En un gesto positivo, esta semana la Cámara de Diputados de México reformó la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para fortalecer los 44 centros de justicia que brindan servicios a las mujeres sobrevivientes de violencia. Pero los legisladores no incluyeron ningún proveído para garantizar que los centros, que en algunos casos incluyen refugios para las sobrevivientes y sus hijos, sean accesibles para mujeres con discapacidad.
Las reformas no abordan las barreras sistémicas que enfrentan las mujeres con discapacidad para acceder a los servicios. Human Rights Watch documentó estas barreras en cuatro estados de México entre 2019 y 2020 en relación con la violencia familiar contra personas con discapacidad. Los centros de justicia que visité y los que conocí en mi investigación carecían de accesibilidad física, comunicaciones accesibles y estándares claros para brindar apoyos razonables a las mujeres con discapacidad. Las mujeres con discapacidad enfrentan una violencia persistente en México, pero la ley actualmente no garantiza que los centros de justicia u otros mecanismos respondan a sus necesidades específicas.
Tomemos a Guadalupe Huerta Mora, de la Ciudad de México, quien fue golpeada brutalmente por sus tres cuñadas, con quienes vivía, con la aquiescencia de su esposo. El ataque le provocó una lesión en la columna que le impide caminar. En ausencia de un refugio accesible, servicios de apoyo u otras opciones para mantenerla a salvo, Huerta Mora se vio obligada a regresar a vivir con quienes la golpearon.
Cuando la minuta de ley llegue al Senado, los integrantes del Senado deben garantizar que las medidas de emergencia, preventivas y de protección para las víctimas de la violencia sean accesibles y se brinden a las mujeres con discapacidad, incluidas las mujeres con altos requerimientos de apoyo. Las reformas a la ley deben hacerse cargo de que las mujeres con discapacidad pueden depender económicamente de los perpetradores y también para recibir apoyo en sus actividades diarias, lo que les dificulta mucho sustraerse de la violencia.
El Congreso no debe perder esta importante oportunidad, al reformar esta ley, para cerrar la brecha en la asistencia a las mujeres con discapacidad que experimentan violencia.
La marea verde en las calles estalla en vítores al conocer el resultado de la votación después de más de 20 horas de debate.
“Aborto legal en el hospital”. Después de acompañar el debate legislativo en las calles durante 20 horas, la marea verde estalló en aplausos, cánticos y vítores al conocer el resultado de la Cámara de Diputados: 131 votos a favor del proyecto de interrupción legal del embarazo, 117 en contra y seis abstenciones. Una diferencia más amplia que dos años atrás, cuando se aprobó por 129 votos a favor y 125 en contra. Falta el último obstáculo, el Senado, que tendrá la palabra definitiva.
La fecha elegida para el debate tenía una gran carga simbólica. El 10 de diciembre, Día internacional de los Derechos Humanos. Se cumplía también el primer aniversario de Alberto Fernández como presidente, el único mandatario argentino en ejercicio que ha respaldado la legalización del aborto. Los diputados comenzaron a debatir alrededor de las once de la mañana en una sesión muy polarizada mientras miles de personas seguían sus intervenciones a través de pantallas gigantes en una plaza dividida en dos por vallas: a un lado, la marea verde a favor de la legalización del aborto. Del otro, los celestes que lo rechazan.
La norma aprobada por la Cámara de Diputados regula el aborto libre hasta la semana 14 de gestación. Y establece un plazo máximo de 10 días entre que se solicita la interrupción del embarazo y se la lleva a cabo.
“Nadie promueve el aborto, las mujeres no quieren llegar a esa situación, mucho menos se usa el aborto como método anticonceptivo. Pero los abortos, por múltiples razones suceden. Resolver este tema en favor de las mujeres del pueblo implica que todas tengan acceso a un aborto seguro, es un problema de salud pública y justicia social”, defendió el proyecto oficial el diputado Juan Carlos Alderete, del gobernante Frente de Todos, cerca de las dos de la madrugada.
Desde 1921, en Argentina el aborto es un delito penado con hasta cuatro años de cárcel excepto en caso de violación o de riesgo para la vida de la madre. Aun así, cada año se realizan en Argentina más de 300.000 abortos, según cifras extraoficiales, y cerca de 40.000 mujeres argentinas tienen que ser hospitalizadas por complicaciones derivadas de los mismos. En 2018, la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de interrupción voluntaria del embarazo, pero el Senado la rechazó. A diferencia de entonces, la iniciativa ha sido impulsada esta vez por el Gobierno y cuenta con el apoyo del presidente.
“Durante 100 años, los legisladores nos transformamos en inquisidores e hicimos un escrutinio moral. Le preguntamos a la mujer que viene a abortar si tuvo consentimiento o no a la hora de tener sexo. Eso ya fue ley en 1921. Hoy vamos a dejar de ser hombres de 1921. Nos vamos a resetear a 2020”, proclamó el diputado opositor Waldo Wolff. “Estamos cruzando la última valla para el reconocimiento legal, pleno de la autonomía de las mujeres”, agregó su colega Silvia Lospennato.
Desde que Argentina recuperó la democracia, en 1983, hasta la actualidad, más de 3.000 mujeres han fallecido por abortar en Argentina. Una de ellas fue la abuela de la diputada Alicia Aparicio, quien la recordó entre lágrimas durante su discurso: “Te lo debía abuela, por vos, por todas las que perdieron su vida y por todas las mamás, abuelas, bisabuelas, tatarabuelas, y así hasta el fin de los tiempos. Entonces, pido: educación para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal, seguro y gratuito para no morir. Que sea ley”.
Con argumentos religiosos y políticos, los legisladores en contra de la legalización advirtieron que se trata de una ley inconstitucional y que de aprobarse el aborto se convertirá en un método anticonceptivo más. Muchos sostuvieron además que no es el momento oportuno por la pandemia de covid-19 y la crisis económica que atraviesan al país. “Quiero defender a quien en toda esta situación no tiene voz, no tiene la posibilidad de defenderse, que es el niño por nacer”, dijo el diputado opositor Federico Angelini. “Con que cara nos vamos a espantar cuando un joven de 15 años mata a alguien por una bicicleta si el mensaje dirigencial es que la vida es relativa, que en nombre de la libertad se puede disponer de la vida por nacer, por cierto, la más vulnerable”, agregó la legisladora Graciela Camaño casi al término del debate.
Opositores al proyecto de ley se manifiestan con un crucifijo.NATACHA PISARENKO / AP
Fuera del recinto, en el lado celeste, hubo cadenas de oración, cánticos y gritos en contra del aborto. “La vida no se debate”, dice una pancarta. “Adoptar, no abortar”, puede verse en varios carteles. Cristina lleva uno de ellos. “La vida empieza en la concepción y hay que defenderla. Argentina ya votó hace dos años y votó a favor de la vida, Argentina es celeste y volverá a demostrarlo esta vez”, dice convencida esta mujer de 37 años, que se moviliza junto a su marido.
“Ni una muerte más por aborto clandestino”, puede leerse en una pancarta gigante en el lado verde. “La maternidad será deseada o no será”, dice otra. “Estamos haciendo historia”, está escrito en las camisetas de algunas militantes que pasaron la noche en vela, cantando y bailando en una gran fiesta callejera. Otras durmieron unas horas y se despertaron al amanecer, bajo una breve llovizna. Todas se pusieron en pie para escuchar la votación.
“Estar acá es un abrazo colectivo porque este fue un año durísimo para el feminismo”, comentaba a media tarde María Cristal, profesora de primaria, quien se ha acercado a la plaza con su hija adolescente. “Hubo un gran retroceso para las mujeres, que fueron las que más perdieron fuentes de laburo [trabajo] y las que lo conservaron tuvieron, tuvimos, que adaptarnos al teletrabajo y compatibilizarlo con el cuidado de les hijes y de abuelos y abuelas, ayudar con las tareas escolares, limpiar la casa… Necesitamos cerrar el año con una buena, conquistando el derecho al aborto legal, seguro y gratuito”, auguraba. “Hace 100 años que tenemos la misma ley y las mujeres nunca dejaron de abortar. El debate no es aborto sí o aborto no, es aborto legal o aborto clandestino. El Estado tiene una deuda histórica con nosotras y la tiene que cumplir”, exige Marina, de 16 años.
El feminismo confía en que el apoyo gubernamental decante la balanza a favor de la legalización del aborto y contribuya a extender el debate a otros países de América Latina. Los números en la Cámara alta parecen más ajustados que en 2018, pero nadie da por segura la victoria.
Durante los tres mil años de historia faraónica, el título de soberano de las Dos Tierras recayó casi siempre en manos masculinas. Pero en algunas ocasiones el faraón no fue un hombre, sino una mujer que normalmente alcanzó el trono en períodos de regencia, y en tiempos convulsos o de vacío de poder.
«¿qué es el rey del Alto y Bajo Egipto? Él es el dios gracias al cual se vive, el padre y la madre de todos los hombres, él solo, sin igual». Para los antiguos egipcios era algo que estaba en armonía con las leyes naturales y con el mantenimiento del equilibrio cósmico que el cargo de faraón, la más alta autoridad en la tierra, el representante de los dioses e interlocutor entre ellos y los humanos, fuese ostentado por un hombre; de hecho, los reyes eran identificados con Horus, el dios representado como un hombre con cabeza de halcón, hijo de Isis y Osiris, dos de las divinidades más importantes del panteón egipcio.
Para los antiguos egipcios era natural que el cargo de faraón, la más alta autoridad en la tierra, interlocutor entre los dioses y los humanos, fuese ostentado por un hombre.
Sabemos, eso sí, que durante toda la historia de Egipto, hubo muchas reinas, esposas y madres de faraones, que ejercieron gran poder e influencia sobre las decisiones de Estado, e incluso algunas de ellas contribuyeron a cambiar la historia, como es el caso de las grandes reinas tebanas de la dinastía XVII (h. 1540 a.C.), como Tetisheri o Ahhotep, cuyas actuaciones fueron fundamentales en la guerra contra los hicsos (A Ahhotep incluso le concedieron una valiosa condecoración militar al valor, el «collar de las moscas»). Muchos de los nombres y las gestas de estas mujeres han llegado hasta nosotros: Hetepheres, Khenthaus, Ahmosis Nefertari, Tiy, Isis Nofret, Nefertari, Nefertiti… Sabemos que ellas transmitían el poder, y también sabemos que fueron influyentes y escuchadas, pero siempre actuaron a la sombra de sus esposos, que eran en realidad quienes ejercían el poder efectivo que comportaba el título de faraón.
La reina Nefertari jugando al senet. Escena de su tumba en el Valle de las Reinas. Foto: Cordon Press
¿UNA MUJER EN EL TRONO DE LAS DOS TIERRAS?
Sin embargo, también sabemos que a lo largo de la historia del País del Nilo hubo algunas mujeres que, más allá de su condición de esposas o madres, ocuparon ellas mismas, de pleno derecho, el trono real. De todas ellas, tal vez la más destacada sea Hatshepsut, a principios de la dinastía XVIII (1539-1292 a.C.). Hija y esposa de faraones, Hatshepsut alcanzó el poder como regente de su sobrino e hijastro Tutmosis III, pero acabó gobernando Egipto durante unos veinte años, y no sólo como regente de un faraón menor de edad, sino presentándose ella misma como faraón coronado. Otra famosa reina que ostentó el título de faraón fue Cleopatra VII, ya a finales del período ptolemaico, poco antes de la conquista definitiva de Egipto por Roma.
Cleopatra y su hijo Cesarión. Relieve del templo de Dendera. Foto: iStock
Hatshepsut alcanzó el poder como regente de su sobrino e hijastro Tutmosis III, pero acabó gobernando Egipto durante unos veinte años como faraón coronado.
Pero, además de Hatshepsut y Cleopatra, ¿hubo otras mujeres que ocuparon el trono de las Dos Tierras como faraón reinante? Pues al parecer sí, aunque no fueron muchas. Según el historiador romano Diodoro Sículo, que vivió en el siglo I a.C., sólo hubo cinco, aunque se piensa que pudo haber habido hasta ocho. Aquí exponemos las historias fascinantes de algunas mujeres que posiblemente gobernaron Egipto como faraón a lo largo de sus más de tres mil años de historia.
Estela del rey Djet. Museo del Louvre, París. Foto: Cordon Press
MERNEITH, EN LOS ALBORES DE EGIPTO
Durante la dinastía I (2900-2730 a.C.), en los albores del Egipto faraónico, surge de las sombras del tiempo la figura de esta reina, cuyo nombre significa «la amada de la diosa Neith», que al parecer ostentó una titulatura real. Fue esposa del rey Djet/Uadyi, y tras enviudar tuvo que ejercer como regente de su hijo Den, el heredero del trono, por entonces un niño. El egiptólogo Flinders Petrie descubrió en Abydos la suntuosa mastaba real donde se hizo enterrar Merneith y la catalogó al principio como perteneciente a un faraón masculino. Pero ¿llegó a ostentar Merneith el título de faraón? El hallazgo de un templo funerario dedicado a esta mujer en Abydos, y los descubrimientos en Saqqara de una barca solar, el hallazgo de varios vasos con el nombre de Merneith inscrito que se localizaron en la mastaba 3503, sumados a que su nombre aparece en una lista real procedente de la impresión de un sello cilíndrico descubierto en la tumba de su hijo Den parecen confirmar que, como mínimo, mientras duró su regencia, Merneith ejerció el gobierno con las prerrogativas y poderes de un faraón, actuando como rey efectivo de Egipto. Pero años después, en la Lista Real del Horus Kaa, de finales de la dinastía, su nombre ya no aparece entre los de los monarcas.
Pirámide de Userkaf, hijo de la reina Khentkaus I y primer faraón de la dinastía V, en Saqqara. Foto: iStock
KHENTKAUS I Y KHENTKAUS II
Estas dos reinas vivieron respectivamente a finales de la dinastía IV (2543-2436 a.C.) y durante la V (2435-2306 a.C.) y, curiosamente, se han hallado representaciones de ambas con atributos reales, como la barba postiza y el ureo (la cobra y el buitre, símbolos del poder faraónico). A la primera se la menciona incluso como «La Rey del Alto y del Bajo Egipto y Madre del Rey del Alto y del Bajo Egipto». Pero ¿quiénes fueron estas mujeres que compartieron nombre y dinastía? Khentkaus I fue una hija de Micerino, el propietario de la pirámide más pequeña de Gizeh. En 1932, el arqueólogo Selim Hassan halló su tumba, una magnífica mastaba en forma de gigantesco sarcófago. La reina fue la esposa del último faraón de la dinastía IV, Shepsheskaf, y la madre del primer faraón de la dinastía V, Userkaf. Al parecer actuó como regente de tres de sus hijos: Userkaf, Sahure y Neferirkare. En la tumba de la soberana en Gizeh, las inscripciones la muestran como faraón gobernante, pero tampoco consta en las listas reales posteriores. En cuanto a la segunda Khentkaus, poca cosa sabemos en realidad. De ella nos queda una pirámide auxiliar y un templo funerario en la necrópolis de Abusir, además de alguna representación de la misma con los atributos del poder faraónico.
El banquete de Nitocris. Grabado. Foto: Cordon Press
NITOCRIS LA VENGADORA
Una lista de reyes de Egipto como el Canon Real de Turín menciona el nombre de Nitocris como faraón efectivo de Egipto, y el sacerdote Manetón, autor de una lista de reyes de Egipto, la reconoce como último faraón de la dinastía VI (2305-2118 a.C.). En su Historia de Egipto, Manetón dice lo siguiente: «Hubo una mujer, Nitocris, que reinó; era más valiente que todos los hombres y más bella que todas las mujeres de su tiempo, dotada de una hermosa piel y de sonrosadas mejillas. Se dice que construyó la tercera pirámide que tiene aspecto de montaña». Parece ser que Nitocris se desposó con su hermano Merenre II, pero al quedar pronto viuda (al parecer, el rey fue asesinado) gobernó en solitario durante dos años como faraón. Su leyenda atravesó los siglos, y llegó a oídos del historiador griego Heródoto, quien durante su viaje a Egipto, en el siglo VI a.C., contó lo siguiente sobre la venganza de Nitocris: «Me contaron que ella, para vengar a su hermano, hizo perecer con engaños a muchos egipcios». Al parecer, invitó a los culpables del crimen a un banquete y los ahogó inundando la sala con agua del Nilo. Al final, cuando la reina logró su venganza, siempre según Heródoto, «se precipitó en una cámara llena de cenizas para evitar las represalias…».
Cabeza de la reina Sobeknefrure. Museo Egipcio, Berlín. Museo Egipcio, Berlín.
SOBEKNEFRURE, EL FINAL DE UNA DINASTÍA
Tras los tiempos convulsos del final del Reino Antiguo, los monarcas tebanos de la dinastía XII (1939-1760 a.C.) llevaron a cabo la segunda reunificación de Egipto. Estos doscientos años de la historia de Egipto son calificados como un tiempo próspero y con grandes beneficios para el país. Pero a finales de la dinastía, una serie de disputas entre gobernadores provinciales (nomarcas) volvieron a traer un período de inestabilidad. Es en este contexto cuando surge la figura de la reina Sobeknefrure. Pero ¿quién era esta mujer? Su nombre aparece en varias listas reales e inscripciones, y se han localizado cinco estatuas suyas. Parece ser que fue hija de Amenhemat III y hermana de Amenhemat IV, al que posiblemente desposó. Lo que sí está claro es que aparece como último rey coronado de la dinastía XII con los siguientes títulos: «Amada de Re», «Señora de las Dos Tierras», «Hija del Poder», «Eterna de Apariciones Radiantes», «El Rey del Alto y del Bajo Egipto Sobeknefrure».
Interior de la tumba de Tausert, en el Valle de los Reyes, posteriormente usurpada por su sucesor Sethnakht. Foto: iStock
LA ENIGMÁTICA TAUSERT
Tras el gobierno en solitario de Hatshepsut durante la dinastía XVIII (1539-1292 a.C.), hubieron de pasar varios siglos hasta que otra mujer accediese al trono de las Dos Tierras. Fue a finales de la dinastía XIX (1292-1191 a.C.), cuyos primeros reyes, como Seti I y Ramsés II, son los más conocidos. Tras la muerte de Merneptah, hijo y sucesor de Ramsés II, subió al trono de Egipto su hijo Seti II. Seti tuvo un hijo enfermizo llamado Siptah, de una esposa secundaria. Seti también desposó a una mujer llamada Tausert, de origen incierto. Tras la muerte de Seti II, al parecer Tausert ejerció como regente del joven Siptah, que murió poco tiempo después. Tausert decidió entonces gobernar en solitario y se proclamó «Rey del Alto y del Bajo Egipto», incluso incluyó en su nombre la titulatura de «Sa-Re», que significa hija de Re (el dios Sol). Tausert ordenó construir para ella una tumba en el Valle de los Reyes, igual que sus predecesores masculinos, y también mandó erigir un Templo de Millones de Años (templo funerario) cerca del Ramesseum. Pero Tausert no tuvo un largo reinado. Dos años después fue destituida por Sethnakht, el fundador de la dinastía XX (1190-1077 a.C.), un personaje tan ambicioso como ella, que persiguió la memoria de la reina y borró su nombre de todos sus monumentos. Incluso usurpó la magnífica tumba que ella mandó erigir en la necrópolis tebana.
El faraón Hatshepsut se representa en este relieve junto a su padre, el dios Amón. Templo de Karnak.
Foto: Cordon Press
«COMO RE, ETERNAMENTE…»
No podemos acabar esta relación de faraones femeninos sin hacer referencia a cómo Hatshepsut legitimó su ascenso al trono de las Dos Tierras, con el apoyo del clero de Amón. Para ello, se ideó el mito de la «teogamia» o nacimiento divino de la soberana, haciéndola hija del dios Amón, quien, tomando la figura de su padre, Tutmosis I, fecundó a su madre, la reina Ahmosis. El dios principal de la dinastía legitimaría su reinado con estas palabras: «Amón hizo que los dioses todos del Alto y Egipto la vieran (a Hatshepsut). Palabras dichas por Amón Re, Señor del Cielo y Rey de los dioses: ‘Ved a mi hija Henemet-Amón Hatshepsut, que viva. Amadla y complaceos en ella’ (…). Ella permanecerá al frente de los ka de todos los vivientes, junto con su ka, como Rey del Alto y Bajo Egipto sobre el trono de Horus, como Re, eternamente».
«Las protestas y manifestaciones son esenciales en las democracias sanas, ya que permiten llamar la atención sobre aquellas necesidades sociales que no han sido atendidas».
A lo largo de la historia en todo el mundo, los movimientos, manifestaciones e iniciativas de las mujeres han dado origen a importantes avances políticos y normativos que buscan la garantía del ejercicio de sus derechos humanos y, en general, han impulsado el avance democrático y sostenible de las sociedades.
En México, las movilizaciones de mujeres que han reclamado un alto a las violencias que las afectan –como la violencia feminicida y la desaparición de mujeres y niñas– y el acceso efectivo a la justicia, han sido fundamentales para concretar la creación de legislación, políticas públicas y asignación de presupuestos para atender tales demandas. Pese a reconocer estos avances, aún falta mucho para lograr una sociedad libre de discriminación. Las continuas movilizaciones de las mujeres en el espacio público son un recordatorio de los enormes desafíos que tiene el país en este sentido y es fundamental escucharlas.
En el marco del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, y los 16 días de activismo, es pertinente recordar que en México, en promedio, al menos 10 mujeres son asesinadas cada día y 66% de las mujeres ha sufrido al menos un incidente de violencia emocional, económica, física, sexual o de discriminación a lo largo de su vida [1].
Además, en el contexto de la pandemia causada por el covid-19, se ha observado un incremento en las cifras de violencia contra ellas. Así, ante la prevalencia de la violencia hacia ellas y una respuesta limitada en los resultados para prevenirla y atenderla, la alternativa que han encontrado miles de mujeres, sobre todo las adolescentes y jóvenes, es ocupar los espacios públicos y, desde ese entorno visible para las instituciones y para la sociedad, demandan con urgencia la protección de su vida y de su integridad, así como justicia y verdad, haciendo presentes los nombres de las víctimas de las violencias: #JusticiaParaAlexis en Cancún, #JusticiaParaÁmbar en el Estado de México, #JusticiaParaFátima –de siete años– en la Ciudad de México, #JusticiaParaTodas.
A pesar de que el Estado tiene la obligación de garantizar el acceso a una vida libre de cualquier forma de violencia, protegiendo los derechos a la libertad de expresión y opinión, a la reunión pacífica y a participar en los asuntos públicos, vemos con preocupación la reiteración de casos en que la respuesta ha sido el uso desmedido de la fuerza por parte de las corporaciones de seguridad pública: se han denunciado abusos, detenciones arbitrarias, criminalización y violencia sexual cometidos por cuerpos policiacos contra las mujeres y niñas manifestantes. Se deben prevenir conductas que ya han merecido una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a México [2].
Las protestas y manifestaciones son esenciales en las democracias sanas, ya que permiten llamar la atención sobre aquellas necesidades sociales que no han sido atendidas y garantizan un espacio a la población para incorporar sus preocupaciones como parte de la agenda pública. Por ello, la escucha de las legítimas demandas de la sociedad, y particularmente de las mujeres y niñas, es condición necesaria para enriquecer y fortalecer los esfuerzos dirigidos a la eliminación de todas las formas de violencia en su contra.
Desde la sociedad civil se han hecho importantes llamados a las autoridades mexicanas de todos los niveles a garantizar tanto el derecho a la protesta social de mujeres y niñas como la cobertura periodística de ésta, con actuaciones apegadas a estándares internacionales.
Esta exigencia de la sociedad civil ha sido apoyada por Expertas Independientes de las Naciones Unidas, que hace apenas unos días manifestaron su preocupación por la intimidación y las amenazas contra quienes promueven los derechos de las mujeres y expresaron que: “la violencia no puede utilizarse en absoluto para reprimir a las mujeres que sólo quieren vivir una vida libre de violencia para ellas mismas y para todas las mujeres y niñas, que protestan contra el feminicidio, la forma más letal de violencia contra las mujeres y que exigen justicia por las víctimas” [3].
El derecho internacional y la normativa mexicana regulan la actuación de las autoridades en contextos de manifestación. La primera obligación de las autoridades es garantizar el derecho de manifestación apegado a las normas de derechos humanos, protegiendo a todas las personas participantes, incluyendo a transeúntes y periodistas.
Además, las autoridades deben priorizar el diálogo con quienes ejercen su derecho de manifestación, actuar sin discriminación, respetando los derechos de niñas y niños, e incorporar la perspectiva de género.
Solamente debe aplicarse el uso de la fuerza en casos excepcionales y acatando los principios de legalidad, necesidad, proporcionalidad y responsabilidad. El uso de armas de fuego en contextos de manifestación está prohibido por el derecho internacional.
El justo reclamo de las mujeres y niñas por sus derechos no se ha detenido, y continuará en los próximos meses y años en tanto alcanzamos sociedades más igualitarias y respetuosas de los derechos humanos. Por ello, desde las entidades de las Naciones Unidas que representamos, nos parece fundamental que las instituciones de seguridad de todos los niveles protejan y garanticen la libertad de reunión pacífica, actúen con estricto respeto a los derechos humanos y eliminen y sancionen todas las prácticas que promueven y sustentan la violencia contra las mujeres.
De igual manera, consideramos de la mayor importancia que todos los poderes y niveles del Estado sigan trabajando en la atención de las causas estructurales que dan lugar a estas movilizaciones sociales, como lo son la violencia de género y las violaciones a derechos humanos, y que fortalezcan todos aquellos esfuerzos orientados a proteger los derechos de mujeres y niñas desde un enfoque de género y adecuado a las necesidades de cada contexto.
Una respuesta fuerte y articulada para ponerle punto final a la violencia de género es fundamental para garantizar la construcción de sociedades pacíficas y, por ello, apostamos por la construcción de una paz feminista, que defienda los derechos básicos de todas las personas y en la que se escuche la voz de todas y todos, con todos los grupos incluidos de manera plena y significativa en las decisiones que afectan sus vidas, en la que las organizaciones de mujeres tienen un papel vital que desempeñar, ayudando a las mujeres y otros grupos marginados a obtener acceso a los espacios de toma de decisiones y brindándoles los recursos y la confianza para participar.
Desde ONU Mujeres y ONU-DH nos solidarizamos con las mujeres víctimas de violencia de género, con sus madres y hermanas, familiares y amigas, con los grupos y colectivas de mujeres, personas defensoras de derechos humanos, activistas y periodistas que hacen uso de su voz para exigir un alto a la violencia de género, que día con día cercena los derechos de mujeres y niñas y entorpece la construcción de una sociedad más igualitaria, más justa y más pacífica. Reconocemos la importancia de su labor en la lucha por el acceso a la justicia y la búsqueda de reparación integral del daño que la violencia patriarcal genera. En esta lucha estamos todas juntas.
*Belén Sanz Luque es representante de ONU Mujeres en México. Guillermo Fernández-Maldonado es representante de la ONU-DH en México.
Según registros de Ges Mujer, el Istmo de Tehuantepec y los Valles Centrales son las regiones más violentas para las mujeres a pesar de que existe la Alerta por Violencia de Género.
Una mujer de 30 años y originaria de Juxtlahuaca fue hallada sin vida, semidesnuda y con una soga atada a su cuello el pasado miércoles por la mañana, informaron las autoridades de justicia. Se trata de la oaxaqueña número 101 asesinada en lo que va de 2020, de acuerdo al colectivo feminista “Rosario Castellanos” GES Mujer.
Además de esta mujer, el domingo 29 de noviembre en Ocotlán de Morelos, otra joven de 26 años de edad fue asesinada a golpes, su cuerpo fue localizado sobre la vía federal Oaxaca-Puerto Ángel.
El 3 de diciembre en el municipio de Miahuatlán, una fémina fue asesinada con proyectil de arma de fuego, y el viernes 4 de diciembre una mujer de 75 años de edad recibió también impactos de bala que la dejaron sin vida en San Antonino Castillo Velasco.
Hasta el momento, según registros de Ges Mujer, el Istmo de Tehuantepec y los Valles Centrales son las regiones más violentas para las mujeres a pesar de que existe la Alerta por Violencia de Género.
En el Istmo de Tehuantepec 24 mujeres han sido asesinadas y en los Valles Centrales se han registrado 22 feminicidios.
Mientras, que en la zona del Papaloapan (Tuxtepec) colindante con el estado de Veracruz, 15 oaxaqueñas han sido asesinadas, al igual 12 feminicidios en la costa y 10 en la mixteca, en donde también hay desapariciones de mujeres.
La zona con menos incidencia feminicida es la zona de la cañada, sierra norte y sur de Oaxaca donde se han registrado 4, 5 y 9 muertes violentas contra oaxaqueñas.
En cuanto al lugar de ocurrencia de los feminicidios, Ges Mujer reporta que su hogar se ha convertido en el sitio más peligroso para las mujeres, pues 27 muertes ocurrieron desde sus casas, seguido de la vía pública, interior de vehículo o lote baldío.
Respecto a la forma de muerte, 68 de los 101 feminicidios ocurrieron por impacto de bala de fuego, después por golpes, arma blanca y estrangulación, además de dos mujeres calcinadas.
Hasta el momento, el mes de enero del 2020 ha sido el mes más violento para las oaxaqueñas, pues 19 mujeres fueron silenciadas y en lo que va del mes de diciembre son 4 feminicidios.
Al respecto, Angélica Ayala, feminista y presidenta de la organización GES Mujer refirió que 429 oaxaqueñas han sido asesinadas del 1 de diciembre de 2016 a la fecha, es decir, en el periodo de Alejandro Murat, lo cual visibiliza altos niveles de violencia en el estado.
Dijo que a pesar de que existe una Declaratoria de Violencia de Género desde agosto de 2018 en Oaxaca, los feminicidios no paran y se suman también los transfeminicidios que entre 2019 y este año suman cinco personas de la comunidad de la diversidad sexual.
“La impunidad es un problema grave, que ha llevado a la denuncia y exigencia pública de las familias de las víctimas, a las que cada días se suman más voces demandando justicia, las 484 mujeres, adolescentes y niñas asesinadas de manera violenta es un doloroso costo social, pues cada una representa el fracaso de una política pública que no pudo salvaguardar su vida”, señaló Ayala.
Al respecto, la Fiscalía General del Estado de Oaxaca indicó que avanza en el esclarecimiento de feminicidios, y ha enviado a prisión a 31 personas por los delitos de feminicidio y tentativa de feminicidio en lo que va del año.
Una campaña de Femena y otras seis organizaciones alerta del aumento de la represión contra las defensoras de los derechos humanos en la región.
Solafa, Alieh, Sobnem, Hoda, Sanaa, Sepideh, Samar, Loujain, Eren, Sevval, Jila, Azza, Nassima… son los nombres de algunas de las activistas encarceladas en Egipto, Turquía, Irak, Irán y Arabia Saudí. No importa el signo de sus Gobiernos. El respeto a los derechos humanos, y en particular a los derechos de las mujeres, sigue siendo una asignatura pendiente en Oriente Próximo, donde la persecución no ha cesado con la pandemia. Femena, una organización que apoya a los movimientos feministas de la zona, ha lanzado junto a otras seis entidades afines una campaña para llamar la atención de las dificultades que afrontan y movilizar a la opinión pública en su apoyo.
“La presión sobre las defensoras de derechos ha aumentado en toda la región en los últimos años. Pero 2020 ha sido particularmente violento para las activistas, que están trabajando en medio de la pandemia de covid, a la vez que lidian con la pandemia de violencia contra las mujeres, que se ha incrementado en los últimos meses debido a los confinamientos por la nueva enfermedad”, declara Sussan Tahmasebi, cofundadora y directora de Femena, en conversación con EL PAÍS. De ahí que se hayan coordinado con otras organizaciones para lanzar la campaña. El mensaje, explica, es: «Juntos podemos proteger y apoyar a las mujeres defensores de derechos humanos en la región MENA (siglas en inglés de Oriente Próximo y Norte de África)».
Alieh Motalebzadeh is serving a 3yr prison term for advocating women’s rights. 1st time Alieh went to prison she was only 17. It was 1982 during repressive aftermath of Iran’s Revolution. Iran needs to end persecution of WHRDs.#FreeAlieh#SupportWHRDs#16Days#عالیه_مطلبزادهpic.twitter.com/rXQZSAR9QS
“Alieh Motalebzadeh cumple una sentencia de tres años de cárcel por promover los derechos de las mujeres. La primera vez que Alieh fue encarcelada tenía solo 17 años. Era 1982 durante la represión que siguió a la revolución iraní. Irán tiene que dejar de perseguir a las activistas. Libertad para Alieh”, resume el tuit que acompaña al vídeo sobre su caso.
Alieh es solo una de la treintena de activistas encarceladas en Irán de las que la campaña tiene constancia. El temor es que como en Arabia Saudí, Egipto y Turquía su número sea mayor porque en muchos casos sus familias tienen miedo o sienten vergüenza y no lo dan a conocer. “Si eres poco conocida, la noticia no aparece en la prensa y a veces ni siquiera llega a las organizaciones de derechos”, resume Tahmasebi. No obstante, esta activista considera que el número de detenidas no es una forma precisa de evaluar la creciente presión sobre las defensoras de derechos en la región.
“Hay numerosas mujeres que han sido condenadas a penas de cárcel, pero están a la espera de cumplir sus sentencias. Este limbo se usa para mantenerlas calladas e inactivas. Otras son interrogadas o están a la espera de audiencias judiciales”, señala. “Una cosa está clara, los gobiernos de esta región están persiguiendo a más activistas, de forma más sistemática y con mayor fuerza y violencia que nunca y en muchos casos por pedir los derechos más básicos. Es inaceptable y tiene que acabar”.
Las activistas, recuerda Tahmasebi, reciben los ataques tanto de los Estados como de grupos no vinculados a aquellos. “Muchas afrontan campañas de difamación y desprestigio, les impiden viajar o les bloquean sus haberes. Hay quienes han sido secuestradas o víctimas de acoso judicial con detenciones preventivas o largas penas de cárcel. Algunas incluso han sido torturadas mientras estaban detenidas o les han amenazado de muerte. En algunos casos, como en Irak y Libia, han sido asesinadas”, señala.
Violencia de género elevada
Pero esos problemas ¿no son los mismos que sufren todos los defensores de derechos, sea cual sea su sexo? Tahmasebi admite con ironía que “en una región donde la mayoría de los países están bastante atrasados en cuanto a la igualdad de género, la persecución de las activistas es una de las pocas áreas en las que avanzan hacia la igualdad”. No obstante, a las dificultades habituales las mujeres suman otras a causa de su condición.
“La mayoría trabajan en contextos donde la violencia de género es ya elevada y la discriminación de las mujeres rampante. Así que en lo personal también padecen el peso de la sociedad patriarcal. Como este tipo de trabajo va contra las normas culturales, muchas familias no les apoyan ante la presión del Estado, lo ven como una deshonra. No sucede lo mismo en el caso de los hombres”, expone Tahmasebi. Además, apunta, “las activistas también se enfrentan a represalias por el hecho de ser mujeres y cuando son detenidas algunas sufren acoso sexual e incluso violación”. A veces incluso afrontan discriminación en el propio entorno de derechos, pues, señala la activista, “sus demandas se centran en cuestiones sociales que son desestimadas como menores por sus compañeros varones”.
“Arabia Saudí ha adoptado reformas necesarias en los derechos de la mujer para demostrar compromiso con el progreso. Irónicamente las activistas que defendían esos mismos derechos están en la cárcel. Tiene que liberar de inmediato a Nassima al Sada, Nouf Abdulaziz y Mayaa al Zahrani”, pide otro de los vídeos de la campaña. También denuncia que, tras dos años de prisión preventiva, Loujain al Hathloul haya sido enviada al Tribunal Antiterrorista. “Defender los derechos de las mujeres no es terrorismo”, subraya.
¿Por qué los derechos de las mujeres son un asunto tan delicado no sólo en autocracias establecidas como Irán y Arabia Saudí sino también en teóricas democracias como Irak y Turquía? Las activistas “cuestionan las normas de género y los constructos jerarquías sociales, lo cual resulta difícil de aceptar en lugares que tienden a ser muy patriarcales y estratificados”, estima Tahmasebi, que añade: “dado que muchas activistas hablan de justicia social, los regímenes autoritarios temen que puedan despertar sentimientos que desde hace tiempo son motivo de descontento entre la población”.
A pesar de las declaraciones grandilocuentes de apoyo a los derechos humanos por parte, sobre todo, de los países occidentales, a diario queda en evidencia que están subordinados a los objetivos políticos del momento. Aun así, la campaña aspira a que “la atención internacional empuje tanto a los Gobiernos de la región como a los occidentales a adoptar una política equilibrada y centrada en la seguridad humana, los derechos y la promoción de la justicia social para los ciudadanos de esta parte del mundo”, resume Tahmasebi. “También esperamos que la ONU actúe con fuerza en estos temas, pero para ello necesita que sus mecanismos reciban apoyo y fondos”, concluye.
Hombres armados asesinaron a tiros a Malala Maiwand, periodista y activista afgana. Esto sucedió esta mañana, en el este de Afganistán.
Los agresores abrieron fuego contra el auto de Malala, poco después de que saliese de su casa en la provincia oriental de Nangarhar, así lo señalaron autoridades de la región.
Hasta el momento nadie se ha atribuido la autoría del ataque, pero una filial del grupo extremista Estado Islámico está asentada en esa zona y se ha adjudicado los últimos ataques contra civiles perpetrados en Afganistán.
Malala Maiwand fue asesinada cuando salía de su casa
Era activista por los derechos de mujeres y niños
Además de trabajar como conductora en radio y televisión, Malala Maiwand era una activista en favor de los derechos de las mujeres y niños afganos.
La profesionalización de la escena de los esports ha permitido la apertura de puestos de trabajo y, aunque la proporción de jugadores profesionales en México se divide en 10% mujeres y 90% hombres, según datos proporcionados por la Academia Mexicana de Esports (AMES), las mujeres se están viendo representadas en otras áreas de especialización, desde puestos ejecutivos y operativos, así como diseñadoras y casters.
La mexicana Karen Páez es Esports Manager y League Ops en la Liga de Videojuegos Profesional (LVP). Su trabajo consiste en establecer horarios, coordinar árbitros, hacer que se cumpla el reglamento, imponer sanciones, además de ser el contacto directo entre los jugadores y la liga y, por ende, realizar labores de coordinación de traslados y participación de los equipos.
“En el 2012, conocí lo que eran los esports y comencé como jugadora. Desde entonces, he pasado por muchos puestos de trabajo en los esports”.
Aunque Páez considera que las oportunidades laborales para las mujeres en los esports se encuentran balanceadas fuera del ámbito de los jugadores profesionales, datos proporcionados por la LVP México indicaron que solo tres de sus trabajadoras son mujeres y en el torneo de División de Honor tienen un promedio de participación de dos jugadoras por temporada; mientras que en la AMES, de una nómina de 30 colaboradores, el 10% son mujeres.
La profesionalización de la escena aumenta la inclusión, pues la AMES, primera academia en su tipo en América, indica que, entre sus alumnos, el 60% son hombres y el 40% mujeres; además, entre los inscritos al curso de casters, la mayoría son mujeres.
“Hoy, se ven muchas mujeres trabajando, pero creo que eso solo se ha dado en los últimos dos años. Antes, costaba más entrar a la industria”, describe Camila Benavides, caster chilena de League of Legends (LoL) en la LVP.
“Como fueron creciendo exponencialmente los puestos de trabajo, también empezaron a haber mujeres en ellos, no sé si en el mismo porcentaje que los hombres, pero sí hay diseñadoras de juegos, comentaristas, cosplayers, entrenadoras deportivas y analistas. Ha ido de a poquito”.
Chunilda, como también se le conoce a esta experta, indicó que para ejercer su cargo en la liga es necesario estudiar constantemente, tanto al juego como a los gamers, además de hacer trabajo de vocalización, similar a un cantante, “practicar algunas notas, respiración y modulación”. Karen, por su parte, debe tener conocimiento básico sobre los juegos para crear los reglamentos, debe conocer los mercados más desarrollados para poder contribuir a mejorar la escena en México, así como diversas habilidades como la de comunicarse correctamente; para ello, toma cursos en internet y está buscando diplomados en la industria.
—¿Qué oportunidades hay en Latinoamérica para potenciar a las mujeres en los esports a nivel profesional?
“La LVP es un lugar donde se aceptan muchos creadores de contenidos; hay mujeres, hay hombres, en mi caso no fui la primera mujer comentarista en la liga. Depende de las empresas, son las que están dando esos lugares. También hay equipos 100 por ciento femeninos como Edelweiss, que tiene distintas escuadras en distintos juegos. Hay grupos en Facebook, comunidades que cada vez han ido armando más portales y lugares en donde sentirnos seguras (…) También se han generado instancias donde se hacen torneos 100 por ciento femeninos y presenciales en donde somos todas mujeres y nos sentimos realmente tranquilas”, respondió Chunilda.
“¿Me esperas tantito?, ¡perdón, es que mi bebé está llorando!”, me dijo Margarita la primera vez que le marqué para entrevistarla mientras el llanto de una niña se escuchaba al fondo de la llamada. Minutos después, entre risas, me contó lo que pasaba. Era viernes en la noche y Alexa, de seis años, estaba llorando porque su hermano, Vladimir, fue a una fiesta a la que ella también quería ir. Alexa y Vladimir no son hijos de Margarita, son sus nietos. Margarita tiene 65 años y se quedó a cargo de ambos después de que su hija, Campira, fuera víctima de feminicidio en diciembre de 2016.
En los casos de feminicidio hay muchos duelos. No sólo se termina la vida de la víctima, sino la vida como la conocían todos los involucrados. Para las madres de las víctimas este cambio suele ser especialmente radical. De acuerdo con Ana Yeli Pérez, directora de la organización civil Justicia Pro Persona y asesora jurídica del Observatorio Nacional de Feminicidios de México, lo más común es que sean las madres quienes llevan a cuestas las consecuencias del feminicidio de sus hijas. “En algunos casos se involucran los papás o los padrastros, pero en realidad son casos aislados”, cuenta. “Las madres no sólo se quedan a cargo de los niños, sino que siguen los procesos de justicia. Tienen un desgaste físico y emocional que está fuera de su plan de vida. Son mujeres ya mayores que se convierten en las madres de estos niños y niñas”.
Se ha hablado mucho de cómo el COVID-19 ha incrementado el número de mujeres que viven violencia de género; pero también de cómo ha aumentado y agravado la carga de quienes ya vivían con sus consecuencias. Si de por sí la carga que llevan a cuestas estas abuelas es mucha, en esta época los vacíos del Estado se han hecho aún más evidentes y ellas han tenido que hacer más.
Aunque para Margarita tomar la responsabilidad de sus nietos fue casi natural, asegura que fue muy distinto cuando crió a sus hijos porque en ese tiempo “tenía fuerzas para atenderlos”. Ahora, como jubilada, ya no cuidaba niños. “Yo tenía una rutina en la que me dedicaba a mi esposo y yo. Claro que llegan los niños y nos cambian todo a 180 grados. Un cambio tremendo de ya no tener responsabilidades a de repente ten dos niños; fue un cambio brutal, exagerado”, me dijo. Con la pandemia todo ha sido más estresante. Vladimir, por ejemplo, no quería estudiar porque no le gusta la educación a distancia.
Para Magdalena, cuya hija Fernanda fue víctima de feminicidio en 2013, el encierro también ha sido difícil. Meses después del asesinato de su hija tuvo que dejar su casa por miedo a represalias por parte de la familia del presunto feminicida. Ahora ella, su esposo y nietos viven en un lugar más pequeño, lo que también les ha complicado el confinamiento. El caso de su hija los ha agotado económicamente por lo que no tienen computadora y sus nietos dependen de su celular y de la televisión para tomar clases. “Ya no tengo lo mismo que tenía en mi casa, donde tenía mi recámara, donde tenía un patio, donde podían jugar. Antes los llevaba aunque sea al parquecito a que jugaran un rato, pero ahora no puedo ni siquiera sacarlos ahí porque se vayan a contagiar, ni modo que me ponga a limpiar todos los juegos cada vez que vamos”, me dijo.
Además de los cuidados que implica hacerse cargo de cualquier niño, los hijos de mujeres que han sido víctimas de feminicidio necesitan también otro tipo de atenciones. Margarita metió inicialmente a su nieto a una escuela pública, pero luego decidió meterlo a una privada porque ahí le podían ayudar a atender lo que parecía el inicio de una depresión en Vladimir. “Empecé con escuela pública, pero después de que terminó el primer año de secundaria tuve problemas con mi niño. Él decía que no, pero para nosotros empezó a deprimirse porque dormía toda la tarde, dormía toda la noche y no cumplía con sus tareas. Entonces, me habló el subdirector y no me lo bajaba de flojo. Lo cambié a una particular, en ese tiempo tenían una psicóloga muy buena. Tanto la psicóloga como la directora hablaron con él y me lo levantaron”, me contó al teléfono.
MARGARITA CUIDA DE SUS NIETOS ALEXA Y VLADIMIR. FOTO POR FRANYELI GARCÍA.
Según Ana Yeli Pérez la salud mental de los hijos e hijas de la víctima de femicidio es un asunto que pasa desapercibido con mucha frecuencia. Las abuelas no pueden dar abasto y atender ese tema, y no tratarlo puede implicar que los nietos y las nietas se vuelvan más vulnerables a la violencia. El acompañamiento psicológico a los menores, dice Ana Yeli, es responsabilidad del Estado; en México no tenemos políticas públicas que los atiendan. Las abuelas generalmente no pueden pagar por ese tipo de atención, sobre todo si ya están en una etapa de la vida en la que viven más carencias. “La vejez no se vive en México, como en otros países, una etapa de la vida que se disfruta cuando ya tienes tu retiro. Aquí se sigue luchando por la supervivencia y ahora con la responsabilidad económica de los nietos que tiene consecuencias muy marcadas”, dice.
Margarita, por ejemplo, renta unos departamentos que tiene en Chalco, en el Estado de México, pero ahora con la pandemia los inquilinos no han podido pagarle y tiene una que le debe casi tres meses de renta. “Desde hace tres años yo le he solicitado a las autoridades que me den una beca, pero me empezaron a tramitar la de Leona Vicario apenas este año. No me han depositado nada. Lo tienen a uno yendo y viniendo, se burlan de la necesidad de la gente, así es como yo lo veo. Los niños comen diario, los tengo en escuela particular, hay que pagar la escuela, y cosas por el estilo”, me contó.
La pausa de los procesos de justicia
Además de criar a sus nietos y nietas, las abuelas también deben dedicar buena parte de su tiempo a perseguir a las autoridades de justicia para que los casos de sus hijas avancen. Margarita, por ejemplo, vive en Acapulco, pero tiene que ir frecuentemente a la Ciudad de México para darle seguimiento al proceso: “Al grado que un año escolar me fui allá con la niña cuando empezaron las audiencias”. Magdalena dice que esta tarea es la más desgastante: “Es una carga que ninguna madre se merece, es muy pesado estar peleando con el Estado, que no nos hagan caso, que no se haga justicia”. Para Ana Yeli, durante estos procesos las madres se convierten en auténticas defensoras de derechos humanos.
MAGDALENA LLEVA AÑOS ESPERANDO QUE SE HAGA JUSTICIA POR SU HIJA. FOTO POR ÁLVARO RODRÍGUEZ.
Desde el inicio de la pandemia muchos de los procesos están en pausa. Si normalmente toman mucho tiempo, ahora toman más y esto ha tenido impacto en las vidas de las mujeres. Por un lado, porque les ha traído mucha frustración y ha disminuido su esperanza en obtener justicia. Magdalena menciona que ahora todo se hace por Zoom y sólo hay citas persona a persona cuando se va a comunicar algo importante. “Nos tenemos que estar esperando o insistiendo por teléfono que cuándo, que qué pasa, y sí desgasta mucho. Ya casi voy para siete años de lo de mi hija Fernanda y yo siento que no hay nada. Pues ya saben quienes fueron y no hacen nada, hasta siento que me están dando atole con el dedo. Tiene dos años que me están diciendo que ya van a girar órdenes de aprehensión, pero no pasa nada, no sé qué están esperando la verdad”, comentó.
Magdalena además lleva un caso familiar por la custodia de uno de sus nietos, pero por la pandemia el proceso se paró completamente. Aunque tiene derecho a ver al niño cada quince días, hace casi dos años le suspendieron las visitas y nada ha podido avanzar. “Ahorita mi preocupación mayor es cómo estará, qué vivirá, debe estar viviendo con esa gente más maltrato del que ya vivía”.
Por otro lado, el aislamiento también ha dañado las redes de acompañamiento de madres de víctimas. Y es que ahora las audiencias son privadas, lo que les ha impedido acompañarse como antes lo hacían. Frecuentemente, las madres que comparten su dolor se unen y acompañan en ese proceso, las redes de sororidad que tejen las ayudan a caminar. Con el aislamiento de la pandemia, esas redes se han debilitado y las mujeres están más solas.
“En la Ciudad de México habíamos logrado que el colectivo de mamás que están acompañadas por nosotras se arropen, se acompañen en sus procesos. Entonces generalmente, como ocurrió en el caso de Lesby, estaban todas las mamás ahí presentes en las audiencias. A partir de esa experiencia, ellas han procurado acompañarse así. El tema es que ahora no lo pueden hacer todo el tiempo porque no pueden entrar y como son audiencias largas, ya no se están acompañando tanto”, dice Ana Yeli.
Las redes de mujeres no son sólo importantes para los procesos de justicia, también lo son para la crianza. A Margarita sus vecinas la han apoyado en Acapulco con sus nietos, desde recogerlos de la escuela hasta organizar una fiesta de Halloween cuando no se puede “pedir calaverita”.
Tanto los procesos detenidos como el aislamiento social han tenido un efecto importante en el estado de ánimo de las madres que Ana Yeli acompaña, las ha sumido en el dolor y la tristeza. “Este encierro las obliga a estar ensimismadas en su duelo y eso ha sido mucho más doloroso para ellas. En otros momentos están con sus actividades normales y aparte en el proceso de justicia, las reuniones, la visita al Ministerio Público. Esas cosas las mantienen atentas y pensando, sí en el caso del feminicidio de su hija, pero desde otra visión ‘hay que hacer esto porque hay que buscar justicia’. Es otra lógica, y ahora muchas están aisladas o en el encierro de la pandemia, y están pensando y sufriendo sus ausencias”, señala. Para Magdalena ha sido muy pesado el encierro. Ella y su esposo ya vivían amenazados y temiendo, el COVID19 les ha dado otra razón para temer.
El cansancio es mucho y la frustración también pero irónicamente, en medio de la desesperanza, el amor que las lleva a hacer tantos sacrificios es también lo que les permite seguir caminando. Los nietos no sólo son trabajo, también son un motor, una razón para seguir viviendo. “Las licencias para seguir viviendo, mis nietos me las dan porque vivo por ellos. Porque sé que si a mí me pasa algo ellos van a quedar, como yo digo, en el aire porque no va a haber quién los vaya a recoger. Y mucho menos va a haber quien siga peleando para que a mi hija se le haga justicia”, me dijo Magdalena.
Pérez apunta que “a la señora Margarita la veo mucho más fuerte porque tiene el tema de los nietos. Es como su motor, su razón de ser, algo que le absorbe mucho tiempo, pero tener a los niños la hace fuerte, la mantiene más optimista, más alegre. Como que está más viva”.
La COVID-19 se ha cebado en las fragilidades de nuestras sociedades, exponiendo todos nuestros fracasos a la hora de construir sociedades justas, asegura la responsable de la ONU para los derechos humanos, que ha reprochado a los líderes mundiales haber politizado la pandemia, creado la división y alentado teorías conspirativas. Para ella, un futuro mejor es posible, pero solo si existe la voluntad política de poner nuestro dinero donde más se necesita, no donde se quiere.
La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha hecho este miércoles un duro balance de una pandemia que ha expuesto todas nuestras debilidades como sociedad. Al acabar de mostrar las fisuras de nuestros sistemas, Michelle Bachelet ha advertido a la humanidad de que volver a lo que se tenía antes de que el coronavirus hiciera irrupción en nuestras vidas, será un fracaso.
Las vacunas por sí solas no pueden curar el daño que ha causado la pandemia.
“El 2020 es un año que ninguno de nosotros olvidará jamás. Un año terrible y devastador que ha marcado a muchos de nosotros de muchas maneras”, aseguró Michelle Bachelet antes de recordar que al menos 67 millones de personas han sido infectadas, y 1,6 millones han muerto por una pandemia que está lejos de haber terminado.
También indicó que la COVID-19 ha tenido un impacto devastador en la economía de los países y en el empleo, en los ingresos, la educación, la salud y el suministro de alimentos para cientos de millones de personas, lo que ha supuesto un enorme retroceso en el desarrollo, en los esfuerzos por aliviar la pobreza y en la mejora de la situación de las mujeres.
Para la Alta Comisionada, el año 2020 ha pasado factura no sólo a todas las regiones y prácticamente a todos los países, sino también a todos los derechos humanos, ya sean económicos, sociales, culturales, civiles o políticos.
“La COVID-19 se ha cebado en las fisuras y fragilidades de nuestras sociedades, exponiendo todos nuestros fracasos a la hora de invertir en la construcción de sociedades justas y equitativas. Ha mostrado la debilidad de sistemas que no han logrado dar centralidad a la defensa de los derechos humanos”, dijo.
ONU
La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
Según la Alta Comisionada, nos enfrentamos a tres futuros posibles muy diferentes:
Se puede salir de esta crisis en un estado aún peor que cuando comenzó, y estar aún menos preparados para la próxima conmoción de nuestras sociedades
Se puede luchar poderosamente para volver a la normalidad, pero la normalidad es lo que nos ha llevado a donde estamos hoy
O se puede salir mejor
Las vacunas no previenen los estragos económicos
“En las últimas semanas se han producido avances extraordinarios en el desarrollo de la vacuna. Esto es fruto del ingenio y la determinación de las personas en un momento de crisis. Perolas vacunas por sí solas no pueden resolver la pandemia, o curar el daño que ha causado”, declaró.
Bachelet hizo un llamado para que los Estados no sólo distribuyan estas vacunas equitativamente, sino que también reconstruyan la economía, reparen el daño causado por la pandemia y aborden las lagunas que ésta ha expuesto.
Muchos gobiernos no actuaron con la rapidez o la decisión suficientes para detener la propagación de la COVID-19. Otros se negaron a tomarla en serio.
La Alta Comisionada también reflexionó sobre el hecho de que las vacunas “no prevendrán ni curarán los estragos socioeconómicos resultado de la pandemia y que han ayudado a su propagación”.
“Pero hay una vacuna para el hambre, la pobreza, la desigualdad y posiblemente – si se toma en serio – para el cambio climático, así como para muchos de los otros males que enfrenta la humanidad. Es una vacuna que desarrollamos a raíz de anteriores crisis mundiales masivas, incluidas las pandemias, las crisis financieras y las dos guerras mundiales. El nombre de esa vacuna es ‘derechos humanos’”, recalcó.
Para Bachelet, la COVID-19 ha puesto de relieve nuestra incapacidad de defender esos derechos: “no sólo porque no pudimos, sino porque no lo hicimos o decidimos no hacerlo”.
Agregó que la incapacidad de muchos países para invertir suficientemente en la atención sanitaria universal y primaria, de conformidad con el derecho a la salud, ha quedado expuesta como “algo extremadamente miope” y, aunque reconoció que estas medidas preventivas vitales son costosas, razonó que no hay nada tan costoso como no invertir en ellas.
University of Oxford/John Cairns
Las vacunas no repararán los daños causados por la pandemia.
Politización de la pandemia
Bachelet reservó duras palabras para quienes han politizado la pandemia.
“Muchos gobiernos no actuaron con la rapidez o la decisión suficientes para detener la propagación de la COVID-19. Otros se negaron a tomarla en serio, o no fueron totalmente transparentes sobre su propagación.
En lugar de unirnos, la respuesta a la pandemia ha llevado en algunos lugares a una mayor división.
Sorprendentemente, incluso hoy en día, algunos líderes políticos siguen restando importancia a su impacto, menospreciando el uso de medidas simples como el uso de mascarillas y evitando las grandes reuniones. Incluso algunas figuras políticas siguen hablando casualmente de ‘inmunidad de la manada’, como si la pérdida de cientos de miles de vidas fuera un costo que se puede soportar fácilmente en aras del bien común. Politizar una pandemia de esta manera va más allá de la irresponsabilidad, es algo totalmente reprochable.
Peor aún, en lugar de unirnos, la respuesta a la pandemia ha llevado en algunos lugares a una mayor división. Se han descartado las pruebas y procesos científicos, y se han sembrado teorías de la conspiración y de desinformación y se ha permitido o alentado que prosperen”, dijo.
Otro efecto del COVID-19: la desconfianza
Todo ello ha tenido unas consecuencias que van más allá de las cuestiones materiales: “Estas acciones han clavado un cuchillo en el corazón del bien más preciado, la confianza. Confianza entre naciones, y confianza dentro de las naciones. Confianza en el gobierno, confianza en los datos científicos, confianza en las vacunas, confianza en el futuro”.
Por ese motivo, declaró que si queremos lograr un mundo mejor tras esta calamidad, como se hizo tras la Segunda Guerra Mundial, hay que “reconstruir esa confianza entre nosotros”.
Para la Alta Comisionada “ha sido chocante, pero lamentablemente no sorprendente”, ver el desproporcionado número de víctimas de la COVID-19 entre los individuos y grupos marginados y discriminados, en particular las personas de ascendencia africana, las que pertenecen a minorías étnicas, nacionales o religiosas, y los pueblos indígenas.
La pandemia está teniendo un impacto negativo tan vasto y de tan amplio alcance que nos resulta casi imposible comprender su enormidad.
“Así ha ocurrido en algunos de los países más ricos del mundo, donde la tasa de mortalidad de algunas minorías raciales y étnicas ha sido hasta tres veces superior a la de la población en general”, señaló antes de destacar que “muchas de las personas que de repente empezamos a reconocer y a referirnos como esenciales – trabajadores de la salud, limpiadores, trabajadores del transporte, empleados de tiendas – provienen de tales minorías”.
ONU/Evan Schneider
Agentes de policía de Nueva York durante las protestas contra el racismo tras la muerte del ciudadano de origen afroamericano George Floyd.
Los pobres más pobres
Además, destacó que, en los últimos 11 meses, los pobres se han empobrecido, los niños de hogares sin acceso o con restringida conectividad a internet o con equipos informáticos limitados o inexistentes se han retrasado en su educación, o la han abandonado por completo, y las niñas se han visto especialmente afectadas.
Con respecto a la seguridad económica básica, el empleo, la educación, la vivienda y la alimentación, “la pandemia está teniendo un impacto negativo tan vasto y de tan amplio alcance que nos resulta casi imposible comprender su enormidad”, continuó.
Todo esto no habría sucedido si se hubieran establecido protecciones sociales y económicas adecuadas para una proporción mucho mayor de la población mundial, en los países pobres y en los ricos.
En definitiva, “si hubiéramos aplicado la vacuna de los derechos humanos” no estaríamos en tan mala situación como lo estamos hoy.
La mujer entre las más golpeadas por la pandemia
También resaltó que las repercusiones en las mujeres han sido particularmente devastadoras y alertó de que, en algunas zonas, los derechos de la mujer corren el riesgo de sufrir un retroceso de decenios, incluso con respecto a un acceso más limitado a los derechos sexuales y reproductivos.
Por ello, indicó que, para crear un futuro mejor, las mujeres tendrán que desempeñar un papel mucho más importante en la toma de decisiones y el establecimiento de prioridades. A este respecto, subrayó: “No es una coincidencia que en un mundo en el que tan pocos países tienen mujeres líderes, varios de los países que se considera que han manejado la pandemia de manera más efectiva sean liderados por mujeres”.
Las acciones de algunos gobiernos que se han aprovechado de la situación para acabar con la disidencia política y las críticas.
Otro aspecto que ha marcado 2020, según Bachelet, ha sido la discriminación, debido a la injusticia racial y la brutalidad policial que se pusieron claramente de manifiesto con el asesinato de George Floyd y las protestas mundiales que generó.
A juicio de Bachelet, otros derechos como el de la libre expresión o el de reunirse y a participar en la vida pública se han visto afectados durante la pandemia no por las restricciones de movimiento justificadas para limitar la propagación de la COVID-19, sino por las acciones de algunos gobiernos que se han aprovechado de la situación para acabar con la disidencia política y las críticas, incluso deteniendo a actores de la sociedad civil y a periodistas.
“Algunos también parecen haber utilizado los temores y restricciones de la COVID-19 como una forma de inclinar las elecciones a favor del partido gobernante”, añadió.
ONU Mujeres
Festival en las Islas Salomón para difundir un mensaje: «No más violencia conta las mujeres y las niñas»
La esperanza es una verdadera voluntad política
Para Bachelet, la pandemia nos ha dejado expuestos, vulnerables y debilitados. Sin embargo, en su devastación, también ha proporcionado una clara visión de cómo podemos convertir el desastre en una oportunidad para reajustar nuestras prioridades y mejorar nuestras perspectivas de un futuro mejor.
“El principal ingrediente que necesitamos para construir ese futuro es la voluntad política. La voluntad de poner nuestro dinero donde más se necesita, no donde se quiere, sino donde se necesita. La voluntad de luchar contra la corrupción, porque en muchos países, incluso en los más pobres, hay más dinero disponible, pero se pierde cuando va directamente a los bolsillos de unos pocos. Tenemos que abordar la desigualdad, incluso con reformas fiscales que podrían ayudar a financiar importantes mejoras socioeconómicas”, afirmó.
Del mismo modo, consideró que los países más ricos deben ayudar a los más pobres a superar esta crisis y a recuperarse mejor, y que se debe reparar el sistema deshilachado del multilateralismo para gestionar la recuperación.
Las respuestas nacionalistas simplistas simplemente socavarán la recuperación colectiva.
“La labor debe comenzar en casa, pero los dirigentes de los países poderosos deben reconocer una vez más que, más que nunca, nuestro mundo sólo puede hacer frente a los desafíos mundiales mediante la cooperación mundial. Las respuestas nacionalistas simplistas simplemente socavarán la recuperación colectiva. La primera prueba de esto será nuestra capacidad de asegurar que las nuevas vacunas y herramientas de la COVID-19 lleguen a todos los que las necesitan. La pandemia ha puesto de manifiesto una y otra vez que nadie está seguro hasta que todos lo estén”, afirmó.
Genie
El dibujo de niño italiano expresando su esperanza de que el futuro será mejor.
Una advertencia final
Bachelet se preguntó a continuación si ¿aprovecharemos este momento para idear maneras de recuperar mejor?, si ¿aplicaremos adecuadamente la vacuna de los derechos humanos que puede ayudarnos a construir sociedades más resistentes, prósperas e inclusivas?, y si ¿tomaremos las medidas necesarias inmediatas para combatir la mayor amenaza existencial de todas, el cambio climático?
“Esperemos que así sea. Porque si no lo hacemos, especialmente en lo que respecta al cambio climático, el año 2020 será simplemente el primer paso en el camino hacia una mayor calamidad”, auguró antes de sentenciar: “Hemos sido advertidos”.
Bachelet hizo todas esas reflexiones en una rueda de prensa celebrada con motivo de la celebración mañana, 10 de diciembre, del Día de los Derechos Humanos.