La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) llamó a las autoridades y a la población en general a redoblar esfuerzos para erradicar la discriminación, desigualdad y violencia que enfrentan las mujeres, cuyos índices siguen en aumento, así como a fomentar la participación de este sector de la sociedad en actividades en las que tradicionalmente han estado marginadas.
Con motivo del Día Internacional de la Mujer, el organismo público llamó a promover la construcción de una cultura de igualdad entre mujeres y hombres y erradicar la violencia, la cual no debe verse como algo normal que ocurre en el ámbito familiar, escolar o laboral, sino como un fenómeno que puede acabarse mediante la aplicación de políticas públicas.
Las mujeres, indicó la CNDH, todavía se encuentran insuficientemente representadas en campos como la ciencia, tecnología, ingenierías y matemáticas, lo que les impide tener condiciones de igualdad de salarios y oportunidades de desarrollo con respecto a los hombres.
Tan sólo en el ámbito de educación superior de México, añadió el organismo, las mujeres aún enfrentan obstáculos asociados a estereotipos y brechas de desigualdad para insertarse en esas materias, como lo demuestra el hecho de que aún siguen siendo pocas las mujeres que eligen cursar una carrera científica.
En el país, aunque el 50 de estudiantes de posgrado son mujeres, sólo 33 por ciento de ellas llegan a ser investigadoras, y únicamente logran laborar en el sector público o el académico, mientras que los hombres lo pueden hacer en el sector privado, con mejores salarios y oportunidades de desarrollo.
Ante ello, la CNDH llamó a crear mecanismos innovadores que contribuyan a la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, y fortalezcan sus conocimientos y habilidades, para una mejor inserción en estos ámbitos.
Detener el acoso, garantizar el castigo en feminicidios y el derecho a acceder a un aborto legal y gratuito fueron las peticiones de la marcha de las mujeres.
“Vamos a salir cuántas veces sea necesario, por mis derechos lucho yo”, dice Gabriela mientras porta en ambas muñecas pañuelos verdes. “No entienden que en el cuerpo de las mujeres mandamos nosotras y nadie más”.
Por su parte, Angélica de 13 años dice que es su primera marcha. “Cuando veo la tele y veo la noticia que mataron a una chica o desaparecieron a otra me da mas tristeza que miedo, cuando dicen que era de mi edad me da mucha rabia”.
Con el coro de ni una más ni una menos, estudiantes, trabajadoras y miembros de colectivas feministas siguieron su camino del Ángel de la Independencia hacia el Zócalo, con carteles con leyendas cómo Aborta este sistema de patriarcal y Amiga, si te pega no te ama, las mujeres hicieron su recorrido.
A la altura del palacio de Bellas Artes, mujeres de la sociedad civil comenzaron a rascar la tierra, hicieron un hueco en la banqueta para hacer espacio y colocar el antimonumento.
Daniela, estudiante de ciencias políticas que se asume como feminista, comenta que “este antimonumento es necesario, a ver si así la gente no olvida que nos están matando”.
Mientras se colocaba el antimonumento, familiares de víctimas de feminicidio no solo narraron la impunidad de sus casos sino que pidieron un alto a la epidemia de feminicidios que se vive actualmente en el país.
Al ritmo de los tambores y unidas en coro, las asistentes gritaron No fue suicidio, fue feminicidio.
Lidia, madre de Diana Velásquez Florencio, joven de 24 años asesinada en el municipio de Chimalhuacán, Estado de México el 2 de julio de 2017, asegura que está aquí para unirse a todas las voces que al igual que ella exigen justicia.
“Mi hija un día salió de casa y ya no volvió, cuando fuimos al MP a poner la denuncia nos dijeron que al rato volvía, que se había ido con el novio. Días después la encontré, había estado cinco días en el Semefo de Neza, no nos habían notificado porque entre los errores de la autoridades habían puesto que mi hija era un varón”.
Pese a que la familia afirma que no ha dejado de presionar, a más de un año de la muerte de su hija, las autoridades siguen sin línea de investigación.
La cantante Alika es uno de los referentes del Roots Reggae Dancehall de habla hispana por sus canciones sobre temas sociales; hoy, en el Día Internacional de la Mujer invita a toda la sociedad a organizarse y defenderse para que ya no haya feminicidios.
“Va para los señores que se eduquen y se suban los pantalones. Si una mujer te dice que no, significa que no. Si una menor te dice que sí, significa que no. ¿Lo entendió? Porque hay un futuro que debe brillar y con tu conducta lo vas a arruinar”, interpreta Alika, una cantante de reggae que ha ganado reconocimiento como una voz fuertemente consciente que emana de América Latina.
Sus letras, directas y claras, hablan del respeto, la dignidad y la confianza en uno mismo. Relatan situaciones y problemas comunes en los barrios del tercer mundo, logrando reconocimiento, primero en el reggae argentino y luego en la escena del dancehall mundial.
“Considero que es importante que los artistas se comprometan con su música para reflejar la realidad en la que vivimos. Creo que yo he tenido ese compromiso desde que comencé a hacer música. Traté de reflejar la realidad en mis letras, es un compromiso que me impulsa, es mi motor”, asegura la cantante latinoamericana, en entrevista con Reporte Índigo
Alika confiesa que de pequeña escuchaba mucho rap y antes de adentrarse en el reggae, ignoraba lo combativo que este género podía ser, ya que no sólo habla de playas y de amor, sino sobre temas sociales. Además, abarca lo espiritual, se aleja de lo comercial y de lo individualista.
Sin duda, el ser mujer ha obligado a la cantante uruguaya ha esforzarse el doble para poder alcanzar sus metas, porque es más difícil tener el reconocimiento de la gente. Ella sabe que si fuera hombre y tuviera los mismos logros que ahora tiene, sería un poco más famosa.
Ante la adversidad, sus mejores aliados han sido las mujeres, ya que contrario a lo que se muestra en muchos medios o producciones audiovisuales sobre la competitividad que puede existir entre ellas, persiste la sororidad.
“Los medios siempre promocionan la lucha entre mujeres, y en nuestras canciones impulsamos que no exista la competitividad, sino la solidaridad. Tratamos de trabajar, grabar y tocar en recitales organizados por mujeres, para que la balanza se equilibre un poco”, comenta Alika.
La interprete recuerda que comenzó a tocar en Estados Unidos porque había una mujer que tenía un centro cultual en San Diego, California, y que le gustó mucho su trabajo, por lo que decidió impulsar su carrera en ese país e invitarla a festivales muy importantes.
A raíz de eso, comenzaron a surgir más invitaciones a otros eventos y movidas en Estados Unidos, lo que es un claro ejemplo de lo que pasa cuando las mujeres se unen para apoyarse.
“Más que ser una inspiración me gustaría que todas las mujeres tengamos oportunidades, que podamos ser libres, caminar por las calles sin que nos molesten, que no tengamos miedo todo el tiempo de que nos maten, que se logre con esto elevar nuestras voces como una lucha”
– Alika
ORGANIZADAS PARA DEFENDERSE
Se estima que de las 87 mil mujeres que fueron asesinadas globalmente en 2017, en más de la mitad de los casos los responsables fueron sus parejas o familiares, lo que quiere decir que 137 mujeres alrededor del mundo son asesinadas a diario por un miembro de su familia.
Alika no es indiferente a las estadísticas, ya que confiesa que ella, al igual que todas las mujeres, también vive con miedo e incertidumbre. “La solución es quejarse en un principio, elevar las voces, hacer que realmente este problema sea escuchado para que en conjunto, porque es de todos y debe ser tratado como sociedad, se erradique y podamos evolucionar de una vez por todas”, opina la cantante.
Para ella está claro que escribir canciones sobre los feminicidios no ayuda, lo que debe pasar es que las mujeres se organicen y se defiendan entre sí, que sean aliadas contra la violencia. “No podemos permitir que nos sigan matando. Tiene que pasar un cambio bien serio y de raíz, ya que no alcanza con hacer una canción”, asegura.
“No puedes quedarte esperando. Es tiempo de hacer algo. Toma tu vida de raíz y dirígela hacia donde seas feliz. Mucha gente ha muerto y no fue en vano (…) Levántate y pelea”, es otra de las letras que canta Alika para que la gente construya un mundo más equitativo, igualitario y con oportunidades para todos
Actualmente, la cantante se encuentra promocionando su más reciente single “Inspírame” y continúa con una serie de conciertos en la Ciudad de México que incluyen Tiempo de Mujeres el próximo 9 de marzo en el Faro de Oriente, un festival histórico donde participan 790 artistas mujeres.
“He tenido la oportunidad de viajar por muchos países y nunca vi un festival de esta magnitud, es un evento hecho y promocionado por mujeres. Me parece excelente que se nos dé esta oportunidad de estar ahí, de que sea todo más inclusivo”, dice la artista latinoamericana.
ALIKA PARA PRINCIPIANTES
La artista recomienda a la gente que se interese en su música escuchar tres canciones clave que muestra su evolución. La primera es “Ejército despierta”, que grabó en 2005; después les haría escuchar algo más nuevo, “Big Up”, que está en su disco Mi palabra, mi alma, y por último, su nueva canción, “Inspírame”.
Ya quedaron atrás los días en que las mujeres recibían flores o tarjetas para agasajarlas el 8 de marzo. Lejos de los festejos, en la actualidad este día condensa los reclamos, los anhelos, las batallas ganadas y las que quedan por luchar. Ya no se dice “feliz día”. Hoy más que nunca se escuchan los #NiUnaMenos, los #VivasNosQueremos y las versiones latinas del “#MeToo” (#YoTambién).
Para las más de 300 millones de mujeres de Latinoamérica, el 8 de marzo ya no se festeja, se conmemora y se lucha.
Este año la ONU, que desde 1975 comenzó a conmemorar este día, pone en relieve la innovación como eje para corregir los desequilibrios y crear sociedades más inclusivas para las mujeres. En el caso de América Latina y el Caribe, la inclusión de la mujer como empresarias, consumidoras, tomadoras de decisiones y como líderes es clave para el progreso de la región.
A la fecha, solo 57% de las mujeres en edad de trabajar participan en el mercado laboral regional, un marcado contraste en comparación con el 82% de los hombres. La igualdad de género promueve la reducción de la pobreza y la desigualdad, se traduce en mejores oportunidades para la próxima generación, hace que las instituciones sean más representativas y avanzan las perspectivas para todos.
A pesar de que América Latina ha progresado en los últimos años, existen brechas que, aunque no se amplían, tampoco se reducen y que para eliminarlas llevará años, si no décadas, como muestra el reciente informe “Mujer, Empresa y el Derecho” del Banco Mundial.
Este es el panorama de la inclusión económica de la mujer en la región:
Toda la información e imágenes son de El País.
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Una niña es sometida a una mutilación genital durante una ceremonia colectiva celebrada en un colegio de Bandung, Indonesia, en 2006. Según Unicef, al menos 200 millones de niñas y mujeres de unos 30 países –entre ellas alrededor de la mitad de las indonesias menores de 12 años– han sufrido la mutilación genital. La práctica sigue realizándose, y no siempre con las condiciones higiénicas adecuadas.
Foto: Stephanie Sinclair
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Sobrevivir a un ataque con ácido
Ritu Saini, de 21 años de edad (en primer plano), y Rupa, de 23, disfrutan de las lluvias del monzón en lo alto de un tejado de Agra, en la India. Ambas chicas sobrevivieron a ataques con ácido. Cientos de mujeres y niñas son rociadas con ácido en este país. Ritu, anteriormente jugadora de volleyball, fue atacada por su primo. Después de diversas reconstrucciones quirúrgicas perdió su ojo izquierdo. Rupa fue agredida a los 15 años. La asociación Stop Acid Attacks aboga por el desarrollo de políticas destinadas a las supervivientes estos ataques.
Foto: Stephanie Sinclair
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Una ceremonia alternativa
Niñas de la aldea sierraleonesa de Masanga toman parte en ceremonias Bondo alternativas en las que se inician como mujeres adultas sin someterse a la mutilación genital. Más de 600 niñas han participado en ellas desde 2010.
Foto: Stephanie Sinclair
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Vivir entre la basura
El vertedero de Ghazipur, un basurero de casi 30 hectáreas en Delhi, es el lugar que recorre Zarina, de siete años, en busca de objetos que revender. Al igual que esta niña de la India, otras muchas en todo el mundo viven en la pobreza y apenas tienen acceso a la educación.
Foto: Stephanie Sinclair
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Ritual de preparación para el matrimonio
Elizabeth, de 19 años, y Rebecca, de 13, bailan en un ritual Bondo en la ciudad sierraleonesa de Kabala. Según los ancianos esta ceremonia, que regula el paso de la niñez a la madurez y que tradicionalmente incluye el corte o la extirpación de los genitales externos, vincula a las chicas a su comunidad y las prepara para el matrimonio. También pretende restringir la sexualidad femenina, y causa daños físicos y psicológicos. En Sierra Leona la mayoría de las mujeres han sufrido la mutilación genital.
Foto: Stephanie Sinclair
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El riesgo de la falta de escolarización
Una adolescente se toma un descanso en su venta ambulante de baratijas en Mange Bureh, sentándose a orillas de un río en el que las chicas lavan y los chicos pescan. Las niñas no escolarizadas que trabajan en las calles de Sierra Leona para contribuir a la economía familiar corren especial riesgo en un país donde los delitos contra ellas suelen quedar impunes.
Foto: Stephanie Sinclair
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Educación gratuita
Al participar en una ceremonia Bondo alternativa que no incluye la mutilación genital femenina, estas niñas de Masanga reciben educación gratuita garantizada por Masanga Assistance Education, una organización suiza sin ánimo de lucro. En la ceremonia participa una mujer que encarna el diablo del Bondo, una alta autoridad de esta sociedad secreta.
Foto: Stephanie Sinclair
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Camino a clase
Un grupo de chicas vestidas de uniforme se dirigen a clase en una escuela metodista de Freetown, en Sierra Leona.
Foto: Stephanie Sinclair
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Expuestas a la violencia sexual
Aarti, de nueve años, se expone a la violencia sexual cuando vende flores en una calle de Delhi mojada por la lluvia. Pese a los riesgos que corren, millones de niños de todo el mundo trabajan para llevar dinero a casa en vez de ir al colegio.
Foto: Stephanie Sinclair
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Matrimonios concertados
Los matrimonios concertados son habituales en Sierra Leona. Baby Seibureh, de 17 años, y Claude Seibureh, de 48, vecinos de Freetown, se casaron en plena crisis del ébola. Cuando nació su hijo Joseph, a la madre hubo que hacerle una cesárea.
Foto: Stephanie Sinclair
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Lucha contra la trata sexual
Rinki Kumari (en primer término) y Arti Kumari comparten un momento distendido en su habitación durante un receso de las clases que reciben en la escuela pública a la que asisten, la Kasturba Gandhi Balika Vidyalaya de Forbesganj, en la India. Un centenar de niñas de los pueblos cercanos estudian en este centro gestionado por Apne Aaap, una entidad benéfica cuya misión es poner fin a la trata sexual.
Foto: Stepnanie Sinclair
Los peligros de nacer niña en distintas partes del mundo
Sierra Leona es uno de los peores lugares del mundo para ser niña. En este país del África occidental, habitado por unos seis millones de personas, desgarrado por una cruenta guerra civil que duró más de una década y devastado por el Ébola, el simple hecho de nacer niña se traduce en una vida de barreras y tradiciones que a menudo dan más valor a su cuerpo que a su mente.
La mayoría de las mujeresde Sierra Leona –el 90% según Unicef– han sido sometidas a la mutilación genital, una práctica que las inicia en la vida adulta y supuestamente las hace más deseables para el matrimonio, pero que también es un método de represión sexual profundamente arraigado en su cultura.
Casi la mitad de las chicas se casan antes de los 18 años, y muchas se quedanembarazadas mucho más jóvenes, a menudo en su segundo o tercer ciclo menstrual. Muchas son víctimas de la violencia sexual; las violaciones suelen quedar impunes. En 2013 más del 25% de las sierraleonesas de entre 15 y 19 años estaban embarazadas o ya eran madres, lo que supone una de las tasas de gestación más elevadas del mundo para esa franja de edad.
Y demasiadas mueren en el parto: es el porcentaje más alto del mundo, según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud y otras entidades internacionales. La mutilación genital femenina puede elevar el riesgo de sufrir complicaciones obstétricas.
«Si vas a las provincias te encuentras con chicas de 13 años, de 15 años, ya casadas y con sus bebés en brazos», dice Annie Mafinda, comadrona del Rainbo Center, que ayuda a víctimas de la violencia sexual en Freetown, la capital de Sierra Leona. Muchas de las pacientes atendidas en este centro tienen entre 12 y 15 años.
La mayoría de las mujeres de Sierra Leona –el 90% según Unicef– han sido sometidas a la mutilación genital
Cuando conocí a Sarah en Freetown, una ciudad que se levanta sobre una península montañosa junto a un puerto rutilante, tenía 14 años y estaba embarazada de seis meses, aunque parecía varios años más joven. Hablaba en un susurro, era bajita y menuda, llevaba las uñas de los pies pintadas de rojo y el pelo bien recogido bajo un pañuelo de color melocotón. Me contó que la había violado un muchacho, vecino de su familia, que se marchó de la ciudad tras la supuesta agresión.
Cuando su madre se enteró de que estaba embarazada, la echó de casa. Ahora Sarah (cuyo apellido nos reservamos) vive con la madre del chico que según ella la forzó. La madre del supuesto violador fue la única que se prestó a acogerla; en Sierra Leona las mujeres suelen vivir con la familia del esposo.
Sarah tiene que cocinar, limpiar la casa y hacer la colada. Me contó que la madre del chico le pega cuando, de puro agotamiento, no cumple con sus tareas. Con tantas trabas, ¿cómo puede una chica como Sarah sobrevivir y salir adelante en Sierra Leona?
En un país pobre regido por un Gobierno que no parece demasiado interesado en proteger a las niñas, lo más sensato que estas pueden hacer es intentar escapar del entorno en el que han nacido. En un universo lleno de amenazas, la escuela puede ser su único refugio.
Estudiar es complicado porque cuesta dinero, pero al mismo tiempo constituye un rayo de esperanza. Sacarse la secundaria puede traducirse en una mayor libertad económica y en la oportunidad de tomar las riendas de su propia vida, quizás abriéndoles las puertas de la universidad o de un empleo cualificado. Sin embargo, se calcula que entre 2008 y 2012 solo una de cada tres chicas cursaron estudios secundarios; en este sentido el embarazo supone una de las barreras más importantes. No en vano el ministro de Educación de Sierra Leona ha vedado la entrada en los centros escolares de las jóvenes gestantes.
Se calcula que entre 2008 y 2012 solo una de cada tres chicas cursaron estudios secundarios
El objetivo de esta política, formalizada por el Gobierno en 2015, es impedir que influyan en sus compañeras y protegerlas de las burlas. La prohibición de que las chicas embarazadas acudan a la escuela«es un ejemplo de moralismo anticuado e irreflexivo que lanza un mensaje equivocado –declara la escritora Aminatta Forna, quien en 2003 fundó una pequeña escuela rural en Sierra Leona–. Hablamos de jóvenes vulnerables, que en este país son objeto de continuas depredaciones».
Elizabeth Dainkeh fue coordinadora de un centro educativo de Freetown para jóvenes en edad escolar que estuvieran en estado de gestación o que ya fuesen madres, financiado por Unicef y el Ministerio de Educación sierraleonés, y otras instituciones.
Marginación tras el embarazo
«Cuando te quedas embarazada, te marginan», me dice. Estamos en el fondo de un aula sofocante en la que chicas con los cabellos trenzados y tocados de vivos colores, algunas con bebés en el regazo, se abanican con los libros de texto mientras escuchan a la maestra con atención.
«Yo creí que les daría vergüenza volver al colegio, pero no,están encantadas», dice con orgullo. La propia Dainkeh se quedó embarazada a los 17 años, y su padre la echó de casa. La hija que tuvo murió de desnutrición antes de cumplir un año de vida. Ahora, a sus 35 años, Dainkeh aconseja a sus alumnas que perseveren: que se olviden de los años que han estado desescolarizadas y sigan adelante.
Mary Kposowa, exdirectora de uno de esos centros femeninos, explica que algunas de sus antiguas alumnas se habían topado con dificultades al querer matricularse de nuevo en escuelas ordinarias después de dar a luz.
Para complicar aún más las cosas, en agosto de 2016 los centros para chicas embarazadas cerraron sus puertas; Unicef declara que se abrieron como un «puente» alternativo a la educación cuando la crisis del ébola tuvo cerradas escuelas de todo el país durante nueve meses. En aquellos centros había matriculadas unas 14.000 jóvenes embarazadas o puérperas, lo que hace temer a Dainkeh que actualmente haya en el país «un gran número de chicas marginadas del sistema educativo».
Los sierraleoneses suelen decir que el trauma de su país tiene su origen en la guerra civil que enfrentó a grupos rebeldes y al Gobierno. Desde 1991 y durante más de 10 años, miles de niñas y mujeres fueron violadas. Decenas de miles de personas fueron asesinadas. Y más de dos millones se vieron desplazadas. Más recientemente ha sido el virus del Ébola el que ha hecho estragos en el país, cobrándose unas 4.000 vidas en menos de dos años. La epidemia afectó a muchas familias, y dejó huérfanas a un gran número de niñas que tuvieron que hacerse cargo de sus hermanos sin estar aún preparadas para ello.
El país ha ido evolucionando a trompicones hacia la democracia, pero la opresión de las niñas y las mujeres no ceja. «En este país no importa la vida, ni el cuerpo, ni el alma de las mujeres jóvenes –afirma Fatou Wurie, nacida en Sierra Leona, criada en el extranjero y que regresó a su país natal, a Freetown, donde trabaja en pro de los derechos de las mujeres–. Hasta la última política que implantamos excluye la voz de las jóvenes sierraleonesas».
A pesar de que he pasado largas temporadas en diversos lugares de África occidental, la primera vez que pisé Sierra Leona me quedé profundamente impactada. He estado en Nigeria, Ghana, Senegal y Costa de Marfil, pero Sierra Leona me pareció diferente: menos acogedora, menos exuberante, más suspicaz y recelosa. Sin embargo, también descubrí que incluso en este país tan turbulento hay jóvenes que encuentran la manera de sobreponerse por encima de todo.Regina Mosetay está en la biblioteca de su colegio de Freetown mientras sus compañeras de clase almuerzan entre risas en el patio. Se ha preparado los exámenes finales todo cuanto ha podido. Madre a los 17 años, Regina no puede estudiar como antes porque tiene que cuidar de su hija, Aminata, pero saca tiempo para los libros entre tomas y mudas. Tiene los ojos almendrados y un rostro ovalado que ladea cuando reflexiona sobre algo. Creció en un barrio obrero de calles estrechas y abarrotadas de peatones, tiendas de ropa y de electrónica, y puestos de comida. Su madre la crió a ella, a su hermano y a su hermana en una casa donde también vivían su abuela, primos, un tío y más familiares; en total, 11 personas.
El ébola empezó a propagarse por Freetown y el Gobierno cerró los colegios para contener la epidemia
La echaron del colegio por estar embarazada, una experiencia «dolorosa de verdad», dice. Le encantaba estudiar; su asignatura preferida era lengua (es muy habladora). Nunca pensó que acabaría formando parte del colectivo de adolescentes embarazadas de Sierra Leona, pero en 2014 el ébola empezó a propagarse por Freetown y el Gobierno cerró los colegios para contener la epidemia.
Entonces, en 2015, fue cuando se quedó embarazada de su novio, Alhassan, que en ese momento estaba terminando sus estudios universitarios. «Durante el ébola muchas chicas se quedaron embarazadas –cuenta Regina–. Como no había clase, teníamos mucho tiempo libre». «Sentí que estaba decepcionando a todo el mundo. Tenía vergüenza –confiesa–. Algunas compañeras decían que éramos un mal ejemplo».Esa primavera se quedó encerrada en casa sin nada que hacer ni nadie con quien hablar mientras sus amigas estaban en el colegio. Al cabo de unos meses, una tía le habló de los nuevos centros que daban a las embarazadas o madres en edad escolar la oportunidad de no quedarse atrás en los estudios para que pudiesen retomarlos más adelante.
Regina quiso apuntarse al momento, y habló de esos centros a todas las chicas que conocía que estuvieran en estado o acabaran de parir. Casi todo lo que le enseñaban ya lo sabía, pero disfrutaba estando de nuevo en un aula, sentada en un pupitre de madera con los libros y la libreta abiertos, leyendo, atendiendo, pensando. Llevaba un bebé dentro, sí, pero seguía teniendo cerebro, y eso era fundamental para ella.
«No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo. Quiero que tenga un futuro mejor»
«Era feliz solo con estar allí, y no en casa sin hacer nada», me cuenta Regina. Estudió en aquel centro tres meses; fue una de las 180 chicas que pasaron una temporada más o menos larga en el año inaugural del programa. Regresó a la escuela pública un mes después de dar a luz a Aminata en diciembre de 2015. Desde que ha vuelto, Regina aconseja a todas sus amigas que tengan cuidado con los chicos si no quieren que les pase lo mismo que a ella.
Ya no está desescolarizada. «No quiero que mi hija pase por lo mismo que yo. Quiero que tenga un futuro mejor», dice. Vive con su novio, ya graduado en ciencias empresariales, y con la madre y la abuela de este, que ayudan en el cuidado de Aminata. Confía en poder formar una familia con él y sabe que terminar los estudios es crucial. Quiere trabajar en alguna organización de ayuda a la infancia, para que los niños –y sobre todo las niñas– tengan una vida mejor. «Cuando termine los estudios podré cuidar de mi familia; cuidaré de mí misma», asegura.
Salmatu Fofanah vive en una ladera de Mountain Cut, un barrio muy poblado de Freetown. Tiene 17 años, es tímida, esbelta y muy guapa, y ya está acostumbrada a cuidar de sí misma. Tanto su madre como su padrastro contrajeron el virus del Ébola hace dos años. Él enfermó tras asistir a un funeral en 2014. (Su padre biológico había muerto de malaria en 2011).
La madre de Salmatu, enfermera de profesión, cuidó a su marido en casa. No tenían ni idea de que había una epidemia de ébola. Cuando el enfermo empeoró, intentó llevarlo al hospital, pero se le murió en el coche. Ella cayó enferma unos días después y falleció en casa un mes más tarde. Entonces Salmatu empezó a encontrarse mal. Le dolía la cabeza y tenía fiebre. Lo mismo les pasó a su tía, su tío, su hermana mayor, su hermano, su abuelo y varios primos. «Todos teníamos miedo», me cuenta Salmatu. Ingresaron en un centro de tratamiento. Solamente sobrevivieron ella y tres primos. Todos los demás murieron. A principios de diciembre de 2014 llegó a Mountain Cut, tambaleante por las náuseas y la pena, para vivir con otros tíos y primos en una amplia casa.
Cada vez que se sentía enferma, le entraba el pánico. En marzo regresó al colegio, temiendo que sus amigas le dieran de lado por haber tenido ébola, pero se llevó una grata sorpresa. «No me marginaron en absoluto», explica. Cada vez que se acuerda de cómo era todo antes de la epidemia de ébola, sus amigas intentan animarla. Salmatu entra en Facebook y WhatsApp para buscar chistes, solo para volver a reír, y cuanto más duerme, mejor se siente.
Asiste a un grupo de ayuda psicológica donde puede hablar de sus problemas. «Me gusta contar lo que me preocupa; me quito un peso de encima», dice. Cuando me entrevisté con ella, su mayor preocupación eran los exámenes finales. «Tienes que pasar página y concentrarte en el futuro. Debes ser feliz con lo que tienes». La asignatura favorita de Salmatu es historia; le gusta conocer lo que ha ocurrido en su país y aspira a ser periodista. Sale con un chico que acaba de terminar el instituto, pero no le permite que la presione para hacer nada que no desee. Quiere seguir cantando y yendo a la playa con sus amigas. A veces ir a clase le da una pereza infinita. («Me encanta dormir, es mi hobby», me confiesa con una sonrisa. Cuando de pequeña cogía una rabieta, su madre la ponía a dormir y se le pasaba). Pero entonces recuerda las metas que se ha marcado. Su madre murió por su familia. ¿Cómo no va ella a terminar los estudios y llevar una vida de la que su madre se habría enorgullecido?
Kadiatu Kamara, a quien todos llaman KK, nació en un pueblo costero llamado Bureh, a orillas del Atlántico. Es un torbellino de fuerza y energía, con un racimo de estrellas tatuadas en el cuello. Ha vivido aquí toda su vida; sus padres la criaron –junto con cuatro hermanos y una hermana– en esta compacta comunidad. Se ganaban la vida vendiendo carbón que recogían en la zona. Cuando su padre falleció siendo ella muy joven, las cosas se pusieron difíciles. Su madre, Baby, se vio muy apurada –como todavía se ve hoy– para ganar lo suficiente, y solo pudo permitirse costear los estudios de dos de sus hijos: KK y un hermano mayor.
KK tiene 19 años, es la benjamina de la familia y siempre ha tendido a buscar aquellos entornos en los que siente que encaja. Vive con su madre y otros familiares, así que anhela un espacio propio. Hace cuatro años se fundó en la playa un club de surf al que asistían muchos chicos de su pueblo, y a ella le apeteció ver cómo era. Solo había visto surfistas en las revistas que se dejaban en la playa los turistas extranjeros. Para KK el mar es un bálsamo. Cuando se mete en el agua, se siente más libre, más serena. «Cuando surfeo, es como si estuviese en otro país», dice. Al principio ni siquiera sabía nadar bien. Un día se le soltó la cuerda del tobillo y las olas se llevaron la tabla. Un compañero tuvo que ir a rescatarla porque se ahogaba.
KK es una de las pocas surferas de Sierra Leona. Conoce chicas que se quedaron en estado y dejaron los estudios o que acabaron con hombres que les doblan la edad, pero siempre ha sabido que no quiere eso para ella. Cuando en el colegio las advirtieron contra las relaciones sexuales prematuras, ella tomó nota. El surf la ayudó a no perder el norte.
«A algunas chicas sus madres no pueden pagarles el colegio, así que van con los chicos para que ellos les den el dinero»
«A algunas chicas sus madres no pueden pagarles el colegio, así que van con los chicos para que ellos les den el dinero, explica KK. A veces les cobran el favor en especias y las abandonan cuando se quedan embarazadas, por lo que las chicas acaban en la calle. A su madre jamás le ha sobrado el dinero, pero como KK es hábil y trabajadora, está ganando su propio dinero y nunca ha tenido que recurrir a ningún chico. Trabaja en la cocina del chiringuito de la playa y a veces vende galletas a los bañistas. Se levanta a las seis o siete de la mañana, surfea un poco si hay buenas olas y luego se va a clase. Está en el colegio toda la tarde hasta la noche, y cuando vuelve a casa estudia y hace la cena. KK ayuda a su madre dándole parte de lo que gana.
Un sábado por la tarde del pasado mes de julio la vi estirarse en la arena tórrida de Bureh Beach. Luego se levantó de un salto y se lanzó, intrépida, con la tabla de surf contra una ola espumosa en las aguas turquesas. Remó con los brazos, flotando boca abajo, aguardando con paciencia a que llegase otra ola alta. Los chicos se empeñaban en cabalgar olas flojas y se caían todo el rato. Un muchacho flaco se persignó antes de zambullirse. KK lanzó un grito de júbilo cuando la descabalgó una ola frustrada.
KK quiere fabricar sus propias tablas. Su meta es abrir una tienda para venderlas y tener una escuela de surf. «Quiero enseñar a otras chicas», me dice. Entre tanto, surfea varios días a la semana, sobre todo durante la estación lluviosa, cuando las olas llegan a alcanzar los dos metros de altura. KK está perfeccionando su técnica. Cree que si mejora lo bastante, podrá dedicarse profesionalmente a este deporte.Le gustaría estudiar medicina o contabilidad, pero no sabe si tendrá suficiente nivel para entrar en la universidad. A veces los profesores no les enseñan nada, y ella tiene problemas con la lectura.
«Si me dedico al surf, a lo mejor algún día viene alguien al club, me ve y me escoge [para patrocinarme] –me dijo, llena de esperanza–. Y así podré mantener siempre a mi familia».
El 8 de marzo es una fecha destacada en múltiples partes del mundo.
Se conmemora el Día Internacional de la Mujer, formalizado por Naciones Unidas en 1975.
Este especial día, en palabras de la ONU, “se refiere a las mujeres corrientes como artífice de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre”.
Pese a haberse convertido en una jornada global en pro de la igualdad, muchas personas aún se preguntan cuál es su origen y qué llevó a que el 8 de marzo obtuviera este reconocimiento internacional.
Para explicarlo, hay que echar la vista atrás: a las protestas que desembocaron en toda una revolución. A finales del siglo XIX y principios del XX.
“Los mujeres y hombres son creados iguales”
El Día Internacional de la Mujer tiene sus raíces en el movimiento obrero de mediados del siglo XIX, en un momento de gran expansión y turbulencias en el mundo industrializado, en el que la mujer comenzó a alzar cada vez más su voz.
La vida de la mujer en Occidente por aquel entonces era una continúa historia de limitaciones: ni derecho a voto, ni a manejar sus propias cuentas, ni formación y con una esperanza de vida mucho menor que la masculina por los partos y los malos tratos.
Un ejemplo de esa creciente inquietud y debate entre mujeres se encuentra en 1848, cuando las estadounidenses Elizabeth Cady Stanton y Lucretia Mott congregan a cientos de personas en la primera convención nacional por los derechos de las mujeres, en Estados Unidos.
Ambas mantuvieron que “todos los hombres y las mujeres son creados iguales” y exigieron derechos civiles, sociales, políticos y religiosos para el colectivo.
Entonces, recibieron burlas, especialmente en cuanto al derecho de las mujeres a votar, pero pusieron una semilla que en los siguientes años fue creciendo, destaca la ONU en un especial sobre el activismo de la mujer a lo largo de los años.
En 1913, las mujeres ya protestaban por el derecho a votar en Estados Unidos. En esa época, eran frecuentes las protestas también para pedir mejores condiciones de trabajo.
En este contexto, los historiadores coinciden en destacar como antesala directa del Día Internacional de la Mujer la marcha de mujeres que se vivió en Nueva York en 1908,cuando unas 15.000 se manifestaron para pedir menos horas de trabajo, mejores salarios y derecho a votar.
Un año después de ello, el Partido Socialista de América declara el Día Nacional de la Mujer, que se celebra por primera vez en EE.UU. el 28 de febrero.
En ese contexto, irrumpe en escena una mujer que pasaría a la historia como la impulsora del día de la mujer internacional: la comunista alemana Clara Zetkin.
Zetkin sugirió la idea de conmemorar un día de la mujer a nivel global en 1910 en la Conferencia Internacional de la Mujer Trabajadora en Copenhague (Dinamarca).
Su propuesta fue escuchada por un centenar de mujeres procedentes de 17 países y aprobada de forma unánime, aunque sin acordar una fecha concreta.
Clara Zetkin (izq.) y Rosa de Luxemburgo, otra de las revolucionarias más destacadas del siglo XX.
Un año después, se celebra el primer Día Internacional de la Mujer, el 19 de marzo de 1911, reuniendo a más de un millón de personas en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
Además del derecho de voto y de ocupar cargos públicos, se exigió entonces el derecho al trabajo de la mujer, a la formación profesional y a la no discriminación laboral.
No obstante, en sus inicios, “la conmemoración (también) sirve de protesta contra la I Guerra Mundial“, recuerda la ONU.
Y ahí se encuentra una de las claves de por qué se acabó eligiendo la fecha del 8 de marzo.
Rusia y la I Guerra Mundial
Hay diferentes versiones de que por qué se eligió esta fecha en concreto.
Pero la ONU destaca la importancia de los acontecimientos que se vivieron en Rusia, en medio de las protestas contra la Gran Guerra.
“En el marco de los movimientos en pro de la paz que surgieron en vísperas de la Primera Guerra Mundial, las mujeres rusas celebraron su primer Día Internacional de la Mujer el último domingo de febrero de 1913. En el resto de Europa, las mujeres celebraron mítines en torno al 8 de marzo del año siguiente para protestar por la guerra o para solidarizarse con las demás mujeres”, recuerda el organismo.
En 1917, y como reacción a los millones de soldados rusos muertos, las mujeres de ese país vuelven a salir a las calles el último domingo febrero, bajo el lema “pan y paz”.
En 1917 en Rusia, miles de mujeres se lanzaron a las calles contra la guerra, una protesta que desembocó en la revolución y marcó la fecha del Día Internacional de la Mujer.
Se trata de una huelga que continúa varios días y acaba forzando la salida del zar.
“Los trabajadores de la metalúrgica se unieron a su protesta (de las mujeres) pese a que los Bolcheviques veían la movilización de las mujeres como precipitada. El 25 de febrero, dos días después de que comenzara la insurrección de las mujeres en el Día Internacional de la Mujer, el zar ordenó (…) disparar si fuera necesario para acabar con la revolución de las mujeres”, explica la historiadora estadounidense Temma Kaplan, en “On the Socialist Origins of International Women’s Day”(“Sobre los orígenes socialistas del Día Internacional de la Mujer”).
La medida del zar fracasó y en su lugar comenzó “la revolución de febrero”, dice Kaplan, que acabó con la abdicación del zar Nicolás II ese mes de marzo.
El éxito de las mujeres rusas se consagró poco después: el gobierno provisional que se formó tras la retirada del zar les reconoció el derecho a voto.
La fecha en la que comenzó esa huelga de las mujeres rusas en el calendario juliano, entonces el de referencia en Rusia, fue el domingo 23 de febrero. Ese mismo día en el calendario gregoriano fue el 8 de marzo, y esa es la fecha en que se celebra ahora.
Mujeres de todo el mundo siguen reclamando igualdad a diario y luchando contra la violencia contra la mujer, como en esta manifestación por ese último motivo en México en 2018.
En 1945, se forman las Naciones Unidas para fomentar la cooperación internacional tras la devastación de la II Guerra Mundial y la Carta de este organismo multilateral se convierte en el primer acuerdo internacional que consagra la igualdad de género.
Tres décadas después, en 1975, la ONU establece y celebra por primera vez el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo, coincidiendo con el Año Internacional de la Mujer.
¿Hay razones para seguir la lucha…?
La respuesta la damos con los datos publicados más recientes de la propia ONU:
Sólo uno de cada cuatro parlamentarios son mujeres a nivel mundial.
En 2018, solo el 9,8% de países en el mundo tenían jefas de Estado o de gobierno.
Una de cada tres mujeres sufre violencia a lo largo de su vida.
830 mujeres mueren cada día de causas evitables relacionadas con el embarazo.
Y hasta 2086 no se cerrará la brecha salarial si no se contrarresta la tendencia actual.
En México las mujeres no tuvieron derecho a votar hasta 1953, pero en países como Arabia Saudita, este derecho fue reconocido hace apenas cuatro años. Hoy, millones de mujeres abotonan sus pantalones, pero en 1970 se le negó la entrada a dos mujeres a la Asamblea Nacional francesa por usar esta prenda.
Varios siglos de lucha del movimiento feminista han conseguido que las mujeres tengan cada vez más derechos, como el acceso a propiedades o al trabajo remunerado. Pero las batallas aún no están ganadas, una de las consignas de las próximas manifestaciones y huelga del 8 de marzo, en el Día de la Mujer.
La plataforma School of Feminism (Escuela de Feminismo) ha creado una serie de pancartas y materiales para las manifestaciones del 8M. “Ante nuestra sorpresa y felicidad, se nos está yendo de las manos”, dice a Verne Patricia Luján, creadora de esta plataforma con sede en España y a la que se han sumado manos de otros países. “De Polonia, Francia, Estados Unidos, Portugal, Italia… están amplificando esta iniciativa y preparando sus pancartas 8M con nuestros mensajes”, detalla, vía correo electrónico.
Son 19 mensajes disponibles en español e inglés que hablan de los derechos para alcanzar igualdad entre hombres y mujeres. Una publicación en Facebook con los diseños que rescatan los logros del feminismo se ha compartido más de 1.200 veces en las primeras 48 horas de su publicación. “Todas las feministas que están agitando el mundo hoy, a pequeña y gran escala, desde el movimiento #metoo a la sobreviviente de la violación de La Manada», señala.
Te traemos algunas de las pancartas más representativas que Luján ha compartido con Verne. En este enlace puedes descargar varias versiones para imprimirse en blanco y negro y en este enlace se encuentran a color.
Mayra Jiménez del colectivo 8Tijax está realizando charlas en ciudades canadienses de la Costa Este sobre la lucha en curso por buscar justicia a las 41 niñas y jóvenes muertas en el incendio dentro del Hogar Seguro Virgen de la Asunción el 8 de marzo de 2017 en Guatemala.
La gira de conferencias, que se realizan desde el 28 de febrero hasta el 9 de marzo, es organizada por el Red Rompiendo el Silencio de las provincias marítimas canadienses y Guatemala (RES), en conmemoración del segundo aniversario de la tragedia.
Las charlas se están realizando en Fredericton, Sackville, Halifax, Antigonish y Tatamagouche.
“El Hogar Seguro debería haber ser un lugar donde se protegía a niños, niñas y jóvenes vulnerables, lamentablemente esto dista mucho de ser así. Los y las menores allí fueron sujetos de violencia sexual, maltratos físicos, abortos forzados, tráfico de personas y prostitución forzosa por los empleados a cargo”, aseguró la coordinación de provincias marítimas de RES.
Agregó que las niñas y jóvenes de la casa hogar soportaron condiciones infrahumanas como hacinamiento y alimentación vencida. Las denuncias sobre estos maltratos han sido públicas desde 2013 con conocimiento por parte de las autoridades.
Según las narraciones de Mayra Jiménez, ese 8 de marzo la policía encerró en un cuarto a un grupo de niñas y jóvenes que trataron de escapar del hogar. La policía no las dejó salir cuando el incendio se inició dentro del cuarto en el que 41 de ellas murieron y otras 15 fueron gravemente heridas.
Los miembros del colectivo 8Tijax inmediatamente llegaron a los hospitales donde admitieron a las sobrevivientes. Los miembros también ayudaron a trasportar a las sobrevivientes a hospitales y los cuerpos a la morgue y proporcionaron ayuda psicológica y apoyo moral y espiritual.
Luego de haber identificado la última víctima se enfocaron en acompañar a las familias en todo el proceso legal ahora en las cortes de Guatemala, según informó la coordinación de RES.
Actualmente 12 personas, entre ellas, oficiales estatales de alto rango, el ex director del Hogar Seguro y los policías involucrados, enfrentan cargos referentes a la tragedia mencionada. Lamentablemente estos casos presentan considerables retrasos y hasta la fecha ninguno ha sido condenado.
Mayra Jiménez, defensora de la justicia de género y cofundadora de 8Tijax, afirmó: “En estos dos años, apenas de 12 sindicados, incluyendo la que se guardó la llave, nada más hay ocho que van a enfrentar un juicio. Los cuatro restantes ni siquiera han prestado su primera declaración”.
“Desde hace casi dos años la justicia no ha cumplido con su deber, retrasando y negándola a las víctimas y sobrevivientes de este crimen estatal. Hacemos una llamada a Canadá, como gobierno “feminista” a manifestarse acerca de este asunto y que asuman una función proactiva abogando por la justicia de género para estas niñas”, dijo por su parte Stacey Gómez, coordinadora de Rompiendo el Silencio en las provincias marítimas.
Janette Fecteau, miembro del comité de Rompiendo el Silencio en Antigonish, afirmó que “como miembros de este comité, viviendo en Mi’kmaki y trabajando en solidaridad con grupos como 8 Tijax en Guatemala, vemos el paralelo existente entre el retraso y la negación de justicia en el caso del Hogar Seguro, con la trágica situación en Canadá de mujeres y niñas indígenas desaparecidas y asesinadas. A través de la gira de Mayra Jiménez examinaremos este paralelo, alentando a la población a tomar medidas respecto a estos dos frentes”.
Para rememorar el segundo aniversario de la tragedia, Rompiendo el Silencio está presentando una exposición itinerante de arte por estas provincias del 1 de febrero hasta principios de abril, la cual presenta retratos conmemorativos de cada una de las 41 niñas y jóvenes víctimas. Rompiendo el Silencio ha lanzado también una campaña a través de las redes sociales y de una postal solicitando enfáticamente al gobierno de Canadá a actuar activamente en este asunto.
“El ideal materno oscila entre la madre sacrificada, al servicio de la familia y las criaturas, y la superwoman capaz de llegar a todo compaginando trabajo y crianza”. Con esa frase lapidaria arranca Esther Vivas su Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Capitán Swing), un ensayo –disponible en castellano y catalán (‘Mamá desobedient’, Ara Llibres)– en el que la periodista analiza los retos a los que se enfrentan las madres hoy. Lo hace con su habitual estilo reivindicativo y sin olvidarse de dónde venimos y hacia dónde vamos, apoyándose en interesantes referencias que van desde las sufragistas hasta las asociaciones que visibilizan fenómenos como la lactancia o el parto. También nos pone frente a frente con cuestiones tan controvertidas como la maternidad subrogada, los permisos de paternidad y maternidad iguales e intransferibles, la violencia obstétrica y el derecho a un parto respetado o el negocio de la lactancia artificial. “Cómo vamos a vivir la maternidad no solo depende de las prácticas que nosotras podamos llevar a cabo sino también del medio en el que se ejerza esa maternidad”, dice su autora. Una maternidad que, en opinión de la periodista, no podremos vivir libremente si no nos rebelamos contra lo establecido. O más allá, si no convertimos la maternidad en un asunto público para que ocupe el lugar en el que siempre debería haber estado.
Pregunta. La maternidad ha sido un asunto “incómodo” para el feminismo. ¿Cómo definirías lo que es una maternidad feminista?
Respuesta. Para mí una maternidad feminista es una maternidad desobediente, una maternidad insumisa, que rompe con los arquetipos que nos han impuesto a lo largo de la historia, que rompe con la maternidad patriarcal que ha encerrado a las madres en el hogar y que ha infravalorado el trabajo de los cuidados. También creo que es aquella que rompe con la concepción neoliberal actual de la maternidad en la que la crianza y el cuidado quedan supeditados al mercado.
Cuando hablo de esta maternidad insumisa, rebelde, desobediente, no se trata tanto de idealizar la maternidad como de darle ese valor político, social y económico que tiene y que le ha sido negado.
P. ¿Qué dirías que aporta el feminismo a la maternidad y viceversa?
R. Tradicionalmente la maternidad ha sido un tema muy incómodo para el feminismo porque ha sido un mecanismo de control del patriarcado. El feminismo se ha rebelado contra esa imposición pero no se han abordado debates de fondo sobre lo que implica la maternidad y queda una relación mal resuelta entre feminismo y maternidad.
Por lo tanto, no creo que se trate de renegar del hecho de ser madres sino de las condiciones en las que somos madres en el patriarcado. El problema de la maternidad no es la maternidad en sí misma sino la instrumentalización que ha hecho el patriarcado de la maternidad. Desde un planteamiento feminista lo que se debe hacer, y cito a Adrianne Rich, es romper con esa “institución” de la maternidad; con esa imposición de lo que debe ser la maternidad, y recuperar la experiencia materna sin idealizarla para poderla vivirla libremente.
P. Mencionabas antes que debemos darle a la maternidad el valor político, social y económico que tiene. ¿Debe ser entonces un asunto público?
R. Por supuesto, la maternidad y la crianza deben ser un asunto público. Vivir la maternidad de una manera plena no solo se tiene que reivindicar desde un punto de vista individual sino también desde un prisma social y político porque, al final, cómo la vamos a vivir no solo depende de las prácticas que nosotras podamos llevar a cabo sino también del medio en el que se ejerce esa maternidad. Y el medio, lamentablemente, es un medio hostil a la crianza, hostil a las madres. La violencia obstétrica es un claro ejemplo de cómo no se tienen en cuenta las necesidades de las madres. También se ve claramente en la lactancia materna porque vivimos en una sociedad que dificulta esta práctica.
Hay que dejar claro que sin otro modelo de reproducción social es muy difícil vivir otra maternidad que rompa con el binomio de la maternidad patriarcal y la maternidad neoliberal.
P. No sé si a las madres se nos está escuchando a nivel social. Me viene a la cabeza el movimiento de PETRA por la ampliación de los permisos maternos o la reivindicación por parte de asociaciones como la AEPap para que se alcancen al menos los seis meses para facilitar la lactancia materna.
R. En general las madres han sido interpretadas como sujetos pasivos, no como sujetos activos. Y lo que vemos en los últimos tiempos es que se ha entrado en una dinámica de organización de las propias madres ante un contexto que se ha constatado que es hostil a una serie de derechos que como madres deberíamos tener, como el derecho a un parto respetado, a poder dar de mamar dónde y cuándo queramos, o a tener unos subsidios y unas ayudas dignas.
El permiso de paternidad se ha ampliado un 150% en tan solo un año mientras que el de maternidad no se ha aumentado ni un ápice y continúa siendo el mismo desde el año 1989. En 30 años el permiso de maternidad no se ha movido de las 16 semanas. Asociaciones como PETRA son el resultado de una propuesta de permisos iguales e intransferibles que menosprecian las demandas y las necesidades de un número significativo de madres que lo que plantean es tener el derecho a poder cuidar de sus hijos. Esa demanda no es incompatible con unos permisos de paternidad que necesariamente tienen que ser más amplios. El problema es que el debate de los permisos iguales e intransferibles pone el énfasis en ampliar el permiso de paternidad, que obviamente hay que ampliarlo porque es escaso, pero obvia la necesidad de ampliar el permiso de maternidad. Desde mi punto de vista el reto es cómo ampliamos el permiso de maternidad para que sea compatible con los seis meses de la lactancia materna exclusiva sin dejar al mismo tiempo de ampliar el de paternidad.
P. Madres solas, madres adoptivas, “madrastras”… Hay muchas formas de ser madre, pero sobre la gestación subrogada lo tienes claro: “No es una técnica de reproducción asistida más sino un proceso biológico mercantilizado por el sistema capitalista…”.
R. Cuando hablamos de “vientres de alquiler” no podemos negar que detrás hay unos intereses económicos muy concretos. Pero lo que hay que señalar muy claramente es que la gestación subrogada convierte el útero de la mujer y el embarazo en objeto de negocio. Está claro que querer ser madre y querer ser padre es muy comprensible, pero no se pueden anteponer los deseos individuales a derechos de terceros como son los derechos de las criaturas y de las madres gestantes. Además, no podemos olvidar que las mujeres que hacen este tipo de prácticas están en una condición de desigualdad económica y social muy importante; si lo hacen es porque necesitan dinero.
P. Ser madre, ¿es un derecho o un privilegio?
R. Yo creo que ser madre es un derecho, pero un derecho que no puede chocar con los derechos de otros. No puedes imponer el derecho de ser madre vulnerando el derecho de otra mujer o de un bebé, si hablamos de gestación subrogada, por ejemplo.
En cuanto a si ser madre es un privilegio creo que actualmente estamos viviendo en un contexto en el que verdaderamente lo es, en el sentido de que no se dan las condiciones necesarias para poder ejercerla de manera libre.
En la actualidad la maternidad ya no es un destino único para las mujeres, podemos escoger si queremos ser madres o no, pero en este contexto en el que se supone que somos libres, lo que constatan los datos es que las mujeres tenemos cada vez más dificultades para poder ejercer de madres. Cuando miramos los datos vemos que 1 de cada 4 mujeres nacidas en 1975 no serán madres, y la mayoría no lo será a pesar de desearlo. En España hay una gran diferencia entre los hijos que las mujeres desean y los que finalmente tienen. La precariedad laboral, el precio de la vivienda o las dificultades económicas conducen a problemas de fertilidad porque se posterga el hecho de tener hijos. Aquí es cuando la maternidad se puede convertir más en un privilegio que en una práctica ejercida de una manera libre.
P. El libro está impregnado de tu experiencia vital como madre. ¿Ha cambiado tu maternidad la forma de ver la propia maternidad?
R. Por supuesto. Yo nunca me había planteado antes de tener un hijo lo que implicaba la maternidad. Es a raíz de quedarme embarazada, de buscar información sobre el parto, cuando me doy cuenta de la cantidad de derechos que como mujeres se nos vulneran, empezando por el derecho a un parto respetado. La semilla de Mamá desobediente está ahí y en la pregunta: ¿cómo es posible que unas prácticas tan esenciales para la reproducción humana como son gestar, parir y amamantar sean profundamente ignoradas? E ignoradas no solo a nivel social o político sino incluso en los espacios de activismo social.
P. Por último, ¿qué crees que necesitamos para “deconstruir” los infinitos mitos que rodean a la maternidad?
R. Yo creo que es necesario reapropiarnos de la maternidad en un sentido feminista y emancipador, rescatar el ejercicio materno del patriarcado. Tenemos ese lema feminista que es tan claro y que dice que “lo personal es político”, pues la maternidad también lo es. Y no se trata de tener una visión romántica de la misma sino de reconocer el papel fundamental que ha jugado y que juega la maternidad en la sociedad y otorgarle el lugar que le corresponde.
Al unísono se nos oye más y mejor. Este es el motivo por el que Noelia Urbano y Mery Velasco han decidido recoger en este perfil de la red social las máximas feministas.
Todo empezó el año pasado durante las manifestaciones del 8 de marzo, cuando estas dos mujeres y sus amigas se encontraron con problemas para entender lo que el resto de compañeras coreaban en las calles.
Intentaron sin éxito leer los labios e incluso repetir lo que creían entender hasta que se dieron cuenta que una de ellas estaba gritando (obviamente sin pararse a pensar lo que decía) «Madrid, será, la cuna del machismo».
Es por esto que vieron la necesidad de crear esta guía en la que reunir las proclamas y conseguir así que se nos oiga a todas bien alto y bien fuerte, uniendo nuestras voces por la igualdad.
Por cierto, las chicas de «Grita feminismo» nos invitan a que les mandemos nuestros gritos y proclamas a través de los mensajes directos de su cuenta para que puedan ser compartidos.