En esta época de avances tecnológicos sin precedentes, la inteligencia artificial (IA) es una herramienta que nos ofrece grandes posibilidades en ámbitos como la medicina, la eficiencia energética, el desarrollo sostenible, el medioambiente, el cambio climático o las emergencias humanitarias, entre otros. Sin embargo, la IA también plantea desafíos, especialmente en la lucha contra la discriminación digital, en la que se incluye la discriminación de género.
Un claro ejemplo es el de los sistemas recomendadores o buscadores de nuestros dispositivos móviles debido a que pueden discriminar a la hora de ofrecernos determinados productos o servicios por cuestiones de género. De manera similar, debido a la existencia de prejuicios históricos o culturales, los algoritmos de la IA que procesan datos de personas en herramientas de selección de personal pueden favorecer más a una clase que a otra. Por clase entendemos un determinado género, grupo de edad, comunidad o colectivo.
En el Día Internacional de la Mujer, mujeres y hombres por igual podemos afrontar este desafío ético en relación con la IA. Por un lado, como consumidores (dispositivos IoT, robots, plataformas digitales, etc.) debemos asumir la responsabilidad de tomar decisiones informadas que nos permitan elegir opciones justas, respetuosas con los demás y sostenibles: nuestras elecciones tienen el poder de transformar aquellos algoritmos que aprenden de los datos (algoritmos de aprendizaje de las máquinas o machine learning) para promover la igualdad.
Construir proyectos justos e igualitarios
Por otro lado, los equipos de mujeres y hombres que trabajan con datos reales para desarrollar e implementar herramientas de IA deben apostar por construir proyectos justos e igualitarios con impacto social. Estos proyectos no contemplarían exclusivamente prevenir la discriminación digital, también descubrir patrones de discriminación o estigmatización en la sociedad que permitan diseñar estrategias destinadas a garantizar la igualdad.
Si bien la IA automatiza los procesos que intelectualmente son propios de los seres humanos, esta definición se convierte hoy más que nunca en un compromiso de los profesionales y docentes que trabajan en este campo para garantizar la calidad de vida de todas las personas sin discriminación de ningún tipo. Este debe ser el fin último detrás de cada algoritmo y el que ineludiblemente siempre redundará en beneficio de la sociedad. ¿No es acaso el servicio hacia los demás un proceso intelectual propio de los seres humanos que trasciende fronteras? A este respecto, en el Día Internacional de la Mujer se nos hace imprescindible compartir este “espacio para la igualdad” con todos los grupos vulnerables: niñas y niños, jóvenes adolescentes, personas mayores, personas con discapacidad, personas en situación de marginalidad, etc.
En este contexto, es importante abordar las siguientes preguntas: ¿puede la IA combatir la discriminación? ¿Qué pasos se pueden dar hacia la igualdad? Para responder debemos tomar un enfoque multifactorial.
Desde la diversidad y la educación
Creando equipos multidisciplinares de desarrolladores de IA que estén equitativamente representados por mujeres y hombres. Dichos equipos deben contar con el apoyo de un equipo directivo igualmente representado y comprometido con la justicia, la ética y la calidad. Para poder alcanzar esta diversidad es esencial potenciar las capacidades y el espíritu crítico de los más jóvenes desde la educación en todos los ámbitos.
Todavía tenemos mucho trabajo por delante. Nuevamente aquí, este día que hemos designado como un espacio para la igualdad se convierte en la plataforma perfecta para apoyar el esfuerzo de todas las niñas, adolescentes y mujeres con perfil científico-tecnológico o STEM (Science, Technology, Engineering and Mathematics) para que puedan perseguir sus objetivos y conquistar sus metas sin “techos de cristal”.
Desde el debate social y la acción política
Promoviendo campañas de concienciación y políticas que fomenten la igualdad de oportunidades en el mundo académico, en el mundo empresarial y en la producción industrial o cultural. Por ejemplo, en la U.E. existe el Instituto Europeo para la Igualdad de Género (EIGE) que quiere ser un canal de asesoramiento que permita a los países llevar a cabo políticas de igualdad en diversas áreas. Fuera de la U.E. existen iniciativas como el proyecto Gender Shades del MIT que tiene por objetivo identificar la discriminación de género en la IA.
Desde la regulación normativa
Creando un marco ético y político adecuado para la gestión de la IA. Propuestas desde la Comisión Europea (The AI Act, 2022), EE. UU. (Blueprint for an AI Bill of Rights, 2022) u organismos internacionales como la UNESCO (Recommendation on the Ethics of Artificial Intelligence, 2022) están dirigiendo sus esfuerzos hacia la formulación de unas directrices que promuevan la igualdad en los algoritmos.
Desde un punto de vista técnico
La representatividad de los datos de entrada (inputs) es fundamental, ya que los modelos “supervisados” de IA aprenden y entrenan a partir de estos datos, lo que significa que todas las clases deben estar igualmente representadas.
Asimismo, la transparencia y la accesibilidad de los algoritmos es necesaria para poder comprobar que no están vinculados a estereotipos de género, raza, edad, religión o nacionalidad y puedan ser validados mediante auditorías. Compañías como IBM (AI Fairness 360) y Google (What-if) están desarrollando librerías de código abierto con el objetivo de detectar posibles sesgos mediante métricas de equidad en los algoritmos antes de su implantación.
Para concluir, les voy a contar que como profesora de cursos en la Universidad de Navarra, donde utilizamos herramientas de inteligencia artificial sobre casos de uso reales, año tras año los grupos formados por alumnas y alumnos demuestran su inquietud y compromiso para que los algoritmos no perjudiquen a los más vulnerables dirimiendo estas cuestiones éticas con tesón. Los futuros profesionales de la IA buscan apoyo y soluciones para construir un mundo más justo e igualitario.
Montserrat-Ana Miranda, Profesora del Instituto de Ciencia de los Datos e Inteligencia Artificial (DATAI), Universidad de Navarra
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
El síndrome del impostor es un trastorno psicológico que nos hace sentirnos equivocadamente indignos de los éxitos que logramos, movidos por la creencia de que no estamos a la altura de las circunstancias o de que lo que conseguimos sucede más por azar que por méritos propios. Un fenómeno que “suele afectar más a las mujeres que a los hombres por la inequidad que, aún en la actualidad, enfrentamos en el mundo laboral”, afirma Cecilia Mansilla, experta en liderazgo y desarrollo personal de Udemy, y que si persiste en el tiempo puede llegar a provocar ansiedad, baja autoestima e incluso aislamiento social. Tres de cada cuatro ejecutivas confiesan haber experimentado este síndrome en algún momento de sus carreras, según se desprende de una encuesta realizada por KPMG. Ahora bien, ¿por qué sucede así y cómo podemos combatirlo?
Al igual que con otros aspectos relacionados con la igualdad de género, el origen de este trastorno se encuentra tanto en la educación recibida como en la persistencia de sesgos, creencias adquiridas y la certeza de tener que realizar un esfuerzo adicional para mostrar el valor de lo que se hace. “Los estereotipos de género interiorizados desde la niñez tienen mucho que ver al respecto. Tradicionalmente se ha enseñado a los niños a que sean fuertes y competitivos, mientras que las niñas debían mantener un perfil bajo, ser cuidadosas y sutiles y apoyar al hombre en sus éxitos profesionales”, esgrime Ana Sánchez de Miguel, directora de Recursos Humanos en Cigna España. En la edad adulta, añade, son muchas las mujeres que incluso presentan sentimientos de culpa por resaltar más que sus parejas masculinas, “y esto hace que se planteen si pueden asumir ciertos retos y que consideren sus éxitos como una cuestión de suerte o de discriminación positiva, más que un fruto de su esfuerzo, sus habilidades y su trabajo”, añade.
Vivir en una sociedad como la actual, donde se magnifica el concepto de éxito y se penaliza el fracaso, puede también contribuir a generar un pensamiento infundado de que no somos lo suficientemente buenos. El contexto social, familiar y profesional juega por eso un papel muy relevante en la aparición del síndrome del impostor, ya que las mujeres tienen, en general, que hacer frente a una mayor presión laboral que menoscaba su seguridad, según sostiene el psicólogo y miembro de Top Doctors Javier Álvarez: “En muchos casos, la sensación de tener que demostrar más valía y profesionalidad conlleva un estrés laboral y una sensación de que “nunca es suficiente”. Verse en determinados puestos directivos donde existe una mayor prevalencia masculina es otro de los aspectos que pueden contribuir a sentirse fuera de lugar: “Existen estudios donde está comprobado que las mujeres tenemos, en general, la autoestima más baja que los hombres, y esa es precisamente la mejor defensa ante este trastorno”, recuerda por su parte Mar Cárdenas, directora del máster en Recursos Humanos de ESIC.
¿En qué sectores es más relevante?
Aunque el síndrome del impostor se da prácticamente en cualquier ámbito laboral, los expertos consultados señalan con mayor énfasis a aquellos puestos de responsabilidad y dirección, principalmente de empresas tecnológicas, donde las mujeres están infrarrepresentadas; contextos de emprendimiento; y entornos académicos. “Bajo mi experiencia, es más anecdótico encontrar a un hombre que dude de su capacidad para desempeñarse en un puesto retador, mientras que de una mujer es más frecuente obtener una reacción de “no sé si podré hacerlo bien” o “no sé si soy la persona adecuada”, esgrime Sánchez de Miguel. Más allá de ámbitos específicos, Cárdenas señala de una manera general a las organizaciones donde persiste una cultura de desconfianza, “con valores que ponen el foco en los procesos más que en las personas, y líderes que son miopes ante el talento”.
Para Andrea Acha, formadora de emprendedoras, se trata de un fenómeno común acentuado por la incertidumbre de los entornos de emprendimiento y el hecho de que la cultura del éxito de la mujer no esté tan integrada en la sociedad como la del hombre, con menos referentes en las familias, en los grupos de amigos y en todos los sectores en general: “Con frecuencia, las mujeres emprendedoras tienen cierta falta de confianza en sí mismas; necesitamos tener todo perfecto o una validación externa para pensar que estamos a la altura”, sostiene. La formación constante es por eso fundamental, si bien “el problema ocurre cuando no aceptamos que estamos aprendiendo, y que todo crecimiento conlleva un proceso en el que el fracaso es una parte natural del mismo. Si no tenemos lecturas amables de nuestros avances, nos podemos acabar sintiendo un fraude”. Acha recomienda también buscar una red de emprendedoras que sirvan de apoyo y no analizar demasiado a la competencia, “porque si nos centramos en lo que otras marcas tienen y a nosotros nos falta, es un autosabotaje que no favorece en nada a la mentalidad de éxito”.
Cómo prevenir (y superar) el síndrome del impostor
El sentimiento de considerarse un fraude o no ser suficientemente buena puede llegar a bloquear la carrera profesional de una mujer e impedir su crecimiento, al no ser capaz de tomar decisiones importantes o de aprovechar las nuevas oportunidades que puedan surgir. Algo que se refleja, a su vez, en la aceptación de salarios más bajos, no solicitar aumentos, no poner límites o conformarse con menos promociones que otros colegas masculinos con similares capacidades y experiencia. Y, a nivel de salud mental, implica enfrentarse a una insatisfacción constante por pensar que nada de lo que se hace es suficiente y por desconfiar de nuestro criterio, lo que lleva a situaciones de inseguridad, ansiedad, tristeza constante, depresión, falta de autoestima, trastornos obsesivos compulsivos e incluso aislamiento social entre compañeros, para que no detecten esa sensación de no valía.
Por eso Mansilla comparte, desde Udemy, cuatro consejos para evitarlo: promover espacios de trabajo colaborativos donde se pueda desarrollar nuestra confianza y seguridad; reconocer tanto los logros propios como los ajenos; ofrecer un feedback constructivo a todas las personas de un equipo; y promover prácticas diversas, equitativas e inclusivas en el trabajo. Pero, sobre todo, “aprender a gestionar hechos concretos, ya que la mayoría de las veces “el impostor” se centra en especulaciones y proyecciones catastrofistas, en vez de tomar decisiones en base a evidencias concretas”, añade Cárdenas.
Pero ¿qué puede hacerse una vez se haya producido? El psicólogo Javier Álvarez recomienda una serie de cinco pautas:
Tener muy presente que una cosa es cómo me siento y otra la realidad. No se trata de invalidar nuestras emociones, sino de corroborar los hechos con evidencias objetivas sobre nuestro trabajo.
Conviene recordarnos a nosotros mismos que formamos parte de un equipo profesional después de haber superado un proceso de selección: no estamos allí por azar.
Verbalizar y compartir cómo nos sentimos sirve para darse cuenta de que son sensaciones habituales y comunes entre otros compañeros.
Plantearnos cuál es nuestro diálogo interno respecto a nuestra profesionalidad. El cómo nos sentimos depende en gran medida de lo que nos estemos diciendo a nosotros mismos.
Evitar las comparaciones, ya que suelen ser trampas sesgadas: ver cualquier punto fuerte en otra persona que hace que invalidemos los nuestros.
En México y el mundo las mujeres trabajan significativamente más que sus pares hombres. Dentro y fuera de sus casas, en el país las jornadas que dedican al trabajo de sus propios hogares casi son de la misma duración de sus jornadas de trabajo remunerado.
Esto refleja que pese a todos los esfuerzos por revalorizar el trabajo del hogar y redistribuirlo, todavía existe una amplia brecha de género en la realización de estas tareas.
Según cifras del Inegi, las mujeres se encargan del 74% de las tareas de limpieza, cocina, organización, compras, mantenimiento y cuidados en el hogar, mientras que los hombres sólo hacen el 26% de este trabajo en sus viviendas.
Como históricamente se ha recargado esta labor en las mujeres, no sorprende que el 91% de las trabajadoras del hogar sean mujeres y sólo el 9% sean hombres (jardineros, choferes o personal de mantenimiento).
Casi el total de estas trabajadoras del hogar están en la informalidad, y muchos de sus derechos laborales son violentados.
Es fundamental repensar el trabajo del hogar y generar políticas públicas e iniciativas que garanticen una repartición de estas tareas más justa e igualitaria y condiciones dignas para quienes se emplean en estas actividades.
Tres mujeres hispanas de Texas desaparecieron en México en febrero tras cruzar la frontera para vender ropa en un mercado, informaron medios de Estados Unidos.
Según los datos recabados por el FBI, se trata de dos hermanas y una amiga de la localidad fronteriza de Peñitas, a las afueras de McAllen, quienes viajaron en un vehículo a México el 24 de febrero para vender en un mercadillo de Montemorelos, en el estado de Nuevo León.
Los nombre se las mujeres son Maritza Rios, Marina Rios y Dora Saenz.
La poca atención mediática que ha recibido este caso contrasta con el de los cuatro estadounidenses secuestrados la semana pasada en el norte de México.
Dos fueron hallados muertos y los otros dos con vida tras la enorme presión que ejerció Estados Unidos para que el Gobierno mexicano resolviera el caso.
El jefe de policía de Peñitas, Roel Bermea, aseguró que está en contacto con las autoridades mexicanas para investigar la desaparición de las tres mujeres de Texas.
La voz de alarma la dio el esposo de una de las mujeres, que habló por teléfono con ella mientras viajaban por México pero después perdió la comunicación.
La tensión ha aumentado entre Estados Unidos y México a raíz del secuestro a plena luz del día de cuatro estadounidenses, dos de ellos asesinados, que habían viajado a Tamaulipas presuntamente para una operación estética —aunque después se supo que tenían antecedentes penales relacionados con drogas– y que aparentemente fueron atacados por error por el Cártel del Golfo.
La oposición republicana pidió declarar terroristas a los cárteles mexicanos y propuso una intervención militar en territorio mexicano, algo que enfureció al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, quien calificó a los republicanos de “mequetrefes” e “intervencionistas”.
Aunque la Casa Blanca ha descartado el plan de los republicanos, diferentes voces del Gobierno de Joe Biden han expresado desde hace semanas que México debería hacer más contra los cárteles y contra el tráfico de fentanilo, causante de decenas de miles de muertes por sobredosis en Estados Unidos.
La rapidez con la que México halló a los cuatro estadounidenses contrasta con la crisis de desapariciones que sufre el país, con más de 112.000 personas no localizadas.
Aquí hay cinco, pero en realidad son muchos más. Cinco mandamientos sociales, políticos y religiosos con los que se somete a las mujeres y contra los que se rebelan multitud de ellas en el mundo. Han desobedecido y desaprendido lo que les enseñaron sus familias y las sociedades en las que les tocó nacer y han sido capaces de cuestionar lo que se esperaba de ellas.
Una mujer migrante violada a la que no creyeron, pero no paró de protestar hasta que la escucharon. Una joven que dirige una escuela para niñas en la clandestinidad bajo el yugo talibán. Una activista africana empeñada en hablar alto y claro sobre sexo y sobre todo del disfrute. Una chica que huyó de su padrastro en Bombay para no acabar casada a la fuerza y no verse obligada a dejar de estudiar. Una comercial chilena a la que su jefe le recomendó ponerse ropa ajustada y declaró la guerra a la violencia estética. Son voces de mujeres de países lejanos, pero su lucha es mucho más universal de lo que parece. ¿Quién no se siente interpelada?
No protestarás
Por Patricia R. Blanco
“Si hablas de esto, pensarán que eres una puta’, me dijo mi agresor”, Ana, Guatemala.
CINTA ARRIBAS
“No había sido tan vulnerable ni había estado tan indefensa como en aquellos días, y él lo sabía”. Ana, que prefiere no revelar si este es su nombre verdadero, se dibujó como una muñeca en el cómic en el que narra con imágenes lo que no podía expresar con palabras: las violaciones a las que asegura que la sometió su antiguo profesor S. M. desde que se vio obligada a huir a Madrid. Había sido testigo en Ciudad de Guatemala de “un asesinato de alto impacto”, el del artista activista Víctor Leiva, un crimen que removió todos los cimientos de una vida que transcurría entre la Facultad de Arquitectura, la escuela de danza y la lectura de libros con los que “quería cambiar el mundo”.
Aquel asesinato desencadenó todas las violencias que ha sufrido Ana desde entonces: la de quienes quisieron matarla y la obligaron a abandonar su país, la de quien la acogió en España y la violó repetidamente, la de las instituciones que no creyeron en su testimonio y la del feminismo hegemónico que le robó su relato. Pero ni el crimen ni todas las violencias que vinieron después lograron callar a Ana: es la primera mujer en España que puso sobre la mesa el concepto de la credibilidad de la víctima en una violación, con la campaña #YoTeCreo, en 2016, dos años antes de la primera sentencia que condenó a los miembros de La Manada por la violación de los Sanfermines.
ANA
“Era el 2 de febrero de 2011. Iba a un centro de arte urbano, Trasciende, y había conocido a este chico, que estaba siendo perseguido, pero yo no lo sabía”, cuenta Ana, en la primera entrevista que concede a un medio de comunicación. La organización a la que pertenecía Leiva, Caja Lúdica, trabajaba con chicos que habían salido de las maras y, por eso, “estaba en la mira de los escuadrones de la muerte en Guatemala”, explica Adilia de las Mercedes, jurista e investigadora del feminicidio y violencia sexual y directora de la Asociación de Mujeres de Guatemala (AMG), que ha acompañado a Ana desde que decidió no callarse ante el hombre “que había decidido romperla emocional y físicamente”.
Ana conocía bien a su agresor porque había sido su profesor de teatro en la universidad. Era, además, la persona en quien más confiaba cuando llegó a España, apenas un mes después, precisamente un 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. “Nunca supimos por qué nadie, ni en Guatemala ni en España, lo investigó, pero él apareció en la escena del crimen, matan a Víctor y aparece él”, apunta Adilia de las Mercedes. S. M., con nacionalidad guatemalteca y española, llegó a España antes que Ana, —“dijo que por si le relacionaba con el crimen”—, y la recibió en el aeropuerto. Ella tenía entonces 23 años.
“Dije que no. Siempre dije que no: lo expresé con palabras, con forcejeos, con llantos. Pero él no paró. Así que, en algún momento, simplemente, mi ánimo se quebró y mi voz se ahogó. Para él fue una victoria y ya no hubo límites”, narra Ana en un relato que escribió años después de su violación y primera “experiencia sexual”. “Me obligó a llamarle ‘amo’ y a repetir que yo era ‘su puta’. No cumplir sus órdenes conllevaba un castigo. Me hizo ver porno para aprender a practicarle felaciones. Ató un cinturón alrededor de mi cuello, me hizo andar a cuatro patas, desnuda, y mirarme al espejo para reconocerme como ‘su perra”.
La aisló. “Custodiaba su dinero y controlaba” con quién se relacionaba. Y quiso obligarla a callar: “Si hablas de esto, de mí ya saben que soy un libertino, pero de ti todo el mundo pensará que eres eso, una puta”, le dijo. Y durante tres años sintió “tanta vergüenza” de sí misma que calló. Hasta que su silencio fue incontenible. “Lo que no fui capaz de expresar con palabras, lo dibujé”, cuenta Ana.
La Asociación de Mujeres de Guatemala había estado colaborando desde la diáspora en un caso de esclavitud sexual cometido durante la guerra civil guatemalteca (1960-1996), el de las violaciones contra mujeres mayas en un destacamento militar de Sepur Zarco, entre 1982 y 1983. “Trabajamos en un peritaje sobre estándares internacionales de credibilidad de las víctimas de violencia”, explica Adilia de las Mercedes. Coincidió con el momento en el que Ana se decidió a denunciar a su agresor, con el apoyo de AMG, en 2016, tres años después de que terminaran las violaciones. Su credibilidad era crucial para ganar su caso, pero las forenses interpretaron la gestualidad de Ana, que a veces no puede ocultar una risa nerviosa, como una prueba de falta de credibilidad.
“No tienen en cuenta a las víctimas de otros orígenes nacionales y las forenses quisieron encajarla en el marco de un desarrollo psicosocial en España”, protesta la abogada, que critica que se enfocaran únicamente en la violencia sexual sin entender que su primera condición era de refugiada, lo que la colocaba en una situación de “extrema vulnerabilidad”. “Ana no coincidió con el estereotipo conocidísimo de la víctima ideal, una mujer devastada, llorando de la mañana a la noche”, ni con el de mujer sin estudios y menor de edad. “Lo primero que hay que entender de las víctimas de violencia sexual es que la memoria se fragmenta para que puedan seguir viviendo”, algo que los estándares internacionales consideran como un signo de credibilidad, explica la jurista en alusión a la forma que encontró Ana de representar su agresión, mediante escenas inconexas dibujadas en cuadernos.
El caso fue archivado y Ana no tuvo “fuerzas” para recurrir. “Nuestra intención fue muy humilde al inicio, la de reafirmar que nosotras la creemos y la arropamos”, cuenta Adilia de las Mercedes, que ideó junto con sus compañeras de la asociación la exitosa campaña #YoTeCreo, con un portal web en el que publicaron el cómic de Ana y desde donde pidieron a los ciudadanos que mandaran fotos con el hashtag. La campaña tuvo un gran impacto en la prensa española y, cuando el 26 de abril de 2018 se conoció la sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra sobre los violadores de La Manada, “todo estaba ya sembrado” en los círculos feministas: en las pancartas de las primeras manifestaciones comenzó a aparecer el lema de la campaña de Ana, #YoTeCreo, que mutó en “hermana, yo te creo”.
“El feminismo blanco es una pesada losa que borró completamente la historia y el legado de Ana”, protesta la abogada, que lamenta “que Ana no ha sido nunca hermana porque hermana para las españolas es la víctima española”, olvidando cómo las mujeres migrantes contribuyen a construir el país. Ni las instituciones, ni los medios ni la opinión pública recuerdan a Ana.
Sin embargo, aunque no la recuerden, sin su caso no se hubiera producido la revolución que ha situado el consentimiento en el centro del debate de la libertad sexual. Ana ya no se dibuja como “una muñeca”. Es otra persona. La mujer que quería cambiar el mundo ha cambiado y también “lo cambió todo”.
No existirás
Por Beatriz Lecumberri
“Nos cerraron las puertas de las aulas, pero nunca podrán impedir que sigamos estudiando”, Marzia A., Afganistán.
CINTA ARRIBAS
Marzia A. tiene 22 años, vive en Kabul, era alumna de Medicina y trabaja como comadrona a tiempo parcial en un hospital. Para la mayoría de gente que la rodea, esta es su vida. Lo que no saben es que su existencia cobra sentido cuando sale de la clínica y se dirige a una casa de la capital afgana donde ella misma creó hace meses una escuela clandestina para decenas de niñas privadas de educación por los talibanes.
“Todo empezó porque mi hermana pequeña tuvo que dejar de ir a clase por orden del Gobierno, mientras que mi hermano sí podía seguir estudiando. Comenzamos a darle clases en casa. Ella llamó a varias amigas y vecinas, rápidamente eran decenas de niñas y decidimos alquilar un lugar”, explica. Marzia sonríe al recordarlo, al otro lado de la pantalla. Su rostro aniñado choca a menudo con su tono firme y su discurso impregnado de zozobra. Son las siete de la tarde en Kabul y ya ha caído la noche. En su casa, donde vive con su madre y varios de sus 10 hermanos y hermanas, no hay electricidad y una pequeña lámpara solar ilumina su rostro y las paredes desnudas y descascaradas.
Afganistán es el único país del mundo donde un Gobierno veta la educación a todas las mujeres de más de 12 años. En zonas especialmente conservadoras, donde ni siquiera existen escuelas femeninas de primaria, en la práctica se prohíbe a todas las niñas ir al colegio, independientemente de su edad. Según la Unesco, “actualmente, el 80% (2,5 millones de personas) de las niñas y jóvenes en edad escolar” no pueden acudir a los centros de enseñanza secundaria y ni a la universidad. En los últimos 20 años, las afganas sí habían podido acceder, con restricciones, a la educación y al mundo laboral. Esta ventana al mundo se cerró con el retorno de los talibanes al poder en agosto de 2021. Ante la inacción de la comunidad internacional, hay personas dentro del país que batallan por seguir educando a las niñas de manera clandestina, con todos los peligros que eso implica.
“No escribas que es una escuela ilegal, es secreta. Nos cerraron las puertas de las aulas, pero nunca podrán impedir que sigamos estudiando. Aprender nunca podrá ser ilegal, es nuestro derecho y nuestra resistencia. No salimos a la calle a protestar, pero seguimos en pie y no hemos desaparecido”, insiste Marzia.
Un grupo de afganas asiste a las clases de la escuela secreta de Marzia A. en Kabul.FOTOGRAFÍA CEDIDA
Su escuela funciona 10 horas al día de sábado a jueves gracias a una docena de profesoras voluntarias. Desde fuera, parece una vivienda más, pero en sus tres pequeñas habitaciones las niñas se sientan cada día en el suelo, muy pegadas unas de otras, y escuchan. No hay mesas, ni pizarras ni libros de texto. La familia de Marzia es conocida en el barrio y los vecinos han decidido callar y no denunciar lo que pasa dentro de la casa. “Nos ayudan y nos avisan si hay talibanes cerca”, explica la joven.
Y si los talibanes llaman a la puerta, como ya ha sucedido, una mujer adulta sale a explicar que es un centro de oración o de estudio del Corán para niñas. Por ahora han creído su historia y no han puesto un pie dentro de la casa, pero un miedo difícil de imaginar a miles de kilómetros de distancia las acecha cada día. “Las normas son que las alumnas no pueden traer ni libros ni cuadernos y no pueden hablar con nadie de lo que están haciendo aquí”, enumera Marzia. La casa tiene también una sala subterránea, con una entrada que pasa desapercibida, en la que esta joven profesora desea poder ofrecer pronto clases online para universitarias, gracias a acuerdos con facultades extranjeras. Lo que empezó como un plan improvisado y pasajero se ha afianzado y la escuela ya tiene nombre: GLORY, acrónimo del Genious Learning Organization for Remarkable Youths (Organización de aprendizaje ingenioso para jóvenes extraordinarias).
Marzia y el resto de las maestras, con la ayuda de algunas familias, pagan con sus salarios el alquiler de la casa y el poco material escolar que necesitan. Cuando esta primera escuela clandestina se quedó pequeña, decidieron abrir otra en un barrio más alejado, que comenzó a recibir niñas en diciembre de 2022, justo cuando los talibanes prohibieron a las mujeres ir a la universidad. “En total, unas 1.000 alumnas. Una gota en el mar comparado con el número de niñas que no pueden estudiar”, asegura esta joven, que pertenece a la minoría chií hazara, muy perseguida desde hace décadas en el país.
Inglés, arte, dibujo, pastún… Las jornadas en esta escuela tan particular están organizadas como en un colegio normal, hay exámenes y hasta se entregan diplomas para motivar a las alumnas, aunque no tengan ninguna validez.
“Hace tres noches que no duermo, estoy pasando miedo”, confiesa Marzia, temblorosa. “En la zona de nuestra nueva escuela en Kabul han aumentado los controles, hay vecinos que no nos quieren allá y parece que han hablado con los talibanes. Si vienen, nos van a detener a todas. Y eso es peor que la muerte: nos van a torturar, a violar…”, teme.
La joven maestra ya recibe ataques diarios por su defensa de los derechos humanos en las redes sociales. Sufre amenazas por internet, la llaman por teléfono por la noche para decirle que la van a encontrar y matar, y hace poco un hombre la intentó apuñalar en la calle, aunque logró huir. Pese a todo, Marzia sigue estudiando online por las noches y, aunque ha recibido propuestas para seguir formándose en el extranjero, no quiere abandonar Afganistán, de donde no ha salido desde que nació. “Me juego la vida cada día, pero no voy a parar. Esta escuela es un mensaje de esperanza. Si las niñas reciben una educación cuando sean madres no dejarán que sus hijos se radicalicen y tampoco estarán sometidas a sus maridos. Los talibanes tienen miedo de las mujeres formadas porque nuestro impacto en la sociedad puede ser enorme”.
No gozarás
Por Alejandra Agudo
“Hay hombres en internet diciendo cosas como que el orgasmo o la eyaculación femeninas no existen”, Tiffany Kagure Mugo, Sudáfrica
CINTA ARRIBAS
La ghanesa Nana Darkoa Sekyiamah (45 años) no recuerda cuándo experimentó su primer orgasmo, pero sí cuándo mantuvo su primera conversación sin tapujos sobre sexo. Fue el día que celebraba su 30 cumpleaños. La combinación de vacaciones en la playa, la compañía adecuada y unos cócteles hizo su magia. “Personas sin prejuicios estábamos compartiendo nuestros deseos, experiencias y fantasías. Pensé ¿cómo es que no he tenido este tipo de charla antes?”. No se sintió juzgada. Fue liberador.
En aquel viaje, se quitó el peso de los prejuicios y las burlas. Ni mojigata porque en sus 20 no mantenía relaciones con hombre alguno, ni viciosa por experimentar con otras niñas en el colegio. Ni el sexo es sinónimo de “riesgo”, como siempre le habían dicho —a quedarse embarazada, de contraer enfermedades—, ni está reservado a las mujeres casadas y heterosexuales.
Después de aquella revelación, Nana no quería dejar de hablar de sexo “en positivo” nunca más y planeaba escribir un blog. Ambos propósitos confluyeron y dieron origen, en 2009, a Adventures from the Bedrooms of African Women (Aventuras desde las habitaciones de mujeres africanas), que creó junto a su amiga Malaka Grant para que otras también compartieran sus historias más íntimas sin reservas. Una liberación colectiva de ataduras sociales. El espacio se ha convertido en uno de los más brillantes y galardonados proyectos en el continente africano, contracorriente del discurso dominante: el sexo es malo, dañino, exclusivamente heterosexual, para gozo y alivio del varón.
Nana Darkoa Sekyiamah posa junto a sus libros.D-ZONE/PHOTOGRAPHY
“Las mujeres somos educadas para pensar en negativo sobre el sexo. Se nos dice que es para el placer del hombre”. Un relato además plagado de advertencias y mitos que excluye la satisfacción femenina y que ella todavía está en proceso de desaprender. “Esto es, en realidad, en gran medida una construcción colonial. Parte de la investigación para mi próximo libro está buscando formas precoloniales de transmisión de conocimientos en torno a la sexualidad. Y está muy claro que eran más abiertos”. Nana ya prepara su segundo título, después de haber publicado La vida sexual de las mujeres africanas en Reino Unido (Dialogue books) y Estados Unidos (Astra House), lo que ha dado proyección internacional a su mensaje.
Su vida sexual ha mejorado “absolutamente” desde que inició su propia exploración. “Creo que los hombres también necesitan preocuparse más por el placer de las mujeres. Como sabemos, un montón de mujeres experimentan orgasmos principalmente a través de su clítoris, y si solo se concentran en relaciones de penes y vaginas, muchas no experimentarán ese placer nunca”.
“El placer sexual sigue ligado al tabú y la vergüenza, y permanece estigmatizado y silenciado dentro de los discursos públicos y las discusiones privadas”, confirma Kylia Marais en su investigación Calls for Pleasure: how African feminists are challenging and unsilencing women’s sexualities (Llamada al placer: cómo las feministas africanas cuestionan y hablan de la sexualidad de las mujeres). Aunque la sexualidad femenina “se ha estudiado ampliamente en el Norte Global, el placer sexual sigue sin estudiarse lo suficiente, especialmente en contextos africanos donde las sexualidades femeninas siguen estando mal representadas a través de lentes coloniales”, opina la experta sudafricana.
La bloguera y escritora ghanesa no se arroga el mérito. Su reivindicación del placer femenino no es nueva, otras la precedieron, otras comparten hoy su propósito, pero en realidad han sido sus aventuras las que han prendido la mecha en los círculos de la élite feminista del continente hasta encender los dormitorios de las africanas. Y allí, Nana no está sola. Mujeres como las sudafricanas Tlaleng Mofokeng, autora de Una guía de salud sexual y placer, o Tiffany Kagure Mugo, fundadora de HOLAAfrica, un portal sobre sexualidad inclusiva, son algunas de las impulsoras de esa nueva ola feminista que ha convertido la búsqueda de la satisfacción en una fuente de la que emana una emancipación femenina completa.
“Las mujeres africanas somos socializadas en torno a la idea de cómo nuestros cuerpos pueden ser usados. Nos preparan para ser buenas amas de casa, madres y esposas. No hay espacio para hablar sobre el placer”, razona Kagure. Hasta las reuniones tupper sex en Zambia se han convertido en una lección de técnicas para complacer a los maridos, lamenta. “Incluso en los espacios feministas del continente, se dice que las mujeres africanas tienen cosas más importantes en las que pensar”.
Frente a ese activismo feminista segmentado, muchas veces liderado por organizaciones internacionales, enfocado en las grandes luchas como frenar la mutilación genital femenina, el VIH o los embarazos adolescentes, Kagure quiere hablar de placer como un aglutinador de todas las batallas. “El sexo y el placer no se pueden separar de la idea de la autonomía corporal de las mujeres, que tiene que ver con el consentimiento más básico. No es una conversación distinta. No es sólo la conversación sexy que tenemos con unas copas de vino”. Un buen ejemplo lo encuentra en la ablación. “Es salvaje. Se basa en la idea de que, si no se corta el clítoris, la mujer se pasará el día jugando consigo misma y se distraerá de ser buena madre y esposa, por lo que hay arrebatarle el placer de su cuerpo para asegurarse”.
Pese a las resistencias, Kagure empieza a ver cambios. “No voy a mentir, la marea contra la que estamos empujando es enorme”. Ríe al mencionar que Facebook ha cancelado su cuenta 15 días por los contenidos que difunde, pero se toma muy en serio su batalla contra la desinformación. “Hay hombres en internet diciendo cosas como que el orgasmo o la eyaculación femeninas no existen. Que el placer y el clítoris son inventos del feminismo. Y no estamos en 1964, sino en 2023″. Sus armas son su página web, sus podcasts, sus libros, sus conferencias. “Me encantan las historias y creo en su poder. Por eso creé HOLAAfrica, para que la gente pudiera contar las suyas. Pero contenían muchas incorrecciones, así que empecé a publicar material didáctico: desde cómo actuar en una primera cita a como realizar una felación”. Dos charlas Ted, la nutrida audiencia de sus programas y la publicación de dos títulos son su prueba de que está transformando el continente. “Aunque suene engreída como un hombre blanco por decirlo”.
Quiere para todas, el cambio que ha experimentado en carne propia. “Mi vida ha mejorado. Y no solo en habilidades sexuales, sino en cuanto a la comprensión de dónde me encuentro”. Tal es su autoconocimiento que ha aprendido a escuchar su cuerpo, que le ha dicho que pare: “Si no quiero tener sexo, aunque esté en una relación larga, es mi prerrogativa. Y me he tomado un año sabático de trabajo. Te lo recomiendo”.
No decidirás
Por Lucía Foraster Garriga
“De haberme casado, ya sería madre de por lo menos tres hijos, mi esposo me habría golpeado a mí y a ellos, y luego me habría dejado”, Aaradhya, India.
CINTA ARRIBAS
“Él cree que las niñas no deben estudiar, y que es mejor que vivan en casa de su esposo”. Así describe Aaradhya (nombre ficticio), que tiene 20 años y vive en Bombay, India, a su padrastro, que está empeñado en casarla desde que cumplió los 14. “Pero yo tengo otros planes. Quiero completar mis estudios universitarios, hacer un máster y convertirme en una trabajadora social fuerte e independiente”, sostiene, vigorosa, la joven, que hace unos meses se mudó a una casa de acogida. Lleva años huyendo, entre otras cosas, del matrimonio infantil, una de las injusticias más dramáticas de las sociedades en las que se priva a las mujeres de decidir.
“Desde que terminé décimo curso [14-15 años], mi padrastro lleva a potenciales novios a casa siempre que puede”, expone Aaradhya. “No podía soportar más la situación, también porque no hay día que mi padrastro no golpee, maltrate o amenace a mi madre, y el año pasado los dejé, a ellos y a mis dos hermanas y hermano pequeños, e ingresé en el centro Udaan. Un lugar seguro para mí donde puedo vivir una vida independiente”, dice, claramente agradecida. Con su familia, vivía en el Barrio de las Luces Rojas, conocido por la prostitución, pues su madre es víctima de la trata.
Aaradhya es muy consciente de su “suerte” al haber podido decidir sobre su vida. Las cifras del matrimonio infantil dan escalofríos: 12 millones de niñas se casan cada año en el mundo. Es decir, 23 cada minuto, según Girls Not Brides, la Asociación Mundial para Acabar con el Matrimonio Infantil.“En nuestra cultura, una niña debe casarse a los 12, 13 o 14 años. Debe casarse, tener hijos y cuidar de la familia”, lamenta la joven. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) calcula que una de cada cinco niñas está casada o en pareja antes de cumplir los 18 años. En los países menos desarrollados, esta cifra se duplica, con el 36% de las niñas enlazadas antes de la mayoría de edad y el 10% emparejadas antes de cumplir los 15.
Una bangladesí de 14 años posa, sentada junto a amigos y vecinos, en el día de su boda.SOPA IMAGES (SOPA IMAGES/LIGHTROCKET VIA GETT)
Estas niñas, que se convierten en esposas —y madres— demasiado pronto, son más vulnerables a sufrir violencia sexual, a experimentar complicaciones en el embarazo y el parto (principal causa de mortalidad de las niñas de 15 a 18 años en los países en desarrollo), y a contraer VIH, según Girls Not Brides. Además, cuando una niña se casa, a menudo se espera que abandone la escuela para ocuparse del hogar, los hijos y la familia. “De haberme casado, ya sería madre de por lo menos tres hijos, mi esposo me habría golpeado a mí y a ellos, y luego me habría dejado. Y como no tendría ni dinero ni educación, terminaría en el mismo barrio que mi madre, siendo víctima de la trata”, sintetiza Aaradhya, estremecida solo de imaginarse la que podría haber sido su vida de no haberse topado con la ONG Sonrisas de Bombay. A su madre, cuenta, la casaron con siete años con su padre, que la golpeaba y la torturaba. Después la dejó, y ella se trasladó de Calcuta a Bombay, donde no le quedó más remedio que recurrir a la prostitución. Allí conoció a su padrastro, al que no deja, aunque también la maltrata, por la seguridad de sus hijos.
El matrimonio infantil, aclaran desde Equality Now, ONG que aboga por la protección y promoción de los derechos humanos de las mujeres y las niñas, tiene su origen en una arraigada desigualdad de género y el bajo valor dado a las niñas, una situación que se ve agravada por la pobreza, la falta de educación y la inseguridad. “Las chicas tenemos el mismo derecho a tener sueños al igual que todas las demás personas del mundo. No pueden matar nuestros sueños como si nada”, objeta Aaradhya, que ahora está realizando sus estudios superiores en el Colegio Wilson, una de las universidades más antiguas de la India.
“¿Qué cuáles son mis ambiciones? Quiero cambiar mi futuro y el de mi familia, y estoy dispuesta a trabajar duro para ello. Quiero completar mi educación para ser una buena trabajadora social. Quiero ayudar a otras chicas como yo, que están desamparadas y quieren estudiar. Quiero mostrarle a mi familia que las niñas pueden hacer cualquier cosa, que no hay nada que una chica no pueda hacer”.
No desagradarás
Por Paula Herrera
“Es muy injusto que mi jefe vincule mi belleza con mi valor en el trabajo”, Tamara, Chile.
CINTA ARRIBAS
Hace solo un par de meses, Tamara (Santiago de Chile, 28 años) tuvo que enfrentarse a uno de los momentos más incómodos de su vida: su jefe le “recomendó” usar ropa ajustada para ir a cerrar negocios con los clientes. “Me dijo que ya no estaba tan guapa como antes y que lo mejor era empezar a usar ropa apretada”, recuerda. Ella es jefa del área comercial de una empresa de importaciones de textil desde hace cinco años y tiene bajo su cargo a todo un grupo de mujeres que son su apoyo para hacerle frente a este acoso que vive en el trabajo. ONU Mujeres, junto con la Organización Internacional del Trabajo, alertan de que la “hipersexualización de las mujeres alimenta la idea de que no son sujetos de derechos sino objetos para el consumo masculino” y aclara que esto refuerza los mandatos sociales sobre sus cuerpos.
“Ese día llegué a mi casa y me puse a llorar. Me sentí violentada, invadida, yo no le pedí su opinión y es muy injusto que mi jefe vincule mi belleza con mi valor en el trabajo”, cuenta. Coincide con ella la psicopedagoga Gabriela Galleguillos (Santiago de Chile, 37 años), quien ha tenido que lidiar con comentarios que iban desde las groserías, como “los gordos me dan asco”, hasta los políticamente correctos sobre que su peso era “un peligro” para su salud, concreta. Y aclara que, de cualquier manera, estos mensajes le comunicaban que “su cuerpo no era correcto”.
Galleguillos era una niña de ocho años cuando empezó a subir de peso, un hecho que le hizo sentirse excluida. “Tenía que usar ropa para mujeres adultas… ropa fea, no podía elegir y yo quería verme como todas mis amigas, como una niña”. Después empezó el miedo al rechazo, el aislamiento y finalmente dejó de hacer actividades que le gustaban para evitar mostrar su cuerpo. Pero su vida dio un giro de tuerca, cuando a sus 35 años notó que su sobrina pequeña empezó a sentir inseguridades con su aspecto. “Entonces decidí que esto debía terminar”.
Tanto Galleguillos como Tamara reconocen que se han sentido criticadas y juzgadas por su apariencia física desde la infancia. “A mí no me gustaba mi color de piel, porque mis compañeros de clase me decían que parecía indígena. Empecé a utilizar maquillaje con un tono más claro al mío”, reflexiona Tamara.
Javiera Menchaca es voluntaria del área de estudios del colectivo la Rebelión del Cuerpo desde hace cuatro años, una organización de la que Galleguillos y Tamara también son parte, y que dedica su trabajo a sensibilizar y denunciar el impacto de los roles y estereotipos de género en la construcción de la identidad de las mujeres. “Esta es una sociedad que se lucra con nuestra inseguridad. Nos venden cremas y tratamientos para bajar de peso, para quitar la celulitis. Entonces nos dimos cuenta de que la inconformidad con nuestro cuerpo no es algo superficial ni banal, es un problema colectivo y político”, explica la socióloga.
Este bombardeo de estereotipos y cánones de belleza, que presionan a las mujeres a responder a ellos y las discrimina si no cumplen con esta expectativa, es lo que la socióloga Esther Pineda define como violencia estética. “Se caracteriza por ser sexista, racista, gordofóbica y gerontofóbica porque exige feminidad, blanquitud, delgadez y juventud”, zanja la investigadora, en entrevista con este diario. Y aclara que esta problemática se ha mantenido vigente en el tiempo, “porque ha sido tradicionalmente desestimada y abandonada”. Ella misma ha vivido rechazo por su identidad negra y latinoamericana. “Cuando comencé a interactuar en espacios comunitarios, escolares y en el espacio público se me repetía que era fea, porque era negra, porque tenía la nariz redonda, los labios grandes, por el cabello rizado. Pero me di cuenta de que esto mismo les sucedía a muchas más mujeres”, relata.
Encuentro de la Red Niñez Valiente, en diciembre de 2022FOTO CEDIDA
La violencia estética comienza en la infancia. “En la escuela unas niñas me decían que tenía una cara muy fea, que me maquillara. Les hice caso y me vestía como me recomendaban”, dice con tan solo 10 años Dominique de la Fuente. Julieta Rojas, de 11, asegura que ha sentido presión por parte de sus amigas. “Querían que me pintase las uñas o el pelo, y eso me hacía sentir muy mal”. Ambas son miembros de la Red Niñez Valiente, un espacio creado para fortalecer el encuentro y aprendizaje de niñas y jóvenes de Chile, entre 7 y 18 años. “Si supieran cómo nos sentimos las mujeres por dentro, cambiaría el trato que nos dan”, concluye De la Fuente. En 2021, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) advirtió de que, a escala mundial, el 15,3% de estudiantes que han sufrido acoso “refieren que son objeto de burlas por la apariencia de su cuerpo o su cara”, y que son las niñas las más propensas a sufrirlas.
“Nuestro as en la manga es el pensamiento crítico. Queremos que nuestras niñas sean lideresas, porque nuestro objetivo es hacerle frente a esos estereotipos que intentan alejarnos de los espacios públicos y de la toma de nuestro propio poder”, dice Carla Ljubetic, directora de la Fundación Niñas Valientes. Según concreta, “a los cuatro años de edad estos cánones de belleza ya se instalan en las mentes de las niñas”, en donde se les impone el uso de faldas, pendientes o trajes de princesa. “La educación tiene ese poder tansformador para impedir que esto se siga reproduciendo”, finaliza.
En China, las personas que participan en proyectos de ciencia ciudadana han estado utilizando una aplicación para monitorear la calidad del agua potable. En Kirguistán, un gran número de voluntarios han estado vigilando la contaminación del aire con sensores avanzados. Y en los Estados Unidos de América, una organización está aprovechando los mapas digitales para ayudar a revivir los paisajes naturales degradados.
¿Cuál es el común denominador entre estos esfuerzos de tecnología de punta que se proponen proteger el planeta?
Todos están dirigidos por mujeres, específicamente aquellas que han sido galardonadas con los más altos honores ambientales de las Naciones Unidas: los premios Campeones de la Tierra y Jóvenes Campeones de la Tierra.
Este año, en el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo) se celebra a las mujeres y niñas que lideran los avances de las tecnologías transformadoras.
Este día internacional está diseñado para crear conciencia sobre la brecha digital que sigue siendo enorme entre hombres y mujeres. En el mundo, hay 327 millones más de hombres que de mujeres con acceso a un teléfono inteligente, al tiempo que las mujeres están escasamente representadas en los cargos profesionales y universitarios de las TIC, según la Organización para el Desarrollo Económico (OCDE).
Para conmemorar el Día Internacional de la Mujer, destacamos a cinco campeonas que han liderado la avanzada tecnológica contra algunas de las mayores amenazas ambientales del planeta.
Molly Burhans ayuda a recuperar la naturaleza
Cuando Molly Burhans tenía 26 años, se enteró de que la Iglesia Católica era uno de los mayores terratenientes del mundo, pero rara vez inventariaba sus propiedades.
Por lo tanto, fundó GoodLands para ayudar a las comunidades religiosas a cartografiar y administrar sus propiedades de una manera que promueva el desarrollo sostenible.
Molly Burhans creó el primer mapa digital que muestra la infraestructura mundial de la Iglesia Católica y planea ayudar a otras grandes organizaciones religiosas a conservar y restaurar tierras degradadas por la urbanización inadecuada. Proyectos como GoodLands resultan vitales en la actualidad, ya que la humanidad ha alterado el 75% de la superficie de la Tierra, destruyendo a su paso muchos espacios una vez silvestres y poniendo en peligro de extinción a 1 millón de especies de fauna y flora.
«Si una imagen vale más que mil palabras, un mapa vale más que un millón de ellas», dijo Molly Burhans. “Nuestra visión es crear la red más grande para la restauración en el mundo y (alentar) la administración ambiental”.
Xiaoyuan Ren registra la calidad del agua en China
Más de 300 millones de habitantes de zonas rurales de China no tienen acceso a agua potable.
Xiaoyuan Ren estaba dispuesta a ayudar a abordar este problema. Fundó MyH2O, una aplicación que rastrea la calidad del agua en las comunidades rurales. MyH2O ayuda a las personas a encontrar agua limpia en su localidad y conecta a las comunidades con empresas privadas y organizaciones sin fines de lucro que proporcionan soluciones de agua portátiles.
La plataforma MyH2O se basa en una red nacional de jóvenes voluntarios que han recibido capacitación para analizar la calidad del agua y registrar sus resultados en la plataforma interactiva.
«Lo que me motiva es impulsar a más personas a movilizarse con acciones», declaró Xiaoyuan Ren. «Trabajamos con estudiantes que estudian ciencia, tecnología, ingeniería y medicina. Continuarán desarrollando carreras en estos campos y crearán soluciones a algunos de los problemas ambientales que han visto mientras trabajaban con nosotros”.
Las Mujeres del Mar de Melanesia están salvando los arrecifes coralinos
Los arrecifes de coral de todo el mundo están bajo el asedio de las inclemencias del cambio climático, la sobrepesca y la contaminación. Tan solo desde 2009, ha desaparecido casi el 14% de los corales del mundo, según un informe de 2020 respaldado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Las Mujeres del Mar de Melanesia esperan revertir ese declive. Las más de 30 integrantes del grupo, originalmente llamado SeaWomen, dan seguimiento y vigilancia a la salud de los frágiles arrecifes de coral que rodean Melanesia, una agrupación de naciones insulares en el Pacífico Sur, y trabajan con las comunidades locales para proteger y restaurar estas ciudades submarinas.
Las mujeres que se suman a SeaWomen reciben una capacitación rigurosa en ciencias marinas, que se complementa con lecciones prácticas en técnicas de levantamiento de arrecifes, incluido el uso de la tecnología GPS.
«Cuando capacitas a una mujer, capacitas a una sociedad», declaró Evangelista Apelis, integrante del equipo y codirectora de este programa, que tiene su sede en Papúa Nueva Guinea. «Estamos tratando de educar a las mujeres, hacer que ellas se unan, para que luego puedan regresar y tener un impacto en sus propias familias y en su sociedad también», explicó.
Nzambi Matee da una segunda vida al plástico
En 2017, Nzambi Matee abandonó su trabajo como analista de datos y estableció un pequeño laboratorio en el patio trasero de su madre. Allí, comenzó a fabricar adoquines hechos a partir de una combinación de plástico reciclado y arena. Le llevó años refinar su fórmula, pero finalmente, Nzambi Matee logró crear ladrillos robustos a base de plástico que eran más baratos y fuertes que sus contrapartes de cemento.
Hoy día, lidera Gjenge Makers, una prometedora compañía en Kenya que suministra adoquines de plástico a escuelas de todo el país.
El trabajo de Nzambi Matee está ayudando a contrarrestar lo que los expertos han llamado una epidemia de contaminación plástica. Aproximadamente 7.000 millones de los 9.200 millones de toneladas de plástico producidos entre 1950 y 2017 se convirtieron en desechos plásticos, que fueron en vertederos de basura o vertidos en lugares no adecuados.
«El impacto negativo que los seres humanos estamos teniendo en el medio ambiente es enorme», declaró Nzambi Matee. «Depende de cada uno de nosotros hacer que esta realidad mejore».
Maria Kolesnikova vigila la calidad del aire en Kirguistán
La contaminación del aire es una de las mayores amenazas para la salud ambiental en la actualidad, puesto que provoca aproximadamente 7 millones de muertes cada año.
Durante su voluntariado en MoveGreen, una organización ambiental liderada por jóvenes en Kirguistán, Maria Kolesnikova se preocupó por la mala calidad del aire en Bishkek, hogar de aproximadamente 1 millón de personas y una de las ciudades más contaminadas del mundo.
Esto inspiró a Maria Kolesnikova y sus colegas a desplegar sensores especiales que miden la concentración de contaminantes en el aire, incluido el material particulado fino MP2,5 y su contraparte de mayor tamaño, MP10. A la fecha, MoveGreen dispone de más de 100 sensores distribuidos en las dos ciudades más grandes del país, Bishkek y Osh, que transmiten datos a una aplicación de teléfono inteligente.
“Queríamos entender más sobre lo que había en el aire que estamos respirando y sobre qué tipo de datos estaba recopilando la ciudad para tratar de mejorar la situación”, manifestó Maria Kolesnikova, ahora directora de Move Green. «Pero no encontramos ningún dato relevante ni adecuado. Así que decidimos producir datos nosotros mismos».
El Día Internacional de la Mujer, que se celebra el 8 de marzo, es una oportunidad para rendir homenaje a las mujeres y las niñas que defienden los avances tecnológicos transformadores y la educación digital. La celebración explorará el impacto de la brecha de género digital en la ampliación de las desigualdades económicas y sociales, y destacará la importancia de proteger los derechos de las mujeres y las niñas en los espacios digitales y combatir la violencia de género en línea facilitada por las TIC.
El pleno de la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad reformar la Ley Federal del Trabajo (LFT) para garantizar la igualdad salarial entre hombres y mujeres. Las empresas que la incumplan pagarán una multa de entre 50 a 2,500 veces la Unidad de Medida y Actualización (UMA), es decir, de entre 5,187 y 259,350 pesos.
El dictamen de la Comisión del Trabajo y Previsión Social no incluyó una minuta del Senado sobre el mismo tema, pero que más profunda y amplia, pues incluye cambios a 14 leyes para garantizar la igualdad salarial por cuestión de género en los sectores público y privado. Tampoco incorporó otras propuestas que aludían a las mujeres deportistas y a los contratos colectivos.
“En México tenemos una condición verdaderamente grave e inaceptable. El Instituto Nacional de las Mujeres señala que las mujeres ganan 32% menos que los hombres”, señaló la diputada Amalia García (PRI).
Una de las modificaciones aprobadas por el pleno fue al artículo 86 de la LFT, el cual ya indica que a trabajo igual corresponde salario igual. Las diputadas y los diputados le agregaron un párrafo que dice: “Los patrones garantizarán la igualdad sustantiva y la no discriminación motivada por el género”.
En tanto, en el artículo 132 del marco legal, espacio en donde se señalan las obligaciones de las empresas, agregaron una más: “Fomentar la igualdad sustantiva entre hombres y mujeres mediante el pago del salario igual por trabajo igual”.
También establecieron la prohibición a despedir ocoaccionar a la renuncia por razones de origen étnico, género, edad, discapacidad y condiciones de salud, entre otras. Ese impedimento se integró a la fracción I del artículo 133, el cual actualmente señala que las empresas no pueden rechazar a las personas trabajadoras por los anteriores motivos.
El dictamen agrega además otra prohibición dentro del artículo 133 con consecuencias económicas para las empresas que incumplan la nueva ordenanza. Una nueva fracción, la XVIII, establece que los centros laborales no podrán violar la igualdad sustantiva.
La reforma fue enviada a la Cámara Alta para su revisión.
Reforma laboral sin dientes
El Senado aprobó en 2021 un paquete de reformas a la LFT y a otras leyes para garantizar la igualdad salarial entre hombres y mujeres. La minuta fue remitida a San Lázaro también para su revisión, pero sigue congelada en la Comisión del Trabajo y Previsión Social.
De esta manera, los cambios legales para que las mujeres tengan mayor garantía de obtener salarios justos son hasta el momento sólo buenas intenciones en el papel, no son reformas aplicables todavía.
El proyecto avalado por las senadoras y los senadores obliga a las empresas a identificar y hacer del conocimiento de las autoridades las acciones que afecten el principio de igualdad salarial.
También ordena que para eliminar la brecha de género, las empresas, instituciones públicas y sociales deberán tramitar el Certificado de Igualdad Laboral de Género y No Discriminación y acreditar que cuentan con prácticas que favorezcan el desarrollo integral de todas las personas trabajadoras.
Esta minuta modifica 14 leyes y señala como violencia laboral preguntar el historial salarial en el proceso de contratación o de la relación laboral.
Durante la discusión en el pleno, la diputada Amalia García (MC) lamentó que la minuta del Senado no haya sido integrada al proyecto de la Comisión de Trabajo porque, al igual que su iniciativa, le pone “dientes a la reforma”.
Las deportistas sí pueden ganar menos
En tanto, la Comisión del Trabajo y Previsión Social de la Cámara de Diputados rechazó incluir en el dictamen aprobado este jueves una propuesta para incluir en el artículo 294 de la LFT que “las y los deportistas profesionales deberán recibir un salario justo y acorde con la realidad económica que se vive en los deportes”.
En 2017, la Liga MX Femenil estableció un tope salarial de 2,000 pesos al mes para las futbolistas de más de 23 años, y de 500 pesos para las menores de esa edad. Si bien los dueños de la liga tuvieron que eliminar dicho tabulador, la mayoría sigue ganando salarios bajos, de acuerdo con la comunicadora y académica Adrianelly Hernández.
Sin embargo, la comisión consideró que la propuesta se contraponía con el artículo 297 de la LFT, el cual establece que en los eventos o funciones deportivas sí se pueden pagar salarios distintos por trabajos iguales.
Tampoco admitieron una propuesta para que el Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral (CFCRL) verifique los contratos colectivos de trabajo (CCT) y reglamentos interiores “contemplen medidas objetivas para eliminar la brecha salarial de género”.
Desecharon también una iniciativa para obligar a una coordinación entre la Secretaría de Trabajo y Previsión Social (STPS) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) para velar por el pago salarial igualitario hacia hombres y mujeres en las empresas.
De los 214 nominados este año en las categorías no actorales -excluyendo la de mejor película internacional-, solo 57 (el 27 por ciento) son mujeres, mientras que 157 (el 73 por ciento) son hombres.
El próximo fin de semana se llevará a cabo la 95º entrega de los Premios Oscar, donde, entre otras cosas, la desigualdad de género seguirá siendo un tema de agenda, dejando ver que, al día de hoy, todavía falta mucho por hacer al respecto.
Hoy por hoy, ya no hay vuelta hacia atrás; las nuevas generaciones, en líneas generales, se han encargado de posicionar nuevos discursos y nuevas narrativas con el fin de reemplazar viejos hábitos por una nueva cultura.
Actualmente, queda claro que son los jóvenes de la llamada Generación Z los que apelan a la inclusión, la diversidad, equidad, entre otros tópicos que, sin duda, era necesario ponerlos sobre la mesa y comenzar a erradicar viejas prácticas.
Bajo este contexto, el tema de la igualdad de género es uno de los más urgentes. Datos del Índice Global de Brecha de Género (Global Gender Gap Index) revelan que en México se ubica en la posición 31 de los países con mayor igualdad de género, cifra que deja ver que hace falta mucho por hacer en dicho rubro.
De hecho, cabe destacar que Nicaragua, país centroamericano, se ha colocado en la posición número 7, siendo el único país del continente americano en ubicarse en los primeros 10 sitios del ranking.
Premios Oscar y la desigualdad de género
Estamos prácticamente a unas horas de que se lleve a cabo una nueva edición de los Premios Oscar, donde, por supuesto, el tema de la desigualdad de género sigue siendo una constante, sobre todo en las categorías de mayor prestigio.
En ese sentido, información de la organización Women’s Media Center, y tal como se muestra en el gráfico depositado en la parte superior, de los 214 nominados este año en las categorías no actorales -excluyendo la de mejor película internacional-, solo 57 (el 27 por ciento) son mujeres, mientras que 157 (el 73 por ciento) son hombres.
Se trata, además, de un retroceso respecto a los modestos avances registrados en las dos ediciones anteriores. Por decir algo, en 2021, la proporción de mujeres nominadas fue del 32 por ciento, y del 30 por ciento en 2020.
Ahora bien, Women’s Media Center también muestra las mejoras que, para este año, ha habido un avance en comparación con el anterior, las cuales son las categorías de mejor diseño de producción, diseño de vestuario, cortometraje documental y cortometraje animado.
“¿Alguien que se atreva con Stravinski aunque no esté pulida esta parte?”. Silencio indeciso entre los alumnos de dirección de orquesta que asisten a la clase práctica en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Cuando parece que habrá forzosos en vez de voluntarios, Soledad Rubio se levanta. Menuda, seria, se enfrenta a la orquesta sin batuta porque esta vez quiere ver si consigue otros matices con las manos; aunque es su mirada la que da órdenes contundentes. Rubio cursa cuarto, el último curso de esta especialidad, y es la única mujer de su clase. Una de cinco. La proporción habitual en el centro. Entre los músicos de la orquesta, sin embargo, ellas son mayoría.
¿Por qué tan pocas chicas quieren ser directoras? “No lo sé. En el conservatorio tenemos la orquesta llena de mujeres, saben lo que es la dirección, lo están viendo. Aquí suelen venir de otras carreras y quizás ellas aman más lo que hacen… No lo sé. Sería muy incauto por mi parte aventurar una hipótesis, pero la verdad es que ocurre y en todas partes”, explica el profesor Juan Luis Martínez. Rubio es alumna suya. También Laura de las Heras, Marta Fernández y Verónica Sánchez. Son las únicas mujeres entre los estudiantes de dirección de orquesta en el centro. Todos, chicos y chicas, suman cerca de 20 y la mayoría asiste ahora a esta clase práctica.
Soledad Rubio, alumna de cuarto curso de dirección.CLAUDIO ÁLVAREZ
Si no le toca dirigir, Rubio escucha seria, hierática. La espalda recta, el pelo en un semirecogido que le despeja el rostro, sus brazos en un perfecto ángulo de 90 grados y la partitura sobre sus manos. A Marta Fernández, sentada a pocos metros, el pelo largo y rizado le cae hacia adelante porque tiene la espalda arqueada y la barbilla pegada al pecho para poder leer la partitura en el iPad que reposa sobre sus rodillas. Así sus manos pueden volar libres. La música le hace dar respingos en su butaca y agitar a espasmos la batuta que empuña con su diestra como si estuviera en clase de magia. Cada una entiende la música a su manera y las cuatro alumnas se enamoraron de la dirección de formas distintas. Pero existen puntos en común. Todas admiraron solo a referentes masculinos. Todas se fijan ahora en la carrera de la mexicana Alondra de la Parra. Y ninguna ha oído que la dirección de orquesta no es asunto de mujeres. Tampoco sabe ninguna de ellas que a Alondra de la Parra sí le ha tocado escucharlo.
“Cuando comentaba a amigos de mis padres que quería ser directora de orquesta, la respuesta inmediata era: ‘Pero si no puedes porque eres mujer’. Y no lo decían con mala onda, les salía en ese momento”, recuerda por teléfono la directora mexicana. Cuenta que cuando se decidió por la dirección la idea sonaba “muy loca”, porque no había referentes femeninos. Encontró su propio camino y con los años se ha convertido en modelo para otras generaciones. Su nombre incluso se barajó hace poco para dirigir la Orquesta y Coro Nacionales de España, aunque finalmente renovó su contrato David Afkham. Ella ha podido, pero ese “no puedes” también ha estado presente en su carrera y lo ha sentido sin necesidad de oírlo: “Lo importante es cuánta gente lo dijo en su mente. Eso es imposible saberlo, pero sí se siente”.
El profesor Juan Luis Martínez da indicaciones a la alumna Verónica Sánchez.CLAUDIO ÁLVAREZ
De la Parra ha vivido situaciones amargas, como enterarse de que a otro compañero le han pagado más. Le ha ocurrido en varias ocasiones, pero da detalles de una de ellas. “Sí me enfureció, sobre todo porque era una orquesta que llevaba años queriendo trabajar conmigo, me invitó y me pidieron que sugiriera al solista”. A la directora le ofrecieron una cantidad que le pareció algo baja. Intentó que fuera más, pero la orquesta se negó: bajo ningún concepto podían mejorar la oferta, así era por estatuto. De la Parra aceptó y con el tiempo se enteró de que al solista sí que le pagaron más que a ella. “Un solista que no conocían, que yo recomendé… ¿Cómo puede ser que ahí sí pudieran hacer una excepción y en mi caso no?”.
La igualdad, cree la directora, aún está lejos: “No estamos ni a la mitad del cambio, estamos aún al principio”. Y no tiene respuesta a por qué hay tan pocas jóvenes que quieren estudiar dirección. Tiene mucho que ver, aventura, con que siempre ha sido una profesión de hombres. Y apunta otro posible motivo: “No es nada fácil llevar esta carrera como madre. Si quieres ser mamá y directora, yo diría que oscila entre lo imposible y lo muy imposible”. Ella llevó a sus hijos en sus viajes por las orquestas del mundo hasta que cumplieron seis años. Pero los gastos del traslado corrían a su cargo. “Esos seis años se me fue el 80 o 90% de lo que yo ganaba en pagar el llevar a mis hijos”, asegura.
A Virginia Martínez le resultó más fácil. Su maternidad coincidió con su debut como titular de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. “La titularidad me la dieron dos hombres y confiaron en mí estando embarazada de ocho meses. Me incorporé a los dos meses de dar a luz porque me concedieron todo lo que yo pedía: un camerino para tener a mi bebé con una cuna, que estuviera mi madre y yo poder dar allí el pecho. Luego nació mi otra hija y mi camerino seguía lleno de pañales y partituras mezclados”, recuerda la directora murciana. Sabe que la situación no es de paridad y que otras compañeras sí han sufrido el azote del machismo. Pero ella solo ha tenido dos malas experiencias y las dos por parte de mujeres. Una, recuerda, le soltó a la cara que no podía soportar que una mujer la dirigiera. Si ha habido más miradas, gestos, comentarios a hurtadillas… no les ha prestado atención.
Alumnos que integran la orquesta del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Entre los músicos, ellas son mayoría.CLAUDIO ÁLVAREZ
En España hay 35 orquestas sinfónicas (incluidas dentro de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas) y solo dos de ellas tienen a una mujer como directora titular. Martínez en Murcia, donde lleva más de diez años, y Marzena Diakun, directora de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid desde 2021, que no ha querido participar en este reportaje. El porcentaje es bajo y Martínez cree que el camino hacia la igualdad pasa por aumentarlo: “El arma más potente que tenemos las directoras es subirnos a una tarima. Es la esperanza más válida que pueden tener las chicas que están empezando, una forma de decirles que se pueden conseguir los sueños. Si no lo ven, no lo van a creer. Alondra de la Parra es una excelente directora o Marin Alsop, titular de la Orquesta Sinfónica de Radio Viena, pero también es importante contar con algo más cercano a la gente. Tener a una mujer de titular en la orquesta de una ciudad favorece mucho que ese conservatorio aumente el número de féminas en su alumnado de dirección”, defiende.
Como ejemplo de que hay que combatir desde la normalidad, cuenta la directora que su hija se interesó por una partitura que ella estaba estudiando. Buscaron la pieza en YouTube para que escuchara esa música y eligieron el primer resultado: Valeri Guérguiyev en el teatro Mariinsky de San Petersburgo. “Su primera reacción fue: ‘¡Uy! ¿Un hombre dirigiendo? ¡Qué raro!’ Claro es que ella me ha visto a mí toda la vida. La normalidad es lo que nosotros asociamos a nuestro día a día”.
Soledad Rubio, estudiante de cuarto curso de dirección de orquesta en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ
Martínez menciona a Marin Alsop, una directora estadounidense pionera en muchos de los pasos que sigue empeñada en reducir la brecha de género. En 2003 creó la beca Taki Alsop para apoyar a las jóvenes directoras. Y en 2022 Irene Delgado-Jiménez y Julia Cruz se convirtieron en las primeras españolas reconocidas por la fundación. Delgado-Jiménez, nacida en Algeciras, fue nombrada para el periodo 2022-2024 miembro asociado. “Este programa cambia el mundo. Ahora está de moda invitar a mujeres porque hay que cubrir un cupo, pero no les damos apoyo de verdad. Marin da esa beca para que no tengamos que pasar ciertos calvarios. Ella alucina de que aún ocurra. El problema es que aún ocurre. Ha sido la primera en muchas cosas, pero no cambia tanto como debería. Y siempre hay el peligro de que vaya hacia atrás”, cuenta por zoom desde Viena.
Las tres directoras aprovechan también para hacer un alegato: quieren hablar de música. Que, al igual que a ellos, se les pregunte por sus proyectos, sus inquietudes. De la Parra solo recuerda una entrevista, en toda su carrera, en la que no estuviera presente el tema de la igualdad. Y al terminar estaba tan agradecida que abrazó al entrevistador. Martínez sabe que es parte de su responsabilidad y a Delgado-Jiménez le agota responder siempre a lo mismo. “Cuando las preguntas van encaminadas a nosotras como víctimas de un sistema, termino muy cansada. Si las preguntas crean algún tipo de esperanza, entonces es diferente. Escuchar tantas veces que no vives en igualdad es muy duro. No sé si me dejarán de preguntar por eso. Quizá no ocurra o a lo mejor yo algún día decido no hacer ese tipo de entrevistas. Decir hasta aquí he llegado. Pero no sé si podré permitírmelo tampoco”. La primera solución entonces, para la directora de Algeciras, pasa porque ser mujer deje de ser noticia. La segunda, continúa, por darles un apoyo real. Y desde luego no ayudan, cree, películas como Tár, protagonizada por Cate Blanchett y candidata a los Oscar.
Tráiler de la película Tár, protagonizada por Cate Blanchett.
Tár narra la historia de una directora de éxito en un tiempo tan presente que hasta menciona la pandemia. Pero cualquier parecido con la realidad, en lo que a igualdad se refiere, parece coincidencia. Las directoras no firman con la Deutsche Grammophon (Mirga Gražinytė-Tyla se convirtió en 2019 en la primera y única), no tienen interesantes entrevistas en las que se obvie que son mujeres y prime su forma de entender la música o sus proyectos presentes y futuros. Y no parece que Marin Alsop crea que es el momento de abrir su beca a ambos sexos, como sí se lo plantea la protaganista de la película, que gestiona un proyecto similar. Quizás se debería haber llegado a ese punto, pero la realidad es otra.
La situación de las directoras ha mejorado, pero ellas denuncian que el ritmo es lento. Siguen siendo minoría al frente de las orquestas y entre los estudiantes. Sigue habiendo pocos referentes femeninos en los que fijarse. Siguen teniendo que escuchar al presidente de la Filarmónica de Viena decir que no hay mujeres preparadas para dirigir el Concierto de Año Nuevo. Se han dado pasos hacia adelante y se deben celebrar, pero lo que reclaman ahora las directoras es que el tempo deje de ser lento y se convierta en allegro.
Con motivo al 8 de marzo queremos recordar a aquellas mujeres que inspiran, a través de las diferentes historias que forjaron. Descubre de qué tratan dichas producciones y en dónde podrás verlas.
Madam C.J. Walker: Una mujer hecha a sí misma (2020)
Madam C.J. Walker: Una mujer hecha a sí misma es una miniserie de Netflix que retrata la vida de la empresaria afroamericana Madam C.J. Walker, quien decidió dejar su vida como lavandera para construir un imperio de belleza que la convirtió en una mujer millonaria.
Ellas hablan (2022)
Esta cinta nominada a los Oscar se concentra en Megan Twohey y Jodi Kantor, dos reporteras del New York Times que publicaron una de las historias más importantes para el surgimiento del movimiento #MeToo que rompió el silencio que hubo detrás de muchos casos de violencia. Esta película aún se encuentra en cartelera.
Las cosas por limpiar (2021)
Alex, una madre joven que realiza trabajos de limpieza para resolver sus severos problemas financieros, intenta huir de una relación abusiva mientras construye un futuro prometedor para ella y su pequeña hija.
Talentos ocultos
Esta historia de mujeres que inspiran, trata sobre un equipo de matemáticas que jugó un papel fundamental para la NASA, durante los primeros años del programa espacial, cuando se llevó a cabo el lanzamiento a la órbita del astronauta John Gleen. Si quieres descubrir la historia completa, podrás hacerlo a través de Disney+.
Erin Brockovich: Una mujer audaz (2000)
Esta cinta trata sobre Erin Brockovich, una madre soltera que después de estar desempleada se convierte en la asistente de un despacho de abogados y descubre que una compañía eléctrica está relacionada con el caso de unos clientes que sufren de un sospechoso padecimiento. Sin duda, este film protagonizado por Julia Roberts retrata a una de las tantas mujeres que inspiran y puedes verlo a través de HBO Max.
Gambito de dama (2020)
Otra historia sobre mujeres que inspiran es Gambito de dama. Esta miniserie de Netflix está ambientada en la Guerra Fría y gira en torno a Beth Harmon, una huérfana que posee un talento inigualable para el ajedrez, quien hará lo posible para convertirse en la mejor jugadora del mundo mientras intenta luchar contra diferentes adicciones.