Alcanzar un puesto de toma de decisiones y mantenerlo es el gran desafío de muchas mujeres líderes. Brenda F. Wensil y Winifred Ernst, autoras de una investigación publicada en la revista Harvard Business Review y entrenadoras ejecutivas de mujeres líderes, querían entender por qué algunas mujeres son capaces de sostener y mantener el impulso de su carrera, a pesar de los problemas sistémicos y estructurales a los que se enfrentan en el lugar de trabajo.
Para eso, entrevistaron a 37 mujeres que ocupaban puestos directivos (directoras, vicepresidentas, vicepresidentas senior, ejecutivas) y cuyas experiencias abarcaban más de 75 empresas, e identificaron tres comportamientos: un impulso centrado, un deseo incesante de aprender y una mentalidad ágil.
“Jackie empezó su carrera como científica dedicada al descubrimiento de fármacos. Al cabo de unos años, se dio cuenta de que quería trabajar en el ámbito de la estrategia. Pero cada vez que intentaba cambiar, la rechazaban. Lo mismo le ocurría cuando solicitaba puestos externos que ampliaran su experiencia comercial o empresarial. Nadie veía más allá de sus conocimientos. Se sentía estancada”, aseguran las especialistas al comienzo de la publicación.
Wensil y Ernst, pidieron a estas líderes que describieran los momentos cruciales que les ayudaron a mantener el impulso de su carrera. “El análisis de estos momentos nos ayudó a comprender los rasgos clave que les ayudaron a perseverar cuando se sentían estancadas. Aunque las mujeres con las que hablamos tenían distintos antecedentes, intereses, personalidades y carreras, emplearon al menos dos de los tres comportamientos siguientes para mantener el impulso durante esos momentos cruciales”, sostienen.
Las 3 estrategias clave
Según un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a nivel mundial el 71% de los hombres en edad laboral se encuentra trabajando mientras que este indicador es del 45% para las mujeres (Getty Images)
1. Un impulso concentrado
Llámenlo tenacidad, determinación o persistencia. Cuando se enfrentaron a contratiempos, estas mujeres contaron historias en las que recurrieron a su temple interior, lo que les ayudó a situar las dificultades a corto plazo en el contexto de sus objetivos más elevados.
“Por ejemplo, Lydia nunca vaciló en su objetivo de ser Directora General de una empresa de inversiones. Veía cada oportunidad profesional como una forma de impulsar su objetivo. ‘Tuve diversas experiencias que me ayudaron a desarrollarme y conocer todas las partes del negocio, desde RRHH a tecnología, operaciones, administración, ventas y marketing’, dice. Y continúa: ‘Pasé al negocio de la jubilación y luego de la banca a los seguros. Es importante prepararse para el puesto que uno quiere’”, detallan.
La brecha salarial resultante de un informe indicó que, a nivel mundial, las mujeres cobran entre un 20,5% y un 21,8% menos que sus pares hombres si se consideran los ingresos mensuales (Getty Images)
2. Un deseo incesante de aprender
Estas mujeres mostraron algo más que la capacidad de aprender: estaban motivadas para buscar oportunidades que les proporcionaran nuevas experiencias, retos y conocimientos.
“Por ejemplo, Mary, ahora presidenta y consejera delegada de una empresa pública, empezó como abogada. Aceptó dirigir asuntos regulatorios y luego pasó a ser directora financiera, donde dice que empezó de cero. Reclutó a analistas varios niveles por debajo de ella, hizo las preguntas correctas, rebatió los datos, tomó las decisiones y vio cómo se disparaban las acciones”, explican.
Según las expertas, otro ejemplo de ello fue Mara, ex Directora General de un gran distrito médico que incluye 560 acres de instalaciones de investigación médica, que “no sabía nada de bienes inmuebles ni de cómo transformar una organización. Pero sí sabía de sanidad y de cómo reunir a equipos de expertos y dirigirlos hacia un objetivo”.
El liderazgo femenino está cada vez más presente y valorado en las empresas por su impacto positivo (Getty Images)
3. Una mentalidad ágil
Todas las mujeres con las que hablaron demostraron un pensamiento flexible, incluida la capacidad de evaluar rápidamente una situación y determinar un camino a seguir. Cuando se trataba de sus propias carreras, se reinventaban a sí mismas o transformaban los proyectos en los que trabajaban.
“Jen era vicepresidenta antes de cumplir los 30, y se le fueron abriendo puertas hasta que fue una directora administrativa (CAO) tan excelente que nadie la veía como directora financiera: en dos empresas la pasaron por alto dos veces para el puesto. Tras hablarlo con un asesor de confianza, decidió que necesitaba refundir su trabajo, su éxito y su reputación en una nueva forma de verla como Directora Financiera. Así que se mudó una vez más, ayudó a construir los clientes financieros de esta siguiente empresa, trabajó con el equipo de producto para priorizar características, vendió a otros CAO y dirigió el negocio en Europa”, cuentan las expertas.
Y agregan: “Estos amplios éxitos le aseguraron el ascenso a Directora Financiera y Presidenta de una empresa global. Esto es lo que significa tener una mentalidad ágil. Se trata de ser versátil y estar abierto a nuevas opciones y formas de alcanzar un objetivo”.
Recuperar el impulso de su carrera
Un estudio del Foro Económico Mundial relacionó el género de los líderes políticos con el éxito a la hora de afrontar la crisis sociosanitaria. Sus conclusiones mostraron que las dirigentes internacionales han sabido responder a la pandemia con mayor éxito que sus homólogos varones (Getty Images)
Wensil y Ernst manifiestan que la mayoría de las mujeres con las que hablaron pivotaron, se desplazaron lateralmente, adquirieron más experiencia o se trasladaron a empresas más pequeñas en algún momento de su carrera para mantener el impulso o crearlo cuando estaban estancadas.
“El 70% de las mujeres con las que hablamos pivotaron dos veces o más para tomar impulso. Dentro del 27% de mujeres que permanecieron en la misma empresa, más de la mitad describieron traslados geográficos, cambios de campo completos dentro de una empresa multinacional o maniobras ágiles para sobrevivir a adquisiciones”, explican.
A la hora de tomar la decisión de pivotar, las mujeres con las que hablaron recomendaron las siguientes estrategias:
La empatía, la capacidad de reconocer y resonar con las emociones de los demás, es crucial para un buen liderazgo (Getty Images)
1. Dejarse guiar por los objetivos profesionales. “Si te ofrecen la oportunidad de desempeñar un puesto fuera de los límites de tu especialidad actual o te animan a hacer un movimiento lateral para aprender nuevas áreas del negocio o adquirir nuevas habilidades, asegúrate de que tu decisión se basa en tus objetivos profesionales finales”, aconsejan.
2. Tener una claridad épica sobre la marca personal. Según las investigadoras, el 83% de las mujeres entrevistadas afirmaron que la claridad de objetivos y la gestión de la marca eran cruciales para recuperar el impulso. “Si querés hacer un cambio, tenés que saber cuál es tu reputación y por qué la gente debería llamarte. Realizar una pequeña investigación sobre la marca propia es clave. ¿Es tu reputación lo que querés que sea? ¿Qué dicen de vos cuando no estás presente?”, dicen.
3. Buscar cualquier oportunidad para aprender. Para ellas, el conocimiento es poder. “Intentá identificar lo que necesitás aprender, ya sea un nuevo producto, una nueva herramienta de automatización, información sobre la competencia o un nuevo mercado, y cómo lo vas a aprender. Querés que la gente reconozca que, aunque no conozcas un tema, sos una persona que aprende y lo vas a hacer rápidamente”, indican.
“Jackie, la química que quería dedicarse a la estrategia, decidió cambiar totalmente de sector y de función y se incorporó a una fábrica de cerveza independiente. Se propuso aprender todos los aspectos del negocio y empezó a redefinir su marca como líder experimentada e innovadora. Después de varios años y de pasar de las ventas a la consultoría, volvió a la industria farmacéutica como directora sénior y, finalmente, alcanzó un puesto de nivel C. Fue transparente con su liderazgo y puso mis aspiraciones en el radar”, concluyen.
Parece increíble que, en el siglo XXI, la condición de la mujer siga siendo compleja, precaria e indigna. La discriminación sistémica y sistemática ejercida en contra de niñas y mujeres alrededor del mundo pareciera una condena inagotable. Ser mujer en muchos escenarios es más que una tragedia, cuesta la vida. Tal es el caso de las mujeres que, bajo el yugo de una sesgada interpretación religiosa, viven condiciones infrahumanas, rehenes de velos están condenadas a vivir ignoradas, cosificadas y violentadas.
En 2021, los talibanes regresaron al poder en Afganistán prometiendo el respeto a los pocos derechos que magnánimamente se habían concedido a las mujeres en el país, entre ellos el derecho a la educación. Ante la mirada perpleja y pasiva de la comunidad internacional, la historia en ese país amenazaba con volver a repetirse.
Fue en 2001 que Estados Unidos, como parte de su guerra contra el terrorismo orquestada después del ataque a las Torres Gemelas, invadió el país e inició una cacería en contra de Osama Bin Laden y los Talibanes (grupo con quien EE. UU. tiene una larga historia de encuentros y desencuentros). El resultado de esta operación militar causó el desalojo del gobierno talibán de Kabul a partir de ese momento y hasta la retirada final de las tropas estadounidenses en 2021 Afganistán intentó reconstruir el tejido social, reinstaurar las instituciones y permitir el acompañamiento de organismos internacionales en materia de derechos y participación de las niñas y mujeres.
Sin embargo, a tan solo unas semanas de la salida del ejército norteamericano los grupos radicales islamistas llegaron a la capital, propiciando la huida del presidente afgano, Ashraf Ghani, quien dejó un vacío de poder y una situación caótica.
Si bien es cierto que incluso en los tiempos de la tutoría estadounidense en el país, Kabul se había convertido en un aparente oasis político y social en un Estado ingobernable, la fácil y rápida ocupación los talibanes en 2021 expone una gravísima situación; la validación de un régimen ultra radical ha sido perpetuado por estructuras de poder internas.
La corrupción, la fractura del tejido social, las pugnas entre diferentes minorías étnicas, la sutil presencia de grupos de resistencia contra los talibanes, el apoyo de la etnia mayoritaria (los pastunes) a los talibanes como reacción al hecho de considerarse marginados del poder tutelado por el expansionismo Occidental, la tolerancia de la periferia (de Pakistán, Arabia Saudita e Irán) a los insurgentes, la inoperancia del ejército (a pesar de la inversión en tecnología y adiestramiento militar de EE.UU.), la pobreza, el creciente desempleo (en especial entre los jóvenes) y el negocio del opio (Afganistán es el principal productor mundial) constituyen el cúmulo de factores a los que se debe atribuir la aplastante victoria talibana.
Es innegable el fracaso de la estrategia estadounidense en Afganistán, no solo antes, sino ahora. La salida de las tropas instruida por Joe Biden, pretendía demostrar la preparación del ejército afgano y la capacidad del país de gobernarse a sí mismo en paz y bajo un ambiente democrático. Sin embargo, la actual situación de la población afgana, especialmente el terrorismo ejercido contra niñas y mujeres, exponen el fracaso de veinte años de tutela extranjera. Ni la ayuda financiera ni la infraestructura militar provistas al país pudieron consolidar la existencia de un régimen democrático, ni de un Estado de derecho, mucho menos pudieron acabar con el radicalismo y la polarización.
Los talibanes regresaron a tomar control de un país empobrecido, polarizado y derrotado, no obstante su regreso estuvo envuelto en aires salvadores. Al inicio del 2021 el éxodo interno de civiles desplazados rebasaba los 250.000, la mayoría de ellos buscaba refugio en Kabul por el miedo al re-establecimiento de un régimen autoritario y radical islámico. Ese miedo no tardó en volverse realidad, las mujeres como grandes víctimas de un regreso al uso obligatorio del burka y a la prohibición del acceso a la educación (hoy las niñas tienen prohibido estudiar a partir de los 10 años y el acceso a la educación universitaria ha sido cancelado para las jóvenes afganas), es la cara más amarga de este nuevo episodio traumático en la historia del país. Afganistán en el siglo XIX se liberó del dominio colonial británico y en el siglo XX del control de la extinta Unión Soviética en el marco de la Guerra Fría, sin embargo pareciera imposible que en el siglo XXI pueda liberarse del yugo interno de un grupo terrorista para el que ser mujer cuesta la vida.
Aunada a la tragedia que enfrentan los civiles afganos día a día, la presencia (y fortalecimiento) del Talibán constituye un factor de inestabilidad e incertidumbre para la región y para la comunidad internacional que indolente ante las atrocidades del régimen contra la población guardan silencio y voltean la mirada.
Estudiar una carrera enfocada en matemáticas, ingeniería o ciencia ayuda a que el talento más joven tenga oportunidades para conseguir un trabajo mejor remunerado, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO); sin embargo la brecha de género que existe en el país sigue siendo uno de los retos.
A pesar de que las niñas de primaria han presentado mejores resultados en las pruebas del Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA) de matemáticas que los niños, esta situación se revierte en secundaria y se amplía al finalizar el bachillerato, esto de acuerdo con el mismo organismo. Ante este panorama, algunas organizaciones están buscando disminuir la brecha de género.
“La idea es ayudar a que sobre todo niñas y adolescentes tengan un refuerzo en el interés de este tipo de carreras, por ello enfocamos nuestros esfuerzos en cuatro programas distintos que impactan al talento que está interesado en este tipo de carreras”, señaló Ana Karen Ramírez, CEO de Epic Queen, una organización que en conjunto con Secret, de Procter and Gamble, darán una serie de becas.
Con una primera etapa de becas, Secret y Epic Queen están buscando impactar con este sector de la población, a través de fiestas STEM, donde hay micro eventos sobre robótica y desarrollo de código y donde unas 60 niñas podrán asistir. Además, dentro de este evento habrá 10 niñas que serán elegidas para continuar con una serie de cursos.
“Además Secret becará a 20 chicas para tres programas, principalmente enfocados en data science e inteligencia artificial, además de uno más enfocado en ser creadoras digitales. Más o menos son 10 horas de programa que estarán disponibles para toda la República, y las fiestas serán en el área metropolitana de la CDMX”, apuntó Ramírez.
En números, IMCOseñala que solo 6% de las 10,000 alumnas de bachillerato de la Zona Metropolitana del Valle de México encuestadas por Movimiento STEM están interesadas en estudiar una carrera de estas áreas de estudios. En 2021, solo 13.5% de las mujeres profesionistas eran egresadas de carreras STEM.
Además de Epic Queen, otras iniciativas como Laboratoria han logrado tener buenos resultados en la capacitación de mujeres en este tipo de carreras. De acuerdo con Laboratoria, en 2022 se alcanzaron las 3,000 profesionales especializadas en este tipo de carreras y a finales de 2025 esperan llegar a 6,000 mujeres.
Las brechas de género en el mercado laboral de STEM
Al llegar al mercado laboral, las mujeres que estudiaron carreras STEM tienden a ganar más y enfrentan una brecha salarial menor: 18% en contraste con 22% para profesionistas de otras áreas. En parte, la brecha salarial en STEM se explica por el tipo de trabajos que elige cada sexo. Las mujeres tienen mayor probabilidad de ser oficinistas o dar clases, mientras que los hombres tienden a ocupar puestos en plantas industriales.
Un informe de Women in tech señala que a pesar de que las oportunidades laborales de las mujeres en la industria tecnológica son favorables, en 2022 fueron uno de los sectores de la población más afectados por los recortes de las big tech, ya que el 69.2% de los puestos que se recortaron eran ocupados por mujeres.
Al borde de las lágrimas, Jacinda Ardern, de 42 años, anunció el pasado 19 de enero que renunciaba a su cargo de primera ministra de Nueva Zelanda sin más planes en el horizonte que “pasar más tiempo con la familia”. “Sé lo que se necesita para hacer este trabajo, y sé que ya no tengo la suficiente energía para hacerlo bien. Es así de sencillo”, dijo. ¿Lo es? El feminismo, ha afirmado la filósofa Celia Amorós, no cuestiona las decisiones individuales de las mujeres, sino los motivos. Helen Clark, primera ministra neozelandesa entre 1999 y 2008, ha asegurado que Ardern afrontó “un nivel de odio y veneno sin precedentes” durante su mandato. “La gente quiere una primera ministra, no una modelo”, explicó un hombre de 66 años que inició una campaña en redes contra ella. “Demuestra que eres más que un lápiz labial en un cerdo”, le pidió públicamente un economista. ¿Se fue Jacinda Ardern o la expulsaron? Sus expectativas electorales no eran buenas. ¿La empujó el partido? ¿Su entorno? ¿Pronunciaría un hombre un discurso similar?
Cualquier renuncia al poder despierta curiosidad, sospechas. En el caso de Ardern, quien en 2017, con 37 años, se convirtió en la mujer más joven en dirigir un Estado, abre, además, un debate: ¿Es más duro ser política que político? ¿Reciben ellas el mismo trato que sus colegas hombres? Los datos afirman que en España se ha avanzado hacia la paridad —hoy hay 14 ministras (60,87%) en el Gobierno; cuatro presidentas (21,05%) y 94 consejeras autonómicas (48,7%); 149 diputadas (42,69%); 82 senadoras (39,42%) y 1.806 alcaldesas (22,26%)— pero no tanto en igualdad. Si logran un acuerdo, a veces se dice que están liadas con su interlocutor. Solo ellas pueden ir demasiado bien vestidas o poco arregladas. Solo ellas engordan. Solo ellas pierden el apellido —Soraya, Maleni, Yolanda…— cuando entran en política. El método es viejo —el socialista Alfonso Guerra llamó a Soledad Becerril, primera ministra desde la II República, “Carlos II vestido de Mariquita Pérez”; la primera vez que Carmen Alborch, fallecida en 2018, entró en el hemiciclo, un grupo de diputados silbó como si acabara de pasar por delante de una obra—, pero sigue vigente. Políticas de diferentes épocas, ámbitos territoriales y partidos revelan a EL PAÍS ejemplos diarios de esa diferente vara de medir que a veces las ha llevado a pensar en tirar la toalla, como acaba de hacer la primera ministra de Nueva Zelanda.
Yolanda Díaz, en un acto de Sumar, el 14 de enero en Barcelona.GIANLUCA BATTISTA
Yolanda Díaz (vicepresidenta del Gobierno por Unidas Podemos y líder de la plataforma Sumar). “A todas nos han hecho titulares sobre nuestro físico. Es agotador”. Iba con su hija cuando un grupo de hombres del sector taurino aporreó su coche en julio de 2020 y le gritó: “¡Golfa de mierda!”. Un medio de comunicación decidió recientemente que una foto suya haciéndose la pedicura era noticia. “A todas las mujeres políticas nos han hecho titulares sobre nuestro aspecto físico, nuestra ropa, nuestros hijos, nuestro moreno, nuestras uñas… A mí me han llamado fea, rubia…, han dicho que saco adelante los acuerdos porque era pareja de uno, me han tratado con condescendencia, sobre todo al principio, e incluso ahora constantemente me dicen lo que tengo que hacer. Es agotador”, explica la vicepresidenta segunda del Gobierno, de 51 años. Preguntada por cómo le afectan esos ataques y si alguna vez pensó en dejarlo, afirma: “No es debilidad asumir que la política es difícil y más cuando te juzgan por cuestiones que nada tienen que ver con tu trabajo, pero estas cosas dan más fuerzas para seguir, para cambiar este mundo y seguir abriendo caminos, como los abrieron otras mujeres por nosotras”.
Díaz siente “total empatía” por Ardern. Ve en su renuncia “un reconocimiento de vulnerabilidad”, pero también “un mensaje valiente a la sociedad”. “No conozco ningún primer ministro que haya dimitido por ese motivo, y creo que un hombre en esas circunstancias nunca habría recibido los comentarios que ella recibió. Seguramente se hablaría de responsabilidad o de conflicto de poder. Eso demuestra que queda mucho por avanzar en feminismo en política y que los hombres se pierden muchas cosas”, dice. Cree que no solo hay un diferente trato, sino distintos estilos. “Las políticas feministas huyen del lenguaje bélico. Buscamos alianzas en lugar de competir por todo y se avanza mucho más así. Curiosamente, esto le ha pasado a Ardern en pandemia por dirigir con un estilo diferente. Nos rebelamos ante la idea de que no se pueda ser las dos cosas a la vez: empáticas y fuertes”.
Para Díaz, los ataques son más frecuentes y más duros cuando las políticas abordan asuntos relacionados con la igualdad: “Es evidente que el feminismo genera una especial reacción virulenta en la extrema derecha. Incluso se niegan problemas de máxima gravedad como la violencia machista o se exige la eliminación de un ministerio específico. No hay una receta única ni infalible para combatir todo esto, pero contar su programa oculto [el de la extrema derecha] es destapar su verdadera cara”. Mirando atrás, la vicepresidenta opina que se ha “mejorado”, pero “queda mucho por hacer”. “Me gustaría ver más feminismo en los discursos y en las políticas, más aliados. Ver a una mujer feminista como presidenta y a más mujeres en los cargos de representación pública”.
Inés Arrimadas, el pasado diciembre, en el Congreso de los Diputados.LUIS SEVILLANO
Inés Arrimadas (diputada y expresidenta de Ciudadanos). “Me desearon una violación en grupo”. “Empatizo completamente con la primera ministra de Nueva Zelanda, me pongo en su piel”, afirma la expresidenta de Ciudadanos, de 41 años. Y añade: “Llega un momento en que no se puede con todo. Ella ha sido madre durante el mandato y se habrá sentido culpable muchas veces. La entiendo perfectamente y, sinceramente, no me imagino a un hombre en esa situación. A ellos nunca les preguntan qué baja se van a coger cuando son padres ni cómo se apañan para ser padres y políticos. Yo me cogí dos bajas de maternidad de seis semanas y algunos me echaron en cara no haber estado más presente en el Congreso y otros que era muy poco tiempo de baja y que eso lanzaba un mensaje muy malo a la sociedad. Es imposible acertar. Te van a juzgar siempre y por todo”.
“A mí me han llamado puta y una mujer llegó a desear que me violaran en grupo en un mensaje de Facebook que tuvo muchos likes —la autora del mensaje fue condenada a cuatro meses de cárcel—”. Preguntada por cómo se siente ante ese tipo de ataques, responde que le dan, sobre todo, “pena y rabia” y que no han tenido que ver en su renuncia a la presidencia de Ciudadanos.
Arrimadas no cree que las mujeres tengan un estilo propio de hacer política y advierte contra los discursos que considera contraproducentes. “Por supuesto que hay que alzar la voz y decir que no recibimos el mismo trato, pero no todas las críticas a mujeres son machismo. No es lo mismo que te llamen incompetente a que te llamen puta. Y me molesta mucho la doble vara de medir. Hablar del marido de Irene Montero es ‘violencia política’, pero su marido decía que Ana Botella estaba ahí por ser mujer de Aznar. Y eso es dinamita para los avances del feminismo. Intentar patrimonializarlo, también. A mí, el PSOE y Podemos intentaron expulsarme de la manifestación del 8-M. Cuando se cae en eso, retrocedemos, porque esa gente a la que hay que convencer, de repente, lo único que ve es sectarismo. El feminismo no tiene que ser una ideología, sino un principio transversal”. Para combatir el machismo en la política, Arrimadas considera que lo primero que hay que hacer es aumentar la presencia de las mujeres: “Que se nos vea, que se normalice el poder femenino, ir haciendo conquistas por consolidación, demostrando que se puede ser madre y liderar un proyecto, por ejemplo”.
Soledad Murillo, en un acto contra la violencia de género, en Madrid, en 2018.CHEMA MOYA (EFE)
Soledad Murillo (ex secretaria de Estado de Igualdad). “Los partidos tienen estructuras cainitas”. “¿Dónde estaba el Partido Laborista cuando atacaban a Ardern? Su dimisión es un fracaso del partido”, afirma esta socióloga y secretaria de Estado de Igualdad entre 2018 y 2020. “Personalmente, ha sido muy valiente, se ha puesto a salvo. Políticamente, la imagen que se da de las mujeres en política es que no aguantan. Pero lo que hay que poner en duda cuando se expulsa a una política innovadora, empática y nada sectaria como Ardern es la estructura cainita de los partidos políticos, que hace que una viva en un carro de combate. Todos los políticos están muy expuestos, pero las armas de destrucción son distintas: no se ataca a los hombres por su vida personal o su aspecto físico. A las mujeres sí y eso hace mucho más daño: cuántos hijos tienes, cuántos kilos de más, por qué estás ahí…”. “Yo no hubiera usado el concepto de familia como lo empleó la primera ministra de Nueva Zelanda”, añade Murillo, de 66 años,“porque refuerza la idea de que la munición que usaron contra ella estaba bien elegida”. “No hay que elegir, hay que señalar la estructura política que te obliga a hacerlo”.
Cuando Murillo trabajaba en la ley de violencia de género, la acusaron de formar parte de una secta. “Me gasté 6.000 euros en denunciar a los responsables y me encontré muy sola”, recuerda. “La agenda feminista genera más sospechas y ataques. Es más fácil estar en Economía que en el Ministerio de Igualdad”, subraya. “Me criticaban las cuotas y yo les decía: pero vamos a ver, si aquí siempre ha habido cuotas, pero territoriales, es decir, intercambio de favores entre varones y barones”. “Todas las mujeres que hemos pasado por la política hemos vivido situaciones de las que habríamos querido prescindir, pero tenemos que entender que decir qué hay que mejorar no es deslealtad al partido. Lo ideal sería generar alianzas entre distintas formaciones y reflexionar en común sobre todo esto, como el edadismo con las mujeres: la experiencia no te salva. O que el poder no soporte la emancipación, el hecho de que no reconozcas permanentemente la deuda contraída. Yolanda Díaz está siendo hostigada por quien la nombró. Se defiende muy bien. Ha recuperado una feminidad que parecía vetada en la política de izquierdas y se ha ganado el respeto porque trabaja mucho”.
La política del PP Andrea Levy.CARLOS ROSILLO
Andrea Levy (concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid). “Intentaba parecer mayor”. Levy resta importancia a la renuncia de Ardern: “Las responsabilidades políticas son algo pasajero y a ella se la va a juzgar por el tiempo que estuvo en el poder, no por renunciar a él”, afirma. Sin embargo, no se imagina a un hombre haciendo un discurso como el de la neozelandesa. “Hay un escrutinio diferente hacia las mujeres políticas y en general. Cuando me nombraron vicesecretaria del PP [en 2015, entonces tenía 31 años] no podía poner un pie en la calle sin que comentaran qué novios tenía, cómo vestía, cuánto salía… Importaba mucho más mi vida personal que lo que decía. Durante el procés, sacaron una foto mía un día que estaba muy cansada y otra maquillada en la tele dos días después para decir que me había operado. En mi equipo eran todos chicos y a ninguno lo fiscalizaban como a mí. Se juntaba que era mujer, joven…Yo intentaba modular mi imagen para rellenar esa carencia de algo que no podía ser: mayor. Muchas veces me dolía, pero con el tiempo aprendí a relativizar“. Levy no cree que las mujeres tengan un estilo diferente a la hora de hacer política y subraya que en ocasiones no se ayudan entre ellas. “A veces, entre nosotras tenemos menos empatía”.
La diputada del PSOE Laura Berja, en el Congreso, en mayo de 2022.MIGUEL OSÉS (EFE)
Laura Berja (diputada del PSOE). “Cuando me llamaron bruja en el Congreso me quedé impactada”. “A todas nos pasa lo mismo y la gente no es consciente de la gravedad del problema porque el machismo se ha encargado de grabar a fuego la desconfianza en los testimonios de las mujeres”, dice la diputada socialista, de 36 años. “Me dio mucha tristeza ver el discurso de Ardern, la pérdida de tanto capital político. Ese ‘estoy cansada’, ese ‘soy humana’ mostraba un agotamiento muy común en las mujeres políticas, que no dimiten por los mismos motivos que los hombres. El camino para llegar es hostil porque el machismo está muy arraigado en la sociedad y en la política. Nosotras tenemos que hacer renuncias constantemente, hacer el doble para que se nos valore la mitad, y los ataques son tremendos. Cuando el diputado de Vox [Javier Sánchez García] me llamó bruja en mitad del Congreso mientras yo defendía el derecho al aborto desde la tribuna, no me lo podía creer, me quedé impactada. Pero hay ejemplos a diario. Buscan el descrédito personal para inhabilitarnos políticamente. Se cuestiona cómo hemos llegado al puesto, aducen relaciones sexuales para justificar un ascenso, nos hacen sentir como invitadas, como impostoras. Lo que se valora en un político, como la ambición, por ejemplo, en la mujer tiene connotaciones negativas. Y sí, hay días, momentos en que piensas en tirar la toalla porque es agotador. Luego te das cuenta de que es imprescindible que las mujeres estemos ahí para cambiar todo esto y para que la democracia sea verdaderamente representativa”.
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Un diputado de Vox provoca un altercado en el Congreso tras llamar “bruja” a una del PSOE
Para Berja, los ataques se recrudecen cuando la mujer política habla de determinados temas. “Defender temas de igualdad es muy costoso, te penaliza mucho. A veces parece que están esperando que te calles para hablar de lo que se supone que es relevante, lo que ellos ponen sobre la mesa”. Cree que la única forma de combatir ese machismo es “con políticas públicas y protocolos antiacoso, como el que incluye la ley de libertad sexual para organizaciones sociales y partidos políticos”.
Gloria Martín (concejal de IU-V en Lorca, Murcia). “Tuve que explicarles a mis hijos que un hombre me había llamado tiparraca gorda”. Los ataques machistas no se producen solo en el Congreso o en Madrid. Trascienden partidos y territorios. Hace un año, tras el asalto al pleno de Lorca (Murcia) por un grupo de ganaderos, un camionero compartió en WhatsApp un audio en el que decía que Gloria Martín era “una tiparraca gorda como un tejón”. “Esa es la que de verdad puede explicar cómo funcionan las granjas de engorde de cerdos porque debe de andar por los 200 kilos”, añadía. Antes de que les llegara al móvil, la concejal decidió contárselo a sus hijos. Después localizó al camionero y le llamó. “Le invité a tomar un café, pero nunca se presentó”.
Martín, de 47 años, admite que más de una vez ha pensado en renunciar. “Seguramente, a la primera ministra de Nueva Zelanda no le faltó energía, sino apoyo. La sensación más triste que he tenido en política como mujer es la soledad. Y cuando no te sientes respaldada, te planteas si merece la pena robarle tiempo a tus hijos, enfrascarse en una batalla en la que un día das un paso pequeño y al siguiente retrocedes dos”. También cree que los ataques son peores al hablar de igualdad. “Algunos nos llaman locas. Pero incluso a veces, con mis propios compañeros, noto que el género es un debate que no les interesa tanto”. La concejal, politóloga de formación, aporta una solución: “Llenar la política hasta que los más reticentes aprendan a trabajar con nosotras y a respetarnos; tejer redes de apoyo entre nosotras e involucrar a los jóvenes”.
Elena Candía (candidata a la alcaldía de Lugo por el PP). “Recibí muestras de apoyo tímidas, en privado, de políticas del PSOE”. Abril de 2021, rueda de prensa del presidente de la diputación de Lugo, José Tomé (PSOE). Dice: “Por lo que respecta a la señora Candía, por su vestimenta, con el aspecto de leopardo que llevaba ayer, sinceramente, daba la imagen del vaquero americano que entró en el Capitolio en Estados Unidos”. Fue, recuerda, ella, “muy poco elegante, por ser políticamente correcta”. “Más que un comportamiento machista, para mí pesaba la falta de respeto e incluso de educación, porque leyó un discurso con ese texto, lo que permite interpretar que no era fruto de un debate espontaneo”, apunta. En señal de protesta por lo ocurrido, las diputadas del PP en el Parlamento de Galicia acudieron al siguiente pleno vestidas con estampados de leopardo. Preguntada por si alguna política socialista se había solidarizado con ella, Candia recuerda: “Hubo alguna muestra de apoyo tímida de políticas del PSOE, en privado y sin dejar constancia, lo que quizá evidenciaba temor a represalias”.
Para la gallega, de 44 años, la renuncia de la primera ministra de Nueva Zelanda debe “hacer reflexionar sobre la presión que conlleva la política y cómo acaba afectando física y emocionalmente. Somos seres humanos con familia y sentimientos aunque parezca que se olvida”. Candía cree que “probablemente” un hombre no habría recibido los mismos comentarios que Ardern en su dimisión, aunque afirma que es necesario “hacer un análisis objetivo de las realidades, sea hombre o mujer”. “Yo sigo pensando que los comportamientos son de las personas, las oportunidades, los problemas…. independientemente del género”. Preguntada por si las mujeres que hablan de igualdad o feminismo reciben más ataques, Candía responde: “Todos debemos implicarnos para que no sucedan, reprobarlos con dureza y apostar por un trato igualitario independientemente del sexo, la raza, la opinión o circunstancia social. Son pilares de nuestro Estado de derecho que aplico y defiendo”. Mirando atrás, cree que “se ha avanzado mucho” y que la forma de combatir ese tipo de agresiones es “con educación y oportunidades para que la igualdad sea real y efectiva”.
Carmela Silva, en un acto de la Diputación de Pontevedra en mayo de 2022.DIPUTACIÓN DE PONTEVEDRA/RAFA ESTEVEZ (EUROPA PRESS)
Carmela Silva (presidenta de la Diputación de Pontevedra, del PSOE). “Todas hemos pensado en tirar la toalla alguna vez”. La veterana socialista, de 62 años, afirma que ha sufrido ataques por ser mujer desde que puso un pie en política e “incluso dentro del partido”. Ha llevado a los juzgados al exconcejal de Igualdad en el Ayuntamiento de Moraña, Jorge Caldas, del PP, quien la llamó “mala zorra, furcia e hija de puta”—y dimitió— y a un alcalde, Gonzalo Durán, también del PP, que dijo que era “la chacha para todo de Abel Caballero [alcalde de Vigo]”. “Lo denuncié para que mujeres jóvenes no tuvieran que pasar por esto, pero debería haber un tipo penal específico para este tipo de insultos”, dice. En el primer caso, una juez sobreseyó la causa alegando que, “aunque son expresiones soeces, no tienen otro alcance que el de poner de manifiesto la disconformidad”, pero posteriormente otro juzgado lo condenó a un mes de multa. En el segundo, el regidor recibió idéntica sanción por “falta de respeto o menosprecio hacia el principio de autoridad representado por la presidenta de la Diputación de Pontevedra, que excede el normal ejercicio del derecho fundamental de libertad de expresión”.
“Mentiría si dijera que no he pensado en tirar la toalla”, afirma Silva, “creo que todas las mujeres que se dedican a la política lo han pensado en algún momento, pero luego siempre decido que no nos podemos rendir”. “Ardern lleva años sufriendo un acoso sin precedentes con ese tipo de insultos que solo oímos las mujeres. Estamos siempre bajo sospecha y es comprensible que ella no esté dispuesta a sufrir todo eso y a esos horarios interminables, porque las mujeres tienen sentimiento de culpa y ellos no”. Cree que, aunque “no se puede generalizar”, en general, las políticas son “más empáticas que los políticos” y “trabajan mejor en equipo”, y que la única forma de combatir el machismo es “con un discurso diario, políticas públicas y educación”.
En los orígenes del Super Bowl, a mediados de los años sesenta, el descanso era amenizado por bandas de música, pero a medida que el evento ganaba repercusión, el espectáculo comenzó a atraer a músicas y músicos reconocidos. Desde los noventa, artistas como Diana Ross, Michael Jackson, Prince, The Rolling Stones y U2, entre otros, han pasado por su escenario. Entre ellos, hay diversas mujeres que han llevado el peso de la programación en solitario o con otra cantante.
En 1996, Diana Ross salió al Sun Devil Stadium Temple en Arizona con una actuación celebratoria de los 30 años de la competición. Uno tras otro, durante 12 minutos, interpretó éxitos como “Stop! In the Name of Love”, “Baby Love”, “Ain’t No Mountain High Enough” y el clásico de la música disco de Gloria Gaynor “I Will Survive”. Aunque hay artistas que quieren hacer una entrada espectacular, Ross quiso hacer lo propio al final de su set: abandonó el campo en helicóptero.
Más de una década después fue el turno de otra diva: Madonna. De acuerdo con Billboard, estaba previsto que Madonna presentase su nuevo single en el espectáculo del 2000, aunque unos días después del anuncio se retiró del cartel. Doce años más tarde, el Lucas Oil Stadium, de Indianápolis, la reina del pop ofreció al público temas como “Vogue, “Music” o “Give Me All Your Luvin”.
LO MÁS SAGRADO DE LO SAGRADO
No estuvo sola, la cantante introdujo en su propuesta a Nicky Minaj, M.I.A., que sacó el dedo corazón durante la actuación, y CeeLo Green como artistas invitados. “Oh, Dios mío. Estoy tan nerviosa, no tienes ni idea”, dijo Madonna al periodista de la CNN Anderson Cooper. “En primer lugar, es el Super Bowl. Quiero decir, el Super Bowl es como lo más sagrado de lo sagrado en Estados Unidos, ¿verdad?”, comentó. “Tengo que montar el mayor espectáculo de la Tierra en medio del mayor espectáculo de la Tierra”.
La siguiente protagonista femenina no se hizo esperar. En 2013, Beyoncé recogió el testigo. Fue en el Mercedes-Benz Superdome, en Nueva Orleans, y para la ocasión recurrió como apoyo para una parte de la actuación a sus antiguas compañeras de Destiny’s Child, Kelly Rowland y Michelle Williams.
“Recuerdo crecer viendo el Super Bowl con mi familia. Es un evento en el que las familias se reúnen y lo ven”, dijo la cantante en un especial de la CBS. “Sabía que tenía que aprovechar al máximo el momento. Quería que fuera algo icónico y algo que la gente nunca olvidara”. Entre las canciones que entonó aquel día estaban “Run the World”, “Crazy in Love” y “Single Ladies”. Beyoncé repitió la experiencia, esta vez como invitada, tres años después.
En 2015, la encargada de encabezar el espectáculo fue Katy Perry, que llenó el escenario de colores. En el University of Phoenix Stadium, en Arizona, sonaron “Roar”, “I Kissed a Girl” y “Lose Control”, entre otras. Con ella estuvieron Lenny Kravitz y Missy Elliott. Esta actuación le valió a Perry una nominación a los Emmy.
Al contrario que Beyoncé, Perry y Madonna, Lady Gaga decidió ser la única estrella en su programa para el descanso de la Super Bowl. En 2017, Gaga comenzó su show sobre la pared del estadio NRG de Houston cantando “God Bless America” y “This Land is Your Land” y se descolgó sujeta por unos cables. En los 13 minutos que duró la actuación, la cantante interpretó algunos de sus éxitos como “Poker Face”, “Born This Way” y “Million Reasons”, entre otros.
En la primera final de la década, el show no estuvo encabezado por una mujer, sino por dos: Jennifer Lopez y Shakira. Compartir el limitado tiempo entre dos no fue tarea fácil a juzgar por los comentarios de J.Lo que recogió el documental “Halftime”, de Netflix. “Esta es la peor idea del mundo, tener a dos personas haciendo la Super Bowl”, dijo la estadounidense. Su frustración, sin embargo, no estaba dirigida a su compañera, sino a la organización.
“J.Lo, como latina nacida en los EE. UU., y yo, como mujer latinoamericana en los EE. UU., teníamos una gran responsabilidad y una oportunidad de representar todas las diferentes minorías a través de nuestra actuación”, dijo Shakira a Cosmopolitan. “En mi caso, también quería rendir homenaje a mi cultura de Oriente Medio. Creo que lo hicimos. No fue un espectáculo fácil de montar. Hubo mucho trabajo detrás, mucho estrés”.
En la actuación sonaron canciones como “She Wolf”, “Ojos así” y “Hips Don’t Lie”, por parte de la colombiana, y “On the Floor”, “Love Don’t Cost a Thing” y “Waiting for Tonight”, de Lopez.
Hablar con Daniela Rea es meterse en las entrañas de la especie humana y escudriñar, desde las historias más sencillas de la vida cotidiana, los resortes que mueven nuestra sociedad. Fruto, su libro más reciente, es un relato de su vida, y también es un relato de la vida de todas. Es un espejo que, sin más ambiciones que prestarnos sus ojos para abrazarnos, termina develando cada una de las capas de opresión del patriarcado, del capitalismo, de la política. Porque es un libro que habla desde el corazón, pero que es profundamente político.
No es una sorpresa, pues, que el libro, editado por Antílope, casi se haya agotado en la primera semana de su salida al público. Aún se puede conseguir en Ciudad de México en Casa Tomada, Vulcana, Incendiarias y Marabunta. En Morelia, en el Traspatio. En las librerías de la UAM y en la página de Antílope.
Hablamos del libro mientras vamos en el Metro, junto con Laura, una de las mujeres que presta sus ojos y su historia. Lo que me gusta es que nos hace pensar cosas que no habíamos pensado, dice Laura, mientras caminamos hacia mi casa. Son historias duras, son las que somos. Me sigue diciendo mientras cocinamos y antes de darme un abrazo.
Hablamos del libro por zoom, interrumpidas por las hijas, los gatos, el señor del gas. Hablamos y hablamos, en una conversación que lleva muchos años, sobre los cuidados y las crianzas colectivas. Le digo que voy a la mitad del libro y no puedo dejar de leerlo. En cada página voy anotando conversaciones con tantas mujeres que vivimos lo mismo, que sentimos lo mismo.
Esta es parte de un relato que no empieza ni acaba con nosotras ni con esta entrevista…
Aquí estamos
—¿Como pensaste la idea?
—Cuando nacieron las niñas sentía una sensación de soledad muy fuerte, a pesar de que tengo familia compañeros, etcétera. Eso me hizo pensar en la cuestión de los cuidados en términos sociales. A las madres se les exige que críen y entreguen hijos de bien, pero las dejan solas.
Lo sentía en mujeres que había conocido en la chamba y empecé a pensarlo mucho más en términos socioeconómicos: qué implica nuestro trabajo de cuidados, quién se beneficia de él. La lectura de Silvia Federici fue muy iluminadora en esa primera mirada.
Yo quería escribir unos reportajes, pero con Naira recién nacida empecé a entrevistar a mamás por Facebook. Conforme iba avanzando en las entrevistas y lecturas empecé a tener enojo de sentir que nosotras estamos sosteniendo el capital con nuestra vida, con nuestro trabajo, y que después nuestras hijas iban a ser lo mismo. Me empezó a dar una soledad de sentir que muchas mujeres lo están llevando solas y que, más allá de que esto esté englobado en un contexto económico, se revertía mucho en términos de soledad y de culpa. Porque nunca somos suficientes, aunque hagamos hasta lo imposible, aunque nos multipliquemos, aunque durmamos cuatro horas nunca nuestro trabajo no va a ser suficiente. Eso me parecía muy doloroso, entonces, dentro del enojo y de querer hacer un reclamo de lo que implica nuestro trabajo en términos socioeconómicos que no es reconocido, pasé a la sensación de querer como acompañar a estas mujeres.
Me imaginaba el libro, como si al leerlo pudiera correr la ventana o la cortina o la puerta de donde estas mujeres están criando en soledad y que este gesto de leer sus historias, de hacer un ladito la cortina era una forma de acompañarnos y de decirles: Aquí estamos, no eres la única.
El diario de Naira
Pensaba el libro como una especie de relatos individuales, como en los cuentos de Doris Leasing. Y paralelamente estaba escribiendo el diario. (Yo escribí el diario de Naira en el embarazo y parto). Entonces, las cosas pasaron en paralelo: entrevistar las historias, leer, escribir el diario. Gaby Jáuregui me invitó a leer un ensayo de maternidad para el libro de Tsunami, yo no tenía qué escribir y lo que hice fue pasar algunos fragmentos del diario. Yo tenía muchas dudas de si se justificaba publicar algo así y fue una sorpresa ver que el relato significara tanto en términos de lo que viví.
—¿Por qué?
—Pensaba que quizá fuera demasiado narcisista, o dramático. Sobre todo, pensaba por qué esta historia tan nuestra le puede importar a la gente o por que puede serle útil.
Todas cuidamos
Entrevistar a otras mujeres sobre cómo habían cuidado a sus hijos me hizo pensar en mi mamá. Entonces entrevisté a mi mamá sobre cómo había sido para ella cuidarnos. Fueron varias sesiones largas durante varios años.
Empecé a pensar ya no solo en la maternidad o la crianza, sino en los cuidados como algo que nos incumbe a todos. Y algo que he pensado mucho: No todas somos madres, pero todas hemos cuidado. A la hermana, a la sobrina, a la mama a la abuela.
No es un relato de maternidad
Conocí a Marina Azahua en 2017, ella tenía su proyecto editorial y me dijo: si tienes alguna historia, adelante. Le dije que sí, que quería escribir estas historias, todavía pensando como pequeños relatos, y a partir de platicar con ella y de un ejercicio que hicimos en la pandemia, pues el libro fue quedando así.
Como que después de publicar el diario en Tsunami era evidente que tenía que estar aquí. Luego fue pensar cómo hilar todo, cómo hilar mi historia, que tiene una situación particular, con las historias de ellas, que también tienen sus propias particularidades.
—¿Y te gustó?
—Si, mucho. No tenía ganas de acabar este libro porque me gustaba mucho estar ahí, en paz, platicando con ellas platicando sin ninguna intención más que de escuchar nuestras vidas.
—Al leerlo, he pensado que es un libro que debería leerse en grupo…
—Lo que he sentido es que hay muchos lugares desde los que nos puede hablar. Era algo que iba sintiendo mientras escribía. Ese espacio tan complejo que es ser madre e hija al mismo tiempo, por ejemplo, pero también hermana, pero también nieta o amiga. Y creo que, en ese sentido si hay varios lugares de interpelación.
El libro no solo busca hablar desde las que somos mamás, a mí las historias de ellas me interpelan desde distintos lugares y me gustaría que fuera así, que no fuera solo un relato destinado a las mamás. Creo que fue una de las razones de buscar un título o una portada que no prejuzgara que es un tema de maternidad. Porque creo que justo es regresar a esa idea de que solo los cuidados nos incumben a quienes somos mamás.
Yo creo que es un relato de como las mujeres han sostenido esta vida y como hay un asedio brutal.
Asistentes a la presentación del libro «Fruto», de Daniela Rea. Foto: Daliri Oropeza
El asedio cotidiano
Un día que estaba en las últimas revisiones del borrador, lo leí y dije: ¡qué horror de libro! Como que de repente me pareció súper tiste, súper dramático, y pensé: ya no lo quiero hacer. Ya no lo quería entregar, estaba muy enojada conmigo misma por haber seguido escribiendo ese.
Tenía la sensación de que era un valle de lágrimas. Y luego me di cuenta de que está cabrón: no era un libro que tenía la intención de buscar historias de abusos y acosos, ni de asedio constante contra nosotras, pero es algo que está ahí, siempre. Las historias de las mujeres que indistintamente busqué estaban en un asedio de una violencia terrible: abusos, maltrato, abandono. Eso me hizo pensar en eso, que el asedio existe de manera cotidiana en la vida de las mujeres. Eso me sorprendió y me pareció brutal. O sea, no es un libro de feminicidios, no es un libro de mujeres desaparecidas ni de violencia contra las mujeres, y sin embargo, todo eso está ahí.
—¿Te parece que es un relato triste?
—Si, me parece triste. Y lo que puedo hacer es ofrecer este libro y abrazarnos. Es lo que puedo hacer. Porque me parece muy brutal que todas las mujeres vivan eso. Y yo creo que si escuchamos con atención la historia de cada mujer vamos a encontrar algo así y eso me parece muy jodido, me hace enojar mucho. Pero yo pocas veces actúo desde el enojo, yo soy así, soy mas bien triste, y me gustaría que este libro pudiera ser un abrazo para todas, las que están aquí entrevistadas y todas las demás que lo lean.
Prestarnos los ojos
—¿Qué diferencias ves con los otros libros que has escrito, coordinado?
—Este es un libro que está hecho para las niñas, y pienso en todas las niñas y adolescentes. No me alcanzarían mis manos, ni mi existencia, ni mi energía, ni sabiduría —poca o mucha—, ni mi paciencia, ni mi ternura, para cuidarlas. Se que necesito de otras y lo pongo ahí, en el diario. Se que este libro también es un intento de hacer una crianza colectiva. Pero no solo de niñas, pienso también en nuestras abuelas y nuestras mamás.
Algo muy bonito que me pasó con este libro fue poder entender a mi mamá y decirle: Te presto mis ojos para que veas como te vemos nosotros, que somos tus hijos. Y que ella me dijera: Dani, te presto mis ojos, para que tu también te veas, como me estás viendo a mi y a las otras mujeres. Y que después mi mamá y yo le podríamos decir a Chani que es muy dura consigo misma: Chani, te prestamos nuestros ojos para que te veas con otros lugares, con más ternura, con más amabilidad. Y como con más… no se si compasión, pero sí con un reconocimiento profundo de lo que ella y las otras honran con su vida.
Tomamos decisiones que no siempre son las mejores, pero que son las que podemos tomar. Y me gustaría mucho eso, que quienes lo lean se sientan abrazadas, que nos sintamos abrazadas por todas.
Nos dejan solas
—Volviendo a las madres, aunque no sea un libro sólo para madres. Decías hace rato que se nos exige que criemos hijos de bien. Pero nos dejan solas. ¿Quiénes os dejan solas?
—Todos. El gobierno, la comunidad, la sociedad, los vecinos, la familia, el mercado para quienes trabajamos. Pensé en esa frase mucho con Margarita Zavala, porque me parecía muy injusto y muy culero que, cuando hicieron su campaña contra la violencia, siempre achacaran a las familias no criar hijos buenos. Me daba mucho coraje que desde ese gobierno no tuvieran empacho en decirnos esto. Me parece cruel e injusto, porque todos esos programas de gobierno, todas esas estructuras sociales te dicen: hay, pues así los crían, es que la mamás no están ahí para cuidarlos, ¡uta! Me hubiera gustado incluir un montón de historias, como las que conocí en Ciudad Juárez, una vez que trabajé con Nashieli Ramírez y entrevistamos a mujeres que trabajaban en las maquilas sobre cómo se las arreglaban allá, desde dejar a los niños encerrados en casa porque no había quién los cuidara, despertarlos más tarde o dormirlos mas temprano para darles solo dos comidas al día. Y entonces, que vinieran estos idiotas a decir: Es que no los cuidan bien, no les enseñan valores. Me parece, en serio, una ceguera brutal.
—¿Te acuerdas del News Divine? ¿Cómo la responsabilidad de la policía fue trasladada a los padres por no saber que estaban en un bar? Es muy fuerte, porque se reclama un cuidado cuando no hay condiciones para ese cuidado…
—No hay condiciones socioeconómicas y tampoco hay comprensión ni gestos de entendimiento. Todas las personas que salimos todos los días a vivir a trabajar a divertirnos, lo hacemos porque alguien nos cuidó. Si estamos vivos ahorita porque alguien nos cuidó y no hay un reconocimiento de eso.
—Pasa también con las personas mayores o con discapacidad. Es un sistema que desecha todo lo que no es productivo…
—Sí. En este sistema, las abuelas existen, cuando pueden producir algo, esto es, cuidado de alguien.
No hay una vida individual
—¿Qué te han dicho las mujeres entrevistadas, después de leerlo?
—Platicaba con Laura como ella puede sentir una especie de ternura y compasión hacia otras mujeres que están en ese libro. Hubo de todo, desde quien me dijo que escuchar su historia le permitió reconciliarse con su mamá. O que fue una especie de darle sentido a todo ese dolor, de significarlo como una ofrenda para que las demás no tengan vivir lo mismo.
El libro nos ha permitido entender que nuestras vidas no nos pertenecen enteramente. Que nunca una vida puede ser individual, sino que siempre está tejida con otras y está en reciprocidad por otras.
Una acaba de mirar la propia historia y lo que nos rodea con más compasión. Nos permite reconciliarnos de nuestros propios errores y nos permite nombrarlos y vivirlos desde otro lugar, no solas.
Yo buscaba que este libro fuera un abrazo a quienes han criado en condiciones injustas y solitarias.
El lugar de ellos
—¿Has tenido reacciones de hombres sobre el libro?
—Ha habido un par de hombres que leyeron el diario o que han leído el libro y que han pensado también su lugar en esas historias. Eso me parece súper importante. Era algo que no había hecho de maneta consciente, pero me parece muy importante que los hombres también piensen en cuál es su lugar en todo esto. Porque el cuidado es algo que no solo nos incumbe a las mujeres.
—¿Crees que eso se logra? Es decir, que no solo se horroricen de las historias de asedio sobre las mujeres, sino que tomen conciencia de su propio papel en la reproducción de ese sistema…
—Yo esperaría eso también. Que se pudieran ver involucrados de esto.
—Tomaste una decisión de no incluir la parte de tu papá…
—Yo no podía poner en cuestión la experiencia de mi mamá, no porque la de él no valiera sino porque este no era un espacio para confrontar ambas. En el libro no hay una intención de buscar una verdad de nada, el hecho es que así lo hemos vivido. Y creo que justo el libro quería hacer un espacio para nosotras, para que se pudiera enunciar lo que hemos vivido.
Entonces, mi intención de no escucharlo a él no era de mi como hija sino de mi como mama de mis hijas. O sea, de una mamá que necesita que su historia y su experiencia sea escuchada. Digamos que ahí mi complicidad esta con las mamás y las mujeres se que han cuidado, no porque no crea que su historia vale, sino porque esta historia está contada desde ese lugar. Y me gustaría que mi papá no lo leyera como esposo de Rosario sino como hijo de Dolores.
Abrazar las soledades
—En la Tertuliana que hicimos sobre marxismos y feminismos hablaron de que las guarderías se crearon en la URSS pensando en el cuidado colectivo. ¿Cómo generar esas dinámicas en las que no tenga que ser la carga para las mujeres?
—Tendríamos que organizarnos, pero cómo podemos pedirles a esas mujeres. Los espacios de resistencia en muchos lugares en algún momento operan contra nosotras mismas. Lo que implica la resistencia, hacer un paro, finalmente en ese sentido podemos ser desechables. En la vida concreta de estas mujeres no es opción. No podemos exigirles a ellas que hagan las luchas para estos cambios, pero quienes si podamos tenemos que hacerlo.
—¿Qué nos falta? Es decir, si tuviéramos la élite política responsable, ¿qué le pediríamos?
—Me gustaría tener una respuesta en términos políticos. Pienso que, así como con La Tropa, una de las cosas de convocar a la sociedad a imaginar qué es lo que estamos sembrando con nuestra vida diaria. Una vez que pensemos eso, por ahí van a poder venir respuesta.
Hace poco leía un texto de en el que habla de los compromisos transgeneracionales, que son esos compromisos profundos transgeneracionales era donde se comprometía la vida, donde se garantizaba la vida. Y yo, después de mucha chamba que he hecho con perpetradores, soldados, sicarios, lo que he aprendido es que la gran mayoría quiere vivir bien, tener tiempo de ver a sus hijos, enamorarse, tener un trabajo en el que lo respeten, no se estoy siendo como cursi, pero siento que tiene que ver con eso y creo que si lo ponemos en esos términos vamos a encontrar un lugar común.
En el libro de Perras de Reserva hay un cuento de Dalia de la Cerda basado en hechos reales donde las costureras matan a palos al chico que se metió a robar. Y primero lees el cuento de las costureras y entiendes su coraje de estas mujeres que están chingando la vida diaria, cosiendo ropa, haciendo maquila para mantener su casa y se mete un tipo a robarles, claro que van a defenderlo suyo, y no solo en términos de propiedad, sino de lo que han construido. Pero páginas más adelante lees el cuento de una chica que necesita ganarse un dinero para sostener, ayudar en su casa y al final termina metiéndose a robar. Uso este ejemplo porque me parece que es muy elemental: Creo que las personas, en su gran mayoría, queremos vivir bien, estar tranquilas. Me pasa mucho con soldados, con sicarios, había un momento en el que hablaban de su mamá de su familia, de sus hijos y había algo ahí que realmente les importaba.
No se si eso sea suficiente. El libro ni siquiera alcanza a imaginar como podemos cambiar estas cosas. Es solo una invitación a que abracemos esa soledad de otras
—Tampoco podemos pedirle que nos de la salida, como si fuera tan fácil, supongo. Más que cursi, me parece una posición humana. Pero eso nos han enseñado, ¿sabes? Que hablar de nuestras historias no importa, que hablar de la felicidad o de vivir bien es cursi…
—Te escucho y creo que hemos hecho las preguntas equivocadas a los malos cuando hacemos trabajos que tienen la intención de erradicar la violencia. Lo pienso desde el periodismo, quizá los interpelamos desde otro lugar y seguimos oscureciendo esto.
El vínculo que nos permite vivir
—En el libro dices que te incomodaba oír a tu mama normalizar el asunto de los cuidados como lo que le toca a lo mujer. ¿Ya estas reconciliada con esa normalización que hicieron nuestras madres de vivir para otros? ¿Se puede no vivir para otros?
— Creo que no podemos romper ese vínculo. El que nos une a los otres y nos permite vivir, sin ese vínculo no existiríamos, para empezar. Y el vínculo nos une a otres ha sido cimentado en una injusticia brutal. Pero no creo que sea el vínculo lo que está mal, lo que está mal son las relaciones que estos vínculos generan. La reciprocidad me parece algo hermoso, pero no en donde está cimentado.
Decidí entrevistar a mi mamá, sí para que ella se relacionara con su historia de una manera crítica, asumiendo como el patriarcado nos cruza y decide por nosotras. Ella decía ternura y yo le hablaba de amor romántico, ella vivía orgullo y yo le señalaba sometimiento. Era un intento de quitarle su historia y decirle cómo debía vivirla. Y creo que no tengo derecho a eso. O sea, no tengo derecho a decirle a mi mamá, 40 años después: Estás equivocada.
Me di cuenta de eso escribiendo el libro. Porque ella me interpeló. Me dijo: Dani, ¿por qué todo lo ves triste? ¿Por qué insistes en que verme a mí lavando uniformes de madrugada es triste? Para mí era bonito porque subía, escuchaba música, veía la luna, y porque ustedes al día siguiente iban limpios a la escuela. ¿Por qué insistes en ver que eso era doloroso para mí? Para mí fue muy importante darme cuenta de eso. A veces, la niña hipercrítica lo que estaba haciendo era anular la forma en la que mi mamá estaba queriendo relacionarse con su historia. Y quizá, más que decirle como debía haber vivido lo que tenía que hacer era prestarle mis ojos para que se vea con mas ternura. Hay una parte que me encanta porque dice: Dani, a mí me encantaría que todo esto de lo que tú hablas del patriarcado todo lo que ves en las mujeres lo vieras en ti. Y eso fue algo muy hermoso porque de alguna manera todas nos prestamos nuestros ojos para vernos desde otro lugar con más amabilidad, con mas gratitud, ¿no? Descubrirlo fue maravilloso. Ese espejeo, ese reflejo entre nuestras historias me parece súper potente. Y es algo que le agradezco al libro. Es decir, no me convenció, no es que yo este de acuerdo, yo no lo vivo así, pero si me hizo ver que yo no puedo decirle a la gente como viva su propia experiencia.
Una historia que no acaba, que quizá apenas empieza…
—¿Tendremos segunda parte? ¿Audiolibro? ¿Versión digital?
—Yo no quería acabar el libro nunca porque esta sensación de estar sentada con ellas, de platicar, después de estar acompañada por ellas mientras escribía. A mi me gustaba estar en el espacio grupo, me gustaba ir estar con ellas, reírme. No fue una búsqueda exhaustiva de las historias, eran mujeres que estaban al alcance, y esto me gustaría que fuera un mensaje del libro: que seamos capaces de poner atención a la vida de las personas a las que cuidamos.
En medio de la creciente digitalización del trabajo y la fuerza laboral, las tendencias para este 2023 son nuevos factores, como el cambio generacional en las expectativas de empleo, según detectó el nuevo informe de tendencias de ManpowerGroup, “The New Human Age”.
Contrario a lo que muchos piensan, las mujeres podrían ser las más afectadas en su desarrollo profesional si permanecen en esquemas de trabajo remoto. Casi cuatro de cada 10, señala que es menos probable tener acceso a tiempo con líderes y tres de cada 10 reportan menos posibilidades de que las consideren para una promoción.
Se precisa que las empresas que invierten en humanizar su lugar de trabajo, obtendrán la aprobación y lealtad de sus empleados. A lo largo del incierto panorama económico 2023, el compromiso de los empleados será lo que impulse el desempeño y la resiliencia corporativa, manifestó Mónica Flores Barragán.
La presidenta de ManpowerGroup para Latinoamérica, también comentó que la reducción de los requisitos de títulos universitarios para los solicitantes, la creciente división que enfrentan las mujeres en la fuerza laboral, la evolución continua del trabajo híbrido y mitigar el riesgo en una economía global en constante cambio, son otros de los factores que se encontraron en el último informe.
¿Cuáles son las nuevas tendencias laborales?
Según “The New Human Age” se enfoca a las siguientes tendencias:
El propósito y el equilibrio importan: Para 2025, la generación Z, constituirá el 27 por ciento de la fuerza laboral y el 88 por ciento de los trabajadores de la misma dijo que la pandemia afectó lo que quieren de su trabajo frente al 65 por ciento de los trabajadores mayores de 55 años.
También precisa que 8 de cada 10 personas creen que la colaboración presencial genera ideas más creativas e impulsa la camaradería en el lugar de trabajo.
Por ello, la interacción cara a cara debe valorarse, independientemente de las facilidades que la tecnología nos brinda para estar en comunicación, compartió Mónica Flores Barragán.
Romper el techo de papel: En 2022, el 75 por ciento de las empresas reportaron escasez de talento. Para ampliar sus grupos con estas habilidades, más empleadores reducen o eliminan los requisitos de títulos universitarios. En cambio, se centran en las habilidades adquiridas a través de la experiencia laboral y de vida previa.
Buscar trabajadores mayores para aumentar la participación de la fuerza laboral. Sin embargo, solo el 19 por ciento de los gerentes de contratación buscan activamente contratar a jubilados que regresan. Esto crea otra desventaja para los adultos mayores.
Mejorar las habilidades de los trabajadores o se preparan a sí mismos: el 57 por ciento de los empleados ya buscan capacitación fuera del trabajo, porque los programas de actualización de la empresa no les enseñan habilidades relevantes, no avanzan en su desarrollo profesional o no los ayudan a mantenerse competitivos en el mercado.
Las mujeres están más motivadas que los hombres para trabajar en la oficina: el 41 por ciento de ellas mencionan la sociabilidad/conexión, una clara segmentación entre el trabajo y el hogar, una colaboración más eficiente, la facilidad para hacer el trabajo y tener un lugar para concentrarse como factores para acudir a la oficina.
Contrario a lo que muchos piensan, las mujeres podrían ser las más afectadas en su desarrollo profesional si permanecen en esquemas de trabajo remoto.
Muchas de las leyes e iniciativas a favor de las mujeres, “se convierten en letras muertas ante los ojos de los magistrados y jueces”, expuso la saxofonista María Elena Ríos Ortiz, de origen mixteco, ante integrantes de diversas colectivas que realizaron un encuentro de resistencias en la Glorieta de las Mujeres que Luchan.
Además planteó que las sobrevivientes tienen que andar “mendigando justicia” y “arañando” los pocos apoyos económicos a que tienen derecho.
“Quedamos desempleadas, y aún así la poca ayuda a la que tenemos derecho, de acuerdo a la ley general de víctimas, la tenemos que arañar, y cuando la arañamos nos tildan de vividoras del gobierno. ¿Se han puesto ustedes a pensar cuanto gasta un diputado en una cena o un gobernador cuanto gasta en una salida a la Ciudad de México?”.
Pero “a mí no me pueden pagar 150 mil pesos y no me los comí, fueron tratamientos médicos que necesitamos. Son caros no son faciales, como me dijo hace dos semanas el juez Teódulo Pacheco Pacheco (juez que resolvió cambiar la medida cautelar a prisión domiciliaria). Además no existe ni siquiera reparación del daño integral”.
Ante diversas mujeres víctimas de violencia indicó que “estamos aquí porque estamos hartas y porque no tenemos privilegios ni tenemos ventajas. Estamos aquí porque queremos vivir, estamos ya cansadas de estar sobreviviendo todo el tiempo y de andar mendigando justicia”.
En entrevista posterior criticó que a los agresores se les permita ampararse una y otra vez durante los procesos. En su caso dijo que Juan Antonio Vera Carrizal ha interpuesto 11 amparos y destacó que está latente la posibilidad de que sea reclasificado el delito cometido en su contra y que le sean modificadas las condiciones de la pena.
Justamente ayer el ex diputado priísta solicitó la reconfiguración del ilícito, de tentativa de feminicidio a lesiones.
“A lo qué le apuestan las autoridades, en contubernio con los agresores es a que se apegue el tema”, y remarcó que en su caso seguirá luchando hasta tener justicia.
“Acá no solo matan por asfixia, matan con ácido, con gasolina, te echan alcohol, matan con la leña y con electricidad. En el Estado de México matan a mujeres con cables de alta tensión”.
En su intervención cuestionó la paridad y su influencia en mejoras para las mujeres. “¿De que sirve la paridad en la legislatura, si las mujeres que están en el legislativo siguen subordinadas por los varones machistas?”.
Criticó que a las sobrevivientes de violencias machistas “se nos ha incluso criminalizado por sobrevivir, como si eso fuera malo, apenas andamos arañándole a la vida”.
Debanhi Escobar y Yolanda Martínez, en Nuevo León; Ariadna Fernanda, en Ciudad de México (CDMX) y Luz Raquel, en Jalisco fueron algunos de los casos cuyo impacto mediático volvió a evidenciar la brutal agresión en contra de las mujeres en México que amenaza a adultas, adolescentes y niñas día a día.
Aún cuando los casos mencionados lograron sobrepasar la indiferencia e intensificar la visibilización de la problemática feminicida, la realidad es que éstos figuran tan sólo como una mínima parte de la punta del iceberg del 2022 y la violencia de género.
De acuerdo con del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en los 12 meses del 2022 sumaron 3 mil 754 muertes de mujeres, de las cuales sólo 947 (es decir el 33.7%) se investigaron como feminicidios – los cuales son abordados como “presuntos” ante la falta de resolución -, mientras que el resto se considera por homicidio doloso.
Con ello, se mantuvo el promedio de diez mujeres asesinadas al día en la República México manejado a lo largo del actual sexenio presidido por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el cual se encamina a cerrar como otro más que fue rebasado por la problemática de la violencia de género.
Debanhi Escobar, Ariadna Fernanda y Yolanda Martínez fueron algunos de los feminicidios con mayor repercusión mediática en el 2022. (Jovani Pérez/ Infobae)
El recuento de la tendencia nacional del SESNSP arroja que 2 mil 807 mujeres murieron por homicidio doloso en el 2022, lo que posiciona a dicho año como el segundo con más víctimas de este delito después del 2019, que cerró con 2 mil 875.
En concreto, cada uno de los doce meses del 2022 registraron más de 200 asesinatos de mujeres: con 279 víctimas, junio se colocó no sólo como el más mortal de ese año y del obradorato, también como el más violento desde que el Secretariado tiene registro, es decir, desde el 2015.
Con ello, el sexto mes del 2022 superó el registro máximo de mujeres víctimas de homicidio doloso que antes detentaba agosto del 2021, con 272.
Respecto a la distribución de casos por entidad federativa, la dependencia arrojó que Guanajuato fue la que más homicidios dolosos de mujeres reportó con 413, seguido de Baja California (276), Estado de México (269) y Michoacán (232). Es importante destacar que estos cuatro estados también figuraron, y con ese mismo orden, entre los seis más violentos de México según la Secretaría de Seguridad y Protección Pública (SSPC).
México rompió cifra histórica de mujeres asesinadas por homicidio doloso en el 2022 (Secretariado Ejecutivo)
Contienen feminicidios, pero no disminuyen
Una tercera parte de las muertes de mujeres reportadas en el 2022 han sido investigados como presuntos feminicidios, la misma cifra que la reportada en el 2020.
Es decir, ambos periodos detentan la segunda cifra más alta de víctimas de feminicidios registrados en la actual administración, pues la primera fue para el 2021, que tuvo 980 casos, y la más baja ha sido el 2019, con 943.
Y aunque los números mensuales se mantuvieron en el promedio manejado a lo largo de la administración (aproximadamente entre 60 y 90 casos), e incluso se registró una considerable baja de junio a julio, donde pasó de 93 a 59 casos, la comparación de acumulados anuales arrojaría que las estrategias del Federal y Estatales sólo han logrado contener, más no comenzar a disminuir las muertes por razones de género que cobran la vida de 10 mujeres al día.
Un hecho que resulta preocupante ya que al menos dos mujeres son víctimas de feminicidio y siete de homicidio doloso al día; esto, sólo considerando el número más bajo de cada delito registrado al mes en el 2022. Si se promediara de acuerdo al más alto, se hablaría de nueve homicidios dolosos y tres de feminicidio, es decir, 12 mujeres asesinadas al día.
En ese sentido, el Estado de México vuelve a cerrar como la entidad de más incidencia delictiva en cuanto a feminicidios con 138 reportados en el 2022. A este le siguen: Nuevo León con 102, Ciudad de México con 73 y Veracruz con 68.
Sin perder la sonrisa, sin alzar la voz, sin mostrar una excesiva preocupación, la periodista filipina Maria Ressa, de 59 años, explica que, pese a haber sido galardonada con el premio Nobel de la Paz en 2021, pese a haber sido designada persona del año por la revista Time en 2018, se arriesga a pasar el resto de su vida en la cárcel. Durante varias décadas fue reportera de la CNN en Asia, pero la llegada al poder del presidente Rodrigo Duterte la convirtió en un referente mundial de la libertad de expresión.
Aunque el 18 de enero pasado logró una victoria judicial al ser absuelta de evasión fiscal, todavía se enfrenta a otras denuncias que, según varias organizaciones de derechos humanos, también están motivadas políticamente. Su futuro judicial es una incógnita desde la llegada a la presidencia de Bongbong Marcos, hijo del dictador Ferdinand Marcos, por el que su familia se exilió en EEUU. La clave, según Ressa, está en que le importa bastante más la opinión internacional que a Duterte. Y ahora mismo, ella es una figura de relevancia internacional, defendida por la abogada estrella Amal Clooney.
Desde el medio que fundó y dirige, Rappler —principal diario digital de Filipinas—, lanzó una serie de investigaciones sobre las violaciones de derechos humanos ordenadas por Duterte, que promovió una campaña de asesinatos de la policía contra cualquiera que consumiese o trapichease con drogas (y que ha provocado 27.000 muertos según Amnistía Internacional, 6.000 según la policía filipina). Su relación con el expresidente se puede resumir en una secuencia del documental Ausencia de verdad, dirigido por Ramona Díaz y que puede verse en Filmin, cuando Duterte le espeta en una entrevista: “Usted se cree que por ser periodista no puede ser asesinada”.
Antes de ganar el Nobel ya hubiese podido exiliarse—tiene nacionalidad estadounidense—, pero ha decidido quedarse en su país y continuar una lucha que cree que va más allá de Filipinas. Considera que la enorme difusión de noticias falsas, gracias a las redes sociales y las grandes compañías tecnológicas, pone en peligro la democracia global. Y está convencida de que esas multimillonarias compañías son conscientes de lo que pasa, pero no mueven un dedo para evitarla.
En España, acaba de salir su libro Cómo luchar contra un dictador (Península, traducción de Juanjo Estrella), un ensayo en el que relata a la vez su combate contra los abusos de Duterte y contra las noticias falsas. Esta entrevista tuvo lugar el fin de semana pasado en Cartagena de Indias (Colombia), durante el Hay Festival.
Pregunta. ¿Tiene la esperanza de que alguna vez acaben sus problemas con la justicia en Filipinas?
Respuesta. No lo sé. Creo que al nuevo presidente, Marcos junior, le importa mucho más lo que piensa la comunidad internacional que a Duterte. Y aunque hay problemas con la independencia judicial, no digo que seamos Rusia o Irán. Creo que seguimos siendo una democracia, por eso es muy importante no rendirse.
“Esta generación está creciendo sin confianza, que es un pegamento muy importante en la sociedad”
P. Pero, pese a su reciente victoria judicial, ¿se siente todavía en peligro?
R. Sin duda. El viejo peligro sigue ahí. Ahora mismo, además, el objetivo de las operaciones de desinformación ya no es que creas en algo, sino que desconfíes de todo. Esta generación está creciendo sin confianza, que es un pegamento muy importante en la sociedad. Es el pegamento que nos mantiene unidos.
P. ¿De dónde saca tanta fuerza? ¿no se cansa de luchar?
R. No creo que me canse. Ya soy bastante mayor, voy a cumplir 60 años. He trabajado y vivido en zonas de conflicto. Ahora mismo, siento que es uno de esos momentos en los que tengo que luchar por lo que creo. Es fácil decir que crees en la ética, que defiendes unos principios, que crees en el periodismo cuando nadie te ataca. Pero si alguien te ataca, y te rindes, significa que renuncias a aquello en lo que crees. Eso es una parte. Otra parte es que creo que podemos ganar, si me rindo ayudaré a que perdamos. Y además está mi equipo.
P. ¿Cree que el premio Nobel de la Paz le protege?
R. Cuando me lo comunicaron, pensé ¡Dios mío! Pero también me di cuenta de que podría traerme bastantes problemas. Cuando Time me nombró persona del año, inmediatamente pensé que el Gobierno iba a lanzar una ofensiva contra mí. Pero ahora soy consciente de que nos protege. Eso no quiere decir que no pueda pasar el resto de mi vida en la cárcel porque nadie sabe lo que va a ocurrir con los otros casos. Pero tengo esperanza.
P. ¿Cree que estamos viviendo un momento de retroceso de la democracia global?
R. No sé si regresión es la forma adecuada de verlo. Es como si el progreso nos hubiese enviado al pasado, como en la película Regreso al futuro. La tecnología ha permitido el ascenso de líderes autoritarios, que han sido democráticamente elegidos. Y eso se ha producido porque el ecosistema informativo está totalmente corrompido. Un estudio del MIT de 2018 sostiene que las mentiras se distribuyen en la web seis veces más rápido que las informaciones verdaderas. Y otro estudio demostraba que los algoritmos de YouTube impulsaban las teorías de la conspiración más delirantes. Todo eso les ha dado muchísimo poder, en el mundo real, pero también en el digital. Las grandes compañías tecnológicas han contribuido a la radicalización y a la polarización. Y han tenido un impacto directo en nuestra sociedad.
P. ¿Algún ejemplo concreto?
R. Rusia ha llevado a cabo enormes operaciones de desinformación, utilizaron la misma narrativa para justificar la invasión de Crimea y de Ucrania, ocho años más tarde. Marcos hizo lo mismo en Filipinas y logró pasar de ser un paria a convertirse en un héroe. En 2014 comenzaron muchas operaciones de desinformación y se produjo un efecto dominó: influyeron en Filipinas, en el Brexit, en la crisis de Cataluña, en la elección de Donald Trump en Estados Unidos. Y los bots rusos estuvieron presentes en todos los casos. Hasta ahora podíamos tener diferentes puntos de vista políticos, pero había un acuerdo general sobre los hechos. Pero con el nuevo diseño de los algoritmos de las compañías tecnológicas aumentó muchísimo la polarización.
Facebook, por ejemplo, utiliza la inteligencia artificial para crear un clon de cada uno de nosotros
P. Usted ha dicho que los usuarios somos como perros de Pavlov para las grandes tecnológicas. ¿Por qué?
R. Porque experimentan con nosotros. Utilizan lo que saben de nosotros para manipularnos. Cada una de esas compañías maneja muchísimos datos de nosotros. Facebook, por ejemplo, utiliza la inteligencia artificial para crear un clon de cada uno de nosotros. Ellos lo llaman un modelo. Y va mucho más allá de la publicidad; es microtargetting [mercadotecnia focalizada] porque está a disposición de cualquiera que esté dispuesto a pagar por ello. Puede ser una marca comercial, un gobierno, cualquiera que quiera aprovecharse de tus puntos flacos para hacerte llegar un mensaje. Es como si fueras al psicólogo y le contaras tus miedos más profundos, tus secretos. Y él saliese de la consulta y vendiese toda esa información íntima al mejor postor. El experimento de los perros de Pavlov consistía en darles de comer a la vez que se hacía sonar una campana. Y luego quitaban la comida, pero seguían haciendo sonar la campana y los perros salivaban igual. Conocen nuestros puntos débiles. ¿El miedo a la inmigración es tu punto débil? Pues lo explotarán.
P. ¿Por qué cree que esos líderes autoritarios le tienen tanto miedo a las mujeres y al feminismo? Para Bolsonaro o Trump es casi una obsesión.
R. No lo sé, pero los ataques online representan un retroceso de siglos en el trato a las mujeres. ¿Por qué las mujeres? No sé me ocurre ningún dictador que haya sido mujer. En cualquier caso, estamos viviendo una explosión del sexismo y la misoginia de una forma que no se conocía hace mucho tiempo. Es algo que nunca había vivido. Y todo esto se debe a una manipulación de los datos. Y no atacan solo a las periodistas. Mire lo ocurrido con la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern, cuando decidió dimitir.
P. ¿Hasta qué punto podemos fiarnos de las grandes tecnológicas?
R. En un momento de mi vida, me fié de ellas. Ahora es imposible. Los medios de comunicación tenemos que buscar un balance entre los beneficios y el servicio público. Nos dirigimos a las grandes tecnológicas ya en 2016 y les dijimos todos los problemas que encontrábamos. Y se negaron a verlos. La mayoría de esas plataformas esconden las noticias. En 2018, Mark Zuckerberg manifestó que Facebook se iba a centrar sobre todo en la familia y en los amigos y relegó las noticias a un segundo plano. Algunos medios padecieron una caída de su tráfico en un 60%. Y fue una decisión unilateral. Cuando solo te centras en familia y amigos, y no en información contrastada, las noticias falsas se propagan mucho más. Están protegiendo sus beneficios, no al público. En cambio, son muy buenos protegiendo a los anunciantes. Un cliente puede decir que no quiere aparecer junto a tal noticia y no aparecerá. Pero rechazan proteger a los usuarios, tampoco quieren proteger los hechos. Y no hacen ninguna distinción entre mentiras y hechos.
Maria Ressa retratada durante el HAY Festival de Cartagena de Indias, el fin de semana pasado.DANIEL MORDZINSKI
P. ¿Qué ha cambiado en el mundo de las noticias falsas, porque desde Mesopotamia o la antigua Roma los dictadores han utilizado las noticias falsas? ¿es solo la tecnología?
R. Sí. Es exponencial. Es algo que no hemos visto en la historia. Hay gente que piensa que es una cuestión de libertad de expresión, pero no es así. Elon Musk tiene una aproximación libertaria a la libertad de expresión, pero está claro cuando la desinformación es utilizada para la guerra o por motivos políticos, cuando nos tratan como perros de Pavlov y cambian nuestro comportamiento. Nuestras emociones son la puerta de entrada para que actuemos de forma irracional. El 6 de enero en Washington y el 8 de enero en Brasilia son ejemplos claros. También ha habido una violencia tremenda en Myanmar, en Sri Lanka, en la India, en Pakistán y en gran parte ha sido impulsada desde las redes. Me hice periodista por el poder de la información y porque creo que tenemos una misión de proteger el interés público. Cuando se corrompe el debate público de la forma en que lo han hecho las redes sociales, eso tiene un impacto en toda la sociedad. Las grandes tecnológicas son como las grandes compañías tabaqueras. Saben que lo que hacen es dañino, pero han ganado miles de millones de dólares.
P. Ahora sabemos que ocurrió lo mismo con las grandes compañías petroleras, que eran conscientes de que los combustibles fósiles provocaban el cambio climático.
R. Exactamente. Parece un chiste. Eso demuestra hasta qué punto nuestro mundo está roto. De nuevo, las tabaqueras son un ejemplo perfecto. Se tardó mucho tiempo en vencerlas, mucha gente murió. Solo espero que la democracia resista. Pero estamos contemplando una subida de la ultraderecha en todas partes, mezclada con la religión. Que es otro problema.
P. Puede parecer una paradoja pero ¿resulta más complejo luchar contra líderes autocráticos que han sido elegidos democráticamente como en el caso de Duterte o Bolsonaro porque han logrado un apoyo de la mayoría?
R. Sí, pero hay que preguntarse en qué condiciones se produjeron esas votaciones, porque antes de ir a las urnas se vivió una intensa manipulación informativa. ¿Cómo se puede considerar que unas elecciones han sido justas si las condiciones en las que han producido no lo son? Numerosos estudios demuestran que mucha gente no vota pensando en lo que cree, sino en lo que siente. Estados Unidos es un ejemplo perfecto. Trump contra Hillary Clinton. Pero luego supimos lo que había hecho Cambridge Analytica [la consultora británica que recopiló millones de datos de Facebook sin permiso de los usuarios para propaganda política], la desinformación rusa… ¿Se puede defender que en estas elecciones hubo fraude, no en las urnas, pero sí en las mentes de la gente? Sin duda. Creo que la democracia funciona si tenemos información veraz, si se puede escuchar a todas las partes, si podemos decidir de forma independiente. Pero ¿qué ocurre si no somos independientes, si cada uno de nosotros hemos sido manipulados? ¿Podemos considerar que son elecciones justas y libres?