En pleno sigo XXI, aún hay mucho por hacer para lograr la paridad de género, ya que menos del 25 por ciento de las mujeres ocupan puestos de alta gerencia, aseguró ManpowerGroup.
La empresa, que fue reconocida con el Women’s Choice Award 2019, indicó que un aspecto importante es promover la inclusión de las mujeres en el mercado laboral, al ofrecerles las mejores condiciones para su desarrollo desde una perspectiva profesional y personal.
También reconoció que las féminas se enfrentan a una triple amenaza para alcanzar la paridad; la representación insuficiente en los sectores preparados para el crecimiento y la excesiva en puestos en peligro de desaparecer a causa de la automatización, así como que los niveles de participación femenina son persistentemente bajos en puestos senior.
Por ello, destacó, que es necesario promover la capacitación y el desarrollo de nuevas habilidades que les permitan mantenerse vigentes para el futuro del trabajo.
A través de uno de sus programas de capacitación en México, dijo, en 2018 alrededor de 45 mil mujeres fueron contactadas por diferentes organizaciones para formarse en marketing, ventas y servicio al cliente, como un impulso para conseguir empleo.
De acuerdo al estudio “7 pasos para la inclusión consciente”, expuso, las mujeres representan más del 50 por ciento de la fuerza laboral a nivel global, aunque menos del 25 por ciento de ellas ocupan puestos de alta gerencia, por lo que la demanda femenina radica en la igualdad de condiciones en temas que tienen que ver con el salario y las jornadas laborales.
La discriminación de las mujeres en el campo de la economía captó como nunca antes la atención de la reunión de la American Economic Association (AEA), la cita anual más importante de esta profesión, que se realizó hace unos días en Atlanta y que también destapó denuncias de casos de acoso e intimidación.
Para Janet Yellen, la primera presidenta de la Reserva Federal y quien encabezará la AEA, abordar el tema “debería ser la máxima prioridad” para los economistas en los próximos años, según publicó The New York Times en un reportaje cuyo título vinculó la voz que levantaron las economistas con la campaña #MeToo.
Apenas un tercio de los doctorados en economía está en manos de mujeres, y la brecha de género es más amplia en niveles superiores de la profesión. También son minoría las profesoras titulares de la disciplina.
“La economía es una profesión mayormente de hombres, en Chile y en otros países”, dice la economista Andrea Repetto, académica de la Universidad Adolfo Ibáñez. “Hay distintos factores que pueden contribuir a ello, como la importancia de las matemáticas, área que las mujeres tienden a rehuir; la forma en que enseñamos en los primeros cursos, de manera demasiado árida y sin énfasis en problemas reales relevantes, y la falta de mentoras. Sesgos implícitos o explícitos que llevan a discriminación en contra de las mujeres también pueden ser un factor real y relevante”.
Una realidad muy cercana
Por cierto, Chile captó las miradas en Atlanta. Un trabajo preliminar de los investigadores Valentina Paredes y Francisco Pino, de la Universidad de Chile, y M. Daniele Paserman, de la Universidad de Boston, titulado ¿Te hace la economía sexista?, reveló que los universitarios en el país exhibían un sesgo de género más implícito y explícito después de estudiar economía, un efecto particularmente fuerte entre los varones, y más débil en los departamentos con más docentes femeninas.
“El propio artículo sugiere que la exposición a profesoras reduce estos sesgos, un paso evidente del que deben hacerse cargo las escuelas de economía”, señala Repetto. “Entre la Universidad de Chile (FEN y CEA), Economía de la UC y la Adolfo Ibáñez (Negocios y Gobierno), hay cerca de 90 profesores. Menos de 15 son mujeres y solo tres son profesoras titulares. Hay que hacer un esfuerzo deliberado para cambiar esto, partiendo por la formación que entregamos en el pregrado”.
La recién asumida rectora de la Universidad Santo Tomás, la economista y exsubsecretaria de Hacienda María Olivia Recart, indica que la vida académica tiene que comenzar a reconocer los ciclos de las mujeres como algo que es distinto. “Para poder ser profesor titular se requiere de un doctorado y de publicaciones y demostrada trayectoria. Cuando las mujeres están en su edad fértil es difícil compatibilizar el obtener financiamiento para investigar y publicar con ser madre”, dice. “Todos y todas debemos hacer un esfuerzo para que el track de mujeres reconozca este delay, porque de seguro que lograremos retener a un contingente femenino altamente competente y que les aportará una mirada distinta a las disciplinas. La economía no es la única, esto se reproduce en muchas disciplinas”.
Recart sostiene que en Chile, en general, falta progresar con la inclusión de género, que la diversidad sin inclusión no sirve, y que las mujeres deben estar y salir en la foto. “Debemos tener espacios de poder y participación. Está lleno de oportunidades y las estamos viendo cada día más. Y para esto, y lo sé de primera fuente, hay un grupo de economistas hombres que está ayudando mucho y viendo que este es el futuro para hacer de la carrera algo más atractivo y pertinente”.
Lo femenino y lo masculino
¿Se habla del machismo y se busca visibilizarlo? “Entendemos que somos pocas y tenemos un rol de mentoría y generar role models para las próximas generaciones”, responde Claudia Martínez, profesora del Instituto de Economía de la Universidad Católica.
Para Felipe Correa, economista de la Red de Estudios Nueva Economía, el fondo no está en el tema hombres/mujeres, sino en lo masculino/femenino. “La economía es una disciplina que fue creada por el aspecto masculino, el que reflejó su visión del mundo en la teoría y creó una sociedad adaptada solo a este, sin pensar mucho en el complemento femenino”, sostiene. Para cambiar, afirma, “una condición necesaria que aún no se cumple es el entendimiento de que los aspectos masculinos y femeninos son complementos en todas las esferas de la vida, incluida la política, la economía y la academia. Y entender que uno sin el otro está incompleto, y es, por ende, inferior en calidad a lo que podría ser”.
Un exitoso programa de Netflix, que muestra a la ‘gurú japonesa’ que sostiene que ordenar puede cambiar tu vida, ha generado un impulso global por el orden y arrojó luz sobre la cantidad de trabajo no remunerado que aún hacen las mujeres.
A ordenar con Marie Kondo fue lanzado este mes por Netflix y su método «KonMari» de orden, que implica mantener sólo lo que «dé felicidad», ha tenido un impacto global.
Pero los críticos dicen que la serie de ocho episodios, en los que Kondo ayuda a familias estadounidenses a ordenar sus casas, también ha revelado una clara división de género, ya que los hombres se sienten menos preocupados y responsables por el desorden doméstico.
En un episodio, una mujer dice que su marido le dijo que «limpiar es sexy» y que él era más romántico después de que su casa estaba ordenada. En otro, un esposo proclamaba que limpiar «no era mi prioridad».
«Este es un problema alrededor del mundo, un problema en los países desarrollados y en desarrollo», dijo Joni Simpson, experta en igualdad de género en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de Naciones Unidas.
La desigualdad de género ha persistido en los hogares alrededor del mundo, donde las mujeres realizan las tres cuartas partes de trabajo no remuneradocomo limpiar, cocinar y cuidar a los niños, según un reporte lanzado por la OIT el año pasado.
El estudio halló que el problema era particularmente agudo en la región del Asia-Pacífico, donde los hombres realizaban la menor proporción de trabajo no remunerado, un promedio de 64 minutos por día, comparado con 262 minutos de las mujeres.
La carga que implican las tareas de cuidado puede evitar que las mujeres realicen trabajos de tiempo completo o las dejen atrapadas en empleos de menor nivel, lo que genera una disparidad salarial entre los sexos, dijo Simpson.
También puede llevar a los empleadores a discriminar a las mujeres porque son percibidas como las cuidadoras primarias, agregó.
«Básicamente las mujeres terminan pagando una penalidad por la maternidad y por tener una familia», dijo Simpson a la Fundación Thomson Reuters por teléfono desde Bangkok.
Simpson esperaba que el programa ayudara a echar luz sobre las desigualdades en los hogares que han «permanecido en las sombras durante tanto tiempo».
Los hombres han contribuido más con los trabajos no remunerados durante las últimas dos décadas, pero sólo con siete minutos más por día, y tomaría otros 210 años cerrar esa brecha de género, dijo el reporte de la OIT.
En septiembre del año pasado reportamos tres casos de intento de secuestro en la Ciudad de México con el mismo modus operandi: hombres que se hacían pasar por la pareja de la víctima para persuadir a otras personas de intervenir y defenderlas. Ahora, a finales de 2018 y desde las primeras semanas de 2019, se han viralizado distintos casos de intento de secuestro en las inmediaciones del Metro, cada vez más frecuentes y violentos.
Uno de los casos, de acuerdo con una publicación que circuló en Facebook, ocurrió en los alrededores del Metro Mixcoac, al sur de la ciudad. Una mujer* relató cómo dos hombres intentaron subirla a una camioneta blanca:
“Me jalaron la maleta del gimnasio y trataron de subirme pero puse resistencia y me agarré del marco de la puerta con pies y manos. Como no pudo porque afortunadamente tengo mucha fuerza y solo era uno el que trataba de subirme y otro el que manejaba terminó aventándome a la acera con el vehículo en movimiento. (…) Cuando caí nadie quiso auxiliarme, nadie hizo nada por ayudar que fue lo único que me tuvo impotente hasta llegar a mi casa”.
Imagen: Facebook
Cerca del centro de la Ciudad de México, en el Metro Chabacano, otra mujer denunció el intento de secuestro que sufrió mientras transbordaba en esa estación. “Por ésta sí nos dan un veinte, cámara, llévatela”, escuchó decir a un hombre. Entonces, seis personas la rodearon e intentaron llevársela:
“El que está enfrente me dijo ‘ni grites ni te asustes’“, contó ella en entrevista con Plumas Atómicas. “Una chava que estaba con ellos, muy corpulenta, se movió para quererme detener. Aproveché la posición de uno de ellos en la escalera para empujarlo y la mujer me quiso agarrar. Lo que agarró fue una bolsa de galletas que yo traía, de papel reciclado, y se rompió. Corrí por la escaleras hacia el área de mujeres, vi las puertas del Metro abiertas y me subí”.
Ella cuenta que otras pasajeras se dieron cuenta de lo que pasaba y le sugirieron que se sentara. “Pero yo sentía que si me sentaba me iba a desmayar“, dijo. En la siguiente estación, Viaducto, pidió ayuda a un policía: “Le explico lo que sucedió y me dice ‘uy, señorita, ¿usted cree que los vamos a ubicar? Pues no’“.
Otro caso ocurrió afuera del Metro Atlalilco de la línea 8. Una tercera mujer relató cómo intentaron subirla a un auto:
“Un hombre me sujetó de la muñeca y me dijo: ‘Si te resistes te voy a dar una chinga’. (…) Me jaló del cabello y trató de empujarme hacia un auto Aveo sin placas. Grité una y otra vez que me querían secuestrar y lo rasguñé varias veces en la cara. Dos chavos que estaban comiendo en un puesto de tacos corrieron a ayudarme. (…) Después de forcejear con el chavo se subieron rápido al carro y se arrancaron. (…) Creo que lo que más me molestó es que no se pueda hacer nada porque el auto no tenía placas y nadie logró ver la cara del señor“.
En septiembre del año pasado, el entonces Secretario de Seguridad Pública de la Ciudad de México, Raymundo Collins, declaró que la capital era una ciudad segura para las mujeres. Sin embargo, ese mismo mes se envió una solicitud para declarar la alerta de género en las 16 alcaldías, por los altos índices de violencia contra las mujeres en la entidad. Con una nueva administración a cargo, ¿se implementarán mecanismos específicos para proteger a las mujeres que usan diariamente el Sistema de Transporte Colectivo?
* Los nombres fueron omitidos por seguridad de las afectadas.
Miles de mujeres marcharon este lunes en Quito y realizaron plantones y manifestaciones en diversas ciudades del país contra la violencia de género, exigiendo justicia tras dos incidentes en los últimos días, uno de ellos fatal.
En Quito llegaron de diferentes partes, vestidas de negro, en camión, taxi, a pie; solas, acompañadas de amigas, amigos, familiares, con bebés en brazos o niños de la mano; con mascotas, carteles y entonando cánticos.
«Estoy aquí porque lamento profundamente la persecución, el maltrato y la violación no sólo a la mujer sino al ser humano; hombres y mujeres son víctimas y me duele profundamente. La violencia es producto de muchos factores, sobre todo de la crianza machista por parte de las mismas mujeres», dijo Cristina Páez, dueña de un restaurante al norte de esta capital.
Páez asistió a la marcha con sus dos hijas: Mirian, de 12 años, y Belén, de 11.
«Quiero apoyar no sólo a la mujer sino al ser humano para que tomemos conciencia de la violencia», dijo Mirian, mientras que su hermana enfatizó que no es justo que las mujeres no puedan andar tranquilas por la calle.
La concentración de las y los participantes de la marcha fue en el tradicional Parque La Carolina, al centro norte de Quito. Caminaron por casi tres horas hasta la Fiscalía de la Nación. Gritaron consignas. Apoyadas con silbatos y tambores exigieron justicia y máxima pena en caso de agresiones, violaciones y feminicidios.
Una agresión sexual grupal a una mujer de 35 años por parte de tres hombres, en Quito, y el asesinato en Ibarra (norte) de una joven de 22 años con cuatro meses de embarazo a manos de su expareja, fueron los casos que en los últimos días exacerbaron los ánimos y detonaron la autoconvocatoria por medio de redes sociales.
«¡Vivas nos queremos! ¡Ni una más. Somos el grito de las que no están! ¡Quiero a mis hijas vivas y respetadas! ¡No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas! ¡Si me tocan a mí, nos tocan a todas! ¡El machismo nos está matando! ¡Nos están violando! ¡Señor, señora, no sea indiferente, que matan a mujeres en la cara de la gente!”, gritaban a viva voz, mientras los carros que pasaban por el sector pitaban en señal de apoyo.
José Riofrío, maestro de 53 años, también fue a la marcha. Llegó sólo, pero se encontró con varios conocidos y amigos.
«No podemos ser indiferentes ante la violencia que vivimos. Tengo madre, hijas, hermanas, amigas, sobrinas, primas, por ellas y por mí mismo estoy aquí», dijo Riofrío, mientras llamaba por celular a sus familiares que llegaron antes, para marchar juntos a la Fiscalía.
Las marchas de este lunes fueron convocadas por grupos de mujeres, de feministas, de derechos humanos, activistas, estudiantes universitarios, entre otros.
Otras manifestaciones contra la violencia de género se realizaron este lunes en al menos 10 ciudades del país.
La adolescencia es una época de muchos cambios e inseguridades, es también la época en la que empezamos a poner más atención en las relaciones amorosas y a definir nuestra identidad. Sin embargo, en ocasiones es necesario retomar ideas de otros lugares o aplicar consejos de quienes han pasado antes por los cambios que ahora tenemos nosotros.
En los libros que aquí te presentamos las adolescentes encontrarán la inspiración de mujeres fuertes, de personas que han logrado grandes cosas y las alentarán a perseguir sus sueños. Algunos libros también hablan de temas específicos, como la sexualidad o la relación con su cuerpo, por lo que serán muy útiles para ellas.
Durante la adolescencia muchas veces requerimos un apoyo, una guía que nos aliente y nos ayude a convertirnos en las mujeres que podemos ser, por eso te traemos estos libros que ayudarán a las adolescentes que conoces a recordar lo valiosas y fuertes que son, y les darán un empujoncito extra.
#AmigaDateCuenta. Guía para la vida
Plaqueta y Antonella
Grupo Editorial Planeta
Con frescura y sencillez, las autoras realizan una gran introducción a muchos de los temas que nos causan interés durante la adolescencia: la menstruación, la sexualidad, la diversidad sexual.
Al mismo tiempo es una guía que nos recuerda que aunque es increíble enamorarnos y disfrutar de una relación en pareja, también tenemos que conservar nuestra identidad y ser nosotras mismas. Una guía para afrontar los mitos de la virginidad, el acoso y mucho, mucho más.
Idiotizadas. Un cuento de empoderhadas
Moderna de Pueblo
Grupo Editorial Planeta
De una manera muy divertida, Moderna de Pueblo (Raquel Córcoles), cuenta en este libro la historia de cuatro mujeres que viven sus relaciones con los hombres de manera distinta y también reflexiona sobre cómo una misma va cambiando a lo largo del tiempo.
En esta historia gráfica también nos aproximamos a otros temas como la apreciación que tenemos de nuestros cuerpos, la formación de nuestra identidad y mucho más, todo abordado con una óptica divertida que te hará sentir identificada y reír. Si te interesó este libro, te dejamos una entrevista con la autora.
Mujeres geniales
Kate Schatz, ilustraciones de Miriam Klein Stahl
Loqueleo
De Frida Kahlo a Chavela Vargas, este libro nos presenta de un modo atractivo y muy interesante las biografías de 40 mujeres que cambiaron el mundo por sus logros, descubrimientos, creaciones e incluso por su forma de ser.
Este libro es un abanico muy amplio, pues nos muestra también biografías de mujeres de la antigüedad, muchas veces olvidadas o prácticamente desconocidas. Aquí puedes leer un adelanto de Mujeres geniales en PDF.
Mujeres de ciencia. 50 intrépidas pioneras que cambiaron el mundo
Rachel Ignotofsky
Loqueleo
A las mujeres se les dejó fuera de la ciencia por muchísimo tiempo, al igual que de otras cosas. Sin embargo, ellas lucharon por un lugar: en ocasiones ayudando a sus esposos o familiares, y en otras consiguiendo descubrimientos ellas mismas.
En este libro se cuenta la historia de 50 mujeres que lograron lo que ningún hombre había hecho antes: desde grandes descubrimientos hasta prácticos inventos. Un libro que te sorprenderá a cada página y que puedes leer en el orden (o desorden) que prefieras. Aquí te dejamos una reseña más completa del libro.
Gordi fucking buena
Elena Devesa y Rebeca Gómez
Grupo Editorial Planeta
Dos representantes de body positive y del movimiento curvy que nos recuerdan que hay muchísimos tipos de cuerpos, y que no todas encajamos en el mismo estereotipo de belleza, pues somos diferentes y hermosas tal y como hemos crecido.
Este libro recopila consejos de belleza, moda, salud, sexo y mucho más, especiales para chicas de tallas más grandes, pero que a cualquiera de nosotras nos harán recordar lo mucho que valemos y por qué debemos sentirnos bien con eso.
Brujas literarias. 30 escritoras que conjuraron la magia de la literatura
Taisia Kitaiskaia y Kati Horan
Grupo Editorial Planeta
Este libro aborda la historia de 30 mujeres que nos han embrujado con sus textos y nos han llenado de fuerza, sabiduría y poder con los mismos. Es un libro que aborda de una manera muy interesante los libros de estas escritoras, al mismo tiempo que nos da datos de su vida personal y de su trayectoria.
Es un excelente puente para abrir nuestra curiosidad y acercarnos a algunas de las escritoras más interesantes como Virginia Virginia Woolf, Sylvia Plath, Agatha Christie y muchas otras mujeres que son parte de un gran aquelarre literario.
El daño está hecho. Lo que sigue es un largo proceso para volver a la vida. Han pasado casi tres décadas, más de 10 mil días, pero la memoria de Michelle Solano aún guarda el diseño del mosaico de las escaleras del edificio donde fue violada la mañana del 13 de agosto de 1991. Una imagen que a la fecha sigue acechando sus sueños y su realidad.
Michelle, quien entonces tenía 16 años, logró escapar de aquel departamento en la colonia Roma de Ciudad de México. Corrió a su casa y no le dijo a nadie lo que había pasado.
Todo la hacía sentir acorralada. Sentía que había quedado rota. “Estaba convencida de que todo había sido mi culpa y que nadie más me iba a querer», cuenta.
En ese momento no tuvo la fuerza ni halló los caminos para contarle a sus padres, maestros, amigos o autoridades.
Luego vinieron 4 años de infierno y silencio. Todo ese dolor, la tristeza y las dudas se las tuvo que comer sola.
Su entorno se pintó de gris y vino un intento de suicidio. Michelle odiaba su belleza, su ropa y todo aquello que ella sentía que podría despertar el deseo sexual. Ella tenía una necesidad imperiosa “de ser invisible a los hombres”.
“Si mis padres lo hubieran sabido, me habrían ayudado. Para ellos, saberlo años después fue muy doloroso, porque no es que yo viviera en una familia que no me apoyara, o que no fuera sensible. Lo que pasa es que uno a veces no tiene forma de hablarlo porque sientes que todo a tu alrededor te culpa(…) y al final no pudo ser puesto en manos de nadie más, para buscar apoyo, buscar contención”, dice Michelle, escritora, música y activista política.
Con el paso del tiempo, el silencio se convirtió en una ley autoimpuesta. A pesar de ello, Michelle pudo mantenerse en pie. Comenzó a escribir y a cantar, “para oír afuera de mí un ruido más fuerte del que había dentro de mí”.
“El silencio derivó en una gran carga de dolor emocional. Y entonces, durante mucho tiempo el dolor se convirtió en un valor estético, se volvió mi materia de estudio, mi materia de análisis. Todo lo que escribí en ese tiempo tenía que ver con el dolor, con una necesidad personal, una búsqueda de explicaciones”, dice Solano.
La intervención terapéutica de Michelle llegó cuando ella tenía 21 años y era estudiante universitaria. La bruma por la violación seguía ahí, pero ella se aferró al arte y a la terapia; después conoció a más sobrevivientes. Ayudar a otras mujeres fue para ella “la tabla de salvación definitiva”.
“Comencé a ayudar a otras personas a encontrar el camino del proceso terapéutico o a hacer acompañamiento para denuncias; a encontrar la institución adecuada, el especialista», comparte Michelle. «Intento ser la persona que me hubiera gustado tener a un lado cuando eso me ocurrió”.
A sus 43 años, Michelle es una mujer esbelta con voz firme y una mirada profunda. Nos habla desde un jardín en su casa en Tepoztlán, Morelos, donde dedica horas a su próximo libro, al canto y al cuidado de su hija. El resabio por la violación nunca desaparecerá y ella está consciente de eso, pero sigue en pie. Sabe que aquel episodio no la define, que no fue su culpa, que ella no hizo nada para provocarlo y que no lo merecía.
“La experiencia está ahí, creo que está absolutamente trascendida, no tengo ningún rencor en mi corazón, no siento odio por mí misma, ya no odio mi cuerpo, ya no siento eso que antes me quemaba por dentro”, reflexiona Michelle Solano.
Pero no solo es ella. Miles de mujeres sobrevivientes de violación en México han atravesado o se encuentran en un proceso para superar la agresión. “No es algo de lo que te curas, no hay una receta de cocina para sanar. Aprendes a vivir con esto”, dice Adriana Núñez, coordinadora del área de Capacitación y Difusión de la Asociación para el Desarrollo Integral de Personas Violadas (Adivac), con 28 años de experiencia en la atención, detección, prevención y capacitación de la violencia sexual.
Núñez detalla que el proceso de recuperación es largo y requiere del acompañamiento social para lograr recuperar la confianza en el entorno y desarticular la sensación de víctima que deviene de un hecho traumático de esta naturaleza.
“Las mujeres deben de lidiar primeramente con la culpa y el estigma social, y por eso muchas veces lo mantienen en silencio, agravando los signos y síntomas”, explica la especialista.
En México, cada día se abrieron 30 carpetas de investigación por violaciónen el lapso que va del 1 de enero de 2016 al 30 de noviembre de 2018, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
De acuerdo con estos datos, en 2018 se registraron 10 mil 748 casos (hasta noviembre), mientras que en 2017 la cifra fue de 10 mil 722, y en 2016 se reportaron 10 mil 897 violaciones.
Sin embargo, el nuevo gobierno federal cambió la metodología, basándose en llamadas de emergencia realizadas al 911 y no en carpetas de investigación. Con este nuevo modelo solo se reportan 10 mil 891 casos, de enero de 2016 a noviembre de 2018; es decir, en ese mismo periodo de casi tres años. Solicitamos una explicación de estos datos a la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana federal pero no obtuvimos respuesta.
Adriana Núñez señala que en el país no existe una cifra exacta ni una metodología estandarizada. “Difícilmente una metodología te va a poder dar cuenta de la gravedad del fenómeno y hay un sesgo dentro de las propias instituciones públicas de no querer registrarlas”, agrega.
¿No lo quieres ver?
Con 33 años, Aida Mulato ha tenido que cambiar muchas cosas de su vida, que quizá no habría tenido por qué. Primero, tuvo que modificar las rutas por donde antes caminaba en la colonia Roma, Ciudad de México, para no encontrarse de frente con el hombre que la violó, su antiguo doctor y amigo.
También dejó de frecuentar a amistades que la cuestionaron, personas cercanas que le pidieron que lo olvidara, que lo dejara pasar, que no hablara de ello. Tuvo además que dejar de ir con la psicóloga que no le dio contención, y prescindió de los servicios de seis abogados que no querían llevar su caso.
También ha tenido que ser fuerte y soportar a un sistema de justicia que no le cree y que descartó su agresión, en un peritaje de apenas cuatro líneas.
Aida cree que las autoridades quieren archivar su caso porque no denunció al momento de la agresión. Pero ¿cómo podía denunciar? Luego de que su doctor y entonces amigo la violó, ella estuvo en shock varias semanas. Tuvieron que pasar meses para recuperar fuerzas, conciencia y acudir a las autoridades de CDMX.
“Inicialmente la atención —porque fue un grupo de licenciadas— fue muy buena, pero la psicóloga que tenía que hacer el peritaje no hizo una buena labor, porque no ligó los hechos. Ella reconoce que tengo rabia, enojo, tristeza, coraje, impotencia, pero no lo liga a los hechos de la violación (…) Entonces ahí puedo decir que no están haciendo bien su trabajo, podría decir que hizo ese peritaje porque quieren archivar mi caso”, recuerda Aida.
Ella se ha enfrentado a un sistema con diferentes instituciones que no están coordinadas entre sí. Ejemplo de ello es que para la fiscalía especializada ella no sufrió violación, pero al acudir a la Clínica Condesa y al Instituto Nacional de Psiquiatría sí se pudo comprobar el delito. Aún falta el peritaje del Centro de Terapia de Apoyo a Víctimas de Delitos Sexuales (CTA).
“No están articuladas las instituciones de gobierno, porque cada una te dice algo distinto. En el caso de Clínica Condesa y el Instituto Nacional de Psiquiatría sí coinciden, de hecho, el último peritaje es más grave porque los trastornos que me identificaron ya se agudizaron”, relata Aida.
Ella narra que además acudió con cuatro abogados varones y dos mujeres. No querían llevar su caso o simplemente no creían del todo en sus palabras. Después de un año de búsqueda, solo una abogada aceptó el reto y sigue con Aida.
“Es un proceso muy solitario, nadie quiere saber qué es lo que está pasando. Nadie quiere saber qué fue lo que me pasó a mí, nadie quiere saber qué es lo que les está pasando a las mujeres», dice. “Solo quieren estar detrás, viendo a lo lejos”.
Aida es emprendedora. En los últimos ocho años, se ha encargado de gestionar proyectos culturales e impulsar el trabajo de artesanos mexicanos. También ha hecho diferentes proyectos que visibilizan a los 68 pueblos indígenas y a las mujeres. Por eso, en su colonia, todos la conocen. Ella camina y todos la saludan, los albañiles de las obras, los comerciantes, restauranteros, las madres que van por sus hijos a la primaria. Su casa es un punto de encuentro de músicos, artistas, amigos que se toman un descanso para tomar un vaso con agua y hablar de cosas de la vida. Porque Aida es de esas personas que escucha, que tiene siempre un rostro afable para animar cualquier mal día.
A pesar que la denuncia que interpuso ante la Fiscalía Central para la Atención de Delitos Sexuales de Ciudad de México parece no avanzar, ella se ha aferrado a sus proyectos artísticos para mantenerse a flote. También regresó a las aulas, a un diplomado sobre violencia.
«Me ocupo pintando, bordando, leyendo, estudiando, bailando, y para mí ha sido bien bonito ver que el coraje que he tenido durante este año se ha transformado en murales en la calle que justamente buscan darle voz a las mujeres, que las hacen visibles. Yo no quiero entrar en un proceso de odio, de enfrentar esto con más enojo”, dice Aida, un mujer de mediana estatura, piel morena y cabellos largos y brillantes como azabaches que contrasta con su vestimenta multicolor hecha por manos de artesanos de Chiapas, Guerrero u Oaxaca.
Aida ha tenido que construir su proceso de recuperación desde sus proyectos personales y no desde la atención gubernamental que le ofrece el gobierno de Ciudad de México. Pero no se trata de un hecho aislado, pues la experta Adriana Núñez nos dice que desde Adivac han detectado que el gobierno mexicano tiene una deuda en la atención de sobrevivientes de violencia sexual.
“Adivac recibe diariamente contacto por medios electrónicos de diferentes partes del país solicitando atención o canalización para la atención a la violencia sexual, sin embargo, quedan sin poder atender ya que no existen capacidades institucionales. Asimismo no se cuenta con formación especializada dentro de las universidades para atender este tipo de trauma que es tan específico y que requiere un acercamiento especial más allá de lo clínico, en lo social y comunitario”, refiere Núñez.
Es muy importante hablar de la violencia sexual en el ámbito público, agrega Núñez, pues por tratarse de sexualidad, hay muchos mitos que reproducen la culpa y la estigmatización a las víctimas y perpetúan la impunidad, tanto legal, como social.
«Para 2016, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) reporta en Diagnóstico de la Violencia Sexual en Méxicoun 97% de impunidad en los delitos sexuales, cifra que se deriva solamente de los casos que se denuncian, sin embargo; hay un alto índice que casos que jamás se hablan por miedo”, ejemplifica.
La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer de la ONU emitió una recomendación al gobierno mexicano en julio de 2017 porque en muchos estados, la legislación que aborda la violencia de género contra la mujer sigue siendo “inexistente, inadecuada y/o mal implementada”.
Además, el documento agrega que en el país persisten marcos legales erosionados por la violencia de género, en ocasiones justificada por la tradición, la cultura, la religión y los fundamentalismos. El Comité hizo énfasis en que, todo lo anterior, abona a una cultura de impunidad.
Aida comenta que está consciente que puede que las autoridades no hagan nada en contra de su agresor. Y para ella sigue siendo difícil caminar por las calles. En ocasiones, la tristeza le ha impedido levantarse de la cama. Pero el miedo y la incertidumbre no la han dominado por completo y ha ido poniendo color a esos tramos sombríos por los que le cuesta transitar.
Ha ido recuperando sus espacios. Incluso, en diciembre pasado terminó junto con otros artistas un mural dedicado a las mujeres zapatistas, afuera de la estación Centro Médico. Un mural de fuerza y color que decidió pintar a un lado de la casa de su violador.
Cerrar ciclos
Más de dos décadas después de haber sufrido la violación, la pintora Margarita Nava regresó al lugar de los hechos. Ya no era aquel terreno baldío donde fue arrastrada por un desconocido y donde ella pensó que perdería la vida. Ahora era un edificio de departamentos, del cual salió una familia en su coche.
“Era la mamá, el papá, el hijo y hasta el perrito. Esa escena me impresionó mucho porque este lugar que para mí tenía una connotación tan negativa y tan dolorosa, era otro. La Margarita que estaba ahí de 40 y tantos años no era la Margarita de 19 que le tocó vivir la violación en ese mismo lugar. Entonces fue como cerrar el ciclo”, dice Margarita, una mujer madura de 49 años y de cabello ondulado, cuya risa llena la galería de arte donde trabaja.
Ella no recuerda exactamente la fecha en que ocurrió la violación, lo que sí tiene claro es cómo respondió su familia: “A las cuatro o cinco de ese mismo día, yo ya había estado con la psicóloga, con los doctores, fuimos a ver la posibilidad de la denuncia, pero yo no recuerdo cómo era la persona que me agredió, entonces me sentía sin elementos para poder denunciar, y yo recuerdo que al solo ver las instalaciones dije que no quería eso”.
«Lo que más me ayudó fue hablarlo, no ocultarlo, y sobre todo tener la atención profesional inmediata”, recuerda Margarita, quien además explica que el apoyo de la familia y sus amigos fue incondicional.
Solo reposó unos días. No esperó a que los golpes que tenía en el rostro sanaran. Tenía ganas de regresar a la universidad. Al entrar a clases, todo mundo la arropó. Ella les dijo que fue violada. Sus compañeros realmente estaban dolidos.
“Recuerdo mucha solidaridad, mucho apoyo, mucho amor. Yo tenía un amigo que era como el dealer de la escuela, el malote. Guapo, rompe corazones. Me acuerdo que yo platicaba con él, porque éramos amigos. (…) En algún momento en que estaba sola, él llegó y se sentó junto a mí y me dijo: ‘solo señálame quién fue y yo me encargo todo’. Le dije: ‘No, no, Tigre —así le decíamos—, no es alguien de aquí y es alguien que no podría reconocer’. Entonces me abraza y me dice: ‘¿Sabes que te quiero mucho? Me duele lo que te pasó’. Se levantó y se fue. Eso fue un gesto importante, porque quienes me apoyaron fueron mujeres y hombres”, narra Margarita.
Brenda Rodríguez Aguilar, doctora en Ciencias de la Salud especializada en género y violencia, explica que los procesos de recuperación son menos lentos cuando existen entornos con el apoyo de familia y amigos.
“Se debe profundizar en el concepto de resiliencia como proceso dinámico que depende no sólo de los factores personales de la víctima, sino también de que exista un entorno favorable y de que la intervención de los distintos agentes sea capaz de favorecer la autonomía y las condiciones que permitan a la persona desarrollar todas sus capacidades y fortalezas”, explica Rodríguez Aguilar.
Cada sobreviviente de violación tiene procesos distintos de sanación, dice la experta. Margarita Nava pudo cerrar el ciclo pero le tomó casi dos décadas, a Michelle Solano, 27 años, y para Aida Mulato es el comienzo. Ellas tres han tenido que ir transformado su entorno, incluso, para hacer visible la situación de violencia que sufren las mujeres cada día.
Las tres se consideran resilientes, un término que desde su punto de vista no solo tiene que ver con superar el dolor, sino con emplear ese dolor al servicio de los demás, unir fuerzas con más sobrevivientes y hacer del arte un megáfono de su experiencia.
*** En mexico.com estamos en contra de la revictimización y evitamos reproducir prejuicios, estereotipos y actitudes que culpan a quienes hemos entrevistado. Para este proyecto trabajamos de la mano tanto de expertas como de las sobrevivientes de violación. El reportaje y testimonios tienen el objetivo de hacer visibles los diferentes procesos a los que se han enfrentado. Buscamos promover una reflexión profunda sobre qué estamos haciendo ciudadanos, autoridades, profesionales de la salud mental y educadores al respecto del abuso sexual y de la violación. Este trabajo pone de manifiesto que los procesos de recuperación deben ser dinámicos, es decir, no solo dependen de las sobrevivientes, sino de todos nosotros.
Números de atención
Línea de emergencia 911
Asociación para el desarrollo integral de personas violadas, A.C. (Adivac) Tel. 56827969
El trabajo doméstico invisible, que va desde organizar los horarios de la familia hasta estar pendientes de las necesidades emocionales de los hijos, sigue recayendo mayoritariamente en las mujeres y eso deteriora tanto su bienestar como su salud mental, según un estudio divulgado el martes.
“Aunque puede que las mujeres estén poniendo menos lavadoras, continúan teniendo la responsabilidad de asegurarse de que el detergente no se agote, toda la ropa sucia se lave y siempre haya toallas disponibles”, resumió Lucia Ciciolla, profesora asistente de Psicología de la Universidad Estatal de Oklahoma (EEUU) y autora del estudio publicado en la revista “Sex Roles”.
Las mujeres “están empezando a reconocer que todavía mantienen la carga mental del hogar, incluso si otros comparten el trabajo físico, y que esta carga mental puede pasar factura”, agregó Ciciolla.
Ella y su grupo de investigadores, de las universidades estatales de Oklahoma y Arizona, entrevistaron a 393 mujeres estadounidenses casadas o comprometidas con hijos menores de 18 años.
Más del 70 % de las encuestadas tenía, al menos, educación universitaria.
Para analizar cómo el trabajo doméstico invisible afecta al nivel de satisfacción de las mujeres con sus vidas y a sus sentimientos de angustia o vacío, los investigadores establecieron tres grupos de tareas: organizar los horarios de la familia, fomentar el bienestar de los hijos y tomar decisiones financieras importantes.
Casi 9 de cada 10 mujeres respondieron que se sentían las únicas responsables de organizar los horarios de la familia, un porcentaje alto dado que un 65 % de las encuestadas tenían un empleo, según Suniya Luthar, profesora de Psicología de la Universidad Estatal de Arizona y otra de las autoras del estudio.
Por otro lado, 7 de cada 10 revelaron que también eran responsables de otras áreas de las rutinas familiares, como la asignación de tareas domésticas.
Esa “responsabilidad exclusiva de la administración del hogar mostró vínculos con los niveles de angustia de las madres”, explicó Luthar.
La tarea de estar pendientes de las necesidades emocionales de los hijos también recaía casi exclusivamente en dos tercios de las encuestadas y 8 de cada 10 dijeron ser quienes conocían a los maestros de los niños.
Esa labor invisible de buscar el bienestar de los hijos se vinculó fuertemente con la angustia de las mujeres, con sus sentimientos de vacío y también con bajos niveles de satisfacción con su pareja y con la vida en general, de acuerdo con el estudio.
En el capítulo de responsabilidades compartidas, las encuestadas mencionaron la tarea de inculcar valores a los hijos y la toma de decisiones financieras.
“Necesitamos atender el bienestar de las madres si queremos que a los niños les vaya bien, y también por el propio bien de ellas”, subrayó Luthar.
A juicio de Ciciolla, “ser capaces de abordar las desigualdades en el trabajo invisible” puede permitir crear hogares más funcionales y “ahorrar gimnasia mental a las mujeres para que encuentren espacio y tiempo para cuidarse a sí mismas”.
La “Marcha de las Mujeres” regresa a Washington por tercer año consecutivo este sábado en medio de la nieve y el cierre parcial del gobierno federal, el más largo de la historia de EE.UU., y que llega a 29 días.
Los organizadores de este año solicitaron un permiso para un estimado de 500.000 personas, pero la asistencia esperada es mucho menos.
El plan original era concentrases en el National Mall, pero debido al pronóstico de nieve y lluvia helada en esa área, los organizadores cambiaron la locación y ruta comenzando en Freedom Plaza, para continuar por la Pennsylvania Avenue, hasta llegar a la Casa Blanca.
Docenas de marchas paralelas se esperan en otras ciudades de EE.UU., como Boston, Houston, Baltimore y Denver; y el mundo, en países como Alemania.
Marcha de Mujeres frente a la Puerta de Brandenburgo este sábado en Berlín. El objetivo de estas manifestaciones globales es la lucha por los derechos de las mujeres, contra la brecha salarial de género y la concienciación de la violencia contra las mujeres #AFP 📸 @odd_andersenpic.twitter.com/ahNkMRbyz5
La marcha de este año servirá para impulsar las políticas relacionadas con el aumento del salario mínimo, el acceso a la reproducción, la atención médica y los derechos de voto, específicamente antes de las elecciones de 2020.
La marcha, aseguran las organizadoras, también servirá para celebrar las victorias de las mujeres electas para el Congreso en las elecciones de 2018.
Las marcha de este año está marcada por acusaciones entre las mismas fundadoras de antisemitismo y de desviar el propósito de la concentración.
La primera se realizó el día después de la juramentación del presidente Donald Trump, el 21 de enero de 2017, y es considerada una de las grandes marchas de Washington desde la era de Vietnam.
La “marcha de las mujeres” se da un día después de que se realizara la “Marcha por la vida”, conocida por estar en contra del aborto, y el mismo día que el presidente Donald Trump dijo que haría «anuncios importantes” sobre el cierre de gobierno y la seguridad fronteriza.
Los «pussy hats» en durante una marcha organizada por la Women’s March Alliance en Manhattan, Nueva York. Enero 19, 2019.
Se cumplió el augurio hecho por editores y editoras a principios de año: el feminismo se impuso durante 2018. Al calor de los debates por la ley de interrupción voluntaria del embarazo, las marchas y reclamos de #NiUnaMenos y las denuncias del movimiento #MeToo, la sociedad argentina poco a poco va procesando la desigualdad sistémica entre varones y mujeres. Escritoras, periodistas, investigadoras y activistas publicaron diversos materiales, cada uno con su especificidad, agrupados bajo la bandera de los feminismos.
En todas las librerías, los títulos sobre feminismos captaron la atención del público y, durante la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, las actividades sobre ese tema colmaron las salas. Por la activa demanda, sobre todo por parte de jóvenes lectoras, muchas editoriales decidieron reimprimir títulos de Virginie Despentes, Mariana Carbajal, Judith Butler, Andrea Giunta, Silvina Giaganti, Chimamanda Ngozi Adichie, Virginia Woolf y, clásica entre las clásicas, Simone de Beauvoir. Aunque en 2018 el balance comercial de las editoriales estará lejos de ser satisfactorio, el feminismo construyó un puente entre los libros y la calle. Se descarta que en 2019 la energía de esta fuerza social seguirá dando batalla desde la página impresa.
En esta nota se propone una selección de algunos de los libros relevantes de 2018 -con prioridad de autoras argentinas-, cuando la marea verde copó, como nunca antes, las vidrieras de las librerías.
Ensayo
1- Voces del feminismo rebelde, de Agustina Lanza (Sudestada)
«Un huracán recorre nuestro país. Es el huracán del feminismo. De un tiempo a esta parte, miles de mujeres salimos a las calles, transformamos nuestra voz en un grito liberador, buscamos y encontramos prácticas unitarias, abrimos la discusión y obligamos a los medios de comunicación masivos a atender nuestros reclamos», proclama la introducción de este ensayo en que conviven perspectivas de referentes del pensamiento feminista. En sus páginas se escuchan las voces de Silvia Federici, Liliana Daunes, Claudia Korol, Raquel Vivanco, Diana Maffía, Carina Leguizamón, Eva Giberti y el testimonio de la madre y las activistas de #MicaelaGarcía, entre otras. Viñetas gráficas de RO Ferrer acompañan los textos.
2- Lecturas feministas. Escritos desde el siglo V a. C. hasta el presente, de Gabriela Borrelli Azara (Futuröck)
Poeta, periodista y feminista, Borrelli Azara compiló textos con contenido feminista a lo largo de la historia. El libro (el primer título de la editorial derivada de la radio online) también propone un plan de lecturas de una militante feminista del presente. «¿Es necesario leer para ser feminista? Esa es la pregunta que se plantea en el prólogo, y yo intento responder desde mis propias lecturas que van desde Safo hasta Marcela Lagarde, pasando por Alfonsina Storni o Flora Tristán», dice la autora. Más de treinta textos escritos por mujeres para mujeres: de poesía y teatro a narrativa y discursos políticos.
3- Mujeres y poder. Un manifiesto, de Mary Beard (Crítica)
La especialista en la Antigüedad clásica, autora del excepcional SPQR. Una historia de la antigua Roma, es además una activa protagonista en foros académicos y redes sociales. En este breve ensayo, la historiadora indaga el modo en que las mujeres fueron excluidas y silenciadas de los espacios públicos. «Tal como lo plantea Homero, una parte integrante del desarrollo de un hombre consiste en aprender a controlar el discurso público y a silenciar a las hembras de su especie», señala Beard. E insinúa que ese modelo de acallamiento se mantiene aún vigente en múltiples espacios privados y públicos. La lucha de las mujeres es una lucha por la toma de la palabra.
4- Feminismo y arte latinoamericano, de Andrea Giunta (Siglo XXI)
El sesgo patriarcal de los estudios sobre arte dejó afuera el análisis y la difusión de una gran cantidad de artistas mujeres. Para examinar la dinámica de los cuerpos femeninos en la creación artística, Giunta se centra en las trayectorias de cinco artistas latinoamericanas: la colombiana Clemencia Lucena, las argentinas María Luisa Bemberg y Narcisa Hirsch, la uruguaya Nelbia Romero y la chilena Paz Errázuriz. Mediante un repertorio de nuevos temas y nuevas formas de representación, la autora interroga las formas de poder que se inscriben en los trabajos de las artistas, en ocasiones llevados a cabo en contextos dictatoriales.
5- Putita golosa. Por un feminismo del goce, de Luciana Peker (Galerna)
Uno de los best sellers nacionales de 2018, el libro de Peker está escrito, como señala la autora al inicio, en lenguaje libertario. A partir de sus columnas en el suplemento Las 12, del diario Página/12, Peker modula una suerte de feminismo popular y sitúa en el centro de la lucha el deseo. Estuvo entre los diez libros más vendidos de cadenas de librerías por varios meses y, durante el año, la autora protagonizó varios debates públicos en la prensa, en redes sociales y en programas de televisión. En 2019, dará a conocer La revolución de las hijas.
6- Xenofeminismo. Tecnologías de género y políticas de reproducción, de Helen Hesler (Caja Negra)
Según la autora, el xenofeminismo es «una forma de feminismo antinaturalista, tecnomaterialista y abolicionista de género». Nacido como una respuesta al aceleracionismo filosófico, el texto se propone como un programa de emancipación. El prefijo «xeno» ofrece una clave de esta teoría ultramoderna y crítica del marxismo. El xenofeminismo no tiene una visión esencialista de la naturaleza; es tecnomaterialista porque ve en la tecnología un medio que puede ser utilizado con fines libertarios, y se asume como abolicionista al proponer la proliferación de nuevas identidades de género, sin jerarquías. Hesler traza una genealogía del feminismo en la que señala conquistas, límites y caminos a seguir.
7- Que la ciencia te acompañe, de Agostina Mileo (Debate)
Este libro se presenta, desde el prólogo de Mercedes D’Alessandro, como de «activismo científico y feminista». La autora a lo largo del libro, con un lenguaje llano, irónico, que recupera los lugares comunes para desarticularlos con información, desarrolla como tesis que la ciencia es una estructura de poder, que es una construcción social y política que se financia con fondos públicos, que debería ayudarnos a dejar atrás mitos sin fundamento y que cualquier persona –no solo los hombres, blancos heterosexuales- deberían tener acceso a la construcción de ese saber. En la presentación del libro, la académica Victoria Cóccaro, señaló que Mileo enuncia y desarrolla «un pensamiento crítico sobre el discurso de la ciencia y a la vez lo usar como herramienta de lucha política». La autora toca temas históricamente no muy desarrollados que surgieron en este tiempo de militancia feminista como el aborto, los orgasmos, la menstruación, los aportes de la neurociencia para modelar «princesas y guerreros», entre otros.
8- Contra-pedagogías de la crueldad, de Rita Segato (Prometeo)
Con la experiencia que le da trabajar desde los años 70 con temas de género, la intelectual Rita Segato da cuenta de que a medida que la institucionalidad fue entrando en la comunidad, los hombres fueron ocupando los lugares de las mujeres y hubo una progresiva caída de la posición de la mujer; y también se enfoca en la forma de dominación masculina, que ha recrudecido en los últimos años. La autora denomina «contra-pedagogías de la crueldad» a todos los actos y prácticas que enseñan, habitúan y programan a los sujetos a transmutar lo vivo y su vitalidad en cosas. Expresa la contratapa del libro: «Esto supone la captura de algo que fluía errante e imprevisible, como es la vida, para instalar en su lugar la inercia y esterilidad de la cosa mensurable, vendible, comprable y obsolescente, como conviene al consumo en la actual fase apocalíptica del capital. El ataque sexual y la explotación sexual de las mujeres, por ejemplo, son actos de rapiña y consumición del cuerpo que constituyen el lenguaje más preciso con que la cosificación de la vida se expresa».
9- Contra los hijos, de Lina Meruane (Random House)
Este libro es una versión revisada y ampliada del publicado en 2014. Se trata de un ensayo que cuestiona los discursos culturales actuales, que promueven la preeminencia del hijo y lo llevan a un lugar despótico que padecen principalmente las mujeres. Resulta una provocadora advertencia contra lo que considera el retorno de un modelo conservador que pretende, con los llamados a la prolongación de la lactancia, la crianza intensiva y una infinita lista de prescripciones, devolver a las mujeres al encierro doméstico, pese a todos los logros obtenidos. No se queda allí sino que en su argumentación se derivan observaciones sobre el estatuto de la pareja contemporánea, la discriminación laboral de las mujeres y los actuales sistemas educativos. Un lúcido análisis sobre este mandato aún difícil de cuestionar en el que se lee que la autora no está en contra de la maternidad per se, sino que pone el foco en «las que renunciaron angelicalmente a todas sus otras aspiraciones» por el imperativo de la reproducción.
No ficción
10- Por qué volvías cada verano, de Belén López Peiró (Madreselva)
Este libro es una novela polifónica de no ficción, porque es el relato de un abuso padecido por la autora en su adolescencia en manos de un tío, comisario de la bonaerense, un hombre de bien, el buen vecino de Santa Lucía, el pueblo de la provincia de Buenos Aires donde transcurrieron esos veranos de abuso que López Peiró expone. Este libro, tal como lo expresa Gabriela Cabezón Cámara en la contratapa, es «una intervención política» pese a todos los que quieren callar esta historia, incluida la Justicia y parte de su familia. Es una oportunidad para rebelarse, para recuperar el dominio de su cuerpo y denunciar su historia, que hace eco en la de muchas otras mujeres.
Ficción
11- Las rusas, de Flor Monfort (Rosa Iceberg)
Este año y casi en simultáneo, Monfort publicó su primer libro de poemas ( Luna Plutón, por Caleta Olivia) y su primer libro de cuentos. Si bien uno se puede leer como el reverso del otro, el de relatos construye una voz narrativa dinámica, despreocupada y jovial. Donde los lectores podrían esperar versiones de víctimas femeninas, se encuentran con personajes prismáticos en cuyas voces coexisten niñas y ancianas, madres e hijas, tan extravagantes como filosóficas. «El tiempo es como una valija cerrada. Todo lo que hay adentro del tiempo, o de la valija, puede comprimirse hasta la asfixia, o puede desplegarse en el aire, en los cuerpos, y hacerse ancho», se lee en uno de los cuentos. En esa tensión se define una de las claves literarias de Las rusas.
12- Sucias de caucho (Milena Caserola)
Estos relatos gambetean entre dos pasiones: el fútbol y la literatura. Y quienes escriben, todas mujeres que se presentan por momentos aguerridas, sensuales, rebeldes, encuentran en el «fulbito» de los lunes la excusa para recuperar el juego que les fue negado en la infancia. Sus autoras de estos cuentos son Julieta Halac, Flor Canosa, Ingrid Sarchman, Julia Narcy, Jimena Ruth Rodríguez, Leticia Martin, Natalia Gauna, Carolina Carrillo y Mercedes Dellatorre. «El fútbol femenino es otro espacio de lucha por la reconquista de nuestros cuerpos y de nuestro derecho a jugar y al placer», sintetiza Ruth Rodríguez.
Crónicas
13- Panfleto. Erótica y feminismo, de María Moreno (Literatura Random House)
María Moreno escribió estos artículos a lo largo de cuarenta años y los fue publicando en Página/12, La Caja, Babel y Fin de Siglo. En el prólogo la autora dice que a fines de los años 80 no recuerda que supiera quiénes la leían, a quiénes se dirigía. Y escribía animada por lo que iba aprendiendo, relacionando o imaginando que inventaba, sola y exaltada; más que por lecturas feministas del momento. Eso le daba libertad, lo vivió como un regalo, el permiso para llevar estos «cuadernos de aprendizaje» dedicados a lectoras futuras, que hoy se lee como bitácora de un movimiento que se volvió masivo y como un manifiesto insurgente y solidario. Este libro da cuenta de lo que Moreno identifica como su interés más constante a lo largo de su vida.
Poesía
14- Martes verde. Poetas por el aborto legal. Varias autoras y varias editoriales
Durante los debates por la ley de interrupción voluntaria del embarazo en la Cámara de Diputados, varias poetas y artistas se reunieron ante el Congreso Nacional cada martes. Así surgió este proyecto editorial con espíritu de fanzine, donde la acción política se amalgama con la acción poética. Liliana Ponce, Cristina Piña, Blanca Lema, Valeria Cervero, Noelia Rivero, Fernanda García Lao y Celeste Diéguez, entre muchas otras escritoras, participan de la antología. Otro grupo de editoras realizó una publicación similar, Somos centelleantes. #ArtistasPorElAbortoLegal, con textos de la Flor Codagnone, Gaby Mena, Silvina Gruppo y Andi Nachon. Ambos libros quedarán como documentos de un año en que la ola verde inundó las calles del país.
15- El cuerpo en la batalla. Fernanda Nicolini (Caleta Olivia)
«Si nos oyen diremos/ que estamos dando la batalla por el sentido», se lee en uno de los poemas de El cuerpo en la batalla. Como bien saben las feministas, el orden del sentido refiere al patriarcado. En los textos de Nicolini, signos, poderes y atributos del cuerpo de las mujeres son leídos en clave personal y política. La amistad, la militancia femenina en el pasado, el placer sexual, la angustia y la maternidad como horizonte más que como mandato circulan a la manera de ecos de una experiencia colectiva. Así leyó la escritora Mercedes Halfon este libro: «Los personajes de sus poemas resisten. Los cuerpos son fuertes. Son cuerpos que luchan y no se amedrentan fácilmente. Algunos de esos cuerpos ya no están, pero sus voces siguen sonando en algún lugar. Es ella quien los escucha, registra su sonido, su ritmo acelerado y los escribe en el revés, en la nervadura».