Romper estereotipos, uno de los retos pendientes en México para impulsar a más mujeres dentro del sector científico.
Romper el paradigma de las mujeres en los grandes puestos de ciertos sectores debe ser prioridad en las ciencias e ingenierías, afirma la jefa de Excelencia de Negocio de Takeda México, Coral García del Valle Moreno.
A propósito del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, que se celebró el 11 de febrero, la Asociación Mexicana de Industrias de Investigación Farmacéutica (AMIIF) abrió el espacio “Mujeres con ciencia” en su sitio web dedicado a mujeres vinculadas a las ciencias, tecnologías, ingenierías y matemáticas (STEM por sus siglas en inglés) que trabajan en la industria biofarmaceútica.
“Aún falta impulsar más la equidad y la visión que no hay carreras para hombres o para mujeres. Hay carreras que requieren ciertas cualidades y quienes las desarrollen destacarán y aportarán más en cualquier industria. Hay que retar los estereotipos que como sociedad hemos construido”, expresa la ingeniera industrial.
Obstáculos para las mujeres
Profesionistas como Coral García del Valle comparten las razones por las que decidieron estudiar carreras vinculadas a STEM, así como sus puntos de vista sobre los avances y pendientes para romper los estereotipos y obstáculos a los que se enfrentan las mujeres.
“Aprender ciencias es retarte a ti misma. Entusiasmarte, querer mejorar todo el tiempo. El talento no depende del género. Puedes hacerlo y ser muy exitosa”, dice la gerente de producción de Sanofi México, Roxana Ordaz.
La directora de farmacovigilancia de Sanofi México, María Teresa García, recomienda hacer divulgación de las ciencias de manera amigable y desde temprana edad para despertar el interés de las niñas.
Importancia de la divulgación
“Manténganse firmes y entusiastas en los temas de ciencia que les apasionan. Pueden presentarse altas y bajas en el camino, pero la persistencia es la clave para el éxito”, sostiene.
¿Por qué importa difundir y echar luz sobre esos logros? “Porque no puedes ser lo que no puedes ver. ¿Cómo pueden las niñas, adolescentes y adultas sentirse inspiradas por una profesión si no ven a otras mujeres desempeñándola? Por eso hemos creado este espacio, señaló Cynthia Ramírez, directora de Comunicación de AMIIF.
Basado en un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo, ONU Mujeres refiere que si se eliminara la desigualdad de género en los procesos de promoción de investigadores a las categorías superiores, el sistema académico nacional se vería beneficiado con un aumento de entre el 17% y el 20% de la productividad científica, medida en número de artículos publicados en revistas especializadas con referato.
A nivel mundial, menos del 30% de profesionales en ciencia son mujeres, y la probabilidad de que las mujeres finalicen una licenciatura es de 18%; una maestría, de 8%, y un doctorado, de 2%. En contraste, la probabilidad para los hombres es del 37%, 18% y 6%, según Movimiento STEAM.
Como parte de su compromiso con el Pacto Mundial de Naciones Unidas, AMIIF fortalece su programa de integridad corporativa y trabaja en acciones que permitan alcanzar la meta de igualdad de género.
Aún cuando han aumentado las investigadoras científicas, las mujeres todavía son una minoría en disciplinas como las matemáticas, la informática, la ingeniería y la inteligencia artificial. Publican el mismo número de estudios científicos que los hombres, pero su representación en las publicaciones de prestigio es inferior. Durante la pandemia de COVID-19 se enfrentan al cierre de sus laboratorios mientras crecen sus responsabilidades de cuidar a otras personas. Las mujeres representan a la mayoría del personal sanitario y son uno de los grupos más afectados por la emergencia.
Como cada 11 de febrero, con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, la UNESCO y la Fundación L’Oréal premiaron este jueves a cinco investigadoras. En esta ocasión, las ganadoras trabajan en los campos de la astrofísica, las matemáticas, la química y la informática.
Las mujeres escriben anualmente tantos artículos científicos como los hombres, pero sus posibilidades de aparecer en revistas de prestigio son menores. Aunque representan el 33% del total de investigadores, sólo ocupan una media del 12% de los puestos en las academias científicas nacionales de todo el mundo.
La proporción de mujeres entre los licenciados en ingeniería es inferior a la media mundial en muchos países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Es el caso, por ejemplo, de Australia (23,2%), Canadá (19,7%), Chile (17,7%), Estados Unidos (20,4%), Francia (26,1%), Japón (14,0%), la República de Corea (20,1%) o Suiza (16,1%).
Pero no existe un patrón regional
Además, no existe un patrón regional definido. Algunas de las proporciones más elevadas de mujeres graduadas en ingeniería se encuentran en los Estados árabes, por ejemplo, en Argelia (48,5%), Marruecos (42,2%), Omán (43,2%), Siria (43,9%) y Túnez (44,2%), y en América Latina, donde las mujeres representan el 41,7% de los graduados en ingeniería en Cuba, el 47,5% en Perú y el 45,9% en Uruguay. También se observan grandes disparidades entre los países de una misma región.
El capítulo también destaca el hecho de que las mujeres no se benefician plenamente de las oportunidades de empleo abiertas a los expertos altamente formados y cualificados en campos de vanguardia como la inteligencia artificial, donde solo uno de cada cinco profesionales (22%) es una mujer, según un estudio de 2018 del Foro Económico Mundial sobre la Brecha Global de Género.
Asimismo, las mujeres fundadoras de empresas emergentes siguen teniendo dificultades para acceder a financiación y, en las grandes empresas tecnológicas, siguen estando infrarrepresentadas tanto en los puestos de dirección como en los técnicos.
También son más propensas que los hombres a abandonar el campo de la tecnología, y a menudo citan las malas perspectivas de carrera como motivo clave para su decisión. Sin embargo, la actitud de las empresas hacia las mujeres está evolucionando, ya que los estudios relacionan la confianza de los inversores y los mayores márgenes de beneficio con la existencia de una plantilla diversa.
Centros para el Control y la prevención de las Enfermedades (CDC)
Una científica analizando una muestra sospechosa de contener una toxina bacteriana.
La inteligencia artificial no es tan inteligente si le falta la mujer
Las mujeres deben formar parte de la economía digital para evitar que la Industria 4.0 perpetúe los prejuicios tradicionales de género. A medida que aumenta el impacto de la inteligencia artificial en las prioridades de la sociedad, la escasa representación de la contribución de las mujeres a la investigación y el desarrollo supone que probablemente se pasen por alto sus necesidades y perspectivas en el diseño de productos que repercuten en nuestra vida cotidiana, como las aplicaciones para teléfonos inteligentes.
El llamado techo de cristal -la limitación del ascenso laboral de las mujeres en las organizaciones y empresas- también sigue siendo un obstáculo para las carreras de las mujeres en el mundo académico, a pesar de algunos avances. A nivel mundial, las mujeres han alcanzado la paridad numérica (45-55%) en los niveles de estudio de grado y máster y están en puertas de conseguirla en los niveles de doctorado (44%), según el Instituto de Estadística de la UNESCO.
La brecha de género se amplía a medida que las mujeres avanzan en su carrera académica, con una menor participación en cada peldaño sucesivo del escalafón, desde la estudiante de doctorado hasta la profesora asistente, pasando por la directora de investigación o la profesora titular.
Los sesgos están en todos los ambitos, sean becas o congresos
En general, las investigadoras suelen tener carreras más cortas y peor pagadas. Su trabajo está poco representado en las revistas de alto nivel y a menudo no se las tiene en cuenta para los ascensos. Las mujeres suelen recibir becas de investigación más modestas que sus colegas masculinos y, aunque representan el 33,3% de todos los investigadores, sólo el 12% de los miembros de las academias científicas nacionales son mujeres.
El sesgo de género también se constata en los procesos de revisión por pares y en los congresos científicos, en los que se invita a hombres a hablar en paneles científicos dos veces más que a mujeres. (Los datos sobre la proporción mundial de mujeres investigadoras se basan en la información recopilada en 107 países en el periodo 2015-2018 por el Instituto de Estadística de la UNESCO).
Esta persistente desigualdad es contraria al artículo 24 de la Recomendación de la UNESCO sobre la Ciencia y los Investigadores Científicos (2017), que afirma que los Estados deben velar por que los investigadores científicos disfruten de condiciones equitativas de trabajo, contratación y promoción, evaluación, formación y remuneración sin discriminación.
La base de datos Request a Woman Scientist [Solicite una mujer científica] es una de las respuestas a la discriminación de género en la ciencia. Forma parte de la organización 500 Women Scientists. Conecta una red multidisciplinar de mujeres científicas profesionalmente avaladas con cualquier persona que necesite identificar, consultar, invitar o colaborar con una mujer especializada.
Rimma Mukhtarova and Sabina Baki
Niñas en Uzbekistán durante una clase de tecnología.
No poner obstáculos a sus carreras
«No basta con saber captar a las mujeres para una disciplina científica o tecnológica. También hay que saber retenerlas, garantizando que sus carreras no estén plagadas de obstáculos y que sus logros sean reconocidos y apoyados por la comunidad científica internacional», dijo la subdirectora general de Ciencias Naturales de la UNESCO, Shamila Nair-Bedouelle.
Por su parte, la directora de la Fundación L’Oréal, Alexandra Palt, destacó la necesidad de romper con las limitaciones en el campo de la investigación científica y la importancia de lograr más visibilidad.
“En la actualidad, menos del 4% de los Premios Nobel científicos se han concedido a mujeres y el techo de cristal sigue persistiendo en la investigación. Mientras se mantenga el desequilibrio de género en la ciencia, nunca podremos afrontar los retos de una sociedad inclusiva ni abordar los problemas científicos a los que se enfrenta el mundo.»
Ante esta panorama, la directora general de la Organización , Audrey Azoulay denuncia que “todavía hoy, en el siglo XXI, las mujeres y las niñas son marginadas en la esfera científica debido a su sexo” y añade que “las mujeres deben saber que tienen un lugar en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas y que tienen derecho a participar en el progreso científico”.
Los premios para desafiar estereotipos
Los premios de prestigio son otra forma de mostrar la excelencia y desafiar los estereotipos negativos sobre las mujeres en la ciencia. Un ejemplo es el programa L’Oréal-UNESCO La Mujer y la Ciencia, que a lo largo de los últimos 23 años ha dado a conocer a investigadoras destacadas mediante la atribución anual de premios y becas de investigación con el fin de cambiar actitudes y proporcionar modelos femeninos positivos.
En 2019, el programa amplió sus propios premios y becas internacionales para incluir las matemáticas y las ciencias de la computación, en reconocimiento de la falta de visibilidad de las mujeres en campos que están en el centro de la Cuarta Revolución Industrial. El 11 de febrero se anunciarán cinco nuevas galardonadas, una de cada continente.
Asimismo, los Premios de la Fundación OWSD-Elsevier para las mujeres científicas que inician su carrera, cuyas cinco galardonadas de 2021 recibirán sus premios en una ceremonia en línea el 9 de febrero. Desde 2013, la UNESCO y la Fundación Elsevier conceden anualmente premios a mujeres de países en desarrollo que han superado obstáculos considerables para alcanzar la excelencia en la investigación.
La profesora Alicia Dickensein, ganadora por América Latina y el Caribe
El Premio Internacional L’Oréal-UNESCO para las Mujeres en la Ciencia en América Latina y el Caribe lo recibió la profesora Alicia Dickensein, de la Universidad de Buenos Aires, por su trabajo en el campo de las matemáticas. La ganadora del prestigioso galardón recibirá una compensación de 100.000 euros (unos 120.000 dólares).
El reconocimiento de la profesora Dickensein se debe a sus contribuciones “a la vanguardia de la innovación matemática al aprovechar la geometría algebraica en el campo de la biología molecular”.
La UNESCO afirmó que las investigaciones de la docente “permiten a los científicos comprender las estructuras y el comportamiento de las células y las moléculas, incluso a escala microscópica. Actuando en la frontera entre las matemáticas puras y las aplicadas, ha forjado importantes vínculos con la física y la química, y ha permitido a los biólogos obtener una profunda comprensión estructural de las reacciones bioquímicas y las redes enzimáticas”.
Una joven afgana muestra durante una exhibición en Kabul cómo funciona un robot que ella construyó.
Guterres: A mayor diversidad, mayor innovación
En su mensaje para la jornada, el Secretario General de la ONU destacó, por su parte, que la igualdad de género en la ciencia y la tecnología “es esencial para construir un futuro mejor”.
António Guterres recordó que el 70% del personal sanitario se compone de mujeres, uno de los grupos que más ha sufrido los efectos de la pandemia del coronavirus y que, al mismo tiempo, ha capitaneado las actividades para combatirla.
El titular de la ONU ahondó en el problema y también se refirió a las dificultades a las que se enfrentan las investigadoras con la crisis provocada por la COVID-19.
“Muchas científicas no solo tienen que hacer frente al cierre de sus laboratorios, sino también al aumento de sus responsabilidades de cuidar a los demás, lo que les resta tiempo para una labor de investigación que resulta vital. Estos retos han agravado una situación ya de por sí difícil para las mujeres que trabajan en el ámbito científico”, enfatizó.
Guterres sostuvo que los estereotipos han alejado a las mujeres y niñas del ámbito científico y aseveró que ha llegado el momento de “reconocer que, cuanto mayor sea la diversidad, mayor será la innovación”, ya que su falta de representación en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas provoca que los hombres continúen diseñando un mundo “a su medida”.
Para lograr esta mayor innovación, el Secretario General calificó de necesidad imperiosa el acceso de las niñas a una educación que les sirva para “labrarse un futuro” en áreas como la ingeniería, la programación informática, la tecnología en la nube, la robótica y las ciencias de la salud.
“Esto es indispensable para nuestra tarea de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Una mayor participación de las mujeres en las ciencias y la tecnología puede cerrar la brecha salarial de género y aumentar los ingresos de las mujeres en 299.000 millones de dólares en los próximos diez años”, resaltó.
El 11 de febrero es un buen momento para reivindicar la necesidad de igualdad entre géneros en la carrera investigadora. Aunque también para recordar las aportaciones, a menudo silenciosas, que tantas mujeres han hecho a la historia de la ciencia. Cada vez son más las personas que ponen su granito de arena para que así sea. Este año, Laura Morrón ha colocado el suyo con la publicación de A hombros de gigantas, un libro en el que se cuenta la historia de 110 mujeres científicas que dejaron huella en áreas de lo más variadas. Pero lo hace de un modo muy original, a través de haikus o, como se llama a aquellos de contenido científico, scikus. En Hipertextual hemos hablado con ella, para que nos cuente cómo se ha sentido al condensar más de un centenar de vidas fascinantes en composiciones de tres versos.
De todas las herramientas a las que podrías haber recurrido para dar a conocer a esas mujeres científicas has elegido el haiku. ¿Por qué?
En realidad ya había escrito sobre algunas de ellas en mi blog, Los Mundos de Brana, pero en prosa. La decisión de utilizar haikus surgió de un concurso de Zientzia Astea, que es la Semana de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco. Allí se propuso hacer un haiku inspirado en las matemáticas y yo pensé; ¿por qué no las mujeres matemáticas?
Yo ya había hecho varios de ciencia en general. De hecho, nuestros libros de la colección Café Cajal empiezan todos con uno. También había dedicado alguno a unas pocas personas de ciencias, pero no había profundizado en las mujeres científicas. Me animé con ese y me pareció muy diferente y bonito intentar informarme sobre ellas y ver lo que me inspiraba para resumirlo. Era como un juego.
Los ‘scikus’ del libro recuerdan un poco al formato de píldoras de 15 minutos de congresos como Naukas o Desgranando ciencia, en los que te enseñan lo básico, a la vez que generan interés para seguir buscando. ¿Es esa una de las utilidades de este formato?
Desde luego. El objetivo es también que el lector haga el camino contrario al que he hecho yo y amplíe la información. A mí me encanta que los libros interactúen con el lector, que le creen una interrogación. Y si es de una manera bonita y poética, mejor. A mí es una de las cosas que más ilusión me hacen si se consigue. Además, pienso que puede ser una buena herramienta de descubrimiento de las gigantas para los más jóvenes.
¿Crees que para divulgar es importante derribar la vieja frontera entre ciencias y letras en la que todavía creen muchas personas?
Sí, totalmente. Yo creo que somos personas y personas con muchas aficiones, lo que pasa es que por cuestiones prácticas nos hacen escoger muy pronto, porque existen muchas especialidades. A mí eso de que en cuanto alguien hace dos cosas ya le llamen hombre o mujer del Renacimiento me da un poco de risa, porque tendría que ser lo normal. Lo que pasa es que, por razones prácticas, a veces nos hacen elegir y nos perdemos cosas. Y claro, si luego tú mismo no intentas tener más sensibilidad y buscar, pues es una lástima.
Por eso es tan importante la divulgación, y no solo la científica, sino la de todas las materias. Así podemos ver que aquello que en su momento no pudimos aprender también es muy disfrutable.
Además, está todo relacionado. En el arte hay ciencia, en la ciencia hay música… Son conocimientos humanos y están todos unidos.
El arte en este libro no se ve solo en los scikus. Llama la atención desde el primer momento en que lo tienes en tus manos. ¿Buscabais ese efecto con el proceso de edición?
Buscábamos que la lectura fuera toda una experiencia. A mí me gustaría resaltar la labor de edición de Estíbaliz Espinosa, porque una sola no se puede editar. Además, ella es poeta y divulgadora científica e hizo un trabajo estupendo. Y también quiero destacar el papel de la diseñadora, Itziar Goñi. Si nos enamoramos del libro es gracias a su gran labor.
¿En qué te basaste para seleccionar a las mujeres científicas que aparecen en el libro?
Me costó mucho quedarme con 110, porque hay muchas mujeres científicas. Una vez que empecé, las primeras me salieron rápido, porque las conocía. Pero cuando tenía más o menos la mitad y Marta Macho, la autora del prólogo, me dijo que me animara a hacer más, fui ampliando. Y una vez que empiezas, encuentras a tantas… Sobre todo me quedé con aquellas que me inspiraban por sus logros.
Por desgracia, como hasta hace poco la mujer no podía ni siquiera estudiar, hay muchas que son “la primera de”, pero he intentado ir más allá de eso, que sus logros fueran potentes y me inspirasen. Por otro lado quise ser plural, porque la mayoría de mujeres científicas que yo conocía eran europeas, blancas, de un tiempo no muy lejano… Por eso busqué gigantas de otros países, culturas y etnias. Para buscar información hay webs que son un lujo. El blog de Mujeres Con Ciencia es una de ellas, yo ahí descubro muchísimas. Por eso también he querido poner al final del libro un “Para saber más”, para dar herramientas. Si yo quiero que la gente se haga preguntas, también debo ayudarles a encontrar las respuestas.
¿Tienes alguna favorita entre todas las mujeres científicas que has seleccionado?
Es muy complicado elegir solo a una. Siempre he tenido debilidad por Lise Meitner, pero es verdad que cuando empiezas a buscar y te aparecen tantas mujeres científicas, ya no sabes cuál te gusta más. Me quedaré con una que además conozco, que es María José Yzuel, porque es una referente actual en óptica y también una persona super sencilla, que ha hecho una gran labor tanto por la mujer como por la divulgación. En tiempos en los que la divulgación no estaba bien vista, ella estando arriba del todo lo hizo.
Además, creo que nos tenemos que fijar en las gigantas que tenemos aquí y ahora, pues también hay muchas de España. Otra muy interesante es Ángeles Albariño. Pero ya te digo que es difícil quedarse solo con una, que las demás no se enfaden, porque me gustan todas.
Hay científicas de todas las épocas, incluyendo la actualidad. Por ejemplo, mencionas a Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, ‘madres’ de la técnica CRISPR y recientes ganadoras del Nobel, ¿crees que a veces en momentos como el 11F caemos en el error de dar el valor que por supuesto merecen a las científicas del pasado, pero olvidándonos de las del presente?
Es cierto que sí que hay actividades en las que las propias científicas van a las aulas, por ejemplo. Pero no, no podemos caer en el error que comentas. Los referentes son buenos, por muchos motivos, pero sin dejar a un lado a las mujeres científicas actuales.
Si siempre vamos tan atrás, se puede llegar a pensar “¿y ahora qué?” A mí me gusta mucho una obra de teatro sobre esta temática. Fíjate, arte y ciencia juntas como hablábamos antes. Se llama Científicas: pasado, presente y futuro, de Paco Vega. Las actrices, que son mujeres científicas en la actualidad, interpretan a las del pasado y luego hablan de su investigación.
Yo personalmente con este proyecto de las gigantas quisiera crecer en esa línea, con la colaboración de investigadoras, aunque ya no sea en formato libro.
¿Crees que todavía nos falta mucho para alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres en el ámbito de la ciencia?
Sin duda. Es verdad que ahora hay mucha más sororidad y también compañerismo y voluntad por parte de los hombres, pero tenemos que ponernos las pilas, porque por inercia podríamos quedarnos 150 años más así.
Hay gente que se piensa que las cosas están bien y es que si no te pones en los zapatos de otras personas no te das cuenta de lo que hay. El 11 de febrero es una alerta de que las cosas no están bien. Cuando no haga falta este día habremos llegado a donde debemos estar. Yo espero que todas estas iniciativas hagan que más días sean 11F, que tanto las niñas como los niños entiendan que no hay estudios para un género o para otro y que poco a poco no haga falta hacer libros de historia especiales, solo de mujeres científicas, porque tengan el espacio que merecen en los generales.
A pesar de vivir en sociedades llenas de prejuicios contra las mujeres, estas pioneras cambiaron el saber humano con sus investigaciones.
Las posibilidades para el desarrollo intelectual de las mujeres han sido escasas hasta tiempos recientes. Las leyes y la sociedad patriarcal así lo dictaban, por lo que hacerse un hueco en ciertos campos de conocimiento, reservado a los hombres, era toda una proeza. Logros científicos como los de Hipatia de Alejandría (s. IV) o Mae Jemison (todavía viva) son una auténtica anomalía de su tiempo. La mayoría no tuvieron acceso a una formación reglada o se vieron obligadas a realizar sus investigaciones a escondidas, pues incluso en ciertos casos tenían vetado el acceso a los laboratorios. Aun así, gracias a su tenacidad y perseverancia, consiguieron sortear los obstáculos que, por su género o condición racializada, el sistema patriarcal les fue poniendo en el camino.
El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, una fecha para recordar a todas esas mujeres que realizaron aportaciones esenciales en la historia de la investigación. Sus historias son inspiradoras, pues manifestaron la originalidad de su pensamiento, creativo e innovador, a pesar de las trabas. Y aunque parezca algo del pasado, según la ONU «la brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM) persiste desde hace años en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, estas todavía se encuentran insuficientemente representadas en estos campos». Aquí este homenaje en forma de fotogalería para visibilizar este problema persistente a día de hoy.
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Hipatia de Alejandría
Se trata de la primera mujer matemática y astrónoma de la historia cuya obra está documentada. 1.600 años después de su nacimiento -alrededor del año 370 d.C., en Alejandría- su aportación a la ciencia sigue siendo extraordinaria. Gracias a sus escritos han llegado hasta nuestros días tratados matemáticos de la antigüedad. Entre ellos destaca la edición de los ‘Elementos de la Geometría de Euclides’, pues es la que aún se emplea actualmente. También escribió sobre ‘La Aritmética’, de Diofanto -conocido como el padre del álgebra-, un ‘Canon de Astronomía’ o la revisión de ‘Las Tablas Astronómicas’, de Claudio Tolomeo, por citar algunos. Según el filósofo Sinesio de Cirene, mejoró el astrolabio (el instrumento que permite determinar la posición de las estrellas) e inventó un hidrómetro y un hidroscopio. Asimismo, se le atribuye la autoría de un densiómetro, un aerómetro y un aparato para la destilación del agua. Gran oradora, fue profesora de matemáticas tanto de estudiantes paganos como de cristianos. A pesar de su tolerancia, fue acusada de blasfema y anticristiana por el obispo Cirilo, lo que desembocó en su brutal asesinato a manos de una turba de gente.
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Hildegard von Bingen
Conocida como la primera sexóloga de la historia, la alemana Hildegarda (1098-1179) sentó las bases para el estudio de la ginecología y la salud femenina. Además de naturalista y científica, se desempeñó como filósofa, sanadora, teóloga, poeta y compositora. Sobre esta última faceta, se dice que también fue precursora de la ópera. Desde niña confesó tener visiones místicas y a los 15 años se ordenó como monja bajo la regla benedictina. Con 38 años, una voz interna le reveló su designio: transmitir el conocimiento del mundo a través de la escritura. ‘Liber Scivias’ fue su primer libro, y en él recogía su propia visión cosmogónica, basada en la tradición griega. Más adelante, en su volumen ‘Physica (Liber Simplicis Medicinae)’ llevaba a cabo una descripción de los elementos del mundo natural -vegetal, animal y mineral- indicando propiedades útiles para el común de los mortales. Finalmente, en el libro ‘Causa et curae’ recopiló sus conocimientos sobre la menstruación y síntomas como la amenorrea, ofreciendo consejos sobre alimentación para disminuir el exceso de sangrado.
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Trótula de Salerno
Hay quien duda de su existencia o piensa que, en realidad, se trataba de un hombre, pero Trótula (1110-1160), conocida como la primera ginecóloga de la historia, fue una mujer real que vivió en Salerno, donde se encontraba por aquel entonces la más famosa de las universidades del orbe conocido. En ella ejerció su magisterio sobre una materia que a los médicos de aquella época les estaba vedada: la atención de las mujeres en el parto. De su trabajo surgieron dos libros que marcaron la historia de la ciencia. ‘De passionibus mulierum ante in et post partum’, un libro ninguneado hasta comienzos del siglo XVI, cuando la imprenta le permitió hacerse más conocido y de este modo expandir los conocimientos estudiados sobre una nueva rama médica: la ginecología y obstetricia. También escribió un librito dedicado a la cosmética femenina, ‘De ornatu mulierum’, en el que aparecen consejos para realzar la belleza y procurar la higiene.
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Mary Anning
Aunque la recordamos como “la madre de la paleontología” o “la buscadora de fósiles”, Mary Anning (1799-1847) no recibió en vida el reconocimiento que merecía. La suya, especialmente, es una historia de superación. Pobre y sin estudios, de niña acompañaba a su padre a recoger restos marinos que luego vendían a los turistas que visitaban su pueblo natal, al sur de Inglaterra. Cuando este murió, ella continuó con la búsqueda entre riscos afilados y acantilados inestables. A los 12 años encontró un cráneo que resultó ser el primer fósil completo de un ictiosaurio. A este le siguieron los dos primeros esqueletos de plesiosaurios y uno de pterosaurio, el primero fuera de Alemania, así como diversos fósiles de peces. A pesar de ello, por ser mujer, no se le permitió formar parte de la Sociedad Geológica de Londres. Fueron los científicos hombres los que escribieron artículos sobre sus hallazgos que luego publicaban, sin nombrarla, en revistas científicas. Todavía hoy la contribución de Anning a la comunidad científica no está suficientemente reconocida. Gracias a sus descubrimientos de los primeros restos de dinosaurios, se produjeron grandes cambios en las ideas sobre los orígenes de la Tierra.
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Ada Lovelace
Considerada la primera programadora, Augusta Ada Byron (1815-1852), condesa de Lovelace, fue la primera persona en escribir un algoritmo apto para ser procesado. Lo hizo a partir de la Máquina Analítica, invento de Charles Babbage, capaz de realizar cualquier cálculo matemático. Además de explicar cómo se introduciría dicho algoritmo y las operaciones que debería realizar la máquina para calcularlos, descubrió que también se podrían procesar otros símbolos, como las notas musicales o las letras. En otras palabras, la “científica poetisa” -hija del poeta romántico Lord Byron, así se llamaba así misma-, imaginó algo que todavía no existía: el ordenador.
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Marie Curie
Maria Salomea Sklodowska (1867-1934), nacida en Varsovia, fue la primera mujer en recibir un premio Nobel y la primera persona en recibir dos. Licenciada en Física y Matemáticas en la Sorbona, dedicó su tesis doctoral a profundizar en la radiación espontánea del uranio a partir de los trabajos previos llevados a cabo por el científico Henri Becquerel. Inició, junto a su marido Pierre Curie, investigaciones en torno a la radiactividad que les llevaron a descubrir el polonio y el radio. En 1911 recibió el Premio Nobel de Física, compartido con su esposo y Becquerel. En 1906 recibió una cátedra en la Sorbona, convirtiéndose así en la primera mujer de Francia en ocupar dicho puesto. En 1911 recibió el Premio Nobel de Química por sus avances en el estudio de la naturaleza y los compuestos del radio.
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Henrietta Swan Leavitt
Pionera de la cosmología moderna, la astrónoma americana Henrietta Swan Leavitt (1868-1921) reveló el universo. Tras graduarse, trabajó en “el harén de Pickering” o “las computadoras”, un grupo de mujeres del Observatorio de Harvard liderado por Charles Pickering, cuya ambiciosa misión era la catalogación de cada estrella del firmamento. Fue un trabajo mecánico, infravalorado y mal pagado, pero allí descubrió 2.400 Cefeidas, estrellas variables que brillaban intermitentemente. A partir del hallazgo, estableció la relación entre su luminosidad y los periodos con los que cambiaban el brillo: cuanto más brillante era una estrella, más duraba su pulsación. La ley de Leavitt permitió calcular la distancia a la que se encuentran estrellas y galaxias del planeta Tierra, permitió determinar que el universo se estaba expandiendo y facilitó la comprensión de las escalas cósmicas. También desarrolló un patrón de medidas fotográficas y descubrió cuatro estrellas novas. Aunque su trabajo no fue reconocido en vida, en 1925 fue nominada a título póstumo para el Premio Nobel.
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Lise Meitner
Descubrió, junto con Otto Hahn, la fisión nuclear. Sin embargo, la discriminación de género y la persecución racial jugaron en su contra y el Premio Nobel de 1944 reconoció solo el mérito de su compañero de laboratorio. Lise Meiter (1878 – 1968), sueca de origen autriaco, estudió física en Viena y en 1906 obtuvo su doctorado. Posteriormente se trasladó a Berlín, donde midió las longitudes de onda de los rayos gamma. Y lo hizo sin remuneración económica y en un sótano, pues no se permitía la entrada de mujeres en el laboratorio. En 1938, por la anexión de Austria con Alemania, las leyes antisemitas le llevaron a refugiarse en Estocolmo. Meitner y Hahn fueron capaces de fisionar el uranio, descubrimiento que allanó el camino para lograr la liberación de energía atómica, lo que sirvió como base para la construcción posterior de la bomba atómica. Un proyecto en el que la científica se negó a participar. A partir de ese momento, aunque recibió un total de cinco doctorados y varias condecoraciones, nunca más volvió a trabajar sobre la fisión y dedicó su energía al uso pacífico de la energía atómica.
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Vera Rubin
La astrónoma norteamericana Vera Cooper Rubin (1928-2016) (la segunda por la izquierda en la imagen) encontró la primera evidencia de materia oscura. Doctorada en la Universidad de Georgetown en 1954 tras muchos sinsabores académicos, dedicó su tesis a esclarecer si las galaxias están distribuidas uniformemente en el Universo. Tras analizar el comportamiento de Andrómeda descubrió que su gran espiral tenía una rotación anómala. A partir de la observación de otros muchos objetos concluyó que esta característica era común a todas las galaxias espirales. De este modo infirió que, transgrediendo las leyes del movimiento de Newton, las estrellas situadas en los bordes se movían con la misma rapidez que las del centro. Se trataba de una materia -hoy sabemos que conforma el 84% del Universo- que no interactúa con la materia común. Tampoco emite luz y solo puede ser deducida a partir de los efectos gravitacionales que sus partículas invisibles generan sobre el movimiento de otras materias, tales como estrellas o galaxias. Los resultados obtenidos por Rubin establecieron la base del estudio a gran escala de la estructura del Universo.
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Hedy Lamarr
Recordada por muchos como “la mujer más bella de la historia del cine” o por ser la primera actriz en interpretar en 1933 un orgasmo ante la pantalla, Hedwing Eva Maria Kiesler, conocida artísticamente como Hedy Lamarr (1914-2000), desarrolló la teoría del espectro ensanchado, precursor del wifi. Sin embargo, años antes, ante el escándalo que supuso su carrera cinematográfica -también fue la primera mujer en protagonizar un desnudo-, sus padres le obligaron a casarse con el proveedor armamentístico de Hitler y Mussolini, Friedrich Mandl. El empresario la encerró y terminó con su vida artística, ante lo que Lamarr, considerada superdotada ya desde sus años escolares, aprovechó para estudiar ingeniería. Al mismo tiempo que diseñaba un plan de fuga, fue haciéndose con información valiosa sobre los negocios de su marido. Finalmente logró escapar de su Austria natal a Estados Unidos, donde retomó su carrera en el séptimo arte. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, facilitó al gobierno norteamericano información sobre el armamento del ejército alemán. Contratada en el departamento de tecnología militar, descubrió que las señales de radio de la armada norteamericana eran fácilmente interceptables, por lo que diseñó un sistema capaz de hacer saltar señales de transmisión entre las frecuencias del espectro magnético. Un método que todavía se utiliza para redes móviles, GPS, Bluetooth o wifi.
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Ángeles Alvariño
Nacida en El Ferrol (1916-2005), fue la primera mujer enrolada en un buque oceanográfico. Licenciada en Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid, se doctoró en Química en el Instituto Español de Oceanografía de Madrid, donde inició su actividad docente. Fue en 1953, gracias a una beca del British Council, cuando se embarcó en el Sula y en el Sarsia, dos buques de investigación marina. Tan solo un año después, en esta ocasión debido a una beca Fullbright, viajó a Massachusetts para realizar una investigación en el Instituto Scripps de Oceanografía. Posteriormente se trasladó a California y allí obtuvo su segundo doctorado en Biología y llevó a cabo el grueso de sus investigaciones, donde descubrió una veintena de nuevas especies de zooplacton. Contratada por el Gobierno de Estados Unidos, dedicó el resto de su carrera a estudiar el potencial de los caladeros y de los recursos pesqueros del país. Murió como una eminencia de la oceanografía mundial.
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Katherine Johnson
Pionera en las misiones especiales de la NASA, el trabajo de la matemática afroamericana Katherine Johnson (1918-2020) fue clave en la llegada de la humanidad a la Luna. La segregación racial y la discriminación por género no le impidieron realizar los cálculos de las trayectorias de los primeros vuelos espaciales de Estados Unidos. Entre ellos, el vuelo espacial de Alan Shepard, primer estadounidense en viajar al espacio en 1961, a bordo del Mercury Redstone 3. Un año después también se encargó de verificar las cuentas del vuelo orbital alrededor de la Tierra llevado a cabo por John Glenn en la nave Friendship 7. Además, en 1969 calculó la trayectoria del viaje que llevaría a Neil Amstrong a bordo del Apollo 11 a la Luna y ayudó a que el Apollo 13 pudiera regresar a la Tierra con su tripulación sana y salva.
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Jane Goodall
Pionera en el estudio de los chimpancés, Jane Goodall (1934) llegó a África con 20 años, donde entró en contacto con Louis Leakey, antropólogo, paleontólogo y arqueólogo, quien organizó expediciones para recabar información sobre los primates. Jane se dirigió a la selva de Gombe, en Tanzania, para observar a los chimpancés. Sus compañeras, Dian Fossey y Biruté Galdikas, estudiaron por su cuenta a gorilas u orangutanes, respectivamente. Aquel grupo, gracias a sus investigaciones, inauguró los estudios de primatología. Posteriormente, Goodall se doctoró en Cambridge, lo que le permitió dar clases en la Universidad de Stanford. Fue en 1961 cuando recibió una beca de la National Geographic Society para financiar sus investigaciones en Gombe. Allí descubrió la habilidad de los chimpancés para manejar objetos y modificarlos a su conveniencia para obtener sus fines. Sus observaciones en Gombe sobre los rasgos distintivos de los individuos y su manera de relacionarse y comunicar estados de ánimo -relatadas en su obra ‘A través de la ventana’– revolucionaron los estudios del campo de la etología.
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Mae Jemison
Aunque parecía algo inalcanzable a mediados de siglo XX, de niña soñaba con ser astronauta. Con casi 36 años, Mae Jemison (1956) se convirtió en la primera mujer afroamericana en viajar al espacio. Dos décadas antes comenzó a estudiar en la Universidad de Stanford, donde obtuvo su diploma en Ingeniería Química y en Estudios Afroamericanos. Posteriormente se graduó en Medicina en la Universidad de Cornell. Pasó dos años, entre 1983 y 1985, como médica en los Cuerpos de Paz en Liberia y Sierra Leona. A su regreso a Estados Unidos, y tras pedir el ingreso en la agencia espacial, fue una de las quince seleccionadas entre las dos mil candidaturas. El 12 de septiembre de 1992 partió en su única misión espacial -un total de 190 horas-, en la que llevó a cabo experimentos sobre la ingravidez y la cinetosis en ella misma y en el resto de la tripulación. Meses después abandonó la NASA y fundó The Jemison Group con el objetivo de poner en marcha un sistema de telecomunicaciones basado en satélites y cuya misión era mejorar los cuidados médicos en países en desarrollo.
La pandemia provocó la crisis laboral más grande de la historia moderna a escala global y las mujeres, uno de los grupos históricamente más vulnerables en esta esfera, enfrenta efectos todavía más profundos en términos de trabajo.
De acuerdo con el último Informe Especial COVID-19 de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la pandemia ha borrado al menos diez años de avances en la participación laboral femenina. En la región de América Latina, la tasa de participación de las mujeres se situó en 46% en 2020 lo que implicó una pérdida de seis puntos porcentuales respecto del nivel previo a la pandemia.
Estos bajos niveles de mujeres ocupadas en actividades remuneradas no se registraban desde hace una década; la proporción de mujeres que fueron expulsadas del mercado laboral se profundizó con la implementación de nuevas dinámicas sociales y escolares.
En México, según los reportes especiales del Inegi (Instituto Nacional de Estadística y Geografía), la mayoría de las mujeres que trabajan declaró que aunque podía hacer home office también tenía jornadas más largas y una mayor carga de labores del hogar o de cuidado de niños y adultos mayores.
La distribución desproporcional de estas tareas y la vulnerabilidad de las mujeres en el mercado laboral profundizaron no sólo la baja participación laboral femenina sino también la, significativamente amplia, brecha con sus pares hombres. Mientras en 2019 la brecha era de 21 puntos porcentuales, para el 2020 creció a 23.
La participación de mujeres en el mercado laboral remunerado, además de estar golpeada por la necesidad de destinar más recursos a actividades del hogar, también se vio presionada por la proporción de mujeres que se ocupaban en los sectores informales y de primera línea de atención: la hostelería, el comercio minorista, el trabajo remunerado en hogares, la educación y la salud.
En estos sectores -que han sufrido las mayores pérdidas de empleo- se registran cerca de 65% de mujeres en riesgo laboral alto por sólo un 44% de hombres en la misma situación, de acuerdo con cifras del Informe elaborado por la Cepal.
La crisis por Covid-19 generó una contracción de 7.7% del PIB de América Latina, eliminando miles de empleos y arrastrándo a la pobreza a un mayor porcentaje de la población total, especialmente en los países con problemáticas de desigualdad.
Bajo este contexto, la organización calcula que para 2020 cerca de 118 millones de mujeres en la región caigan en situación de pobreza; esta cifra es equivalente casi al total de habitantes que tiene México. Esta situación implica también que sólo en un año la pandemia habrá sumado 23 millones de mujeres y niñas a la pobreza.
La crisis económica generada por el COVID-19 golpea a los mercados de trabajo y aumenta su precarización. En el caso de las mujeres en América Latina y el Caribe, el desempleo llegó a 22,2% en 2020. Un nuevo estudio de la comisión económica para la región explica que su salida de la fuerza laboral responde a la demanda de cuidados en el hogar y pide un ingreso básico de emergencia para las mujeres que debieron dejar el trabajo para atender a su familia.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) destacó este miércoles la salida enorme de las mujeres de la fuerza laboral de la región ocurrida en 2020 como consecuencia de la demanda de cuidado de sus familias en el contexto de la pandemia de COVID-19. Por esta misma razón, esas mujeres no han vuelto a buscar trabajo.
Según los datos de la CEPAL, el nivel de ocupación remunerada de las mujeres retrocedió más de una década como consecuencia de la emergencia derivada del coronavirus.
La tasa de participación laboral de las latinoamericanas y caribeñas fue de 46% en 2020, en tanto que la de los hombres se ubicó en 69% (en 2019 esas cifras fueron de 52% y un 73,6%, respectivamente).
En un estudio sobre el impacto de la pandemia en la autonomía económica de las mujeres, la Comisión también señala que el desempleo de las mujeres llegó al 12% en 2020, un porcentaje que se eleva al 22,2% si se asume la misma tasa de participación laboral de las mujeres de 2019.
El documento indica que el desempleo femenino disminuye los ingresos de las familias y advierte que, si se toma en cuenta la sobrerrepresentación de las mujeres en los hogares pobres, unos 118 millones de ellas vivirán en situación de pobreza.
Sociedad del cuidado
En una conferencia de prensa para presentar el informe, la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena, afirmó que la pandemia “ha demostrado la importancia de la economía del cuidado y de la sociedad del cuidado” y pugnó por asistir a las mujeres que debieron dejar sus trabajos para atender sus hogares.
La Comisión prevé grandes repercusiones de los efectos económicos y sociales de la pandemia en la autonomía de las mujeres y aboga por provisiones que eviten que las crisis económica y social “profundicen los nudos estructurales de la desigualdad de género en América Latina y el Caribe en el corto, mediano y largo plazo”.
Entre las medidas a tomar para encarar la pandemia, Alicia Bárcena resaltó “el ingreso básico de emergencia para todas las mujeres que tuvieron que salir del mercado de trabajo, así como la protección a todas las adultas mayores con una pensión básica solidaria”, pensión que ya existe en los casos de México y Chile.
Bárcena consideró que el informe divulgado hoy revela “cómo nos movemos hacia una sociedad del cuidado y cómo la sociedad se manifiesta dispuesta a financiar esa sociedad del cuidado”.
La carga no es exclusiva de las mujeres
En ese renglón recalcó que las mujeres no deben ser las únicas responsables de pagar los costos de la sociedad del cuidado.
“Es la sociedad toda. Y eso requiere un pacto. Un pacto social y político porque hay efectos multiplicadores”, dijo.
De acuerdo con la Comisión, para afrontar con éxito los efectos económicos y sociales de la pandemia y lograr reconstruir con mayor igualdad, es necesario incorporar a todas las poblaciones que requieren cuidados y generar sinergias con las políticas económicas, de empleo, salud, educación y protección social, partiendo de una base de corresponsabilidad social y de género.
El trabajo emancipa
La Comisión también subrayó la importancia de la autonomía económica de las mujeres.
“Esa autonomía se logra a partir del empleo, de un empleo con derechos, de un trabajo bien remunerado. El trabajo es emancipador”, aseveró.
En resumen, agregó, la CEPAL llama a un cambio de paradigma “donde la política pública se transforme profundamente”.
“Que no tengan que ser sólo las ministras encargadas de los asuntos de género las que deban seguir luchando solas. Se requieren políticas fiscales, industriales, ambientales y, des de luego, que protejan los derechos de las mujeres y, hoy por hoy, que nos hagamos cargo de la terrible pandemia en la sombra que es la violencia”, apuntó.
Bárcena urgió a proteger a las mujeres que están en el sector del cuidado, tanto en la esfera de salud como en el área doméstica.
Además, sostuvo que las mujeres cuidadoras “deben ser prioritarias en los sistemas devacunación”.
Motor económico
El estudio asegura que un sistema integral de cuidados podría convertirse en un motor para impulsar la recuperación socioeconómica de la región sin dejar a nadie atrás.
La CEPAL plantea que existe un círculo virtuoso entre la inversión en infraestructura de cuidado y el crecimiento económico ya que la inversión dinamiza la demanda interna de consumo y, con ella, el nivel de actividad.
Además, la inversión amplía las posibilidades de crecimiento y de desarrollo a largo plazo dado que las mujeres ganan en tiempo a la vez que se profesionaliza y regula la calidad del cuidado, lo que contribuye a que los países salgan de la trampa de bajo crecimiento.
Las investigadoras tienen más obstáculos en su carrera científica para llegar a las altas cúpulas y ser reconocidas como referencias: solo el 7,5% de los referentes que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres.
Cada 11 de febrero –Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia– nos faltan mujeres, como referentes científicos y como modelos en los que las niñas puedan reflejarse desde su pupitre. Y no es porque no existan, sino porque en contadas ocasiones tienen un primer plano en la fotografía de la historia. Solo el 7,5% de los referentes que aparecen en los libros de texto de la ESO son mujeres. En Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO. Una genealogía de conocimiento ocultado, Ana López analizó 115 libros de 19 asignaturas diferentes –33 de ellos de ciencias– para encontrarse con un porcentaje poco esperanzador: en Física y Química, solo un 8,5% de las referencias hablan de mujeres. En Ciencias Naturales, alcanzan con dificultad el 10%.
En la actualidad, solo un tercio de los perfiles de investigación a nivel mundial pertenecen a las mujeres, según las estadísticas de las Naciones Unidas. España se sitúa por encima de la media (40%) pero, desde 2018, esta cifra prácticamente se ha quedado estancada. La brecha de género en los libros es evidente, pero la raíz del problema reside en algo mucho más profundo: las mujeres tienen más obstáculos en su carrera científica para llegar a las altas cúpulas de la investigación y ser reconocidas como referencias por sus descubrimientos. ¿Por dónde podemos empezar?
«Son las brechas de género en la financiación de las subvenciones las que atribuyen evaluaciones menos favorables de las mujeres como investigadoras principales y no la calidad de su investigación propuesta», aludía un grupo de investigadores en un estudio publicado hace ahora un año en The Lancet. Con motivo del Día de la Mujer en la Ciencia, analizaron un total de 24.000 solicitudes de becas de 7.093 investigadores principales en todos los programas de investigación sanitaria canadiense para descubrir que la probabilidad de conseguir el puesto de dirección en un proyecto de investigación era mucho menor en el caso de las mujeres.
«Durante más de dos décadas, las investigaciones han demostrado que las mujeres en el mundo académico deben desempeñar un esfuerzo mucho mayor que los hombres para recibir el mismo reconocimiento. Suele interpretarse que las mujeres carecen de la capacidad necesaria para llevar a cabo descubrimientos y pocas veces se les ve como capaces de liderar una investigación científica». Además de estar infrarrepresentadas en papers a pesar de haber publicado en medios de gran difusión, las mujeres tienen menos probabilidad de alcanzar altos aunque tengan la misma edad, experiencia y productividad que ellos.
Esto cobra aún más sentido si se lee en concordancia con el hecho de que las mujeres «suelen tener más representación en los puestos de educación secundaria y universitaria». En otras palabras, a pesar de seguir el mismo camino que sus compañeros científicos, ellas tienen más probabilidad de estancarse en la base. Siguiendo la estela de las cifras globales elaboradas por las Naciones Unidas, 379.920 mujeres frente a 1,2 millones de hombres se habían hecho con un doctorado en una rama científica, lo que equivale a tres investigadoras por cada diez investigadores.
Si lo observamos en términos porcentuales, veremos que las mujeres llegan mucho más alto en cuanto a cualificación en comparación a los hombres: la mayor proporción masculina se sitúa en los estudios de ciclo corto (86%) y, posteriormente, en la licenciatura (82%) mientras que la representación de las mujeres, aunque escasa, alcanza su punto máximo en los estudios de máster (26%) y doctorado (24%). Sin embargo, a la hora de encontrar trabajo con un título de doctorado, ellas se quedan en los puestos de investigación para instituciones públicas o universidades y ellos en empresas privadas.
En España, los datos más recientes del Ministerio de Educación reflejan que hasta 7 de cada 10 alumnos que se gradúan en Ciencias de la Salud y Ciencias Naturales son mujeres. Y, a pesar de que en la rama de Ingeniería y Arquitectura hay una evidente predominancia masculina (un 70% del alumnado está compuesto por hombres), en términos generales la mayor proporción de alumnado en carreras, másteres y doctorados de las ramas científicas (Ciencias de la Salud, Ciencias Naturales e Ingeniería y Arquitectura) es femenino, lo que evidencia que esta intensa carrera de obstáculos empieza desde la base.
La muestra más clara de esta brecha de género científica la tiene el propio Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), referencia en la investigación científica a nivel nacional. En el estudio sobre su plantilla realizado en 2019, la institución reconoce «la inclusión de la dimensión de género en los contenidos de investigación es una asignatura pendiente que debemos abordar». Por un lado, la proporción de mujeres investigadoras principales en los proyectos nacionales financiados es del 34,7%, una cifra ligeramente inferior al 35,8% de investigadoras que hay en plantilla. Por otro, los datos sobre personal en formación indican una disminución de la proporción de mujeres en los últimos años: cuanto más se avanza en titulación, más cae la presencia femenina.
Es solo en el rango predoctoral donde el número de mujeres supera al de hombres. Una vez aprobado el doctorado, el reparto masculino se sitúa por encima e incrementa la brecha sin freno, superando en más de 30 puntos porcentuales a las mujeres en los puestos de científicos titulares. Al final de la carrera, 7 de cada 10 hombres se titulan como profesores de investigación frente a 3 de cada 10 mujeres. De hecho, son muy pocas científicas (20%) las que consiguen el reconocimiento de «investigadores distinguidos».
En cuanto a las universidades públicas españolas, el paisaje de la desigualdad es bastante similar: la paridad se mantiene hasta que se aprueban las tesis doctorales. A partir de entonces, el número de investigadoras decrece sin parar hasta tal punto que en el Grado A de investigación 8 de cada 10 miembros son hombres.
Además, solo un 29% de los decanos son mujeres. La diferencia se hace aún más notable, como indica Científicas en cifras 2017, en el máximo nivel, la rectoría, donde solo un cuarto de los puestos están ocupados por mujeres. En cuanto a las comisiones técnicas de evaluación de proyectos, analizadas por primera vez en ese año, las investigadoras están notablemente infrarrepresentadas en los dos cargos de mayor nivel (24% de las presidencias y 22% de las vicepresidencias) mientras que hay una paridad total (50% de mujeres) en las secretarías.
Estas históricas diferencias llevan a plantear múltiples motivos, desde el papel de la revisión entre pares o el nivel académico hasta la carga de cuidados y los roles de género. Es la búsqueda de una receta mágica para solucionarlo que no acaba de encontrarse. Como indican varios expertos en Una comparación histórica de la desigualdad de género en las carreras científicas, son análisis que tienden a hacerse desde un punto de vista simplista que “lleva a interpretar que los programas de investigación son distintos para hombres y mujeres, olvidando que todo reside en las barreras sistémicas que impiden a las investigadoras crecer académicamente”, un hecho que dificulta inevitablemente la aplicación de políticas efectivas desde la comunidad científica para solucionarlo.
La pandemia, otra piedra en el camino
Todos estos datos que tenemos en la mano nos permiten analizar el contexto actual en el que vivimos. La desigualdad no entiende de profesiones y la crisis sanitaria provocada por el coronavirus no ha hecho sino alimentar los impactos de género negativos en todos los sectores, incluido el de la ciencia, en materia de conciliación y cuidados. La Unidad de Mujeres y Ciencia encuestó en octubre del año pasado a 1.563 investigadores e investigadoras y sus respuestas demostraron que el coronavirus acentuó la brecha de cuidados y, en el caso de las mujeres, frenó su producción científica.
Aunque ambos sexos fueron testigos de una mayor dificultad a la hora de conciliar en pandemia, la asunción de tareas domésticas y de cuidado en los hogares ha sido muy diferente, predominando para ellos el reparto al 50% y para ellas la asunción, casi en exclusiva, de las tareas. Así, la mitad de las encuestadas se encargaron solas de la limpieza del hogar. En cuanto al cuidado de menores, la dedicación exclusiva de los investigadores creció en 11 puntos comparado con periodos previos a la pandemia, pero para ellas se vio incrementado hasta 18 puntos. Las diferencias también son llamativas en tareas como lavar y tender.
El tiempo que han tenido que dedicar durante el confinamiento al hogar y los cuidados ha influido hasta tal punto que un tercio de ellas no ha tenido la oportunidad de presentar ninguna publicación durante el confinamiento. Mientras tanto, más del 40% de hombres presentó dos o más publicaciones. La pandemia se ha convertido en una piedra más en el camino para las mujeres científicas y el confinamiento ha demostrado que la conciliación desigual es uno de los factores que influye a la hora de desarrollar la actividad investigadora, «un aspecto que en el medio o largo plazo puede incidir negativamente en la carrera profesional», como indica la propia Unidad de Mujeres y Ciencia. Incluir referencias femeninas en los libros pasa por eliminar los fallos del sistema que las convierten en invisibles.
En pleno 2019 una gran parte de la población es consciente de los beneficios de la energía solar, sin embargo, no siempre ha sido así. Hace unas décadas solo unos pocos creían en la energía solar, como María Telkes, una auténtica pionera en el campo de la tecnología solar.
Gracias a esta brillante mujer actualmente es posible generar calor o frío en los hogares, cocinar alimentos y hasta salvar vidas con la energía del sol. ¿Quieres saber más sobre su vida? ¡Te lo contamos todo!
Formación y llegada a EEUU
María Telkes nació en el año 1900 en Budapest (Hungría) en una época crucial para la evolución tecnológica. Como os estaréis imaginando, ella acabaría siendo protagonista en unos tiempos nada fáciles para las mujeres.
Telkes se graduó en 1920 como Fisicoquímica en la Universidad de Budapest, después haría un doctorado en la misma materia, tras lo que decidió desplazarse a los Estados Unidos. Allí empezó a trabajar como biofísica en el hospital Cleveland Clinic Foundation, donde estuvo 12 años en los que realizó multitud de investigaciones y experimentos con diversas fuentes de energía.
En 1937 se convertiría en ciudadana estadounidense y comenzaría a trabajar como ingeniera en Westinghouse Electric. Un par de años más tarde se dedicaría a investigar sobre la metalurgia en el Massachusetts Institute of Technology, el famoso MIT.
El primer generador termoeléctrico, un horno solar y mucho más
Durante su estancia en esta universidad daría inicio a sus investigaciones sobre energía solar. De hecho, en 1947 crearía su primer generador termoeléctrico. Más tarde Telkes desarrolló un sistema de calefacción para una residencia experimental conocida como “Casa de Dover”.
El sistema de Telkes consistió en capturar y almacenar la energía solar mediante la cristalización de una solución de sulfato de sodio para después distribuirla con ventiladores en el interior de la vivienda.
Tras sus éxitos fue contratada por Ford para construir un horno solar. Como era de esperar, Telkes cumplió con nota con un horno solar capaz de generar hasta 220 grados Celsius. Cabe recalcar que este horno era perfecto para comunidades rurales, puesto que el gas era muy caro y no había electricidad.
Unos años después también crearía el primer frigorífico termoeléctrico y el primer destilador solar de agua de mar. Este último invento fue utilizado por la Marina norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial y salvaría multitud de vidas de marineros y soldados.
La “Reina del Sol”
Telkes fue una verdadera eminencia en la tecnología solar, muestra de ello es que durante los años 50 era conocida como la “Solar Queen”, la “Reina del Sol” en su traducción al castellano. En 1952 recibiría el primer Premio al Logro de la Sociedad de Mujeres Ingenieras.
La “Reina del Sol” seguía trabajando sin descanso sin importarle su edad, allá por los años 70 continuaba trabajando en un sistema solar de aire acondicionado para casas. Éste almacenaba el aire frío durante el día y lo guardaba durante la noche para usarlo al día siguiente.
Unos años después también consiguió construir un edificio completo con calefacción solar, tras lo que la American Solar Energy Society le concedió el Premio Charles Greeley Abbot. Telkes dedicó los últimos años de su carrera laboral a ser consultora de empresas, hasta que se retiró en 1993. Esta pionera en tecnología solar falleció el 2 de diciembre de 1995 con 94 años.
Siempre es bueno recordar a personas como María Telkes, al fin y al cabo gracias a ella podemos calentar o enfriar nuestra casa gracias a la energía solar. Es una auténtica pena que no siga estando entre nosotros para que podamos disfrutar de sus creaciones, una verdadera adelantada a su época.
El organismo propone a los gobiernos de Latinoamérica crear un programa de ingreso básico de emergencia de 120 dólares al mes para mujeres que dejaron de trabajar por la contingencia.
Antes de la pandemia de COVID-19, la proporción de mujeres en edad de trabajar que efectivamente estaba en el mercado laboral en Latinoamérica era de 52%, pero al cierre de 2020 cayó a 46%. Eso implica que se pierda lo que se había avanzado en una década por la inclusión laboral de las mujeres, advirtió la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL).
“¿Y esto qué significa? Pues significa un retroceso de 10 años, 10 años de retroceso, una década perdida en la participación de la mujer en el mercado laboral, que tanto trabajo ha costado”, subrayó en conferencia de prensa la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena.
Agregó que si no hay acciones de los gobiernos para paliar la crisis económica, significará un aumento de 23 millones de mujeres en pobreza para un total de 118 millones en los países de la región, lo cual equivale a cinco millones más mujeres pobres que hombres.
Uno de los problemas es que las mujeres suelen trabajar en condiciones de informalidad o en sectores que tienen un mayor riesgo de verse impactados por una crisis como la actual, como son el comercio, la manufactura, el turismo; inmobiliarias, trabajadoras del hogar, o en servicios administrativos y de apoyo.
Un 56.9% de mujeres están en estas áreas, contra el 40.6% de hombres en la región; en México, esa brecha es de más de 20 puntos, con el 65.2% de mujeres en riesgo alto frente a 44.9% de hombres
Propuestas de emergencia contra la desigualdad económica de género
Por ello, el organismo propone a los Estados tomar una serie de medidas urgentes para evitar que se profundicen más las brechas de desigualdad de género.
La primera, crear un Ingreso Básico de Emergencia para mujeres que dejaron de trabajar durante la pandemia, que podría ser una entrega de 120 dólares al mes —alrededor de 2 mil 400 pesos mexicanos—.
La CEPAL ha calculado cuánto costaría en términos del Producto Interno Bruto (PIB) a los países tomar esta acción de emergencia: si lo hicieran por tres meses, afectaría apenas un 0.15% del PIB y por medio año, 0.3%.
En el caso de México en particular, el impacto es mucho menor, de 0.07% por tres meses y de solo 0.15% para dar este apoyo a mujeres durante seis meses.
Otra medida que pide la CEPAL a los gobiernos es asignar mayor presupuesto a políticas clave para las mujeres en el contexto de pandemia, tales como los servicios de atención a situaciones de violencia de género, a salud sexual y reproductiva, y a los servicios de cuidado.
Sobre el cuidado específicamente, Bárcena destacó la importancia de crear un sistema público, lo cual evitaría que recaiga sobre las mujeres en la familia y sin pago. Puso como ejemplo a Costa Rica, que garantizó que los lugares de cuidado infantil permanecieran abiertos durante la contingencia.
“(Financiar) servicios públicos de cuidado remunerado. Es decir, hay muchas mujeres que están muy presionadas con sus hijos en casa, han tenido que abandonar sus empleos porque no hay servicios públicos de cuidado. Y que, además, muchas mujeres podrían entrar a esos servicios como funcionarias, como trabajadoras remuneradas”, comentó.
El organismo también sugirió a los Estados hacer un análisis diferenciado de los impactos de la crisis económica y de empleo entre género. Esto para invertir en la recuperación de los sectores donde las mujeres se han visto más afectadas, o desarrollar maneras de que ellas se integren a otros trabajos más estables, donde regularmente son minoría.
También por ello, propone crear una “canasta básica digital”, que consistente en acceso a una computadora y una conexión a internet, ya que los hogares pobres y sin conexión tienen mayor presencia femenina, por lo que muchas no pueden hacer teletrabajo o home office debido a que ni siquiera cuentan con los medios para hacerlo.
En México, las condiciones de conectividad del país implican que la probabilidad de trabajar disminuya 3.4% para los hombres, pero hasta 5.6% para las mujeres
Vacunación para trabajadoras del hogar
La CEPAL destaca en su informe que las diferencias en el tipo de trabajo que realizan las mujeres también las ha expuesto más a estar en riesgo de contagio: el 78% de las personas ocupadas en los sectores salud, de enseñanza y trabajo doméstico pagado son mujeres.
Los dos primeros sectores están siendo considerados para ser los primeros en recibir la vacuna contra el COVID-19, pero el último, no.
“La economía del cuidado es la, yo diría, debe ser la estrategia más importante para una recuperación transformadora. Y aquí es donde queremos hacer un llamado: se habla mucho de a quién priorizar en la vacunación y creemos que, por supuesto, al sector salud, sin duda cabe, a la enseñanza, pero creemos que se debe agregar el trabajo doméstico remunerado”.
“Sin lugar a dudas, las mujeres que salen todos los días a trabajar a otros hogares, a cuidar adultos mayores, discapacitados, etcétera, deben ser consideradas prioritarias”, añadió Bárcena.
En la región son 13 millones de mujeres trabajadoras domésticas y de los tres sectores suman 40 millones, por lo que consideró que no es una meta inalcanzable de vacunación considerando que toda Latinoamérica tiene 650 millones de habitantes.
Giovanna y Viviana Jiménez son dos hermanas emprendedoras que decidieron lanzar la primera plataforma de pagos online con la finalidad de que exista una mayor eficacia, rapidez.
Giovanna y Viviana Jiménez son dos hermanas emprendedoras que decidieron lanzar la primera plataforma de pagos online llamada Womenly con la finalidad de que exista una mayor eficacia, rapidez, además de proporcionar apoyo a todas aquellas mujeres que tienen pequeños, medianos y grandes negocios.
Durante recorridos por la red, se percataron que no existen plataformas dedicadas únicamente a mujeres así que esta idea surgió de la búsqueda de sitios seguros de compra-venta; decidieron aventurarse a crear algo innovador y enfrentar el reto de ajustarse a las necesidades de las emprendedoras, llevándolas por un camino mucho más fácil en sus comercios y finanzas.
“Todo esto comenzó cuando me di cuenta de que a la hora de pagar tanto en páginas de internet como en diversas aplicaciones, no existía una rapidez de transacción, métodos y variedad de pagos, así como también pensé en la inseguridad que a veces sentimos al realizar algún cargo”.
“Womenly nació con la idea de formalizar todas las transacciones y de impulsar nuestros negocios, que también se puedan cerrar las ventas generando una acción directa en cobro tanto en servicios como en productos, pero no solo es eso, también es crear comunidades sobre emprendimiento, que eso también me parece que es importante para todas”, destacó Giovanna Jiménez, fundadora de la plataforma.
Sus tres puntos base son: Poder cerrar un ciclo de ventas, generando una acción directa al cobro de productos y servicios, crear discusión sobre temas relacionados al emprendimiento y consultoría para todo tipo de planes de negocios.
“Juntas nos va mejor” es el lema de esta aplicación, dejando un mensaje muy claro y fuerte entre mujeres, que mediante la unión Todas crecemos; además la mirada de una mujer emprendedora y llena de visión hace que otras personas ávidas de transformación busquen manifestar un México en donde todas sean escuchadas, autosuficientes, aportando a la economía de las familias, generando igualdad y justicia.
“Sí es todo un reto y ha sido un proceso largo pero buscamos apoyarnos, así que no solo damos facilidades de pago, también proveemos cursos de capacitación para emprendedoras, para quienes busquen seguir creciendo, tenemos consultoras expertas”.
“Funciona con un registro y proceso de verificación, al suscribirte cuentas con comisiones preferenciales, también se genera un W-Pay que es un link de pago programado con el monto que desees y se puede compartir con los clientes por el medio de preferencia, puede ser WhatsApp, Correo, Mensaje de texto”, explicó Giovanna.
Una de las maravillas y beneficios que además tiene esta plataforma de pagos es que existe Women 4 Women que un cierto porcentaje de ganancias que se genera, es donado a fundaciones enfocadas en el desarrollo de la mujer en México.
Para que las clientas se sientan seguras de sus diversas ventajas, cada año las fundadoras realizarán una presentación en donde el crecimiento, ganancias, donaciones de todas se verán reflejadas.
Por eso buscar la mejor manera de sentirse tranquilas y encontrar la sororidad entre todas, es encontrar un apoyo entre sí, de reconocer el valor del esfuerzo, de esta manera la voz de las mujeres se hace más fuerte y esto por consecuencia llegará a las familias y a las generaciones que vienen detrás.