Cuando dos personas se presentan, casi siempre la primera pregunta que se hacen es “¿A qué te dedicas?”. Dejando para otro momento el debate sobre la productividad como medida del valor humano dentro del capitalismo y su potencial rol en el origen de este previsible ritual, sigamos con esta conversación hipotética. Algunas respuestas a esta pregunta suscitan conversación más fácil que otras. La respuesta “Hago arte con materiales reciclados” genera más conexiones a puntos comunes de referencia que “Llevo la contabilidad en una distribuidora de hielo”. En mi caso, como buena estudiante de doctorado acostumbrada a largas horas de silencio en la biblioteca de Columbia —o en el estudio de casa de mi madre en Taxqueña si es verano—, nunca he sido el alma de la fiesta. Sin embargo, a partir de mi tercer año en aquella torre de marfil tan cerca y tan lejos de Harlem, me especialicé en entender la vida económica de las mujeres y la desigualdad estructural con respecto a los hombres que la moldea. Esta decisión ha cambiado radicalmente mi facilidad para hacer amistades en las fiestas caseras de la Cuauhtémoc y en los bares con pisos pegajosos en Soho.
En México, el 92% de las mujeres en el grupo de edad de 40-45 tienen por lo menos un hijo. Esto quiere decir que la maternidad sigue siendo un fenómeno prácticamente universal. Hoy, hay más mujeres en México que parieron por lo menos seis hijos que mujeres que nunca parieron. Así, mi tema de investigación siempre resuena con mi interlocutora —cosa relativamente inusual para una tesis doctoral, que siempre quiere saber más, siempre quiere complementar con datos y evidencia cuantitativa aquello que tiene muy claro en su intuición: los hijos, y la manera en que la sociedad y el Estado asignan responsabilidades alrededor de la crianza, son la principal barrera a la igualdad de oportunidades económicas entre hombres y mujeres.
Ilustración: Estelí Meza
Según mis análisis —en el marco de un trabajo realizado en conjunto con Eva Arceo Gómez y Elia de la Cruz Toledo— de los datos disponibles para México, la maternidad tiene como efecto una caída del 30% de la participación laboral remunerada femenina: a un año de tener el hijo, las mujeres tienen un 30% menos de probabilidad de estar trabajando por pago. ¿Los hombres? Incrementan en 4%. Los hombres sin hijos hacen en promedio una hora de trabajos de cuidado a la semana, mientras que las mujeres hacen 5. Al tener hijos, si bien tanto hombres como mujeres duplican sus labores de cuidado, esto solamente abre la brecha entre ellos, ya que en las mujeres ocasiona un aumento de 5 a 10 horas, mientras que en los hombres aumenta de 1 a 2. Por lo tanto, los hijos incrementan la brecha en horas trabajadas entre hombres y mujeres en 8 horas, es decir, un 260%.
Volvamos al bar de pisos pegajosos, donde los gringos ya se fueron a dormir, pero yo sigo ahí, contándole todas estas cosas a una chica cuya mejor amiga, que no está aquella noche en el bar sino en casa poniendo pegatinas en los cuadernos de sus hijos, había planeado volver a trabajar a los tres meses de parir. El costo de una estancia infantil que apenas resolviera el tema de la crianza para tener media jornada laboral eran tan altos que decidió volver a casa por lo menos hasta que pudiera inscribir a su hijo en una escuela pública. Estudios encuentran1 que estas anécdotas encajan en un fenómeno sistemático: las mujeres hoy en día,2 mientras estudian, sobreestiman los retornos a esos estudios porque sobreestiman la capacidad que van a tener de delegar trabajo de cuidados al tener hijos y, por lo tanto, sobreestiman su participación laboral futura.
Mi abuelo tuvo tres hermanas. La menor se dedicó toda la vida a las labores del hogar, cuidando de sus padres y abuelos. La mediana trabajó toda su juventud como secretaria ejecutiva trilingüe, hasta que enfermaron los hermanos y toda su vejez se ha dedicado a cuidar hermanos y sobrinos. La mayor fue una excelente maestra de primaria, hasta que su hija le pidió dejar aquel trabajo que le apasionaba y cuidar de los nietos. Las mujeres sin hijos sí existen en México, pero las mujeres sin responsabilidades de cuidado son tan escasas que estadísticamente podríamos decir que no son un fenómeno estructural. Los hombres sin responsabilidades de cuidado o con poquísimas responsabilidades, son la norma y no la excepción. Cuando en este país nace un niño o niña, en promedio se reduce entre un 20% y 80% la probabilidad de trabajar para el resto de las mujeres que viven en el hogar de la madre.
Me gustaría poder decir que estas reglas existen porque en realidad es lo más eficiente para todos. Pero los hogares son en promedio más pobres después de tener hijos: el ingreso del hogar disminuye entre 5% y 12%. Estas cifras implican una asignación ineficiente de tareas dentro del hogar: son los roles de género y no las habilidades u oportunidades laborales lo que en promedio determina la distribución del uso de tiempo en los hogares. Un segundo problema que surge es la feminización de la pobreza como consecuencia de vivir en una sociedad donde no hay instituciones públicas que subsidien el cuidado de los hijos ni protección para evitar que las mujeres pierdan su trabajo y, al mismo tiempo, tres de cada 10 mujeres son madres solteras.
La rabia colectiva que esto nos genera me ha hecho, inesperadamente, el alma de la fiesta. La crianza es un trabajo de tiempo completo, que no va a desaparecer con discursos vacíos sobre empoderamiento femenino: es un trabajo que alguien tiene que hacer y las instituciones en ambos lados del río Bravo no están diseñadas aún para que ese trabajo lo hagan los hombres. Así que escribo este texto para y por las incontables mujeres que, con una cerveza, un café, un cuaderno o un pañuelo verde en mano me han dicho “tu investigación es mi historia”. Seguimos en deuda con ellas.
Sandra Aguilar-Gómez
Licenciada en Economía y maestra en Economía Aplicada por el ITAM. Actualmente estudia el doctorado en Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia en Nueva York.
1 Kuziemko, Ilyana, et al. The Mommy Effect: Do Women Anticipate the Employment Effects of Motherhood?. No. w24740. National Bureau of Economic Research, 2018.
2 La mayoría de la evidencia existente es para Estados Unidos o países nórdicos.
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