La Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU) del Inegi reveló que la percepción de inseguridad de las mujeres en 2020 disminuyó respecto al año anterior.
Pese al confinamiento derivado de la pandemia por coronavirus, 21% de mujeres mayores de 18 años de zonas urbanas fueron víctimas de acoso o violencia sexual en espacios públicos, informó el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi).
Tras dar a conocer la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU), el Inegi resaltó que la percepción de inseguridad de las mujeres en 2020 disminuyó respecto al año anterior, cuando 27 de cada 100 mujeres mayores de edad se sintieron hostigadas sexualmente en lugares públicos, en el primer semestre de 2019.
La ENSU destaca que, a diciembre de 2020, 68.1% de la población de 70 ciudades de México, mayor de 18 años, consideró que “vivir en su ciudad es inseguro”, percepción apenas menor, de poco más de cuatro décimas, con respecto a lo que sintió esa población en diciembre de 2019, cuando 72.9% de los adultos consideraba que sus ciudades eran riesgosas.
De acuerdo con la Encuesta, a diciembre de 2020 la percepción de inseguridad entre las mujeres alcanzó 72.6% de la población, mientras que entre los hombres fue de 62.7%.
Los últimos resultados revelan que en diciembre de 2020 las ciudades más peligrosas, consideras así por sus ciudadanos, son Fresnillo, Ecatepec de Morelos, Coatzacoalcos, Cancún y San Luis Potosí.
En contrapartida, las ciudades donde la percepción de inseguridad fue menor son San Pedro Garza García, Los Cabos, Mérida, Saltillo, La Paz y San Nicolás de los Garza.
Kamala Harris, hija de inmigrantes de Jamaica e India, será la primera persona negra, la primera mujer y la primera estadounidense de origen asiático en ocupar la vicepresidencia de Estados Unidos.
«Llegué hasta aquí gracias a las mujeres antes de mí», con este mensaje compartido en su cuenta de Twitter, la vicepresidenta electa Kamala Harris, inicia su periodo como vicepresidenta de Estados Unidos.
En el clip de un minuto con treinta y cinco segundos agradece especialmente a su madre, Shymala Gopalan Harris, migrante originaria de India y conmemora la lucha de las minorías femeninas en Estados Unidos.
«Mujeres que pelearon y sacrificaron tanto por la igualdad, la libertad y justicia para todos, incluyendo a las mujeres negras, que con frecuencia, mucha frecuencia, fueron minimizadas pero que, con la misma frecuencia demostraron ser el pilar de la democracia estadounidense».
Kamala Harris es hija de inmigrantes de Jamaica e India, será la primera persona negra, la primera mujer y la primera estadounidense de origen asiático en ocupar la vicepresidenta de Estados Unidos.
El acto simbólico de asunsión de poder se llevará a cabo en una ceremonia frente al Capitolio. Por motivos de distancia social el mendio de la pandemia Covid-19 en el país más golpeado por el virus, la explanada no recibirá seguidores, en su lugar estará cubierta por casi 200,000 banderas y 56 pilares de luz que representan a la diversa población estadounidense.
Las mujeres de México ya enfrentaban las peores perspectivas económicas de América Latina. Ahora la pandemia amenaza con hundirlas aún más, agravando la desigualdad crónica y arrastrando el destino del país.
Casi dos tercios de las pérdidas de empleo en el país durante el brote recayeron en mujeres, según datos del Gobierno.
Estos reveses se ven agravados por la incapacidad de la administración de Andrés Manuel López Obrador de apoyar a padres y madres de familia durante la crisis, mientras que la falta de estímulo fiscal significa que cualquier recuperación económica depende principalmente de industrias pesadas dominadas por los hombres.
Citlali Magaña Santos, asistente de un jardín de niños, estuvo entre los millones de mujeres ‘golpeadas’ por la crisis del verano pasado, cuando su preescolar en la Ciudad de México ya no pudo pagarle.
La madre soltera, de 24 años, tomó un empleo informal para mantener a su hija, trabajando para un grupo de familias cuidando a sus hijos mientras los preescolares permanecen cerrados.
«Si no fuera por esto, la verdad es que no tendría nada para comer», dijo en una entrevista telefónica.
Es una de las mujeres más ‘afortunadas’ según los estándares actuales: solo el 40 por ciento de las trabajadoras del país tienen trabajo hoy en día, en comparación con 44 por ciento antes de la aparición del COVID-19, una cifra muy por debajo del promedio visto en América Latina y el Caribe, según la Organización Internacional del Trabajo.
El desempleo femenino «es una de las mayores barreras de desarrollo que tiene México», remarcó Gabriela Inchauste, investigadora del Banco Mundial y coautora de la Evaluación de Género de México de la institución, que estima que la brecha de género le cuesta al país 25 por ciento del ingreso per cápita.
Bloomberg
En los países desarrollados, las cuarentenas borraron los avances que las mujeres habían logrado en la fuerza laboral esto debido a que las escuelas cerraron y las mujeres soportaron la peor parte del cuidado de los niños.
Esto ya era un problema en México mucho antes de la pandemia: el país se ubicó en el puesto 124 de 153 en un análisis del Foro Económico Mundial sobre las oportunidades económicas de las mujeres en 2019.
Los centros preescolares privados como en el que trabajaba Citlali han estado en problemas desde principios de 2019, cuando el presidente López Obrador recortó los subsidios para las instancias infantiles y decidió enviar el dinero a las madres directamente.
El número de personas que se benefician del programa se ha reducido hasta en 25 por ciento, según un estudio.
Las reducciones en el personal de los jardines de niños han representado un golpe especialmente duro para las mujeres, subrayó Alexandra Zapata Hojel, experta en el sistema educativo mexicano.
“El preescolar cierra y muchas mujeres pierden sus trabajos”, señaló.
Debido a que a esas madres en promedio se les paga menos que a sus parejas masculinas y se espera que se ocupen del cuidado de los niños, tienden a ser las que dejan de trabajar.
«Tener hijos les quita el derecho a una carrera», apuntó.
El aumento de la pérdida de empleos femeninos también refleja el fracaso de México para diversificar su economía más allá de la manufactura, la minería y la energía, industrias dominadas por hombres.
La decisión de López Obrador de no utilizar deuda para aumentar el gasto durante la crisis agravó el problema.
La economía de México se ha basado en la demanda estadounidense de productos industriales, mientras que el sector de servicios dominado por mujeres ha tenido que valerse por sí mismo.
Muchas de las empresas que emplean a mujeres son pequeñas y locales, y carecen de los recursos financieros para superar la recesión provocada por la pandemia.
Las mujeres ocupan dos tercios de los empleos en las industrias de servicios de México, que dependen en gran medida de mano de obra poco calificada. Además, las mujeres ocupan muchos de los trabajos más prescindibles en las empresas de servicios, que requieren estar físicamente presentes.
“Las mujeres en el sector de servicios no eran las gerentes”, comentó Valeria Moy, directora del grupo de expertos del Instituto Mexicano para la Competitividad. «Hacen limpieza, cocina, servicios. Esos son los empleados que fueron despedidos».
Arturo Herrera, secretario de Hacienda, destacó la magnitud del problema en declaraciones públicas, diciendo en noviembre del año pasado que si México tuviera la tasa de empleo de Argentina, cuatro millones más de mujeres del país tendrían trabajo.
“Esto es sintomático de una desigualdad muy profunda, pero también de una pérdida de potencial de crecimiento económico”, remarcó.
López Obrador ha defendido su historial al tratar de cerrar la brecha económica de género ofreciendo apoyos a las madres solteras, y su gabinete ha logrado la paridad entre hombres y mujeres. Su oficina no proporcionó más comentarios para este artículo.
Mientras que otros países latinoamericanos han otorgado tiempo libre remunerado a las madres y padres de familia o enviado dinero directamente para ayudar a las familias durante la crisis, México recortó en 32 por ciento el presupuesto del Instituto Nacional de la Mujer, el ‘brazo’ del gobierno enfocado en impulsar los derechos y oportunidades de las mujeres.
México es uno de varios países latinoamericanos que han intentado en los últimos años combatir la cultura machista que impregna la región, realizando campañas de concienciación pública sobre el trabajo doméstico.
Aunque la Ciudad de México aumentó recientemente su licencia pagada para las madres y padres a 45 días, la licencia de paternidad pagada a nivel nacional es de solo una semana, muy por debajo del promedio de unas ocho semanas entre los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Eso significa que muchos hombres no están en condiciones de ayudar mucho con el cuidado de los niños pequeños. Las madres mexicanas tienen 12 semanas de licencia remunerada.
La campaña contra el machismo ha tenido resultados limitados y el trabajo doméstico sigue considerado como ‘un trabajo de mujeres’. El Banco Mundial estima que las mujeres mexicanas dedican hasta 38 horas más a la semana que los hombres al cuidado de los niños y las tareas domésticas.
Este trabajo no remunerado equivale a 18 por ciento del Producto Interno Bruto nacional, según estimaciones del Gobierno de México.
Alrededor de 53 por ciento de los mexicanos está muy de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación “cuando una madre trabaja por un salario, los hijos sufren”, según la Encuesta Mundial de Valores de 2017.
Las mujeres trabajadoras, especialmente aquellas con niveles educativos más bajos, tienen un «fuerte nivel de culpa» por estar lejos de casa, resaltó Inchauste del Banco Mundial. “Para ellos, tener hijos les quita el derecho a una carrera. Es como su primera prioridad y su único deber es con esos niños».
Luego de 50 años de existir, la Selección Nacional Femenil de futbol en México tendrá a su primera directora técnica y la encargada será Mónica Vergara Rubio.
Tras la renuncia de Christopher Cuellar, la Federación Mexicana de Futbol nombró a Mónica Vergara como la nueva entrenadora de la Selección Nacional Femenil.
Vergara, quien participó en la Copa del Mundo de 1999 como jugadora, llevó a la Selección Femenil sub-17 al subcampeonato del mundo en Uruguay 2018.
En conferencia de prensa, la nueva directora técnica de la Selección Femenil dijo: “Estoy muy contenta por llegar a la Selección Femenil, para mí es un orgullo. Van a ver un equipo que represente de toda forma a México, desde los valores”.
Antes de ser nombrada como la entrenadora de le Selección Mayor, Vergara era la estratega de la Selección Sub-20 con la cual consiguió el subcampeonato del Campeonato de la Concacaf en 2020.
LAS SELECCIONES MENORES TAMBIÉN SERÁN DIRIGIDAS POR MUJERES
La Federación Mexicana de Futbol también anunció la llegada de Maribel Domínguez como entrenadora de la Selección Sub-20 y Ana Galindo como la dirigente de la Sub 17, haciendo así que las tres principales selecciones femeninas sean dirigidas por mujeres.
“Estoy muy contenta, feliz de asumir este reto de ser la DT de la Sub 20. Lo tomo con responsabilidad. Cada día las mujeres en México somos más fuertes”, señaló Maribel Domínguez.
Por su parte, Ana Galindo dijo durante su presentación que las tres entrenadoras buscarán empoderar a las mujeres.
“Me siento muy orgullosa de ser parte de este cambio de nuestra historia. Queremos ser guías de nuestras próximas generaciones y empoderar a las mujeres.”
UN MOMENTO HISTÓRICO PARA EL FUTBOL FEMENIL EN MÉXICO
Platicamos con Andrea Sierra, directora editorial de Campeonas MX, el cual es un proyecto que busca contar las historias de esfuerzo detrás de las mujeres que han hecho historia en el deporte en México, como el caso de Mónica Vergara.
Sierra señaló que la decisión por parte de la Federación Mexicana de Futbol fue excelente, porque desde hace años se buscaba un cambio dentro de la Selección Nacional Femenil.
“Mónica es alguien de casa, conoce y tiene esa sed de regresar todas las deudas que se tienen pendientes con las selecciones femeniles”, explicó.
En cuanto a por qué es Vergara la elección adecuada para entrenar a la Selección Femenil, Sierra mencionó que su experiencia como ex jugadora en torneos importantes le ayuda a conocer las carencias con las que las mujeres han jugado durante los últimos años porque “lo ha vivido en carne propia”.
“Como entrenadora, creo que ha demostrado ser una mujer preparada y con conocimiento para llevar a México a lo más alto”.
“No solo se convirtió en la primera mujer en dirigir a una selección mexicana en un Mundial, también consiguió con la Sub-15 la medalla de Bronce en Juegos Olímpicos de la Juventud en 2014 y logró el segundo lugar en el Mundial Sub-17 en Uruguay”, resaltó Sierra.
Miles de personas declaran en las redes haber sido víctimas tras el impacto del libro ‘La familia grande’, de Camille Kouchner.
“Tenía cinco años. En una tarde, el hermano de mi madre acabó con mi candor y ensombreció el resto de mi vida. En un segundo, tenía 100 años”. “Mi padre me decía que era normal”. Desde el sábado, los mensajes en Twitter en Francia se multiplican. Casi 80.000 el fin de semana, y siguen llegando. Todos con la etiqueta #MeTooInceste. La publicación a comienzos de mes del libro La familia grande, donde Camille Kouchner, hija del exministro Bernard Kouchner, revela los abusos que sufrió su hermano gemelo cuando era adolescente por parte de su padrastro, el reconocido politólogo Olivier Duhamel, ha abierto una compuerta en Francia difícil de volver a cerrar. El nuevo movimiento Me Too es solo una señal más de que el tabú sobre el abuso sexual de menores en general y en el seno de la familia en particular parece haberse roto. Mientras la palabra se libera, el país debate cómo hacer frente a este flagelo que, según una encuesta reciente, ha sufrido uno de cada diez franceses en su infancia o adolescencia. La propuesta de crear nuevas leyes no convence a todos.
“Habrá un antes y un después de esto”, afirma Madeline Da Silva. La teniente de alcalde para la Infancia de Lilas, en la periferia parisina, y miembro del colectivo feminista Nous Toutes es una de las creadoras de la etiqueta #MeTooInceste lanzada el sábado. Si La familia grande ha impactado por el influyente círculo político e intelectual parisino del que habla, la oleada de denuncias en Twitter “ha demostrado que el problema está en todas partes y en todos los niveles” de la sociedad, señala por teléfono la también militante por los derechos de los niños. Las víctimas “han hablado de manera masiva y eso ha hecho que Francia abra los ojos ante la cuestión de la violencia sexual contra los menores”.
Hay pocas dudas acerca de la magnitud del problema: según una encuesta realizada en diciembre, 6,7 millones de franceses, el 10% de la población, dice haber sufrido abusos sexuales por parte de un familiar. Ese mismo mes, la diputada macronista Alexandra Louis presentó un informe según el cual cada año, en el país, casi 130.000 niñas y 35.000 niños son víctimas de violación o de intento de violación, agresiones que “en su mayoría tienen lugar en la esfera familiar o cercana”.
Lo que genera menos consenso es cómo actuar ante esta realidad. En el centro de las discusiones está la cuestión de si hay que legislar más o si bastan las leyes existentes y lo que hace falta es aplicarlas bien y, sobre todo, realizar una política de prevención efectiva. Un debate que, por otra parte, no es nuevo.
En Francia, el incesto no es delito, pero sí está considerado como una agravante en el caso de violación o abuso sexual. El Código Penal francés también establece una pena de hasta 20 años de cárcel para casos de violación de un menor de 15 años.
En 2018, se aprobó la denominada ley Schiappa, que amplió de 20 a 30 años la prescriptibilidad de delitos sexuales contra menores a partir de la mayoría de edad de la víctima. También reforzó las disposiciones para castigar más duramente este tipo de delitos contra menores de 15 años.
Nuevo crimen sexual
Pero para algunos no fue suficientemente lejos, sobre todo porque fracasó a la hora de fijar una edad mínima de consentimiento. Esta cuestión está ahora en el centro de los nuevos debates, junto con la posibilidad de ampliar aún más la fecha de prescripción. El Senado prevé discutir este jueves una propuesta de crear un nuevo crimen sexual “para proteger a los menores de 13 años”.
“Si la ley debe cambiar, lo haremos”, afirmó este martes el jefe de las filas macronistas en la Asamblea Nacional, Christophe Castaner, en la emisora RTL. Una senda que apoya el secretario de Estado para la Infancia, Adrien Taquet. “Tenemos que encontrar los medios jurídicos para criminalizar las relaciones sexuales entre un adulto y un menor de 15 años”, declaró en Europe 1.
Pero la nueva fiebre legislativa no gusta entre las impulsoras del nuevo Me Too. “Hay que dejar de intentar cambiar la ley. Eso no quiere decir que sea satisfactoria, pero si hablamos de cambiar la ley, damos a entender que esta no prohíbe la violencia sexual contra menores, cuando sí lo hace. Y aun así, no cesa”, previenen. De ahí que, como hacen muchos expertos, preconicen la formación de los profesionales que atienden a menores para detectar un caso de abusos, al igual que reclaman para la violencia de género.
“No es la ley la que va a hacer que en las comisarías se atienda mejor a las mujeres que denuncian abusos, y no es tampoco la ley la que va a hacer que en las escuelas o los lugares que acogen a niños se entienda mejor lo que quieren decir”, resume Da Silva. “La realidad es que hay que hacer cesar la violencia, no castigarla mejor. Si hacemos solo eso, vamos a ocupar el espacio público con un debate que no es el bueno”, advierte.
La imagen de una niña afroamericana sosteniendo en las manos una bandera de Estados Unidos –pelo rizado adornado con una flor azul, expresión orgullosa y serena–, fue la imagen de portada de la revista The New Yorker en su edición del 23 de noviembre de 2020, días después de que se confirmara el triunfo a la presidencia y vicepresidencia del país de la fórmula Biden-Harris, respectivamente. El título de la obra es “Election Results”.
Esa niña ilustrada representa a todas las niñas afroamericanas que han luchado para llegar a este momento; es Charlotte Ray, aceptada en 1872 como la primera abogada afroamericana; Althea Gibson, la primera tenista afroamericana que jugó un partido en Wimbledon, en 1950; es Ruby Bridges, la niña de piel obscura que en 1960 fue escoltada por alguaciles para atender una escuela de estudiantes blancos en Mississippi; Shirley Chisholm, la primera congresista afroamericana; es Loretta Lynch, Michelle Obama, Stacey Abrams; y, por supuesto, esa niña también es Kamala Harris.
Una mujer de “primeras veces” será la vicepresidenta de Estados Unidos: la primera mujer en ser procuradora de San Francisco (2004-2011) y la primera afroamericana procuradora general de California (2011-2017); después, la primera senadora asiático-americana y la segunda afroamericana que forma parte del congreso. A la Casa Blanca llega de la misma manera a partir del 20 de enero de 2021: la primera afroamericana y asiático-americana en la vicepresidencia será también la primera mujer en ocupar el cargo.
En un momento en el que el discurso racista y de odio circula sin rubor en Estados Unidos, avivado y legitimado por el propio Donald Trump, el hecho de que Harris no sea anglosajona, y además sea mujer –la mujer con el cargo de gobierno más alto en la historia del país–, representa un hito en la historia y en la representación política. Estados Unidos ya no es un bloque monolítico de hombres blancos, sino un mosaico en el que conviven hombres y mujeres con diferentes colores de piel, bagajes culturales, creencias religiosas y orientaciones sexuales. La resistencia desde el supremacismo blanco no es más que la respuesta al avance de una diversidad que se va filtrando por las rendijas del poder, y que difícilmente dará marcha atrás.
Parecería que Kamala Harris se preparó toda su vida para este momento. Sus padres son inmigrantes que, como describe ella, nacieron a medio mundo de distancia. Shyamala Gopalan, su madre, nació en la ciudad de Chennai, en India, y migró a California para iniciar su carrera científica en investigación sobre el cáncer. Fue ahí, en la Universidad de California Berkeley, donde conoció a Donald Harris, un estudiante de economía originario de Browns Towns, Jamaica. Según lo cuenta la propia Kamala, la pareja inculcó a sus hijas la vida espiritual evangélica de la Iglesia Bautista, pero también del hinduismo, y la madre las preparó para sentirse orgullosas de ser afroamericanas.
Kamala, por su parte, está casada con Douglas Emhoff, un abogado originario de Nueva York radicado en California, judío, con dos hijos adultos de un matrimonio previo que se refieren cariñosamente a su madrastra como “Momala” –una combinación de su nombre y la palabra yiddish mamaleh, mamita–. La última celebración familiar de Año Nuevo de los Harris-Emhoff, durante la pandemia, consistió en una reunión vía Zoom que incluyó, entre otros, a Ella y Cole, los hijos de Doug; a Maya, la hermana de Kamala; a la abuela de las hermanas Harris, conectada desde Canadá, y a miembros de la familia Emhoff conectados desde Italia.
Abogada, afroamericana, asiáticoamericana, hija de inmigrantes, hindú, bautista, judía, segunda esposa, sin hijos biológicos, madrastra. Como un reflejo de lo que hoy es Estados Unidos, Kamala Harris podría usar muchas etiquetas para definirse a sí misma; pero al preguntarle, su respuesta es simple: “American”.
Fotografía de Mario Anzuoni / Reuters.
LA PRIMERA, PERO NO LA ÚLTIMA
Kamala Devi Harris nació el 20 de octubre de 1964 en Oakland, California, y creció en la vecina ciudad de Berkeley, donde sus padres asistían a la universidad. Cuando tenía siete años, y su hermana Maya cinco, sus padres decidieron divorciarse para seguir sus carreras profesionales, ella como investigadora médica, él como economista. Las niñas Harris visitaban a su papá durante las vacaciones, y su educación diaria quedó a cargo de la madre, quien “entendió muy bien que estaba criando dos hijas negras”, relata Kamala en su autobiografía, The Truths We Hold, al hablar de su origen étnico y racial. “Ella sabía que, en su país adoptado, verían a sus hijas como afroamericanas, y tomó la determinación de asegurar que nos convirtiéramos en orgullosas mujeres negras, seguras de sí mismas”.
Kamala Harris ha dicho en repetidas ocasiones que su madre es la figura que ha tenido mayor influencia en su vida. “Es por ella que crecí en una comunidad donde aprendimos a ver el mundo más allá de nosotras. A ser conscientes y compasivos sobre la lucha de cada persona”. En una de las fotografías que comparte en su libro, y que también ha publicado en redes sociales, se ve a una jovencita india, con manos de dedos largos y afilados, sosteniendo en brazos a una bebé. El pie de foto describe: “A los 25 años, mi mamá tenía un título universitario, un doctorado, y a mí”. Siendo una investigadora universitaria a cargo de dos niñas pequeñas, Shyamala echó mano de su red de soporte para salir adelante, de manera que además de ella, otras dos mujeres perfilaron a su hija para convertirse en la persona que hoy es: su vecina, la señora Shelton, y su maestra, la profesora Wilson, ambas afroamericanas.
“La señora Shelton era una mujer cálida y elocuente, de Louisiana. Ella y su esposo, Arthur, eran dueños de una guardería”, relata Harris. “Cuando nuestra mamá trabajaba hasta tarde, mi hermana Maya y yo íbamos a la casa de la señora Shelton después de la escuela. Su casa era como una extensión de nuestra propia casa, y ella se convirtió en una segunda madre para nosotras”. Cuando Kamala era adolescente, Shyamala Harris se mudó con sus hijas a Canadá debido a que obtuvo una plaza para dar clases en la Universidad McGill de Montreal. Cuando más tarde volvieron a Oakland, Kamala siguió en contacto con la señora Shelton; en sus primeros años como abogada, solía detenerse en su casa para saludarla y comer algo.
Fotografía de Yomiuri Shimbun / Reuters.
Hay un tejido especial entre Kamala Harris y las mujeres de su vida; una conexión que, asegura, la ayuda a mantener los pies en la tierra. A lo largo de su autobiografía, Harris menciona a una serie de mujeres cercanas a su familia, esa figura de la tía postiza que conocemos tan bien los latinoamericanos. A la fecha, mantiene una relación muy cercana con su hermana Maya –quien también estudió Derecho y ha sido, entre otras cosas, asesora de política pública en el equipo de campaña de Hillary Clinton– y con los hijos de ésta, en particular con su sobrina Meena, quien también es abogada y está involucrada en el activismo.
Esta relación fuerte la mantuvo cerca de la profesora Francis Wilson durante toda su educación, a pesar de que solo le dio clases en primer año de primaria. “Ella me enseño el sentido de la esperanza y el valor durante los años formativos de mi vida, y creyó en mí a cada paso del camino”, explica Harris. Muchos años después, el día en que Kamala recibió su diploma de la facultad de derecho, la profesora Wilson le sonreía desde la audiencia.
Me han dicho que no es mi turno, que no es mi tiempo, que nadie con mi perfil lo ha hecho antes, que va a ser muchísimo trabajo –Dios guarde que queramos trabajar–, pero decidí no escuchar. Yo ya me acostumbré a decir que los ‘no’ me los como en el desayuno”
De alguna manera, marcó a la joven Kamala el hecho de estar rodeada por una comunidad afroamericana sólida, y de mujeres que la motivaban a seguir adelante. Al terminar la preparatoria se matriculó en la Universidad de Howard, en Washington, D.C., una institución creada en el siglo XIX caracterizada por una tradición no sectaria, que abre las puertas a personas de cualquier género u origen; una de las universidades estadounidenses que daba servicios educativos a jóvenes de la comunidad afroamericana antes de la declaración de la Ley de Derechos Civiles en 1964. Estar en Howard significó para Kamala la posibilidad de acercarse y aprender más sobre la cultura afroamericana. De una infancia en la que experimentó lo que significa que el vecino les diga a sus hijos que no pueden jugar contigo porque eres negra, Kamala pasó a su etapa de joven adulta participando en reivindicaciones de los derechos civiles y en protestas por el apartheid en Sudáfrica. También en esa etapa se convirtió en miembro del grupo Alpha Kappa Alpha, una reconocida sororidad (esos clubes en los que se agrupan los jóvenes estudiantes de ciertas universidades). “Durante el camino, Howard me enseñó que, aunque con frecuencia encuentres que eres la única persona en el sitio con tu aspecto físico, debes recordar que nunca estás sola”.
Esta seguridad en sí misma, la certeza de saber que estás en el sitio en el que te corresponde, y que lo harás bien, transpira por cada poro de Harris, una mujer alta, de andar erguido, que estalla en carcajadas, y que se siente cómoda lo mismo compartiendo tutoriales sobre cómo preparar lentejas, que interrogando incisivamente al juez Brett Kavanaugh en una de las comparecencias más duras de la historia del Comité Judicial del Senado (quien no haya visto el video, tiene que hacerlo; está en YouTube).
En su candidatura por su primer cargo en Estados Unidos, antes de cumplir 40 años, Kamala Harris dijo en una de sus apariciones en público: “Me han dicho que no es mi turno, que no es mi tiempo, que nadie con mi perfil lo ha hecho antes, que va a ser muchísimo trabajo –Dios nos guarde de que queramos trabajar–, pero decidí no escuchar. Yo ya me acostumbré a decir que los ‘no’ me los como en el desayuno”.
Fotografía de Mike Segar / Reuters.
“HAY TROZOS DE CRISTAL POR TODAS PARTES”
Kamala baja ágilmente por la escalinata de un avión. Lleva el peinado cuidado de siempre, pero permite que el aire le revuelva el pelo. Viste unos jeans y una blusa negros; un blazer obscuro, y unos zapatos Chuck Taylor de Converse, también negros.
Los ocho segundos de video se viralizaron en redes sociales, y el estilo de Harris se convirtió en tema de conversación: atuendos casuales para sus viajes y los eventos de campaña, el tradicional traje de dos piezas para los eventos formales, el pelo a la altura de los hombros, en capas, y joyería discreta –con frecuencia, unos aritos dorados en las orejas, y un collar de doble hilo con perlas–. En redes sociales circulan también las fotografías de ella y su esposo vistiendo ropa deportiva, la cabeza cubierta con una gorra, durante sus caminatas matutinas por The Mall, el parque nacional de Washington, D.C.
Son muchas las mujeres en el círculo del poder en Estados Unidos que han convertido su estilo en una marca de identidad, un statement. Está el caso de los trajes Chanel de Jackie Kennedy; el collar de perlas de tres hilos de Barbara Bush; el abrigo rojo de Nancy Pelosi, o el traje blanco de dos piezas, un homenaje a las sufragistas, utilizado por Hillary Clinton –y que Harris usaría también en su discurso de aceptación a la candidatura de la vicepresidencia, al igual que lo hizo en 1984 Geraldine Ferraro, la primera mujer en obtener la candidatura al cargo–. En todos los casos, la marca identitaria busca reflejar la personalidad de la portadora, y habla también de la manera en que entiende su rol en el poder. En el caso de Harris, y en la coyuntura de la pandemia y la imposibilidad de hacer campaña presencial, los Converse se combinaron con los icónicos lentes obscuros de aviador de Joe Biden, para dar una imagen relajada, laid out, al ticket presidencial. Los RayBan que Joe Biden ha usado durante décadas, un clásico cool, en combinación con los Chucks de Kamala, un cool clásico, les ayudaron a conectar con la gente que pasaba los días trabajando desde casa, con ropa cómoda y sin zapatos.
Cuando un aspirante a la presidencia es elegido candidato por su partido, la decisión más importante que debe tomar es quién será su vicepresidente. Esta elección no solo se centra en una persona que sea compatible en ideología, visión política o valores, sino también en la experiencia, personalidad y el respaldo popular del que goce para quedar al mando del gobierno si fuera necesario. Con la elección de Kamala, y el posible pase de estafeta para que ella sea la siguiente candidata a la presidencia, Joe Biden envió un mensaje de apertura para lo que hoy es Estados Unidos: un hombre mayor, blanco, católico, de familia tradicional, cuyos hijos sirvieron en las fuerzas armadas, que ha elegido a una mujer no blanca, no católica, de mediana edad, con ideas liberales, casada con un hombre divorciado que profesa una religión diferente, para ser su segunda a bordo.
En el caso de Harris, y en la coyuntura de la pandemia y la imposibilidad de hacer campaña presencial, los Converse se combinaron con los icónicos lentes obscuros de aviador de Joe Biden, para dar una imagen relajada, laid out, al ticket presidencial.
Es muy conocida la metáfora del “techo de cristal” para referirse a las mujeres y el poder. Incluso en las sociedades que se definen como más democráticas, hay una barrera para las mujeres que les permite ascender en la escalera del poder, pero solo hasta cierto nivel. Con su candidatura a la presidencia en 2016, Hillary Clinton buscaba ser la mujer –blanca– que rompiera el techo de cristal definitivamente; al perder la elección, algunos grupos feministas se consolaron diciendo que al menos Clinton le había dado un fuerte golpe y lo había dejado estrellado. El golpe debe haber sido, en efecto, fuerte, porque solo cuatro años después, Kamala Harris llega con su historia a hacerle un buen agujero al techo de cristal. El día que se anunció su triunfo como vicepresidenta electa, una imagen circuló en redes sociales con la frase “No olviden ponerse zapatos, señoras, porque hay trozos de cristal por todas partes”.
No es solamente por sus características personales que Harris ha dado un vuelco a algunas de las cosas que acostumbramos a ver en la Casa Blanca. Con el techo de cristal de una mujer en la vicepresidencia, se rompe otro, que es el de los hombres que aceptan asumir el rol de consorte, y por tanto involucrarse en las actividades que usualmente se le adjudican a la llamada “segunda dama”, la esposa del vicepresidente. Este es un terreno nuevo para todos, y tanto el equipo de transición en la Casa Blanca, como la familia Harris-Emhoff, han buscado ideas para manejar el tema de la mejor manera.
Kamala y Douglas Emhoff se conocieron en 2013, cuando ella era procuradora de California. Doug es un abogado que creció en New Jersey y llegó a su vida adulta en California, representó legalmente a personalidades de Hollywood y formó parte de varias empresas, hasta su cargo más reciente como socio de la legal multinacional DLA Piper. Según lo han relatado en varias entrevistas, el flechazo fue instantáneo y en agosto del siguiente año se estaban casando. La ceremonia oficiada por Maya, hermana de Kamala, incluyó un collar de flores que llevaba Doug en honor a la herencia hindú de ella, y ambos rompieron una copa de cristal siguiendo la tradición judía.
Fotografía de Brandon Bell / Reuters.
Si bien no existe un rol específico asignado para la pareja del presidente o del vicepresidente, tradicionalmente las esposas de quienes están en el cargo –las primera y segunda damas–, deben seguir algunos protocolos. Para empezar, Doug pidió una licencia laboral para sumarse a la campaña de su esposa; y cuando Kamala ganó, anunció que dejaba la empresa para evitar un conflicto de interés con el cargo de vicepresidenta de Harris.
“Hola, soy Doug”, saluda en un video. “Tal vez me conoces como ‘el esposo de Kamala Harris’”, añade, con una sonrisa impasible. Dado que desde que se conocieron Harris ya era una personalidad pública, Doug sabía a dónde se metía, y asegura que ha aceptado con gusto ser el acompañante de la protagónica Kamala; dice que es un rol que lo honra, y que lo recibe con humildad. En los próximos años, mientras su mujer es la segunda en la línea de poder del gobierno estadounidense, él dará clases de Derecho en la Universidad de Georgetown –tal como Jill Biden continuó dando clases en un colegio comunitario cuando su esposo fue vicepresidente–.
Hay, sin embargo, otras actividades en su agenda que son una extensión de su experiencia previa como pareja de una senadora. En 2017, cuando Kamala llegó al Senado representando California, Doug fue invitado a sumarse al Senate Spouses Club –antes llamado Senate Wives Club–, que reúne socialmente a las parejas de los senadores y senadoras. Una de sus primeras experiencias ocurrió en un almuerzo, en el que todas las mujeres del club acordaron reunir recetas de cocina, una por cada quién, para regalarle un recetario a la recién llegada primera dama, Melania Trump. Doug, un hombre que tras divorciarse de su primera esposa ordenaba comida preparada cuando sus hijos se quedaban con él, no tenía receta que compartir.
En 2016, Hillary Clinton buscaba ser la mujer –blanca– que rompiera el techo de cristal definitivamente; al perder la elección, grupos feministas se consolaron diciendo que al menos le había dado un fuerte golpe. El golpe debe haber sido, en efecto, fuerte, porque Kamala Harris llega solo cuatro años después.
Cuatro años después, también esa barrera va en camino de transformarse. Kamala Harris tiene fama de ser buena cocinera, y a las pruebas se remite. En su cuenta de Instagram hace transmisiones en vivo mientras cocina, y luego las comparte en YouTube bajo el título “Cooking with Kamala”. Mientras cocina, conversa con quienes están alrededor y ríe mucho, con esa risa descarada, abierta y sabrosa que la caracteriza. Con los años, y particularmente con la pandemia, Doug se ha espabilado y los platos le salen cada vez mejor; ella sigue siendo la chef, pero presume de tener el mejor sous chef. Tal vez este nuevo talento le será de utilidad: tras la toma de protesta de Harris como vicepresidenta, él se convertirá de inmediato en el presidente del Senate Spouses Club.
Más allá de la política y la cocina, una de las características de la pareja es esa risa espontánea que parecen compartir todo el tiempo; ella es más extrovertida, por momentos casi ruidosa, y trasluce genuinidad; y él parece serio y reservado pero también ríe con ganas; sus hijos aseguran que una de las cosas que más aprecian de sus padres es que comparten el sentido del humor.
También comparten la pasión por la carrera de Kamala, quien va estrellando cristales por donde pasa.
Por ejemplo, durante el debate con el vicepresidente Mike Pence, Harris recibió el trato que suelen recibir las mujeres profesionistas por parte de sus colegas hombres cuando ellas están hablando, una normalización de la práctica de interrumpirlas con frecuencia sin darse cuenta. “Señor vicepresidente, estoy hablando yo”, dijo una Kamala Harris de mentón apretado, un intento de sonrisa irónica, los ojos entrecerrados clavados en Pence. Dos días después, ya se podían conseguir camisetas con la leyenda “I’m speaking” en internet.
Fotografía de Stephen Lam / Reuters.
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Es el último día de mayo de 2019 y en la pequeña ciudad de Pasadena, al norte de Los Ángeles, cuatro aspirantes a la candidatura por el Partido Demócrata a la presidencia de Estados Unidos se han dado cita para hablar sobre políticas de inmigración.
California es, desde luego, el sitio adecuado para hacerlo. Siendo un estado “azul”, en el que es probable que la gente vote por un demócrata en una elección presidencial –y que es además un bastión de las contribuciones de campaña–, quienes compiten en la primaria de ese partido deben diferenciarse uno del otro, para convencer a un electorado que es cada vez más joven, menos blanco, y más diverso. Así que el gran favorito entre la población más joven del estado, Bernie Sanders; la senadora de casa, Kamala Harris; el texano Julián Castro, y el gobernador de Washington Jay Inslee, responden a la convocatoria que ha realizado la Coalición por los Derechos Humanos de los Inmigrantes (CHIRLA).
Kamala Harris se encuentra en su ambiente: entre la audiencia hay integrantes de varios grupos, como una organización sindical, una organización feminista, y colectivos de latinos. La senadora por California conoce a su gente y sabe cómo motivarla; durante su intervención hace alusión al origen inmigrante de su familia, e incluso bromea un poco:
“A menos que seas nativo americano, o que tus ancestros hayan sido secuestrados y traídos en un barco como esclavos, eres inmigrante. Así que la gente tiene que verse al espejo en este país, luego ir a su álbum familiar, ver tooodos los apellidos que hay ahí y cómo se escriben –la audiencia empieza a reír, ella suelta una carcajada–, y entonces podemos hablar de migración”.
Todas las mujeres del club acordaron reunir recetas de cocina, una por cada quién, para regalarle un recetario a la recién llegada primera dama, Melania Trump. Doug, un hombre que tras divorciarse de su primera esposa ordenaba comida preparada cuando sus hijos se quedaban con él, no tenía receta para compartir.
Después habla del poder que tendrá quien esté en la presidencia “cuando ella tenga un micrófono enfrente”. Y seguido de unos aplausos, presenta sus propuestas concretas: Reinstalar el programa de protección a jóvenes indocumentados conocido como DACA; extender esa protección a los padres de familia que también se encuentren sin documentos para evitar la separación familiar; una revisión completa de las políticas de inmigración, incluyendo los contratos a centros privados de detención de inmigrantes, y, en caso de ganar, presentar al Congreso una propuesta de reforma migratoria durante los primeros 100 días de gobierno.
Al haber estado en la esfera pública y judicial desde joven, Harris ha tenido visibilidad y reconocimiento en su estado, pero eso también ha permitido que se le cuestione sobre su línea moderada durante sus primeros años como fiscal. Gran parte de las críticas se deben al hecho de que, siendo la primera afroamericana nombrada procuradora del estado de California, no pareció haber un giro notable en la forma en que trató ciertos temas: Harris tuvo “mano suave” con la investigación de la violencia policial, y reforzó la dureza con la que se juzgan los delitos que han llevado al encarcelamiento masivo de hombres negros, como la posesión de marihuana para consumo particular.
Este tema, en específico, la llevó a uno de sus peores momentos en los debates de la elección primaria de 2019, cuando la congresista Tulsi Gabbard apuntó que durante su gestión encarceló a más de mil personas por violaciones relacionadas con la marihuana (cuando su consumo aún no era legal en California), pero que alguna vez le preguntaron si ella misma había fumado marihuana: la respuesta fue una carcajada. Gabbard no mencionó la fuente de su comentario, pero en una ocasión, cuando en una entrevista le preguntaron su postura sobre el consumo de ésta, Harris respondió con una risa diciendo: “¿Es broma? ¡La mitad de mi familia vive en Jamaica!”.
Fotografía de Robert Deutsch / Reuters.
“Una y otra vez, cuando el sector más progresista le pidió adoptar las reformas de la justicia penal como fiscal de distrito (que permiten la liberación de los reos de baja peligrosidad) y luego como fiscal general del estado, Harris se opuso a ellas o permaneció en silencio”, escribió en un artículo en The New York Times la abogada Lara Bazelon, directora del “Proyecto por los inocentes” de la Universidad de Loyola en Los Ángeles. “Lo más preocupante es que la señora Harris luchó con uñas y dientes para mantener las condenas erróneas dictadas bajo acusaciones de manipulación de pruebas, testimonios falsos, y supresión de información crucial por parte de los fiscales”.
Otro de los aspectos polémicos en sus años en el área judicial, fue su defensa a un programa con el que buscó reducir el absentismo en las escuelas, imponiendo sanciones a los padres de los niños que no asistían a clases. En este punto, hubo quien aludió a su origen privilegiado, el de alguien que creció siendo hija de dos profesores universitarios, con acceso a la mejor educación, y que no estaba familiarizada con la cotidianeidad de las comunidades afroamericanas de Oakland, su ciudad natal, o del sur del estado, como Los Ángeles. Sin embargo, hay una serie de programas impulsados cuando estuvo en el cargo que fueron innovadores para el momento; entre ellos, figura la creación de un programa destinado a los jóvenes que cometen por primera vez un delito vinculado con drogas, en el que pueden cumplir su “sentencia” preparándose para obtener su diploma de preparatoria, y un empleo, en lugar de ir a prisión.
Uno de los puntos clave a su favor fue su estrategia para defender a los dueños de casa habitación que corrían el riesgo de perder su propiedad debido a la crisis bancaria de 2009; Harris ganó una demanda de 25 mil millones de dólares para ayudar a estas familias. La abogada ha explicado que algunas de sus decisiones durante sus primeros años como fiscal en San Francisco tenían como contexto una línea de “mano dura” contra el crimen, impulsada a nivel nacional por Rudy Giulliani, cuando fue alcalde de Nueva York, y que hay cosas que hoy ve desde otra perspectiva porque “los tiempos han cambiado”. En efecto, en los años recientes la postura de Harris se ha movido un poco hacia el ala liberal: apoya la propuesta de un sistema de salud universal; se ha manifestado a favor de la legalización de la marihuana, e impulsa el llamado “Green New Deal” para reactivar la economía con sustentabilidad ambiental. De alguna manera, Kamala trata de ser transparente con respecto a la forma en que ha ido cambiando su manera de entender el país, la política y la justicia.
Kamala Harris tuvo “mano suave” con la investigación de la violencia policial, y reforzó la dureza con la que se juzgan los delitos que han llevado al encarcelamiento masivo de hombres negros, como la posesión de marihuana para consumo particular
Hay otros temas en los que su trabajo ha sido consistente. En su libro autobiográfico dedica un apartado a detallar su labor como defensora de víctimas de asalto y violencia sexual, particularmente en el caso de menores que han sido abusados: “Cuando estaba en la preparatoria, me enteré de que mi mejor amiga había sido acosada sexualmente por su padre. Cuando me lo dijo, le respondí que tenía que venir a quedarse con nosotros, y así lo hizo”, compartió Kamala en su cuenta de Instagram. “Luchar por la gente significa luchar en nombre de los sobrevivientes de asalto sexual como mi amiga; ir a pelear por familias de clase media que han sido defraudadas por los bancos”, explica, y añado algunos otros temas, como la defensa de los derechos de la comunidad LGBT+. “Como procuradora he visto lo peor del comportamiento humano; he visto cosas horribles, y también he visto cosas hermosas”.
Harris encontrará esta y otras dicotomías a su llegada a la Casa Blanca este 20 de enero, cuando, tras haber tenido 48 vicepresidentes hombres, Estados Unidos le abre las puertas a una mujer. El evento se realizará en medio de un clima de violencia y polarización tras el ataque al Capitolio por parte de simpatizantes de Donald Trump, pero también será recordado por su significado en el avance de la representación de las mujeres y las minorías étnicas del país.
“Hay muchas niñas que van a ver a una mujer de color siendo vicepresidente”, dijo Biden el día que presentó a Harris, la candidata de avances improbables, como su compañera de ticket en la elección. Ese mismo día, tras su discurso de aceptación y vistiendo su traje blanco de dos piezas, Kamala Harris colocó los brazos en torno al cuello de su sobrina Amara, de cuatro años: una niña afroamericana con el pelo rizado y expresión orgullosa, que ha visto cómo su auntie ha abierto la puerta por primera vez. A partir de este 20 de enero, varios millones de niñas afroamericanas como Amara, sabrán que, también para ellas, la puerta está abierta.
La titular de la Secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, destacó que durante la pandemia es más apremiante la necesidad de garantizar el respeto a los derechos de las mujeres, por lo que sigue siendo una tarea pendiente del Estado mexicano.
La secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, afirmó que la violencia contra la mujer es una pandemia dentro de otra pandemia, ya que la epidemia del Covid-19 provocó paralelamente el aumento de los casos de violencia de género.
“Tal como dice la Organización de las Naciones Unidas, la violencia de género es una pandemia, una pandemia dentro de otra pandemia, así pues, el aumento de los casos de violencia por motivo de género es una de las tantas consecuencias sociológicas que también trajo la pandemia”, afirmó la titular de la Segob.
Al participar a través de video conferencia en la primera reunión del Grupo Interinstitucional de la Estrategia Nacional de Protección Integral para las Mujeres, Niñas, Niños, Adolescentes y Adultas Mayores (GIEV), Sánchez Cordero dijo que este año es diferente porque estamos viviendo una nueva normalidad, “de la cual tenemos que desterrar de una vez por todas las violencias de género”.
“Estamos viviendo una época muy complicada, una crisis de salud y una crisis económica como en muchas décadas –yo diría– inclusive en muchísimos años no habíamos vivido”, admitió la funcionaria.
Sánchez Cordero destacó que la violencia de género constituye una violación a los derechos humanos que históricamente está arraigada en la sociedad, “porque es parte de una cultura tolerada y reproducida a través de prejuicios, estereotipos, actitudes machistas, de un sistema patriarcal que genera una brecha de desigualdad cada vez mayor”.
Mencionó que durante la pandemia es más apremiante la necesidad de garantizar el respeto a los derechos de las mujeres, por lo que sigue siendo una tarea pendiente del Estado mexicano.
“En muchos casos la violencia de género aparece revestida de la cotidianidad (…) conforme va siendo tolerada y va siendo aceptada, y puede llegar desgraciadamente a su expresión más perversa que es el feminicidio. Un delito que causa un daño severo a la sociedad y que debe ser erradicado por completo”, reconoció la secretaria de Gobernación.
Puntualizó que los funcionarios del gobierno federal deben ser empáticos, sensibles, eficaces para proyectar y ejecutar las políticas públicas de calidad que mejoren la vida de todas las mujeres y también subsecuentemente en el futuro para las nuevas generaciones.
La percepción de inseguridad a finales del 2020 tuvo un cambio significativo en 14 ciudades; policías estatales y municipales son las peor calificadas.
Los resultados del cuarto trimestre de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) mostraron un incremento en la percepción de inseguridad en varias ciudades del país, pero también una mejora en la visión sobre las autoridades de seguridad pública.
La ENSU, realizada por el INEGI a personas de 18 años y más, revela que en diciembre de 2020, el 68.1% de la población consideró que vivir en su ciudad es inseguro, lo cual reflejó una disminución con relación a los resultados publicados un año antes (72.9%), pero un ligero aumento al compararlos con los resultados de septiembre (67.8%).
Según los datos de la encuesta, 14 ciudades tuvieron cambios estadísticamente significativos de septiembre a diciembre. Mientras que seis de ellas vieron reducción en la inseguridad, ocho mencionaron lo contrario.
Los habitantes que consideraron que su ciudad es más insegura fueron: Fresnillo (Zacatecas); Ecatepec de Morelos (Edomex); Coatzacoalcos (Veracruz); Cancún (Quintana Roo); Cuernavaca (Morelos), y San Luis Potosí.
Por otro lado, las ciudades en donde se percibió menor inseguridad fueron San Pedro Garza García (Nuevo León), Los Cabos (Baja California Sur), Mérida (Yucatán), Saltillo (Coahuila), La Paz (Baja California), y San Nicolás de los Garza (Nuevo León).
Mujeres, las más vulnerables
La percepción de la seguridad en cuanto a género no percibió grandes modificaciones, las mujeres siguen siendo las que sienten más inseguridad.
En el cuarto trimestre del 2020, la percepción del género femenino fue de 72.6%, mientras que para los hombres fue de 62.7%.
Lo mismo sucedió con el acoso y abuso sexual, del total de entrevistados, 14.3% aseguraron haber sido víctimas de dichos actos. De esta cifra, 21.6% corresponde a mujeres y 5.7% a hombres.
A su vez, los espacios donde los participantes se sintieron más inseguros fueron, en primer lugar, los cajeros automáticos ubicados en vía pública (79.5%), el transporte público (72.9%), el banco (66.5%), e incluso las calles que normalmente transitan (61.3%).
Aunque en una escala menor, también hubo personas que se sintieron inseguras en sus lugares de trabajo (34.3%) y en sus propias casas (21.6%).
Al menos una persona en 28.1% de los hogares experimentó un robo o extorsión. Las ciudades con mayor porcentaje de hogares con este problema fueron: Iztapalapa, Atizapán de Zaragoza, Tláhuac, Cuautitlán Izcalli y La Magdalena Contreras.
Ante esto, el 60.6% de la población que percibió más inseguridad en su lugar de residencia se vio orillada a cambiar sus rutinas y hábitos. Las mayores limitaciones fueron el llevar objetos de valor, ‘caminar por los alrededores de su hogar después de las ocho de la noche’, ‘permitir que los hijos salgan de la vivienda’ y ‘visitar parientes o amigos’.
Reprueban a Policía Municipal
Por otro lado, de septiembre a diciembre de 2020, hubo un incremento en la percepción de la efectividad de la asistencia de algunas autoridades policiales. Los participantes percibieron el desempeño de estos cuerpos como “muy o algo efectivo” en sus labores para prevenir y combatir la delincuencia.
Mejoró la percepción para Marina (86.5%) y Ejército (84%). Pero hubo un decremento en la Guardia Nacional (72.7%), Policía Estatal (51.8%) y Policía Preventiva Municipal (43.6%).
También se evidenció otra cara de la moneda respecto a las autoridades de seguridad. De julio a diciembre el 12% de la población mayor de edad tuvo contacto con algún integrante del personal de dichas autoridades, a partir del cual 47.9% declaró haber sufrido un acto de corrupción.
El IMCO analizó, de octubre a diciembre de 2020, la conformación y las estrategias implementadas por 155 empresas: 153 listadas en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y en la Bolsa Institucional de Valores (Biva), así como ambas organizaciones.
Dentro de las empresas mexicanas, la proporción de mujeres disminuye a medida que aumenta la jerarquía de los puestos de trabajo. Aunque las trabajadoras representan el 35% del total de empleados en las empresas que cotizan en la bolsa, solo el 1% (dos mujeres) dirigen una empresa, revela un estudio elaborado por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
Aunque cada vez hay más organizaciones que implementan políticas de inclusión en sus centros de trabajo, aún persiste una baja representación de trabajadoras en el sector, especialmente en puestos de alto nivel, como los consejos de administración y los cargos directivos.
Ante este panorama, el IMCO analizó, de octubre a diciembre de 2020, la conformación y las estrategias implementadas por 155 empresas: 153 listadas en la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) y en la Bolsa Institucional de Valores (Biva), así como ambas organizaciones.
Entre los resultados del análisis destaca que: las mujeres conforman el 35% del total del personal de las empresas analizadas. El sector de servicios financieros es en el que más mujeres laboran: representan el 53% del personal total.
Solo 46 empresas reportaron alguna política de inclusión para mujeres en sus reportes de sustentabilidad de 2019. La mayoría de ellas implementan protocolos contra la violencia y el acoso, programas de liderazgo y capacitación continua.
De los 677 cargos similares a vicepresidencias o direcciones de área reportados por las empresas de la muestra, solo 100 lugares son ocupados por mujeres (el 15%).
El sector de servicios financieros tiene la mayor representación de mujeres (22%) con cargos en las vicepresidencias y/o direcciones de área.
De las 155 empresas analizadas, solo 2 son dirigidas por una mujer (el 1%): Banco Santander S.A. cuya CEO es Ana Patricia Botín-Sanz y la Bolsa Institucional de Valores S.A. de C.V. cuya directora general es María Ariza.
Las mujeres representan el 9% del total de miembros en los consejos de administración. Esta proporción de mujeres en los consejos es la más baja, en comparación a economías similares a la de México como Colombia (17%) y algunos países de Europa como Noruega (41%).
De las 210 mujeres consejeras de la muestra, el 28% participa como suplentes.
Los sectores de materiales y telecomunicaciones tienen una representación femenina del 6% y el del 4% en sus consejos de administración, respectivamente. Los más bajos en comparación con el sector de salud (14%) y productos de consumo (11%).
En este contexto, el IMCO propone: transparentar la proporción de hombres y mujeres por nivel de jerarquía. Las empresas listadas en las bolsas podrían divulgar su información siguiendo los estándares de factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG), y presentar los datos estructurados y actualizados constantemente, desglosando por sexo, nivel de escolaridad, años de experiencia y puesto.
Implementar los principios de Empoderamiento de las Mujeres (WEP, por sus siglas en inglés), para medir y analizar las políticas corporativas de inclusión de las mujeres y su progreso.
Fomentar una mayor representación de mujeres en los puestos de liderazgo, incluyendo la alta dirección y los consejos de administración e identificar las barreras que tiene cada organización para sumar a más mujeres en puestos de liderazgo e incentivar la adopción de políticas de integración vida-trabajo.
Incentivar la certificación de la NMX-R-025-SCFI-2015 en los centros de trabajo, para que más organizaciones cuenten con políticas de equidad de género.
Sistemas de reconocimiento facial o de voz han demostrado el sesgo a diferentes poblaciones por falta de diversidad en los datos
El sesgo racial y de género se ha demostrado es una de las principales problemáticas a vencer en las nuevas tecnologías inteligencia artificial (IA), machine learningydeep learning. Sobre esta problemática se realizó la conferencia virtual «Sesgo racial y de género en IA» en el CES 2021 a la cual NotiPress tuvo acceso. El panel, con expertas y líderes en tecnología que se han enfrentado a estas problemáticas, compartieron su opinión sobre el tema. Llamadas de atención se han realizado para cambiar la situación en individuos y organizaciones, por ello aquí se retoman algunos puntos y recomendaciones sobre el tema.
Luchar contra el sesgo racial y de género ha sido difícil en gran parte de las industrias, la inclusión de la diversidad siempre es un tema polémico. Ahora, con nuevas tecnologías que buscan ser la base de diversos software y dispositivos, estos sesgos junto con otros tendrían implicaciones discriminatorias.
De entre las razones de este sesgo, un dilema multifactorial, puede destacarse una incompleta recolección de datos con el cual «se entrena»a estos sistemas. Por ejemplo, en reconocimiento de voz, cuando el sistema sólo analiza audios con voces masculinas, caucásicas y de acento inglés normalizado, el dispositivo identificará esa voz de inmediato. Pero si es utilizado por una mujer, una persona de color, un niño o un inmigrante con otra lengua, el sistema fallará o no será tan preciso.
Ejemplos de esta falta de atención a otras poblaciones existen relatados en redes sociales y en la industria tecnológica. El software Speech2Face que genera un rostro a partir de una grabación de voz no es preciso con grabaciones de acentos diferentes depersonas caucásicas de clase media, según comentarios de desarrolladores.
En la conferencia fueron mencionadas como dos acciones para eliminar o disminuir el sesgo en tecnología IA. La primera fue educar a los investigadores y técnicos que desarrollan esta tecnología, hacerlos sensibles al tema. La segunda tener en cuenta los prejuicios presentes hacia la diversidad para ofrecer soluciones equitativas más que en igualdad.
«Creo que debemos pensar en eliminar el sesgo por diseño, siendo muy intencional al desafiar nuestras suposiciones», mencionó Kimberly Sterling, directora senior de Economía de la Salud e Investigación de Resultados. «Si tienes personas en la mesa que se parecen a ti, tienen la misma historia que tú, aunque sea educacional, experiencias, edad, probablemente no seas intencional. Estar seguro en tener voces diversas y experiencias diferentes contigo en la mesa se vuelve la clave«.
Lo más importante a considerar sobre estas acciones mencionadas, es que no son acciones de una vez como mencionaron las expertas, sino un proceso continuo. Una vez haya terminado el sesgo racial y de género, tendrán que pensarse en discapacidades, neurodivergencia, entre otras diferencias para seguir construyendo tecnología equitativa para todos.