Existen películas que a primera vista parecen una comedia; sin embargo, tienen un mensaje profundo e inspirador sobre el sentido de la vida. Y ¿Dónde estás, Bernadette? es una de estas películas.
Protagonizada por Cate Blanchett, este filme dirigido por Richard Linklater cuenta la historia de Bernadette Fox, una famosa arquitecta retirada que vive con su esposo e hija en Seattle.
No obstante, ante la propuesta de su hija de hacer un viaje familiar a la Antártida, Bernadette se siente poco convencida y decide huir sola para reencontrarse consigo misma y buscar la verdadera felicidad. Pero hay muchas cosas que se puede aprender de ella, te damos 7 razones que despertarán en ti el interés de verla.
Una comedia inspiradora sobre una madre amorosa que se ve obligada a reconectarse con su pasión después de años de sacrificarse por su familia.
¿Dónde estás, Bernadette?
Una historia inspiradora
La historia de Bernadette es hermosa en muchos sentidos : sin importar la etapa de la vida en la que estemos, muchas veces dejamos de hacer lo que amamos, abandonamos nuestras pasiones para cumplir deberes y roles en la sociedad, cuando en realidad deberíamos de preguntarnos qué es lo que nos hace felices y perseguir nuestros sueños. Bernadette abandonó la arquitectura para dedicarse a su familia y, sin embargo, decide emprender un nuevo viaje para reencontrarse y buscar aquello que la hace feliz .
El maravilloso elenco
El reparto de actores de ¿Dónde estás, Bernadette? es muy bueno. Bernadette Fox es interpretada por Cate Blanchett, la cual hace un papel extraordinario. Su esposo, Elgin Branch, es interpretado por Billy Crudup; y su hija, Bee Branch, es interpretado por Emma Nelson, quien tiene una gran química con Blanchett en la película. Asimismo, la vecina entrometida es interpretada por la comediante Kristen Wiig.
El reconocido director
¿Dónde estás, Bernadette?fue dirigida por Richard Linklater, el director de películas como , Before Sunset, Before Midnight_ y School of Rock. Aunque algunos críticos han calificado duramente este filme inspirado en la novela de Maria Sample, es uno de los más profundos del director, ya que busca reflejar los problemas que cualquier persona puede tener cuando se encuentra estancado en algún aspecto de su vida.
Empoderamiento femenino
El personaje de Bernadette Fox representa una mujer inteligente y fuerte, que ha logrado destacar en una profesión que generalmente ha sido dominada por el género masculino como lo es la arquitectura. De igual manera, la relación que Bernadette tiene con su hija, Bee, es un ejemplo de dos mujeres que, aunque difieren en personalidad, ambas buscan superarse y dar lo mejor de sí en lo que hacen.
Los increíbles paisajes
Ya sea la casa de Bernadette, las escenas urbanas o los increíbles paisajes de la Antártida, esta película destaca en todo momento la arquitectura (lo cual hace mucho sentido con su protagonista) . Como dato curioso te decimos que la mayor parte de las escenas se filmaron en Canadá.
El aspecto de la producción fue de suma importancia.
¿Dónde estás, Bernadette?
Clichés sobre los arquitectos
La interpretación de Cate Blanchett como la arquitecta Bernadette Fox, deja el descubierto muchos de los prejuicios o clichés que se tienen sobre los arquitectos para agregar un toque cómico al filme. Por ejemplo, en una de las escenas se ve cómo Bernadette tiene una cierta fijación por lo detalles, ya que arregla un bache en su alfombra mientras dicta un mail para su terapista que se encuentra en India. Así que, esas fijaciones son funcionales e increíbles.
Los looks de Bernadette
Si bien otro de los prejuicios de los arquitectos es el gusto por las prendas negras y sobrias, el personaje de Bernadette muestra looks casuales pero sofisticados durante la película, así que, ¿por qué no tomarla de inspiración para crear outfits para la casa u oficina?
Ser niña, adolescente o mujer en América sigue siendo un riesgo que se refleja en las altas cifras de feminicidio, violencia física y sexual, en las desapariciones y en el nivel de impunidad hacia estos crímenes que se ha registrado a lo largo del continente en 2022.
Así lo destaca Amnistía Internacional (AI) en su nuevo informe sobre la situación de los derechos humanos en el mundo, en el que, entre otros temas, se analiza el avance y retroceso en los derechos de las mujeres y personas LGBTIQ+ en veintidós países del continente americano, como la legalización del aborto en México y Colombia y su restricción en Estados Unidos y el aumento de los asesinatos machistas y la violencia sexual en niñas y adolescentes en algunos territorios.
Como parte del análisis mundial, la organización también alerta de la grave situación que las mujeres y niñas viven en países como Afganistán e Irán.
“Los talibanes impusieron restricciones draconianas que negaban a las mujeres y las niñas el derecho a la educación, al trabajo y a la autonomía, al tiempo que proclamaban públicamente la sumisión de la mujer al hombre. Mientras que en Irán, la “policía de la moral” asesinó a Mahsa Amini por llevar mal colocado el hiyab, lo que desencadenó protestas en las que resultaron heridas, detenidas o muertas más mujeres y niñas en todo el país”, señala.
Un 2022 violento para las mujeres en América
Según Marcela Villalobos, presidenta de la junta directiva de AI México, existe “un riesgo constante” para las mujeres y las niñas americanas de “vivir algún tipo de violencia” y de que esas violencias queden “en la absoluta impunidad”.
“El informe muestra que en Argentina se han reportado 233 homicidios por razones de género, en México hay entre 11 y 12 mujeres asesinadas todos los días y de las cuales una de cada tres se investiga como feminicidio. En Venezuela las organizaciones notificaron al menos 199 feminicidios entre enero y septiembre, así como en Uruguay, en Perú y en general en todos los países de la región las mujeres no estamos seguras”, menciona.
Países como Ecuador y Puerto Rico registraron las cifras de crímenes machistas más altas de los últimos años. El país andino cerró su año más violento con 412 asesinatos de mujeres, mientras que en el caso del país caribeño la cifra fue de 70 homicidios de mujeres por razón de género.
Colombia y Brasil también registran un alto número de feminicidios. El primero cerró el 2022 con 557 casos, mientras que en el segundo hubo 699 mujeres víctimas de feminicidio, el 62% de las cuales eran negras, según ha determinado la organización internacional.
“Las mujeres racializadas son constantemente violentadas, abusadas, víctimas de violación, entre otras violencias y que esto sigue siendo una constante, así como la violencia institucional”, agrega Villalobos.
La penalización del aborto y otras violencias
De Estados Unidos, Amnistía Internacional destaca la decisión de la Corte Suprema de poner fin a los mecanismos federales de protección del derecho al aborto al anular la sentencia de la causa Roe v. Wade. Tras esa decisión, “al menos un estado detuvo y procesó a una mujer que había asistido un aborto autogestionado”.
En Guatemala, el aborto seguía penalizado excepto cuando el embarazo pusiera en peligro la vida de la persona embarazada. El Congreso de este país archivó en marzo de 2022 una iniciativa para modificar el Código Penal para enjuiciar a quien abortara espontáneamente e imponer penas de prisión a quien promoviera el aborto o facilitara medios para realizarlo. Mientras que en Perú se presentó ante el Congreso un proyecto de ley que, de ser aprobado, pondría en peligro el acceso al aborto terapéutico.
Al menos dos mujeres permanecían encarceladas y seis se enfrentaban a procedimientos judiciales por cargos relacionados con emergencias obstétricas en El Salvador, pese a la sentencia emitida por la Corte Interamericana.
En Uruguay, donde el aborto es legal desde hace varios años, AI ha detectado que al menos 50 niñas y adolescentes menores de 15 años que habían quedado embarazadas en 2021 dieron a luz en el país. “La violencia y los abusos sexuales eran las causas de la mayoría de esos embarazos”.
La violencia sexual también es un problema que preocupa en Trinidad y Tobago, donde las mujeres que huían de la crisis humanitaria y de derechos humanos en curso en Venezuela “continuaban expuestas a un mayor riesgo de ser objeto de trata en la industria sexual, violación y otras formas de violencia sexual, explotación laboral y servidumbre por deudas”.
El asesinato de mujeres trans y personas de la comunidad LGBTI también ha encendido todas las alertas en varios países de la región.
El nivel de impunidad
El informe señala que en Bolivia, las sobrevivientes de violencia de género que acudían a la justicia carecían de protección efectiva contra las represalias.
En Argentina, los índices de enjuiciamiento contra agresores siguieron siendo bajos, y sólo el 15,5% de los casos denunciados dio lugar a sentencias condenatorias, según el Ministerio Público Fiscal.
Además, se destaca que después de más de cuatro años de colaboración entre los sistemas de justicia argentino, brasileño y nicaragüense, el actor Juan Darthés testificó en Brasil en el juicio en el que se lo acusaba de ejercer violencia sexual contra la actriz Thelma Fardin cuando ella era menor. La sentencia definitiva del caso se aplazó hasta 2023.
Cuba, denuncia AI, sigue sin tipificar el femicidio como delito en el nuevo Código Penal, pese a las propuestas de las mujeres partidarias de esa medida. Mientras que en México, pese a su tipificación, varios casos quedan en la impunidad debido a que la Fiscalía no lleva a cabo investigaciones efectivas para encontrar y procesar a los feminicidas.
Villalobos señala que desde Amnistía Internacional “ven con preocupación” cómo el 8 de marzo los presidentes o presidentas dan discursos en torno al Día Internacional de la Mujer, “pero en la práctica vemos cómo en el presupuesto, un presupuesto que debería estar destinado justamente a estas desigualdades estructurales, se sigue privilegiando, como en México, estrategias como la militarización”.
Sobre la mesa de trabajo de Garbiñe Muñoz (San Sebastián, 38 años), más conocida por su nombre artísticoGarbi Galatea, hay agujas, tijeras, punzones e hilos de todos los colores. También cientos de fotografías, trocitos de vidas ajenas o de la suya propia que, de manera consciente o puramente fortuita, han acabado en sus manos. Y, en sus manos, una aguja. Escoge una de las fotografías sobre la mesa: la instantánea de una pareja desconocida, un hombre y una mujer, en blanco y negro, que, a juzgar por sus ropas y peinados, datará de la década de los sesenta. Acto seguido comienza a coser, meticulosamente, la cara del hombre: “Me parece importante revivir los recuerdos, pero también es importante que los malos recuerdos puedan ser tapados, creo que el proceso tiene algo de sanador”.
Garbi Galatea utiliza la técnica del bordado fotográfico como el cirujano utiliza los hilos para cerrar una herida. En su proyecto, Bordado borrado, tapa con hilos de tonalidades pastel, tradicionalmente femeninas, las caras de los hombres que en algún momento han invadido o agredido a una mujer. Es un proyecto personal, pero también colectivo: “Las mujeres me cuentan su testimonio y yo busco en mi archivo de fotografías hasta dar con una foto que se asemeje a aquella situación. Por ejemplo, si una chica vivió una invasión por parte de su padre, yo intento encontrar una foto de un padre y una hija, con la misma edad que tenía ella en aquel momento, y entonces le tapo, le borro, le elimino”.
La artista se topó con el bordado fotográfico de casualidad, después de haberse interesado años antes por la costura y haber aprendido la técnica de bordado tradicional: “Sin embargo, la tela en blanco me ponía nerviosa, porque no sabía cómo interpretarla”, reconoce a este diario. En casa de sus abuelos apenas había estampas familiares debido a la falta de recursos, que es casi lo mismo que decir que faltaban recuerdos. Hace 10 años, empezó a rebuscar y coleccionar fotografías de otras personas, encontradas en ventas de segunda mano o compradas por lotes en internet, para suplir la ausencia de su propio álbum familiar. Más adelante, uniendo sus dos intereses, comenzó a intervenir su amplio archivo fotográfico mediante el bordado.
Garbi Galatea, artista especializada en bordado fotográfico, borrando con hilo y aguja el rostro de un hombre para su proyecto ‘Bordado borrado’.JAIME VILLANUEVA
“Yo siempre digo que esta técnica es como hacer Photoshop de una forma manual y artística”, explica a EL PAÍS Lorena Olmedo, artista plástica especializada en bordado sobre fotografía y textil y que, como Garbi, imparte talleres para iniciarse en el mundo del bordado fotográfico. Una técnica, un arte e incluso una forma de terapia poco convencional que, al igual que otras actividades relacionadas con la artesanía como el ganchillo o la alfarería, ha vivido un repunte de interés durante y, especialmente, tras el confinamiento, bien sea para canalizar la expresión artística, para estimular la imaginación, para liberarnos del estrés diario o para desconectar del ruidoso mundo que nos rodea.
Olmedo reconoce que durante la pandemia “no paró”: “Estos espacios se han vuelto cada vez más necesarios; las personas buscan reunirse, charlar, compartir, conectar y crear lazos. La gente pasa mucho tiempo sola, trabaja muchas horas y las ciudades son enormes y vienen aquí, se ponen a bordar, y se olvidan de sus problemas durante dos horas. Al final, es como hacer terapia, porque el bordado es un ejercicio muy terapéutico”.
Lorena Olmedo, artista plástica especializada en bordado sobre fotografía y textil.LORENA OLMEDO
Las dos artistas coinciden en que a sus talleres en Madrid acuden principalmente mujeres y pocos hombres. Es natural: el bordado ha sido un territorio tradicionalmente femenino. Ya en la Odisea, Penélope se libraba de escoger entre su larga lista de pretendientes instalados en su palacio alegando que, antes de decantarse por cualquiera de ellos, debía terminar de tejer un sudario para el rey Laertes, padre de su marido Odiseo. Cada día, Penélope cosía y cada noche, deshacía todo el trabajo del día anterior. Era tan lógico que una mujer se dedicase a aquellas labores que, durante años, no levantó sospecha, hasta que una criada la delató. “Conocer la historia del bordado es conocer la historia de las mujeres”, escribió en 1984 Rozsika Parker, historiadora del arte feminista, en un ensayo titulado The Subversive Stitch: Embroidery and the Making of the Feminine (La puntada subversiva: el bordado y la construcción de lo femenino).
“Antiguamente, el bordado fue una actividad impuesta para las mujeres”, explica Garbi Galatea, “una forma de mantenerlas ocupadas, generalmente aisladas, y concentradas en la misma tarea durante horas y horas. Bordar era una forma de encerrarlas en casa, de alejarlas del mundo exterior”. Sin embargo, este también dejaba espacio para la evasión y la creatividad y, con el paso de tiempo, las mujeres comenzaron a reunirse para bordar colectivamente, creando, sin saberlo, lo que hoy denominaríamos espacios seguros.
La mesa de trabajo de Garbi Galatea: agujas, tijeras, hilos de colores y viejas fotografías.JAIME VILLANUEVA
Más adelante, a principios del siglo XX, las sufragistas inglesas bordarían la consigna “Hechos, no palabras” en algunos de sus objetos predilectos, como los parasoles o pañuelos, antaño símbolos de delicadeza y feminidad, para exigir el derecho al voto. Tenía sentido: en las escuelas británicas se instruía a las niñas en labores textiles para educarlas en la domesticidad, de modo que cuando se juntaron a hablar de sus derechos había algo que todas sabían hacer, así que confeccionaron con sus propias manos sus herramientas de protesta: carteles, pancartas, bandas y pañuelos con consignas como “atrévete a ser libre” o “reclama con coraje” bordados encima. En la década de los sesenta y los setenta, la segunda ola del feminismo tomó como ejemplo a las pioneras y también tomaron sus agujas para dignificar, por un lado, el trabajo doméstico e invisible y, por otro, para denunciar la opresión del sistema.
Ya en el nuevo milenio, la escritora, socióloga y experta tejedora Betty Greer popularizó el término craftivismo, un movimiento que une la artesanía (craft, en inglés) con el activismo. En los últimos tiempos, el bordado ha vivido un subversivo renacer: no es casualidad que en la Marcha de las Mujeres de Washington de 2017 en protesta por la llegada del presidente Donald Trump al poder, las mujeres utilizasen como símbolo unos gorritos rosas tejidos por ellas mismas.
Imagen de uno de los talleres de Lorena Olmedo.ELENA ARDAO
La técnica puede ser otra, pero la intención de visibilizar e incluso resaltar aquello que antaño no veíamos o a lo que no prestábamos atención mediante la intervención del hilo y la aguja es la esencia del bordado fotográfico. “Hace poco recibí un encargo precioso: unos amigos quisieron tener un detalle con una querida amiga, que acababa de superar un cáncer de mama”, cuenta Lorena Olmedo, “era una fotografía en blanco y negro de la propia mujer, donde salía sujetándose un pecho. Y, de ahí, hice brotar unas mimosas. La pieza se tituló Florecer y mostraba cómo brotaba la vida, y la fuerza, de su propio cuerpo”. A Olmedo, las mujeres le atrapan más: “Busco observarlas bajo una nueva mirada, recomponerlas, redescubrirlas”. A Garbi Galatea le sucede lo mismo: “Me gusta pensar que, a través de esta técnica, podemos coger a nuestras abuelas, madres o tías que aparecen en las fotografías y darles una nueva vida. También bordarnos a nosotras mismas para no olvidar quiénes somos”.
El Secretario General de la ONU condena enérgicamente la decisión de los talibanes de prohibir a las mujeres afganas trabajar con las Naciones Unidas en Afganistán.
“Se trata de una violación de los derechos humanos fundamentales inalienables de las mujeres”, dijo el portavoz de António Guterres, Stéphane Dujarric.
El vocero indicó que también viola las obligaciones de Afganistán en virtud de la legislación internacional sobre derechos humanos, e infringe el principio de no discriminación, que es un principio básico que sustenta la Carta de las Naciones Unidas.
“El personal femenino es esencial para las operaciones de las Naciones Unidas, incluida la prestación de asistencia vital. La aplicación de esta decisión perjudicará al pueblo afgano, millones de personas que necesitan esta asistencia”, explicó Dujarric.
Revocar la decisión inmediatamente
En ese contexto, Guterres “hace un llamamiento a los talibanes para que revoquen inmediatamente la decisión y anulen todas las medidas que restringen los derechos de las mujeres y las niñas al trabajo, la educación y la libertad de movimiento”.
Las autoridades talibanas de Afganistán emitieron el martes una orden por la que se prohíbe seguir trabajando a las mujeres nacionales que formen parte del personal de la ONU.
Tras la caída de Afganistán en manos de los talibanes en agosto de 2021, la ONU mantuvo su compromiso de permanecer y cumplir su mandato para entregar ayuda humanitaria, al tiempo que pedía un apoyo unido de la comunidad internacional para la población del país.
A pesar de los contactos iniciales relativamente constructivos con las autoridades talibanes, las decisiones tomadas el año pasado por los líderes fundamentalistas han incluido la prohibición de que las mujeres accedan a la educación superior, trabajen para las ONG y accedan a muchos espacios públicos.
Un miembro del personal de la Oficina de Coordinación de Ayuda Humanitaria de la ONU habla con mujeres desplazadas en la provincia oriental de Nangahar, en Afganistán.
Prohibición inaceptable
En respuesta a las preguntas de los periodistas durante una rueda de prensa el mismo martes, Dujarric dijo que una comunicación oficial procedente de los dirigentes talibanes había indicado que la orden se aplicaría a todo el país.
«Esperamos escuchar voces firmes del Consejo de Seguridad«, dijo, señalando que la Misión de la ONU en Afganistán opera bajo el mandato de este órgano de las Naciones Unidas.
Para el Secretario General, cualquier prohibición de este tipo es inaceptable y «francamente inconcebible», dijo Dujarric.
Explorar todas las vías
De una población de unos 40 millones de personas en Afganistán, la ONU está tratando de llevar ayuda humanitaria a 23 millones de hombres, mujeres y niños.
«Seguiremos buscando todas las vías para garantizar que podemos llegar a las personas más vulnerables, especialmente mujeres y niñas», indicó el portavoz.
Personal femenino esencial
La decisión centrada en el personal de la ONU es sólo la última de una preocupante tendencia de edictos que socavan la capacidad de las organizaciones de ayuda para llegar a los más necesitados, añadió.
«Huelga decir, pero desgraciadamente es necesario decirlo, que el personal femenino es esencial para que las Naciones Unidas presten asistencia vital», afirmó.
«Tales órdenes, como hemos visto hoy, violan los derechos fundamentales de las mujeres e infringen el principio de no discriminación», aseguró.
El lugar «más represivo» para ser mujer
En marzo, Roza Isakovna Otunbayeva, representante especial de la ONU y jefa de la Misión de Asistencia de la ONU, declaró ante el Consejo de Seguridad que Afganistán bajo el régimen talibán sigue siendo el «país más represivo del mundo [para] los derechos de la mujer».
«En un momento en que [el país] necesita todo su capital humano para recuperarse de décadas de guerra, la mitad de sus potenciales médicos, científicos, periodistas y políticos están encerrados en sus casas, sus sueños aplastados y sus talentos confiscados», declaró en una sesión informativa ante el Consejo.
En los últimos diez años los países de renta baja y media han perdido un billón de dólares de su Producto Interior Bruto (PIB) por excluir a las mujeres del mundo digital, según cálculos el informe Gender Snapshot 2022 de ONU Mujeres.
La cifra podría elevarse hasta 1,5 billones de dólares en 2025 si no se toman medidas adecuadas.
El 34 % de la población mundial, 2.700 millones de personas, todavía no tiene acceso a Internet.
En el mundo, el 69 % de los hombres utiliza Internet frente al 63 % de las mujeres, según datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU).
Uso de internet
En España, el 96 % de los hogares tiene acceso a Internet, según Eurostat, y por imperativo legal to da la geografía española debería disponer de conexión a Internet de al menos 100 megabits por segundo.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) cifra el número de personas usuarias de Internet en España en 33,5 millones.
En España la brecha de género se ha reducido de 1,8 puntos en 2017 a cero en 2022.
No obstante, en España al igual que en otros países más desarrollados, las chicas no acceden en la misma medida que los chicos a las carreras relacionadas con las tecnologías.
En los países menos desarrollados 407 millones de personas utilizaban Internet en 2022.
Los 720 millones de personas que siguen sin conexión en estos países representan el 27 % de la población mundial.
Desigual acceso al mundo digital
En estos países las mujeres están aún más excluidas: en América Latina 70 millones de mujeres no usan Internet, según GSMA, la asociación de los operadores móviles.
Las desigualdades en el acceso a las tecnologías y a las competencias digitales suponen un obstáculo para la inclusión financiera, el progreso de las pequeñas empresarias y de sus negocios.
Los estereotipos de género, la falta de formación en habilidades digitales o la falta de acceso y de conectividad, suponen obstáculos cada vez mayores para las emprendedoras y en especial, para aquellas que están en situación de vulnerabilidad.
Los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres se ven acentuados por la mayor carga de tareas de cuidado no remunerado que se ven obligadas a soportar.
Ocho mujeres faenan bajo el sol en una ciénaga de una reserva estatal de la península de Yucatán, en el sur de México. Mientras dos de ellas empujan una barca de madera cargada con pesados sacos de barro y sedimentos, el resto se divide en parejas que montan las tarquinas, unas mallas tejidas a mano por las mayores del grupo —que se quedaron a la orilla, cosiendo a la sombra— y que las más jóvenes fijarán en círculos de un metro de diámetro en medio del manglar, separadas un metro unas de otras. Es un un sistema artesanal pero sofisticado por el que apuntalan con un martillo varios palos de madera que servirán de sostén a las redes en las que verterán el lodo. Días después, cuando el barro esté asentado, pondrán cuidadosamente las semillas de mangle rojo.
Así es como, desde hace 13 años y con mucha paciencia, este grupo de 18 mujeres de entre 27 y 84 años levanta una barrera de manglares en la costa norte yucateca que está ayudando a la recuperación de ecosistemas que se habían perdido por la degradación ambiental y el desarrollo urbanístico. Los bosques de mangle que ayudan a restaurar las chelemeras —como son conocidas estas mujeres de origen maya nacidas en Chelem, un pequeño pueblo de pescadores— tienen además la capacidad de frenar el aumento del nivel del mar, especialmente cuando golpean los huracanes, y capturar grandes cantidades de dióxido de carbono.
“Aquí, cuando nos metemos, no sabemos mucho del mundo”, suelta despreocupada en medio de la ciénaga Keila Vázquez, de 43 años, la líder de las chelemeras. Cada mañana, las mujeres se reúnen al lado de la pista de canotaje de la ciudad de Progreso y esperan las instrucciones de Vázquez equipadas con sombreros, guantes, unas playeras azules con el esquema del proyecto de restauración impreso y pantalones cortos sobre mallas ajustadas que meten por dentro de sus botas de neopreno para evitar que entre el barro.
Las chelemeras instalan redes para proteger el manglar en Progreso (Yucatán).GLADYS SERRANO
Para el grupo, el liderazgo de esta mujer tranquila que no supera el metro y medio de altura es incuestionable. Sin levantar la voz, con tono dulce y cadencia yucateca, arrastrando las vocales, cuenta el plan: “Ahorita estamos en la parte de aquí”, dice Vázquez mientras señala el dibujo de la camiseta de una de sus compañeras, que representa las diferentes profundidades del manglar que restauran. “Es la segunda etapa de las necesidades. Hacer unas tarquinas para que la parte que es más honda se alinee”, cuenta. “En otros momentos hemos hecho otras labores como canales de agua porque no había nada. Era un lugar seco”, aclara.
En la década que llevan trabajando en este lugar, las chelemeras han conseguido restaurar más del 60% de la reserva estatal de ciénagas y manglares de la costa norte de Yucatán, según estima la bióloga Claudia Teutli. Al lado de la pista de canotaje, en el lugar donde las mujeres de la tercera edad tejen las redes, hay un cartel en el que se lee “91,2 hectáreas de vegetación restaurada como hábitat para más de 70 especies de aves”.
“Falta todavía porque los recursos no han sido continuos”, apunta Teutli. “Pero sí hemos tenido un 60% de éxito. Hay análisis de imágenes en los que se ve cómo ha incrementado la cobertura de vegetación y creo que ahorita debe ser más porque ha funcionado bastante bien”, explica. La doctora en ciencias y tecnología del medio ambiente de la Escuela Nacional de Estudios Superiores de Mérida ha acompañado el proceso de las chelemeras desde la academia junto con el doctor Jorge Herrera, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav).
El CSI de los manglares
“Hoy ellas son biólogas, ecólogas y entienden muy bien los procesos hidrológicos y el porqué de las plantas”, señala la doctora Teutli para referirse a las chelemeras. Y los aprendizajes son para toda la comunidad porque, al llegar a casa, enseñan a sus familias la importancia de cuidar el medio ambiente y tratan también de generar conciencia entre sus vecinos. Pero no siempre fue así. Aunque su proyecto es ahora un referente en México, el cuarto país con mayor cantidad de manglares del mundo, antes de meterse a la ciénaga, la voz de estas mujeres no se escuchaba. “Como amas de casa, no aportaban a la economía familiar. Ahora las acciones de restauración son parte de su forma de vida”, dice la bióloga. “Ellas ya son un aporte económico para sus familias. Han cambiado la percepción de que las mujeres no pueden trabajar y han transmitido sus conocimientos en un proceso de 15 años y algunos de sus hijos e hijas están estudiando carreras afines a la ecología”.
Italia Lira, de 63 años, y Antonia Pech, de 77, tejen las redes que usan las chelemeras en el proceso de regeneración de manglares en la costa de Progreso.GLADYS SERRANO
Las chelemeras llegaron a los manglares de casualidad. Antes, dicen, ni siquiera eran conscientes de la importancia que tenían para la biodiversidad y vivían de espaldas a ellos. Cuando las autoridades locales hicieron una convocatoria en 2010 para ofrecer una nueva oportunidad de trabajo restaurándolos, buscaban matrimonios de pescadores. Pensaban, dicen las mujeres, que los hombres estarían más capacitados para las largas jornadas bajo el sol en ese terreno pantanoso que puede engullirte hasta las rodillas mientras avanzas. Pero las condiciones del trabajo que ofrecían al principio —jornales mínimos de poco más de 60 pesos (algo más de 3 dólares)— no les resultaron atractivos a sus esposos. Y ellas decidieron dar un paso al frente. Hoy no solo han logrado sacar adelante un poderoso proyecto, sino que en ocasiones, en las épocas de veda de pesca o cuando baja la captura, son incluso las que más dinero llevan a casa.
Los inicios no fueron fáciles. “A veces, cuando las compañeras viajaban en transporte público después de hacer las labores de aquí, les ponían mala cara por el olor a lodo y como que la comunidad no estaba tan dispuesta a meterse a trabajar aquí, pero ahora ha cambiado”, reconoce Vázquez. Lo que vieron en estos pueblos costeros fue una transformación radical en las ciénagas.
“Antes era una ría sucia, fea, negra estaba”, dice Regina Chim Batún, una de las mayores del grupo al recordar el primer manglar que regeneraron en Yucalpetén, a poco más de 5 kilómetros del que restauran ahora. El desarrollo urbanístico desordenado llevó a construir infraestructuras que cortaban el flujo de agua natural de las ciénagas y a veces hasta la población las usaba como vertedero. Y eso hizo que se acabara con la vida de este ecosistema. Ahora, con la restauración, hay nuevamente decenas de especies de aves, peces, mosquitos y hasta flamencos y lagartos. De hecho, cuando salen del manglar, las chelemeras se llevan bolsas de caracoles chivita, un molusco con el que pueden hacerse un ceviche para la cena.
Para conseguir esta transformación, se hizo un proceso de ecología forense, o el CSI de los manglares, como le llama la doctora Claudia Teutli como buena aficionada a las series policiales. “Hay que identificar las causas de por qué se ha muerto”, explica. “Tenemos que evaluar cómo está la vegetación, cómo está el flujo hidrolológico, la topografía… todos aquellos componentes que son fundamentales para que el sistema funcione”. Una vez que se conoce el problema, se determinan las acciones a tomar que pueden ir desde regenerar las condiciones óptimas para que el manglar reviva a procesos de reforestación. “Cuando se recuperan las condiciones, el ecosistema responde por sí solo. No hay una necesidad dependiendo de tus objetivos de que tengas que sembrar inmediatamente. La reforestación para nosotros es la última acción dentro del proceso de restauración”, sostiene la bióloga.
La regeneración de los manglares de Dzinitun, en Celestún, fue el proyecto pionero en la coste norte de Yucatán. Iniciada en 2007, la iniciativa consiguió recuperar buena parte de la cobertura de manglar en esta zona. Eso hizo que muchos vecinos de la comunidad, que se dedicaban tradicionalmente a la pesca, se hayan pasado a trabajar en el ecoturismo.GLADYS SERRANO
Las chelemeras no son el único proyecto exitoso de regeneración de manglares en la costa norte de Yucatán. Hay otros en localidades costeras como Celestún, Dzilam o Sisal que han llevado a cabo procesos similares, pero este es el único grupo que está conformado solo por mujeres y se ha convertido en un referente en la zona. “El éxito a nivel social ha sido que ellas han transmitido el conocimiento a los demás y hay más respeto hacia el manglar, porque antes lo veían como un basurero”, explica Teutli. Y mientras avanzan en la restauración —un proceso que se ha hecho con recursos conseguidos por medidas de compensación o gracias a la cooperación internacional—, las chelemeras ya piensan en alternativas para financiarse como la producción de miel de mangle negro o el ecoturismo.
La bióloga también destaca el “impresionante” nivel de organización de las chelemeras. “Ellas insistieron en que se le dé trabajo a las personas mayores, porque algunos financiadores ven mal que trabajen porque creen que deberían estar descansando. Pero nosotros estamos en un país en el que lamentablemente no todos tienen una pensión”, apunta Teutli. El grupo decidió que las más jóvenes harían el trabajo más pesado físicamente y las mayores apoyarían con las tareas más sencillas.
En la orilla, las cuatro mujeres de la tercera edad que tejen las mallas coinciden en el amor que sienten por lo que hacen. “A mis 71 años sigo trabajando. Hay mucho trabajo, bendito sea Dios. Nos gusta trabajar y distraernos. Se olvida lo que tú piensas y te desestresas”, dice Regina Chim Batún. “Así hemos logrado un poquito nosotras salir adelante. A veces vienen visitas y nos preguntan cómo lo hacemos: cómo están bonitas, tan verdes, tan preciosas las matas”, presume orgullosa. Y revela que el secreto es “tener mucha paciencia”.
Antes de trabajar en el manglar, Chim Batún era vendedora ambulante. ”Hacía mis chicharrones, mis elotes, mis manzanas, mis paletas, pay de coco, pay de queso, cremita de coco, manjar blanco”, enumera del tirón. Ahora sigue haciéndolo los fines de semana, pero son sus hijas las que salen a venderlo. Para ella, cuidar de los manglares es como cuidar de un hijo más. Por eso le molesta tanto cuando ve que algunas comunidades los maltratan o los usan como vertedero. “¿Cómo queremos ver a nuestros hijos? Verlos crecer, apoyarlos, cuidarlos… Una planta es como un niño. Si tú vienes y la pisas, ¿qué hiciste? Tú ya lograste sembrarlo para crecer y viene otro y lo desbarata”, lamenta.
Para Keila Vázquez, su mayor satisfacción es ver crecer el mangle. Pero también comprobar cómo, gracias a su esfuerzo, las chelemeras —mujeres que en su mayoría eran antes amas de casa sin estudios— han logrado cambiar su vida. “Ver que tu trabajo tiene un valor no económico, pero tiene un valor o una importancia, que estás dejando un poquito de huella en este mundo sí nos hace sentir orgullosas de nuestro trabajo”.
Cuando no está en el manglar, Vázquez suele estar al frente de una tienda de abarrotes en Chelem y además es madre de tres hijos de entre 18 y 23 años. Una de ellas está estudiando biología y cree que puede seguir sus pasos. Ella misma, que por su posición como líder del grupo tan pronto está en una reunión de trabajo con científicos como atendiendo a la prensa o recibiendo un premio en Ciudad de México, ha notado cómo el trabajo en el mangle ha cambiado también la relación con su familia. “Antes le pedía permiso a mi marido para salir, ahora nomás le aviso. Estamos empoderadas”.
Un grupo de chelemeras antes de entrar al mar con los palos para montar las tarquinas en el manglar.GLADYS SERRANO
En el marco del cierre del mes de la Mujer, el Observatorio de Competitividad y Nuevas Formas de Trabajo de la UPAEP, ha puesto el foco en las condiciones del trabajo para las mujeres, analizando la discriminación laboral y la llamada «ceguera de género». Esta última es una problemática histórica que se basa en patrones normalizados que sitúan a las mujeres en roles de cuidado y atención, limitando su desarrollo en otros campos.
Según un estudio del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el 90% de hombres y mujeres tienen algún tipo de sesgo de género, lo que puede afectar a la percepción de las capacidades de las mujeres en determinados puestos, señaló Cynthia Montaudon Tomas, Directora del Observatorio de Competitividad y Nuevas Formas de Trabajo de la UPAEP.
La discriminación en el trabajo puede manifestarse de manera visible e invisible, desde salarios desiguales hasta la falta de respeto y participación en la toma de decisiones importantes. Además, se han identificado las llamadas «tres M» como factores biológicos que pueden generar discriminación hacia las mujeres: la menstruación, la maternidad y la menopausia. En el caso de la maternidad, por ejemplo, se han identificado sesgos que discriminan a las mujeres en ciertos trabajos al considerar que su posible embarazo y posterior licencia maternal afectará negativamente al desempeño laboral, acotó la investigadora.
Dijo que a nivel internacional, se ha realizado un estudio llamado «Mujeres en el trabajo», que ha permitido obtener una visión general de la situación laboral de las mujeres en cada país. En el caso de México, se ha identificado que la participación laboral de las mujeres disminuye a medida que se escalan las posiciones jerárquicas y salariales. A pesar de que algunos sectores, como el de servicios, reconocen el aporte de la mujer en el trabajo, aún existen otros sectores en los que la mujer está subrepresentada.
Expresó, la discriminación laboral hacia las mujeres sigue siendo una realidad en muchas partes del mundo, incluso en aquellos lugares donde se han implementado políticas y leyes para erradicarla. Es necesario seguir trabajando en la sensibilización y concientización para que la igualdad de género sea una realidad en todos los ámbitos de la sociedad.
En México, las mujeres representan solo el 10% de los puestos directivos en las empresas, aunque hay algunas que están haciendo esfuerzos para cambiar esta situación. Se ha demostrado que la presencia de mujeres en puestos directivos puede mejorar el ambiente laboral y aumentar la productividad. El sector de la educación parece ser el más benévolo con las mujeres, ya que les ofrece posibilidades de trabajo con diferentes horarios y en diferentes etapas de su vida, incluso en niveles directivos.
A pesar de que cada vez hay más mujeres en áreas tradicionalmente dominadas por hombres, como las ciencias, el “techo de cristal” sigue siendo una barrera invisible que impide a las mujeres ascender a puestos de mayor responsabilidad y mejor remuneradas. Esta situación las limita en cuanto a las oportunidades de desarrollo, capacitación y toma de decisiones importantes. Además, para puestos iguales, las mujeres tienden a ganar menos que los hombres, comentó Cynthia Montaudon.
El “techo de cristal” también afecta a las mujeres en etapas biológicas específicas, como la menstruación, maternidad y menopausia. En estas etapas, las fluctuaciones hormonales pueden ser utilizadas como argumentos para relegar a las mujeres y discriminarlas en el ámbito laboral. Las mujeres embarazadas son a menudo discriminadas en el mercado laboral y las madres también enfrentan discriminación por ser consideradas menos comprometidas con su trabajo, manifestó la académica.
Es necesario que se promueva la igualdad de género en el ámbito laboral para romper el techo de cristal y eliminar las barreras invisibles que enfrentan las mujeres. Esto no solo beneficiará a las mujeres, sino también a las empresas y a la sociedad en general, reiteró.
Explicó que en México, las mujeres profesionistas enfrentan una serie de obstáculos en el ámbito laboral que constituyen formas de discriminación, según los resultados de un piloto de 500 encuestas realizadas en Puebla. El 100% de las mujeres encuestadas afirmó que nunca les han preguntado si tienen necesidades especiales en el trabajo, y el 78% se siente irrespetada en su entorno laboral, experimentando comentarios o faltas de respeto. Además, el 69% siente que no se les toma en cuenta en proyectos importantes, lo que puede limitar sus oportunidades de promoción.
Refirió que otras preocupaciones de las mujeres profesionistas en México incluyen la falta de reconocimiento por su desempeño (68%), la desigualdad salarial (64%), y la necesidad de equilibrar su carrera con responsabilidades familiares (68%). También es común que las mujeres experimenten agotamiento y estrés en el trabajo (69%), lo que puede llevar a una mayor tasa de renuncia.
Aunque algunas empresas han comenzado a implementar políticas de inclusión y prácticas laborales más flexibles y responsables con la familia, la equidad de género sigue siendo un desafío importante en México. Es importante tener en cuenta que el cumplimiento de cuotas de género no es suficiente para eliminar la discriminación y crear igualdad de oportunidades en el lugar de trabajo. En cambio, las empresas deben trabajar para crear una cultura laboral más justa y equitativa para todos los trabajadores, advirtió Montaudon.
Señaló que la participación de las mujeres en el entorno laboral no solo es importante desde una perspectiva de equidad, sino también porque los estudios muestran que una mayor participación de las mujeres conduce a un ambiente laboral más agradable. Las empresas deben educar a sus empleados sobre los sesgos inconscientes y trabajar en la eliminación de la discriminación en el lugar de trabajo.
Es importante tener políticas gubernamentales claras y transparentes, incluyendo niveles salariales, horarios flexibles y la promoción de la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en el lugar de trabajo. Aquellas empresas que no ofrezcan esquemas de trabajo flexible se encuentran hoy en riesgo, ya que las nuevas generaciones buscan cada vez más trabajar en empresas que ofrecen este tipo de beneficios, acotó.
Cynthia Montaudon también mencionó que una de las áreas de oportunidad para las mujeres es ver el puesto y la empresa en la que están trabajando y evaluar si las condiciones son las mejores para su desarrollo profesional. Si no es así, deben buscar opciones donde se valore su participación y su trabajo.
Por último, es alentador ver que cada vez más mujeres están incursionando en campos tradicionalmente dominados por hombres, como las ciencias duras y la tecnología. Esto demuestra que las mujeres son capaces de desempeñarse en cualquier campo laboral, y es importante seguir trabajando para eliminar las barreras sociales que les impiden hacerlo.
Desde la bancada del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la Cámara de Diputados, se plantearon cambios legales, para que las órdenes de protección y medidas cautelares dictadas por autoridades administrativas y judiciales, en casos de violencia contra las mujeres, incluyan el desalojo del domicilio, de la persona agresora.
La diputada priísta Melissa Vargas, pidió modificar la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, para reforzar las medidas de protección a víctimas de agresiones.
Las órdenes de protección a víctimas, deben ir acompañadas por la desocupación de la persona agresora del domicilio conyugal o de pareja.
Asimismo, pidió establecer el reingreso al inmueble de la mujer en situación de violencia, una vez que se garantice el resguardo a su seguridad.
Vargas Camacho añadió que su iniciativa plantea la necesidad de crear procedimientos accesibles y claros a las medidas de protección por parte de la autoridad, así como integrar la información al Banco Nacional de Datos e información estadística sobre casos de violencia contra las mujeres, para conocer cuántas órdenes de protección se emiten, qué medidas cautelares implicaron y con ello, determinar si dichas disposiciones son efectivas.
Agregó que la norma también implicará la armonización de leyes locales en materia de órdenes de protección, ajuste a las disposiciones estatales en materia de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia; así como las leyes penales, administrativas, civiles y familiares respectivas, para establecer claramente los protocolos y procedimientos a seguir.
Protección integral a víctimas
Al justificar su propuesta, la legisladora federal indicó que la violencia contra las mujeres es un asunto de derechos humanos ante el cual, el Estado está obligado a brindar protección integral.
Indicó que la reparación del daño a las víctimas, en muchas ocasiones es insuficiente, ya que se afecta su derecho a una vida libre de violencia y a permanecer en un sitio seguro, aunado a que se rompen los lazos familiares o de convivencia de manera irreparable.
Recordó que de acuerdo al Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en el país hay más de 47 millones de mujeres mayores de 15 años, que tienen o han tenido una relación de pareja y el 39.9 por ciento de ellas reconoció haber vivido alguna situación de violencia al menos una vez, en alguna relación de pareja.
En Estados Unidos, 7.4 millones de personas que entran a la sala de urgencias al año son mal diagnosticadas, es decir, la causa del malestar es incorrecta o tardan demasiado en dar con el origen preciso del padecimiento. Encima, las mujeres son más propensas que los hombres a enfrentar esta situación. Ellas tienen 33% más probabilidad de ser mal diagnosticadas después de un paro cerebrovascular y cuando se trata de un infarto del corazón, esta probabilidad aumenta a 50%.
Recibir una evaluación precisa tiende a ser un proceso lento para las mujeres. En promedio toma tres años y cuatro médicos identificar una enfermedad autoinmune como lupus o artritis, enfermedad predominantemente femenina, ya que 75% de las personas con una enfermedad de este tipo son mujeres. Aunque se trate de enfermedades específicas de las mujeres, toma al menos 10 años obtener un diagnóstico de endometriosis, a pesar que una de cada 10 mujeres padece de ella.
Las mujeres son mal diagnosticadas porque se conoce poco el desarrollo de sus síntomas. De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) algunos de los síntomas más frecuentes en un infarto del corazón son el dolor en el pecho o sudoración fría, pero las mujeres pueden presentar “síntomas atípicos” como cansancio inusual, náuseas o vómito. Cuando se refiere a enfermedades ginecológicas como el cáncer de ovario o el síndrome de ovario poliquístico, los síntomas se asemejan o se traslapan con otras enfermedades por lo que es común que se confundan con otras condiciones.
No es que los síntomas de las mujeres sean atípicos sino que la sintomatología varía dependiendo del sexo. Además, las enfermedades que atañen a las mujeres han sido menos estudiadas dado que las mujeres tienden a estar subrepresentadas en las investigaciones médicas y durante las pruebas clínicas.
Un caso reciente son las reacciones adversas que presentaron las mujeres ante la vacuna de covid-19. Durante los ensayos clínicos, la mayoría de los laboratorios reportaron datos sobre la eficacia de su vacuna desagregados por sexo, sin embargo, publicaron muy poca información del perfil de seguridad por sexo. Lo que lleva a pensar que se aprobó una vacuna sin tener información de los posibles efectos secundarios para hombres y mujeres.
Los resultados clínicos en los que predomine la participación de hombres no se pueden extrapolar para las mujeres. Por más básico que parezca, es necesario reconocer que los hombres y las mujeres tienen una biología distinta por lo que las investigaciones deben considerar a las mujeres de manera diferenciada y representativa. Hay que romper, además, con el concepto de que el hombre blanco promedio es lo normal y las demás personas son una desviación del modelo como lo refiere Caroline Criado-Perez en La Mujer Invisible.
Aunque faltan estudios sobre el mal diagnóstico de las mujeres en México, la problemática es global. La falta de representación de las mujeres en la investigación clínica pone su vida en riesgo ya que, como consecuencia, las mujeres son más propensas a recibir un tratamiento médico inadecuado o se incrementa la probabilidad de complicaciones por no haber sido atendidas a tiempo. Es indignante e inaceptable -por decir lo menos- que a pesar de vivir en una época de avances tecnológicos como nunca en la historia de la humanidad, las mujeres continúen siendo un enigma médico.
Una encuesta del Pew Research Center realizada a principios de febrero reveló que alrededor del 58% de los hombres y el 61% de las mujeres no pidieron un salario más alto en su última entrevista de trabajo. De los que sí negociaron un aumento, el 28% tuvo éxito en sus negociaciones, mientras que al 38% le ofrecieron menos de lo que esperaba, pero más que la oferta inicial. Sin embargo, el 35% sólo recibió la oferta inicial, siendo las mujeres más propensas que los hombres a entrar en esta categoría. En concreto, el 38% de las mujeres encuestadas declararon que sólo les habían hecho la oferta inicial, frente al 31% de los hombres.
Encuestas recientes han demostrado que casi la mitad de las ofertas de empleo en EE.UU. incluyen ahora información salarial, a medida que la transparencia salarial y la brecha salarial entre hombres y mujeres se convierten en un problema cada vez más importante en el país. Algunos estados, como California, Nueva York y Washington, ya han aprobado leyes que obligan a las empresas a incluir un rango salarial en todas las ofertas de empleo, y otros, como Illinois y Washington DC, también están estudiando requisitos similares. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, las mujeres siguen ganando menos que los hombres: se llevan a casa unos 83 centavos por cada dólar que gana un hombre. Esta diferencia es aún mayor en el caso de las mujeres de color.
NegociacionesPorcentaje de trabajadores incómodos a la hora de hacer una contraoferta(Source: Pew Research Center)
Los hombres eran más propensos que las mujeres a decir que estaban satisfechos con la remuneración que se les ofrecía -42% frente a 36%-, mientras que las mujeres eran más propensas -42% frente a 33%- a decir que no se sentían cómodas pidiendo una remuneración superior a la ofrecida, según Pew. Los trabajadores más jóvenes eran los que menos cómodos se sentían al pedir una remuneración superior a la ofrecida, según la investigación.