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  • El lugar más peligroso para una mujer es su hogar, alerta la ONU

    El lugar más peligroso para una mujer es su hogar, alerta la ONU

    Es una realidad en todo el mundo: el mayor peligro que pueden enfrentar las mujeres está en sus propios hogares, de acuerdo con un nuevo informe sobre homicidios en el mundo realizado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

    En 2017, más de la mitad de las mujeres víctimas de homicidio fueron asesinadas por su pareja o parientes cercanos, según el informe. Además, los investigadores concluyeron que los esfuerzos realizados en algunos países para frenar estos asesinatos mediante nuevas estrategias jurídicas y programas sociales no han logrado avances tangibles.

    El reporte, publicado el 25 de noviembre para coincidir con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, analizó cómo se relaciona la violencia contra las mujeres y las niñas con su estatus y su papel en la sociedad.

    Asesinar a una mujer es “un acto letal a lo largo de un continuo de discriminación y abuso basados en el género”, escribió Yury Fedotov, director general de la agencia, en el prólogo del informe. Estas son cuatro conclusiones destacables del reporte.

    La mayoría de las víctimas de asesinato son hombres. Sin embargo, es mucho más probable que las mujeres mueran a manos de los allegados más cercanos.

    Al analizar los datos, el informe determinó que aproximadamente uno de cada cinco homicidios es perpetrado por una pareja o un familiar cercano, y las mujeres y las niñas conforman la mayoría de esas muertes.

    De las casi 87.000 mujeres reportadas como víctimas de homicidio doloso en todo el mundo durante 2017, alrededor del 34 por ciento fueron asesinadas por su pareja y el 24 por ciento por un familiar.

    El índice más elevado de mujeres que murieron a manos de su pareja o parientes se encontró en países africanos (una tasa de 3,1 víctimas por cada 100.000 mujeres), seguidos de naciones del continente americano (con una tasa de 1,6 víctimas por cada 100.000 personas de la población femenina). El índice más bajo fue el de Europa (0,7 víctimas).

    Los datos en la actualidad incluyen ciertas salvedades.

    Los investigadores indicaron que no es posible registrar con precisión los asesinatos relacionados con el género que ocurrieron durante conflictos armados, por lo que las cifras verdaderas en ciertas regiones podrían ser mucho más elevadas de lo que señala el informe. Asimismo, los datos no incluyen los homicidios irresueltos que posiblemente se hayan dado por el género de la víctima, y los analistas dijeron que muy a menudo la violencia contra la mujer no se reporta.

    El informe tampoco dejó claro de qué manera ni si tomó en cuenta la violencia en contra de las mujeres transgénero en las estadísticas. Un vocero de la oficina de las Naciones Unidas no respondió a la petición de comentarios al respecto.

    Jodie Roure, profesora en el John Jay College en Nueva York y quien ha realizado investigaciones exhaustivas sobre la violencia contra la mujer, recalcó que las prácticas de recopilación de datos varían de un país a otro.

    “Estos datos tienen ciertas limitaciones”, explicó Roure. “¿Son un reflejo del panorama completo? No, pero lo importante es hablar al respecto, porque hace poco tiempo no lo estábamos haciendo”.

    La culpa la tiene el sexismo; las mujeres también pueden ser perpetradoras.

    A la raíz de la violencia doméstica contra las mujeres y niñas están las normas sociales que imponen que el hombre tiene autoridad del hombre para controlar a la mujer. Investigaciones al respecto que cita el estudio de la ONU revelan que los hombres y los niños que se atienen a las perspectivas estereotípicas sobre los roles de género —por ejemplo, que los hombres necesitan tener sexo más que las mujeres o que los hombres deben dominar a las mujeres— son más propensos a ser violentos con su pareja.

    El reporte encontró que los hombres que matan a su pareja de sexo femenino por lo general mencionan haber tenido problemas con el alcohol, celos y miedo al abandono. En cambio, las mujeres que habían matado a su pareja de sexo masculino con frecuencia mencionaron que habían soportado largos periodos de violencia física a manos de esa pareja.

    A pesar de tratarse de casos excepcionales, las mujeres también pueden ser responsables de la violencia de género. Por ejemplo, puede que algunas parientes cometan homicidios por honor, en los que las familiares asesinan a una niña o mujer por supuestamente haber deshonrado a su familia.

    Existen muchas otras motivaciones detrás de los asesinatos por razón de género, a decir del informe. Entre ellas están la orientación sexual o la identidad de género de la víctima; las amenazas que enfrentan quienes hacen trabajo sexual; en el sur asiático puede ser por disputas sobre las dotes matrimoniales, o incluso acusaciones de brujería en África, Asia y las islas del Pacífico.

    Algunos países ya tienen leyes en contra del feminicidio, pero no se ha llegado a un consenso sobre lo que significa ese término.

    La palabra feminicidio se acuñó por primera vez en la década de 1970 en referencia a los asesinatos de mujeres y niñas. En años recientes, ha habido insistencia, en particular en Latinoamérica, en que se utilice el concepto con el fin de crear nuevas categorías legales y políticas públicas.

    El año pasado, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, hizo un llamado en su país para erradicar “una cultura machista profundamente arraigada”, que “a fin de cuentas en verdad genera violencia en contra de las mujeres”. Después del asesinato de una mujer que fue parcialmente filmado, los brasileños usaron las redes sociales para exhortar a la gente a intervenir y detener la violencia doméstica. En Perú, las participantes de un reciente concurso de belleza montaron una protesta; enumeraron las estadísticas sobre los feminicidios en vez de dictarles sus medidas a los jueces.

    En septiembre, la Unión Europea y las Naciones Unidas lanzaron un programa conjunto dedicado a combatir el feminicidio en América Latina. Sin embargo, el informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito descubrió que no existe una definición estandarizada del término, lo cual ha derivado en una gran diferencia en las prácticas jurídicas y de recopilación de datos.

    Los nuevos programas y leyes han logrado sensibilizar al público con respecto al tema, aunque la cantidad de estos asesinatos no ha disminuido en comparación a 2012, cuando Naciones Unidas realizó un estudio similar. No obstante, el informe concluye que se deben tomar más medidas a fin de ofrecer más servicios para las mujeres, así como cambiar las convenciones culturales.

    “Una ley por sí sola no es suficiente”, comentó Roure. “Debe haber una estrategia integral y holística”.

    Toda la información e imágenes son de nytimes.

    Link original:  nytimes.com

  • Violencia contra la mujer: «Él me pega, me encierra, me quiebra los teléfonos»

    Violencia contra la mujer: «Él me pega, me encierra, me quiebra los teléfonos»

    Cae la noche y un vozarrón arropa la bulla de los autos y los buses que atraviesan la avenida a toda velocidad. Es Mercedes*, que lleva años vendiendo comida en un puesto callejero de San Salvador.

    Con la sonrisa dulce que la acompaña en la jornada es difícil imaginar que parió su primer hijo como consecuencia de una violación, que es VIH positiva y que su compañero de vida le pega constantemente y la amenaza con matarla.

    «Estoy bien, gracias a Dios, no tan bien, no tan mal», dice tímidamente cuando le pregunto cómo le va. Suspira y después de una pausa, continúa: «No pensé que me iba a encontrar esta clase de marido, pero mi fracaso viene de hace mucho tiempo».

    Su voz inocente revela juventud, pero las arrugas en su cara y su cuerpo cansado hablan de una vida mal vivida, de un trauma perenne.

    La noche anterior, José* le pegó otra vez. La llamó hija de puta. Le quitó parte del dinero ganado de la venta. Aunque Mercedes quiere, no lo puede dejar porque, dice, no tiene adónde ir.

    Vulnerables

    La joven forma parte de la población más vulnerable de mujeres en el país centroamericano, aquellas que nacieron en la pobreza y son víctimas de violencia desde la niñez.

    Son las que más llegan al consultorio de la doctora Zulma Méndez en el hospital público de San Rafael, en el municipio de Santa Tecla, limítrofe con San Salvador.

    «Atiendo sobre todo a chicas de origen muy sencillo, con falta de educación (…) Para muchas, es normal que el hombre las violente, desde que les pegue ‘poquito’ a solo cuando está tomado, o ya casos más extremos», explica la internista.

    Mercedes
    El Salvador es uno de los países más peligrosos para ser mujer. El año pasado, una mujer murió de forma violenta cada 18 horas, según un reporte de la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (Ormusa), que analiza cifras oficiales.

    La nación de 6,3 millones de habitantes tiene la tasa más alta de muertes violentas de mujeres de la región, de España y del Caribe, con un promedio de 13,5 por cada 100.000 mujeres.

    La crisis golpea con más dureza a las jóvenes. El 45% de las mujeres a las que mataron el año pasado tenían entre 15 y 29 años, según datos de Ormusa.

    La prevalencia de violencia en el hogar es casi de un 50% para las mujeres que fueron agredidas en algún momento de su vida y es aún mayor cuando la mujer inicia su primera relación sexual antes de los 15 años, indica la Encuesta Nacional de Violencia Contra la Mujer, publicada este año por el Ministerio de Economía.

    Mercedes es el vivo ejemplo de esta estadística.

    Abuso
    Acostumbrada a trabajar desde los 14 años, sin educación escolar y víctima de abuso sexual por parte de familiares, la joven decidió trasladarse del interior a San Salvador para buscar una nueva vida.

    No tenía tarjeta de identificación y se perdía por la ciudad. Fue entonces cuando conoció a José. El hombre, que nunca le dijo su edad ni que estaba con otras mujeres, la maltrató desde el principio.

    «Él era un gran bolo (borracho). Cuando me acompañé con él, el primer día me hizo dormir en un zacatal (campo de malas hierbas) y me llevó a un lado que no conocía. Quería irme a mi casa pero no conocía la ruta de vuelta y él no me la decía», cuenta.

    Los abusos sexuales siempre estuvieron presentes. José no se detuvo ni cuando Mercedes había acabado de parir al hijo de ambos.

    «Me tiró al suelo, se tiró encima de la cesárea y ahí fue cuando sentí como si me sacaran la matriz», dice con rabia.

    Intentó defenderse y José buscó un cuchillo y le aruñó el cuello. «Me dijo que le valía vergas…», se quiebra.

    Cuenta cómo, a veces, él la acorralaba para que no pudiese escapar. «Me encerraba, me quiebra los teléfonos, ahora no tengo teléfono porque lo tiró», dice.

    Una vez, José la golpeó tan fuerte que le sacó sangre en la nariz y la empezó a estrangular hasta casi asfixiarla, dice Mercedes.

    En algún punto decidió dejarlo, pero encontró el rechazo de su familia.

    Rechazo
    La joven acudió a la consulta de la doctora Méndez después de recibir una paliza de José. Allí se enteró que su pareja le había contagiado el virus del VIH.

    Sus familiares la estigmatizaron al conocer su diagnóstico.

    «Decían que había que tener cuidado cuando yo fuese a ir al baño, que si no había que construir otro baño. Yo oía todo eso y decía que me iba a volver con José porque no tenía otro destino», dice.

    Méndez, que atiende la unidad con más pacientes con VIH a nivel nacional, explica que el caso de Mercedes es muy común entre las mujeres que la visitan.

    «Acá llegan niñas que han sido violadas y no tienen idea de que están enfermas», explica.

     

    Miedo
    El Estado salvadoreño cuenta con iniciativas para atender a mujeres como Mercedes.

    Ciudad Mujer, por ejemplo, es un programa de 2012 que habilitó seis centros en el país, en los que las víctimas reciben asistencia psicológica y legal y lecciones de salud sexual y autonomía económica.

    Otro ente gubernamental, el Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer (Isdemu), brinda albergue temporal para las mujeres y sus hijos de forma gratuita.

    Pero el miedo paraliza a muchas víctimas y les impide acudir a las instituciones.

    Solo 6 de cada 100 mujeres agredidas interpone una denuncia, la mayoría en una estación de policía, según estima la Encuesta Nacional de Violencia contra la Mujer.

    Mercedes dice que «no le da el ánimo» de ir a la policía. Que prefiere ir al hospital, donde se siente más segura.

    Amenazas
    Además de golpearla, José ha amenazado con enviar a pandilleros a matarla si lo llegan a encarcelar «por su culpa».

    En un país en el que los vecindarios están controlados por pandillas que operan en su ley y con impunidad, Mercedes se toma la advertencia muy en serio.

    «La violencia de género está vinculada con la violencia social», explica Ana Elena Badilla, representante en El Salvador de ONU Mujer. «La policía nos cuenta que, cuando las víctimas van a ellos, les piden que no visiten los barrios donde viven, sobre todo si la pareja está vinculada a una pandilla».

    Mercedes asegura con la voz firme que «ya no se deja» maltratar por José y que él está intentando cambiar, aunque le cueste.

    «Anoche me dijo, ‘me voy a la mierda’. Andate, le contesté, yo no te detengo», cuenta.

    Con lágrimas, en un punto de la conversación, Mercedes dice que a veces se quiere matar.

    En medio de la desesperanza respira y con su voz dulce dice que quiere seguir adelante. No por ella, sino por sus hijos.

    Adentrada la noche, Mercedes vuelve a su puesto callejero y con una sonrisa, sigue vendiendo.

    Toda la información e imágenes son de BBC

    Link original: bbc.com

  • #Hearmetoo: mujeres por un mundo sin violencia

    #Hearmetoo: mujeres por un mundo sin violencia

    ¿Llegará el día en que la violencia en contra de las mujeres deje de abultar las estadísticas en todo el mundo? Los informes de la Organización de las Naciones Unidas para las Mujeres (ONUMujeres) son realmente alarmantes y en todo el mundo seguimos respirando esa violencia, que parece normalizarse como uno más de los males del planeta.

    El informe de ONUMujeres este 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, muestra que pese a los avances, continúan las agresiones en contra de nosotras. Es decir, el género femenino, que constituimos la mitad de la población, la padecemos en todas sus formas y en todos los sitios: en los hogares, centros de trabajo, en las calles, por el sólo hecho de ser mujeres.

    Un dato lastimoso sobre esta violencia es que en el mundo una de cada tres mujeres la han sufrido a manos del género con el compartimos el planeta: los hombres, a quienes paradójicamente alojamos en nuestro vientre durante aproximadamente nueve meses, para propiciar su vida.

    Tan grave es la situación, que todos los días en el mundo hay mujeres asesinadas y la cifra no disminuye pese a las manifestaciones en contra del feminicidio en el mundo, pese a las campañas de “ni una más”, pese a que los medios de comunicación hacen visible esa tragedia.

    México no escapa al horror de la violencia de género, incluido el feminicidio, ya que diariamente se reportan ocho mujeres asesinadas. Además, sufren algún tipo de violencia seis de cada 10; la violencia sexual, por ejemplo, la padece 41.3 por ciento de las mexicanas.

    Por todo eso, a partir de este 25 de noviembre, y por 16 días, en el mundo nos vestiremos de anaranjado, como una estrategia para llamar a que cese la  violencia contra las mujeres. Un llamado que ahora cuenta con movimientos como #Metoo, que surgió en Estados Unidos hasta volverse mundial, en su llamado a la justicia.

    Este año, el lema de la campaña es #Hearmetoo, escúchame a mí también, una petición de todas las mujeres que han padecido la violencia y lucha por acabar con ella. Son 16 días de acciones, de voces, de búsquedas más favorables para que hacia el 2030 las mujeres podamos dejar atrás la pesadilla.

    Mientras esto sucede, porque soñar es posible, más aún si se trabaja para ello, en México tendremos una oportunidad para cambiar esta realidad, ya que a partir del primero de diciembre un nuevo gobierno, un nuevo presidente, empeña su palabra para luchar junto a nosotras e iniciará un programa nacional de seguridad que, por supuesto, nos implica como género.

    No será fácil, lo sabemos de sobra, y por eso se requiere la participación de todas y todos, tal como ONUMujeres propone y espera de los gobierno, instituciones, centros educativos, hogares.

    Queremos dejar de ocupar las cifras de la violencia y el crimen, queremos que en las conversaciones cotidianas y en las estadísticas la violencia contra las mujeres sea sólo un mal recuerdo, que cesen los crueles ataques contra nuestros sueños y nuestra vida. Por eso vamos por la creación y aplicación de leyes, por los programas de prevención. ¡NO más violencia en contra de las mujeres y las niñas!

    Toda la información e imágenes son de CIMAC.

    Link original: cimacnoticias.com.mx

  • La desigualdad de género afecta económicamente a México: OCDE

    La desigualdad de género afecta económicamente a México: OCDE

    En México si se redujera la brecha de participación laboral de las mujeres en la fuerza de trabajo de 30 a 20 puntos porcentuales, que es el promedio de los demás países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), tendríamos un ingreso adicional de mil 100 dólares al año. Ésta es una de las razones por la que es necesario combatir la desigualdad de género.

    Así lo declaró Gabriela Ramos, directora de OCDE, quien destacó que también en el rubro de la informalidad y de la pobreza, la mayor representación la tienen las mujeres.

    Otro elemento de la brecha de la desigualdad de género, es la que se da en el cuidado o cualquier actividad que no esté remunerada, las mujeres mexicanas destinan el 4.5 de horas diarias, cuando en los demás países es de 1.5 horas diarias. ¿Quién –se preguntó- puede tener un desarrollo profesional en esas condiciones?

     

    Estas brechas de desigualdad también se dan en puestos directivos, es fundamental si observamos que siempre son paneles de hombres los que toman las decisiones, en reuniones de gobernadores no hay mujeres, por ejemplo, debemos darnos cuenta que no hay mujeres cuando se están tomando decisiones importantes.

    En el marco del Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres -25 de noviembre- y dentro de los eventos de la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara, Gabriela Ramos dio a conocer el informe “Igualdad de Género: Una batalla cuesta arriba”.

    La experta en temas económicos informó que la violencia contra las mujeres, la brecha salarial de género y la desigual participación en el trabajo no remunerado se han identificado como los tres problemas más importantes en la desigualdad de género en el mundo.

    La directora de la OCDE, señaló que llegó el momento de asegurarse de que mejores políticas conduzcan a una vida mejor para niñas y niños, y para mujeres y hombres, por lo que han realizado recomendaciones en materia de equidad de género.

    Para que la igualdad de género se cumpla cabalmente, debe ser incorporada en toda la legislación, en todas las secretarías y en todos los niveles de gobierno. El presupuesto en materia de género es una herramienta cada vez más común para garantizar que las preocupaciones de mujeres y niñas se integren a la política y administración pública.

    Al respecto, indicó que los países de la OCDE informan que ya introdujeron, planean introducir o están estudiando activamente la introducción de presupuestos en materia de género.

    Hizo énfasis en que es importante que las niñas y los niños se integren a disciplinas de la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (CTIM), y que algunos países han iniciado programas dirigidos a que las niñas y las jóvenes se integren.

    Ya que el 90% del software ha sido desarrollado por equipos integrados por hombres, debemos cambiar los patrones poderosos para que nuestras niñas no solo rompan esa inercia para decidirse por esas disciplinas. Estos cambios deben darse desde los libros de texto.

    Finalmente, indicó que a pesar de estas medidas de política prometedoras, hasta ahora el avance ha sido demasiado lento, por lo que la desigualdad de genero persiste en los resultados escolares, sociales, económicos y políticos, pero estas desigualdades deben resolverse urgentemente.

    Visibilizar desde la academia la violencia contra las mujeres para erradicarla: Carmen Ramírez

    Por otra parte, Carmen Ramírez, vicerrectora de la Universidad Guadalajara, la primera mujer en esa posición, destacó, que una de cada tres mujeres en el mundo han sufrido violencia física o sexual, principalmente por parte de un compañero sentimental.

    De acuerdo a los datos de Naciones Unidas (ONU) y la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia contra las mujeres es considerada una causa de muerte e incapacidad con mayores índices que las provocadas por accidentes de tránsito o la malaria.

    Además, se estima que hay cerca de 650 millones de niñas y jóvenes que son casadas antes de los 18 años, y respecto a la violencia escolar que también sufren los niños, las niñas son las más afectadas con un 80%.

    Carmen Ramírez, la primera vicerrectora en la Universidad de Guadalajara, señaló que es importante visibilizar desde la academia, desde las aulas, desde los hogares, estos temas para generar conciencia y erradicarlos.

    Agregó, que no es normal la violencia contra las mujeres, aunque en algunos lugares parezca normal, tenemos la obligación, dijo, como institución, a fomentar una cultura de paz, de igualdad de oportunidades. “Somos afortunadas de vivir en un en un siglo en el que los derechos humanos y la comunicación global nos permite visibilizar las acciones erróneas y corregirlas para un mejor futuro de la humanidad”.

    Toda la información e imágenes son de SEM MÉXICO

    Link original: semmexico.com

  • Una mujer gana menos aunque tenga los mismos estudios que un hombre

    Una mujer gana menos aunque tenga los mismos estudios que un hombre

    Las mujeres obtienen menos rendimiento económico a su educación que el que consiguen los hombres, aunque ambos tengan el mismo nivel profesional. Es una de las conclusiones del último informe sobre salarios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que se centra en la brecha salarial de género. El estudio alerta de que la mayor parte de esa brecha no tiene explicación objetiva alguna. Es decir, la educación, la experiencia, la ocupación, los horarios de trabajo o el sector de producción explican “relativamente poco la magnitud” de la brecha salarial. Por el contrario, la infravaloración del trabajo de las mujeres, la maternidad y los cuidados, y la tendencia a que las remuneraciones sean más altas en empresas y sectores masculinizados son factores que ensanchan esa brecha.

    El informe estudia la brecha salarial a nivel mundial y también especifica y explica diferentes formas de medirla que pueden arrojar resultados distintos. Así, la estimación de la brecha salarial mundial oscilaría entre el 16% y el 22%, dependiendo de la medida utilizada. Las tendencias también varían en función de si los países tienen ingresos altos o bajos. Por ejemplo, en los países ricos la brecha se agranda conforme se avanza en los niveles salariales superiores. Sin embargo, en los países con ingresos bajos o medios, la brecha es mayor en los niveles inferiores de distribución salarial, que son los tramos donde las mujeres están sobrerrepresentadas.

    La OIT trata de discernir qué parte de la brecha salarial puede deberse a factores “explicados” y qué parte no tiene explicación objetiva. Esa parte explicada —formada, por ejemplo, por las características de la persona (edad, educación, experiencia), la categoría profesional, los horarios o el sector— no sirve sin embargo para explicar “la magnitud” de la brecha salarial.

    “Aunque se observan grandes diferencias de un país a otro, el informe constata que, por lo general, la educación y otros atributos del mercado de trabajo explican relativamente poco la magnitud de la brecha salarial en los distintos lugares de la distribución salarial. La parte ‘no explicada’ de la brecha salarial de género suele predominar en casi todos los países, independientemente del grupo de ingresos al que pertenezcan”, dice el informe.

    En los países ricos, la educación supone menos de un punto porcentual de la brecha salarial de género, algo relativamente normal si se tiene en cuenta que en esos países el nivel educativo de las mujeres es superior al de los hombres. Incluso en los países de ingresos bajos y medios, en los que las mujeres sí registran de media niveles educativos inferiores, este factor tampoco sirve para explicar la brecha salarial que allí sucede: las mujeres con menos formación apenas acceden al mercado laboral y si lo hacen suele ser por cuenta propia y no como asalariadas.

    Por tanto, es la “parte no explicada” de la brecha salarial la que cobra importancia en que esta suceda. Parte de la respuesta, asegura la OIT, tiene que ver con el concepto de “igual salario a trabajo de igual valor”, que solo un 40% de países han introducido en sus legislaciones. “En muchos países, las mujeres tienen una educación superior a los hombres que ostentan las mismas categorías ocupacionales, aunque cobran salarios inferiores. Esta realidad ilustra el hecho de que las mujeres suelen obtener un rendimiento económico salarial menor de su educación que los hombres, aunque tengan la misma categoría”, subraya. Es decir, las mujeres tienden a formarse más pero, luego, el mercado laboral les reporta menos ingresos.

    ¿Qué otros factores explican entonces la brecha salarial? Por un lado, la infravaloración del trabajo de las mujeres en ocupaciones y empresas altamente feminizadas. En muchos países y ante ocupaciones similares, las que cuentan con más hombres tienen salarios más altos y, por contra, las feminizadas pagan peor. Incluso en empresas con más presencia de mujeres, los salarios tienden a ser menores que en empresas con las mismas características en cuanto a sector, tamaño, convenio pero con mayoría masculina.

    En otro factor relevante es la maternidad y los cuidados: la interrupción de las carreras, las reducciones de jornada, la búsqueda de empleos con conciliación más fácil pero peor remunerados o las decisiones empresariales de contratación y ascenso condicionadas por los estereotipos y los roles de género.

    ¿Qué hacer?

    En primer lugar, el organismo recomienda a los países implementar mediciones lo más precisas de sus brechas salariales, que atiendan no solo a cuentas sumatorias, sino también a los distintos factores y que sirvan para comprender de dónde procede esa brecha y dónde se produce con más intensidad. En función de la naturaleza de la brecha salarial de cada país, las medidas deberían tomar un rumbo u otro.

    Muchos países, recuerda, están introduciendo en sus legislaciones la prohibición expresa de discriminar salarialmente a las mujeres y medidas para promover la igualdad de sueldo. La OIT subraya la importancia de adoptar el principio de “igual remuneración por trabajo de igual valor” en lugar de “igual remuneración por igual trabajo” para romper con la tendencia de premiar salarialmente ocupaciones masculinizadas por encima de otras feminizadas aunque las características y valor del puesto de trabajo sea el mismo. También menciona las medidas que exigen a las empresas tanto la transparencia salarial como la revisión periódica de sus prácticas de remuneración.

    El informe va más allá porque ve ineludible buscar fórmulas para acabar con la infravaloración del trabajo feminizado. Recomienda un aumento salarial en esos sectores para mitigar la brecha salarial pero también para terminar con la segregación ocupacional, de forma que más hombres se sientan atraídos por sectores como la educación o los cuidados.

    En cuanto a la brecha relacionada con la maternidad y los cuidados, la OIT recomienda políticas que incidan en repartos más equitativos de las tareas domésticas y de cuidado, servicios adecuados de atención infantil y dependencia, horarios flexibles y programas que atiendan la reincoporación de las mujeres después de ser madres y que eviten las penalizaciones salariales.

    “En la práctica, los avances en la reducción de las brechas salariales de género están siendo demasiado lentos. Es preciso adoptar medidas más dinámicas y decisivas […]. Estas brechas no solo están arraigadas en estereotipos muy afianzados, sino que también representan un indicador sintético que capta las muchas desventajas a que se enfrentan las niñas y las mujeres tanto dentro como fuera del mercado de trabajo. Así pues las medidas para reducir o para eliminar las brechas salariales de género deberían integrarse en una política general más amplia para la igualdad de género”, concluye.

    Toda la información e imágenes son de México.com

    Link original: mexico.com

  • ‘Feminazi’: un término tan idiota como erróneo

    ‘Feminazi’: un término tan idiota como erróneo

    “Las feminazis dicen que en los 50 la mujer vivía oprimida, también dicen que en 2018 la mujer vive oprimida. Seguramente en en el 2250 la mujer también vivirá oprimida. No importa qué año sea, ellas se sienten tan inferiores al hombre que siempre van a ser unas oprimidas mentales”, dice uno de los tantos tuits en contra de mujeres feministas —porque también hay hombres—, un movimiento ideológico que ha sido denostado por una palabra que es… tan pendeja como errónea.

    Pero, ¿de dónde surgió el término, qué significa y por qué es erróneo y machista?

    En agosto pasado, a la Real Academia Española le consultaron vía tuiter el significado de la palabra, y la respuesta le costó muy caro. Vean por qué.

    ¿Dónde nació la palabra feminazi?
    No, pseudoprogre, tú no inventaste el término.

    La investigadora en temas de género de la UNAM Amneris Chaparro, explicó a mexico.com que el término nació durante la Segunda Guerra Mundial para referirse a las mujeres que formaban parte de los grupos nazis y fascistas de la extrema derecha.

    Fue hasta la década de los noventa cuando el término se esparció en los estadounidenses, luego de que uno de los locutores de radio más escuchados, Rush Limbaugh, se refirió en su programa como “feminazis” a las mujeres que estaban a favor del aborto y se manifestaban por la legalización. Se lo atribuyó al académico Thomas Hazlett y lo usó para referirse a “una feminista para quien lo más importante en la vida es garantizar que se produzcan tantos abortos como sea posible.”

    Limbaugh es el locutor de línea conservadora más escuchado en Estados Unidos, con una audiencia semanal de 14 millones de personas, según un ranking de 2017. En su portal, agradece a Dios por el hecho de que Donald Trump está haciendo por su país “en un mundo lleno de gente despreciable”.

    “Este señor decía que las feministas estaban cometiendo una suerte de genocidio al intentar tener derechos”, señala Chaparro.

    Pero el término, asegura la investigadora, despareció del espectro social, pues la lucha feminista en la segunda mitad de los 90 estuvo fuera de foco y de las calles, a diferencia de las décadas anteriores.

    The Guardian publicó en 2015 que “en términos más generales, la palabra pretendía referirse a mujeres que callaban a sus oponentes con prácticas ortodoxas y autoritarias. (…) Más recientemente, así es como surgió, una palabra en torno a la cual las personas, como los Activistas por los Derechos de los Hombres (MRA, por sus siglas en inglés), emplean cuando sienten que una feminista ha ido demasiado lejos, lo cual, generalmente, ocurre en las redes sociales”.

    ¿Por qué es incorrecto y pendejo decir ‘feminazi’?

    El feminismo pugna por los derechos de la mujer y la paridad de género en todos los espacios de la vida de una personas. El nazismo fue un movimiento xenófobo que llegó al extremo del genocidio.

    “(Feminazi) es un término que se utiliza de manera indiscriminada para descalificar cualquier intento de avance, de reclamo o de queja que provenga de una mujer, en especial de la que se asume como feminista. Se va volviendo una especie de lengua franca para descalificar a quienes luchan por los derechos”, asegura la investigadora de la UNAM.

    La naturaleza del feminismo es ser “incómodo”, pues busca romper esquemas y estructuras sociales sobre el papel de la mujer en los diferentes núcleos.

    “El feminismo siempre va a encontrar resistencia y ha generado este tipo de reacciones (…) siempre que el feminismo logra algo o tiene un éxito, siempre va a haber una reacción antifeminista, el término feminazi es eso”, advierte Amneris Chaparro.

    La escritora feminista inglesa Laura Bates y fundadora del proyecto Sexismo de cada día (everydaysexismproject) ha dicho que el término “es un intento desesperado por demonizarnos, y es frustrante, porque si no fuera una palabra tan ofensiva, podrías comenzar a abrazarla y reconocerla (…) Porque el insulto es no solo a las feministas, sino también a las víctimas del totalitarismo pasado y presente, no es algo que el feminismo simplemente decida poseer», difundió The Guardian.

    La editora adjunta del News Statemen, Helen Lewis, publicó en medio de una polémica que “la idea de combinar un movimiento de liberación con el nazismo es simple y profundamente ignorante”.

    Sobre si el término feminazi implica violencia de género, la investigadora responde que sí lo es, pues se dirige no solamente a una persona, sino a un movimiento, el cual se asocia a un hecho deplorable como lo es el holocausto y el asesinato masivo de personas.

    “Lo importante es hacerle ver a las personas que el término feminazi no es un juego. Cuando usamos palabras, estamos diciendo cosas con ellas. No es un término que deba tomarse a la ligera», señala.

    En México se refiere a un movimiento que puede tener logros importantes ante grandes rezagos en paridad de género, violencia y crímenes graves.

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  • Atlas de Igualdad y Derechos Humanos

    Atlas de Igualdad y Derechos Humanos

    Acabar con la geografía del miedo, empoderar a las mujeres en la ciencia, avanzar en las brechas para acabar con la violencia contra las mujeres, fueron los principales temas abordados durante la presentación del Atlas de Igualdad y Derechos Humanos presentado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

    Con el Atlas se da cumplimiento con la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, de que este organismo autónomo es el encargado de la observancia en el seguimiento, evaluación y monitoreo de la política nacional en materia de igualdad entre mujeres y hombres.

    La cuarta visitadora general, Eréndira Cruzvillegas, destacó la labor de equipo y la alianza con el Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que después de año y medio elaboró el Sistema de Información Georreferenciada: Atlas de Igualdad y de Derechos Humanos (SIG-AIDH), que ya está disponible la página del organismo independiente.

    El Atlas se presenta también en el marco de los 16 días de activismo del Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que fue el pasado 25 de noviembre.

    Es un instrumento para que sirve a la población en general, y constituye una herramienta para la toma de decisiones, para promover la reflexión en torno a las desigualdades existentes entre mujeres y hombres y al necesario cambio para garantizar a las mujeres, en el ejercicio de sus derechos una vida digna.

    Se trata, dijo, de cómo hacer tangibles los derechos humanos de las mujeres en los territorios, para que ya no nos de miedo. Señaló que ella proviene de un barrio, de un territorio, y sabe lo que es luchar por estos espacios, que lo más valioso de esta plataforma es la perspectiva de género, con lo que la CNDH abarca los elementos de inclusión, justicia y democracia.

    El Atlas incluye en su inicio una serie de 70 indicadores que abarcan ocho dimensiones; demográfica, económica, educativa, espacial, política, sanitaria, sociocultural y violencias, la información se desglosa en la escala estatal y en algunos casos en la escala municipal. También se pueden hacer comparaciones, ya que se recopiló información desde el 2006 hasta el 2017, y se seguirá actualizando.

    La cuarta visitadora general señaló, que la gran ausencia es la violencia política, ya que todavía no está legislada, pero al respecto dijo que las legisladoras ya lo están promoviendo.

    La información resultante del Atlas permite la construcción de diversas posibilidades, como por ejemplo la creación de cartas temáticas o gráficas sobre diversos temas. Las capas integradas son más de 1400, de las cuales pueden realizarse más de 500 mapas o gráficas sobre estos temas. Para lo cual se consultaron tanto fuentes nacionales como internacionales, a fin de analizar y valorar la creación de este Atlas.

    Como ejemplo, dijo, se puede observar cómo se ha dado el interés de inversión o no, en salud; cómo se han dado los espacios de orden político para las mujeres; se pueden observar las diferentes fuentes que tienen que ver con ocupación, mortandad, embarazaos adolescentes dónde se están dando y cómo.

    Cuál es la situación de los sistemas de cuidado, las agendas etarias de niña, jóvenes, personas mayores y la tendencia poblacional, que vamos a tener que ir preparando las políticas públicas para enfrentar este reto.

     

    La geografía feminista no es neutral

    El Atlas de Igualdad y Derechos Humanos está elaborado desde el pensamiento feminista y tiene un claro posicionamiento político y un claro compromiso con las mujeres y con la sociedad, por lo que fue elaborado de una manera exhaustiva, científica y objetiva, pero no es neutral, porque no es neutral la geografía feminista, señaló la doctora María Verónica Ibarra García coordinadora del Colegio de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

    Destacó que en la elaboración participaron en su mayoría mujeres científicas, especialistas en sus áreas como cartografía, estadística, población, geografía feminista y sistemas de información geográfico, y es una forma, desde las áreas científicas, como debemos empoderarnos las mujeres en la ciencia.

    Acabar con la geografía del miedo

    Por otra parte, “tenemos que acabar con la geografía del miedo que es lo que hoy nos domina”, declaró la maestra Gabriela Rodríguez Ramírez, próxima titular de la Secretaría de las Mujeres del gobierno de la Ciudad de México, tras considerar que el Atlas de Igualdad y Derecho va a ser un instrumento valioso para que sean efectivas las políticas públicas.

    Celebro que se haya creado un instrumento sobre la geografía de género, sobre el tema de la espacialidad, para avanzar en los cambios estructurales, para conocer centímetro a centímetro como está la desigualdad y la violencia contra las mujeres, ya que existe una frontera difusa entre lo público y lo privado, respecto a la violencia.

    Finalmente, Elsa Conde, también de la CNDH, destacó que la dimensión del Atlas se puede conocer una vez que uno entra ahí, hay una perspectiva de género, pero sobre todo este compromiso feminista de avanzar hacia un mundo más igualitario para mujeres y hombres.

    Hizo énfasis que el fundamento jurídico de este instrumento tiene varias acciones; evaluar el impacto, proponer la realización de estudios, y difundir la información sobre diversos aspectos.

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  • Violencia de género económica: maltratadores que ‘asfixian’ a través del impago de la pensión de sus hijos

    Violencia de género económica: maltratadores que ‘asfixian’ a través del impago de la pensión de sus hijos

    -(Ella escribe): «Aun con becas de libros este inicio de curso he gastado 200 euros (90 en uniformes, 26 en playeras, 31 en mochilas, 40 en material del niño y 12 en cosas varias). Y aún queda el material de la niña por comprar (40 euros más, creo). Me tendrías que dar la mitad…  Aportar algo, que también son tus hijos».

    -(Él escribe): «Suerte».

    Ella lleva varios meses separada de él. Él debería pasar, cada mes, 150 euros por los dos hijos en común. Todavía no le ha ingresado ni un solo euro. Los hijos están por completo a cargo de su madre, que además ha tenido que abandonar la vivienda en común. Cuando una vez ella le preguntó a él por qué no hacía frente a sus deberes familiares, él le contestó que si ella había tomado la decisión de separarse, ella tenía que valerse sola con los hijos.

    Hay ocasiones en las que el maltrato a una mujer perdura incluso después de condenado el agresor por violencia de género. Porque hay hombres que siguen ejerciendo dominio sobre sus exparejas a base de ‘asfixiarlas’ económicamente incumpliendo el pago de las pensiones alimenticias de sus hijos.

    Es una de las modalidades de la violencia de género económica, con la que el agresor mantiene una posición de control, empobrece a su ex, la somete a estrés psicológico, y aumenta la vulnerabilidad de sus hijos. En el caso real de ella y él, él alegó en la vista ante el juez que no tenía trabajo. Ella asegura que en realidad cobra en negro y no pone bienes a su nombre, aunque tiene vivienda y coche. Recientemente el juez ha estipulado, de nuevo, que 150 euros es «lo mínimo» que debe de pasar para la manutención de los pequeños, de 7 y 11 años. Pero sigue encadenando meses de deuda con ellos.

    La abogada de oficio le ha dicho a ella que no malgaste el tiempo en denunciar por la vía penal la reiteración del impago como violencia machista porque «prácticamente nadie entra en prisión ni es condenado por esto». A pesar de que la ley impone penas de 3 meses a un año. Según Instituciones Penitenciarias, a día de hoy hay 93 hombres en prisión con una condena en firme por este delito.

    El impago de pensiones fijadas mediante sentencia judicial constituye un delito de violencia de género según la ley española desde 2015. Y, aun cuando no medie otro tipo de violencia machista, debería de atenderse en los juzgados de violencia de género. Sin embargo, la jurisprudencia hasta la fecha ha limitado la asunción de este delito en los juzgados específicos a la concurrencia de otro acto de violencia machista adicional.

    La presidenta del observatorio contra la violencia de género del Poder Judicial, Ángeles Carmona, reconoce que debería haber una «aclaración de la norma», que trae confusión sobre quién debe juzgar este delito de omisión de deberes familiares.

    Las víctimas de violencia económica suelen ser mujeres que han tomado la decisión de terminar la relación en contra de la voluntad de su agresor. Así lo explica Ana María Pérez del Campo, presidenta de la primera asociación española de mujeres separadas. «El hombre va a emplear varios medios, uno el económico, para seguir castigándola a ella, y a sus hijos». «Hay veces que se denuncia y se consigue cobrar. Otras muchas no se consigue ni el embargo de los bienes», agrega. «Y debería preocuparnos más, porque el impago de las pensiones supone la utilización de los hijos para castigar a la mujer».

    Hay casos «clamorosos», según Pérez del Campo. «Como cuando él trabaja en una empresa familiar y aun así dice que no puede hacer frente a una pensión, que son [pensiones] de hambre. Es un desprecio a los hijos y un castigo por poderes contra la exmujer».

    La asociación siempre recomienda denunciar por lo civil, sin embargo. «Porque nosotras no estamos fomentando una guerra de odios, sino una guerra de eficacias. Lo que queremos es que paguen, no que les metan en chirona, que estas señoras puedan llegar a fin de mes dando de comer a sus hijos».

    «El dinero se necesita todos los meses y todos los días», añade, y lamenta que estos hombres, pese a no pagar la pensión, sigan teniendo derecho a ver a sus hijos. «Sabemos que es una ficción que no tengan ingresos, es mentira, ellos siguen viviendo. Pueden no pagar un céntimo y sin embargo tienen derecho al régimen de visitas».

    Control sobre la mujer

    También lamenta que a ellos les baste aducir precaria situación económica y ellas sean las que deban demostrar con pruebas materiales que disponen de medios para pagar los alimentos de sus hijos. «Es una incongruencia que ellas, como víctimas de violencia de género, estén en el turno de oficio, pero ellos que no pagan la pensión puedan contratarse a un abogado privado. Hace falta ser muy torpe para no darse cuenta de que eso es un castigo, pero hay jueces que no lo ven», asegura Pérez del Campo.

    Olga es una de cientos de mujeres en España que años después de dar el paso de dejarle sigue siendo una víctima de su exmarido, condenado por violencia de género. Ella mantiene a los trillizos de los que su padre y maltratador sentenciado se desentendió a partir de la separación.

    «Cuando me separé teníamos una hipoteca y la obligación de pago era de los dos. Hubo acuerdo de seguir pagándola y yo todos los meses metía la mitad del dinero. Él no solo no metía su parte, sino que sacaba la mía». Refugiada en un centro de recuperación para mujeres maltratadas, Olga no recibía tampoco la pensión alimenticia de sus trillizos. Doce años después sigue igual. «Jamás ha pasado absolutamente nada. Yo sigo actualizando lo que les debe a sus hijos. La pena es que no tengo esperanza de recuperarlo. Van ya cerca de 60.000 euros».

    «Han sido años muy duros y el impago de alguna manera además te hace estar reviviendo la situación constantemente. Y si no estás tú bien, puede afectarte psicológicamente. Pero está convencida de que más que ella lo sufren sus hijos, «que están perdiendo calidad de vida, porque hay cosas que no tienen. Es muy duro que tengan un excursión en el colegio, de 15 euros, y no pueda permitírmelo. O que no pudieran ir al viaje de fin de curso de 4.º de la ESO».

    La abogada y portavoz de la Asociación de Mujeres Juristas Themis María Durán también considera el impago de la pensión alimenticia como una manera «de prolongar el control sobre la madre» y de persistir en un maltrato a los hijos, «que ven restringido de un modo importante toda su capacidad de desarrollo de su potencial». Y apunta, además, que no es un caso aislado sino una ‘pauta de funcionamiento’ para un número importante de maltratadores el dejar de pagar sus cuotas de la hipoteca en común: «Y eso supone el desahucio de la familia».

    Toda la información e imágenes son de 20 minutos.

    Link original: 20minutos.es

     

  • La aportación de la economía en la era de #NiUnaMenos

    La aportación de la economía en la era de #NiUnaMenos

    Hace poco más de 20 años, ayudé a producir algunas de las primeras estimaciones del costo de la violencia de la pareja íntima contra las mujeres para las economías de América Latina. Las cifras fueron impactantes: costó a los países entre el 1,6% y el 2% del Producto Interior Bruto (PIB), solo por las pérdidas en salarios y productividad.

    Si bien los datos han suscitado un interesante debate sobre políticas públicas, el aumento del financiamiento para la prevención de la violencia contra la mujer en América Latina, y especialmente en servicios para mujeres sobrevivientes, tiene otra fuente: los movimientos de mujeres de todo el hemisferio, quienes han desafiado a sus gobiernos a abordar este problema más seriamente.

    En particular, la aparición de los movimientos #NiUnaMenos y #MeToo han generado un cambio sísmico. #NiUnaMenos nació en Argentina en 2015 como una protesta masiva contra un femicidio particularmente espantoso. Posteriormente se ha extendido a Chile, Uruguay y Perú, y ahora se describe a sí mismo como un «grito colectivo contra la violencia machista». El gobierno de Argentina hoy tiene la eliminación de la violencia contra las mujeres como una de sus prioridades de política de desarrollo. Algunas fuentes estiman que la protesta inicial de #NiUnaMenos en Perú en 2016 fue la protesta cívica más grande en la historia del país. Así, los recursos destinados a combatir la violencia contra las mujeres se han incrementado en países en desarrollo y, especialmente, en América Latina.

    Perú, por ejemplo, ahora tiene 322 Centros Emergencia Mujer operativos y cada provincia del país, sin importar cuán lejos, tiene al menos uno. Las líneas directas para sobrevivientes son omnipresentes en la región e incluso hay evidencia de que una atención rápida y de calidad por parte de las líneas de atención a las víctimas reduce la victimización futura. De igual forma, las fuerzas policiales en la región están mejor equipadas para brindar servicios a las sobrevivientes, ya sea a través de comisarías de policía dedicadas a las mujeres, o mediante iniciativas de reforma policial que, en varios países, han dado prioridad a la prestación de servicios de calidad para las víctimas.

    Los movimientos de mujeres de todo el hemisferio han desafiado a sus gobiernos a abordar el problema más seriamente
    Las noticias sobre los esfuerzos de prevención, desafortunadamente, son mucho menos alentadoras: siguen siendo insuficientes, a pequeña escala y sabemos relativamente poco sobre lo que funciona. Entonces, si los economistas, los políticos y las instituciones financieras internacionales no podemos reclamar crédito por la expansión de los recursos para abordar la violencia contra la mujer, ¿cuál es nuestro papel?

    Primero, podemos ayudar a generar evidencia sobre lo que funciona para prevenir la violencia contra las mujeres, de manera que los responsables de las políticas puedan saber dónde invertir mejor los recursos públicos. Segundo, podemos ayudar a estimular la innovación en los programas. Un enfoque prometedor que se está explorando actualmente es el uso de la ciencia del comportamiento —los empujones de comportamiento hechos famosos por los Premios Nobel Kahneman y Thaler— para alentar a las mujeres a buscar ayuda antes de que sean víctimas de violencia grave y motivar a los proveedores de servicios para que presten servicios de mejor calidad a las mujeres sobrevivientes.

    Finalmente, las instituciones financieras internacionales pueden proporcionar un considerable financiamiento para promover una mejor política pública en esta área, como lo hizo recientemente el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Argentina y Ecuador. Y pueden garantizar que sus proyectos no generen efectos no deseados que permitan la explotación y el abuso sexual, una iniciativa que comenzó en el Banco Mundial el año pasado y se está extendiendo a otros bancos de desarrollo. En las casi dos décadas transcurridas desde mis estimaciones sobre el impacto de la violencia en la economía, los países de la región han logrado considerables avances.

    Esta nueva ola de concienciación es, sin embargo, un llamado a incrementar los esfuerzos y buscar nuevos enfoques para este viejo problema. Queda mucho por hacer y el desafío es mayúsculo. Hoy, más que nunca, el aporte de cada uno vale.

    Toda la información e imágenes son de EL PAÍS.

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  • Las nuevas autoras de la distopía feminista

    Las nuevas autoras de la distopía feminista

    En una isla desierta, tres hermanas han sido criadas en soledad, aisladas de un brote que enfermó a las mujeres. Para protegerse de las toxinas que los hombres transmiten a las mujeres, las hermanas pasan por rituales de limpieza que incluyen un ahogamiento simulado, beber agua salada y exponerse al calor y al frío extremos. Sobre todo, se les enseña a evitar el contacto con los hombres.

    Esa es la escalofriante premisa de la ópera prima de Sophie Mackintosh, The Water Cure, una historia que parece futurista y a la vez una espeluznante fábula conocida. El argumento surgió a partir de una pregunta sencilla y siniestra: ¿y si la masculinidad fuera literalmente tóxica?

    The Water Cure, que aparece en la lista de nominaciones al Man Booker Prize, se une a la creciente ola de ficción distópica centrada en la mujer, obras futuristas que generan preguntas incómodas sobre la desigualdad de género generalizada, la misoginia y la violencia hacia las mujeres, el menoscabo de los derechos reproductivos y las consecuencias extremas del sexismo institucionalizado.

    Para Mackintosh, esas preguntas no son abstractas.

    “Cuando desarrollé la idea de un patriarcado tóxico, decidí hacerlo más sólido y físico, porque en ocasiones realmente parece serlo”, comentó Mackintosh, quien reside en Londres. “Me sentí como si no necesitara inventar un desastre, porque el desastre ya estaba ocurriendo”.

    Este nuevo canon de literatura distópica feminista refleja una preocupación cada vez mayor entre las autoras respecto a la vulnerabilidad de los derechos de las mujeres y el temor a que el progreso hacia la equidad entre los sexos se haya estancado o quizá incluso retrocedido.

    La mayoría de estas nuevas historias distópicas ocurre en el futuro, pero se han convertido en una manera de canalizar el enojo y la ansiedad del presente, un momento en que hombres y mujeres forcejean con los cambios de roles de género y los resultados caóticos y persistentes del movimiento MeToo. Estas historias llegan en un momento tenso y polarizado, en el que una cantidad récord de mujeres se involucra en la política y se pronuncia en contra del abuso sexual y el acoso.

    En una época en la que ha aumentado la ansiedad sobre la equidad de género, las novelas distópicas tanto nuevas como clásicas parecen resonar entre los escritores y críticos literarios. La novela de Naomi Alderman, The Power, una fantasía de venganza feminista que ocurre en un mundo en el que las mujeres desarrollan la capacidad de dar choques eléctricos, ha vendido cientos de miles de ejemplares y está en proceso de convertirse en una serie televisiva.

    Al mismo tiempo, los clásicos del género que han cobrado relevancia en el actual clima político tienen una gran aceptación entre los lectores. La novela de Margaret Atwood de 1985, El cuento de la criada, ambientada en un Estado teocrático del futuro donde las mujeres son tratadas como esclavas reproductoras, ha vendido más de 3,5 millones de ejemplares solo en Estados Unidos desde 2017; ha generado un total de ventas que supera los cinco millones, y fue adaptada para una galardonada serie de televisión.

    Más recientemente, la distopía imaginaria de Atwood ha servido de fuente de inspiración para el activismo político pues manifestantes vestidas con batas rojas y gorros blancos —la ropa de las criadas en su novela— se reunieron en los capitolios de Estados Unidos y otras partes del mundo para oponerse a las políticas que restringen el acceso de las mujeres al aborto y a la atención médica.

    El progreso como fantasía

    Las mujeres han escrito obras distópicas feministas desde hace varias décadas. Algunas de las pioneras más influyentes en la ciencia ficción y la fantasía, incluidas Ursula K. Le Guin, Octavia Butler y Angela Carter, usaron el género como marco para escribir sobre la identidad de género y sus limitaciones.

    La proliferación reciente de obras de feminismo distópico se construye a partir de ese corpus literario, con el enfoque de la ciencia ficción para proyectar las preocupaciones actuales en el futuro, al tiempo que se reflexiona sobre el pasado.

    “Son libros que de alguna manera explican qué hacer o ‘qué haría yo’ en determinada situación”, dijo Atwood en una entrevista. “La idea de que la historia siempre es progreso es una fantasía”.

    Algunas novelas están pensadas para funcionar como advertencia ante la inacción política y la complacencia, y que los avances hacia la equidad podrían ser coartados algún día.

    En su nueva novela Hazards of Time Travel, que se publicará en noviembre, Joyce Carol Oates adopta un enfoque casi literal para explorar el temor a que la lucha por los derechos de la mujer esté en retroceso. La novela comienza en un futuro Estados Unidos autocrático, donde se enseña a los estudiantes que los hombres tienen un coeficiente intelectual mayor al de las mujeres, y se centra en una joven que es arrestada por traición tras cuestionar el régimen escolar. De castigo, la teletransportan al estado de Wisconsin en 1959 para que sea “reeducada” y se vuelva más dócil.

    En Vox, la primera novela de Christina Dalcher, publicada hace poco, un partido político ultraconservador gana el control del Congreso y de la Casa Blanca y pone en marcha políticas que obligan a las mujeres a convertirse en sumisas amas de casa. A las mujeres ya no se les enseña a leer y escribir; se les prohíbe trabajar u ocupar un puesto político e incluso expresar su opinión: son forzadas a mantenerse casi en silencio después de que el gobierno las obliga a llevar un brazalete que les da un choque eléctrico si sobrepasan la cantidad de palabras permitidas al día.

    ‘Ya vivimos en una distopía’

    Al igual que en El cuento de la criada, muchas novelas distópicas recientes exploran cómo la fertilidad de la mujer puede definir su valía a los ojos de la sociedad, y tiene en cuenta lo que podría ocurrir si el gobierno ejerce un control total sobre los embarazos y los nacimientos.

    Leni Zumas intentaba quedar embarazada cuando escribió su novela más reciente, Red Clocks, que sucede en Estados Unidos en un futuro cercano en que el aborto y la fertilización in vitro son ilegales y los embriones son consagrados con el “derecho a la vida”. La idea se le ocurrió mientras buscaba tratamientos de fertilidad y se encontró con referencias de propuestas de ley para vetar la fertilización.

    “Fue muy intencional hacer que la situación de la novela se percibiera como algo normal y por lo tanto fuera más aterrador”, afirmó. “Cuando vemos el mundo a través de un enfoque feminista nos damos cuenta de que ya vivimos en una distopía”.

    Louise Erdrich les da un giro más apocalíptico a los temas de reproducción y autonomía física de las mujeres en Future Home of the Living God, que gira en torno a un cataclismo biológico que amenaza el futuro de la humanidad y provoca que el gobierno reúna a las mujeres embarazadas y les quite a sus bebés.

    “Luchar por los derechos de las mujeres es una batalla sin tregua”, aseguró Erdrich en un correo electrónico. “Me di cuenta de que tal vez mis hijas tendrán que vivir con una erosión constante del progreso humano”.

    ‘Peor que lo que sucede en El cuento de la criada

    Mientras las novelistas de Occidente usan figuras retóricas distópicas para explorar lo que podría ocurrir si se suspenden los avances en equidad de género que tanto trabajo han costado, algunas autoras de Medio Oriente y Asia han recurrido a la ficción distópica para poner énfasis en la opresión que viven las mujeres de la región.

    La primera novela de Maggie Shen King, An Excess Male, ocurre en China en 2030 e imagina el escenario posterior a la política previa china de un solo hijo, una ley que derivó en el aborto selectivo de los fetos de sexo femenino. En la novela de Shen King, la política dio como resultado una sobrepoblación de 40 millones de hombres que no encuentran esposa, por lo que el Estado obliga a las mujeres a casarse con varios hombres.

    Una idea similar es la base de la novela reciente de la escritora pakistaní Bina Shah, Before She Sleeps, que se desarrolla en un país autocrático del suroeste de Asia después de que una guerra nuclear provoca una mutación genética que desencadena una cepa mortal de cáncer cervicouterino, el cual cobra la vida de millones de mujeres.

    Como parte de los esfuerzos del gobierno para restablecer la población, las mujeres son obligadas a casarse con varios hombres y a tomar medicamentos para la fertilidad, lo que origina que tengan embarazos de trillizos o quintillizos. Shah tomó la idea de una “crisis de género” de reportajes sobre el aborto selectivo según el sexo y el infanticidio de niñas en India y China. Imaginó una sociedad, como muchas de las tradicionales y tribales, que valora a las mujeres por ser “recursos preciados”, pero sigue reprimiéndolas.

    “En el patriarcado, las mujeres siempre terminarán siendo las perdedoras”, dijo. “Lo que sucede ahora en Arabia Saudita, Pakistán y Afganistán es peor que lo que sucede en El cuento de la criada”.

    Para Atwood (quien se ha convertido en una especie de santa patrona de la ficción distópica feminista que alaba a las escritoras más jóvenes que expanden el género) ha resultado tanto inspirador como inquietante ver el resurgimiento del interés en El cuento de la criada, pues las activistas por los derechos de la mujer han adoptado el lenguaje y las imágenes de su novela como una especie de abreviación cultural para la misoginia.

    “Cuando escribí el libro, deseé que jamás tuviéramos que estar en una situación en la que las manifestaciones se volvieran necesarias”, señaló. “En efecto, en Estados Unidos hay una presión muy concreta para convertir el cuerpo de la mujer en propiedad del Estado”.

    Por otro lado, Atwood encuentra consuelo al ver que cada vez más personas leen y escriben ficción distópica, un escenario que sería imposible bajo un régimen gubernamental totalitario real que prohibiera la libertad de expresión.

    “El solo hecho de que puedas leer estas obras significa que no hemos llegado a ese punto”, concluyó.

    Toda la información e imágenes son de Nytimes

    Link original: nytimes.com