad y lo que nos interesa nosotraS, desde la experiencia compartida, es que sea una visión más de solidaridad, pues no tenemos que mendigar ningún derecho”.

    Además de eso es importante entender a las múltiples vulnerabilidades violencias que las mujeres migrantes deben enfrentarse al momento de migrar y llegar a un lugar nuevo, en las que se puede encontrar: la hipersexualización, el acoso, la reproducción de estereotipos, entonces, lo que busca esta red es el acompañamiento, contención y apoyo para afrontar estas situaciones.

    “hay una idea de aprovecharse de la vulnerabilidad de las mujeres a través de una hipersexualización, como que no solamente es una curiosidad, sino que también muchas veces esta mediada por esa situación”.

    A pesar de esto han luchado contra las dificultades para poder continuar con el proyecto, por ser red de acompañamiento donde se comparten experiencias para resistir juntas.

    Laura Cortés señala que es importante el comenzar a hablar de estos temas con respecto a las asociaciones civiles, donde es importante el recaudar y contar con los fondos suficientes para poder trabajar para las personas de una manera digna: “No solamente es decir qué bonita gente como trabaja, sino también decir de dónde vienen sus recursos, cómo se utilizan, y de qué manera se logra la relación financiamiento-autonomía”

    La campaña de recolección de fondos estará abierta hasta mediados de septiembre y se puede donar en el siguiente link: https://donadora.org/campanas/caminantas

  • Orfandad por desaparición: 159 mil niñas y niños afectados por la crisis de desaparecidos en México

    Orfandad por desaparición: 159 mil niñas y niños afectados por la crisis de desaparecidos en México

    La orfandad por desaparición afecta a alrededor de 159 mil niñas y niños en México; además, la crisis de desaparecidos impacta en el desarrollo de esta población, señaló la organización Tejiendo Redes Infancia.

    En el marco de este 30 de agosto, Día Internacional de las Víctimas de Desaparición Forzada, Redes Infancia en América Latina y el Caribe resaltó la problemática de la orfandad por desaparición de personas como una consecuencia de la desaparición forzada y entre particulares.

    El cálculo fue así: en México 205 mil 193 personas en edad reproductiva, de los 15 a los 50 años, han sido reportadas como desaparecidas, no localizadas y localizadas, de las cuales 83 mil 886 siguen desaparecidas.

    Para llegar a la aproximación de niñas y niños en orfandad, la organización retomó la tasa global de fecundidad que, según el Inegi, en 2019 fue de 1.9 hijas e hijos por cada mujer.

    Esto significa que aproximadamente 159 mil 383 niñas y niños podrían vivir actualmente en orfandad por desaparición.

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    Niños observando la búsqueda de desaparecidos en México. Foto: Cuartoscuro

    Las afectaciones en niñas y niños en orfandad por desaparición en México

    Tejiendo Redes Infancia dijo, en un comunicado, que la realidad que enfrentan niñas y niños en orfandad por desaparición en México es poco visibilizada y que las infancias se ven afectadas por angustia e incertidumbre de no saber qué pasó con sus padres o seres queridos.

    “La desaparición se usa como estrategia de terror porque no sólo impacta a los familiares directos, sino a toda la comunidad y a la sociedad en su conjunto; también es una amenaza directa a las familias que saben que pueden ser desaparecidos o expuestos a un riesgo mayor por denunciar”, señaló.

    Además, la desaparición de un integrante de la familia afecta económicamente, así como que los aísla socialmente y pueden ser víctimas de desplazamiento.

    Pese a este contexto, la organización dijo que en México no se cuenta con programas de apoyo para las familias y comunidades afectadas por la desaparición, menos aún para atender a la orfandad por esta crisis.

    En cuanto a las niñas y niños, además de la pérdida del ser querido, enfrentan estigma social, afectaciones en su desarrollo emocional, seguridad económica y violación a sus derechos humanos.

    El llamado que hace el coordinador regional Juan Martín Pérez es a atender a las infancias en orfandad por desaparición con un programa específico de acompañamiento.

    Desapariciones de niñas, niños y adolescentes aumentan: Redim 

    La Red por los Derechos de la Infancia (Redim), en cifras de 2022 y en el marco de este Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, exhibió en un informe que las desapariciones de niñas, niños y adolescentes han aumentado en México.

    El informe “La Infancia Cuenta en México 2022 Niñez y Desapariciones: Cómo la desaparición afecta a niñas, niños y adolescentes en México” reveló que niñas, niños y adolescentes, al igual que adultos jóvenes de 19 a 29 años, destacan entre las principales víctimas del delito de desaparición.

     Además, a nivel nacional desaparecen más mujeres que hombres y cada día, 17 personas entre 0 y 17 años se reportaron desaparecidas en México durante 2021.

    A pesar de las cifras, la investigación de Redim desvela que en las fosas clandestinas no suelen aparecer cuerpos de personas menores de 17 años de edad.

    “El estudio evidencia también la profunda desatención que en la actualidad tiene la crisis de desapariciones no sólo por parte del Estado mexicano, sino también de la sociedad, quienes dejan el problema solamente a las familias de las víctimas”, resaltó Tania Ramírez, directora de la Redim.

    Los problemas persisten en los procesos de búsqueda desde que no se registran las desapariciones hasta que las alertas no se emiten adecuadamente.

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    Búsqueda de desaparecidos en México. Foto: Cuartoscuro

    Desaparecidos en México 

    Hasta este 30 de agosto de 2023, el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) indican que en México hay 111 mil 090 desaparecidos.

    Estos datos son relevantes en medio de un contexto en el país donde la comisionada nacional de Búsqueda, Karla Quintana, renunció.

    Y a raíz de que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció un nuevo “censo” para actualizar los datos porque, asegura, la cifra es menor.

  • En Francia, 118 mujeres fueron asesinadas por su cónyuge durante 2022

    En Francia, 118 mujeres fueron asesinadas por su cónyuge durante 2022

    En Francia, 118 mujeres fueron asesinadas en 2022 por su cónyuge o excónyuge, cuatro menos que en 2021, según el balance de las «muertes violentas en la pareja» publicado el sábado 2 de septiembre por el Ministerio del Interior.

    Según este estudio, en 2022 se registraron 145 muertes violentas en la pareja, entre ellas 118 mujeres y 27 hombres (+6 respecto a 2021), es decir, casi el mismo total que el año anterior (143).

    De media, en Francia se produce un feminicidio cada tres días.

    Una activista lleva una pancarta con el nombre de una víctima durante una manifestación organizada por el colectivo #NousToutes, contra los feminicidios en París, el 9 de octubre de 2022.
    Una activista lleva una pancarta con el nombre de una víctima durante una manifestación organizada por el colectivo #NousToutes, contra los feminicidios en París, el 9 de octubre de 2022. AFP – JULIEN DE ROSA

    Fuerte aumento de los intentos de asesinato conyugal

    El estudio también constata un fuerte aumento de las tentativas de homicidio en el seno de la pareja (+45%), con 366 hechos (incluidas 267 víctimas mujeres) registrados en 2022, frente a 251 en 2021.

    «El perfil típico del agresor no ha cambiado. Es predominantemente hombre (84%), la mayoría de las veces en pareja, de nacionalidad francesa, de 30 a 49 años y que no ejerce o ya no ejerce una actividad profesional», resume el Ministerio del Interior. Las mujeres víctimas (81%) son en su mayoría de nacionalidad francesa, de entre 30 y 49 años y desempleadas.

    De los 118 feminicidios, 37 mujeres ya habían sido objeto de violencia por parte de su cónyuge o excónyuge antes de su muerte, 24 de ellas habían denunciado los hechos a la policía, 16 de las cuales habían presentado denuncia.

    Una de las víctimas tenía un teléfono de grave peligro que permitía la rápida intervención de la policía gracias a una llave preprogramada y, para otras dos, su cónyuge o excónyuge era objeto de control judicial.

    Disputas y rechazo a la separación

    Las discusiones (26%) y el rechazo a la separación (23%) siguen siendo los principales motivos para actuar. Los hechos se cometen mayoritariamente en el domicilio de la pareja, de la víctima o del agresor (87%), sin premeditación, principalmente con arma blanca (43%) o arma de fuego (20%).

    Los departamentos que registran el mayor número de hechos son el Norte (siete mujeres víctimas y dos hombres), los Alpes Marítimos y el Ródano (cinco mujeres víctimas cada uno), luego Sena-Saint-Denis (cuatro mujeres víctimas y un hombre).

    Al igual que en 2021, 12 niños menores de edad fallecieron en el ámbito familiar, víctimas de infanticidio.

  • Mujeres, las más afectadas por el acoso digital

    Mujeres, las más afectadas por el acoso digital

    El ciberacoso sucede más a menudo de lo que la gente piensa y son las mujeres las más afectadas, por lo que es necesario concientizar y frenar este tipo de comportamientos.

    Una encuesta realizada por Ipsos, encargada por la aplicación de citas Bumble, encontró que casi una de cada dos personas en México ha experimentado ciberacoso o, bien, conoce a alguien que lo ha vivido.

    A detalle, 93% de las mujeres encuestadas en el país consideró que el acoso en línea ocurre con frecuencia y 81% de los hombres estuvo de acuerdo con esta afirmación.

    Lo cierto es que el acoso digital, que puede incluir bodyshaming, acoso sexual e insultos en línea, doxing, porno de venganza y cyberflashing, es diferente cuando se analiza por género.

    TE PUEDE INTERESAR: El 20.8% de mexicanos sufrió de ciberacoso en 2022: Inegi

    Esto porque 46% de las mujeres encuestadas en el país han vivido acoso en línea o conocen a alguien que ha sido acosada, mientras que en el caso de los hombres sólo 34% estuvo de acuerdo.

    Lo anterior coincide con la encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), la cual halló que 9.8 millones de mujeres son objeto de acoso en línea en comparación a 7.6 millones de hombres que sufren este problema.

    Cada vez pasamos más tiempo de nuestras vidas en línea, sin embargo, las mujeres estamos lejos de sentirnos seguras y protegidas en los espacios digitales”, consideró la vicepresidenta global de políticas públicas de Bumble, Payton Iheme.

    Entre los resultados de la encuesta de Bumble en México resaltan que las mujeres y las personas entre 18 y 29 años reportaron más incidentes de acoso en línea, mientras que la mayoría de las personas que han cometido ciberacoso son hombres.

    No olvidar que es un fenómeno que 98% de los encuestados percibe como un problema que impacta principalmente a las mujeres y 75% considera que también afecta a los miembros de la comunidad LGBTQIA+.

    Al presentar el estudio, Iheme destacó que el ciberacoso hace que quienes lo experimentan se sientan angustiados, abusados y vulnerables, lo que dificulta su presencia, voz y participación en Internet.

    Lo anterior porque, tras sufrir acoso, 51% de los encuestados optaron por dejar de utilizar las redes sociales u otras aplicaciones.

    ESPACIO SEGURO

    Por eso, una de las metas de Bumble es forjar un espacio digital más amable y seguro para todos a través de varias funciones. Por ejemplo, la aplicación de citas tiene, desde 2019, una herramienta llamada Private Detector que detecta y difumina automáticamente las imágenes de desnudos. El año pasado Bumble lanzó una versión de esa función en código fuente abierto, de tal manera que pueda replicarse en otras plataformas.

    Iheme resaltó que la aplicación también ayudó a aprobar leyes para criminalizar el cyberflashing, que son imágenes lascivas no solicitadas, en algunas partes de los Estados Unidos y en el Reino Unido.

    En el caso de México, la encuesta halló que los mexicanos piensan que las diferentes formas de acoso en línea deberían ser delitos castigados por la ley, de hecho, 73% consideró que las regulaciones actuales hacia el acoso en línea no son suficientes.

    Ante esto, la vicepresidenta Global de Políticas de Bumble consideró que se necesita implementar sistemas de denuncia eficaces y fomentar una cultura en línea solidaria.

  • Acoso, soledad y desprestigio: así opera la violencia digital contra mujeres políticas

    Acoso, soledad y desprestigio: así opera la violencia digital contra mujeres políticas

    En julio pasado se cerraron las inscripciones de candidatas y candidatos para las elecciones territoriales en Colombia. Si de números se tratara, podríamos hablar de una participación de mujeres cada vez más fuerte, más consolidada. De 132.553 personas inscritas, 52.209 fueron mujeres, es decir, un 39% del total. Pero los números no son todo. Las mujeres que lograron inscribirse tuvieron que superar bastantes obstáculos para ser parte de listas y les esperan otros tantos de acá al 29 de octubre. Además de recibir menos financiación y visibilidad por los partidos políticos, las mujeres deben enfrentar una violencia distinta, que busca que abandonen la política. No solo ellas, también las demás mujeres que algún día quisieran ocupar puestos de toma de decisiones.

    La mezcla de violencia y política no es nueva en Colombia. Usualmente pensamos que ese es el costo que deben asumir quiénes deciden lanzarse al ruedo. La templanza con la que se responde a la violencia, que ahora se ha trasladado al entorno digital, hace parte de las cualidades que deben tener quienes deciden participar en política. Tan arraigada está esa creencia, que las mujeres que hicieron parte de una investigación de Karisma sobre violencia digital en las elecciones del Congreso pasadas comentaban que era un mal necesario. Que, cuando la violencia que reciben en redes sociales se vuelve insostenible, se toman unos días para descansar y luego volver a las actividades de la campaña. Salirse de las redes sociales no es una opción, a diferencia de lo que pasa con otras mujeres visibles, como las periodistas, que dejan sus cuentas ante la violencia, las candidatas no pueden.

    Las mujeres se quedan y lo hacen solas, sin compañía de los partidos o movimientos políticos que las respaldan ni de las autoridades estatales. Algunas de ellas han recibido capacitaciones de parte de organizaciones internacionales sobre marketing político, pero en general deben encargarse de sus redes sociales y de diseñar sus propios protocolos de respuesta. En esa labor entra en juego la capacidad económica de la mujer: si es alguien con años de experiencia, que ya ha ocupado puestos públicos, podrá contratar a alguien que le ayude a asumir el impacto psicológico de las agresiones y la carga de sus redes sociales, a decidir qué mensajes responder y qué batallas dar. Las demás, generalmente quienes recién entran al ejercicio político, no tienen ayuda, ni saben a quién acudir cuando reciben alguna violencia.

    A pesar de los esfuerzos por construir protocolos de atención y líneas de denuncia, no existe un panorama claro de las acciones concretas que pueden tomar las mujeres para denunciar una agresión. Ninguna de las mujeres o sus equipos de comunicación con los que hablamos sabe a quién acudir. No saben quién es la o el responsable de tramitar sus quejas en los partidos o sus denuncias ante las autoridades cuando se sienten amenazadas. Tampoco conocen las herramientas de las plataformas para reportar los inconvenientes.

    Esa soledad es ensordecedora en un escenario en el que las mujeres políticas ven que sus capacidades son cuestionadas una y otra vez como forma de agresión, lo que refuerza que solo los hombres pueden ejercer cargos públicos. También están solas frente a las amenazas a su integridad y la de su familia, que son desestimadas fácilmente por las autoridades porque ocurren en internet, o frente a los intentos de manipulación de información, por ejemplo, cuando las acusan de pertenecer a grupos armados o circulan videos íntimos que ellas no han grabado. Todo esto, en últimas, tiene el objetivo de deslegitimarlas como posibles representantes de la comunidad. El catálogo de agresiones es amplio y siempre es particular para cada mujer. La violencia digital se adapta para causar el daño deseado.

    ¿Qué podemos hacer?

    ¿Hay algo por hacer en estos dos meses de campaña que quedan? Además de tomarse en serio la violencia que ocurre en internet, el compromiso de partidos y movimientos políticos de visibilizar a las mujeres que hacen parte de sus listas y destinar recursos para capacitarlas sobre seguridad digital, así como contar con acompañamiento cuando sufran violencia, es lo mínimo. Usar las normas existentes para asegurar la reparación integral y la perspectiva de género en los procesos de denuncia debe ser una promesa de autoridades como el CNE y la Rama Judicial. Las plataformas de redes sociales deben crear políticas diferenciales para la atención de estas mujeres y divulgar los resultados de esas políticas una vez terminen las elecciones.

    El camino por recorrer es largo y está lleno de piedras como la falta de voluntad política y los prejuicios de género. Se necesitan soluciones estructurales, porque la violencia, derivada de la discriminación contra las mujeres, no se alivia eliminando publicaciones puntuales ni prohibiendo discursos en internet. Ojalá la ley estatutaria de violencia política que está revisando la Corte Constitucionaayude en la construcción, al tiempo que salvaguarde los derechos a la libertad de expresión y la intimidad.

    La labor de Fundación Karisma en el desarrollo de talleres de seguridad digital y privacidad a lideresas, defensoras de derechos humanos y mujeres políticas en territorio nos ha enseñado sobre formas de mitigar los riesgos de la violencia digital, sin que eso suponga que cuando ocurre la violencia es porque la víctima no tomó suficientes medidas. Tratar de usar redes sociales distintas para la vida política y la vida social es un buen punto de partida. Evitar compartir información privada como fotos familiares o el sitio exacto en el que están también ayuda. Preparar a la familia para que no responda a cuestionamientos sobre la vida política y dar respuesta únicamente a comentarios positivos y no a provocaciones son otras formas de limitar los efectos negativos de las publicaciones. Reportar a perfiles abusivos en redes sociales y servicios de mensajería es posible. Finalmente, contar con contraseñas fuertes, con doble sistema de autenticación y evitar dejar datos en computadores públicos también puede evitar problemas.

    ✍🏼 Catalina Moreno Arocha es coordinadora de Inclusión Social en la Fundación Karisma, organización que busca que las tecnologías digitales protejan y avancen los derechos humanos fundamentales y promuevan la justicia social. Es abogada y ha trabajado en la Corte Constitucional y como asesora de incidencia en asuntos de género.

  • Cada madre, un posparto

    Cada madre, un posparto

    A Asun se le caía “la piel a tiras” dando el pecho. Silvia estaba en el paritorio con la niña en brazos y discutiendo por su “mala decisión” de no querer amamantar con la enfermera, que le dijo: “¿No quieres ser una buena madre?”. Cristina pasó una depresión posparto de varios meses, en los que era incapaz de coger a su bebé “con toda la culpa posterior”, de la que salió tras casi dos años de terapia. La de Clara duró casi cuatro y no tuvo que ver con su bebé sino con su pareja: tras una cesárea que la dejó “hecha polvo” y el suelo pélvico “hecho migas”, acabó separándose porque su marido “ya nunca más” la vio como antes. Para Ana S., sin embargo, la recuperación fue rápida: “Y a mi marido le he gustado más que nunca cuando he sido madre”.

    Nuria tuvo infectada la episiotomía y “lloraba de dolor” y de verse “aquello así”. Fátima, siendo madre primeriza y a pesar de un parto largo y cansado que terminó con espátulas, no tuvo ni “episiotomía ni desgarro”; ella se había dado a diario “masajes perineales en casa”. A Rocío le chocó lo “desatendido” que dejan lo que duele una cesárea: “Tienes una costura que te corta el cuerpo por la mitad, pero te mandan a casa como si te hubieses torcido un tobillo: con ibuprofeno y paracetamol”. Myriam creyó que iba “a volverse loca” con un bebé que estuvo llorando “casi cada minuto hasta que cumplió los seis meses”. Marta pudo dormir y descansar porque, “bendita” su hija, durmió desde el primer día “al menos tres horas seguidas”.

    El posparto está sembrado de sensaciones nuevas y puede ser un terremoto emocional y físico. La casuística es infinita —una misma mujer ha podido vivir pospartos muy distintos— y depende de un mosaico de factores: desde cuántos años tienen a si son primerizas, cómo era su vida antes del embarazo, si hubo complicaciones o, sobre todo, con qué red de apoyo cuenten. Pese a todas las repercusiones físicas, emocionales y psicológicas que puede tener para las madres, hasta hace poco el lapso que viene tras el parto ha estado cubierto por una capa de silencio encajado en la idea de que, fuese como fuese, así tenía que ser. Sin quejas.

    Eso, dice la psicóloga perinatal Diana Sánchez, “es fruto de una maternidad no atendida a nivel social”. Y del “modelo de maternidad feliz y fácil” que se ha mantenido y que tiene más exposición que nunca en las redes sociales a través de cuentas y vidas de actrices, cantantes, presentadoras o influencers con unas circunstancias que poco tienen que ver con la vida de la mayoría de las mujeres.

    También con más exposición que nunca chocan modelos de crianza, lactancia, sueño, colecho o cuidados: es el posparto como campo de batalla, en el que las mujeres están sometidas a un bombardeo de opiniones y consejos en redes y dentro de su propia familia, sobre cómo deben ser y sentirse después de dar a luz, y la opción que se siga se ha convertido en material de encendido debate público. Como la polémica que generó un mensaje en Instagram de la presentadora de televisión Cristina Pedroche al contar y mostrar cómo estaba su cuerpo tres semanas después del parto y cómo lo había logrado.

    La sociedad está cambiando, pero aún no lo hizo tanto como para que el posparto, feliz o amargo, sea algo de lo que se hable con libertad y sin culpa. Aquí lo hacen mujeres de todas las edades, con sus recuerdos y sus circunstancias.

    Marina R.: “Hay como un juicio social constante por parte de todo el mundo”

    Marina R. tuvo hace justo a un año a su primer hijo. Tiene 38 y vive “cabreada”. “Tengo a mi madre, la amo muchísimo y sin ella no sé qué haría porque mi novio es autónomo, pero me fríe con lo que cree que es criar, como si viviéramos en los ochenta”. Están también sus amigas, ninguna es madre: “Creen que puedo volver a mi vida de antes y dejar al niño tranquilamente. Hay como un juicio social constante sobre lo que haces o dejas de hacer por parte de todo el mundo”. E “internet”, se ríe, pero dice que hay días que ya no sabe si está “criando” o “haciéndolo todo mal”. “Cuando eres primeriza, si no tienes claras ciertas cosas, ya sea porque crees que es lo mejor o por cómo te viene la vida —yo no puedo dar de mamar, por ejemplo—, estás jodida, porque vas a encontrar 200 opiniones distintas para todo”.

    María Iranzo: “He podido crecer en mi carrera profesional porque tuve una red. Mi gran bendición ha sido mi madre”

    María Iranzo, el jueves, en Denia (Alicante).
    María Iranzo, el jueves, en Denia (Alicante).JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

    María Iranzo es profesora en la Universidad de Valencia. Siempre quiso serlo, pero nunca hubiese podido sin la red de personas que tuvo cuando se convirtió en madre: primero, con 28. Tres años después, el tiempo que necesitó para acabar su tesis, volvió a dar a luz. “Mi gran bendición ha sido mi madre”. Había algo que esta mujer de 40 años tenía claro cuando decidió tener hijos: no quería convertirse en alguien que solo tiene hijos. “Tenía ansiedad laboral. Eran justo los años en que puedes empezar a hacer tu carrera, pensaba en el techo de cristal…”.

    Con el primero, Iranzo, periodista, trabajaba en Canal Nou. Se incorporó a los cinco meses y decidió parar de dar el pecho. Fue su marido, entonces en paro, quien se ocupó del bebé y del biberón: “Todo el mundo te dice que en el posparto la prioridad son los hijos, y lo siento, pero yo no quería sentirme una vaca lechera ordeñándome por los baños”. Con el segundo, fue ella quien estaba en paro y no quiso parar la lactancia: “Andaba haciendo cursos, en clase, pero tengo un pilar que es mi madre. Sabía que había una franja de dos o tres horas entre toma y toma. Ese era el tiempo para mí, las usé para seguir formándome y avanzar, y mi madre me lo traía cuando tocaba darle la teta. Siempre he sido completamente independiente, tuve durante meses todo el cuerpo enfocado ahí. Hubo nerviosismo, ansiedad. Luis y Álvaro [sus hijos] son lo mejor de mi vida. Pero es clave para la felicidad de la familia que estés feliz contigo misma”.

    Ana Martínez: “Me puse a llorar, entré en un hoyo negro del que no salía y estuve mes y medio llorando”

    Ana Martínez, el miércoles en su casa de Madrid.
    Ana Martínez, el miércoles en su casa de Madrid.ÁLVARO GARCÍA

    La recuperación física de Ana Martínez fue rapidísima, “incluso siendo una cesárea, que, por cierto, es la única cirugía mayor de la que se espera que te recuperes al día siguiente”. Lo peor pasó cinco días después de parir: “Me puse a llorar, entré en un hoyo negro del que no salía y estuve mes y medio llorando”. No fue una depresión posparto. Eso le dijo su matrona: “No quería que nadie me apartara de mi bebé, y me dijeron que eso era un signo claro de que no lo era. Esa profesional, de la pública, me ayudó mucho, a mí y a mi pareja, estuvo hablando con él de lo importante que era cuidarme a mí”. ¿Qué fue? “Una mezcla hormonal y lo que supone dar a luz”. Fue madre tardía, tenía una vida en movimiento constante: viajar, salir, cenas, vivir en distintos países. “Me di cuenta de lo que suponía y me abrumó, pero la matrona, una psicóloga y mi pareja fueron quienes hicieron que no cayera en ese mes y medio”.

    Victoria: “Con la lactancia se complicó todo. Me vi a las 10 de la noche llegando a casa con un bebé y sin saber qué hacer”

    El día antes de ponerse de parto, Victoria estaba en el teatro. “Lo difícil vino después. Con la lactancia se complicó todo. Vuelve la inseguridad, en menos de 48 horas nos dieron el alta y me vi a las 10 de la noche con un bebé llegando a casa y sin saber qué hacer”. Recuerda “morir de dolor” con grietas en los pezones y entuertos durísimos (contracciones del útero tras el parto para reducir la matriz a su tamaño anterior), pero siguió: “Incluso llorando, porque ‘la lactancia materna es lo mejor para el bebe’, ¿y quién no le va a dar lo mejor a su bebé? Con los puntos no me podía casi ni sentar. Estuve una semana sin poder ir al baño porque nadie me dijo que me podía poder un laxante. Me decían que era normal, que aguantase”.

    A las dos semanas, la niña no subió de peso: “El discurso era ‘todo el día en la teta’ y si lo veis mal, suplementáis. Y empezaron todas las opiniones de que mi leche no era buena, de que no tenía suficiente…”. Al mes, habiendo suplementado, acabó en neonatos. “Estuvimos 10 días y ahí ya todas las enfermeras se dedicaron a ayudarnos, a animarme a mí para que siguiese, aunque fuese a ratos, con la lactancia, y salimos del hospital con un plan y una seguridad” que hasta entonces no habían tenido. Para Victoria “lo mejor” fue su pareja: “Me supo escuchar todo ese tiempo, fue lo que hizo que no se me fuese la cabeza”. Sin embargo, asegura que ha tardado “mucho tiempo” en dejar de sentirse mal por la lactancia: “Y por no poder cuidar de mi bebé al 100% los primeros días. Ahora creo que me ha curado que se destetó ella sola, cuando quiso, y poder ayudar a otras chicas a las que nadie les dijo nunca que podían estar cansadas y sentirse mal”.

    Inma Zamora: “Me obsesioné con mi deseo de no perder esa conexión entre mamá y bebé que tanto había visto en cuentas de Instagram”

    Inma Zamora en su casa, en Madrid, el miércoles.
    Inma Zamora en su casa, en Madrid, el miércoles.ÁLVARO GARCÍA

    A Inma Zamora “muchas obstrucciones y mastitis” la llevaron a estar a punto de abandonar la lactancia, pero quiso continuar porque le “daba miedo perder esos momentos” con sus hijos. “Me obsesioné con mi deseo de no perder esa conexión entre mamá y bebé que tanto había visto en cuentas de Instagram”. Ella lo consiguió, “pero otras muchas no y la frustración es tremenda y cruel”. Cree que es positivo hablar de “los aspectos negativos de la maternidad, que son muchos y variados, y no hacer del embarazo, parto o crianza, algo idílico que pueda llevar a decepciones”. Pero también que a veces “se demoniza a quienes sí expresan el lado idílico de la maternidad, bien porque no resultan creíbles o bien porque otras mujeres consideran que es mejor contar lo malo, porque representa a un número más elevado de mujeres”. La maternidad, dice, “tiene muchas sombras, pero también muchas luces”.

    Aurora García: “Estaba triste, nerviosa e irascible. Y me sentía muy culpable y la peor madre del mundo”

    Aurora García en su casa de Conil, en Cádiz, el viernes.
    Aurora García en su casa de Conil, en Cádiz, el viernes.JUAN CARLOS TORO

    Aurora García fue madre en 1993, “antes de lo previsto” y “sin planearlo”. Tenía 25 años y entonces los padres “tenían dos días por nacimiento”. Su hija nació un viernes, salió del hospital el domingo y el lunes su marido se fue a trabajar “a una consultora de esas con jornadas interminables” a la que ni se les “pasó por la imaginación” pedir unos días más para que la acompañara. “Y ahí me quedé yo, sola en mi casa, con una bebé de tres días, 25 años y en paro”, cuenta.

    Físicamente, se recuperó pronto: “Pero mientras mis amigas salían de fiesta, mi pareja trabajaba de sol a sol y todo el mundo seguía con su vida y su trabajo, yo pasaba los días en aquella casa de barrio, con una bebé muy buena y sin nada más que hacer que esperar a que el padre o cualquier otra persona adulta viniera para tener una conversación o salir con cualquier excusa y aparentar durante un rato ser la misma de antes”.

    Lloró, sola y con su pareja. Le daba miedo que su vida de aquel momento fuera su vida para siempre: “Estaba triste, nerviosa e irascible. Y me sentía muy culpable y la peor madre del mundo”. Poco a poco, la situación fue cambiando y empezó a llenar las horas “con formación y proyectos puntuales” hasta que empezó a trabajar de forma más estable “nada menos que tres años después del parto”.

    Nùria Barreda: “Mi primera hija, muerta de celos”

    Nùria Barreda, en Barcelona, la pasada semana.
    Nùria Barreda, en Barcelona, la pasada semana.MASSIMILIANO MINOCRI

    Cuando llega el segundo, y dependiendo de la edad del primero, la situación se puede complicar. Le ocurrió a Nùria Barreda, que había sido madre por primera vez en 2017, con 33 años; el siguiente nació en el pico de la pandemia de covid, el 17 de marzo de 2020, lo que dificultó aún más las cosas. “La recuperación de la cesárea fue inmensamente mejor que la primera. Anímicamente, era un cóctel de emociones, estaba contenta y feliz a la vez que triste porque no sabía cuándo mis padres y hermanas, que viven en Girona, podrían conocer al niño. A todo esto, se le sumaba que mi hija, muerta de celos, no tenía cole y no podía salir a la calle. No llevaba pañal hacía tiempo y volvió a hacerse pipí como dos o tres veces al día”. Pudo marcharse a casa de sus padres, en Girona, después de consultar con los Mossos d’Esquadra, y “poco a poco” su mente “se tranquilizó y el posparto fue bien”. Su recuerdo es el de “felicidad y tristeza a partes iguales”.

    Lídia López: “Cuando nos dijeron que algo le pasaba a la niña, mi marido directamente pidió hablar con un psicólogo, algo que nunca sucedió”

    Lídia López en su casa, en Madrid, el miércoles.
    Lídia López en su casa, en Madrid, el miércoles.ÁLVARO GARCÍA

    Lídia López, de 36, tuvo un embarazo, y un parto, “feliz” con una cesárea programada. A los dos días, notaron que su bebé tenía “las córneas opacas” y empezó “una procesión de traslados” a dos hospitales distintos de Madrid. Tenía un glaucoma congénito bilateral. Ella se olvidó “totalmente” de sus 24 grapas y durmió donde pudo, incluidas sillas o sofás. “Las enfermeras que iban tocando en cada turno me daban trucos de cómo debía poner a la niña a mamar. Fue una locura”, cuenta. Su salud pasó a un “segundo plano” y no se recuperó de la cesárea hasta ocho meses después.

    “Ante un diagnóstico como el de mi hija, el cuerpo se olvida del dolor y molestias que provocan una operación como es una cesárea para priorizar el cuidado de tu recién nacido”, asegura. E insiste en la falta de ayuda psicológica: “Cuando nos dijeron que algo le pasaba a la niña, mi marido directamente pidió hablar con un psicólogo, algo que nunca sucedió y que nunca nos han ofrecido en la sanidad pública”.

    Graciela Rock: “Sentí que abandonaba a mi primera hija”

    Graciela Rock en un parque de Sant Just Desvern (Barcelona) el viernes.
    Graciela Rock en un parque de Sant Just Desvern (Barcelona) el viernes.MASSIMILIANO MINOCRI

    Graciela Rock vive en Barcelona, tiene 38 años, dos hijas y es mexicana. La primera nació en Barcelona en un parto “complicado” por cuestiones médicas previas que tienen que ver con su columna. A mitad de la cesárea, tras muchas horas intentando un parto natural, se dieron cuenta de que la anestesia no le estaba haciendo efecto, pero minuto después, al salir la niña, comprobaron que ambas estaban anestesiadas. A pesar de todo, el apoyo de su pareja y de su madre, que había viajado desde México, hizo su vuelta a casa después de varios días en neonatos “superfeliz”.

    Se incorporó a trabajar a los tres meses. Lo hacía en Barcelona, pero para una empresa mexicana “y las bajas de maternidad allí no son las de España”. Se sintió “muy cuidada y muy apoyada”. Pero el recuerdo de aquella anestesia hizo que decidieran que la segunda nacería en México. La experiencia “médica” del parto dice que fue bien, pero no después: “Era Navidad, estuvimos en familia, vino mi suegro. Fue superabrumador, con mucha sensación de ansiedad. Creí que el proceso iba a ser mejor, pero fue muy complicado”. Y a todo ello, se sumaron los celos: “Mi pareja estaba siempre con la mayor para que no tuviera celos, pero yo sentí que abandonaba a mi primera hija, fue muy difícil, con sentimientos encontrados, culpa”.

    La soledad

    Graciela, Núria, Lídia, Aurora, Myriam, Cristina, María, Ana… Sus vidas son distintas, lo fueron sus partos y sus pospartos. Y hay, sin embargo, algo que las une. Algo de lo que prácticamente todas hablan en algún momento: la soledad. Incluso cuando, como Rebeca, tuvo el “privilegio de estar tan acompañada”, por su pareja, por su familia, por sus amigos, que “se han acoplado a la situación”. “Y a pesar de eso, hay momentos, por el cambio tan heavy que supone la maternidad, que hay una punzada de soledad”.

    Dice la psicóloga Diana Sánchez que hoy se vive la maternidad con mucha más soledad que antes, “cuando se criaba de forma más parecida a una tribu porque la familia estaba cerca”, porque “los cambios sociales y laborales hacen que toda esa estructura se haya hecho más individual”.

    La consecuencia de esa soledad y las complicaciones que puedan surgir de cuidar a un bebé, de sí misma y de una casa, hacen que, dependiendo de las circunstancias, haya mujeres que no puedan con todo: “Y que tampoco lo cuenten porque están acostumbradas a ese imperativo que es el rol de que es lo que nos toca, y que tenemos que poder hacerlo todo, a la vez, y solas. Y estar contentas”. Y no es así ni debería serlo.

  • El cambio climático no lo descubrió un hombre: fue la científica (y sufragista) Eunice Foote

    El cambio climático no lo descubrió un hombre: fue la científica (y sufragista) Eunice Foote

    Aunque los libros de ciencia no hablen de ella, hubiera pasado a la historia como la madre del cambio climático. Se trata de Eunice Newton Foote, una sufragista con un desbordante amor por el conocimiento que, gracias a cuatro termómetros, dos cilindros de vidrio y una bomba de vacío, sentó precedente en su ámbito.

    Nuestra protagonista nació el 17 de julio de 1819, en un pequeño pueblo llamado Goshen (Connecticut). Su familia estaba formada por su padre —agricultor y empresario—, su madre —ama de casa—, sus seis hermanas y sus cinco hermanos.

    En el año 1841, la investigadora se casó con Elisha Foote, con el que además de su vida también compartió vocación. Las semillas de esta inclinación por la ciencia brotaron en el Seminario Femenino de Troy, donde se le impartieron sus primeras materias relacionadas con biología y química.

    Además de investigadora, Foote también destacó por su labor sufragista. Formó parte del Comité Editorial para la Convención de Seneca Falls de 1848 —uno de los primeros actos en EE. UU. que abogaba por el feminismo— y firmó, junto a su marido, la Declaración de Seneca Falls que amparaba los derechos civiles, sociales, políticos y religiosos de las mujeres.

    La desgracia del olvido

    Era la mañana del 23 de agosto de 1856, cientos de científicos, inventores y expertos se congregaron en Albany, Nueva York, para asistir a la 8º Reunión Anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Allí, varios profesionales del campo compartirían y debatirían sus investigaciones.

    En este evento, un informe se coló entre las decenas de reportes y no fue hasta el año 2010 cuando se le confirió el mérito científico que merecía. Titulado Circumstances Affecting the Heat of Sun’s Rays, este estudio hablaba sobre el efecto invernadero —un fenómeno para entonces desconocido— y lo firmaba, para sorpresa de todos, una mujer. 

    Debido a las restricciones de la época, toda mujer tenía vetado el acceso a exposiciones de aquel tipo, por lo que tuvo que ser Joseph Henry, profesor en la Smithsonian Institution, quien presentara la investigación. Curiosamente, ni el paper de Foote ni la aportación de Henry aparecieron en las actas de aquella conferencia.

    Al año siguiente, el periodista David A. Wells reseñó el trabajo de Foote y escribió lo subsecuente: «A continuación, el profesor Henry leyó un artículo de la señora Eunice Foote, precediéndolo con unas pocas palabras en las que dijo ‘que la ciencia no era de ningún país ni de ningún sexo. La esfera de la mujer abarca no solo lo bello y lo útil, sino lo verdadero’».

    Pese a esta crónica, no se encontró cita alguna del trabajo de Eunice Foote en la publicación que John Tyndall elaboró tres años después, cuyos experimentos —más sofisticados que los de nuestra protagonista— discurrían que las moléculas de gases como el metano, el dióxido de carbono o el vapor de agua bloquean la radiación infrarroja.

    No obstante, escapa de nuestro conocimiento si Tyndall conocía o no el trabajo de la científica, ya que el Atlántico separaba a ambos pensadores y las comunicaciones de la época no destacaban por su excelencia.

    Como en casa en ningún lado

    El ingenio era algo que caracterizaba a Foote y para confirmarlo no hacía falta más que fijarse en su singular experimento. Utilizando cuatro termómetros, dos cilindros de vidrio y una bomba de vacío, consiguió retener los gases que componen la atmósfera y los expuso tanto al sol de manera directa como a la sombra.

    Cuando estudió el cambio de las temperaturas, descubrió que el CO₂ y el vapor de agua absorbían una cantidad de calor suficiente como para que esta pudiera afectar el clima: «Una atmósfera de [CO₂] le daría a nuestra Tierra una temperatura alta; y si, como algunos suponen, en un período de su historia, el aire se había mezclado con él en una proporción mayor que en la actualidad, […] de ello debió de resultar una temperatura necesariamente mayor».

    Adelantada a su tiempo, Foote fue la primera en teorizar sobre lo que hoy conocemos como cambio climático y, como muchas otras mujeres, fue arrancada del gran éxito que ello le hubiera conferido en la época.

  • Vietnam: un país sin mujeres

    Vietnam: un país sin mujeres

    En Vietnam faltan mujeres. Este es un hecho que copa incluso las conversaciones de las madres vietnamitas que se reúnen por las tardes a hablar de sus hijos. Hace unos años, una de las mayores preocupaciones era que una hija de 20 o 25 años aún no estuviera casada. Pero, ahora, la preocupación de las madres se centra cada vez más en sus hijos varones.

    Ya hay 1,2 millones más de niños que de niñas entre los vietnamitas de 0 a 19 años, según el censo nacional de 2019, unas cifras que reflejan una gran desigualdad. Vietnam es uno de los pocos países, junto a China  e India , con esta problemática.

    Socialmente, las consecuencias son dramáticas para los hombres que no encuentran mujeres, pero sobre todo para las mujeres que, como un «bien» disputado, están algunas veces a mayores presiones.

    Se prefiere a los hijos varones

    El estudio «Distribución de género en Vietnam», de 2018, nombra algunas razones por las que hoy en día viven en Vietnam más niños que niñas.

    En primer lugar, el desequilibrio es resultado de la preferencia de la sociedad por los chicos. El confucianismo, dominante en Vietnam, defiende roles de género estrictamente separados y la subordinación de la mujer al hombre. Así, al casarse, las mujeres pasan a formar parte de la familia del hombre y, por tanto, se dan por «perdidas» para su propia familia. Además, los padres dependen de sus hijos -o, más bien, de sus hijos varones- para mantenerse en la tercera edad, ya que el sistema de pensiones es incierto.

    A pesar de que el Gobierno prohibió en 2003 las ecografías para identificar el sexo, hoy en día, el 83 por ciento de las mujeres embarazadas ya lo conocen antes del nacimiento, según el Perfil de Igualdad de Género por Países publicado en 2021 por Naciones Unidas. .

    Por otro lado, el Gobierno vietnamita adoptó una política de dos hijos en 1988, pero no se aplica con rigidez. Como todas las familias quieren un hijo varón para continuar su linaje, aumenta el aborto de fetos  femeninos, sobre todo en el segundo o tercer embarazo.

    «Las mujeres vietnamitas están sometidas a una presión extrema para tener un hijo varón. Si no lo consiguen, es probable que sus maridos y familias las traten mal, sobre todo en las zonas rurales», afirma a DW Khuat Thu Hong, director del Instituto de Estudios para el Desarrollo Social de Hanói

    Tráfico y inestabilidad

    Las mujeres son cada vez más víctimas de «matrimonios forzados, tráfico de seres humanos y otras formas de violencia «, según el estudio «Distribución de género en Vietnam», de Tran Thi Bich Ngoc y otros autores. Además, aumentan la prostitución y otras formas de explotación sexual .

    Según la ONU, el excedente relativo de hombres jóvenes en la columna de edad de 20 a 39 años crecerá del 3,5 actual al 10 por ciento en 2059, lo que significa que, estadísticamente, uno de cada diez hombres con edad suficiente para buscar pareja no podrá encontrar una mujer.

    Leyes fuertes, pero un Estado del bienestar débil

    Para reducir la desigualdad de género se necesita todo un paquete de medidas, explica Khuat Thu Hong a DW. Al fin y al cabo, se trata de cambiar una impronta cultural secular. Se necesitan leyes, educación y un Estado de bienestar más robusto.

    Tras las leyes de Igualdad de 2006 y de 2013, cuando incluso se dio rango constitucional a la prohibición de la discriminación de género, el Ejecutivo está aplicando ahora un segundo plan para promover la igualdad en esta materia. Así que Khuat Thu Hong está convencido de que «hay una fuerte voluntad política». La concienciación sobre el tema, dice, también ha crecido significativamente.

    Pero las leyes y la concienciación por sí solas no bastan. Algo tiene que cambiar también en el material del plano. «Hasta que no mejoremos el sistema social, el cambio no podrá ir muy lejos», dice Khuat Thu Hong, aunque cree que, pese a los obstáculos, ya hay un cambio en la dirección correcta: la desigualdad en la distribución de género al nacer. Alcanzó su punto máximo entre 2003 y 2013 y ha ido disminuyendo lentamente en los últimos años. Ahora, es necesario reforzar esa tendencia.

  • Violencia digital en México afecta más a mujeres y genera mayor consciencia entre ellas

    Violencia digital en México afecta más a mujeres y genera mayor consciencia entre ellas

    En los espacios digitales, como en los físicos, ocurren cosas que transforman las vidas de las personas. En México, 8 de cada 10 mayores de seis años utilizan internet y, en promedio, los internautas pasan cuatro horas y media navegando en plataformas o redes sociales.

    Acceder efectivamente a la conectividad es ya un derecho humano. En internet encuentras amigos, pareja, empleos, te comunicas con personas que viven en el otro lado del mundo de manera instantánea, conoces sobre lo que pasa en el mundo, pides ayuda en situaciones de emergencia, ves películas y ganas dinero.

    Por otro lado, en internet también puedes experimentar agresiones. La violencia digital es real y, a modo de espejo, refleja las estructuras que se viven en los espacios físicos: la discriminación para ciertos grupos poblacionales, el acoso escolar o las desigualdades por género.

    En México, 1 de cada 2 internautas ha experimentado acoso digital o conoce a alguien que lo ha vivido. Las mujeres y las personas de la comunidad LGBTQ+ son dos de los grupos que más agresiones digitales sufren, 95 y 75% de la población en esos grupos ha sido afectada por agresiones en línea, de acuerdo con la encuesta sobre ciberacoso levantada por Bumble en conjunto con Ipsos.

    En línea con una prevalencia mayor de agresiones, las mujeres también son más conscientes que los hombres acerca de la violencia digital. Mientras 93% de las mexicanas cree que ocurre frecuentemente, para los hombres la cifra es de 81 por ciento.

    La encuesta reveló que en todos los tipos de agresiones en línea, las mujeres son más conscientes. La brecha más amplia se presentó en el rubro de «body shaming» o las humillaciones e insultos relacionados con la corporalidad o talla de las personas. El 79% de las mujeres perciben que esta violencia existe y sólo el 69% de los hombres están al tanto.

    Otro de los datos destacables es que mientras los insultos y el acoso sexual se perciben como agresiones frecuentes y muy frecuentes (9 de cada 10 personas lo consideran así), otras violencias como el «doxing» no son tan comunes, según la perspectiva de los encuestados.

    ¿Por qué importa?

    Ser blanco de agresiones en línea limita el ejercicio efectivo del derecho al internet y a una vida libre de violencia.

    «El ciberacoso es una forma implacable y cotidiana de violencia que hace que quienes la experimentan, principalmente mujeres, se sientan angustiadas, abusadas y vulnerables. Esto dificulta su presencia, voz y participación en el mundo digital», dijo Payton Iheme, Vicepresidenta Global de Políticas de Bumble durante la presentación de los resultados de la encuesta sobre violencia digital.

    Payton Iheme, Vicepresidenta Global de Políticas de Bumble

    La violencia digital tiene, además, un impacto importante en la vida cotidiana de las personas que la han experimentado. Muchos sobrevivientes han tenido que modificar sus hábitos de conectividad y muchos otros han enfrentado consecuencias negativas en su salud mental.

    En México, 8 de cada 10 personas experimentaron ansiedad o estrés después de alguna agresión en línea.

    Quienes han sufrio violencia digital también han tenido que cambiar la privacidad de sus redes, denunciar a través de las plataformas e incluso con las autoridades locales. Incluso algunos de los sobrevivientes dejaron de usar las redes sociales y apps o detuvieron el contacto con amigos y familiares.

    Para erradicar la violencia digital es fundamental que todos los sectores involucrados -autoridades locales y federales, plataformas, empresas y la sociedad- refuercen e interseccionen las acciones de prevención, monitoreo, seguimiento e impartición de justicia.

    Es fundamental desarrollar y aplicar regulaciones claras para la violencia didital, así como sistemas de informes efectivos, accesibilidad para la denuncia y difusión.

    En 2021, México aprobó a escala federal un paquete de modificaciones a la ley mejor conocido como Ley Olimpia, que nombra y regula la violencia digital. Pero el camino todavía es largo para que todas las mujeres estén seguran en los espacios digitales.

    «Forjar un espacio digital más amable y seguro para todos nunca ha sido tan importante», concluyó Payton Iheme.

  • Guerra con ‘g’ de género: al menos 222 mujeres han sido asesinadas y desaparecidas en México por fuerzas de seguridad

    Guerra con ‘g’ de género: al menos 222 mujeres han sido asesinadas y desaparecidas en México por fuerzas de seguridad

    F. es una mujer joven que, en mayo de 2019, encontró una billetera tirada en la calle, afuera de un casino en el estado de Michoacán.

    Ante el hallazgo, ella cuenta que su primer impulso fue buscar alguna identificación del propietario para contactarlo y devolvérsela. Y sí, la cartera contenía dos identificaciones en las que aparecía el mismo hombre retratado, aunque con nombres distintos, lo que a la joven le pareció extraño.

    Por eso abandonó la idea de regresar la billetera personalmente y, en cambio, se aproximó al policía que cuidaba el acceso al casino para pedirle que la entregara a su dueño en caso de que la requiriera.

    Devolver ese artículo de uso personal fue un acto de buena fe, de honestidad, pero un día después, cuando el dueño de la cartera tocó a la puerta de su vivienda, F. comenzó su largo arrepentimiento.

    “Me alarmó, ya que desconozco cómo conoció mi domicilio… él me dijo: ‘Soy la persona a la que le dejaste la cartera, ¿te puedo invitar a salir, para agradecerte?’. Yo le dije ‘no, gracias, no me interesa conocerlo’… entonces esa persona dijo que le gustaba mi camioneta y que iba a ser de él, mi camioneta estaba estacionada afuera de mi casa y se acercó al cristal del copiloto, le dio un golpe con algo y lo quebró. Luego se fue”.

    A partir de entonces, F. sufrió el acoso de esa persona, a la que describe como un hombre obeso, bajo de estatura, con bigote y cabello muy corto, que comenzó a acudir reiteradamente a su vivienda para dejarle notas escritas en trozos de papel. Sin saber la joven cómo, esa persona también obtuvo su teléfono para hostigarla con mensajes de texto y llamadas, en una de las cuales, recuerda ella, “me dijo que a él nadie lo rechazaba, que tenía mucho dinero, que cómo una puta vieja como yo lo iba a rechazar”.

    F. decidió entonces presentar una denuncia ante la Fiscalía de Michoacán. Pero así como salió de las oficinas de dicho organismo, la joven recibió una nueva llamada de su agresor, quien le advirtió que ya estaba enterado de lo que acababa de hacer.

    La joven comenzó a sospechar que su acosador gozaba de un trato especial por parte de las autoridades de seguridad de Michoacán, que le proporcionaban información confidencial que él usaba para hostigarla. “Cambié de teléfono una y otra vez –recuerda–. Y teléfono que yo registraba en Fiscalía, para que pudieran contactarme, era teléfono que esa persona conseguía… se lo daban ahí.”

    Esa complicidad entre las autoridades y su acosador la confirmó meses después, en agosto de 2020, cuando un grupo de policías estatales la abordó mientras abría la puerta de su casa.

    Tras ponerle una navaja en el cuello, esos policías le advirtieron que estaban ahí por encargo de la persona a la que ella había denunciado y que su instrucción era matarla. Luego, la introdujeron a golpes a su propia vivienda.

    “Me dañaron –narra F.– me hicieron mucho daño físicamente y psicológicamente… son cosas muy difíciles de contar para mí… me quebraron tres costillas, me dejaron coágulos en el cerebro (por los golpes)… me violaron”.

    En México, autoridades han participado en desapariciones y asesinatos de mujeres.
    En México, autoridades han participado en desapariciones y asesinatos de mujeres.

    F. fue abandonada inconsciente dentro de su vivienda, luego de que los policías agresores la creyeran sin vida. Pero no: aunque con secuelas graves, ella sobrevivió al intento de feminicidio y hoy está lejos de su ciudad natal, puesto que, aun cuando denunció los hechos, los policías agresores siguen en el cargo y el hombre que la hostigaba, que los mandó a matarla, nunca fue investigado.

    Sin que sea una cifra definitiva, sino sólo una muestra de un universo no determinado de casos, a través de una búsqueda documental y hemerográfica, durante esta investigación fue posible identificar 222 mujeres que fueron víctimas de asesinatos y desapariciones en México, desde el año 2006 y hasta 2022, a manos de policías estatales, agentes federales, soldados y marinos, es decir, integrantes de las corporaciones que, al cobijo de la estrategia conocida como “guerra contra el crimen organizado”, ejercen sus funciones con amplia discrecionalidad. Tan amplia, que en ella caben actos criminales.

    De esas 222 víctimas, nueve lograron sobrevivir, F. es una de ellas.

    Mujeres se manifiestan ante la ola de violencia que hay en Michoacán.
    Protestas ante feminicidios en Michoacán.

    En el resto de los casos identificados, la violencia ejercida por la autoridad terminó en la muerte de las víctimas, en su desaparición e, incluso, en el extraño y cruel limbo que se abre entre ambos tipos de crímenes.

    El abanico de violencia

    Los casos identificados como parte de esta investigación evidencian que la violencia de las autoridades en contra de mujeres, en el marco de la guerra contra el crimen organizado, se ejerce como una demostración de poder y dominio sobre los cuerpos de las víctimas, así como sobre los territorios cuyo control reclaman los integrantes de las fuerzas públicas y, de esa forma, sobre las vidas de sus habitantes.

    Los 222 asesinatos, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones de mujeres identificados en esta investigación ocurrieron en el marco de operaciones para prevenir la acción de grupos delictivos, lo mismo que en contextos de complicidad con dichos grupos.

    Además, el permiso tácito del Estado para que estas formas de violencia de género se practiquen, también traslada su ejercicio a otros ámbitos de la vida de los integrantes de corporaciones oficiales de seguridad, como sus casas, sus barrios y sus comunidades, es decir, a la vida de otras personas que terminan siendo víctimas del abuso de poder de los agentes agresores, fuera de acciones institucionales.

    Casos de muejeres asesinadas y desaparecidas por fuerzas de seguridad entre 2006 y 2022
    Casos de muejeres asesinadas y desaparecidas por fuerzas de seguridad entre 2006 y 2022 |

    En noviembre de 2020, Susana Cerón Zenteno, de 33 años de edad y empleada administrativa de la Secretaría de Seguridad Pública de Puebla, fue raptada presuntamente por su pareja sentimental, el policía estatal Efrén Hernández Romero, al que meses antes había conocido en la misma corporación.

    “Llegaron a la casa –narra su mamá, la señora Susana Zenteno–, entonces él empezó a pelear con ella, ella se metió a la casa, dejó su celular y este hombre entra, lo agarra, y ella le dice ‘dame mi celular’. Y este hombre se baja las escaleras y ella lo alcanza, pero él ya estaba en su camioneta. Entonces no le quiso dar el celular, ella abrió la puerta de la camioneta y él la jaló, cerró y se arrancó. Desde ese momento ya no supimos nada. Nada ya”.

    Aunque el rapto fue denunciado, las autoridades de Puebla no emprendieron ninguna acción para localizar a Susana, ni siquiera por ser empleada de la policía estatal, ni tampoco al agente que la privó de la libertad. “No la buscaron”–recuerda su madre con frustración–. “No hicieron nada, la verdad”.

    Doce días después, el cadáver de la joven madre fue encontrado en un lote baldío, con signos de tortura. Según los estudios forenses, su agresor la mantuvo con vida durante al menos ocho días y luego la asesinó, por lo que una búsqueda expedita de las autoridades hubiera tenido altas posibilidades de rescatarla con vida. Pero no fue así.

    “Ella era una muchacha muy alegre, nunca fue una persona problemática –recuerda su mamá, quien quedó a cargo de las tres hijas de Susana–. Ella era una buena mamá también, ¿por qué no voy a decirlo? Siempre fue una buena madre. Trabajaba siempre para sus hijas. Cuando pasó lo que pasó, la más niña tenía 5 años, la otra tenía 9 y la otra niña tenía 11… Ella era el sostén de la casa”.

    Violencia contra las mujeres en México
    Mujeres se manifiestan contra feminicidios en Puebla.

    En enero de 2021, dos meses después del feminicidio, el presunto agresor fue detenido en Chiapas, con papeles de identidad falsos con los que pretendía salir del país. Sin embargo, el cadáver de su víctima no fue suficiente prueba de su crimen y durante los siguientes dos años el agresor sólo enfrentó cargos por desaparición.

    No fue sino hasta marzo de 2023, más de dos años después del asesinato de Susana, que el Ministerio Público logró que el delito de feminicidio fuera también incluido en el juicio que hasta la fecha se sigue contra ese policía.

    Tal como informaron las fiscalías de justicia de todo el país, en respuesta a solicitudes de transparencia formuladas como parte de esta investigación, desde 2006 han sido procesados penalmente 51 agentes de fuerzas estatales o federales por los delitos de feminicidio y homicidio doloso de mujeres.

    Sin embargo, los registros administrativos en materia penal que difunden los tribunales de justicia de todo el país, a través del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, revelan que las fiscalías sólo reunieron evidencias suficientes para iniciar juicios penales contra tres uniformados, por feminicidios cometidos entre 2006 y 2019 (último año reportado). Contra el resto no se fincaron cargos ante ningún tribunal.

    De esos tres agentes contra los que sí se inició juicio, ninguno de ellos había recibido sentencia, hasta la última actualización que las autoridades realizaron a dichos datos.

    feminicidios en mexico

    Cientos de mujeres han sido asesinadas o desaparecidas por fuerzas federales.

    Silenciadas

    A Eva Alarcón se la llevaron en 2011, cuando tenía 43 años de edad. Fueron policías de la Fiscalía de Justicia de Guerrero, que operaban en contubernio con el crimen organizado, y lo hicieron en represalia por la lucha que ella libraba en defensa de los bosques de la sierra de Petatlán, valiosos para los grupos de poder que dominan dicho estado por su madera, por la posibilidad de sembrar enervantes en las tierras taladas y por servir como ruta segura para el trasiego de drogas y armas.

    Los policías se la llevaron junto con su compañero de lucha Marcial Bautista, con el que viajaba en un autobús de pasajeros hacia la Ciudad de México, donde ambos sostendrían una reunión con legisladores federales para analizar, entre otros temas, el incremento de las extorsiones del crimen organizado contra pobladores de la sierra.

    El caso de Eva muestra la forma en que la violencia es empleada para interferir y controlar la vida de comunidades enteras.

    “Mamá estudió hasta tercero de secundaria –recuerda Coral Rojas Alarcón, su hija–. Ella decía que (durante) todo su crecimiento tuvo hambre, no tenía para comer, había mucha pobreza y le costó mucho salir adelante. Pero desde muy pequeña fue muy lista: aprendió a hablar inglés perfectamente, era muy buena con los números y con los negocios y a los 15 años fue gerente de Hotel Cristal en Ixtapa-Zihuatanejo, tenía una inteligencia muy amplia, leía demasiado y en otros idiomas… Era una mujer muy libre y muy controvertida, siempre andaba haciendo revoluciones por todos lados”.

    Desde que fueron privados de la libertad, ambos están desaparecidos. Y si se sabe lo ocurrido, de hecho, es gracias a la inteligencia de Eva, ya que antes de que los policías la obligaran a bajar del autobús, ella logró esconder su teléfono celular y hacer señas a otra pasajera para que lo recuperara.

    Momentos después, esa señora usó el teléfono para comunicarse con Coral y avisarle de lo ocurrido, lo que permitió rápidamente identificar testigos de los hechos y, después, ubicar y detener al grupo de policías ministeriales, municipales y miembros del crimen organizado que cometieron el crimen.

    Sin embargo, ninguno de los procesados ha querido revelar el paradero de Eva y Marcial. Dicen que los mataron, pero la prueba definitiva de ello, sus cuerpos, no han sido localizados.

    “En Guerrero es común que participe gente del Estado en este tipo de crímenes, pero es muy difícil comprobarlo –advierte Coral–. Pero conmigo, pues, fue diferente porque tengo detenidos que comprueban que el Estado participó (en la desaparición de Eva y Marcial). Es un gran paso, es un gran avance haberlo logrado, haber comprobado que la misma policía estuvo involucrada, pero ¿de qué te sirve tener tanta gente detenida si a tu familiar no lo has encontrado? El objetivo es encontrar a tu familiar y si no lo encuentras es que no es bueno lo que tú has hecho, tu búsqueda no tiene final”.

    Sin ser una enumeración total, sino sólo una muestra ejemplificativa, en esta investigación se identificaron siete casos de asesinato y desaparición de mujeres, en represalia por su participación en movimientos políticos o en protestas civiles.

    feminicidios

    Protestas ante feminicidios y desapariciones en México.

    En 2020, por ejemplo, elementos de la Guardia Nacional dispararon contra el vehículo en el que viajaban Jéssica Silva Zamarripa y su esposo Jaime Torres Esquivel, ambos agricultores, tras participar en una manifestación en la presa La Boquilla, en Delicias, Chihuahua, de la que autoridades federales pretendían tomar agua, para pagar cuotas a las que México está obligado por el Tratado de Aguas Internacionales establecido con Estados Unidos en 1944.

    Tras la manifestación, en la que hubo jaloneos entre campesinos y uniformados, ambos bandos se retiraron de la presa, aunque usando la misma carretera, por lo que, en un momento en que la caravana de la Guardia Nacional interceptó a la de manifestantes, los agentes abrieron fuego.

    “La verdad yo no sentí los disparos –recuerda Jaime–, yo no sentí nada, yo cuando menos pensé, ya estaba ‘disparado’. No oí disparos, uno me pegó aquí atrás del oído y me imagino que ese fue el que me dejó aturdido, ni lo sentí… pero sí estaba consciente. Luego Jéssica me habló, ella, porque me dispararon primero a mí, y me dijo que me habían disparado, pero de ahí en más ya no la volví a ver, fue cuando le dispararon a ella”.

    Jéssica, de 34 años, murió de forma instantánea por un disparo que le entró por la nuca y se alojó en su tórax.

    Estrella Zamarripa fue asesinada por fuerzas federales
    Estrella Zamarripa fue asesinada por fuerzas federales.

    Inicialmente, la Guardia Nacional afirmó que sus elementos “repelieron una agresión” y seis elementos de la corporación fueron procesados, pero sólo a uno se le fincaron cargos por homicidio. Hasta la fecha, permanece sin sentencia.

    El limbo

    Susana Tapia Garibo fue secuestrada en 2016, cuando tenía 16 años de edad. La adolescente había salido junto con otros cuatro amigos varones, para festejar el cumpleaños de uno de ellos y, luego de la celebración, se detuvieron a desayunar en un puesto de la carretera. Ahí fueron interceptados y secuestrados por elementos de la policía estatal de Veracruz.

    “Había terminado la secundaria y ella decía que quería estudiar para ser veterinaria –recuerda su mamá, Carmen Garibo–. Después dijo que no, que iba a ser una ingeniera petroquímica, pero que ella iba a estudiar”.

    El video de una cámara de seguridad muestra el momento en que una patrulla de la policía estatal alcanzó a los jóvenes. Y, luego, otra cámara los captó ya detenidos, a bordo de la patrulla, mientras detrás de ellos va un policía conduciendo el auto en el que las víctimas se transportaban.

    “Desde esa fecha ya no los hemos visto –dice la señora Carmen– y pues la verdad ha sido un tiempo muy difícil, muy feo para nosotros porque pues, día a día, es estar con este dolor… Es algo que, así pasen los años, a mí nunca va a dejar de dolerme: recordar a mi hija”.

    Para eludir los cuestionamientos que este rapto generó dentro y fuera de Veracruz, luego de que la prensa difundió los videos que probaban la responsabilidad de la policía, las autoridades estatales primero fingieron la localización sin vida de las víctimas, aunque estudios forenses demostraron que los restos presentados inicialmente por las autoridades no eran de origen humano, sino de animales.

    Después, al quedar evidenciada esta fabricación, las autoridades de Veracruz decidieron revelar el lugar donde Susana y sus amigos, supuestamente, fueron ejecutados: un rancho en el que estaban enterrados cientos de fragmentos óseos, de un número indefinido de personas asesinadas por miembros del crimen organizado y por policías cómplices.

    La realidad, sin embargo, es que ahí sólo se localizó una mancha de sangre y un hueso, que correspondían a dos de los jóvenes secuestrados. Pero de Susana y sus otros dos amigos no se han identificado restos que comprueben su fallecimiento.

    A pesar de ello, con la presentación de esa fosa clandestina, los gobiernos estatal y federal dieron por localizadas sin vida a las cinco víctimas y concluyeron sus investigaciones.

    Así, para la autoridad, Susana no está desaparecida sino muerta. Pero para su mamá, ella no está muerta, sino desaparecida.

    Susana es y no es ambas cosas, al mismo tiempo.

    “Nosotros –señala la señora Carmen– no obtuvimos nada. Pero las autoridades dijeron ‘pues ya, el caso se tiene que cerrar’ y, pues, ¿qué hace uno?… Nosotros hubiéramos querido que hasta la fecha anduvieran buscando a los muchachos… Ha sido muy difícil, sólo con el hecho de estarlo hablando, es algo que duele”.

    De los 222 asesinatos y ejecuciones de mujeres, atribuidos a agentes estatales y federales durante el tiempo que ha durado la guerra contra el crimen organizado (e identificados en esta investigación), al menos 57 casos fueron perpetrados por dichas autoridades, en mancuerna con el crimen organizado.

    Eso quiere decir que uno de cada cuatro casos de asesinato o desaparición de mujeres a manos de autoridades fueron cometidos en un contexto de complicidad con grupos criminales.

    En contraste, en el caso de los hombres víctimas de este mismo tipo de hechos, esa proporción es mucho menor: sólo uno de cada diez fue atacado por autoridades en complicidad con grupos delictivos.

    Eso, lamentablemente, significa que cuando las autoridades se coaligan con organizaciones criminales para atacar a la ciudadanía, la probabilidad de sufrir esta violencia es 150% mayor para las mujeres, que para los hombres.