La falta de sueño es un problema de lo más extendido. Al menos un tercio de los adultos no duermen las horas recomendadas, y las mujeres sufren más problemas de sueño que los hombres. Descansar poco no implica únicamente no rendir lo suficiente a lo largo de la jornada, sino que está directamente relacionado con enfermedades cardiacas, obesidad, diabetes de tipo 2 y depresión, además de deficiencias de aprendizaje.
Aunque dormir mal afecta a todo tipo de personas, las mujeres pueden verse especialmente afectadas por la privación de sueño. La falta crónica de sueño puede aumentar la resistencia a la insulina en mujeres, los efectos negativos para la salud pueden ser incluso más pronunciados en aquellas que ya han pasado la menopausia, según hallazgos de los investigadores del estudio de Diabetes Care, financiado por los Institutos Nacionales de Salud.
En este sentido, los autores resaltan la importancia de dormir lo suficiente para minimizar el riesgo de diabetes tipo 2, que puede desarrollarse cuando el cuerpo no utiliza eficazmente una hormona clave, la insulina, para mantener niveles saludables de azúcar en sangre. Estudios anteriores han demostrado que la restricción del sueño puede elevar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y trastornos del metabolismo de la glucosa. Sin embargo, muchos de esos estudios se llevaron a cabo únicamente en hombres.
Mayor resistencia a la insulina
En este caso, los investigadores tomaron como muestra a 40 mujeres, de entre 20 y 75 años, con patrones de sueño saludables -dormían entre 7 y 9 horas por noche-, niveles normales de glucosa en ayunas, pero que tenían riesgos elevados de enfermedad cardiometabólica debido a tener sobrepeso u obesidad o antecedentes familiares de diabetes tipo 2. A estas mujeres, durante la investigación, se les privó de una hora y media de sueño cada noche.
Las participantes usaron un sensor en sus muñecas para registrar sus horas de sueño y determinar sus patrones durante dos semanas. Durante las siguientes seis semanas, alternaron días con una buena calidad de sueño, en los que dormían 7,5 horas, y otros en los que retrasaban una hora y media el momento de irse a dormir. Al principio y al final de cada fase del estudio, las participantes completaron una prueba de tolerancia oral a la glucosa para medir los niveles de glucosa e insulina en sangre, junto con una resonancia magnética para medir la composición corporal.
Los investigadores encontraron que restringir el sueño a 6 horas o menos por noche durante seis semanas aumentaba la resistencia a la insulina en un 14,8% entre las mujeres pre y posmenopáusicas, con efectos más graves para las mujeres que ya habían pasado la menopausia: hasta un 20,1%. «Si esto se mantiene en el tiempo, es posible que un sueño insuficiente y prolongado entre las personas con prediabetes pueda acelerar la progresión a la diabetes tipo 2», señala Marie -Pierre St-Onge, Ph.D., director del Centro de Excelencia para la Investigación Circadiana y del Sueño de la Universidad de Columbia.
Mujeres zapotecas de la comunidad de Santa María Guienagati, Oaxacaexigen justicia por feminicidios tras registrarse varios asesinatos en días recientes. La última víctima fue identificada como Julia, una mujer mixe de la tercera edad asesinada el 1 de enero de 2024. La serie de homicidios ha ocasionado un clima de miedo entre la población femenina, quienes han visto alteradas sus rutinas diarias por el riesgo constante a su seguridad, de acuerdo a un comunicado difundido el pasado16 de enero.
El grupo de mujeres organizadas sostiene que, sin ser considerada zona de alerta de género, se han producido los feminicidios de Marycruz, Faustina, Isadora y, más recientemente, Julia. El grupo demanda a la Fiscalía General del Estado de Oaxaca investigar con perspectiva de género e interculturalidad, y hacen un llamado a la Coordinación de Atención a los Derechos Humanos y la Secretaría de Mujeres de Oaxaca para trabajar en la resiliencia comunitaria y en una estrategia contra el alcoholismo y el machismo.
Los feminicidios en Oaxaca continuaron desde el inicio de 2024
En lo que va de 2024, al menos cinco mujeres han sido víctimas de feminicidio en Oaxaca; mientras que entre enero y noviembre de 2023 se registraron 39 presuntos feminicidios en el estado, según el Centro Nacional de Información del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. A nivel nacional, Rosa Icela Rodríguez, Secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, comunicó un descenso del 28.7% en la incidencia de este crimen desde diciembre de 2018 hasta noviembre de 2023
Máximo Galicia fue condenado a 55 años de prisión por el delito de feminicidio en Naucalpan, Edomex. (Cuartoscuro)
En la comunidad de Santa María Guienagati, las mujeres zapotecas han denunciado que hay un nulo acceso a la justicia. Los feminicidios han alcanzado los más de 3 mil 178 habitantes, cuya población de mujeres equivale al 51.1%, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). La comunidad posee 754 hablantes de lenguas indígenas, predominando el zapoteco y el mixe. La infraestructura de vivienda y servicios es limitada, con más de la mitad de las casas teniendo apenas un dormitorio y solo un 26% de los hogares con acceso a Internet.
Cuando Natashja Wilson notó por primera vez que tenía síntomas de prolapso de los órganos pélvicos, no tenía idea de lo que estaba pasando y se sentía demasiado avergonzada para pedir ayuda.
Con apenas 18 años y viviendo lejos de casa en la universidad, nunca había oído hablar de esta condición que puede afectar hasta al 50% de las mujeres a lo largo de su vida.
«Cuando fui al baño noté que me salía un bulto de la vagina», dice.»También experimentaba incontinencia y dolor durante las relaciones sexuales y la sensación de tener un bulto”.
«Realmente no sabía qué pensar porque, honestamente, no sabía nada sobre mi cuerpo en ese momento».
Natashja, que ahora tiene 24 años, dice que en ese entonces no sabía cuál era su suelo pélvico ni su cuello uterino.
«Entonces les pregunté a mis amigas: ‘¿Es normal esta sensación de tener un bulto?’», cuenta. «Tal vez sea tu punto G”, me dijeron.
La joven londinense no sabía qué pensar, así que dejó de preocuparse por ello mientras esperaba que el bulto desapareciera con el tiempo.
Pero sus síntomas empeoraron y después de 18 meses finalmente se lo contó a su madre, quien la convenció de que consultara a un médico. Fue así que se confirmó que tenía prolapso uterino.
Desplazamiento de órganos
El prolapso de órganos pélvicos ocurre cuando el grupo de músculos y tejidos que normalmente sostienen los órganos pélvicos, llamado piso o suelo pélvico, se debilita y no puede mantener los órganos firmemente en su lugar.
Esto hace que uno o más órganos desciendan de su posición normal, lo que produce un bulto que se puede sentir dentro o fuera de la vagina. Puede ser el útero, el intestino, la vejiga o la parte superior de la vagina.
Muchas mujeres no saben que tienen un prolapso o solo tienen síntomas leves, pero para algunas puede tener un impacto real en su calidad de vida.
Los síntomas pueden incluir una sensación fuerte arrastrar algo o la sensación de que algo baja por la vagina, que a veces se describe como la sensación de «sentarse sobre una pelota de tenis», así como problemas de vejiga e intestinos y malestar durante las relaciones sexuales.
Los ejercicios del suelo pélvico y los cambios en el estilo de vida pueden ayudar a mejorar los síntomas, pero a veces se necesita tratamiento médico, como pesarios vaginales o cirugía.
Las causas del prolapso incluyen la genética, levantar objetos pesados, estreñimiento o tos persistente. El embarazo y el parto aumentan el riesgo de prolapso, especialmente después de un parto difícil.
Las mujeres también tienen más probabilidades de desarrollar prolapso a medida que envejecen, especialmente después de la menopausia. Pero Natashja quiere concienciar a la gente de que esto también puede afectar a las más jóvenes.
Ella está tratando de eliminar el estigma en torno al prolapso de órganos pélvicos a través de las redes sociales y su blog ‘Vivir con prolapso’.
«Todavía hay mucho estigma en torno al prolapso, en torno a hablar sobre los genitales y eso no permite que la gente vaya al médico», dice. «Sé que si hubiera menos estigma, habría ido al médico mucho antes».
Barreras
Según el Instituto Nacional para la Excelencia en la Salud y la Atención (NICE) de Reino Unido, una de cada 12 mujeres informa síntomas de prolapso de órganos pélvicos, pero en el examen está presente en hasta el 50% de todas las mujeres.
Una investigación que aún no ha sido publicada por la Universidad de Stirling, en Escocia, indica que la vergüenza, la falta de conciencia y el miedo a que los síntomas no se tomen en serio actúan como barreras para las mujeres que buscan ayuda para sus problemas de salud pélvica.
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Pie de foto,Muchas mujeres temen que no las tomen en serio cuando reportan problemas en su suelo pélvico.
El estudio analizó artículos de 24 países, incluido Reino Unido, durante los últimos 20 años, y recogió las opiniones de más de 20.000 mujeres.
«Existe una gran cantidad de evidencia en Reino Unido y países similares en todo el mundo de que las mujeres todavía enfrentan muchas barreras cuando se trata de buscar ayuda para problemas de salud femeninos como el prolapso”, señalaron los investigadores Clare Jouanny y Purva Abhyankar.
«Necesitamos centrarnos no sólo en aumentar la conciencia y la educación entre las mujeres y los médicos, sino que, lo que es más importante, debemos trabajar con los médicos para cambiar la percepción de las mujeres de que los médicos no las toman en serio cuando tienen síntomas de salud pélvica».
La fisioterapeuta de salud pélvica Suzanne Vernazza se propuso la misión de educar a las mujeres sobre su salud pélvica. Es la fundadora de la empresa sin fines de lucro Know Your Floors y sus tutoriales diarios de ejercicios del suelo pélvico ‘SqueezeAlong’ tienen más de 600.000 seguidores en TikTok.
Vernazza dice que es importante que las personas planteen sus preocupaciones sobre la salud pélvica a su médico de cabecera.
«Si has estado sintiendo algo en algún momento que no te parece del todo normal, ya sea que estés embarazada o en el posparto, plantéalo y haz la pregunta, porque lo más probable es que tengas razón en que algo no está bien, y puedes conseguir ayuda para manejar el problema”, dice.
Eliminar el estigma
Sam Hindle experimentó un prolapso de vejiga después del nacimiento de su hijo hace 24 años y desde entonces sufre de incontinencia.
Pie de foto,Sam Hindle sufrió un prolapso tras el nacimiento de su hijo hace 24 años.
«Estaba tan mal que mi hijo de dos años tenía que ir a buscarme ropa interior limpia y pantalones limpios», cuenta. «Era vergonzoso que tu hijo de dos años corriera y dijera: ‘Oh, mamá tuvo un accidente, necesito ayudarla’».
Sam cree que es importante hablar de la salud pélvica.
«Al igual que la menopausia, es un tema sobre el que debemos eliminar el estigma, hablar y hacer que las personas no se sientan avergonzadas por esto, para que busquen ayuda», dice.
«Miras a otras mujeres de la familia que están teniendo hijos y piensas: ‘Oh, será mejor que les advierta, será mejor que me asegure de que sepan sobre los ejercicios del suelo pélvico».
Natashja dice que el prolapso afecta a mujeres de todas las edades y no discrimina. «Noté mis síntomas cuando tenía 18 años y cuando entré en Google sólo me decía que las mujeres mayores eran las que se veían afectadas», comenta.
«Los médicos se sorprendieron mucho de que alguien de mi edad tuviera un prolapso y eso me hizo sentir muy aislada».
Natashja dice que ahora se siente positiva respecto al futuro.
Ha estado trabajando con un fisioterapeuta de salud pélvica y utiliza un pesario vaginal, un dispositivo que ayuda a sostener las paredes vaginales y los órganos pélvicos, lo que significa que se siente más segura al hacer ejercicio.
Natashja dice que el apoyo y los consejos de la comunidad en línea también la habían ayudado a sobrellevar la situación.
«Si te acaban de diagnosticar prolapso, es importante que sepas que no tienes que pasar por esto sola», afirma.
«Hay un ejército de mujeres dispuestas a apoyarte y ayudarte en tu viaje y pueden entender por lo que estás pasando y ayudarte a superarlo».
Pie de foto,Natashja cuenta que la comunidad en línea de mujeres con el mismo problema la ayudó mucho.
Natashja dice que el apoyo y los consejos de la comunidad en línea también la ayudaron a sobrellevar la situación.
«Si te acaban de diagnosticar prolapso, es importante que sepas que no tienes que pasar por esto sola», afirma.
«Hay un ejército de mujeres dispuestas a apoyarte y ayudarte en tu viaje y pueden entender por lo que estás pasando y ayudarte a superarlo».
El primer dinosaurio estudiado por la ciencia fue descubierto por una mujer. La mirada entrenada de Mary Anne Woodhouse supo distinguir al costado de un camino en el sur de Inglaterra, en 1822, unos dientes descomunales que resultaron ser de un iguanodon, un reptil hervíboro de unos 120 millones de años y unas tres toneladas. Era el primer dinosaurio que sería estudiado por la ciencia, uno de los tres que dieron origen al término por primera vez en la historia y el primero, de muchos, en olvidar el aporte de las mujeres. Ese ejemplar fue registrado a nombre del esposo de Woodhouse, Gideon Mantell, un médico aficionado a la paleontología, dado que hasta entrado el siglo XX solo los varones tenían derecho a dejar registro de sus carreras científicas.
Su historia es similar a la de otras 170 pioneras relatadas en el libro Mujeres de las Piedras,escrito por la estudiante de paleontología Fernanda Castaño y el investigador Sebastián Apesteguía, y publicado recientemente por Vázquez Mazzini Editores y la Fundación Azara. En más de 360 páginas, el material ofrece breves biografías, desde pioneras amateurs hasta profesionales actuales, en distintos períodos históricos que atraviesan los cinco continentes.
La recopilación de sus vidas refleja algunas conclusiones claras: las europeas fueron una inspiración mundial, en especial las británicas. El primer impulso lo consiguieron gracias a sus privilegios de clase y a unos compañeros (padres o esposos) generosos que aprovecharon sus ventajas patriarcales –en distinta medida según el caso- para allanarles el camino. Y las paredes de cristal que delimitaron sus experticias aún no se han quebrado.
El caso de la británica Mary Horner fascinó a la autora Fernanda Castaño: “El padre, un geólogo bastante importante de la Sociedad Geológica de Londres, inculcó las vocaciones científicas de sus dos hijas mujeres. La hermana de Mary se dedicó a la botánica. No solo hacía ilustraciones de lo que veía en el campo, sino que trataba de estudiarlo. Eso me parece un ejemplo fantástico”, dice. Esos padres no daban a sus hijas la esperable educación de esposas y anfitrionas, sino que parecían desearles una vida más estimulante y exploradora, formándolas en ciencias e idiomas.
Sebastián Apesteguía y Fernanda Castaño presentaron el libro en la Universidad de Maimónides, en Buenos Aires.VERÓNICA TELLO – CONICET
Algunas relaciones fueron tan progresistas que parecen fuera de contexto. Como la de la hawaiana Annie Montague Alexander con su padre, en siglo XIX, que destaca el paleontólogo Apesteguía, segundo autor del libro. “La hizo súper independiente y de hábitos que, para la época, eran muy masculinos. Ella tiraba con rifle, cazaba, escalaba con él. De hecho, el padre muere en una expedición en África, en las cataratas Victoria, aplastado por una roca, delante de ella”. Castaño agrega que “era lesbiana, tuvo muchas compañeras femeninas en su vida y él nunca tuvo problemas en aceptarlo, la apoyaba. Fue un personaje muy interesante”.
Una de las científicas más famosas, con libros y películas sobre su vida, es Mary Anning. Su padre era un modesto carpintero y aficionado a los fósiles que la entrenó, junto a su hermano, en la recolección de fósiles. Gracias a su influencia, ella fue capaz de encontrar los primeros restos de varios especímenes que luego se volvieron populares como los del Ictiosaurio, el Plesiosaurio –el primero completo-, el primer pterosaurio hallado fuera de Alemania y numerosos smmonites, una especie de caracol con tentáculos de hace 400 millones de años.
A pesar de esos inicios prometedores, las mujeres quedaron atrapadas en lo pequeño, las plantas, el aire o el agua. Es decir, en los huecos disciplinares que los hombres no estuvieron interesados en ocupar. “No hay muchas mujeres que se hayan dedicado a estudiar dinosaurios. En general, eran micropaleontólogas o paleobotánicas. No iban normalmente a hacer prospecciones porque no se lo permitían. Eso era algo masculino, así que les quedaban los temas que los varones no trabajaban”, explica la apasionada Castaño. “Actualmente, inclusive, hay una tendencia a que muchísimas mujeres paleontólogas trabajen, en el caso de vertebrados, en mamíferos o reptiles marinos. Entonces no hay tantas mujeres trabajando en dinosaurios porque los hombres se ocuparon de los grandes saurios”.
El descubrimiento de la trayectoria de estas científicas tocó a Apesteguía de un modo personal. “No me había dado cuenta de que no había mujeres en determinados temas hasta que, ya escrito el libro, me puse a buscar y vi que una de las grandes pioneras en Argentina fue mi directora Zulma –Brandoni de Gasparini”. Él reconoce que “todavía hay pocas mujeres en los temas estrella de la paleontología”. Aunque la fama popular no sea la motivación de quienes se dedican a las ciencias, la escasa visibilidad que las científicas tienen en la población afecta el estímulo de otras vocaciones y su valoración social.
Aquel vínculo solidario entre padres e hijas que impulsó a las primeras paleontólogas y geólogas se recicla de algún modo en la alianza de los autores de Mujeres de las Piedras. El versado investigador Apesteguía descubrió el blog de Castaño y le propuso escribir el libro. “Me asombró muchísimo lo que publicaba, descubrí historias gracias a ella y me inspiró para contactarla y charlar la idea”, cuenta el paleontólogo. Ella lo relata como un logro futbolístico. “Imagina. Estudio paleontología y me contacta Sebastián Apesteguía para escribir el libro. Fue como si me hubiesen ascendido a la primera de River”.
A pesar de que el libro es muy amplio, los autores continúan descubriendo biografías relevantes de científicas en todo el mundo, por lo que ya están pensando en una segunda parte.
Es necesaria una gobernanza ética de los sistemas y herramientas de inteligencia artificial (IA). Si persiste el crecimiento vertiginoso y desordenado de esta tecnología, se agravará la polarización, se perderán libertades fundamentales y se perpetuarán los prejuicios y la discriminación.
Bajo la dirección de la UNESCO se ha desarrollado el marco internacional más completo del mundo para configurar el desarrollo y uso de las tecnologías de la inteligencia artificial. Se trata de la Recomendación sobre la Ética de la Inteligencia Artificial, adoptada por 193 Estados Miembros en 2021. Es decir, tenemos un consenso internacional, reconocido y adoptado por la mayor parte de los países del mundo. Ahora necesitamos que se pongan en marcha, efectivamente, las partes de la recomendación en las que se exhorta a los gobiernos a establecer marcos institucionales y jurídicos para garantizar que estas herramientas contribuyan al bien público.
No se trata únicamente de advertir sobre los peligros de estos desarrollos tecnológicos sin control ni gobernanza, sino también de exigir que se aprovechen las inmensas posibilidades que ofrecen para resolver algunos de los problemas más acuciantes de la humanidad, como la desigualdad de género, por ejemplo.
La Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW67), el organismo de más alto nivel para evaluar los avances en igualdad de género y empoderamiento de las mujeres a escala global, reconoció en su reunión más reciente “el papel fundamental de la tecnología y la innovación para acelerar la igualdad de género”. Allí quedó plasmado un plan para que los gobiernos, el sector privado, la sociedad civil, jóvenes e infancias, promuevan la participación y el liderazgo equitativo de las mujeres y las niñas en el diseño, la transformación y la integración de las tecnologías digitales y los procesos de innovación.
El plan exhorta puntualmente a incorporar una perspectiva de género en el diseño de las tecnologías emergentes y adoptar normativas que garanticen la lucha contra los nuevos riesgos, los estereotipos de género y las violaciones de la privacidad de los datos; y mejorar la transparencia y la rendición de cuentas. Una de las maneras de lograrlo es desarrollar herramientas y servicios digitales para atender las necesidades de las mujeres y niñas, especialmente para su educación, salud, empoderamiento económico y participación en la vida pública, y garantizar que tengan acceso a la alfabetización digital a lo largo de la vida, además de promover políticas para lograr la paridad de género en los campos científicos y tecnológicos emergentes y crear lugares de trabajo y entornos educativos favorables para las mujeres.
Para lograrlo, se necesitan leyes específicas, políticas que aborden desafíos como la capacitación de quienes desarrollan y de quienes usamos estas tecnologías, contenidos digitales y campañas de sensibilización que desafíen los estereotipos de género y las normas sociales negativas, y que involucren, eduquen y empoderen a jóvenes e infancias, para que se conviertan en agentes de la igualdad de género.
También podemos actuar desde otros ámbitos. Muchos modelos de inteligencia artificial (LLMs en inglés) son de código abierto, armados por comunidades de codificadores y no propiedad de empresas y, por lo tanto, adaptables a organizaciones de todos los tamaños y entrenables con insumos acordes a las necesidades y filosofía de cada organización. De modo que se puede hacer mucho desde las empresas tecnológicas, por un lado, y por el otro, desde los gobiernos, la sociedad civil y las empresas para entrenar a las herramientas de inteligencia artificial alimentando los algoritmos, para resultados sin sesgos machistas, racistas o clasistas, como ocurre en la actualidad.
Igualmente, tenemos la opción de los prompts, es decir, las instrucciones que damos a los chats de inteligencia artificial. Si les damos roles femeninos, perspectivas de género, indicaciones desprejuiciadas y sin sesgos, también obtendremos resultados de mejor calidad y más parecidos al mundo que queremos construir.
Para avanzar en esta dirección necesitamos tres cosas: presupuesto, voluntad política y más mujeres en los espacios en los que se diseñan estas herramientas, pero también donde se debaten las políticas y se deciden las normas que han de regularlas.
Como suele ocurrir en las crisis y los momentos de cambio, estamos frente a un riesgo enorme pero también ante una gran oportunidad. Por el rumbo que está tomando esta industria, los LLMs necesitan cada vez más información de calidad que los “eduque”, representativa del mundo diverso en que vivimos, especialmente con una intención proactiva de no reproducir estereotipos ni sesgos.
Es importante que quienes trabajamos por los derechos de las mujeres y las niñas estemos ahí para suministrar esa información, pero también para asegurarnos de estas herramientas contribuyan a su igualdad y empoderamiento. Solo así podremos tener una inteligencia artificial sin sesgos, al servicio de la igualdad de género, y de la construcción de un mundo justo, sostenible y solidario.
Carol Rojas y Estefanía Rivera Guzmán se dedican a contar muertes. Muertes de mujeres asesinadas por hombres, específicamente. Son dos de las cuatro mujeres detrás del Observatorio Colombiano de Feminicidios, un sistema de información que, a partir de la prensa local, regional y nacional, rastrea casos de violencia machista en el país. El año pasado registró 511 feminicidios, más de uno por día. “Psicológicamente la cosa no es fácil”, confiesa Rojas mientras se relaja en la terraza del Café Ruda en el centro de Medellín, que abrió con la asociación feminista que financia el Observatorio ―la Red Feminista Antimilitarista―. “Este trabajo no me funciona todos los días, me entra mucha ansiedad”, cuenta. Enfrenta esa ansiedad con un objetivo claro en mente: “Que la violencia frene”.
Al sentarse a hablar con ellas no se nota que sus vidas giren en torno a la tragedia. Son risueñas, locuaces. Rivera, la coordinadora del Observatorio, tiene 37 años. Es baja, de pelo crespo y oriunda de la vereda La Estrella, un corregimiento del municipio de Yarumal, ubicado a unas tres horas al norte de la capital antioqueña. Lo describe como un lugar con un pasado violento “que genera puras estrellitas”, y estalla en carcajadas.
A su lado izquierdo está Rojas, su jefa. La directora de la Red Feminista Antimilitarista es mucho más alta, tiene 35 años y viste completamente de negro, hasta las gafas de sol. Creció en el Doce de Octubre, un barrio muy en lo alto de los cerros de Medellín que un taxista de la ciudad califica de “feíto”. Juntas han armado un proyecto importante.
Publican boletines mensuales de setenta páginas que llaman “análisis feminista” de la violencia en Colombia. Participan de las mesas sobre la violencia de género que hacen los gobiernos de Medellin y Antioquia. Organizan charlas, talleres, movilizaciones y círculos de protección y de atención a víctimas en Medellín, la capital de uno de los departamentos más conservadores del país. “En este territorio tan de derechas, resistimos”, declara Rivera.
Todo ese trabajo se resume en su Reporte Dinámico de Feminicidios, un informe visual e interactivo que está disponible en su página web. Con un vistazo rápido y unos pocos clics, esta herramienta pinta una mirada bastante completa de los feminicidios en Colombia. Ofrece información de 18 categorías distintas sobre los asesinatos: de feminicidios por departamento ―el mayor número en 2023 ocurrieron en Antioquia―, al rango de edad de la víctima ―la inmensa mayoría tienen entre 20 y 39 años―, la relación con el feminicida, el empleo de la mujer asesinada, el arma utilizada y hasta el método de eliminación del cuerpo.
Estefanía Rivera, el 11 de enero del 2024.NATHALIA ANGARITA
De local a nacional
El Observatorio nació en el 2012 cuando se dieron cuenta de que “estaban matando a muchas mujeres en el centro de Medellín”. Empezaron a recoger datos sobre los feminicidios que ocurrían en la comuna 10, la histórica Candelaria. Entonces, apenas eran dos integrantes de la Red Feminista Antimilitarista manejando “un excel rudimental”. Pero el proyecto fue creciendo.
Pasaron a registrar información sobre la ciudad entera, luego sobre el Valle de Aburrá, región que rodea con Medellín e incluye nueve municipios más. Finalmente, en 2017 se convirtió en un observatorio nacional. Ahora, el proyecto tiene tanto prestigio que cuando este diario le pidió las cifras de los feminicidios de 2023 a la Procuraduría General de la Nación para esta historia, contestó con datos del Observatorio.
Rivera y Rojas son quizás las personas que más saben de feminicidios en Colombia. Pasan horas y horas revisando la prensa, leyendo sobre los asesinatos. Es un trabajo exhausto, difícil. Ambas dicen que van regularmente a terapia: “Nos toca cuidar nuestra salud mental”. A veces tienen que tomarse dos o tres días de descanso porque la violencia las sobrepasa. En ocasiones, están tan metidas en los casos que incluso logran identificar patrones que ni siquiera la Fiscalía tiene en cuenta.
Rivera narra que en 2019 pasó exactamente eso. Era la encargada de documentar los feminicidios en el Valle de Aburrá cuando se dio cuenta de varios casos muy parecidos. En un lapso de 160 días, cinco mujeres habían sido asesinadas en el municipio de Bello, en el conurbano de Medellín, cerca de las estaciones Madera y Bello del Metro. Todas eran madres que habían salido de casa camino al trabajo en horas de la madrugada. Todas habían sido asesinadas con arma cortopunzante y encontradas semidesnudas en espacios boscosos. Tenía que ser un feminicida en serie, pensó.
Sonó la alarma y, junto a sus compañeras, escribieron un informe especial para alertar a la población de la región. Asesinos Seriales. El Caso de Bello-Antioquia se publicó en septiembre de 2019. Dos años y medio más tarde, en marzo de 2023, la Fiscalía de Medellín señaló a Carlos Andrés Rivera Ruiz por la muerte de tres mujeres entre 2019 y 2020, dos de ellas halladas sin vida en el lecho del río Medellín.
El ente investigador ofreció 200 millones de pesos (unos 50.000 dólares) “por información que permita ubicar al feminicida”, pero hasta el momento sigue prófugo. Una de las mujeres a la que supuestamente asesinó, Ruth Estella Álvares, aparece en ese informe especial del Observatorio. Rivera y Rojas están seguras de que él es el feminicida en serie sobre el que estaban alertando.
Carol Rojas, el 11 de enero.NATHALIA ANGARITA
Un problema perpetuo
Pese a todo el trabajo del Observatorio, no está del todo claro cuántos feminicidios ocurren en Colombia. Nunca lo ha estado. El Gobierno no tiene un sistema de información oficial sobre el tema. Durante años, la Fiscalía, el Observatorio y varias organizaciones más han ofrecido cifras diferentes. Históricamente, las de la Fiscalía han sido mucho más bajas que las del Observatorio, a veces hasta casi la mitad.
Rivera y Rojas atribuyen esto al hecho de que ellas tienen una definición más amplia del término feminicidio. Hablan del “asesinato de una mujer que tiene un mensaje de poder”, mientras que la Fiscalía se refiere de una forma más técnica y jurídica a “la muerte de una mujer por su condición de ser mujer o por motivos de su identidad de género”. Aún así, el año pasado la Fiscalía y el Observatorio ofrecieron por primera vez cifras casi iguales: ambos reportaron más de 500.
Bajo un calor poco usual en Medellín, la ciudad de la eterna primavera, las dos mujeres definen su trabajo como activismo de datos. Trabajan por la paz, dicen, por “una Colombia donde las mujeres tengan diferentes condiciones de vida”. Con su cerveza ya casi acabada, Rivera admite que quedan muchos retos en el camino.
Por ahora, ambas esperan que sus datos y las movilizaciones que hacen puedan generar cambios y “hacer visible lo invisible”. No saben exactamente cuál es la solución a la alta tasa de feminicidios en Colombia. Es un problema polifacético, arraigado en años de machismo, pobreza, y una cultura de crimen y de violencia. Pero de algo sí están más que seguras: “No se resuelve simplemente metiendo a los feminicidas a la cárcel”.
Enfundada en un vestido rojo, asegura que su propia madre, de quien cuelga una foto en el local, «fue la primera mujer» taquera en el barrio.
«Aquí crecimos y yo creo que por eso no se nos hace pesado», dice esta mujer delgada frente a una gran cazuela donde se fríen pedazos de carne, tripas y otras menudencias que saca con la mano, destaza en segundos y coloca en una tortilla de maíz.
«¿Uno o dos tacos, mami?», pregunta con dulzura en su local llamado Las Corazonas a una clienta que le responde sonriente.
María del Pilar comparte con su hermana, María Guadalupe, de 70 años, la satisfacción de ser una de las pocas mujeres «taqueras» en todo el país, en donde existen unas 92.000 taquerías.
«Orgullo»
«Es un orgullo saber que nosotros como mujeres somos emprendedoras y el ejemplo de muchas mujeres», dice María Guadalupe, encargada de comprar cada madrugada decenas de kilos de carne.
La capital mexicana cuenta con 11.000 taquerías, de acuerdo con un mapa sobre estos establecimientos de «street food» (comida callejera) creado por el geógrafo Baruch Sangines, basado en datos del instituto nacional de estadística, INEGI.
Dicho de otra manera: 94% de los 9,2 millones de habitantes de ciudad de México viven a menos de cinco minutos de una taquería, asegura Sangines.
En tiempos de inflación y de gentrificación de la ciudad, los tacos siguen al alcance de todos los bolsillos, con un precio promedio de unos 0,75 dólares.
«Se cansan»
Son raras las mujeres que operan este tipo de negocios que alimentan a millones de mexicanos todos los días, pero sí es habitual verlas preparando comida rápida hecha a base de maíz, como quesadillas (tortilla con queso y otros alimentos como hongos y pollo) y tlacoyos (masa de maíz que se rellena de frijoles o habas).
La razón es física, opina un «taquero» en una calle del turístico sector de la Roma. «Lo que pasa es que el machete pesa y no lo resisten, se cansan, yo creo que es por eso», opina David Pérez, de 45 años.
Sangines considera que se trata más bien de «usos y costumbres».
«A mí me han dicho: ‘cargas mejor que un hombre’», dice María Guadalupe, que luce un vestido de flores y zapatillas rosas de tacón.
«Protección» feminista
Al sur de la Ciudad de México, envueltas en una nube de vapor, varias mujeres manipulan kilos de carne en Las Muñecas.
Se trata de otra taquería que rompe la regla no escrita de que las mujeres solo pueden hacer quesadillas.
Teresa Hernández, una de sus propietarias, cuenta que su madre inició este negocio en 1985 para ayudar con los gastos familiares a su esposo velador y criar a sus siete hijos.
Inicialmente, vendía quesadillas y otros alimentos de preparación rápida, pero decidió incursionar en el mundo de los taqueros.
«Cuando ya empezó a hacer la transición a los tacos, le empezaron a sugerir que metiera hombres» con el argumento de que «todo iba a ser más pesado», relata Hernández.
Pero «mi mamá dijo: ‘yo no voy a sacar a ninguna de mis chicas por traer a un hombre’», añade.
En total, trabajan 23 mujeres en este comercio, con horarios que les permiten tener tiempo para llevar a sus hijos a la escuela, ejemplifica.
«Mi mamá siempre buscó la protección para las mujeres», añade.
Aunque «casi normalmente son hombres» los taqueros, Guadalupe exhorta a las mujeres a «que emprendan un negocio que sigan adelante, que no se den por vencidas».
Los atacantes llegaron del norte, arqueros a caballo que dispararon sus flechas con experta precisión.
Arruinaron y quemaron las cosechas, que los aldeanos chinos de la etnia Han -que vivían en las fronteras del norte de China cerca del año 200 a.C.- cuidaban con esmero.
Los Han llamaron a los invasores “Xiongnu», que significa “esclavo feroz”, un término peyorativo destinado a enfatizar la “inferioridad” de los bárbaros.
En realidad, sin embargo, los Xiongnu superaban a sus vecinos chinos en experiencia militar y organización política.
Compuestos por diferentes tribus étnicas, los Xiongnu fueron el primer imperio nómada del mundo, lo suficientemente bien organizado y formidable para crear tantos problemas para los Han, que eventualmente resolvieron construir la Gran Muralla China.
Y, más interesante aún, es que detrás de los feroces arqueros, fueron las poderosas mujeres Xiongnu quienes ayudaron a mantener unido el imperio.
Datos escondidos en la tierra
Reconstruir la curiosa historia de los Xiongnu ha sido un desafío, porque, a pesar de su elevada organización y proeza militar, la nación nunca desarrolló un lenguaje escrito.
“Por tanto la mayor parte de la información que tenemos viene de sus cementerios y sus enemigos”, dice Christina Warinner, líder de un grupo de investigación del Departamento de Arqueogenética del Instituto Max Planck.
Y los cementerios cuentan una historia interesante, ya que un estudio reciente demostró que un número sorprendentemente elevado de entierros de élite Xiongnu contiene restos de mujeres.
Es una hipótesis que se barajaba desde hace tiempo.
Sin embargo, no fue sino hasta que avanzaron las técnicas de secuenciación genética hace unos años que el equipo de Warinner pudo confirmar el género femenino de varios sitios de enterramientos con absoluta certeza.
“Nuestros hallazgos genéticos demuestran que las princesas de élite jugaron roles importantes en la sociedad Xiongnu, política y económicamente”, dice Jamsranjav Bayarsaikhan, que lidera el Centro de Investigación del Museo Nacional de Mongolia en Ulán Bator, y es coordinador del proyecto del Instituto Max Planck de Geoantropología en Alemania
Pie de foto, Entierro Xiongnu.
Cambio de perspectiva
Estos hallazgos cambiaron la perspectiva de los científicos sobre cómo los Xiongnu expandieron su territorio y mantuvieron unido su imperio nómada.
Puede que tradicionalmente pensemos en los imperios como entidades estacionarias que construyen ciudades, palacios y cortes para mantener su dominio, pero algunos reinos nómades eran increíblemente robustos.
El imperio Xiongnu, anterior al famoso imperio de Genghis Khan en unos 1.000 años, duró desde el siglo II a.C. hasta el siglo I d.C. y ocupó el territorio de la actual Mongolia con sus fronteras septentrionales que se extendían hasta el lago Baikal, en la Rusia de hoy.
Además de ser hábiles guerreros, los Xiongnu era también ávidos proveedores de bienes de lujo adquiridos de toda Eurasia a través de las rutas comerciales de la antigua Ruta de la Seda, entre los que se incluían sedas chinas, cristales romanos y cuentas egipcias.
Y las mujeres tenían posiciones relevantes.
De algún modo, eran el pegamento virtual –o tal vez los hilos de seda- que mantenían unido al reino itinerante, que no contaba con ciudades permanentes o instalaciones físicas para afirmar su presencia.
“Las mujeres Xiongnu tenían un gran poder imperial a lo largo de la frontera, y ocupaban con frecuencia rangos nobles exclusivos, mantenían las tradiciones y participaban tanto en la política de poder de la estepa como en las redes de la Ruta de la Seda”, explica Bryan Miller, profesor de arqueología de la Universidad de Michigan, en Estados Unidos, e integrante del grupo de Max Planck.
“Eran muy respetadas”.
Objetos de lujo
En el cementerio de élite de Takhiltyn Khotgor, ubicado en la provincia de Khov, en Mongolia occidental, los investigadores encontraron tumbas monumentales construidas claramente para honrar a las mujeres.
En sus ataúdes decorados con símbolos imperiales Xiongnu del sol y la luna, cada mujer estaba rodeada por una multitud de hombres plebeyos colocados en tumbas sencillas.
Una tumba contenía seis caballos y una carroza.
Pie de foto, Para protegerse de los Xiongnu, los chinos Han construyeron al Gran Muralla.
En el cercano cementerio de Shombuuzyn Belchir, las mujeres ocupaban de forma similar las tumbas más ricas, y estaban acompañadas de objetos de lujo de su vida en la Tierra, entre ellos de espejos chinos, ropa de seda, carretillas de madera, cuentas de loza y ofrendas de animales.
Las tumbas parecen pirámides invertidas con bases rectangulares sobre el suelo (los arqueólogos las llaman terrazas), que se angostan a medida que sobresalen del suelo.
«Cuando las excavas se adentran hasta 20 metros en el suelo”, explica Ursula Brosseder, arqueóloga especializada en prehistoria del Centro Libniz de Arqueología en Alemania (que no formó parte del estudio de Max Planck).
Los arqueólogos también hallaron cinturones ornamentales en los enterramientos Xiongnu, otro tipo de artefacto que denota estatus social.
Decorada con grandes placas y adornados con cuentas y pendientes de piedra, parecen “árboles de Navidad con cosas que cuelgan por debajo de la cintura”, señala Brosseder.
Pie de foto, Solo los Xiongnu en este período le daban cinturones a las mujeres, dice Brosseder.
«Un cinturón es un símbolo muy importante de estatus y rango, pero típicamente pertenece a la esfera masculina y no a la femenina”, explica.
“Lo que es muy interesante es que solo los Xiongnu en este período le daban los cinturones a las mujeres y no tanto a los hombres”.
Rivales peligrosos
La habilidad de montar a caballo y disparar con arco era una de las principales destrezas de los Xiongnu.
“Alguna gente llama a los caballos barcos de la tierra, porque los barcos y los caballos son la forma más rápida de viajar que existía antes de la industrialización”, explica Warinner.
Los Xiongnu domesticaron los caballos, que son nativos de la estepa, y también aprendieron a disparar el arco mientras cabalgaban, así que eran muy peligrosos, tanto de cerca como de lejos.
Los chinos Han no eran rivales para ellos.
«Incluso cuando construyeron la Gran Muralla, nunca funcionó”, señala la experta.“Los Xiongnu simplemente cabalgaban a su alrededor”.
Pie de foto, La habilidad de montar a caballo y disparar con arco era una de las principales destrezas de los Xiongnu.
Algunas tumbas de mujeres contenían equipos ecuestres, pero los investigadores no pueden decir con certeza si las mujeres peleaban junto a los hombres o no. “Creo que no debemos excluir que también había mujeres guerreras”, dice Brosseder.
“Esto no quiere decir que todas las mujeres participaban en el ejército”, agrega, “pero definitivamente podían montar a caballo y disparar con el arco, solo por el propósito de tener una vida mejor en la estepa”.
Alianzas matrimoniales
La investigación genética ayudó al equipo de Max Planck a descubrir otro dato interesante: las mujeres enterradas en las fronteras del imperio cerca de China eran genéticamente muy diferentes a la población Xiongnu aledaña.
En cambio, estaban íntimamente relacionadas con un hombre que se cree era uno de los reyes Xiongnu, cuya tumba fue excavada en Mongolia central en 2013.
El equipo cree que el el rey casó a sus parientes mujeres con los clanes fronterizos para reforzar alianzas políticas y mantener la fortaleza del imperio.
“Pensamos que el rey estaba enviando a sus hijas a controlar las zonas rurales del imperio política y económicamente”, señala Bayarsaikhan.
Allí actuaban como emisarias y mantenían contactos con las redes comerciales de la Ruta de la Seda. “Era una práctica importante”, dice, y añade que estas tradiciones Xiongnu sentaron las bases para el éxito del futuro emperio mongol.
FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES
Cuando construyó su propio imperio nómade, Genghis Khan siguió las “reglas matrimoniales” de los Xiongnu: las reinas mongolas, que gobernaron un milenio después, eran conocidas por sus poderes políticos, comenta Bayarsaikhan.
¿Era los Xiongnu los únicos en abrazar reglas de género diferentes?
No necesariamente. Al contrario, los hallazgos muestran que no “deberíamos extender la mentalidad victoriana sobre los roles de la mujer en todas las culturas a través de la historia”, explica Miller, que se encuentra trabajando en un libro sobre los Xiongnu y su cultura.
“Espero que la gente se de cuenta de que las mujeres, de hecho, tenían mucho poder en las sociedades premodernas”, dice.
A pesar de que la participación de las mujeres en la autoconstrucción de vivienda ha aumentado en los últimos años, la brecha de género en la materia aún es amplia debido a limitaciones económicas y sociales, según especialistas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Vivienda del 2020, 27.4% de las viviendas con algún proceso de autoconstrucción son de hogares dirigidos por mujeres, con variaciones de entre 18.6% en Chiapas y 37% en la Ciudad de México.
Al respecto, el estudio “Vivienda para nosotras”, realizado por la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), destacó que la autoproducción es un proceso complejo, especialmente por factores institucionales y de seguimiento.
Sin embargo, en materia de género, estas problemáticas son incluso mayores, ya que “la visión sobre la participación de las mujeres y la importancia del trabajo de cuidados suele verse como accesoria, lo que desarticula la puesta en marcha de mecanismos para mejorar sus condiciones”.
Brecha económica
La autoconstrucción es un mecanismo que suele resolver el acceso a la vivienda para algunos segmentos de la población; en el caso de las mujeres, deben enfrentar la barrera económica, pues la brecha salarial impacta directamente en sus posibilidades de obtener un crédito y recaudar el ahorro suficiente para un hogar.
Datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos por Hogar 2022 (ENIGH) arrojan que el ingreso trimestral promedio de los hogares con jefatura femenina en México fue de 19,081 pesos, mientras que el de los hogares con jefaturas masculinas fue de 29,285 pesos.
Asimismo, la Comisión Nacional de Vivienda (Conavi, 2018) indicó que sólo 35.6% de los financiamientos otorgados por los Organismos Nacionales de Vivienda (Onavis) y 31.6% de subsidios federales se otorgan a mujeres, en contraposición a 60% y 66.8%, respectivamente, para los hombres.
Algo similar sucede con el acceso a créditos de banca múltiple (Comisión Nacional Bancaria y de Valores, 2022), aun cuando, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) las mujeres tienen una mayor participación en la fuerza laboral, existe una brecha en el acceso a sistemas de financiamiento.
“Para sostener los costos de construcción y gestión, los gastos del hogar deben de ajustarse y las mujeres suelen hacer esto ahorrando en el consumo cotidiano, así como aplicándose a jornadas parciales para aumentar los ingresos del hogar”, se lee en el estudio de la Sedatu.
En este sentido, el estudio afirma que la participación de las mujeres va más allá del apoyo en el trabajo de cuidados que, además de mantenerse activo durante el proceso de obra, se agregan actividades relacionadas con la adecuación de los espacios para permitir los trabajos, administración de los gastos familiares e, incluso, la gestión de permisos y recursos.
Zaida Muxí, arquitecta y urbanista especializada en temas de producción del espacio y perspectiva de género, enfatiza que existen ciertas ventajas sobre la autoconstrucción de la vivienda, aunque bajo el modelo actual, se sostiene en la precarización de las familias, por lo que sería necesario encontrar nuevos mecanismos que eviten aumentar la carga de trabajo.
“Es un exceso, tienen sus trabajos, tienen un montón de tareas y el tiempo de “descanso” lo deben dedicar a la construcción de su casa. Puede tener resultados positivos, pero también generar precariedad y desigualdades profundas. Si consideramos que la autoproducción es un sistema efectivo, habría qué ver cómo se hace para que no redunde en seguir explotando la vida de las personas”, afirmó la especialista.
La Directora de la División de Asuntos de Género (DAG) de la CEPAL participó como panelista en el primer Webinar del ciclo de diálogos virtuales organizado por el Enlace Continental de Mujeres Indígenas de las Américas (ECMIA SUR) y la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú – ONAMIAP, que se realizó el 15 de diciembre de 2023.
El webinar titulado “Territorios de cuidados: horizontes para el buen vivir y la vida plena”, tuvo como objetivo intercambiar sobre la reorganización justa de los cuidados ubicando en el centro los derechos de la madre naturaleza y la integralidad de los derechos individuales y colectivos de las mujeres y niñas indígenas y de todas las personas, y concientizar sobre la necesidad de incorporar la visión de las mujeres indígenas en el contenido del derecho al cuidado en el marco de la solicitud de opinión consultiva presentada por Argentina a la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Durante su intervención, la Directora de la DAG, destacó la propuesta de la sociedad del cuidado como un nuevo estilo de desarrollo que impulsa la CEPAL y que ubica en el centro la igualdad y la sostenibilidad de la vida y del planeta. Además, resaltó que la propuesta se nutre de los aportes de la economía y movimientos feministas y del paradigma del buen vivir propuesto por los pueblos indígenas y afrodescendientes de la región, así como del diálogo multilateral y constructivo con los gobiernos.
Asimismo, señaló que esta propuesta que plantea el cuidado en tres ejes: como necesidad, como trabajo y como derecho, de mayor relevancia y urgencia en el contexto de múltiples crisis que enfrenta la región. “El reciente Compromiso de Buenos Aires proporciona directrices fundamentales para avanzar hacia la construcción de una sociedad del cuidado. Estos acuerdos subrayan la importancia del papel del Estado, la coordinación entre sus instituciones a nivel nacional, subnacional y local, y el enfoque interseccional. También se llama a transitar hacia una justa organización social de los cuidados, en el marco de un nuevo estilo de desarrollo que impulse la igualdad de género en las dimensiones económica, social y ambiental del desarrollo sostenible”, resaltó la Directora. El derecho al cuidado es parte de los derechos humanos ya reconocidos y se articula con la reciente recomendación general núm. 39 (2022) relativa a los derechos de las mujeres y niñas indígenas aprobada por el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW). Mencionó que la CEPAL ha presentado opinión escrita sobre los puntos sometidos a consulta a la CIDH.
Por otra parte, destacó el Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como el Acuerdo de Escazú, como primer tratado regional vinculante y herramienta clave de la región para pensar en un estilo de desarrollo que ponga la sostenibilidad de la vida en el centro. “Este acuerdo potencia la Agenda Regional, pues nos indica el camino para el cuidado del ambiente desde una perspectiva de igualdad y para el respeto y la protección de personas, grupos y organizaciones que promueven y defienden los derechos humanos en asuntos ambientales”, señaló. Y valoró que la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 28 de julio de 2022 que todas las personas del mundo tienen derecho a un medio ambiente saludable.
En el cierre de su intervención, la Directora de la DAG, valoró el diálogo constructivo entre las organizaciones y movimientos de mujeres y feministas y las mujeres indígenas para ir configurando una visión común sobre qué tipo de mundo queremos, e hizo énfasis en el compromiso que tiene la CEPAL de llegar a la próxima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe (México, 2025), con ideas para un gran impulso hacia la sociedad del cuidado, la protección del planeta, y un futuro con buen vivir.
El webinar estuvo a cargo de Victoria Neuta Sánchez, asesora jurídica de la Consejería Mujer, Familia y Generación de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), y contó también con la participación de Melania Canales Poma, Coordinadora de ECMIA Sur.