Los ojos felinos, casi vacíos, de Nahui Olin (1894-1978)  brillan en el mural La creación de Diego Rivera. Ese verde intenso, perturbador, puebla pinturas de algunos de los más grandes artistas del siglo XX mexicano. A pesar de que muchos podrían reconocer su rostro, muy pocos saben quién fue esa mujer, o que su belleza representó sólo una minúscula parte de lo que ella fue: una artista en el más vital sentido de esta palabra.

Su nombre real fue María del Carmen Mondragón Valseca. Su inusual historia la llevó por los caminos de la pintura y la poesía, y la estableció como una de las mujeres más interesantes y talentosas de las vanguardias artísticas de México. Nahui Olin fue dueña de una enorme libertad artística y sexual —lo que implicó el planteamiento de una feminidad que rebasó lo estándares de su época.

Hija de un diplomático, Mondragón nació dentro de una familia de la clase alta mexicana. Ella pasó su adolescencia en Francia, donde su padre trabajaba. Ahí, conoció al hombre que sería su primer esposo, Manuel Rodríguez Lozano, con quien tuvo una hija que murió poco después de nacer. En 1921, ella volvió a México y, durante las décadas de 1920 y 1930, se dio a conocer como modelo de artistas consagrados en los círculos intelectuales y vanguardistas, entre ellos el gran Diego Rivera.

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Fue por aquellos años que ella conoció a Gerardo Murillo, conocido como el Dr. Atl —activista, académico, vulcanólogo y pintor—, con quien tuvo una álgida relación de pareja. Juntos, dispararon escándalos —ella siendo una joven mujer divorciada y él, un hombre mucho mayor que ella. Poco después de conocerse se mudaron juntos a un edificio antiguo del centro de la Ciudad de México, donde fundaron una escuela de arte. Fue precisamente el Dr. Atl. quien le dio el nombre que usaría el resto de su vida, Nahui Olin —concepto mexica que se refiere al cuarto movimiento regenerativo en el ciclo del cosmos.

Mientras él pintaba paisajes, volcanes y retratos de Olin, ella escribía poemas y pintaba escenas de bodas, cementerios, circos y corridas de toros. Su tormentosa relación se vio afectada por celos y traiciones. La mujer, entonces, debía responder con sumisión a las infidelidades de su marido. Pero Olin no lo hizo, algo que desencadenó violentos encuentros y denuncias que terminarían por acabar con la pareja, en medio de escándalos y chismes.

Ella, eventualmente, se fue a vivir sola y trabajó el resto de su vida como maestra de arte en escuelas públicas. Además, nunca dejó de modelar y pintar. En muchos de sus cuadros, ella se retrataba con sus distintas parejas y amantes, muchas veces desnuda. Con el paso del tiempo, Olin se alejó de la vida pública, pero siempre conservó su fuerte personalidad y el espíritu de su juventud que nunca dejó de causar habladurías.

Pero Nahui Olin escandalizó al mundo no sólo por sus relaciones con el Dr. Atl o con tantos otros, hombres y mujeres, lo hizo por la libertad que nunca perdió y que operó en muchos niveles de su vida, desde el personal hasta el artístico. Ella escribió poesía erótica y pintó cuadros sin temor a los juicios sociales. En una época en la que la belleza física era uno de los atributos principales de una mujer, ella redimió su mente, su talento y su creatividad por sobre todo lo demás, convirtiéndose en una deslumbrante visionaria y feminista.

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