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  • 3 mujeres que la rompieron en la F1

    3 mujeres que la rompieron en la F1

    La Fórmula 1 es una disciplina que siempre ha estado relacionada con el sexo masculino, sin embargo, a lo largo de la historia existieron mujeres que se olvidaron de las etiquetas y decidieron vivir su sueño, enfrentándose al machismo y a los prejuicios que siempre han rondado a la máxima categoría del automovilismo. Hoy en De Cero a 100, haremos un breve repaso en las carreras de 3 pilotas cuyas impresionantes historias dieron paso a que mujeres como Luna Fluxá, Tatiana Calderón y Jamie Chadwick puedan estar detrás de un volante, y sueñen con llegar a competir en el Gran Circo en un futuro cercano.


    María Teresa de Filippis
    Vía Wikipedia

    Considerada como una leyenda al ser la primera mujer en participar en un Gran Premio de la Fórmula 1, María Teresa de Filippis fue muy valiente al abrir el camino para que más pilotas pudieran entrar a un deporte que ha sido dominado por hombres desde sus inicios.

    María Teresa de Filippis nació en una familia adinerada en la que las buenas costumbres eran lo más importante, sin embargo su carácter fuerte y su amor por la velocidad, dieron como resultado que su padre le regalara un Fiat 500, modelo con el que consiguió su primera victoria en el mundo de las carreras, en 1954.

    María Teresa debutó en el Gran Circo durante el Gran Premio de Mónaco de 1958, a bordo de un espectacular Maserati 250F con el que logró la posición 23 en la parrilla. A pesar de su esfuerzo, este lugar la dejó fuera de la carrera del domingo, pues en aquel entonces solamente los primeros 16 lugares podían correr en la pista.

    Aunque ya había estado involucrada en la máxima categoría del automovilismo, seria hasta el Gran Premio de Bélgica de aquel año cuando María Teresa de Filippis se convertiría oficialmente en la primera mujer en F1.

    La última carrera de De Filippis sería en 1959, pero al igual que su primera carrera, la italiana se quedó a escasos segundos de formar parte de los 16.

    Luego de la trágica muerte de su compañero de equipo, Jean Behra, durante el Gran Premio de Alemania en 1959, María Teresa se retiró para siempre del mundo de las carreras, dejando el camino abierto para las mujeres que aman la velocidad.

    Lella Lombardi

    Lella Lombardi

    Con el amor por la velocidad corriendo por su sangre, Maria Grazia «Lella» Lombardi sería la sucesora de Maria Teresa de Filippis, al convertirse en otra de las pilotas de Fórmula 1, y ser la primera y única mujer que ha sumado puntos para su equipo.

    Durante sus años de juventud, Lella participaría en distintas carreras menores como la Fórmula Monza y la Fórmula Inglesa Ford México; sin embargo, sería el 20 de julio de 1974 cuando la italiana haría su debut en la Fórmula 1, participando en el Gran Premio de Gran Bretaña.

    Lella Lombardi ha sido la única mujer en sumar puntos y desde entonces nadie ha podido igualar su hazaña. En el año de 1975, mientras se llevaba a cabo el Gran Premio de España, hubieron 5 decesos que provocaron que no todos los pilotos quisieran correr; Lella fue una de las pocas que aceptó el reto y al llegar en sexto lugar, pudo sumar medio punto.

    Divina Galica

    Divina Galica
    Vía W Series????

    Amante de los deportes extremos -su participación el los Juegos Olímpicos de 1964 lo demuestra-, la piloto británica Divina Galica debutó para la Fórmula 1 en el Gran Premio de Gran Bretaña en el año de 1976, un momento que quedaría grabado en los libros de historia,  pues fue en ese mismo GP en donde se encontró en la pista con Lella Lombardi, marcando un momento único en el que dos mujeres han participado juntas en la F1.

    Su última carrera dentro de la Fórmula 1 sería en el Gran Premio de Brasil en el 78. Tiempo después, Galica siguió participando en distintas carreras de la Fórmula 2, hasta anunciar su retiro definitivo del mundo del automovilismo en el año 2000.

  • ¿Por qué impulsar participación de mujeres en consejos de administración?

    ¿Por qué impulsar participación de mujeres en consejos de administración?

    Solo el 45% de las mujeres mexicanas participan en el mercado laboral, respecto al 77% de los hombres, según datos del INEGI 2020, y de acuerdo con información de Deloitte, recabada por el Instituto Mexicano de Mejores Prácticas Corporativas (IMMPC), los Consejos de las empresas en el país están compuestos en un 85% por hombres y solo un 15% por mujeres.

    En ese sentido, el IMMPC señaló que que “el Consejo de Administración Empresarial es fundamental para el buen funcionamiento de las empresas, pues su responsabilidad es la gestión de la compañía y se asegura se generen resultados positivos a través de la participación equitativa de los accionistas de la organización”.

    No obstante, la Encuesta Nacional de Gobierno Corporativo del mismo Instituto expuso que menos de la mitad de las empresas en México se administra mediante un Consejo de Administración, y de los que hay, la mayoría de los espacios son ocupados por hombres, aun cuando las mujeres generan “enriquecimiento en la diversidad de la toma de decisiones”.

    Por lo anterior, la organización, en colaboración con la inmobiliaria Levy Holding, llevará a cabo el programa “Desarrollo de Consejeras”, para promover un cambio en la cultura empresarial mexicana, incentivar a las mujeres a prepararse para asumir puestos en altas direcciones, y concientizar a los consejos de administración sobre la importancia de contar con mujeres.

    La presidenta del Comité de Desarrollo de Mujeres Consejeras para el IMMPC, Rosalba Levy, resaltó “la importancia de establecer metodologías para abrir paso a la experiencia y talento” sin importar el género, además de elaborar estrategias para alcanzar la equidad y equilibrio salarial en las empresas.

    “El rol de las mujeres como consejeras permite que nuestras opiniones trasciendan a la compañía, con ello, logramos un crecimiento personal y profesional. Ser consejera es nuestra oportunidad para posicionar la postura femenina en la gestión empresarial; al crear mujeres consejeras, podemos transformar la administración para romper paradigmas”, argumentó la experta.

    Levy aseguró que se debe reconocer lo que se puede lograr dentro de una empresa para trabajar e impulsar a la mujer con liderazgo, darles puestos más altos de forma que su voz aporte el rumbo de su lugar de trabajo.

  • Mujeres en STEM en los estados

    Mujeres en STEM en los estados

    Hacen falta estrategias integrales en los estados para sumar a más mujeres a carreras STEM

    • De mantener la tendencia de la última década, México tardaría 37 años en incorporar al medio millón de mujeres que faltan para cerrar la brecha de género.
    • En los últimos 10 años, todos los estados, excepto Tabasco, redujeron la brecha de género en la matrícula de programas educativos STEM.
    • Los estados que más cerraron la brecha de género en programas STEM (Colima, Zacatecas y Sonora) han observado mayor productividad y cuentan con mejores entornos laborales para las mujeres.

    Se acerca una transformación laboral que requerirá profesionistas con habilidades vinculadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). De acuerdo con el Foro Económico Mundial, para 2025 surgirán 97 millones de nuevos empleos adaptados a la nueva relación entre máquinas y personas.

    Sin embargo, en México las mujeres se han quedado atrás en la formación de estas habilidades para el futuro. En 2022, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) encontró que solo tres de cada 10 profesionistas en STEM son mujeres. Este año, con el objetivo de medir la brecha de género en la formación de talento científico y tecnológico en las entidades, el IMCO analizó la matrícula de hombres y mujeres en carreras STEM entre 2012 y 2022. Destaca que en todos los estados, las mujeres en carreras STEM tendrían que aumentar en al menos 71% para alcanzar un nivel similar al de los hombres. Las entidades en donde se ha cerrado más la brecha han observado mayor productividad y proveen mejores condiciones laborales para la participación de las mujeres.

    En 2022 se registraron 494 mil 753 mujeres y 996 mil 519 hombres que estudian algún programa STEM a nivel nacional. Aunque en los últimos 10 años la cifra aumentó en cuatro puntos porcentuales, el ritmo de crecimiento en la matrícula ha sido insuficiente (4.4% anual). De continuar esta tendencia, México tardaría 37 años para que el número de mujeres que estudian estas carreras sea similar al que mantienen los hombres hoy.

    La mayoría de las entidades tienen una brecha de género amplia en carreras STEM; no obstante, se identificaron diferencias entre ellas:

    • Seis entidades (Ciudad de México, Estado de México, Puebla, Veracruz, Nuevo León y Guanajuato) concentran el 50% de las estudiantes de STEM.
    • Colima logró cerrar su brecha en nueve puntos porcentuales, mientras que Durango solo en un punto porcentual.
    • Tabasco es el único estado en donde la proporción de mujeres en carreras STEM se redujo, al pasar de 33% en 2012 a 30% en 2022.

    Cerrar la brecha de género en la generación de talento es aún más importante en aquellas entidades en las que el sector secundario (minería e industrias manufactureras) tiene un mayor peso para la economía local. En estados cuya producción depende en gran parte de actividades secundarias, como Campeche (82.5%), Tabasco (64.2%), Coahuila (49.8%), Sonora (43.7%) y Chihuahua (39.9%), incrementar el número de mujeres en STEM puede ser una estrategia para la formación del talento especializado que requieren.

    El IMCO detectó prácticas y acciones aisladas para incrementar el número de mujeres en STEM; sin embargo, no hay una estrategia integral y unificada que abarque desde la infancia hasta el ingreso a la educación superior. Algunas de ellas se enlistan en la siguiente tabla.

     Una mayor participación de las mujeres en el sector STEM no solo tendría beneficios para ellas, sino que también elevaría la competitividad de las industrias y de los estados al incorporar una mayor diversidad de perspectivas para el desarrollo de la innovación. Algunos estudios muestran que la diversidad de género en las industrias STEM y en la academia potencializa dinámicas novedosas de solución de problemas que resultan en contextos más propicios para la creatividad.

    Duplicar el número de mujeres que estudian carreras STEM para cerrar la brecha de género no se logrará en el corto plazo. Estas brechas empiezan desde la infancia, cuando las niñas pierden confianza en su capacidad para desarrollarse en estos temas, y se abren con el tiempo hasta que pocas mujeres se interesan por estas áreas de estudio. En ese sentido, los estados pueden implementar estrategias locales de largo plazo que articulen los esfuerzos de diferentes sectores, así como definir objetivos y metas en sus planes de desarrollo para promover la inclusión de más mujeres en carreras STEM. Para esto, el IMCO Propone:

    1. Definir en el plan estatal de desarrollo objetivos, indicadores y metas para impulsar que más mujeres elijan carreras STEM. Para darle continuidad entre administraciones, lo ideal sería que estos objetivos se respaldaran con una ley local para incrementar en talento STEM en el estado y que se incluyera una partida en el presupuesto.
    2. Hacer un diagnóstico para el estado que incluya un mapeo de las acciones locales vigentes, incluyendo públicas y privadas, así como un análisis basado en evidencia de dónde están las principales barreras para incentivar a más mujeres a elegir carreras STEM. Esto se podría hacer a través de encuestas sobre la percepción de niñas y mujeres en torno a estas áreas de conocimiento en diferentes niveles educativos como las que ha levantado el Banco Interamericano de Desarrollo.
    3. Aprovechar acciones del sector privado o de la sociedad civil para atender las principales áreas de oportunidad del estado. A través de programas conjuntos, como STEM Learning de Reino Unido o FostWom de Brasil, se pueden poner a disposición recursos, varios de ellos con perspectiva de género, sobre acciones dirigidas a profesores, empleadores y estudiantes de diferentes niveles educativos, así como cursos y talleres en línea que expongan a más niñas y mujeres al conocimiento científico.
    4. Consolidar comités multisectoriales en donde participen autoridades del gobierno del estado, sociedad civil, universidades, docentes, y el sector productivo para alinear necesidades y revisar avances en las acciones que se implementen.
  • Crean mujeres en CDMX, 50 colectivos para visibilizar violencia económica

    Crean mujeres en CDMX, 50 colectivos para visibilizar violencia económica

    El contar con una alternativa para lograr la autonomía económica impulsó la creación de 50 colectivos, que integran a alrededor de 300 mujeres, quienes a través de protestas sociales en diversos puntos de la ciudad de México buscan visibilizar las diversas violencias de las que son receptoras y contar con un espacio para vender sus productos.

    La presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, Nashieli Ramírez Hernández, señaló que la poca comprensión de la sociedad en general, como de los servidores públicos e instituciones ha reducido su proceso organizativo a una actividad de comercio en el espacio público.

    El intercambio de productos desde la microeconomía feminista trasciende las lógicas del mero intercambio de bienes y servicios en el espacio público, pues se constituye como un legítimo reclamo de las mujeres y colectivas para denunciar los diversos sistemas de opresión que las agravian, destacó.

    La Alcaldía Cuauhtémoc, argumentó, es donde converge la mayor parte de ellas, aunque más de la mitad de las integrantes viven en la periferia de la ciudad, lo que invita a considerar este asunto desde la mirada metropolitana, y el abordaje de este conflicto sin una lectura de derechos, conlleva a la reproducción de la violencia institucional.

    Durante la presentación del informe temático: “Protesta feminista contra la violencia económica”, señaló que en los dos últimos años, la CDHCM realizó 87 acompañamientos in situ con las integrantes de las colectivas al momento de realizar sus expresiones políticas.

    El espacio público, reconoció, es un ámbito en disputa no solo entre personas y actividades, sino de derechos y en esa lógica existen espacios de intersección que permiten observar que las compañeras comerciantes padecen los efectos de la violencia económica también.

    Muestra de ello es que, a nivel nacional, del total de comerciantes en espacio público, el 45.7 por ciento son hombres quienes perciben un ingreso promedio mensual de 4 mil 80 pesos, mientras que las mujeres, que representan el 54.3 por ciento de esa actividad reciben un salario promedio de 2 mil 730 pesos, significativamente menor.

    Dicha realidad, abundó, da cuenta de la agenda pública pendiente para la atención de la feminización de la precariedad económica, la desigualdad y la violencia económica hacia las mujeres que persiguen su ingreso en el espacio público, como consecuencia de múltiples exclusiones.

    En el país y en la ciudad de México hay bases constitucionales y normativas para el reconocimiento de la protesta social no tradicional, por lo que llamó a autoridades a utilizar los recursos existentes para evitar el uso de herramientas tradicionales, restrictivas y punitivas como las propias de la legislación de cultura cívica.

    Así como el uso excesivo de faltas administrativas y la persistencia de la ausencia de regulación del trabajo no asalariado y del uso del espacio público; y con autoridades se mantengan espacios de constante dialogo con las mujeres y colectivas para la construcción de acuerdos entre ambas partes que se adapten a los contextos cambiantes.

  • Los hombres que no aman a las mujeres

    Los hombres que no aman a las mujeres

    María captaba hombres a través del chat privado de Instagram y se citaba con ellos en hoteles. Se lo enseño su íntima amiga cuando le contó que necesitaba dinero.

    En menos de un mes, fue ella misma la captada por uno de esos supuestos clientes y obligada a ejercer en un piso junto con otras mujeres. En ese lugar, ella era la más demandada de todas, no en vano, esta joven madrileña, tenía tan solo 17 años.

    María necesitaba el dinero para mantenerse y cuidar de su hermana pequeña con la que ejercía el rol de madre, porque la suya no se ocupaba de ellas y su padre hacía años que, tras la última paliza a su progenitora, había desaparecido de la vida de las tres.

    María llego a la asociación especializada en trata sexual a pedir ayuda, con la única compañía de su miedo. Decía que la seguía un hombre desde que se había escapado del piso y recibía amenazas veladas a través de WhatsApp. La joven tenía las pupilas muy dilatadas, seguramente de haber consumido alguna sustancia tóxica y lloraba desconsolada mientras pedía ayuda a la trabajadora social.

    Como recuerdo de su paso por ese espacio invisible de prostitución, la menor tenía una ETS y un embarazo no deseado. Necesitaba abortar. Vomitar de sus entrañas el pequeño saco de violaciones con piel de ser humano al que hubiera sido difícil escuchar el latido del corazón dado el estruendo del órgano de María, que galopaba a gran velocidad a causa del miedo, el estrés, la preocupación y la vergüenza.

    Lo normal en estos casos es que la trabajadora social inicie un protocolo que pasa, en primer lugar, por acompañar a la víctima a un recurso sanitario especializado. Y me pregunto, ¿no hubiera sido mejor que la hubieran acompañado de regreso al piso donde la prostituían?, donde había sido sobada, chupada y poseída, para que todos esos “clientes” que la habían obligado a mantener sexo sin preservativos (algo muy normal en prostitución) y a consumir drogas con ellos, uno a uno y con gran delicadeza, apoyaran el oído sobre el vientre aún no muy abultado de María y escucharan los latidos provenientes del interior.

    Quizá, con suerte, alguno de estos hombres comprometidos con ellos mismos se hubiera enternecido del feto latiente y se hubiera prestado de buen grado a la crianza, manutención, educación… de por vida, del producto de sus agresiones sexuales pagadas a los proxenetas, evitando, con este gesto, la necesidad de que la joven abortara. Claro que ante la negativa de tan gentiles hombres, María podría abortar en nuestro país sin tener que poner en grave peligro su vida… Una suerte muy distinta de la que corrió la pobre Sofía, que también llego a esta misma asociación, en su caso, derivada por la Policía Nacional.

    A Sofía, paraguaya, la violó su vecino cuando tenía 13 años y la obligaron a dar a luz. Ahí se truncó su vida para siempre. Apenas recién abandonadas sus muñecas, ya cambiaba los pañales de un hijo no deseado.

    En Paraguay, como en muchos otros países, los hombres que no aman a las mujeres deciden sobre las vidas, los cuerpos y la sexualidad del sexo femenino, al que consideran inferior. En ningún caso como los hombres, sujetos de pleno derecho. Se condena incluso a las niñas sobrevivientes de violación. Y esto incide directamente en la captación de mujeres y menores para el mercado prostitucional.

    Paraguay es la segunda nacionalidad (detrás de Rumania) de mujeres víctimas de trata sexual en España. No es casualidad que la mayoría de las mujeres captadas en ese país son muy jóvenes y con hijos menores a su cargo. Nada hace más vulnerable que esta situación. Sin herramientas ni recursos aceptan el ofrecimiento para venir a este lado del charco, bien con el engaño de un trabajo en hostelería o bien directamente para la prostitución. Y, aunque no lo hayan hecho antes, ¿acaso tienen otra alternativa?

    Sofía, como muchas de sus compatriotas, aceptó venir a España para tener una oportunidad para ella y para ese hijo dejado al cuidado de su familia en su país. Sus padres utilizaban al menor como rehén para que Sofía les enviara más y más dinero. Así, víctima de la codicia de proxenetas y familiares, sobrevivía en cautiverio en el mismo lugar donde fue explotada sexualmente durante meses. Pero si hubiera decidido abortar en su pequeño pueblo del interior de Paraguay, igualmente habría estado privada de libertad, porque, a pesar de ser violada, de los riesgos de un embarazo en una niña de tan solo 13 años, cuyo cuerpo aún no estaba totalmente desarrollado, la pena sería de hasta cinco años de cárcel. O, peor aún, quizá Sofía hubiera muerto en el intento, como tantas otras menores condenadas por los hombres que no aman a las mujeres.

    Mabel Lozano es directora de cine social.

  • La industria tech seguirá creciendo, pero necesita a más mujeres

    La industria tech seguirá creciendo, pero necesita a más mujeres

    A pesar del momento desafiante que vive la industria tecnológica, se trata de un sector que en el futuro seguirá creciendo y ante una nueva etapa de desarrollo, la brecha de género se debe reducir en las empresas, es decir, pasar de ser una “meta simbólica” a ser clave en el crecimiento de las organizaciones.

    De acuerdo con datos de la firma de consultoría Select, tan solo en México el mercado de tecnologías de la información y comunicación (TIC) tendrá un crecimiento de 5.8%, lo que demuestra su relevancia en medio de un periodo de crisis.

    Al respecto, Ofelia Reyes, directora de bootcamp en la EdTech enfocada a mujeres Laboratoria, resalta que si bien el mundo tech sigue teniendo una disparidad de género, las organizaciones necesitan que las mujeres tengan un rol activo, pues mejora la productividad y relevancia de la empresa.

    Según cifras del Boston Consulting Group, los equipos con mayor diversidad reportan 19% mayor crecimiento, mientras que las empresas con menos diversidad registran 33% más de resultados negativos. No obstante, en México solo una de cada 10 mujeres profesionistas egresó de una carrera STEM, de acuerdo con el Imco.

    Reyes ha analizado este problema y enumera algunas razones por las que las mujeres siguen padeciendo desigualdad de oportunidades, entre las que destaca la prevalencia de estereotipos que las alejan de las carreras STEM, así como la falta de mujeres en puestos de liderazgo.

    También resalta que los roles de cuidado y del hogar están asociados a las mujeres en la mayoría de los casos, por lo que tienen menos tiempo y energía para estudiar o trabajar. Mientras que aquellas que logran alcanzar tales objetivos se encuentran con problemas como la disparidad salarial.

    “Contar con más mujeres en esta industria implica abordar sesgos, permitir el desarrollo de productos más inclusivos, además de darles acceso a mejores condiciones de empleo, como un buen salario y las posibilidades de crecimiento. Es una oportunidad para el desarrollo de una sociedad en equilibrio”, menciona.

    Las EdTech y el juego ocupan un papel importante en emparejar el campo

    Durante los dos últimos años el entorno de las edtech ha tenido un crecimiento significativo en espacios de capacitación digital, algo que atiende a la creciente demanda a pesar del impacto negativo que ha tenido el sector de las grandes empresas de tecnología.

    Reyes resalta que en un contexto en el que la realidad económica del mundo es de desafíos, el sector tech va a seguir al alza, porque ahí es donde se encuentran los perfiles más buscados en el futuro, pues otros sectores como la medicina, la manufactura, o el comercio, entre otros, buscan en los recursos digitales una clave para diferenciar sus productos.

    “Es importante que las mujeres aun en este contexto desafiante accedan a oportunidades de desarrollo y crecimiento”, menciona y puntualiza el rol que están jugando las edtech, pues estas permiten la capacitación rápida, con el objetivo de que encuentren empleo con mayor velocidad.

    De hecho, Laboratoria resalta como una organización importante en el campo, ya que tan solo en 2022 alcanzó la cifra de 3,000 profesionales especializadas en este tipo de carreras y a finales de 2025 esperan llegar a 6,000 mujeres.

    Reyes puntualiza que las edtech tienen impacto sobre este sector de la población pues del total de las egresadas, 82% encuentra un empleo, mientras que 78% ha confirmado un crecimiento salarial y 20% está liderando equipos en sus trabajos.

    Daniel Bojorquez, responsable de ventas de la EdTech Matific en México, resalta que una manera de atraer a más niñas a este campo es por medio del juego en los procesos de aprendizaje, pues a partir de ello se puede romper con estereotipos de género e incentivar en ellas el pensamiento crítico, la creatividad y la exploración de carreras STEM.

    “Se trata de revertir las desventajas en una creciente economía digital para construir un futuro más equitativo para la región”, concluye Reyes. “Este impacto de movilidad social se ve en muy poco tiempo a través de la tecnología”.

    Un informe de Women in tech señala que a pesar de que las oportunidades laborales de las mujeres en la industria tecnológica son favorables, en 2022 fueron uno de los sectores de la población más afectados por los recortes de las big tech, ya que el 69.2% de los puestos que se recortaron eran ocupados por mujeres.

  • ¿Qué pasa con las mujeres en las ciencias sociales?

    ¿Qué pasa con las mujeres en las ciencias sociales?

    Solamente dos de cada diez cátedras universitarias en España están ocupadas por mujeres. El dato no difiere mucho si miramos a la media europea o norteamericana. La cátedra, sinónimo de autoridad y prestigio, es el culmen de la carrera académica, pero ahí las mujeres investigadoras apenas llegan.

    La UNESCO apunta a una pérdida progresiva de talento femenino a lo largo de la vida académica científica. Esta está, si cabe, todavía más acentuada en las carreras de ciencias sociales y jurídicas, donde las estudiantes de grado son clara mayoría (alcanzaron el 63 % del total del estudiantado español durante el quinquenio 2014-2018).

    ¿Qué pasa, entonces, con las mujeres en las ciencias sociales? Quienes formamos el grupo FEMICOM llevamos tiempo trabajando en esta pregunta. Para responderla, vamos a tomar como botón de muestra la investigación en comunicación, un campo interdisciplinar que incluye aportaciones de las ciencias sociales y de las humanidades.

    El “efecto Matilda” y el borrado de aportaciones de mujeres

    El “efecto Matilda”, descrito por primera vez por la historiadora Margaret Rossiter en este artículo, consiste en tener un prejuicio, una opinión previa negativa hacia una mujer científica por su sexo, lo que provoca una pérdida de oportunidades. Para describir este efecto, Rossiter se inspiró en la figura de la sufragista Matilda J. Gage y en el “efecto Mateo” en el que Robert Merton señalaba, a partir del evangelio del mismo nombre, que en la ciencia quien más tiene, más consigue. La historiadora matizó esta cuestión apuntando que esa desigualdad tiene un marcado carácter de género y que quienes “no tienen” son, sobre todo, las científicas.

    Este efecto es uno de los motivos que explica que las mujeres hayan sido frecuentemente desacreditadas como autoridad, hayan perdido la propiedad de sus contribuciones en favor de un compañero o actuado como miembros silenciosos en proyectos.

    Diversas investigaciones han encontrado evidencias de este sesgo contra las científicas. Hay que tener en cuenta que, a lo largo de la historia, donde se ha producido conocimiento ha habido investigadoras trabajando en él. Entonces, ¿por qué no aparecen sus nombres en los libros de texto o en las escuelas fundadoras de la investigación en comunicación?

    El prejuicio que denuncia el “efecto Matilda” se manifiesta cuando se percibe una incongruencia contra una académica. Los estereotipos de género han definido de manera injusta que las mujeres estaban mejor dotadas para ocupar roles secundarios (por ejemplo, ser secretarias), mientras que los hombres eran de “manera natural” los llamados al liderazgo. Por eso, cuando una mujer desarrollaba un papel que contradecía el estereotipo de género, era juzgada de forma negativa, pues intentaba ocupar un “lugar que no le correspondía”. Recordemos que la ciencia, según el pensamiento tradicional y ya desde el propio Aristóteles, ha sido un espacio pensado para ellos en el que se ha negado la capacidad de ellas.

    La consecuencia de este sesgo es un desequilibrio histórico que Miranda Fricker define como injusticia epistémica, una forma de injusticia relacionada con el silenciamiento y la negación de determinadas contribuciones al conocimiento, especialmente de las mujeres. Así, investigadoras como Sandra Ball-Rokeach, a pesar de ser una de las autoras más destacadas en el análisis de los efectos de los medios de comunicación del último medio siglo, no tienen entrada en Wikipedia, que es un espacio muy representativo de los principales significados presentes en la mente colectiva. Ella es una de las autoras que hemos entrevistado y recuperado desde el grupo FEMICOM.

    Sandra Ball-Rokeach: Una vida en búsqueda de preguntas, minidocumental realizado por FEMICOM.

    Ni esta autora ni casi ninguna de su generación, a pesar de sus relevantes contribuciones, se cuelan en los libros de texto universitarios de las facultades de comunicación españolas. Veamos esta cuestión en el siguiente apartado.

    El periodismo en la universidad desde una perspectiva de género

    El análisis de más de 2 200 referencias bibliográficas incluidas en asignaturas de teorías e investigación de los grados de periodismo de 36 facultades españolas respalda, en parte, esa tendencia histórica a excluir los aportes femeninos: de los 2 419 autores citados, el 81,89 % son hombres y solamente el 18,11 % mujeres.

    Además, como mostramos en esta investigación, las diferencias en cuanto a la autoría de artículos son más pronunciadas aún en el análisis del género del primer firmante: el 85,71 % tiene como primer autor a un hombre, frente al 12,89 % con una mujer como primera autora.

    ¿Y quién es el responsable de esta escasez de referentes femeninos? Los datos son claros: los profesores y profesoras presentan similares patrones de citación, lo que significa que tanto ellos como ellas “olvidan” por igual incluir referencias femeninas en sus programas. Y las que hay suelen ser de autoras en activo. Con ello queremos decir que casi no queda rastro de autoras de la primera generación (años 1940-1960), como Herta Herzog, Helen Hughes o Mae Huettig; ni tampoco de la segunda (años 1970-1990), tales como la propia Sandra Ball-RokeachLinda Putnam o Gertrude Robinson, la primera presidenta de la Canadian Communication Association, lo que de nuevo es indicativo de la tendencia a borrar su memoria.

    A modo de conclusión

    La incorporación de la mujer al ámbito universitario a partir de los años 70 fue muy dura por la fuerte masculinización de los claustros, una cuestión que queda bien reflejada en los testimonios de algunas de las académicas de la segunda generación que lideraron el campo de la comunicación. La situación de la mujer en la ciencia expuesta hasta aquí es histórica y está costando mucho cambiar los significados.

    Al fin y al cabo, el “efecto Matilda” o la ausencia de referentes femeninos en las guías docentes son solamente la punta de un iceberg mucho más profundo: la falta de autoridad y credibilidad que aún hoy arrastran las científicas.

    Debemos seguir investigando en esta dirección y socializando a las nuevas generaciones en una formación académica que no deje de lado a las investigadoras en ciencias sociales y de la comunicación. Porque excluirlas a ellas, a nosotras, supone renunciar a la búsqueda de la verdad en la ciencia.

  • El 20% de españoles cree que obligar a la pareja a tener sexo no debe ser castigado por ley

    El 20% de españoles cree que obligar a la pareja a tener sexo no debe ser castigado por ley

    En España, dos de cada 10 personas creen que obligar a la pareja a tener sexo es “inaceptable”, pero que no debe ser castigado por ley. Y lo mismo piensan casi tres de cada 10 sobre besar a una mujer contra su voluntad. Y todavía una de cada 10 personas responden de forma “espontánea” que los hombres que agreden sexualmente a una mujer lo hacen porque “tienen problemas mentales”. Son algunas de las conclusiones de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre la percepción social de la violencia sexual contra las mujeres, publicado este miércoles.

    Después de 2.500 entrevistas telefónicas a ciudadanos mayores de 18 años, efectuadas entre el 20 y el 25 de enero, el análisis del CIS refleja que la mayoría de la población cree que la igualdad entre mujeres y hombres ha avanzado en la última década —el 67,8% piensa que la desigualdad es menor que hace 10 años—, aunque aún persiste la idea de que esa igualdad ya se ha alcanzado —el 38% cree que la desigualdad en España es pequeña o casi inexistente, a pesar de cifras como la brecha salarial, que va desde un 8% en la franja de la treintena hasta el 30% a partir de los 65 años, según los datos de la Agencia Tributaria de 2021—. Y también se mantienen estereotipos en torno a la idea de violencia sexual.

    El 9,4% de los encuestados consideran que tocar a una mujer contra su voluntad no debe ser delito; casi la mitad piensa lo mismo sobre “hacer comentarios y sugerencias de tipo sexual” a una mujer, aunque esta no quiera, y el 28,1% cree que pagar por mantener relaciones sexuales es “aceptable en algunas circunstancias”.

    La publicación coincide con el debate político y social sobre la reforma de la ley del solo sí es sí y la alarma que han generado las rebajas de penas y excarcelaciones a reos de delitos sexuales. Una cuestión que, más allá de los aspectos técnicos, tiene su raíz en el cambio de modelo que supone el consentimiento como eje de la norma, la voluntad de las mujeres en el sexo como punto central para discernir qué es y qué no es violencia sexual. Algo que durante el nacimiento y la tramitación parlamentaria de la ley provocó la oposición firme de la derecha y la ultraderecha, que hablaban de “firmar un contrato” para mantener relaciones sexuales o ponían en duda que se pudiera, y fuese necesario, garantizar el consentimiento y ponerlo en el centro de una ley. “Dice su programa: garantizaremos con el Código Penal que todo lo que no sea un sí, es un no. ¿De verdad van a garantizar eso? ¿Penalmente? ¿Un silencio es un no? Ustedes dicen que un silencio es un no, y una duda, ¿de verdad van diciendo ustedes sí, sí, sí hasta el final?”, le dijo Cayetana Álvarez de Toledo, candidata del Partido Popular por Barcelona a las elecciones generales, en 2019, a María Jesús Montero, ministra de Hacienda en aquel momento.

    Ese contexto se desprende también de algunas de las cuestiones preguntadas en la encuesta del CIS. Por ejemplo, el 21,2% cree que “pedir reiteradamente relaciones sexuales sin presiones ni amenazas” no puede ser calificado de acoso sexual, el 22,1% tampoco cree que hacer “preguntas sobre cuestiones privadas de su vida sexual” suponga acoso, y 16,1% lo cree de las “insinuaciones o indirectas sexuales”.

    Aunque esta vez ha coincidido con la conversación pública y política en torno a la libertad sexual, no se trata de la primera vez que el CIS interroga sobre este asunto. En 2019 y 2014 ya llevó a cabo la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, que también trataba la violencia sexual. Y en 2017 publicó la encuesta Percepción social de la Violencia Sexual.

  • Misión: Más mujeres astronautas

    Misión: Más mujeres astronautas

    Cuando la astronauta Cady Coleman vivía en la estación espacial internacional, se divertía con su pelo. Mientras vivía y trabajaba en gravedad cero, dejaba que su media melena castaña flotara libremente sobre su cabeza.

    En las visitas guiadas en vídeo de la tripulación para los curiosos de la Tierra, Coleman arrastraba su cuerpo ingrávido por pasillos del ancho de un autobús escolar mientras su pelo giraba a su alrededor. Vivió en la estación desde diciembre de 2010 hasta mayo de 2011. Dice que el “estilo de gravedad cero” era una forma de decir “las mujeres tienen un lugar en el espacio”.

    “Es muy, muy importante ver a gente que se parece a ti haciendo todo tipo de cosas”, dice Coleman. “Poderte ver en imágenes de mujeres haciendo cosas increíbles hace que esas actividades parezcan normales”.

    Las mujeres representan un tercio de todos los investigadores científicos, el 12 % de los miembros de las academias nacionales de ciencias, el 28 % de los licenciados en ingeniería y el 40 % de los licenciados en informática y ciencias de la computación, según las Naciones Unidas.

    En 2025, la NASA tiene previsto lanzar a la primera mujer y a la primera persona de color en un cohete para explorar la luna, un gran paso para establecer allí una presencia a largo plazo y, en un futuro, enviar personas a Marte. Cuando eso ocurra, Coleman cree que “cambiarán las cosas” para la próxima generación.

    Coleman, que creció en la década de 1960, veía en los medios de comunicación imágenes de los astronautas del Apolo, todos ellos con cortes de pelo. La idea de ser astronauta no se le ocurrió hasta el tercer año de universidad, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, cuando Sally Ride fue a dar una charla al campus.

    Coleman recuerda que Ride, astrofísica y primera mujer estadounidense en el espacio, llevaba el pelo hasta los hombros de una forma parecida a la que Coleman llevaba entonces. Ride dijo a los estudiantes: “La ciencia es un deporte de equipo, y también lo es la exploración espacial”.

    “Aquello me gustó mucho”, dice Coleman. “Me identifiqué con ella y decidí que yo también quería hacer aquello”.

    Sally Ride sonríe en una plataforma de lanzamiento (NASA)
    La astronauta Sally Ride durante la misión STS-7 en 1983. (NASA)

    Coleman se licenció en Química, se doctoró en Ciencia e Ingeniería de Polímeros y prestó servicio en las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos. En 1992 se presentó a la NASA y fue una de las tres mujeres y 16 hombres seleccionados como astronautas. Al principio, Coleman trabajó en el equipo de apoyo del transbordador espacial. Más tarde, en la década de 1990, voló en dos misiones científicas del transbordador, antes de su expedición de seis meses a la estación espacial.

    Se retiró de la NASA a finales de 2016. Desde entonces, viaja por el mundo inspirando a mujeres y niñas, como Ride hizo por ella. Casada con el artista del vidrio Josh Simpson, con quien tiene dos hijos, Coleman está escribiendo un libro sobre su carrera de décadas en la NASA, así como sus papeles como músico (en inglés), esposa y madre.

    Dice que considerará el libro un éxito si los lectores, hombres y mujeres por igual, dicen: “Quizá yo también pueda hacerlo”.

  • Violencia contra las mujeres: ¿por qué se permanece en relaciones de abuso?

    Violencia contra las mujeres: ¿por qué se permanece en relaciones de abuso?

    La violencia contra las mujeres, en todos sus tipos, es un fenómeno devastador y generalizado que puede ser calificado de pandemia. En gran parte de las ocasiones, estas violencias sistémicas se dan en el seno de relaciones afectivas heterosexuales. Ante esto, surge en el ideario colectivo una pregunta: ¿por qué hay mujeres que permanecen en este tipo de vínculos abusivos? Los estudios muestran que hay motivos de toda índole que dificultan la salida de estas relaciones violentas.

    Tradicionalmente, la violencia contra las mujeres en la pareja ha sido tratada como fenómeno privado, patrimonio único de la esfera familiar. No es hasta la década de 1970 en EE. UU. cuando el movimiento feminista de segunda ola comienza a exponer la violencia sistémica con la que las mujeres conviven en los ámbitos familiares, especialmente en el seno de la pareja heterosexual.

    Así, se cuestiona el carácter privado atribuido socialmente a la violencia contra la mujer para pasar a tratar esta como un problema social y estructural en cuya erradicación ha de haber intervención institucional y voluntad política de cambio.

    En el año 1979, la Convención de la ONU sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer establece el desarrollo de mecanismos para lograr la igualdad de género como una obligación para los estados firmantes.

    En el año 1993, la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer la define como “todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, (…) las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.

    En Europa, el Convenio de Estambul nos da la misma definición de violencia contra las mujeres. En España, por su parte, la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de género la describe como aquella de cualquier tipo ejercida contra la mujer por parte de su compañero sentimental masculino, haya o no convivencia.

    Los datos

    En España, la incidencia social de la violencia contra las mujeres queda establecida en las Macroencuestas de violencia contra la Mujer de la Delegación del Gobierno contra la violencia de género. La última (2019) muestra que el 14,2  % de las mujeres residentes en España han sufrido violencia física y/o sexual por parte de una pareja. La violencia física se dio más de una vez en el 75 % de los casos, la sexual en el 86,2 %, y la violencia psicológica el 84,3 %. De las mujeres que han sufrido violencia en la pareja, el 49,6 % no buscó ayuda ni rompió la relación, mientras que, del grupo de mujeres que llegaron a denunciar o buscar ayuda en el exterior, el 81,9 % rompió la relación.

    Los motivos

    La violencia de género tiene unas características específicas respecto a otros tipos de violencia, y es que entre el agresor y la víctima hay una relación afectiva romántica. Esto se relaciona directamente con una de las razones por las que se puede mantener una relación violenta: la influencia en la construcción del amor del mito del amor romántico. Según este, el amor todo lo puede y la pareja es la única fuente posible de felicidad. Esto contribuye a la preservación de la pareja a toda costa, manteniendo la víctima esperanzas de cambio.

    Por otro lado, en las relaciones de violencia se despliegan una serie de mecanismos psicológicos destinados a lograr el aislamiento de la víctima, así como una dependencia emocional respecto al agresor. Estas herramientas guardan similitud con las conocidas como técnicas de persuasión coercitiva, desplegadas por las sectas en sus procesos de captación. Así, se persigue la pérdida de autonomía y la dependencia de la víctima mediante el distanciamiento de su entorno social.

    La pareja se convierte en el único “apoyo” de la mujer y pierde la posibilidad de recibir ayuda del exterior. Además, los vínculos sociales ayudan a prevenir la violencia. Por ello, la falta de apoyo social y familiar favorece la cronificación de la violencia. El aislamiento es un factor de continuidad en la relación, pues no se percibe otra alternativa.

    También es importante mencionar aquí la feminización de la pobreza. La brecha en el acceso a la educación y al mercado laboral de las mujeres supone un porcentaje mayor de pobreza en estas respecto a varones. Esta precariedad estructural genera dependencia económica que, como la emocional, dificulta la salida de la relación violenta.

    El ciclo de la violencia

    En 1979, la psicóloga estadounidense Leonore Walker pone nombre a lo que viven las mujeres violentadas en la pareja: ciclo de la violencia.

    Este consta de tres fases que comienzan después de un periodo de calma:

    1. Acumulación de la tensión. Comienza a haber conflictos y los grados de agresividad y hostilidad del hombre van en aumento.
    2. Explosión. Se refiere al momento de la agresión, de cualquier intensidad. La mujer siente confusión, miedo e incluso culpabilidad.
    3. Luna de miel. El agresor se “arrepiente” de lo ocurrido, promete que no volverá a ocurrir y manipula a la víctima para que no deje la relación. Aquí hay muestras exacerbadas de afecto que ligan emocionalmente a la mujer a su agresor.

    Después de esta fase comienza la acumulación de la tensión, y con ella el inicio del ciclo. En cada vuelta, el periodo temporal entre fases se va reduciendo hasta el momento en que desaparece la fase de luna de miel. Así, la dinámica de la pareja estará centrada en la tensión y posterior estallido violento.

    Como podemos imaginar, esto tiene graves consecuencias físicas, psicológicas y morales sobre la mujer, pudiendo llegar incluso al asesinato.

    Jo Adetunji