La categoría de feminicidio fue fundamental en estas últimas tres décadas no sólo para visibilizar que algunos asesinatos de mujeres son crímenes de odio, asesinatos de una mujer por el simple hecho de ser mujer.
La categoría de feminicidio – así como la plantearon las académicas mexicanas que transitaron del concepto de femicidio a la categoría de feminicidio – se usa sobretodo para afirmar que la mano que mata no es solo la del victimario, sino de todo un contexto social que justifica y permite impunemente su reproducción.
La categoría de feminicidio adquiere potencia política porque – ya desde la década de los noventa – afirmaba que es el Estado el primer responsable del asesinato si no pone en marcha medidas eficaces para contrarrestar la violencia contra las mujeres y de todos los cuerpos feminizados.
“Fue el Estado”: ¿cuántas veces hemos escuchado, o leído, esta frase en los últimos años?
Esta frase, nos llega hoy, con un eco mucho más violento, desde el desierto de Ciudad de Juárez.
Hoy en dia, estamos corriendo el riesgo de perder esta densidad semántica y esta potencia política de la categoría y vaciarla de contenido: a menudo se crea un enorme escenario donde para visibilizar la violencia más extrema, miramos solo la masacre. Ponemos en relación el feminicidio con la criminalidad organizada, con las armas de fuego, con el espacio público, perdiendo de vista el entramado complejo de la telaraña que teje la violencia.
¿Quién mató Mariana Lima Buendía el 28 de junio de 2010 en su casa en el Estado de México? Su pareja, un policía judicial.
¿Quien mató Lesvy Berlín Rivera Osorio en la UNAM la tarde del 2 de mayo de 2017? Su novio, un joven de 29 años.
En esta telaraña se construyen realidades a través de dos instrumentos muy eficaces desde un punto de vista comunicativo: los datos y los mapas. Cuando visualizamos un mapa, la imagen vuelve de inmediato realidad lo que estamos narrando. Cuando presentamos un dato, su presunta neutralidad nos da la seguridad de poder leer la realidad de manera clara.
Vamos a ver que se esconde atrás esta cortina de humo.
Los datos y los mapas
No existe en México actualmente ninguna fuente de datos, ni privada, ni pública, ni construida por ciudadanas, ni por el gobierno, que pueda medir con precisión cuántos feminicidios -tal y como están definido en el código penal federal- han ocurrido en el país.
Los datos que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad pública mes con mes de incidencia delictiva de feminicidios lo único que refleja es el total de víctimas reportadas en averiguaciones previas o carpetas de investigación abiertas por lo que las procuradurías estatales consideraron fue un feminicidio en un mes específico. Es decir, cuántas víctimas hay en la investigaciones abiertas por lo que un ministerio público de un estado decidió era feminicidio.
Además, en la actualidad la mayoría de los mapas incluyen solo el total de víctimas de homicidio reportadas por fuentes hemerográficas que la persona catalogando considera fue un feminicidio. La probabilidad de que un feminicidio sea observado y reportado por un periódico depende de dónde ocurre y de las características de la víctima. Es decir, no es igual de probable que el homicidio de una mujer en la Ciudad de México sea reportado por un periódico que el de una mujer en Chiapas, ni que el de una mujer universitaria sea reportado que el de una mujer en condición de calle, por ejemplo.
Existen esfuerzos de georeferenciar datos de notas de prensa que no reportan feminicidios sino asesinatos de mujeres, ya que no se utilizan datos fidedignos para compararse con los datos de la prensa. Se reportan puntos georeferenciando el lugar en donde se encuentra el cuerpo y no el lugar del asesinato. Cuando los mapas no tienen posibilidad de lectura de los datos por escala municipal o estatal, de manera que se pueda acotar el fenómeno para su análisis, los riesgo son múltiples, citamos solo algunos: una patologización de la violencia al querer forzar patrones espaciales y de sujetos delictivos, el efecto de no sentirse involucrados con el problema, lo alejemos a una circunstancia que no tiene que ver con nosotras y nuestra experiencia de vida.
Es necesario también problematizar el rol del así llamado ‘crimen organizado’ o aún peor llamado ‘narco’, ya que en la actualidad no tenemos métodos de análisis geoespacial de este fenómeno, tanto erradicado cuanto aparentemente normalizado.
A través de los llamados mapas de densidad, se ubican puntos rojos -llamados hotspots o puntos de calor- que se agregan y desagregan conforme vayamos utilizando el zoom solo funciona para dar cuenta del ‘tamaño’ del problema a nivel nacional o zonal -en términos de zonas no definidas- y generar miedo y acciones desde la urgencia y la emergencia. Hay que tener responsabilidad en crear realidades a partir de los mapas.
Sin embargo, hay maneras metodológicamente robustas para acercarnos a la magnitud del fenómeno usando también los registros de mortalidad que publica el INEGI, que son comparables entre los años y entre los distintos municipios y estados del país. Cómo por ejemplo hizo la investigación diagnóstica de la Cámara de Diputados publicada en 2006.
Según la propuesta elaborada por Carolina Torreblanca de Data Cívica nos preguntamos, ¿qué dicen las cifras? Desde el 2000 hasta 2017, en México se registraron según cifras de mortalidad del INEGI 311,199 homicidios. De estos, 34,846, es decir el 11.2% han sido de mujeres.
Si bien a las mujeres las matan menos que a los hombres, también las matan de maneras diferentes. Mientras que una de cada tres mujeres es asesinada en la vivienda, solo uno de cada 10 hombres asesinados muere en el mismo lugar; Mientras que sólo en el .8% de los homicidios de hombres se reportó la existencia de violencia familiar, en el 5.2% de los de mujeres se registró su existencia. Cerca del 20% de las mujeres asesinadas en el periodo murieron ahorcadas o sofocada, pero solo poco más del 6% de los hombres murió igual.
Hay dos violencias homicidas contra las mujeres en México: la primera aumenta y disminuye a la par que lo hace la tasa de homicidios de hombres, mientras que la segunda es constante, no cambia sin importar lo que ocurra en el país; esta última es la violencia feminicida.
La academia hace un llamado a la prensa y a las instituciones en un encuentro abierto este sábado 16 de marzo, en la Casa Refugio Citlaltépetl, de 12 a 14 horas, para hablar de Datos y Mapas sobre Violencia Feminicida. ¿Qué estamos comunicando? Coordinadoras: Emanuela Borzacchiello y Giulia Marchese.
La representación de las violencias feminicidas articula un campo narrativo de referencia a partir del cual se construirán políticas públicas y el Plan Nacional en contra del Feminicidio. Por lo tanto, todos los actores que se ocupan del tema tienen voz pública y, también, responsabilidad política.
Expertas en violencia feminicida convocan medios de comunicación e instituciones a un encuentro para abrir y socializar algunas preguntas: ¿qué datos estamos citando? Antes de usar datos sobre el feminicidio, ¿cómo los verificamos? Las representaciones visuales, como los mapas, crean una realidad. Antes de usar un mapa, ¿cómo estamos comprobando los datos y la metodología que se usó para su construcción?
Participan al encuentro:
UNODC. United Nations Office on drugs and crime
Ernestina Godoy Ramos, Procuradora General de Justicia de la Ciudad de México
Marcela Lagarde y de los Ríos, antropóloga feminista y la primera que acuñó la categoría feminicidio
Patricia Castañeda Salgado, académica CEIICH-UNAM
Andrea Medina Rosas, abogada feminista y litigante en el caso “Campo Algodonero” frente a la CIDH.
Angélica Lucía Damián Bernal, geógrafa feminista y coordinadora de la primera cartografía nacional del feminicidio en el Informe de la Cámara de Diputados sobre violencia feminicida 2006
Carolina Torreblanca, analista de datos de Data Cívica.
El encuentro es en Citlaltépetl 25, Hipódromo, 06170 Ciudad de México, CDMX.
Toda la información e imágenes son de ANIMAL POLÍTICO.
Link original: https://www.animalpolitico.com