Las mujeres y niñas son las víctimas en el 70 % de los homicidios en los que el agresor es la pareja o expareja íntima, según un informe de la ONU que advierte de que el número de feminicidios puede ser mayor y que prevenirlos requiere disponer de más datos para comprender la magnitud y complejidad de estos crímenes
En su Estudio Global sobre Homicidios, publicado este viernes en Viena, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) denuncia que “las mujeres y las niñas se ven desproporcionadamente afectadas por la violencia homicida en la familia, perpetrada por la pareja u otros miembros de la familia”.
Así, el 56 % de todas las mujeres asesinadas lo fueron a manos de parejas, exparejas o familiares, un porcentaje que puede ser mucho más alto, dado que casi en la mitad de los homicidios registrados en los que la mujer es la víctima no se especifica qué tipo de relación tenía con el agresor.
De hecho, la ONUDD reconoce que los feminicidios, es decir el “asesinato de mujeres y niñas por razones de género”, muchas veces no son registrados como tales.
“Para prevenir y poner fin a los asesinatos de mujeres y niñas por razones de género, es necesario comprender la magnitud de este delito y desentrañar su complejidad”, indica.
Además, el estudio señala que la “dimensión de género” en la violencia dentro de la familia es aún más evidente si se consideran sólo los homicidios cometidos por parejas o exparejas.
Mujeres son víctimas en el 70% de los homicidios cometidos por la pareja
“En estos casos, las mujeres y las niñas soportan una carga aún más desproporcionada, ya que representan una media de 7 de cada 10 (71 %) de todas las víctimas de homicidios cometidos por la pareja en los 75 países y territorios sobre los que se dispone de datos”, sentencia la ONUDD en su análisis.
Ese dato contrasta con que las mujeres son víctimas en sólo el 20 % de homicidios en términos generales, lo que confirma que el propio hogar sigue siendo el lugar más peligroso para mujeres y niñas.
En su informe, la ONUDD señala que la brecha entre las cifras de hombres y mujeres víctimas de homicidios depende en gran medida de los factores o motivos que impulsan esos crímenes en cada país.
Así, en países con elevadas tasas de homicidios, los asesinatos de hombres a manos de otros hombres se producen a menudo entre miembros de grupos criminales y suelen ser el principal tipo de violencia homicida.
Por contra, en zonas con tasas bajas de homicidio, las muertes dentro de la pareja o de la familia suelen suponer un porcentaje mayor de los asesinatos en general.
Este tipo de homicidio es predominantemente el resultado de la violencia de hombres contra mujeres, dice la ONU, que indica que es un fenómeno que se repite en todas las regiones del mundo.
La transformación digital en Latinoamérica es uno de los retos que enfrenta la región, donde alrededor del 80% de las empresas enfrentan dificultades para cubrir las vacantes necesarias en el área tecnológica, de acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
La brecha que hay en la región es preocupante, de acuerdo con especialistas que se presentaron en el foro regional LAC ICT Talent 2023 “Delving into Digital Talent Development in the Smart Era”, llevado a cabo el pasado 4 y 5 de diciembre en Bogotá, Colombia.
También, la brecha digital de género que hay en la región y en México fue uno de lo temas abordados, durante el foro organizado porHuawei, UNESCO, APC, GIZ y EFE, por Gloria Sandoval Salas, directora ejecutiva de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AMEXCID).
Sandoval Salas consideró que reducir y eliminar la brecha de género es la clave en Latinoamérica para impulsar la digitalización y dijo que desde la AMEXCID se trabaja para lograrlo.
“La convocatoria ha tenido una gran aceptación en el mundo laboral y en este sector que demanda cada día mas especialistas”, explicó la funcionaria, quien a su vez destacó que el 74% de los participantes han sido mujeres y 26% hombres.
Indicó que la AMEXCID busca acelerar el empoderamiento de la mujeres y “darles un lugar en una industria que en su mayoría es liderada por hombres”.
Nadine Gasman Zilbermann , presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), reconoció que, en el primer semestre de este año, hubo un incremento de hasta el 43% en la migración de mujeres , con respecto al mismo periodo del año anterior. Además, se dio a conocer que del total de solicitudes de asilo que hay en el país, el 41,7% corresponde a mujeres.
“De acuerdo a las cifras de la unidad de política migratoria, en el primer semestre de este año los registros de mujeres en situación migratoria irregular aumentaron 43 por ciento”, detalló la funcionaria titular de Inmujeres durante el Foro las mujeres en movilidad migrante en México .
Gasman Zilbermann detalló que las mujeres migran por diversas razones y que algunas de ellas no tienen otra opción, lo que las coloca en una situación vulnerable, debido a desigualdades de género. En respuesta a estos desafíos, dijo que Inmujeres ha implementado el proyecto especial Mujeres Migrantes , Frontera, Sus Derechos Contigo, desde 2021, que tiene como objetivo brindar atención integral y de calidad a través de tres ejes de trabajo: acciones estratégicas en el territorio, fortalecimiento institucional y promoción de derechos humanos.
Cynthia Galicia Mendoza , directora general de Gestión Estratégica para la Promoción y Protección de los Derechos Humanos, comentó que, del total de solicitudes recibidas por la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados, entre enero y octubre de este año, el 41.27% fueron realizadas por mujeres.
“De enero a octubre de 2023 52,737 fueron las solicitudes de condición de refugiado en México por parte de mujeres, lo que representa el 41.27% del total de solicitudes. La Comar ha documentado que las mujeres migrantes enfrentan violencia de género en distintas etapas de su tránsito desde su país de origen hasta su destino y retorno o repatriación”, detalló la directora general.
Por su parte, Gerardo Camarena representante de ONU Mujeres México , destacó que las crisis de seguridad, el cambio climático y la inestabilidad política impactan de manera diferenciada a mujeres y niñas y son factores para que abandonen sus lugares de origen; Debido a esto, resaltó que es importante reconocer y abordar los desafíos específicos que enfrentan las mujeres migrantes, ya que las afectaciones y condiciones no son neutras al género.
También, el representante de ONU Mujeres México expresó que es necesario abordar la discriminación de género, la segregación laboral y las dificultades para acceder a sistemas financieros que enfrentan las mujeres migrantes .
Las mujeres y niñas son las víctimas en el 70 % de los homicidios en los que el agresor es la pareja o expareja íntima, según un informe de la ONU que advierte de que el número de feminicidios puede ser mayor y que prevenirlos requiere disponer de más datos para comprender la magnitud y complejidad de estos crímenes.
En su Estudio Global sobre Homicidios, publicado este viernes en Viena, la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) denuncia que “las mujeres y las niñas se ven desproporcionadamente afectadas por la violencia homicida en la familia, perpetrada por la pareja u otros miembros de la familia”.
Así, el 56 % de todas las mujeres asesinadas lo fueron a manos de parejas, exparejas o familiares, un porcentaje que puede ser mucho más alto, dado que casi en la mitad de los homicidios registrados en los que la mujer es la víctima no se especifica qué tipo de relación tenía con el agresor.
De hecho, la ONUDD reconoce que los feminicidios, es decir el “asesinato de mujeres y niñas por razones de género”, muchas veces no son registrados como tales.
“Para prevenir y poner fin a los asesinatos de mujeres y niñas por razones de género, es necesario comprender la magnitud de este delito y desentrañar su complejidad”, indica.
Además, el estudio señala que la “dimensión de género” en la violencia dentro de la familia es aún más evidente si se consideran sólo los homicidios cometidos por parejas o exparejas.
Mujeres son víctimas en el 70% de los homicidios cometidos por la pareja
“En estos casos, las mujeres y las niñas soportan una carga aún más desproporcionada, ya que representan una media de 7 de cada 10 (71 %) de todas las víctimas de homicidios cometidos por la pareja en los 75 países y territorios sobre los que se dispone de datos”, sentencia la ONUDD en su análisis.
Ese dato contrasta con que las mujeres son víctimas en sólo el 20 % de homicidios en términos generales, lo que confirma que el propio hogar sigue siendo el lugar más peligroso para mujeres y niñas.
En su informe, la ONUDD señala que la brecha entre las cifras de hombres y mujeres víctimas de homicidios depende en gran medida de los factores o motivos que impulsan esos crímenes en cada país.
Así, en países con elevadas tasas de homicidios, los asesinatos de hombres a manos de otros hombres se producen a menudo entre miembros de grupos criminales y suelen ser el principal tipo de violencia homicida.
Por contra, en zonas con tasas bajas de homicidio, las muertes dentro de la pareja o de la familia suelen suponer un porcentaje mayor de los asesinatos en general.
Este tipo de homicidio es predominantemente el resultado de la violencia de hombres contra mujeres, dice la ONU, que indica que es un fenómeno que se repite en todas las regiones del mundo.
En feminismo, es de sobra conocido el término “techo de cristal”, aquel que habla de las dificultades que tienen las mujeres para acceder a cargos directivos o puestos de poder por motivos sexistas. Hay otro concepto más reciente y desconocido que hace referencia al “acantilado de cristal” y que para las expertas en género consiste en una “trampa” dirigida a mujeres o una “utilización perversa de ellas”.
Para explicar en qué consiste, es conveniente poner un ejemplo. Una mujer tiene un currículum potente, con amplia formación y experiencia. Nunca o casi nunca ha podido ascender en su trabajo y un día surge la oportunidad que tanto había esperado: le ofrecen dirigir su empresa u ocupar un alto cargo de responsabilidad. Eso sí, con un importante matiz: la compañía en cuestión está pasando por una profunda crisis y las probabilidades de remontar la situación son escasas.
Begoña Marugán, profesora en sociología de la Universidad Carlos III especializada en perspectiva de género, subraya a RTVE.es. que el “acantilado de cristal” viene “derivado del techo de cristal”. En España, el 40% de los Consejos de Administración no cuenta con ninguna mujer, según un reciente informe del Colegio de Registradores, que analizó un total de 80.000 empresas. En cambio, solo un 1% de las empresas analizadas no contaba con ningún varón. En el IBEX 35, el índice bursátil de referencia en España, solo el 30,75% de los miembros de los Consejos de Administración en 2021 eran mujeres, cuando la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se ha marcado el objetivo de llegar, al menos, al 40%.
El término “acantilado de cristal” lo acuñaron en 2005 los investigadores de la Universidad de Exeter (Reino Unido) Michele K. Ryan y Alexander Haslam, que tras examinar los resultados de las empresas del índice bursátil de la Bolsa de Londres (el FTSE 100) antes y después del nombramiento de nuevos directivos, encontraron un patrón: las compañías que nombraron mujeres como directivas llevaban obteniendo malos resultados en los cinco meses previos a su designación. Y aunque esta situación se analizó en empresas, es aplicable como a otros ámbitos, como el político.
«Sesgos masculinos» a la hora de designar a una mujer en plena crisis
Una de las conclusiones del estudio de Ryan y Haslam es la siguiente: «Recientes investigaciones de archivo y experimentales han revelado que las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de ser designadas para puestos de liderazgo cuando una organización está en crisis«.Pero, ¿por qué?
La profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y experta en género, Paloma Marugán, asegura que las razones se basan en una “perspectiva absolutamente sexista” en entornos donde no existe una igualdad real. Así, apunta al “sesgo masculino” que “entiende que las mujeres son mucho más prescindibles” y, en caso de fracaso, “se le puede echar la culpa a modo de chivo expiatorio”.
Para Marugán, la idea de colocar a una mujer “en una situación prácticamente irresoluble o mucho más difícil” es una “utilización perversa” de las mujeres y tiene una doble razón. Por un lado, lanza el prejuicio machista de que “si fracasa, es porque era mujer”, expone. Por otro, si tiene éxito se traslada la imagen de una empresa “igualitaria” y “moderna” que ubica a las mujeres en puestos clave. “Pero también, porque en el fondo está la esperanza de que la mujer salve la empresa, porque las mujeres hemos tenido que luchar tanto para conseguir las metas que nos proponemos que tenemos una resiliencia y una capacidad de lucha y esfuerzo muy grande”, añade.
Ryan y Haslam añaden otra razón en su estudio, y es que “los rasgos típicos asociados a una mujer, como la intuición, empatía o cuidado del grupo, coinciden con las características que se asignarían a un líder en épocas de crisis. Sin embargo, los rasgos que se buscan en un líder en época de éxitos y bonanza (fuerza, ambición, contundencia), se solapan con los estereotipos típicamente masculinos».
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Un «coste altísimo» y un riesgo de «hundirse» personal y profesionalmente
Lo que subrayan ambas expertas consultadas por RTVE.es es que el fenómeno del “acantilado de cristal” no habla de la “valía” de la mujer que se ve en esta situación, que incluso podría haberse “merecido acceder a ese puesto mucho antes”. “Son mujeres profesionales, tienen la experiencia y el currículum, no son elegidas por ser la primera que pasa por la calle, pero además están en el lugar ideal y en el momento idóneo”, expone Román.
Pero sí habla de los riesgos y de la desigualdad que sufren las mujeres cuando acceden a un puesto en estas circunstancias, en “desventaja” frente a los hombres. Las expertas apuntan a una “precariedad” que se puede traducir desde tener menos recursos económicos o humanos para desarrollar sus proyectos o de la presión de levantar la empresa en circunstancias pobres y “doblemente observada”: por un lado, por estar en un puesto delicado con la responsabilidad de resolver una crisis y, por otro lado, “por ser mujer”, lo cual aumenta el riesgo de ansiedad y de problemas de salud mental. Además, la permanencia de las mujeres en cargos ejecutivos suele ser más corta en empresas con dificultades que en aquellas que están estables.
“Aceptar un puesto en estas circunstancias supone una decisión personal que generalmente tiene un coste altísimo”, porque si fracasan, “se van a hundir” y su carrera difícilmente podrá remontar, prosigue la profesora de la UCM, que cree que ofrecer un puesto a una mujer en estas circunstancias es “ponerles la zancadilla”. Además, apunta que las mujeres tienden a acceder a estos puestos, bien porque no tienen toda la información sobre la crisis que atraviesa la empresa, o porque no han tenido oportunidades para ascender y se aferran a ésta como un “clavo ardiendo”.
Y es que la terminología empleada con el “acantilado de cristal” no es baladí. El acantilado hace referencia a lo alto del puesto directivo, que hace que la caída para la persona que lo ocupa sea muy elevada. Y “de cristal”, se refiere a que en muchas ocasiones, las mujeres que acceden a esos puestos no tienen toda la información sobre qué situación atraviesa la empresa y, por tanto, no perciben el peligro de precipitarse hacia el fracaso.
“Si la mujer fracasa, se hunde en lo profesional y en lo personal, porque cuando te ofrecen estar al mando en esta situación, lo asumes y tiras para adelante con todo, te dejas la vida en ello y no vas a rendirte fácilmente”, expone Marugán, que apunta a que las mujeres afrontan en estas situaciones problemas de conciliación y de renuncia personal y familiar.
Los investigadores de la universidad británica concluyeron que las posiciones en acantilados de cristal hace que las mujeres corran el riesgo de ver dañada su reputación y sus perspectivas profesionales pero, además, destaca que a las mujeres les resulta más difícil que a los hombres tener segundas oportunidades dado que cuentan con menos apoyos, menos patrocinadores y menos acceso a una red protectora de contactos.
Montse Tomé, Inés Arrimadas, Margaret Thatcher…
Si bien Marugán prefiere no hablar de mujeres conocidas en situaciones de acantilado de cristal por no caer en la “lógica patriarcal” de decir que “fueron puestas ahí por ser mujeres” y no por sus méritos, Román indica a RTVE.es que hay algunos ejemplos muy claros. Uno de los más recientes es, a su juicio, el reciente nombramiento de Montse Tomé como seleccionadora de la Selección Femenina de Fútbol tras la destitución de Jorge Vilda y la crisis desatada en la Federación Española de Fútbol por el beso no consentido de Luis Rubiales a Jenni Hermoso hace un mes tras la final del Mundial.
“No se debe caer en la lógica patriarcal de decir que fueron puestas ahí por ser mujeres sin merecerlo“
“Hay mujeres que, cuando surge una situación de acantilado de cristal, ven dificilísimo que se les aparezca una nueva oportunidad de ascender y esta es su bala de plata. Yo creo que es lo que le pasa a Tomé”, expone. Destaca que la Federación y el mundo del fútbol han sido tradicionalmente muy “masculinizados”, incluso en lo relativo a la selección femenina de fútbol (de hecho Tomé es la primera seleccionadora mujer). Ahora, tras la crisis, cree que era imperativo situar a una mujer en ese cargo pero considera que, al elegir a la segunda de Vilda dando continuidad a su proyecto, se ha caído “en lo que se llama una representación descriptiva de las mujeres, que no es una auténtica representación de las mismas”.
Román destaca otros ejemplos en el mundo de la política, como el caso de Inés Arrimadas asumiendo el liderazgo de Ciudadanos tras el batacazo electoral de Albert Rivera en las elecciones generales de abril de 2019: “El partido ya estaba hundido, la culpa era de Rivera, y fue imposible remontarlo”. También el de Theresa May cuando fue nombrada primera ministra de su partido después de la dimisión de David Cameron “por el fiasco del Brexit”. Accedió a un puesto ‘caliente’ en el que duró apenas 11 días y fue sucedida por Boris Johnson.
Pero la experta cree que no siempre las mujeres en acantilados de cristal fracasan y pone el ejemplo de Margaret Thatcher, que fue nombrada ministra de Educación en 1970 en un momento de fuertes protestas y huelgas estudiantiles y finalmente acabó siendo primera ministra: “Ha tenido el mandato más largo y nunca ha perdido ninguna elección, aunque la acabara descabezando su propio partido”.
Más allá de estos ejemplos, no solo las mujeres pueden ser víctimas del llamado “acantilado de cristal”, sino también otras personas que puedan ser discriminadas por su discapacidad, raza u orientación o identidad sexual.
Marugán advierte de que el riesgo de estas personas está “en pensar en que han llegado a un puesto porque se lo merecen”, ya que, independientemente de que sea un puesto merecido, “tienen todas las posibilidades de caer”. A su juicio, el riesgo es “intentar luchar sola contra las adversidades y no crearse un equipo de trabajo”, así como de “utilizar las mismas estrategias que los hombres y el mismo tipo de liderazgo” que hasta ahora “ha fracasado”.
En las Américas, hay 73.5 millones de migrantes internacionales1 y 22.1 millones de personas desplazadas forzosamente, con necesidades de protección internacional, o en necesidad de asistencia humanitaria. De ellas, se estima que el 46% – casi 10 millones- son mujeres, adolescentes y niñas2.
“Los motores de la movilidad humana y del desplazamiento forzado están definidos por las vulnerabilidades preexistentes, las desigualdades, y los roles tradicionales de género. En particular, las mujeres y niñas se ven afectadas por oportunidades laborales limitadas, por los efectos del cambio climático; por una mayor exposición a la violencia basada en género en contextos de crimen organizado, cuando esta es una táctica para el ejercicio del control territorial por parte de grupos criminales organizados; y por la necesidad de protegerse a sí mismas y a sus familias, exponiendo a las mujeres, niñas, adolescentes y personas LGBTIQ+ a un continuum de violencias en el origen, en el tránsito y en las comunidades de destino”, advirtió María Noel Vaeza, Directora Regional de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe.
Tan solo durante el 2023 en Norteamérica, Centroamérica, el Caribe y Suramérica se reportan 1094 personas migrantes que han perdido la vida, de las cuales el 14% corresponde a mujeres y el 41% a casos sin identificar3.
Durante el tránsito y en las comunidades de acogida, las mujeres, adolescentes y niñas utilizan rutas frecuentemente inseguras en donde sus derechos se ven condicionados por la falta de servicios básicos como salud, salud sexual y reproductiva, educación y cuidado. Las rutas de desplazamiento desoladas o altamente militarizadas y la falta de presencia institucional hacen a las mujeres, adolescentes y niñas más vulnerables a la trata de personas con fines de explotación sexual, a la violencia y a la desaparición forzada.
Según una encuesta regional de mujeres en situación de movilidad4, el 62% manifestó sentirse insegura o muy insegura durante el viaje y una de cada tres señaló sentirse insegura en el lugar de destino.
“En situaciones de desplazamiento forzado y movilidad humana, el riesgo de sufrir violencia de género aumenta significativamente, afectando de manera desproporcionada a mujeres, niñas y personas LGBTIQ+. La falta de presencia institucional en las rutas de desplazamiento aumenta este riesgo, exponiéndolas a amenazas como la violencia sexual, violencia física y desaparición forzada. Un enfoque de prevención y respuesta integral es clave para proteger sus derechos y seguridad en estas situaciones críticas”, sostuvo el Director Regional de ACNUR para las Américas, José Samaniego.
“En América Latina y el Caribe, una de cada cuatro personas en movilidad es un niño o una niña, la proporción más alta en el mundo. Ellos han dejado sus hogares, sus escuelas y, a veces, sus familias para enfrentar una ruta llena de peligros”, afirmó Garry Conille, Director Regional de UNICEF para América Latina y el Caribe. “Aún más vulnerables son las adolescentes refugiadas y migrantes, que ahora son más de 900.000 en toda la región. Cada día ellas sufren más violencia sexual, trata de personas con fines de explotación laboral, matrimonio forzado y uniones tempranas”, agregó Conille.
Reducir las vulnerabilidades y riesgos que enfrentan las mujeres, adolescentes y niñas en todas las fases de desplazamiento y a lo largo de las rutas de la movilidad humana, garantizar su protección, así como potencializar sus capacidades y su liderazgo en la respuesta requiere la acción mancomunada de Estados, actores de respuesta humanitaria y las organizaciones de la sociedad civil.
En el marco de los 16 días de activismo, la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), – exhortan a los países de la región a incrementar de forma significativa y sostenida los presupuestos públicos para la protección integral de las niñas, adolescentes y mujeres en situación de movilidad.
En el ámbito de abordar la movilidad humana de manera integral, proponen adoptar un enfoque centrado en los derechos humanos, con especial atención a la perspectiva de género, edad y diversidades. Además, se busca promover el establecimiento de procedimientos de determinación de condición de refugiado/a, considerando las necesidades de protección internacional, con un enfoque de género y aplicando el interés superior de la niña, niño y adolescente.
Con el objetivo de minimizar los factores de exclusión y expulsión, se plantea mejorar la inversión a través de la generación de oportunidades económicas, estrategias de mitigación y adaptación a los efectos del cambio climático. Asimismo, se aboga por abordar las fuentes de violencia que afectan a mujeres, adolescentes y niñas en contextos de discriminación, violencia y conflictividad no tradicional.
En el ámbito de la prestación de servicios públicos, se propone consolidar servicios de calidad centrados en las necesidades de las personas. Esto incluye un enfoque de género, generacional e interseccional para asegurar el acceso y disfrute de derechos fundamentales como la seguridad, educación, salud, derechos sexuales y reproductivos, salud mental, servicios de cuidado y acceso a la justicia.
Otro punto clave es garantizar el acceso a la documentación necesaria sobre identidad, ciudadanía y situación regular para las personas en situación de movilidad humana. Por último, se aboga por fortalecer las comunidades de acogida temporal y de destino, fomentando la articulación con organizaciones de la sociedad civil, así como organizaciones de mujeres, adolescentes y feministas. Se destaca la importancia de facilitar mecanismos de participación y liderazgo efectivo de mujeres y adolescentes en situación de movilidad humana en los procesos de diseño, implementación y evaluación de las intervenciones.
“Es indispensable el trabajo coordinado de la cooperación internacional y los Estados para que los servicios que salvan vidas sean más accesibles, especialmente de salud sexual y reproductiva, los psicosociales y de protección¨, dijo Susana Sottoli, Directora Regional para América Latina y el Caribe del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). “Debemos poner a las niñas y las mujeres en el centro de las políticas y las intervenciones relacionadas con la movilidad humana para asegurar que ellas estén a salvo y puedan hacer realidad sus proyectos de vida.”
El financiamiento de programas multisectoriales de violencia basada en género es una condición necesaria pero no suficiente para hacerle frente a este fenómeno. Debemos avanzar hacia la creación de vías seguras, ordenadas y regulares para la migración y otros mecanismos de protección que mitiguen el riesgo de VBG y aborden de manera sistemática las desigualdades de género. Tenemos que seguir avanzando hacia mecanismos regionales que reconozcan y respeten los derechos de las personas refugiadas y migrantes, atendiendo de forma específica las vulnerabilidades que enfrentan las niñas, las adolescentes y las mujeres en toda su diversidad en este proceso, y que promuevan la protección con un enfoque interseccional, intercultural, intergeneracional y de género.
Acerca de la Campaña Únete
Crédito: Únete, 2023
Para más información, sírvase a comunicarse con:
Sendai Zea, UNICEF para América Latina y el Caribe, sczea@unicef.org
2 De acuerdo a estimaciones publicadas en el Refugee Data Finder de ACNUR. Estas cifras incluyen a las 6.53 millones de personas venezolanas refugiadas y migrantes en Latinoamérica y Caribe según cifras de la Plataforma R4V
En México, sólo cuatro de cada 10 personas mayores (41.5 % hombres y 25.4 % mujeres) reciben ingresos por pensión contributiva, es decir, una remuneración exclusiva para quienes laboraron en el sector formal y que contaron con seguridad social, apuntó Isalia Nava Bolaños, académica del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc).
Al dictar la conferencia La seguridad económica de las mujeres en edades avanzadas, organizada por el IIEc en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer 25N, la universitaria explicó que en ello se observan marcadas diferencias de género en relación con este derecho que otorga la seguridad social a la población mayor.
Indicó que el 21 % de la población mexicana se ubica en el rango de edad de 65 a 74 años; de ellos el 54.4 % son mujeres y 45.6 % hombres. “Conforme se avanza en edad se observa una mayor sobrevivencia de ellas”, lo que implica una feminización de la vejez.
Es decir, prosiguió, ellas alcanzan una esperanza de vida superior en comparación con los varones. “Aunque nacen más hombres, conforme transcurre la vida ellos tienen mayores índices de mortalidad, sobreviven menos y un número menor alcanza edades avanzadas, en comparación con las mujeres”.
Sin embargo, precisó, es importante considerar las características con las que ellas llegan a la vejez, es decir, conforme avanza el ciclo de vida las mujeres van presentando una serie de desigualdades, como más dificultades para ingresar a la escuela y permanecer en ella, por tanto, menores niveles de escolaridad; mayores obstáculos para incorporarse a la actividad laboral, por las cargas de trabajo doméstico y de cuidados que deben realizar y que históricamente les han sido asignadas.
“De aquellas que logran insertarse en el mercado laboral, pocas tienen la posibilidad de participar en empleos formales y bien remunerados; la mayoría está en trabajos precarios o la informalidad”, apuntó la especialista en economía y envejecimiento de la población.
Planteó que una parte de las mujeres reciben una pensión contributiva como dependientes económicos (por viudez), y no como sujetos de derechos que pueden mandatar este derecho en las edades avanzadas.
Por otra parte, dijo que las pensiones no contributivas, como la del Bienestar de los Adultos Mayores, adquieren relevancia dado el panorama que enfrenta esta población en edades avanzadas, una desprotección en términos de ingresos económicos, y que se han pactado como un derecho universal para la población de 65 años y más.
Pero aún no se logra la cobertura general por distintas situaciones, entre ellas cuestiones administrativas y el retraso en la entrega de credenciales a los beneficiarios. “Esa pensión es importante entre esta población; de hecho, existen personas que prácticamente dependen de ese ingreso dadas las condiciones que permean en la sociedad mexicana, sobre todo en el caso de las mujeres. Permite una disminución del riesgo de alguna condición de vulnerabilidad o pobreza”.
Destacó que, en el caso de las mujeres, las mayores brechas se presentan en el ingreso relacionado con el trabajo independiente, que las coloca en condiciones de desigualdad; no obstante, la pensión no contributiva y aquellos ingresos que reciben de otros hogares las coloca en mejor situación.
De este modo, subrayó la necesidad de preguntarnos qué nación queremos en una sociedad que envejece, “pensando en las próximas generaciones y en las actuales personas mayores que, a pesar de las situaciones de desventajas que experimentan, están en mejores condiciones; en tanto que los jóvenes de hoy podrían no alcanzar una movilidad social como la de estos grupos etarios”.
Por lo anterior, es importante comenzar a preguntarnos sobre el país que habrá en las próximas décadas, donde los viejos serán los jóvenes de hoy que enfrentan condiciones de desventaja y precariedad en el mercado laboral o que carecen de un empleo con seguridad social. De ahí la importancia de alcanzar la consolidación de la cobertura total de las pensiones no contributivas, lograr que estas sean suficientes, finalizó.
Los museos como lo conocemos hoy no serían posibles sin el arduo trabajo de mujeres del siglo XX que desafiaron las normas sociales. Además de figuras como Frida Kahlo, María Izquierdo, Joy Laville o Graciela Iturbide, hubo mujeres que detrás del telón movieron los hilos para promover el arte mexicano en el país y el mundo. Las historias de estas mujeres está en el libro Agentas culturales del siglo XX. Desafíos de una gestión, publicado por Libros UNAM, el Instituto de Investigaciones Estéticas y la Cátedra Inés Amor en Gestión Cultural.
Son las historias de 20 mujeres, entre las que están las galeristas Inés Amor, Lola Álvarez Bravo y las hermanas María Teresa, Ana María y Montserrat Pecanins; la coleccionista Márgara Garza Sada de Fernández, y Dolores Olmedo, o directoras de recintos como Helen Escobedo.
El libro fue coordinado por la doctora en historia del arte por la UNAM, Ana Garduño, y la directora de la Cátedra Inés Amor en Gestión Cultural, Graciela de la Torre; y surgió porque “nunca ha habido un libro que hable de las mujeres que han hecho trabajo a favor del arte desde diferentes trincheras, desde diferentes espacios de poder o son mujeres que no han sido estudiadas en colectivo”, explica Garduño.
También la idea era hablar de esas mujeres de las que casi nunca se habla. “Hay algunas más visibles que otras, más conocidas que otras, por ejemplo, a Lola Álvarez-Bravo se le conoce más como fotógrafa que como galerista. Y yo quería salir del libro tradicional de artistas, ya tenemos muchos libros de mujeres artistas, pero a las mujeres artistas se les ha tomado un poco más en cuenta que a las gestoras culturales, que a las agendas culturales, a las que hacen gestión”, dice la coordinadora.
El objetivo del libro es hacer una revisión histórica y ver cómo “estas mujeres lucharon contra prejuicios de su familia, que no querían que trabajaran, o de la sociedad, que pensaba que trabajar en museos era una pérdida de tiempo o que vender arte era mal visto” por ponerle precio a la creatividad.
La selección de estas mujeres no fue tarea fácil para las coordinadoras. Aunque sólo se concentraron en el área de artes visuales, Garduño dijo que fácilmente pudieron haber elegido a 50 mujeres. Para definir la selección y maquetar el libro se llevó cinco años de trabajo. Al final, el hilo en común entre las 20 seleccionadas es que fueron casos de éxito.
Con la creación de espacios, así como colecciones y discursos curatoriales, este grupo de mujeres impulso y difundió el arte mexicano del siglo XX, y así también formaron el sistema cultural que hoy conocemos. Foto: Archivo El Universal
“A principios del siglo XX, se veía con mucho prejuicio el trabajo de las mujeres en el espacio público y en particular el trabajo de las mujeres en el arte. Las primeras mujeres directoras de museos tenían poco poder, estaban en un mundo de hombres donde no las dejaban en verdad diseñar una política de gestión, una política curatorial, una política de exposiciones. Entonces, las mujeres de las que hablamos en el libro son mujeres que sí han tenido poder, que sí han podido presentar un proyecto de exposiciones y lo han cumplido. En este sentido es un libro de mujeres exitosas”, detalla.
Para dimensionar el impacto que tuvo el trabajo de estas mujeres en la cultura mexicana, hay que conocer la obra de la galerista Inés Amor. El espacio que había creado su hermana Carolina en 1935 se convirtió en el espacio de exhibición más importante de la primera mitad de México del siglo XX. Ella promocionó, exhibió y vendió también en Estados Unidos, el arte mexicano de lo que ahora llamamos la Escuela Mexicana de Pintura.
“Si hay alguien que difundió, exhibió ese corriente donde están insertos Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Olga Acosta, María Izquierdo, Frida Kahlo… Si hay alguien que hizo ese trabajo de promoción, de difusión, fue Inés Amor. Para entonces todavía no estaban bien aceptados los museos. El INBA no existía. Entonces, si tú querías ver artistas contemporáneos mexicanos, tenías que ir a la galería de Inés Amor”, detalla Garduño.
Con la creación de espacios, así como colecciones y discursos curatoriales, este grupo de mujeres impulso y difundió el arte mexicano del siglo XX, y así también formaron el sistema cultural que hoy conocemos. Foto: Archivo El Iniversal
Otro ejemplo son las hermanas Pecanins, quienes apoyaron el movimiento de ruptura, del que formaban parte Vicente Rojo, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo. “Ellas apostaron por un grupo y una corriente de artistas con los que ellas se sentían afines y los apoyaron, los impulsaron, los exhibieron en México y afuera”, dice la coordinadora del libro.
La importancia del pasado
Para Ana Garduño es importante investigar la historia de estas mujeres para entender el sistema cultural actual. Este libro, señala la también autora, revela cuáles eran los gustos dominantes en la sociedad en cuanto al arte.
“Podemos ver qué estaba sucediendo en el arte en México y cómo hay un grupo de mujeres que deciden apoyarlo, deciden correr un riesgo, porque era un riesgo, decir tu opinión siempre es un riesgo. Este libro permite ver cómo poco a poco las mujeres van ocupando posiciones de poder en espacios clave, en espacios determinantes”, declara.
Recuperar el trabajo que hicieron mujeres en el pasado es algo que se vio con fuerza en la cartelera cultural de la Ciudad de México. Por ejemplo, el Museo de Arte Moderno dedicó una exposición a Margarita Nelken, el Museo Tamayo realizó una muestra de Carla Stellweg y actualmente el Museo de Arte Carrillo Gil tiene una sobre Sylvia Pandolfi. Por otra parte, la Universidad Autónoma de Nuevo León publicó la biografía de Miriam Kaiser, escrita por Angélica Abelleyra. Al respecto, Garduño señala que el rescate del trabajo de estas mujeres viene ocurriendo desde hace 10 años.
“Lo que estamos tratando de hacer es visibilizar cosas que ya ocurrieron, pero que no hemos tomado nota. Por fin hay feministas mexicanas que han estado luchando por posicionar a las mujeres creadoras”.
Con la creación de espacios, así como colecciones y discursos curatoriales, este grupo de mujeres impulso y difundió el arte mexicano del siglo XX, y así también formaron el sistema cultural que hoy conocemos. Foto: Archivo El Iniversal
Libro incluyente
La publicación llama la atención porque en su título usa la palabra “agentas”. Al interior, en la introducción del prólogo, Garduño hace uso del lenguaje incluyente. Esto tiene una razón de ser:
“Una lengua que no se mueve es una cultura inerte, entonces yo creo que hay que presionar un poco también al lenguaje para que nos represente, para que hable de nosotras, de nosotros, de los que somos ahora, que hable del presente y no del pasado. Para mí, un requerimiento contemporáneo del lenguaje es feminizar conceptos que por mucho tiempo han estado demasiado masculinizados, y creo que no es un atentado contra el idioma. Hay que feminizar conceptos que han estado demasiado patriarcales, y reconocer que fueron así en el pasado, pero luchar para que ahora sean mucho más incluyentes”, explica Ana Garduño.
Aunque se trate de un libro que destaca la labor de puras mujeres, Garduño indica que no quisieron limitar a que los autores de los 20 ensayos biográficos fueran sólo mujeres, sino que el criterio de selección fue tener a voces de distintas generaciones que fueran expertos en los temas.
Con la creación de espacios, así como colecciones y discursos curatoriales, este grupo de mujeres impulso y difundió el arte mexicano del siglo XX, y así también formaron el sistema cultural que hoy conocemos. Foto: Archivo El Iniversal
“Hay gente de diferentes instituciones, hay de la UNAM, hay del INBA, hay del INAH y no quería que fuera excluyente. Yo no creo que ahora tengamos que hacer proyectos culturales donde los hombres estén marginados, a pesar de que estuvieron por siglos dominándoles en la actividad artística mexicana o universal”, afirma Garduño.
Entre los autores de Agentas culturales del siglo XX. Desafíos de una gestión, están, por ejemplo, Jorge Reynoso, especialista en Sylvia Pandolfi; Rita Eder, profesora emérita de la UNAM que escribe sobre su maestra Ida Rodríguez Prampolini o la estudiante Eréndira Derbez, que actualmente trabaja en una tesis de maestría sobre Inés Amor.
Intentarlo cuantas veces sea necesario, atreverse a innovar y creer en uno mismo.
Son algunas de las premisas de muchas de las mujeres que han conseguido el éxito en el ámbito tecnológico de América Latina, donde el panorama no siempre es alentador.
Según la CEPAL, en la mayoría de los países de la región, el porcentaje de mujeres graduadas de carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM) no supera el 40%.
Un campo “crítico”, indica la organización, es el de las tecnologías de la información y las comunicaciones, que registró en 2019 solo un 18% de mujeres en las matrículas en la educación superior.
Además, “se estima que 4 de cada 10 mujeres en la región no están conectadas y/o no pueden costear una conectividad efectiva, entendida como acceso a internet, disponibilidad de dispositivos y habilidades básicas para su utilización”.
Pese a esa realidad, hay muchas líderes e iniciativas que buscan cambiar esas estadísticas para ayudar a que más mujeres encuentren en la tecnología una aliada.
En BBC Mundo, conversamos con cinco mujeres, que, desde diferentes plataformas y con distintos objetivos, son líderes tecnológicas en Latinoamérica.
Argentina: Lucía Policastro y la nanobiotecnología para la salud
En 2012, un ingeniero que trabajaba en tecnología de microfluídos visitó a la bióloga Lucía Policastro en su laboratorio de Buenos Aires.
“Vino con sus chips y me contó lo que hacía. Cuando vi esos chips, dije: ‘Guau, ¿vos hacés esto? Con eso podemos hacer nanomedicinas. ¡Probemos!’”, recuerda la doctora.
“Partiendo absolutamente de cero, cada uno poniendo su conocimiento, construimos un chip, empezamos a hacer mezclas y salieron nanomedicinas homogéneas, parejitas”.
FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA: LUCÍA POLICASTRO
Uno de los motores de la bióloga, especializada en oncología, es el impacto social que puede tener la plataforma tecnológica que, junto a su equipo, desarrolla.
Ese fue el inicio de Plamic, una plataforma tecnológica para desarrollar nanomedicinas que fue reconocida, en 2021 en el Concurso Innova Salud del ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Argentina y, en 2022, en el programa Brain Chile, de la Pontificia Universidad Católica.
A lo largo de los años, muchos investigadores han integrado el equipo liderado por Policastro, quien es directora del Laboratorio de Nanomedicina de la Comisión Nacional de Energía Atómica de Argentina e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
“La nanomedicina es un fármaco o una droga inmersa en un vehículo muy pequeño, un nanoenvase”, le dice la experta a BBC Mundo.
Un nanómetro es la millonésima parte de un milímetro y las nanomedicinas tienen una dimensión que ronda los 100 nanómetros.
Cuando está dentro del cuerpo, el envase protege al medicamento hasta que llega al sitio donde debe actuar y una vez ahí, la célula lo incorpora y ejerce su función.
Al estar encapsulados, los fármacos tienen menos efectos tóxicos en los pacientes.
“Hay muchas patologías en las que las nanomedicinas podrían ser útiles y, sin embargo, a nivel mundial no hay más de 120 nanomedicinas”, indica la investigadora.
“Eso habla de la limitación y del cuello de botella que es su método de producción”, pues, pese a los grandes avances, aún es difícil replicarlo a gran escala.
Eso es precisamente en lo que Policastro y su equipo están enfocados.
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La nanotecnología enfocada en la medicina busca revolucionar el tratamiento de distintas enfermedades.
La tecnología utilizada por la bióloga y su equipo se llama microfluídica, y consiste en manejar fluidos a escala micrométrica.
“Esta tecnología tiene la particularidad de que los fluidos que contienen los reactivos van por canales muy chiquiticos y uno los puede controlar”.
“Cuando los fluidos se mezclan lo hacen de forma ordenada, lo que provoca que las moléculas también se acomoden de manera ordenada y formen siempre los mismos productos”.
Y eso es clave. “Hemos hecho varias pruebas de concepto que nos han permitido encapsular drogas quimioterapéuticas, como las que se usan en el tratamiento del cáncer, o ácidos nucleicos”.
Esas pruebas buscan validar que la tecnología que están desarrollando sirve para hacer nanomedicinas de forma repetitiva y homogénea.
“Estamos en la etapa de generar una plataforma tecnológica que en el futuro podamos transferir a una industria que la use para producir nanomedicinas a gran escala y, así, beneficiar a un amplio número de pacientes”.
Chile: Marcela Ruíz y la tecnología para escuchar los océanos
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“A través de nuestro trabajo queremos que muchas más niñas se interesen en estas áreas del conocimiento”, dice Ruíz.
“Uno no cuida lo que no conoce” es una frase común entre biólogos, le cuenta a BBC Mundo Marcela Ruíz.
Y, como una de ellos, decidió dar a conocer algo que le fascina: los océanos.
“Nos hemos dado cuenta de que los sonidos de los océanos son una fuente de información infinita para determinar su salud”, indica la bióloga marina chilena.
Ruíz es la directora y una de las fundadoras de Acústica Marina, una empresa liderada por mujeres que desarrolla tecnología hidroacústica para estudiar los océanos.
“En el sonido es donde centramos nuestra tecnología, que va en la línea del desarrollo de hardware y software y que está impulsada por la inteligencia artificial (IA). Ella nos ayuda a medir, monitorear y procesar la onda acústica para identificar patrones”.
Analizar los océanos presenta muchos desafíos: sus vastas extensiones hacen difícil la recolección de datos en tiempo real.
“Y todo lo que aún nos falta por explorar” -advierte Ruíz- “pues solo conocemos un 20%”.
Por eso, cree que “la IA es una tremenda herramienta. Hay cosas que humanamente son imposibles de hacer por la cantidad de datos que manejamos, sobre todo en acústica”.
“La IA juega un rol fundamental, pero es necesario que la herramienta aprenda de cada ecosistema con supervisión humana”.
Eso ayudará no solo al levantamiento de datos sino también “a la gobernanza de las áreas marinas protegidas”.
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Una boya que usan Ruíz y su equipo para captar información.
Junto a su equipo, Ruíz trata no solo de investigar constantemente, sino de innovar y establecer alianzas en la región. “Tenemos boyas 100% operativas en el mar chileno como herramientas para adquirir información”.
Y es que con el monitoreo acústico pasivo, también se pueden advertir posibles riesgos de colisión entre la fauna marina y las embarcaciones, así como también alertar sobre la pesca ilegal.
El trabajo de Ruíz ha sido reconocido por diferentes organizaciones. En 2021, recibió el premio Mujeres Líderes de Ciencia, Tecnología, Innovación y Talento del Women Economic Forum Chile.
Liderando Acústica Marina, obtuvieron el primer lugar del Desafío Avante, un concurso de la Armada de Chile para distinguir iniciativas innovadores.
En 2022, Ruíz ganó el premio Tech Entrepreneur en los Women that Build Awards, que otorga la reconocida empresa de ingeniería de software y tecnología Globant.
Y este año fue la ganadora en la categoría “Most Disruptive” de los premios Woman in Tech, organización que fomenta la participación de las mujeres en las disciplinas CTIM.
Colombia: Adriana Noreña y el reto de «democratizar» internet
FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA: GOOGLE
Noreña ganó el Premio BRAVO al Liderazgo de Impacto Social otorgado por el Council of the Américas y el reconocimiento HITEC 50, que destaca a líderes de la industria tecnológica de América Latina, España y Portugal.
Hace casi 20 años, Adriana Noreña tenía en Cali un pequeño negocio de cosméticos.
Empezó a indagar sobre herramientas tecnológicas, en particular sobre Google, que pudieran ayudar a su compañía.
“Me picó el mundo de la tecnología porque me expuse a la publicidad online, algo que desconocía”, le dice a BBC Mundo.
Esa experiencia la describe como “el momento ¡Aha!”, en el que vio cómo una plataforma tecnológica podía servir a emprendimientos pequeños.
“Y eso es algo que hoy me apasiona porque creo que es un motor de crecimiento económico”.
“Cuando la tecnología se pone a disposición del ser humano para ayudarnos a resolver problemas, se convierte en un elemento igualador que democratiza las oportunidades”.
Dejando atrás su faceta como microempresaria, asumió cargos de liderazgo en compañías reconocidas.
Su vida dio muchas vueltas y en una de ellas, dos noticias que transformarían su vida llegaron al mismo tiempo.
El 2 de noviembre de 2005, tuvo su primera entrevista para un empleo dentro de Google.
“Después de muchas entrevistas, el 5 de diciembre debo informar si acepto la oferta. El 1 de diciembre, me doy cuenta de que estoy embarazada”.
“Como latinoamericana me empiezo a hacer una serie de rollos: en algo tan bonito como es estar embarazada, me preguntaba: ¿será que podré trabajar? ¿será que me aceptarán?”
Al recibir la llamada de su futuro jefe, le dijo que antes de darle su respuesta quería contarle que estaba embarazada.
Del otro lado escuchó: “Felicitaciones. ¿Cuándo empiezas?”.
Ingresó a Google en enero de 2006 y tras desempeñar distintos cargos, se convirtió en 2011 en la vicepresidenta de Google para Hispanoamérica.
Reconoce que la reacción de su antiguo jefe no es la regla en el mercado laboral, sino la excepción. “Espero que se vuelva la regla”, dice.
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Como le pasó a ella cuando tenía una pequeña empresa en Colombia, Noreña quiere que otras emprendedoras en Latinoamérica aprovechen los recursos tecnológicos para su beneficio. (Foto genérica)
Dentro de Google, Noreña cuenta que creó una iniciativa que busca impulsar a las mujeres a abrirse paso en la organización, con esquemas en los que las colegas más senior se vuelven mentoras de las más jóvenes.
Esa iniciativa también tiene un enfoque externo, dirigido a las mujeres de cada país para, por ejemplo, apoyarlas a gestionar sus negocios o a participar en talleres educativos.
Su “gran objetivo” es que “Google sea el aliado de preferencia de los usuarios”.
A lo largo de sus 25 años de existencia, el buscador de internet más usado en el mundo no ha estado exento de controversias, algunas relacionadas con dos grandes retos de nuestra era: la privacidad y la desinformación online.
“La privacidad es el activo y el tesoro más importante de cualquier ser humano y es algo que vamos a preservar sobre todo”, asegura Noreña.
“El desafío más importante es educar y concientizar sobre el uso responsable de internet y lo tratamos de hacer desde nuestras plataformas, mostrando con transparencia que tus datos son tuyos, no nuestros, y lo que tienes que ver en un sitio antes de firmar para no comprometer tu vida personal”.
Sobre el, en ocasiones, cuestionado algoritmo de Google, señala que “se ha ido sofisticando cada vez más para ofrecer información relevante y ahí estamos yendo a las fuentes que son confiables”.
Ecuador: Jennifer Samaniego y el poder de la educación inmersiva
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La docente y analista de innovación educativa en la UTPL con el Women that Build Award.
Hubo una época en la que Jennifer Samaniego soñó con cadáveres.
Lideraba un proyecto para crear autopsias virtuales que pudieran usar los estudiantes de Derecho de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), en el sur de Ecuador.
“Estuve en varias autopsias reales porque tenía que asegurarme de comprender todo el proceso”, le cuenta a BBC Mundo.
“En un inicio, fue chocante porque no soy del área de salud, soñaba con los cadáveres. Pero luego, para mí, fue muy normal estar en autopsias. Se convirtió en un reto fuerte que pude asumir”.
“Ver cómo ese proyecto impactaba en los estudiantes que tomaban el curso a distancia”, hace que esté entre los que más satisfacción profesional le han dado.
“Lo ideamos desde cero por una necesidad de nuestros estudiantes y docentes”.
Y es que antes de esa plataforma, el profesor a cargo de medicina legal hacía dibujos a mano para acompañar sus clases.
Ahora, con la realidad aumentada, los estudiantes pueden ver “los tipos de cadáveres, de muertes, todo el proceso de análisis interno y externo, acceder a un glosario, al informe forense”.
“Eso permite que el alumno deje el Zoom y vaya a un centro forense virtual a hacer la práctica”.
De acuerdo con Samaniego, la universidad cuenta con unos 40.000 estudiantes a distancia y unos 10.000 presenciales.
Ese proyecto, le permitió a la ingeniera y a sus colegas ganar en 2020 en la Universidad de Georgia, Estados Unidos, el primer premio del concurso que convoca el Global Online Laboratory Consortium, una organización que promueve “el desarrollo, el intercambio y la investigación de laboratorios accesibles de forma remota para su uso educativo”.
“Hay que creer en uno mismo”, dice, sobre esa experiencia la investigadora ecuatoriana, que estudió Ingeniería en sistemas informáticos y computación y que se especializó en ciencias de los datos.
“Creamos un club de realidad virtual en la universidad. No importa de qué carreras vengas, la idea es que sepas que puedes innovar en cualquier área”.
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Samaniego moderando uno de los eventos que ha organizado sobre realidad virtual.
Samaniego, quien lleva ocho años dedicada al aprendizaje inmersivo, fue clave en la creación de la Red de Aprendizaje Inmersivo, que reúne a instituciones de educación superior en Ecuador. “Empezamos 4, ahora somos 12”.
Eso le ha permitido crear alianzas con otras instituciones educativas en América Latina.
De hecho, gracias a esa iniciativa, en 2023 junto a su equipo fueron seleccionados en el Metaverse Community Challenge, que organizan el Banco Interamericano de Desarrollo y Meta, como una de las comunidades con mayor impacto en la implementación de tecnologías inmersivas en Latinoamérica y el Caribe.
Este año, a Samaniego también se le distinguió como la ganadora global en la categoría inspiring leader en los Women that Build Awards.
En la UTPL, la investigadora también lidera el proyecto XR Mujeres, que busca empoderar a niñas y jóvenes en el uso y creación de tecnologías inmersivas.
Cuenta con varias experiencias que le han demostrado “que las mujeres somos fuertes y que contar con una red de apoyo confiable es fundamental para poder afrontar exitosamente los roles de madre y profesional”.
México: Blanca Treviño y la globalización de las TI
FUENTE DE LA IMAGEN,CORTESÍA: SOFTTEK
Treviño ha sido ponente en eventos de organizaciones como el Foro Económico Mundial, el Banco Mundial, la Universidad de Harvard o la London Business School.
Blanca Treviño decidió estudiar la licenciatura en sistemas computacionales a finales de los años 70, una época en que hablar de ese campo “se escuchaba como ir a la Luna y regresar”, le cuenta a BBC Mundo.
Vivía en México y “entrar a algo muy desconocido” la había cautivado. “Sonaba retador”.
Como estudiante, se postuló con éxito para un trabajo en un grupo industrial.
“En mi primer día de trabajo, me dicen que tengo que firmar mi carta de renuncia. No lo entendía”.
El documento estipulaba que “aceptaba renunciar” cuando se casara.
Y aunque, en esos momentos, la posibilidad de contraer matrimonio “estaba lejos”, lo que ese papel le hizo ver fue “lo poco conocido” que era que las mujeres quisieran hacer las dos cosas, sin tener que sacrificar una.
Debido a la crisis de la economía mexicana de los 80, la empresa -como tantas otras- tuvo que hacer recortes de personal. “Salieron algunos de mis amigos”.
Uno de ellos le planteó la idea de que formaran una compañía. Treviño se entusiasmó con el “sueño” de crear una empresa global.
Por esos mismos años, también le llegó «el anillo de compromiso» y renunció con el argumento que le habían dado años antes. Sin embargo, la respuesta fue que “la regla no aplicaba” en su caso.
“Finalmente les dije: ‘Me estoy yendo porque estamos formando una empresa’ (…) En esa época, no se hablaba de emprendedores, la palabra era poco entendida”.
Así fue como Treviño se convirtió en la cofundadora de Softtek, una empresa dedicada a soluciones tecnológicas y transformación digital. Actualmente, es su presidenta y CEO.
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Softtek nació en México y ahora tiene presencia en Latinoamérica, América del Norte, Europa y Asia.
Ha sido clave para que Softtek no solo se posicionara en la industria de las tecnologías de la información de su país y el resto de Latinoamérica, sino para entrar en el mercado estadounidense con un modelo que denominaron nearshore, término con el que se definen «losservicios de outsourcing prestados desde países vecinos”.
En 2014, Hiroshi Takahashi escribió en la revista Forbes: “Si Blanca hubiera nacido en California o Tokio, hoy sería reconocida mundialmente por ser una de las precursoras de la industria de las soluciones tecnológicas; tan sólo por saber desde hace más de 30 años lo que hoy mueve al mundo. Pero no. Nació en Monterrey y su historia es mucho más conservadora que las historias que tanto nos venden desde California, específicamente desde el mismísimo Silicon Valley”.
En 2019, Treviño participó en la edición internacional de Fortune’s Most Powerful Women Summit, que organiza la revista estadounidense dedicada a los negocios.
Es parte del Salón de la Fama de Mujeres en Tecnología del WITI (Women in Technology Internacional), que promueve la inclusión femenina en las áreas de CTIM.
Para ella, la mejor manera de promover la equidad de género en su campo no es forzando cuotas, sino privilegiando el talento “por encima de cualquier otra cosa” y recordándoles a las mujeres que no permitan que el género sea un obstáculo para aspirar a cualquier posición.
Las jóvenes que fueron ya no existen. Están muertas. Y no descansan en paz. En su lugar hay otras. Mujeres desdibujadas que aparecen cada día ante el espejo en un flashback incesante de la violencia. Extrañas que viven en el diván –con miedo, insomnio, pesadillas– y rondan los tribunales. De cirugía en cirugía y en tratamientos dermatológicos sin fin. Son otras. Pruebas ambulantes de un crimen atroz que las deja marcadas de por vida.
Desde que sufrió el ataque con ácido en 1988 cuando tenía 20 años, Alejandra Tovar desapareció para siempre. “Fue un padre al hospital, me dio los santos óleos”. Desde entonces sólo usa su primer nombre. Ahora es María. “El ácido te llega hasta lo más profundo, te deshace. Mi nariz era el hueso, así como se ve un cráneo de calaca”. Los cirujanos le hicieron otra nariz con un trozo de una de sus costillas y un pedazo de cartílago de las orejas. “La primera vez que me vi en el espejo, me quería matar”. Lo intentó sin éxito. Sus padres lo impidieron.
La reacción de Yazmín Hernández Soria, un año mayor que Alejandra en el momento de la agresión en 2021, fue diferente. Al volver a casa, tras cinco semanas de hospitalización, se deshizo de todas sus fotos y del maquillaje. “Me dije: ¿para qué lo quiero si ya no me voy a arreglar?… Yo parecía que traía chapopote [asfalto en náhuatl] en toda la piel. Te sientes atrapada en un cuerpo que dices: Yo no soy así”. Pasó un año sin poder trabajar. “Después del panorama que iba a perder toda la cara, pues nada más fue la oreja izquierda”. Nada más. Yazmín lleva tatuada la palabra Nankurunaisa en el brazo derecho. Significa “Todo va a estar bien” en un dialecto de Japón.
Elisabeth Xolalpa, agredida veinte años antes por su expareja, sufrió quemaduras de tercer y cuarto grado en el 40% de la superficie corporal. Entonces tenía 18 años y un bebé del agresor. Se encerró los tres años siguientes en su casa en Xochimilco, al sur de Ciudad de México. “De hecho, hasta la fecha no me gusta mucho salir porque todavía, a veces, siento las miradas de morbo por mi aspecto”. Elisa, como la llaman, habla desde su propio terreno, donde cultiva plantas de flores: cempasúchitl, para el Día de Muertos, y nochebuenas para Navidad.
María López, víctima de ataque con ácido.LIZETH ARAUZ / XQUENDAFOTO
Además de las secuelas funcionales –Elisa y María todavía no pueden cerrar bien los párpados– “el estrés postraumático significa vivir permanentemente en un estado de alerta, de ansiedad, de depresión, de fobia a salir a la calle, de la mirada pública. Y, por supuesto, hay un miedo a que se repita el suceso”, explica la psicóloga Yazmín Ramírez, que atiende a cinco víctimas. “La imagen se ha fracturado. Es difícil para muchos entender cómo ellas ven borrada su identidad, es un proceso que cognitivamente no alcanzamos a dimensionar. Esa que era ya no es y, además, la marca es social. Está ahí presente hacia fuera”.
Un ataque con ácido es un terremoto que descuadra todo. Por dentro y por fuera. “El cuerpo queda con una marca física, pero sobre todo con un sistema nervioso destrozado”. Y el cuestionamiento social es terrible –¿por qué no lo dejó, por qué no se fue? – revictimizando y señalando a la mujer como la responsable de ese suceso”, agrega Ramírez. “La mayoría de ellas vive con dolor físico y emocional, con un proyecto de vida interrumpido indefinidamente. El cuadro es perfecto para dejar de tener la voluntad de vivir”.
No es todo. A eso se suma el impacto a nivel familiar y económico más la discriminación social y laboral. Es un crimen en el que se condena a la víctima. La mayoría pierde su trabajo y les cuesta conseguir otro. El viejo requisito de “buena presencia” sigue vigente. En una farmacia rechazaron a María porque el empleo era para el servicio al público. “¿Y eso qué tiene?”, respondió ella. “Se quedó pensando y me dijo: ‘Es por tu aspecto”. Como si fuera poco ser suspendidas y canceladas, la probabilidad de encontrar justicia es mínima.
Carmen Sánchez es una víctima peculiar. La joven del estado de México a la que su agresor dejaba encerrada bajo llave como si fuera una mascota, quedó sepultada en 2014 cuando tenía 29 años. “Yo era un monstruo, algo anormal, nunca había visto alguien así, ni siquiera los que estaban quemados en el mismo hospital”. En su lugar, hay una obstinada activista, que domina los términos jurídicos como si fuera abogada y se empecinó en “arrancarle un pedazo de justicia al Estado”, como ella dice.
“Intenté hacerme daño, rompí el espejo del hospital. Fue muy duro, lloré mucho, pero también ese día le pedí a Dios: ‘Si me vas a dar la oportunidad de salir de este hospital quiero que me permitas tener una vida de calidad’. No quiero vivir avergonzada, no quiero que mis hijas se avergüencen de mí. Y también ese día dije: ‘Si voy a vivir, lo voy a encontrar así se esconda debajo de las piedras. Él va a pagar el daño que les hizo a mis hijas y que me hizo a mí’. ¡Me aferré tanto a eso!”.
El ataque ocurrió en la casa de su madre en Ixtapaluca, en el Estado de México, donde había buscado refugio cuando lo dejó. Su primer amor, su expareja, la había golpeado antes. “Entre más iban pasando los años él se volvía más violento”. Lo había denunciado tres veces y no le prestaron mayor atención. En una ocasión, le hundió un cuchillo en el estómago. También había secuestrado a sus hijas en dos oportunidades. Cuando vio que la decisión de Carmen de dejarlo era irrevocable, recurrió al ácido.
Elisa Xolalpa se dedica al cultivo en Xochimilco.LIZETH ARAUZ / XQUENDAFOTO
Han sido necesarias más de 60 cirugías. Entre ellas, un trasplante de piel de su propio muslo para reconstruir el cuello. “Yo perdí la nariz, la boca, esto de hecho –aquí donde está esta cicatriz (se toca la quijada)– quedó pegado al hombro”. El daño masivo y ocho meses de hospitalización no fueron suficientes para que las autoridades actuaran. Ser víctima de violencia extrema no garantiza medidas de protección ni celeridad. “Cuando salí del hospital pesaba 34 kilos”. Y el agresor estaba en libertad. Durante años Carmen vivió con miedo, pero finalmente lograría lo que se propuso el día que vio a otra mujer en el espejo.
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Todas han pasado por lo mismo, con distintos matices. Conocen en carne propia el dolor inenarrable del ácido sobre la piel, deshaciendo la dermis y la epidermis, músculos, párpados, labios, huesos, nervios. “No hay palabras”, dice María, “sientes que te estás muriendo en vida”. Lo sorprendente no es que se quiebren sino cómo se levantan, cómo se sobreponen. En mayor o menor grado, están desfiguradas, aunque menos de lo que estaban antes del bisturí, los trasplantes de piel y los tratamientos con parches de plata y láser.
Y, sin embargo, no se esconden. Por el contrario. María posa de frente a la cámara y gira con la naturalidad de una modelo. De pronto, se descubre los hombros y propone: “Que se vea la cicatriz”. Ninguna pierde de vista su objetivo. Quieren que las veamos. Cada una a su manera: con cierta incomodidad, timidez o desenfado. Que las miremos bien, de frente, y sepamos que esto ha ocurrido y sigue ocurriendo en México. No son cosas que pasan nada más en la India o Afganistán.
Pero, especialmente, quieren justicia. Exigen cambios legales para que se impongan condenas más fuertes a este delito con fuertes tintes machistas. Los ataques con ácido suelen ser tipificados en el país como “lesiones” o “violencia Familiar”, con penas relativamente bajas, multas ridículas y enormes posibilidades de que los agresores queden en libertad.
“Hay desconocimiento de los casos porque es algo feo, hay un profundo rechazo a saber más”, sostiene la psicóloga Yazmín Ramírez. “Cuando publicas una noticia de cualquier tontería recibe muchos likes; cuando publicas una noticia relacionada a los ataques con ácido no hay reacciones. A la gente no le gusta, la gente no quiere saber que eso pasa”.
Hablar del tema, “es el primer paso para reconocer la problemática y determinar medidas para su prevención”, señala Belén Sanz, representante de ONU Mujeres en México, “porque de acuerdo con la evidencia, esta conducta en la mayoría de las ocasiones sucede en un contexto de violencia y discriminación contra las mujeres”.
En todas ellas, hay una mezcla de vulnerabilidad y fortaleza conmovedora. En un mundo obsesionado con la belleza, estas víctimas dan la cara ante el vacío del Estado para denunciar el maltrato institucional y la negligencia con la que manejan sus casos. Se resisten a ser revictimizadas por la sociedad y por el sistema de administración de justicia. No tendrían por qué hacerlo si el Estado cumpliera con sus obligaciones. Pero se han visto obligadas, lo cual no deja de ser otro acto de violencia. La justicia mexicana no tiene prisa.
Se estima que más de 90% de los ataques con ácido quedan en la impunidad. De los 43 casos de mujeres víctimas de este delito identificadas por la Fundación Carmen Sánchez (FCS), creada en 2021 por Sánchez y la activista Ximena Canseco, sólo hay cuatro agresores “vinculados a proceso”. Los otros 40 duermen tranquilos.
“No hay información estadística ni tampoco estudios diagnósticos que permitan evidenciar la gravedad y la complejidad del problema, que lleva ocurriendo al menos tres décadas”, advierte Ximena. “Aunque los datos que manejamos no son cifras reales que permitan reflejar la magnitud, sirven para empezar a documentar de una forma rigurosa este tipo de delitos”. Las estadísticas oficiales son incompletas y divergentes.
Yazmín Hernández, mujer víctima de ataque con ácido.LIZETH ARAUZ / XQUENDAFOTO
Ni Carmen Sánchez ni Yazmín Hernández aparecen en las cifras de la Secretaría de Salud, que registra 126 ingresos por “agresión con sustancias corrosivas” en los últimos 13 años (data de Egresos Hospitalarios, obtenidos a través de la Plataforma Nacional de Transparencia): 79 hombres (63%) y 47 mujeres (37%), 13 de ellas menores de edad.
Esta proporción contradice la tendencia mundial. Las mujeres son el blanco de 80% de los 1.500 ataques que se registran anualmente en el mundo, según la organización Acid Survivors Trust International (ASTI). La FCS registra lo mismo en México.
“Hay mucha cifra negra”, afirma Lucía Núñez, abogada y miembro del Centro de Investigadoras de Estudios de Género (CIEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Para abordar cualquier política pública se necesita conocer la dimensión del problema y para llegar ahí, hay que tener una idea más o menos cercana de cuál es la situación”.
En La Letra Escarlata, del novelista Nathaniel Hawthorne, la protagonista, Hester Prynne, es condenada a llevar una A por adúltera. En el caso de las mujeres atacadas con ácido, su letra escarlata es la desfiguración. El pecado: querer ser libres. “Dentro del patriarcado, no es lógico que las mujeres decidan emanciparse. Es un desacato “, sostiene Canseco. “Más de la mitad de los agresores han sido parejas y exparejas. El momento más crítico es cuando deciden plantear la ruptura y no tienen medidas de protección por parte del Estado ni redes de apoyo”.
Así sucedió en los casos de Carmen y Elisa. Y, tal vez, en los de María y Yazmín, aunque no directamente sino por encargo. Ellas no están seguras, pero tampoco lo descartan. El novio de María, raptada por tres personas encapuchadas, era sumamente celoso. Vivió con ella después del ataque y tuvieron una hija. Al año se fue y nunca más volvió. El exmarido de Yazmín, agredida por una desconocida en la calle, la golpeaba y le había quitado al niño que tuvieron juntos. Las autoridades lo exoneraron porque no estaba en la ciudad. ¿Fueron ellos? ¿Una mujer celosa? Viven con esa duda.
Los pocos responsables que van a juicio y llegan a admitir el delito suelen argumentar que no tenían intenciones de matar. Sólo querían hacer daño, un daño doloroso, profundo y permanente; marcarlas de por vida como un animal de su propiedad.
Adriana Reyes Flores, especialista en Psicología Clínica y Legal, que realizó el dictamen pericial en el juicio de Carmen Sánchez, lo rebate. “No mueren ciento por ciento de las víctimas, pero el riesgo sí existe. Pueden morir si el ácido llega a la tráquea, al canal digestivo, al estómago. También por sepsis: las quemaduras abiertas se infectan y eso puede hacer que haya una infección generalizada en el organismo. Y en cada operación a la que se someten, está el riesgo de la anestesia”.
En abril de este año, Matilde Jiménez Medrano, de 30 años, falleció un mes después de que su exmarido la agrediera con ácido en Bolivia.
Pero hay otras maneras de morir. “Desde mi perspectiva, hay una muerte real. Cuando una mujer es atacada con ácido sí existe una muerte de su identidad, de su manera de vida, de su plan de vida. A final de cuentas, lo que se busca es precisamente borrarla”, sostiene Carolina Hernández, abogada defensora de Sánchez.
Muchas víctimas demandan que se tipifique este delito como “intento de feminicidio”. Para Hernández, “la principal reforma que debe haber es que sea reconocido como un delito trascendente. El Ministerio Público no sabe cómo calificarlo y las penalidades por lesiones son mucho menores a una pena de homicidio o feminicidio. Este tipo de delito realmente debería de ser clasificado como feminicidio en grado de tentativa o, en el peor de los casos, como homicidio en grado de tentativa”.
Carmen Sánchez y Ximena Canseco.LIZETH ARAUZ / XQUENDAFOTO
Hasta el momento, se han aprobado reformas o leyes para endurecer las condenas en 8 de los 32 Estados de México. La más reciente en Puebla, donde en marzo se aprobó un cambio en el Código Penal, que los tipifica como “tentativa de feminicidio”, con penas de 25 a 40 años de prisión.
“No se necesitaría un tipo penal específico si hubiera gente capacitada y sensibilizada para este tipo de ataques pero no hay”, advierte Núñez. “Parece que tenemos que hacerlos entender a punta de codigazos”.
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La violencia no se acaba después del ataque, sólo cambia de rostro. Se transforma y se multiplica. Las historias de estas cuatro mujeres hablan de expedientes perdidos, investigaciones inexistentes, carpetas mal instruidas, órdenes de captura no ejecutadas, fiscales incompetentes y funcionarios inconmovibles. Para comenzar, a ninguna le notificaron lo básico, que tenían derecho a un defensor público. En ocasiones, las víctimas, y sus familias, se convierten en sus propios detectives, fiscales y abogadas.
A Yasmín Hernández la llamaron para hacer el retrato hablado de su agresora un año después de la denuncia. “Yo pedía mucho que revisaran las cámaras del sector, me dijeron que no se podía. Dos de mis hermanas se movieron y pidieron los videos de casas, oficinas, y sí se los dieron”.
El ataque a Elisa Xolalpa, amarrada antes de ser rociada con ácido, se calificó como “lesiones”. Su expareja no fue arrestada; 18 años más tarde volvió a Xochimilco y comenzó a amenazarla. Sólo entonces lo detuvieron por “violencia familiar”. Tras dos décadas en un laberinto legal, Elisa consiguió reactivar la causa de 2001 como “intento de homicidio”.
El expediente de Carmen Sánchez estuvo extraviado por años. La orden de captura contra su expareja tardó siete años en ser ejecutada. La mayor parte de ese tiempo no hubo medidas de protección para ella ni para sus dos hijas. En el caso de María López, “la persona que estaba a cargo le pidió dinero a mi papá por cosas que se necesitarían para dar seguimiento. ¿De dónde iba a sacar el dinero si trabajábamos día con día para poder salir adelante? El proceso quedó en el olvido”.
En esa galaxia de indiferencia, Carmen se convirtió en una suerte de astronauta. Logró la hazaña de llegar a esa luna lejana que es la justicia para las víctimas de ataques con ácido en México. Después de más de nueve años de lucha, el hombre que la desfiguró con abundante ácido marca Aderli fue condenado a 46,8 años de prisión por “femicidio en grado de tentativa”.
Habían pasado más de tres mil días desde el ataque. La histórica sentencia contra Efrén García Ramírez, ratificada el 29 de agosto pasado en un tribunal de Texcoco, Estado de México, no tiene precedentes en el país. Ni en América Latina. Efrén casi la mata. Pero no fue el único que le hizo daño.
En el camino, se violaron sus derechos de acceso a la justicia, “en su modalidad de procuración”, así como a una vida libre de violencia y se vulneró “el interés superior de la niñez” en agravio de sus dos hijas. Así lo determinó la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), en una medida a su favor en 2019. Doce fiscales incurrieron en “responsabilidad en el desempeño de su trabajo”.
El primero, encargado de tomar la declaración al día siguiente del ataque en el hospital, asentó en su informe que las lesiones de Carmen no ponían en peligro la vida cuando la nota médica de ingreso precisaba: “Pronóstico malo para la vida, la función y la estética”. Los fiscales minimizaron su caso. No uno o dos, doce. Esta cifra habla más de un patrón que de una excepción.
Carolina Hernández lo atribuye, en parte, a la saturación del sistema y los bajos salarios. “Hay ministerios públicos en las agencias especializadas de violencia de género, que atienden cada mes alrededor de 200 asuntos”. Lucía Núñez asoma otro factor: el amiguismo en la selección de jueces que no están capacitados. “Entonces no saben ni qué es género”.
Carmen había acudido un año antes al organismo de una manera tan audaz que habla de su talante. Un día abordó directamente al presidente de la CNDH, Luis González Pérez, cuando se disponía a salir después de intervenir en un evento. “Me paré enfrente, me quité la mascada (pañuelo) y los lentes oscuros con los que me tapaba la cara y le pedí ayuda”. Le sorprendió su reacción: “Él me respondió: ‘¿Me permite darle un abrazo?’ Y me dijo que fuera a la comisión, que me iban a atender”.
Su defensora, Carolina Hernández, atribuye el final excepcional del juicio a “la persistencia de Carmen y a la recomendación de la Comisión. Sin eso, no hubiéramos llegado ni siquiera a la ejecución de la orden de aprehensión”.
La CNDH aprobó después otra recomendación en favor de María Elena Ríos, atacada en Oaxaca, en 2019, por un exdiputado local que fue su pareja. En su caso, 17 funcionarios locales vulneraron sus derechos. Elisa Xolalpa también logró una medida de parte de la Comisión de Derechos Humanos de Ciudad de México. “Acceder a la justicia y a la verdad es muy doloroso para nosotras como víctimas; y también duele mucho la indiferencia de las autoridades, porque nosotras ya vamos muy vulneradas”.
Únicamente en otros dos casos, de los 43 registrados por la fundación, ha habido sentencias. Una de 24 años por “intento de homicidio” para el yerno de Martha Ávila, reducida a 8 años al declararse culpable; y otra por “violencia familiar” para el agresor de una maestra en Puebla. “La pena máxima por este delito son seis años y quedó libre con fianza porque era menos de tres años”, señala Ximena.
María López vivió 34 años en el silencio. Durante ese tiempo supuso que no había más víctimas de ataques con ácido en México. “Yo pensaba que era la única. Apenas me enteré el año pasado. Estaba viendo la televisión y salió Esmeralda (Millán, víctima de Puebla). Ella habló de la Fundación y fue como me di cuenta de que había otras personas”. Se puso en contacto vía Facebook y Ximena le respondió.
“Desde ahí cambiaron muchas cosas para mí”. Conoció a Carmen –”la mujer par”, como dice la psicóloga Yazmín Ramírez– y a otras víctimas. “Sabíamos de lo que estábamos hablando; ha sido una comunión muy bonita. Me ha ayudado muchísimo, me asignaron una psicóloga. Este tipo de agresiones te dejan en el encierro. No quieres salir, te señalan. Me afectaban mucho las miradas imprudentes, pero sobre todo había a veces burlas. En los trabajos, no se diga”.
Carmen Sánchez sostiene que no habría logrado nada sin la solidaridad de otras personas. “Yo sola no hubiera podido salir jamás, o sea, me hubiera muerto”. Eso la impulsó a crear la fundación. “Las redes de mujeres me salvaron a mí. Me dije: ¿por qué no vamos a salvar a otra mujer?”. Su encuentro con Ximena Canseco, una historiadora de 25 años, fue fundamental. Enseguida, abandonó su trabajo en el Museo de la Tolerancia en Ciudad de México, y entre las dos crearon la organización.
La fundación acompaña actualmente a nueve víctimas con asesoría legal y médica. No tienen recursos más allá de algunas donaciones eventuales, pero han logrado atraer a especialistas que ayudan voluntariamente a las víctimas: abogadas, psicólogas, médicos especialistas. La dermatóloga Isela Méndez, por ejemplo, atiende a 13 en su clínica de Polanco. Son tratamientos necesarios y costosos que no cubre la medicina pública ni los seguros privados.
“La primera (víctima) llegó en privado”, en 2018. Era una estudiante de 21 años, con recursos, que estuvo siete meses hospitalizada. Había sido atacada con una mezcla de siete ácidos. “Tenía 80% por ciento de la superficie quemada”. Méndez se ofreció a ayudar a otras. ¿Por qué? “No más de verlas”.
Lucía Núñez cuestiona la manera como el Estado se desentiende de estas mujeres. “Muchas veces te dejan así. Te atendieron y ya, pero la víctima toda la vida va a estar en reconstrucciones y eso es oneroso. No hay una política pública, no se está poniendo el foco en este tipo de atenciones en el ámbito de la salud. Todo bien con que la sociedad civil participe, pero esta es una obligación del Estado”.
Ximena insiste en que el ataque con ácido no es algo aislado. “Tienen que verse como un continuo de violencia a lo largo de la vida de estas mujeres. Y, en un nivel macro, tienen que entenderse dentro del contexto de violencia generalizada contra las mujeres en México”.
Con el tiempo, algunas víctimas comprenden que soportaron los maltratos de sus compañeros porque lo veían como algo natural. “Se me hizo muy fácil normalizar las violencias que yo empecé a vivir con Efrén porque yo ya las había vivido en mi familia”, reflexiona Carmen. Para Elisa también era algo familiar: “Yo la normalicé desde pequeña porque mi papá fue un hombre agresivo conmigo. En su momento, quería escapar de ese núcleo de violencia y me fui a otro”.
“No me gusta tener que agarrar fuerzas para enfrentar esto, pero yo sigo y voy a seguir porque quiero que sepan quién fue, quién es, Elisa y qué está haciendo para cambiar ese sistema”.
Yazmín Hernández celebra con su hijo pequeño.LIZETH ARAUZ / XQUENDAFOTO